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El hacktivismo e Internet como territorio en disputa. Una mirada desde los marcos de acción colectiva
Domingo Manuel Lechón Gómez; Ramón Abraham Mena Farrera
Domingo Manuel Lechón Gómez; Ramón Abraham Mena Farrera
El hacktivismo e Internet como territorio en disputa. Una mirada desde los marcos de acción colectiva
Hacktivism and Internet as disputed territory. A look from the frame of collective action
Estudios Políticos, vol. 8, núm. 48, pp. 115-131, 2019
Universidad Nacional Autónoma de México
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Resumen: Este artículo aborda una dimensión del análisis de una investigación más extensa realizada en México durante el primer semestre de 2018 acerca de los activismos tecnológicos.[1] Dicha investigación se construye a partir de la perspectiva teórica de los marcos de acción colectiva, y con entrevistas a siete hacktivistas que reflexionan su actividad pública y lucha social desde Internet. Los hallazgos contribuyen a la reflexión de cómo el internet puede ser considerado un territorio en disputa, apoyándose en el hacktivismo como la expresión de una participación medular y activa en los movimientos sociales y tecnopolíticos de una comunidad.

Palabras clave:CiberactivismoCiberactivismo,movimiento socialmovimiento social,InternetInternet,territorioterritorio,comunalidad digitalcomunalidad digital.

Abstract: This article deals with a dimension of the analysis of a more extensive investigation carried out in Mexico during the first semester of 2018 about technological activism. This research is based on the theoretical perspective of collective action frameworks, and interviews with seven hacktivists who reflect on their public activity and social struggle from the Internet. The findings contribute to the reflection of how the internet can be considered a disputed territory, relying on hacktivism as the expression of a core and active participation in the social and technopolitical movements of a community

Keywords: Cyberactivism, social movement, internet, territory, digital communality.

Carátula del artículo

Artículos

El hacktivismo e Internet como territorio en disputa. Una mirada desde los marcos de acción colectiva

Hacktivism and Internet as disputed territory. A look from the frame of collective action

Domingo Manuel Lechón Gómez
El Colegio de la Frontera Sur, México
Ramón Abraham Mena Farrera
El Colegio de la Frontera Sur, México
Estudios Políticos, vol. 8, núm. 48, pp. 115-131, 2019
Universidad Nacional Autónoma de México

Recepción: 30 Enero 2019

Aprobación: 28 Mayo 2019

Introducción



En veinte años todos nuestros problemas estarán relacionados con Internet.

Fuente: CORY DOCTOROW (en Iborra, 2015)

Cada vez son más frecuentes las noticias, estudios o informes sobre algún problema de seguridad en Internet y todos alcanzan niveles de impacto global a la seguridad de la información de las personas e instituciones. Los ataques adquieren relevancia inmediata, activan protocolos de protección y seguridad, y llegan a una opinión pública amplia. Tan sólo en 2018, el caso de Facebook . Cambridge Analytica, devela las operaciones en que la compañía británica, de minería y análisis de datos basándose en el análisis de datos a gran escala big data, centró una estrategia de ataque a la comunicación privada de 100 millones de usuarios de la red social para manipular a los votantes de distintos procesos electorales, en particular el de Norteamérica. Ese hecho está siendo investigado por la Corte de Justicia de esa nación, con implicaciones en Inglaterra, Alemania y Rusia. Otro caso fue en 2016, cuando fueron robadas millones de contraseñas a Yahoo, y otro en 2017 con el ataque WannaCry Ransomware dirigido al sistema operativo de Microsoft que vulneró la seguridad de la información en computadoras que poseían ese sistema. En ese mismo año se produjo en México lo que se conoció como #GobiernoEspía, campaña lanzada por organizaciones y periodistas para dar cuenta del uso de software espía (Pegasus) para la vigilancia de ciudadanos críticos con una estrategia opaca, sin soporte jurídico y sin controles democráticos. Todos los anteriores son, a diferentes escalas, eventos que ponen el acento en ese uso nocivo que se le puede dar a la Red.

Con una primera observación a nuestros entornos sociales, las noticias, y multiplicidad de tareas cotidianas, podemos inferir que Internet tiene una importancia central que organiza el sistema de información en las sociedades actuales, y por tanto es clave realizar estudios de fenómenos en la red que posibiliten conocer el nuevo orden, funcionamiento y comprensión de una multiplicidad de fenómenos sociotécnicos relacionadas a esa red. Para junio de 2018, el 55.1% de la población mundial está conectada a Internet, siendo del 65.3% en México (Internet World Stats, 2018). Su crecimiento hace que organismos internacionales (ONU, CEPAL, UNESCO) expresen la importancia de Internet como un espacio en donde se organice a “la información entendida como conocimiento acumulado de forma comunicable, como el cimiento del desarrollo económico, político y social” (UNESCO, 2000, en Quiroz Waldez, 2012: 1). Más de una década después vemos cómo gran parte del conocimiento actual se transmite por Internet.

Sin la menor duda, estamos viviendo momentos inéditos en la historia e “igual que la imprenta revolucionó la cultura y la política hace siglos, las nuevas tecnologías están suponiendo cierto impacto para muchos procesos sociales” (Sádaba, 2002: 1) y se ha extendido ya lo suficiente como para afectar algunas estructuras sociales, modificando y moldeando ciertas formas de organización social.

Coincide con ello, e incluso va más allá en su análisis, la activista de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC), Valeria Betancourt, que además apunta que “actualmente las condiciones para mantener el acceso están determinadas, en gran medida, por cuestiones relativas a la gobernanza de Internet, la neutralidad de la red y los derechos humanos en Internet” (Betancourt, 2011: 2).

Estos aspectos son parte fundamental del debate en torno a Internet, que apunta a que se está produciendo una disputa de Internet entre gobiernos, corporaciones y sociedad civil organizada. El objetivo de este texto, y de la investigación en general, es aportar precisamente nuevos conocimientos sobre una de las partes en conflicto: el del activismo tecnológico, más concretamente sobre el hacktivismo en México.

Bajo el título “Internet como territorio en disputa. Análisis de los marcos de acción colectiva del activismo tecnológico en México”, se lleva a cabo una investigación desde la perspectiva teórica de los marcos de acción colectiva, como generadora de enmarcamiento: “Los marcos organizan las experiencias y guían la acción, ya sea individual o colectiva” (Chihu, 2016: 2); y así intentar dar respuestas a las preguntas sobre quiénes son estas personas que participan en esos colectivos, porqué están en el activismo tecnológico y qué proponen. Los marcos de acción colectiva son, según Gamson (en Chihu y López Gallegos, 2004), marcos de injusticia, marcos de identidad y marcos de agencia. Estos, a su vez, se han dividido en las siguientes categorías de análisis a priori para esta investigación: “Internet como territorio en disputa (marco de injusticia). Hacktivismo como movimiento tecnopolítico” (marco de identidad) y “Comunalidad tecnológica como propuesta” (marco de agencia).

Para lograr tal cometido, la investigación se adscribe a la producción de información empírica a partir de trabajo de campo en el primer semestre de 2018; y desde el enfoque de la metodología cualitativa se utilizan novedosas técnicas como la etnografía de lo digital, la observación participante de manera on line y presencialmente se han analizado textos e interacciones publicadas en Twitter relativas al activismo tecnológico.[2] Por medio de las redes sociales, perfiles y la técnica bola de nieve, se contactaron a siete personas con una trayectoria en el hacktivismo en México, las cuales se autoadscriben al activismo y la militancia en Internet, cuentan con nexos en colectivos tecnológicos, espacios hackers y participación en redes de difusión en defensa de derechos digitales o hayan formado parte de campañas por “otro Internet”. A todas ellas se les solicitó una entrevista con consentimiento informado, mediante un instrumento de carácter semiestructurado, el cual operativiza el marco conceptual; las entrevistas se realizaron de manera presencial o virtual a través de sistemas de videollamadas opensource. Todas las entrevistas fueron grabadas en formato digital, transcritas y codificadas. A quienes participaron, se les explicó el objeto de la investigación, se solicitó su consentimiento informado y explícito para las entrevistas, y el carácter de privacidad y secrecía de la investigación, con lo cual la decisión de emplear seudónimo mayoritariamente fue posible, aunque en varios casos es el nombre (o nik) que utilizan en sus actividades on line. Todas las entrevistas fueron transcritas estenográficamente y analizadas en el programa Atlas.Ti, a partir de un esquema de categorías conceptuales derivadas del posicionamiento teórico de la investigación que a continuación se precisa.

Para el análisis de la información se utilizan los marcos de acción colectiva, que provienen del concepto “proceso de enmarcamiento” (o de encuadre o framing) de Erving Goffman (2006). “Este proceso se refiere a la construcción e interpretación que realizan las organizaciones sociales y sus miembros sobre eventos relevantes” (Johnston y Noakes, 2005 en Ruette Orihuela, 2014: 356), para comprender el mundo, generar estrategias, sumar integrantes y generar símbolos. Así, estos procesos de enmarcamiento generalmente producen marcos de acción colectiva, que son interpretaciones compartidas sobre situaciones y experiencias comunes, como han estudiado Melucci (1994, 2001), Touraine (2006), Tarrow (2012), Snow y Benford (2006), Gamson (1992) y otros, desde un enfoque socioconstruccionista.

Internet, como territorio en disputa

Manuel Castells definió a Internet como

Una red de redes de ordenadores capaces de comunicarse entre ellos... Sin embargo, esa tecnología es mucho más que una tecnología. Es un medio de comunicación, de interacción y de organización social... Internet es el tejido de nuestras vidas en este momento (Castells, 2001: 1).

Con su interpretación avanzamos en la definición conceptual, y valoramos que lo importante es que detrás de cada dispositivo tecnológico hay una persona o colectivo de personas, que conectadas en esta trama que forman las redes digitales, se interrelacionan y van construyendo sociedad. Para la organización civil global Internet Society (ISOC), “Internet es a la vez una herramienta de emisión mundial, un mecanismo para diseminar información y un medio para la colaboración y la interacción entre personas y sus ordenadores” (isoc, 1997, párrafo 1).

Así, más que una tecnología neutra, Internet adquiere su forma como resultado de los conflictos políticos, sociales y económicos que se dan en el mundo físico y material, que actualmente no pueden comprenderse sin el mundo digital: los procesos que ocurren a uno y otro lado están mutuamente imbricados (Goldstein, 2004).

Si bien en la introducción a este artículo nos referimos a la importancia de Internet en las sociedades actuales para el desarrollo social, como red de redes, como artefacto sociotécnico de interrelaciones y también como espacio de vigilancia y comercialización de datos personales, para las personas entrevistadas, en Internet se están perdiendo libertades y derechos, en comparación a hace algunos años. Por ejemplo, La Jes reflexiona que ya no es “lo que fue Internet cuando se creó, que tenía que ver con abrir, con expandir, con relacionarnos” (La Jes, febrero de 2018); o “los espacios están siendo monopolizados y privatizados, entonces el Internet ya es para mucha gente Facebook básicamente, que es la plataforma totalmente privada” (Juan Manuel Casanueva, marzo, 2018).

Yo siento que Internet cada vez menos tiene oportunidad de ser eso, de ser un lugar para inventar… Ya es una herramienta super popular y que con esta idea de que Internet nos conectará a todo el mundo, pues justamente lo que hizo posible es que fuera un lugar totalmente capitalizable, y un lugar donde además se están alojando un montón de datos que les sirven (La Ruda, marzo, 2018).

Noticias, reflexiones en blog, comentarios en redes sociales o informes, dan cuenta de esta situación, que preocupa tanto a hacktivistas como a personas defensoras de derechos humanos. Desde la academia, Catalina Holguín Jaramillo (2016) aporta su visión: “Internet es la coladera invisible y perversa que recolecta nuestra información personal para el uso de otros. Internet es una arquitectura tecnológica inventada colectivamente para el libre intercambio de la información. Internet es un territorio en disputa” (Holguín Jaramillo, 2016, párrafo 1). Tiene las dos caras, e incluso muchas otras; depende de cómo se use y para qué, de cómo habitemos Internet.

Aunque puede definirse desde distintas acepciones, como herramienta o medio; por ejemplo, Internet la mayoría de las veces es referida como espacio (ciberespacio), que transitamos, que habitamos. Hine (2004) nos presenta Internet en dos dimensiones: como cultura y como artefacto cultural; es decir, como parte de la cultura y como generador de cultura.

Producir nichos de consumo, que a la vez produzcan tendencias culturales que puedan traducirse en acumulación política y en la construcción de subjetividades, es una de las necesidades para la producción y reproducción del sistema económico global... Internet es un territorio en disputa, en donde la lucha es impactantemente desigual en términos de construcción de Software, programas o aplicaciones, y hardware (Sforzin, 2016: 2).

Estos aportes se suman a las voces desde la defensa de esa Internet abierta, libre, social. Por ejemplo, en la entrevista con el hacktivista “Gato Viejo”, él responde a estas reflexiones:

Creo que es muy buena la metáfora de que Internet es un tipo de territorio y al igual que el territorio físico digamos, pues está también privatizado, controlado, hay zonas que parecen que son de nadie, pero sí hay otro tipo de actores y pues es un terreno donde se pueden hacer muchas cosas (“Gato Viejo”, marzo, 2018).

Así, en la disputa de Internet podemos detectar tres posiciones representadas por los gobiernos, las empresas y la comunidad de usuarios, que representan dos visiones enfrentadas que se ajustan a lo que Arturo Escobar (2010) muestra cómo son

las dos formas de comprender el territorio; pese a las particularidades y matices que pueda guardar cada una, en general podemos decir que tales posiciones se caracterizan:

  1. 1. 1. En la primera se construye una concepción del territorio como aquel que debe pensarse en pro de beneficios particulares, que se pueda integrar a la dinámica económica global, como el espacio a ser utilizado, explotado y dominado, lo cual evidencia una representación dicotómica y dual de las relaciones entre seres humanos y de éstos con la naturaleza, propia de occidente.

    2. Existe una construcción, principalmente de comunidades locales, muy ligadas al lugar: ellas representan el territorio-lugar como el espacio vivido, sentido y parte integrante de su cotidianidad... Posición que, además, se vuelve más radical con la incursión en sus territorios de la globalización neoliberal, a través de empresas transnacionales en busca de explotar los recursos naturales (Toro Muñoz, 2012, párrafo 5).

En el caso de las tic, esos “recursos naturales” son los datos, la información a conseguir. Así, equiparando ciberespacio y territorio, podemos ir considerando que Internet es un territorio en disputa. Mientras Escobar (2010) define territorio como un espacio construido por las interacciones sociales de quienes lo habitan, desde organizaciones sociales y colectivos, que forman “parte de movimientos que han luchado durante años para mantener espacios autónomos en Internet”[3] y que consideran que Internet es un territorio en disputa. Una disputa entre la sociedad civil organizada, los gobiernos e instituciones políticas y las corporaciones telecos.

Más allá de la infraestructura de la red de redes, que ocupa territorios físicos, que tiene enormes gastos energéticos, que produce contaminación y que define políticas en relación a Internet (por ejemplo, al estar gran par- te de los data servers en Estados Unidos), solamente centrándonos en la información, los datos, el software y las interrelaciones sociales podemos entender un cambio progresivo hacia esa “capitalización” de Internet, cada vez más vigilada, acotada, cerrada, gracias a las acciones de instituciones públicas (emplear software espía, por ejemplo) y a los planteamientos empresariales (comercialización de los datos de las usuarias, por ejemplo). Esto nos recuerda lo que planteaba David Harvey y su concepto de “acumulación por despojo” (2007), con el que da cuenta del surgimiento de las llamadas nuevas formas de acumulación (recursos naturales, genéticos, ambientales, artísticos y culturales). Partiendo de la acumulación originaria de Marx, este tipo de acumulación es una continuidad para el mantenimiento del capitalismo, y busca de manera permanente nuevos horizontes hacia los cuales expandirse, para lo cual inserta en su lógica actividades, sociedades y bienes que no funcionaban de ese modo. Internet, por ejemplo.

En la globalización, el concepto territorio adquiere nuevos contenidos: saltando las fronteras de la comunidad y de la nación, son relaciones sociales que se entrelazan con otros procesos que ocurren en el mundo. Las personas entrevistadas, y las interacciones sociales en redes y en eventos relacionados con la tecnología que hemos observado, dan cuenta de este marco de injusticia, en el que ven que Internet está perdiendo su espíritu de conexión horizontal, con libertad y relaciones colaborativas y seguras.

Aun así, habitar Internet sigue siendo “la oportunidad de tener un labora- torio en el que podemos inventarnos cualquier otro tipo de realidad y a partir de esos experimentos, hacerlo posible” (Alex K., abril de 2018). Para La Jes, “sigue siendo un espacio de encuentro muy importante y sigue siendo un espacio de aprendizaje muy importante” (La Jes, febrero de 2018). Y diversos colectivos y organizaciones están actuando para alertar a las sociedades y evitar que pase.

¿Será que como decía Keren Elazari, experta en ciberseguridad, en un tedx en marzo de 2014: “Los hackers son el sistema inmunológico de Internet” (Elazari, 2014)?

Hacktivismo como movimiento social

Frente a la vigilancia, la comercialización de datos personales y la privatización de redes sociales, desde los activismos tecnológicos se apela a obtener herramientas para tener mayor control de tus datos en el entorno digital; desde los activismos tecnológicos se menciona que es preferible hablar de “autodefensa digital” o de los “autocuidados digitales”, término este último que proviene desde los ciberfeminismos y hackfeminismos.

En la observación participante en redes digitales y en eventos presenciales (como en el Hackmitin 2017, realizado en la Ciudad de México) se corrobora que esos temas son centrales, se difunden y se proponen prácticas y usos distintos a los que son mayoritarios actualmente. Por ejemplo, el trabajo de formación en talleres, difusión de materiales informativos, denuncia de abusos, como desde las organizaciones que apelan a los derechos digitales, ha habido mucho trabajo hacia #GobiernoEspía (Ahmed, 2018), más difundido por medios masivos y que intenta forzar a las instituciones públicas a cambiar sus prácticas invasivas y tener más transparencia y contraloría. Desde espacios y colectivos más autónomos, se enfocan más en las prácticas y herramientas de seguridad, crearlas y difundirlas entre la sociedad, aunque no suelen utilizar los medios masivos, sino el trabajo constante y más lento de formación, redes alternativas e independientes; apoyo cercano.

De ahí el término hacktivismo, que viene de la conjunción de las palabras hacker y activismo. Marisa Avogadro lo define como “el activismo político realizado por personas idóneas en informática, que generan estos movimientos políticos desde sitios electrónicos ubicados en Internet” (Avogadro, 2011, párrafo 3), y Guiomar Rovira lo menciona como “el activismo unido al espíritu de los hackers, cuya vocación es romper los códigos para el libre acceso a la información” (2005, párrafo 34).

Profundizando más, Burgos Pino (2014) define “el hacktivismo como una forma emergente de acción social que pretende cuestionar y transformar el orden social existente a través del activismo tecnológico. Dicho activismo se sustenta en los principios de la socialización del conocimiento, la cooperación tecnológica y la autogestión comunicacional” (p. 1). Y para Aceros Gualdrón (2006), “el hacktivismo es una forma de ecología política y un nuevo movimiento social” y lo hace sinónimo de activismo tecnológico, aportando que “no es una política que se limite a operar mediante la retórica; sus prácticas acompañan la construcción de discursos” (p. 9).

Aunque desde las propias personas hacktivistas, lo mencionan con relación al apoyo a otras luchas sociales o ampliando ese espíritu crítico con las tecnologías a otros ámbitos:

Me parece incluso que el término hacker se puede completamente salirse del ámbito tecnológico y podríamos pensar que ética hacker también está presente en todas esas personas que, como en el levantamiento en las mujeres en las fábricas, esas mujeres estaban también, estaban hackeando al sistema (Alex K. abril, 2018).

Hay diversidad de posturas, ideologías, identidades, trayectorias vitales. Mujeres y hombres que muchas veces se acercaron con curiosidad hacia las tecnologías, pero que han estudiado y/o militado en colectivos sociales (contra la minería, contra los transgénicos, contra la represión, contra la explotación cultural, contra el racismo, el machismo, etcétera).

Más o menos ésa es la diversidad dentro de la palabra hacker y hay como de todos los colores; en particular las hacktivistas o los hacktivistas sí reivindicamos esta lucha antisistémica; creo que el sistema sí es como un monolito: significa capitalismo, significa explotación, significa patriarcado, significa telecontrol, y ahí sí hay más o menos un acuerdo (Karlos Estrada, marzo, 2018).

Más de la mitad de las personas entrevistadas provienen del mundo de la comunicación, del diseño, de la sociología, del activismo barrial o del feminismo; es decir, no se han formado en informática o programación de forma reglada, y se salen el estereotipo del hacker que ha difundido la cultura mainstream y los mass media. Tres de las siete entrevistas fueron realizadas a mujeres, que junto a lo observado en línea y en eventos, también rompen con el tópico de que “no hay mujeres hackers”, aunque como explica La Jes aún falta mucho en cuestiones de género: “creo que habría muchos, pero uno de los grandes retos tiene que ver con el rol de las mujeres en Internet” (La Jes, febrero, 2018).

Además, algunas de las personas comentaron en las entrevistas que se fueron adentrando en las tecnologías poco a poco, como espacio de encuentro, de investigación o de ocio, y que descubrieron la importancia de Internet y se fueron formando, casi siempre de forma autodidacta, y con el apoyo de otros y otras. Y la manera que más les gusta, es juntarse de forma presencial. Como expresa La Ruda, esto “implica también decir: ‘Ey! no puedo, ayúdenme, enséñenme’. Pero la curiosidad te invita a decir: ‘Inténtale tú y ya si no puedes acude a una red de apoyo’” (La Ruda, marzo, 2018). En algunos eventos y foros hemos observado que llegan decenas de personas a participar, en grupos de chat hay centenares inscritas, en listas de correos hay días que se intercambian decenas de emails. Cuando se ha necesitado difundir informaciones de denuncia sobre un abuso por parte de gobierno o alguna corporación, han sido miles de participaciones. ¿Se puede considerar a este activismo tecnológico un movimiento social?

Estos grupos y colectivos, que trabajan por la defensa de un Internet colaborativo, horizontal, abierto y seguro, es lo que se podría llamar movimiento hacktivista o hacktivismo, también definidos como movimientos en red (Castells, 2012), movimientos copyleft (Malina Torrent, 2006) o movimientos de cultura libre. Así, Igor Sádaba (2011) elabora una clasificación de los movimientos sociales en relación con el uso o la relación que tienen con la tecnología:

  1. 1. 1. Los movimientos sociales clásicos que utiliza las tecnologías digitales de una forma instrumental: pacifistas, antimilitaristas, etcétera.

    2. Los movimientos que pueden existir gracias a las estructuras comunicativas de Internet, como los movimientos antiglobalización que precisan de una internacionalización de las protestas: Indymedia, blogs participativos, etcétera.

    3. Los movimientos sociales que sólo existen por las nuevas tecnologías: Software Libre, movimiento hacker, hacktivismo, organizaciones en defensa de los derechos digitales, etcétera.

Y estos últimos se pueden considerar movimiento social, porque como expresa Valencia:

  1. 1. 1. Confluyen formas de acción colectiva no episódica que apelan a la solidaridad, aun reconociendo diferentes grados de implicación.

    2. Explicitan varios conflictos sociales propios del nuevo modo de producción inmaterial de la sociedad red y la modernidad. 3. Sus actores intentan romper los límites del sistema global en que surgen por medio de formas alternativas de abordar problemas sociales (Valencia, 2015: 26).

Estos movimientos son la continuación de los llamados nuevos movimientos sociales, surgidos a partir de los años sesenta (el feminismo, el pacifismo, el ecologismo, la lucha contra la segregación racial, el movimiento estudiantil, el movimiento hippie, mayo del 68 y otros), que están más ligados a la producción de recursos simbólicos, informativos y de comunicación, al sistema de valores y normas que regulan las relaciones básicas de la gente consigo misma, con los otros, con la naturaleza o con la tecnología. Además, estos nuevos movimientos se orientan más sobre la dimensión simbólica expresiva de la acción social (Melucci, 1994 y 1999). Al considerar los movimientos sociales como sistemas de acción y mensajes simbólicos que plantean otras formas de comprender los problemas sociales y organizarse para actuar sobre ellos (Melucci, 1989), también son fuentes de construcción de identidad colectiva, de ahí la importancia de investigar a través de los marcos de acción colectiva.

En el caso del activismo tecnológico, la propuesta sería una relación distinta con las tecnologías digitales, frente a la disposición de corporaciones poderosas como las gafam (Google, Apple, Facebook, Amazon . Microsoft).

Necesitamos tecnología que nos permita aprender de nosotros mismos, y muy probablemente, o si no es que es un hecho, que muchos espacios que se auto- definen, o que los definen, desde la cultura hacker, pues son espacios con esas características; personas que aprenden de sí mismas a través de la tecnología que construyen, y creo que… creo en esa idea ¿no?, que necesitamos de tecnología que nos permita aprender de nosotros mismos, así como una bicicleta te permite aprender de ti mismo (Jacobo Nájera, marzo, 2018).

Comunalidad digital como propuesta

Por último, seguimos con los marcos de agencia del hacktivismo en México, con la categoría de análisis de la Comunalidad tecnológica como propuesta.

Puede resultar extraño que se plantee el tema de la comunalidad con el de las tic. Pero no del todo. Entre los muchos conceptos que se utilizan en el mundo digital, está el de comunidades (de software libre, de ciertos juegos, de ciertas temáticas). Será necesario explorar más estas relaciones sociales digitales. Aunque la referencia a lo común y la comunalidad se ha traído a este texto más por apuesta teórica de que Internet podría ser un bien común.

También llamados procomún o commons, el concepto de los bienes comunes ha experimentado en los últimos años un renacimiento gracias a las investigaciones realizadas principalmente en las ciencias económicas (Ostrom, 2011), y a su presencia en creaciones intelectuales (Benkler, Bollier, Vercelli y muchos otros). Pero bienes comunes son el aire, el agua, los bosques, el genoma o las semillas, pero también entre los bienes comunes se encuentra el conocimiento, la cultura y los recursos que hacen posible la comunicación digital; por ejemplo, el software, los protocolos informáticos, los códigos y las estructuras y plataformas que dan vida a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).

En las sociedades digitales, “el bien activo de mayor valor no es un bien material, sino algo tan intangible como la palabra que usamos para comunicarnos” (Lafuente, 2007: 4). Internet, además de la oportunidad que ofrece de prescindir de soportes físicos e intermediarios, también está obligando a reconsiderar las formas tradicionales y las legislaciones actuales sobre el acceso al conocimiento, a la información y la comunicación.

Elionor Ostrom (2011) defendía que las personas podían perfectamente llegar a acuerdos para gestionar los bienes comunes. La llegada de las nuevas tecnologías es una oportunidad para que las teorías de Ostrom se adapten a la nuevos modos, alcances y territorios. De hecho, las posibilidades que abre Internet, con sus hábitos de conocimiento compartido y trabajo colaborativo, la cultura del software libre y las formas de organización de las comunidades digitales, tienen mucho que ver con las propuestas alternativas de gestión de los bienes comunes. De ahí que desde diversos movimientos se mencione la Comunalidad tecnológica, pero teniendo a “la Comunalidad como herramienta conceptual y procesual” (Manzo, 2009, párrafo 10). Bollier habla de los comunes digitales (2016) viendo a Internet donde “hay un sinfín de tribus digitales distintas. No hay autoridad central, aunque a veces se necesitan ciertas infraestructuras para avanzar” (p. 114). Para él, representa un tipo de filosofía política con estrategias normativas específicas, e “integran la producción económica, la cooperación social, la participación individual y el idealismo ético en un solo paquete” (p. 13). Sería, entonces, la forma de producir y gestionar en comunidad bienes tangibles e intangibles, en los que todas las partes implicadas deberían tener acceso, participación y compromiso para asegurar su existencia.

Las experiencias exitosas en la red, como Wikipedia, Indymedia o multitud de software libre, muestran que hay otra forma de gestionar el entorno digital. Aunque en una situación adversa, las grandes corporaciones y algunas leyes y políticas públicas se comportan para que Internet sea más vigilada y comercializada. “El problema es que cada vez más los Estados están gobernados por personas que están en las empresas” (La Ruda, marzo, 2018), a lo que añade en otra entrevista el hacker Karlos Estrada: “ellos, la información que acumulan la venden, así, muy sencillo y la venden al mejor postor y ocurre desde las corporaciones más jodidas que podríamos decir, como Facebook, por ejemplo, hasta las más progres, como change.org” (Karlos Estrada, marzo, 2018). El activismo tecnológico está convencido de que participa en una disputa. Y tiene propuestas: “pienso que el software libre, es más que sólo una serie de herramientas; es una ideología capaz de generar una comunidad entorno a la libertad” (Alex K., abril, 2018); o que

el software libre ha sido una de las cosas, el pensamiento libre en realidad, no sólo el software libre, sino el pensamiento libre es una de las cosas más generosas, es una de los principios más bondadosos, más nobles: reivindica que el conocimiento no puede ser propiedad privada (Karlos Estrada, marzo, 2018).

Pero sobre todo, que como sociedades nos relacionemos de forma diferente con las tecnologías, “se necesita que estudiemos mucho más y se necesita que nos vayamos reapropiando de algunas herramientas” (“Gato Viejo”, abril, 2018). “Y dices: ‘Bueno, a ver, pues ¿qué es la tecnología? Pues son personas también’. Y yo creo que estamos en ese momento en el cual tenemos que reflexionar sobre, o al menos aproximarnos de alguna manera, a la parte humana de la tecnología” (Jacobo Nájera, marzo, 2018).

En las entrevistas mencionan experiencias concretas que están promocionando y llevando a la práctica la autonomía tecnológica y otras formas de gestionarse, como güifi.net, rhizomática, riseup y otras. Hacen mención de fomentar el espíritu crítico, no quedarse en la comodidad, formarse, experimentar e intentar otras formas de relacionarse con las tecnologías. “Es la idea de sociedad civil, no es la idea de comunidad; la idea de comunidad ya no existe en Internet y yo creo sí hay una lucha en Internet, es lucharse la posibilidad de ser comunidades” (La Ruda, marzo, 2018).

Consideraciones finales

Algunas conclusiones preliminares de la investigación nos llevan a la conjetura de nuevos elementos teóricos y empíricos en el campo de los estudios sociales en referencia a los movimientos sociales y las tecnologías.

Es ya contundente considerar la importancia de Internet en el funcionamiento de las sociedades actuales y su relación inseparable del desarrollo social, como expresaban Francisco Sierra y Daniela Favaro Garrossini:

La apropiación social de las tic apunta, en esta dirección, al pleno desarrollo de la capacidad individual y colectiva de interconectar realidades presentes en el nuevo entorno informativo desde la estructura cognitiva y los propios mundos de vida de los actores locales para un uso creativo de los nuevos ecosistemas de interacción y transformación cultural en función del contexto inmediato (Sierra y Favaro Garrossini, 2014: 1).

Para las Ciencias Sociales es impostergable adentrarse en el análisis de los marcos de acción colectiva de los activismos tecnológicos como elemento para analizar y comprender los nuevos movimientos sociales y, por ende, las sociedades actuales, tan relacionadas con las redes digitales.

En la investigación en curso se presentan sólidos elementos en donde las narrativas permiten conocer el posicionamiento de activistas acerca de las tres categorías teóricas desarrolladas. El primero, en torno a la Inter- net como un territorio en disputa en tanto existan espacios monopolizados y privatizados y, por tanto, las reivindicaciones y luchas antisistémicas se den para regresarle a las personas, si en algún momento lo hubo, espacios de encuentro, aprendizaje y socialización humana. Para ello, la ética hacker puede ser una respuesta de acción social de aprendizaje y encuentro.

El segundo nos remite a pensar al hacktivismo como un movimiento tecnopolítico que permite dimensionar los retos que cada uno tiene en Internet, en donde el aprendizaje sea un valor personal y colectivo, el cual pueda cuestionar y transformar el orden social para encontrar formas alternativas de abordar complejos problemas sociales. Las personas entrevistadas que participan en el hacktivismo en México, sumado a la observación participante en espacios online y offline, aportan su experiencia vital, sus reflexiones sobre Internet y las nuevas tecnologías, sus preocupaciones sociales. Por tanto, el hacktivismo nos presenta diversidad, compromiso social con diferentes luchas ecologistas, feministas, culturales, todas ellas con gusto de encontrarse físicamente y compartir la lucha. En su base se practican el apoyo mutuo, el conocimiento compartido, el trabajo colaborativo y la respuesta conjunta a problemas sociales.

El tercer hallazgo de esta investigación nos permite conocer el funcionamiento de la comunalidad tecnológica como una herramienta conceptual y procesual para observar las disputas que enfrentan las personas, los colectivos, las instituciones públicas y las corporaciones tecnológicas que están moldeando Internet. Es inobjetable presenciar cómo los Estados ceden el gobierno a corporativos empresariales y la información se vende al mejor postor. La reacción y la respuesta de la sociedad digital aporta ya un sin número de propuestas que presentan nuevos órdenes para gestionar los bienes comunes digitales, que permitan a las personas apropiarse o reapropiarse de herramientas como el software libre, capaz de generar una comunidad en torno a la libertad y la equidad, con el propósito de detener la violación de derechos civiles, políticos y culturales de forma masiva, a través de la vigilancia, la comercialización de datos personales, la privatización de los espacios o la ruptura de la neutralidad de la red, lo que Harvey nombra como acumulación por despojo. Así, existe un movimiento, entre otros más, que no quiere que esto pase: que llamamos movimiento hacktivista, que actúa por/en/para que Internet sea libre, abierta, diversa, social.

El hacktivismo pone el foco en la búsqueda de relacionarnos de otras formas con las tecnologías digitales, conociéndolas, participando en su creación, habitándolas; y propone crear comunalidad, para gestionar las redes desde la apertura, la libertad y la diversidad social.

Porque como dijo La Jes en la entrevista: “Lo que deseo claramente es una cosa muy diferente, que tiene que ver con poder hacer una tecnología más social, poder trabajar y conectarnos desde un espacio mucho más armónico” (La Jes, febrero, 2018).

Material suplementario
Bibliografía
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Notas
Notas
1 Auspiciada con beca de Doctorado de CONACYT.
2 El protocolo de investigación ha sido sometido y aprobado por el Comité de Ética a la investigación de El Colegio de la Frontera Sur.
3 Convocatoria del encuentro “Internet: Territorio en disputa”. Disponible en https://Inter-netterritorioendisputa.espora.org/
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