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PARA HABLAR CON EL HOCICO: EL EXPERIMENTO MENTAL DE JOHN BERGER
Hans Contreras-Pulache; Jeel Moya-Salazara
Hans Contreras-Pulache; Jeel Moya-Salazara
PARA HABLAR CON EL HOCICO: EL EXPERIMENTO MENTAL DE JOHN BERGER
Cuadernos de Neuropsicología / Panamerican Journal of Neuropsychology, vol. 13, núm. 2, pp. 182-185, 2019
Centro de Estudios Académicos en Neuropsicología
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Reseñas

PARA HABLAR CON EL HOCICO: EL EXPERIMENTO MENTAL DE JOHN BERGER

Hans Contreras-Pulachea.
Universidad Privada Norbert Wiener, Perú
Jeel Moya-Salazaraa.
Universidad Privada Norbert Wiener, Perú
Cuadernos de Neuropsicología / Panamerican Journal of Neuropsychology, vol. 13, núm. 2, pp. 182-185, 2019
Centro de Estudios Académicos en Neuropsicología

Usualmente en las obras literarias se han llevado a cabo los experimentos mentales más asombrosos, por ejemplo: aquellos ligados a imaginar cómo ve el mundo un animal, en particular un perro. Ciertamente, en muchas ocasiones se han pasado por alto las diferencias sustanciales entre la estructura neurobiológica del ser humano y la del cuadrúpedo históricamente más querido y reconocido por el ser humano. De ahí que casi siempre se recurra a un antropomorfismo cuando se quiera relatar el mundo con voz (humana) desde un hocico (canino). Esta forma de actuar (antropocéntricamente) ha recibido su soporte científico en las obras más recientes de los “teóricos” de la naturaleza humana, por ejemplo, Antonio Damásio en su libro “El extraño orden de las cosas” para quien la sociedad y la cultura son atributos que pueden rastrearse varios miles incluso millones de años antes de la existencia de los seres humanos (Damásio, 2017).

Ciertamente vamos a poner una pausa y una alternativa a esta forma confusa (más que “extraña”) de entender las cosas. Así, sobre la base de una comprensión informacional del sistema nervioso humano vamos a afirmar en el cerebro humano podemos encontrar un sistema del habla asentado en las redes corticales de asociación, y que solo sobre la base de este sistema es que se funda un discurso, un relato (Ortiz 2002; 2010). Por esta razón, un perro: cuando experimenta el mundo, no elabora ningún relato, por lo menos no un relato como el que sí goza el ser humano. Otro lugar ameritaría explicar las diferencias entre el cerebro humano y el cerebro de un perro. Más si queremos hacer esta diferencia desde una perspectiva informacional. La neurociencia cognitiva ha echado algo de luz en este campo (Damásio, 2017; Ortiz 2002). Empezaremos, por lo menos, planteando el tema, explicando en informacional que este punto de brecha ineludible entre el perro y el ser humano, se llama historia: se llama sociedad. Cuando un perro nace, sus procesos de aprendizaje cesan bastante pronto si vive en un entorno natural (distinto ocurre en el perro doméstico, que en tanto perro es un perro socializado). Este cese pronto ocurre porque no existe sociedad. Cuando decimos “sociedad canina” estamos diciendo una cosa impropia. Lo mismo cuando caemos en el antropocentrismo. El ser humano, cuando nace, se socializa, y producto de esta socialización se transforma en una persona. El ser humano se socializa porque existe la sociedad. Y la sociedad no es el conjunto de personas (no es la jauría): es la estructura material envolvente al ser humano (y al perro doméstico, ya que el perro no tiene sociedad a menos que viva domesticado, entonces es expuesto a la sociedad) y que se viene acumulando en los últimos, por lo menos, 30 mil años. La sociedad es el curso histórico acumulado de la existencia de la información social. La información social es toda estructura material que ha utilizado el ser humano para encriptar un mensaje, para codificar un significado: desde el venado único de las paredes rupestres, pasando por las tablillas de escritura gráfica, los jeroglíficos, los papiros y la escritura, la filosofía, la ciencia, la imprenta, la fotografía, el cómic, el cine, la cibernética, la “sociedad de la información”. Esta “información” no es más que una parte de lo que llamamos información social. La información social es una estructura material, sobre la cual se construye una red de comunicación, y esto funda la “sociedad de la información” (o lo que debiéramos llamar: sociedad del mensaje) en el último medio siglo. La “sociedad de la información” es la historia última de lo que informacionalmente llamamos sociedad, porque (repetimos:) informacionalmente la sociedad se funda sobre la base de información social. Y la información social es el atributo esencial ser humano (del Homo sapiens sapiens). Esta estructura envolvente, que llamamos secamente: historia, es lo que diferencia al ser humano y al perro. Y por lo mismo, otra será la diferencia en el sistema nervioso. Informacionalmente, el ser humano presenta en ambos hemisferios (filogenéticamente): paleocórtex paralímbico, neocórtex heterotípico, neocórtex de transición, neocórtex eulaminar (Ortiz, 2004b; Ortiz 2017a, 2017b, 2017c). El perro, en tanto psiquismo inconsciente: solo muestra paleocórtex. Creemos que esta forma de plantear las cosas no le resta belleza al perro ni le suma belleza al ser humanos, sino todo lo contrario: brinda la posibilidad de explicar la vida como una manifestación diversa de la complejidad (Andics et al., 2014; Datta et al., 2012).

Entonces, ¿cómo podemos explicar este interés de los escritores por hacer experimentos mentales, por ejemplo, Cervantes (en “El coloquio de los perros”) o Berger (en “King”)? Para empezar, situemos que el interés de los escritores es loable, en tanto artistas, tienen la capacidad de ampliar los límites de la cultura. No en vano muchas fundaciones literarias son luego materia de estudio de filósofos y científicos (por ejemplo, los zombis, que últimamente ha recibido mucha atención por parte de filósofos interesados en la teoría de la mente) (Verstynen & Voytek, 2014).

Por ese lado, está justificada la pretensión de un escritor. Pero, nuestra pregunta es: ¿cuándo en una obra literaria habla un perro, está hablando el perro que conocemos todos, es decir, el perro de la casa, el perro del vecino, el perro de la calle? Por lo explicado líneas arriba nos parece que la respuesta es clara y rotunda: ni siquiera es el caso del perro domesticado: la respuesta es claramente: no. Y es aquí donde radica un espacio de conflicto: porque todas las obras literarias que han dado voz a un perro (y no es sacrilegio decir que Cervantes cayó en esta vulgaridad, porque además es cierto, y porque no estamos hablando que a nuestro querido hidalgo, en algún momento, le haya hablado imperecedero Rocinante; Cervantes no se equivocó en el Quijote sino en una de sus “novelas ejemplares”) decíamos: en todas las obras literarias que han dado voz a un perro se ha caído, como decíamos antes, en el antropocentrismo, es decir: han pasado por alto esta imposibilidad sustancial. Por eso nos parece loable todo escritor que asumiendo este viejo tópico literario no repita el discurso, sino que se atreva sobre la base de la diferencia a elaborar diferentes formas. Este es el caso de John Berger, que en acaso su última obra escrita nos presenta a King, un personaje entrañable, rápidamente querible, y que pinta de cabo a rabo: el esfuerzo titánico de Berger, de romper un límite con en el discurso de la literatura.

Cuando Disney puso voz a Pluto (Perry et al., 1998) cayó en el mismo error que denunciamos con Cervantes: no reparar en la distancia existente entre la naturaleza humana y la naturaleza animal. Más actualmente, también en el cine, películas de alto impacto siguen cayendo en el mismo error conceptual, por ejemplo, la conocida: inside-out (Rivera et al., 2015). Así, para casi todos los cineastas (además de escritores como mencionamos en el párrafo anterior) que lo han intentado: los perros hablan como los humanos y punto.

La excepción a esta tendencia tiene lugar en la obra: “King” de John Berger, novela recientemente publicada por Alfagura (2019) y que aquí está siendo el motivo de estas líneas. Al darle voz a King, un “perro”, Berger no ha caído en el llano de escribir un discurso y punto. Ha tenido el detalle y esfuerzo de fundar una retórica basada en la simpleza: en la descripción, en la enumeración, en el nombrar, en la elaboración de imágenes básicas (que, a pesar de sus metáforas verbales, se asienta aun en las metáforas adjetivales) y, entre otras cosas, en el uso ausente de una gramática exquisita. Por eso, al leer la voz de King, el perro, se escucha el hablar de alguien desde el ras del suelo, desde un lugar de inocencia profunda (típica de la de un niño en su etapa más temprana del habla), alguien que no juzga, que no entiende mentir, que no entiende, que nombra, que esencialmente repite (por eso a veces repite frases o comenta –repitiendo– la vida de los grandes personajes de la cultura).

En ese sentido, resaltamos que en “King”, la más reciente novela de John Berger:

  1. 1. La voz de King no es la de un humano a secas, es decir: aquí el perro no habla como un “humano y punto”. Este es el mérito literario de la obra. Es una voz primitiva, esencialmente oral. Por eso escribe en verso, Berger, porque ha comprendido que el verso es la forma natural del paso de la oralidad a la escritura: así nació la literatura, compañeros: la Ilíada, la Odisea están escritas en verso. Berger se ha valido de este viejo artilugio para fundar un discurso radicalmente distinto en el mar de la literatura.
  2. 2. Dada la condición de experimento mental, no es correcto asumir que el perro de Berger, King, sea un perro cualquiera, por ejemplo: nuestro perro más querido, o el perro del vecino, o el perro de la calle. Berger ha inventado un perro especial, un perro único, un perro producto de un “experimento mental”; informacionalmente podríamos decir: un psiquismo inconsciente consciente (Ortiz, 2016).
  3. 3. Solo una aproximación vulgar, o una lectura vulgar, podría asociar la obra de John Berger con la imagen de un perro cualquiera. Lamentablemente, la casi totalidad de las ediciones existentes (incluyendo la de Alfaguara) de la novela caen en este sesgo al momento de presentarnos sus portadas. Ver como síntesis la Figura 1. Lo decimos rápido: King no es un perro. Aunque ladre, aunque tenga patas y hocico, aunque muerda, aunque tenga cola, aunque encaramado en un montón de chatarra muestre los colmillos y ataque alejando a los ladrones de su territorio, etcétera: no es un perro; es un fenómeno que solo existe en la mente de John Berger (y ahora, gracias a su libro –gracias a que es información social–, existe también para todo aquel que quiera jugar al experimento mental de hablar por el hocico como pocas veces se ha visto en la historia de la literatura universal). En este sentido sería bastante útil leer el libro imaginando las portadas de las ediciones Bloomsbury Publishing PLC (1999) y de Pantheon Books (2000), que se muestran en la Figura 2.


Figura 1
Portadas de King con la imagen de un Perro

A. Vintage, 1999 (en inglés). B. L'Olivier Editors, 2002 (en inglés). C. Editorial Alfagura, 2011. D. Fischer Verlag Taschenbuch, 2001 (en alemán). E. Editorial Punto de lectura, 2001. F. Editorial Alfagura, 2000.


Figura 2
Portadas de King sin la imagen de un Perro

Por tanto, y en resumen, invitamos a la lectura de esta novela con ojos lo suficientemente atentos, de tal que no se empiece la lectura imaginando a un perro por personaje, pues dicho animal (el perro que todos conocemos: con toda su real magnificencia), en la novela de Berger, simple y llanamente: no existe. King es producto de un experimento mental, y John Berger se ha dado el lujo de heredarnos una novela para que experimentemos lo que él: y que, lo mismo que seguimos al Hidalgo, tenemos también, ahora, una sombra que crece con la nuestra.

Material suplementario
REFERENCIAS
Andics, A., Gácsi, M., Faragó, T., Kis, A. & Miklósi, A. (2014). Voice-Sensitive Regions in the Dog and Human Brain Are Revealed by Comparative fMRI. Curr Biol. 24(5): P574-578.
Damásio, A. (2017). El extraño orden de las cosas: La vida, los sentimientos y la creación de las culturas. Barcelona: Ediciones Destino.
Datta, R., Lee, J., Duda, J., Avants, B.B., Vite, C.H., Tseng, B., Gee, J.C., Aguirre, G.D. & Aguirre, G.K. (2012) A Digital Atlas of the Dog Brain. Plos ONE. 7(12): e52140.
Ortiz, P. (2002). Lenguaje y habla personal. El cerebro humano como sistema semiótico. Lima: Fondo Editorial Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Ortiz, P. (2004) Cuadernos de Psicobiología Social 6. El nivel consciente de la actividad personal. Lima: Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Ortiz, P. (2010). Cuadernos de Psicobiología Social 1. Introducción a una Psicobiología del Hombre. Lima: Fondo Editorial Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Ortiz, P. (2016). El Sistema de la Personalidad. 2ndo Ed. Lima: Fondo Editorial de la Universidad de Ciencias y Humanidades.
Ortiz, P. (2017a). Psicobiología Social (tomo 1). 1er Ed. Lima: Fondo Editorial de la Universidad de Ciencias y Humanidades.
Ortiz, P. (2017b) Psicobiología Social (tomo 2). 1er Ed. Lima: Fondo Editorial de la Universidad de Ciencias y Humanidades.
Ortiz, P. (2017c) Psicobiología Social (tomo 3). 1er Ed. Lima: Fondo Editorial de la Universidad de Ciencias y Humanidades.
Perry, K., Arian, H. (producers) & Wilkie, M. (directo). (1998). Pluto’s greatest hits. [Film]. U.S.: Walt Disney Pictures.
Rivera, J., (Producers) & Docter, P., del Carmen, R., (Directors). (2015). Inside-out. [Film]. U.S.: Walt Disney Pictures.
Verstynen, T. & Voytek, B. (2014) Do Zombies Dream of Undead Sheep? A Neuroscientific View of the Zombie Brain. New Jersey: Princeton University Press
Notas
Notas de autor
a. Escuela de Medicina, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad Privada Norbert Wiener, Lima, Perú
a. Escuela de Medicina, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad Privada Norbert Wiener, Lima, Perú

Figura 1
Portadas de King con la imagen de un Perro

A. Vintage, 1999 (en inglés). B. L'Olivier Editors, 2002 (en inglés). C. Editorial Alfagura, 2011. D. Fischer Verlag Taschenbuch, 2001 (en alemán). E. Editorial Punto de lectura, 2001. F. Editorial Alfagura, 2000.


Figura 2
Portadas de King sin la imagen de un Perro
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