Recensiones
RECENSIONES: Juan de Dios Villanueva Roa (2015). Candela. Granada, Ediciones Dauro, 2015, 110 pp.
Candela, el poemario que usted tiene ahora en sus manos, es una propuesta estética que incita, en el devenir permanente de la palabra, a develar, si es posible, los misterios de la poesía: Ajedrez misterioso, cuyo tablero y cuyas piezas cambian como en un sueño y sobre el cual me inclinaré después de haber muerto, dice Borges. En este juego que es la poesía, Juan de Dios Villanueva Roa nos sorprende con tres jugadas perfectamente articuladas en su tablero hecho de versos; algunas veces escritos sobre ojos ambarinos, otras, sobre calles vacías que inexorablemente nos conducen por la gran Avenida de la muerte.

Tríadica es la estructura que el poeta ha elegido para compartirnos su mundo hecho poema. La primera parte, articulada alrededor de la metáfora del Fuego. En esta, la imagen del fuego se nos presenta a través de sus múltiples manifestaciones: candela encendida, llamarada de hilos bailarines, flama seductora, luminaria de almas solitarias… que se agolpan alrededor de una deidad de la religión Yoruba: Yemayá, la cual ha tomado un lugar prominente en algunas de las religiones afroamericanas. Yemayá representa el misterio de lo profundo que envuelve a la tierra rodeada de mares y océanos, es quien reina en el mar, es la reina del amor por excelencia. En la fiesta de la Candelaria se la celebra con flores y fuegos. En la poética de Juan de Dios Villanueva el fuego sobrepasa el nivel de la imagen y se instaura como metáfora y símbolo de la condición humana presente en todos los lugares, en todas las culturas, en cada uno de nosotros. Aquí el fuego cobra múltiples sentidos:
Yemayá, reina de los
mares,
Luna a sotavento,
luminaria de almas
solitarias
yacentes en los
infiernos,
acoge esta ofrenda
de flores y fuego.
El poeta acude al fuego para invocar la ayuda de la deidad y así vencer la oscuridad de las almas solitarias que en este poemario caminan calle arriba y calle abajo con sus bocas cerradas. La Luna, que sigue la dirección de los vientos, es la que conduce la ofrenda de fuego a través de las aguas. Este sentido espiritual del fuego se percibe también en la poesía de Juan de Dios como elemento purificador:
Todo queda dibujado
sonrisa en mis labios
en esta oscuridad
en la que ahora
duermo,
purificado por el
fuego
para descansar en
paz.
En un juego dialéctico entre luz y oscuridad, en este poemario el fuego se instaura como el elemento purificador de quienes parecen vivir en un mundo en el que la paz y la felicidad más inmediatas se erigen como Ausencia eterna.
Sin agotar la dimensión que cobra el fuego en esta obra, vamos a entrar de la mano de Hermes en la segunda parte de la tríadica estructura de este poemario, que su autor ha titulado Tiempo. En ella el poeta aborda los asuntos de la temporalidad como experiencia individual, aún antes del tiempo, en lo que él titula como Inmemorial recuerdo, pasando por el ayer, los instantes, los días, los calendarios hasta la experiencia del mañana cuando todo sea el olvido.
Aquí, no menos importante que el fuego es el tiempo. El alma de nuestro poeta va y viene a través de los tiempos sin lograr asirse a ningún calendario. Este deambular eterno instaura una metáfora de los caminos que se recorren desde la inconsciencia con la falsa ilusión de reciclar nuestros pretéritos en un presente que deja de serlo cuando ya vislumbramos un futuro incierto:
Cuando el tiempo no
existía aún
acerqué mi esencia a
tu fluir perenne
como alas de mariposa
volaste desde tu
intemperie
hasta el cáliz de mi
rosa,
quedando tus colores
en los pétalos de la
flor.
Incolora regresaste
a bullir entre las
piedras,
a perderte en los
mares,
a volar con las
nubes,
a donar la vida
a los páramos muertos
de los ojos yermos
de la vida.
Y la rosa solo es
eso,
La rosa.
El poeta es su fluir perenne parece alejarse en el tiempo para romperse contra los acantilados de versos escritos en la última parte de su obra, en ocasión de los poemas de Amor y muerte. A usted, amable lector, lo invitamos para que vaya hasta este prometido final en donde el amor y la muerte se abrazan y el poeta va a decirnos que:
Es difícil vivir
en el vértigo,
en el vacío,
en el grito,
sin el aire que
alimenta
a la vida
Al final de abismo.
Vertical imagen que nos lanza al abismo sin previo aviso, cual si fuéramos los pasajeros de un fatídico vuelo. Y más adelante, en el puro final en aquel poema titulado Epílogo, el poeta nos dice que el amor es lo más cercano a la muerte:
Te siento más viva
que nunca
muerta en mis brazos.
Nunca confesé
pasiones,
Debilidad de espíritu
errado.
Es la poesía de Juan de Dios un juego serio en el que el pensamiento más elaborado se hace poema. Verso y aforismo se fusionan en esta maravillosa obra, de un poeta que escribe versos sobre las aguas del mar en el que se baña la luna, para recordarnos una verdad que con ligereza olvidamos permanentemente:
Muerte y tiempo:
Fuego que todo
calcina.
