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De liberales a liberadas
La Colmena, núm. 90, pp. 130-132, 2016
Universidad Autónoma del Estado de México

Libros


Maza Adriana . De liberales a liberadas. Pensamiento y movilización de las mujeres en la historia de México (1753-1975). 2015. México. Nueva Alianza

El interés por explorar la historia política, social y cultural de las mujeres en México vivió un momento extraordinario en la década de 1990. Se trató de identificar quiénes fueron las mexicanas que cambiaron el rumbo del país por medio de sus acciones, sus textos y las repercusiones de éstos en los ámbitos más diversos. Se incrementó la documentación sobre quiénes participaron en las revueltas que dieron origen a la Independencia, la Revolución y la obtención del voto, por ejemplo. Se rescataron los nombres de quienes impulsaron publicaciones periódicas, cómo participaron en ellas y con qué temáticas. La indagación sobre la vida cotidiana y cómo ésta se modificó a partir de las luchas por obtener educación y empleo fue otra directriz de investigación. En los albores del nuevo siglo puede enumerarse un listado más o menos extenso de académicas dedicadas al tema, cuyos textos son hoy el punto de partida de miradas centradas tanto en problemáticas más puntuales como diversificadas. Así, han sido fundamentales las obras de Carmen Ramos Escandón, Enriqueta, Esperanza y Julia Tuñón, Ana Lau, Eva Salgado, Martha Eva Rocha, Martha Lamas y Gabriela Cano, junto con las de muchas otras académicas.

De liberales a liberadas. Pensamiento y movilización de las mujeres en la historia de México (1753-1975), libro coordinado por Adriana Maza, condensa algunos de los hallazgos que, en su mayoría, comenzaron a circular hace casi medio siglo. Sin embargo, el giro impreso en este volumen le confiere un atractivo especial, pues responde a la interrogante sobre cómo incidió el pensamiento liberal en la óptica femenina (y también masculina), cómo se manifestó de acuerdo con ciertos contextos específicos y de qué forma esto cristalizó en la modificación de las relaciones personales y colectivas, en la demanda de derechos, en la reconfiguración de los espacios tradicionales y el surgimiento de otros impensables en los centros de trabajo, en las instituciones públicas o en los propios hogares, por mencionar unos pocos.

Dividido en cinco capítulos y una breve introducción a cargo de la coordinadora del volumen, éste abarca desde el arribo del liberalismo a México, a mediados del siglo XVIII, hasta la participación de las mujeres en los movimientos del 68 y algunas de las posiciones manifestadas ante la política del control de la natalidad en la década de 1970. Poco más de dos siglos de historia en 255 páginas obliga a seleccionar, sintetizar, detenerse sólo en algunos casos y apuntar en la necesidad futura de profundizar en otros.

Desarrollado de manera colaborativa, Lucrecia Infante Vargas es la responsable de los dos primeros apartados. En ellos se refiere a algunos de los hechos registrados en suelo novohispano que se confrontaban con el enfoque de la Ilustración que iba llegando a América, gracias a los libros e ideas provenientes de Europa. Si uno de los principales puntos de debate fue el de la inferioridad femenina y si ésta perspectiva era errónea, se tornaba imprescindible reflexionar sobre el tipo de educación que debían recibir, más allá del catecismo, cuestiones pragmáticas sobre salud y la lectura de novelas románticas.

La posesión de una biblioteca, el acceso a los libros y el hábito de la lectura como hechos decisivos para la formación de las mujeres se ejemplifica en la persona de Leona Vicario. A principios del siglo XIX prevalecía la creencia de la complementariedad de los géneros. Es decir, la suposición de que debido a su naturaleza, a los varones y las mujeres les correspondían espacios y actividades diferenciadas. En una de sus novelas, Joaquín Fernández de Lizardi sostiene mediante uno de sus personajes que el sacerdocio, la política, el gobierno y la guerra eran actividades propias de los hombres, mientras que el “bello sexo” estaba hecho para la maternidad y el hogar. Leona Vicario es investigada judicialmente en esos años porque, en esencia, se apartaba de estos supuestos, al leer y conocer de historia, geografía y filosofía.

Si Josefa Ortiz de Domínguez no hubiera sabido leer, la historia de México hubiera sido otra. Y aunque sólo un cortísimo puñado de nombres de mujeres figura en los textos oficiales, Infante Vargas se ocupa de exponer cuántas otras nutrieron con su pluma las publicaciones y el pensamiento del siglo XIX. En muchos casos mediante cauces convencionales, como las cartas y los poemas, y en otros, por medios menos conocidos, como la expresión pictórica o la asistencia a gabinetes de costura. Es decir, la oportunidad de convivir en lugares supuestamente ‘inofensivos’, dada su adscripción a ‘lo femenino’, podía dar pie al intercambio de lecturas e ideas, pero también generaba la conciencia de qué tan importante eran los grupos de apoyo y la solidaridad entre ellas.

A mediados del siglo XIX se consolida el pensamiento liberal en México y esto trae aparejada una serie constante de preguntas sobre los roles de las mujeres y su inconformidad con ser reducidas a una figura reiterada en los escritos más diversos: el ‘ángel del hogar’. El debate se intensificaría ante hechos decisivos como la promulgación en 1861 de la obligatoriedad de la educación primaria para los dos sexos, el surgimiento de escuelas secundarias para señoritas, las de artes y oficios para mujeres y, finalmente, el funcionamiento de la primera Normal, en 1867. Aunque muchos de los contenidos seguían siendo limitados, la posibilidad de obtener un salario sin ser proscritas socialmente por la moral de la época tuvo un significado impactante y duradero. Sin duda, esto también les inyectó el valor necesario para abrir sus ideas al público, con seudónimo muchas veces, y publicar en un sinnúmero de periódicos y revistas. Otros hechos como la industrialización promovida por el régimen porfirista generaron nuevos espacios laborales, en los que las mujeres fueron incorporadas masivamente. Las fábricas textiles y de tabaco las admitieron en puestos como dependientas de comercios, costureras y, a fines del XIX, las mujeres se emplearon en los servicios, como meseras, secretarias o enfermeras.

Problemas como la desigualdad salarial, el cuestionamiento sobre el matrimonio como futuro único, la admisión a carreras universitarias (principalmente, Medicina y Derecho), la exclusión ciudadana al no poder votar ni ser votadas para cargos públicos son temas discutidos en un gran número de publicaciones desde principios de siglo. Los embates opositores fueron también una realidad que, lejos de desanimar al creciente número de pensadoras liberales, las dotaban de armas intelectuales que cristalizaron en organizaciones, clubes, manifiestos, activismo sindical y político. Difícilmente el movimiento revolucionario y la etapa posterior hubieran prosperado sin la intervención de las mujeres en las oficinas de telégrafos, los puestos administrativos y de salud o en los pequeños comercios. Y ni hablar del numerosísimo contingente que participó directamente en los campos de batalla o quienes se convirtieron en la cabeza de la familia por la ausencia de sus padres, compañeros o maridos, de acuerdo con los argumentos y documentos aportados por Adriana Maza Pesqueira.

Esta última y Martha Santillán Esqueda se encargan de cerrar el libro con los capítulos dedicados a cincuenta años de la vida política y social de México. A diferencia de los anteriores, en éstos se incluyen cuadros y gráficas que facilitan la apreciación de los cambios entre una década y otra, en rubros como las características de las viviendas o la fluctuación de la presencia femenina en los cargos de elección popular. Por ejemplo, no hubo senadoras sino a partir del sexenio de Gustavo Díaz Ordaz (y sólo fueron dos de los 64 cargos posibles), tendencia que continuó en el sexenio de Luis Echeverría Álvarez.

De liberales a liberadas invita a profundizar más en las múltiples e interesantes aristas que aborda en cada uno de sus capítulos. Al estar escrito de manera fluida, armónica y seductoramente ilustrada, contribuye con eficacia a la divulgación de los temas que toca. A ello se suma su presentación, la brevedad de muchos de sus apartados, la estructura de los mismos (que anticipan sus contenidos y los cierran con reflexiones cortas), el uso de pantallas cromáticas que diversifican el estímulo visual y un adecuado trabajo de impresión. En síntesis, esta lujosa edición va de la mano de un cuidadoso diseño de investigación apoyado en imágenes, así como de la atenta lectura de la extensa (aunque nunca suficiente) bibliografía sobre este tema.

Notas de autor

Maricruz Castro Ricalde es doctora en Letras Modernas e investigadora del Tecnológico de Monterrey. Sus libros más recientes son Las voces del deseo. Género y narrativa en el Valle de Toluca (FOEM, 2014), Global Mexican Cinema. Its Golden Age (con Robert McKee Irwin, BFI/Palgrave MacMillan, 2013) y Sitios de la Memoria. México Post-68 (con Mónica Szurmuk, Editorial Cuarto Propio, 2014). En 2013 obtuvo la Cátedra Cultura de México (Conaculta / Universidad de Brown). Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II. Correo-e: maricruz.castro@itesm.mx


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