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Oírse con el cuerpo: Nuevos derroteros de la poesía mexiquense


Aunque en la actualidad existe un número apreciable de antologías de poesía mexiquense, se les reseña poco y se les critica menos. Según Miroslava Ramírez, ésta es “tal vez una de las causas por las cuales la poesía escrita y publicada en el Estado de México no ha conseguido el eco que cabría esperar para algunos poetas mexiquenses” (2012: 119-120). La lírica que se escribe en esta entidad habla del amor, un tema atípico en medio de una cotidianidad caótica, y del tiempo, ser bífido entre la angustia y la dicha del fluir de la vida. Se refiere también a la memoria y la muerte, puntos de partida donde todo adquiere forma de ruptura o unión de símbolos. A diferencia de la narrativa reciente, marcada por una violencia tanto explícita como implícita, en la poesía la brutalidad subyace entre líneas y el dolor no es sorpresivo.
Últimos coros para la Tierra Prometida… es una antología de nuestro siglo a cargo del escritor toluqueño Sergio Ernesto Ríos. Reúne cuarenta voces de poetas jóvenes del Estado de México, entre los que se encuentran Selene Hernández León, Cecilia Juárez, Abraham Morales Moreno, Jorge Betanzos, Melissa Nungaray, Santiago Matías, Heber Quijano, Alonso Guzmán, Sergio Ernesto Ríos y Horacio Lozano Warpola.
Publicada en 2014, la obra contiene tres décadas de poesía de diferentes generaciones que trazan un panorama de diversos estilos, preocupaciones y temas. Si bien hay apego hacia las formas tradicionales, también pueden leerse textos experimentales que buscan encontrar nuevos caminos hacia el asombro poético. A lo largo del libro sobresale la inclinación de cada autor por encontrar su voz propia, plasmada en la estética de sus versos.
El poeta busca la innovación desde que inició la Modernidad, pero no hace mucho aún se conservaban inamovibles los moldes heredados del siglo pasado. Sin embargo, parece que ahora hay un mayor interés por encontrar vertientes preocupadas por los contenidos más que por la construcción sonora y la radicalización del lenguaje. La antología de Sergio Ernesto Ríos es un muestrario que exhibe una gran pluralidad.
Encontramos, por ejemplo, a poetas para quienes lo convencional no logra llenar sus expectativas, por ello se afianzan en lo breve y transmutable. Es el caso de los textos de Selene Hernández León. Sus líneas se caracterizan por la economía del lenguaje que da pie a una poética minimalista, pero rica en significados. En su propuesta podemos notar el predominio de los versos blancos y libres, además del empleo de elementos lumínicos como núcleos de sentido. Esta técnica confiere equilibrio al sentido del texto: brevedad que engloba y refuerza el contenido.
¿Cómo llamarte?
Liminar de luz
Hogar de umbrales
Eclipse y calco de sombras a favor de los incendios (21).1
La poesía de Cecilia Juárez es un ejercicio de poesía narrativa. “Lanoche se llamaba Spandex” está construido como un dialogo íntimo y coloquial.Setenta y ocho versos componen la obra de esta toluqueña, ricos en símiles,metáforas y sinestesias. Spandex se convierte en elemento central, quesintetiza en sí mismo el destino de su protagonista. El texto está marcado porlo descarnado y lo visceral:
A mí, mi madre me dejó delante de las puertas
de un acuario. El conserje que me halló
puso a la venta mis agallas en el mercado (44).
Como Cecilia Juárez, Alonso Guzmán opta por un estilo narrativo queaborda los tópicos del vicio y la violencia. Con un lenguaje mesurado, elsujeto lírico parece retarse a sí mismo en el control de sus emociones. El usode imágenes que implican darle nuevo sentido a una palabra —como el verso“aprendimos a Vallejo” (109)— convierte la poesía Guzmán en una balanza que nose inclina hacia ningún lado. El texto encuentra su estética en la preocupaciónpor el acomodo visual, el listado de ideas expuestas como sentencias y el usode la anáfora:
Aprendimos a odiar, hermano, fue nuestra primera escuela
aprendimos a tatuarnos
aprendimos a Vallejo
aprendimos a largarnos de casa
aprendimos a decir mamá puta (109).
No menos importante es Horacio Lozano Warpola, cuya poesía es rica ensus tópicos y mínima en su expresión. Sus líneas parecen recurrir a imágenes delo cotidiano, pero en realidad apelan a distanciarse de un lenguajeprefabricado.
senos de princesa,
senos usados y pequeños,
de pezón invisible (150).
Por su parte, la poesía de Sergio Ernesto Ríos despliega unapreocupación por encontrar nuevas formas de concebirse y presentarse ante ellector, su obra convoca a distanciarse de lo establecido e invita a laconstrucción de un nuevo discurso. En una primera lectura, sus textos sonopacos, llenos de referentes inconexos y de ideas fragmentadas. Al igual quemuchos de sus contemporáneos y coetáneos —como Vianney Maya, Saúl Ordoñez yJosué Gayosso, incluidos en esta misma antología—, Ríos comparte la preocupaciónpor dejar de mirar el trasfondo del lenguaje para ver el propio lenguaje. En supoesía, la materia y el significado son una misma entidad, el texto tomasentido y las palabras se concretan en el momento preciso de la lectura. Elpoema se interesa por recrear un instante que trascienda en la memoriacolectiva.
Un graznido en un guante de seda.Quiere cantar una canción iluminada por el sol, soltar las velas sobre losmástiles en el aire, soltar los tigres y leones en los patios. Se trata de lamuerte del dandysmo a quemarropa, avispas con peluca y jirafastripulantes en paracaídas (193).
La grandeza de una antología radica en exponer poéticas autónomas,característica que este volumen cumple a carta cabal. Ningún texto esdesdeñable, sin importar la madurez de su autor, como en el caso de la jovenMelissa Nungaray, nacida en 1998. Lo característico de la poesía publicada eneste volumen, por tanto, es la búsqueda particular que cada escritor emprende:cualquier materia le es útil, cualquier forma estética es una posibilidad. Ellibro encargado por el Fondo Editorial del Estado de México a Sergio ErnestoRíos demuestra que, más allá de las preocupaciones y la estética escogida porcada autor, la poesía está sumamente ligada a los contextos de creación.
