Reseñas
Un llamado a la observación del paisaje como didáctica para comprender las dinámicas regionales de ocupación y uso
A Call for Landscape Observation as Didactic to Understand Regional Land-use Dynamics
Recepción: 24 Enero 2019
Aprobación: 20 Febrero 2019
Reseña de libro: Checa-Artasu, Martín M. y Sunyer Martín, Pere (coords.). (2017) El paisaje: reflexiones y métodos de análisis. México: Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa y Ediciones del Lirio, 317 pp. ISBN 9786072811690.
El libro “El paisaje: reflexiones y métodos de análisis”, editado en 2017 por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa y Ediciones del Lirio, contiene 11 capítulos organizados en tres secciones: I. Reflexiones en torno al paisaje, II. Métodos para el estudio y análisis del paisaje, y III. El paisaje como instrumento para el estudio del territorio.
Es un texto muy bien armado, interesante, ameno y rico en la selección de los temas que presenta, sobre todo porque a los lectores nos muestra tres diferentes formas de abordar el análisis del paisaje. Nos incita a regresar al trabajo de campo con estudiantes para observar y comprender lo que sucede en nuestras regiones, así como para sensibilizar y educar en la observación del entorno. Desde mi perspectiva, la aportación de este libro son los ejemplos concretos sobre tres diferentes líneas de trabajo en torno al paisaje:
A continuación, comento algunos capítulos de las tres líneas de trabajo mencionadas previamente, de interés personal por los temas que presentan y por las reflexiones que me generó su lectura.
El capítulo “Trabajo de campo, paisaje y enseñanza de la geografía en la universidad: una propuesta desde el constructivismo” de Pere Sunyer, aborda el potencial educativo y formativo que tiene el paisaje en estudiantes de diferentes niveles educativos: básica, intermedia y universitaria. En el nivel universitario no sólo “sensibiliza” al estudiante acerca de problemas ambientales y sociales, sino que contribuye a formar profesionistas con habilidades para investigar, generar diagnósticos y tomar decisiones. Reconoce las carencias educativas en la mayor parte de la población, a lo que se suma una desvinculación de las nuevas generaciones con su entorno rural-productivo, así como con lo ambiental. En este contexto, el análisis y lectura del paisaje como método de enseñanza es muy fructífero y permite conjugar actividades diversas de gabinete, excursiones de campo, dibujos, fotografías y entrevistas.
A través de aprender a ver el paisaje, los niños y jóvenes pueden comprender cuáles son los componentes del paisaje, sus interrelaciones, los procesos y su dinámica, los efectos negativos y las formas de prevenir. Estas experiencias pueden desarrollar en los niños y jóvenes el “vivir en el mundo, no en nosotros mismos” (Hope, 2009; citado por Sunyer, 2017: 92) y generar un aprendizaje significativo (enfoque constructivista). Parafraseando la última parte de este capítulo: el paisaje es más que un objetivo del geógrafo, es un medio a través del cual podemos aproximarnos a reconocer y comprender los problemas de la relación entre las sociedades humanas con el medio donde viven; la lectura del territorio nos lleva a hacer conciencia de lo que los humanos generamos en nuestro entorno.
“La geografía del paisaje y la geoecología: teoría y enfoques” de Manuel Bollo Manent relata el desarrollo del concepto paisaje en la geografía, recorriendo las escuelas rusa, alemana, francesa y norteamericana. Describe la evolución del término paisaje, inicialmente un enfoque eminentemente físico, hacia un concepto integrador, complejo y jerarquizado. El paisaje está conformado por componentes observables (geológicos, geomorfológicos, climáticos, biológicos), pero también por flujos de materia y energía, y por relaciones sociales que lo modifican. Esta visión es particularmente necesaria, sobre todo en el contexto del cambio climático y la necesidad de identificar medidas de adaptación y mitigación. Lo descrito por este autor coincide con lo dicho en otros capítulos del libro: el paisaje tiene un gran valor educativo y formativo porque enseña a ver y a comprender el funcionamiento del paisaje y las relaciones socio-ambientales. Aprender a mirar, a observar, a relacionar, para comprender las potencialidades y los efectos, así como reconocer las relaciones sociales ahí presentes.
Virginie Thiébaut, en “Una metodología cualitativa para la lectura y el análisis de los paisajes en México”, describe en detalle un método para leer los paisajes culturales rurales, a través de dos ejemplos en Michoacán y en Veracruz. Inicia definiendo al paisaje como una construcción social y cultural, donde la percepción depende de los códigos culturales, prácticas colectivas, historias locales y valores estéticos. Propone un proceso de observación del paisaje en distintas escalas para “aprender a mirar” y para definir y delimitar grandes unidades de paisaje: reconocer las diferencias morfológicas visibles, los usos del suelo, la estructura parcelaria, la vegetación y la organización de los espacios de acuerdo a su función dominante: agrícola, ganadera, forestal, urbana e industrial, entre otras.
A partir de esta observación se generan las preguntas de investigación que llevarán a hacer un cambio de escala para realizar un análisis más fino, adentrándose en los elementos individuales, similares o excepcionales; se camina el terreno observado para identificar la organización productiva y espacial, se toman notas, fotografías, croquis y diagramas para delimitar unidades homogéneas y para generar una representación de la diversidad y riqueza de la organización territorial. La siguiente etapa aborda la reconstrucción de los paisajes pasados, a través de consulta a archivos y documentos, pero también a partir de entrevistas a ancianos y diversas personas con información fidedigna, así como de observaciones en campo para identificar rasgos de actividades ya desaparecidas. El ejemplo de las ruinas de una exhacienda donde se cultivaba y elaboraba el colorante del añil resulta muy ilustrativo.
Para analizar la percepción actual del paisaje la autora identifica informantes y realiza entrevistas semiestructuradas con preguntas abiertas. En el estudio de las culturas locales, el territorio y los paisajes son un elemento importante que les da sentido de pertenencia e identidad a los grupos sociales. “Los paisajes no son solamente una realidad física, sino una construcción social, cargada de valores culturales y de significados” (Thiébaut, 2017: 228). Por eso, insiste en la necesidad de que el investigador entienda como vive y percibe su paisaje la población y que se ponga en los zapatos del otro para comprender la lógica territorial del grupo que estudia. La metodología presentada hace uso de diferentes métodos, distintas escalas y diferentes fuentes de información, lo que sólo será útil si “el estudioso del paisaje aprende a mirar, y aprende a escuchar al entrevistado”.
Por su parte, José de Jesús Hernández López en un interesante capítulo acerca de la lectura del paisaje cultural generada por Brigitte Boehm, “La metodología boehmiana de la lectura del paisaje cultural: una propuesta interdisciplinaria”, presenta el desarrollo del pensamiento interdisciplinario de esta etnohistoriadora y antropóloga, quien supo conjuntar su formación marxista con las bases de la ecología cultural de Julian Steward. Para Boehm los paisajes no son estéticos, ni resultado de relaciones armónicas; sino que reflejan procesos socioculturales particulares con su entramado de tecnologías, patrones de conducta y relaciones de poder. Para ella el paisaje era una herramienta analítica que le permitía responder su pregunta generadora: ¿A través del análisis de un paisaje pueden leerse las relaciones de poder, así como las características de los procesos adaptativos? Su metodología tenía tres pasos:
En palabras de Boehm “los paisajes no eran naturales, ni prístinos, tampoco eran inocuos, sino que están atravesados por relaciones de poder” (Boehm, 2006, citado por Hernández López, 2017: 255). Sus estudios sobre el manejo del agua en el lago de Chapala, donde elaboró su metodología, se enfocaron en analizar los procesos de cambio en las sociedades, a partir del aprovechamiento de determinados recursos naturales y sociales.
El capítulo de Martin Checa-Artasu, titulado “En defensa del derecho al paisaje, algunos ejemplos en México”, presenta elementos de la polémica existente en los países latinoamericanos alrededor de la pregunta: ¿Hay un derecho al paisaje?, debate que en Europa fue resuelto afirmativamente con el Convenio Europeo del Paisaje (Florencia, Italia, 2000). El autor informa sobre avances del tema en Colombia, Chile y Argentina, mientras que en México esta discusión es incipiente. Formalmente hay algunos gremios profesionales, como las sociedades y colegios de arquitectos, que están impulsando documentos para influir en el futuro de las definiciones jurídicas. Pero… ¿Cuál es el debate?
Si bien el “derecho al paisaje” pudiera parecernos algo natural, en el fondo alberga fuertes diferencias entre grupos sociales e intereses económicos. Hay que reconocer que los territorios tienen diferentes tipos de propiedad, diferentes culturas e identidades de sus dueños y usuarios, y que representan usos privados, usos públicos, tradiciones milenarias e intereses recientes. En el debate del derecho al paisaje se expresan contradicciones entre el interés privado vs. la cultura local, el bien común colectivo, y el disfrute público asequible abiertamente vs. un uso restrictivo. La controversia se ubica en la contraposición entre los derechos individuales vs. los derechos colectivos, el derecho a la propiedad vs. el bien común, e incide en la construcción política de un territorio y su sociedad.
El capítulo de Checa-Artasu ejemplifica estas confrontaciones con dos estudios de caso donde se enfrentaron los intereses de las inmobiliarias y constructoras con los habitantes que defendían sus formas de vida y paisajes concretos: el paisaje natural que se conjunta con tradiciones culturales en el caso del Cerro de la Bufa en Guanajuato, y el caso de los viñedos en Ensenada, Baja California. En ambos casos la movilización popular generó un proceso colectivo muy interesante, de diálogo y revisión de reglamentos municipales y estatales, hasta lograr el reconocimiento formal de la importancia de estos paisajes y su protección para la sociedad local.
Por último, el capítulo “Geopolítica local y paisaje: la defensa comunitaria del territorio” de Carlos Rodríguez-Wallenius describe, a través de un enfoque de análisis geopolítico local, la confrontación de dos formas de apropiación del espacio que se presentan en 160 casos de diferentes regiones del país. Analiza la confrontación que se da entre los pueblos rurales que con sus tradiciones, formas de vida y cultura han generado un paisaje campesino, con las corporaciones empresariales y el gobierno para quienes el territorio es un instrumento o fuente de materiales para producir plusvalía. Rodríguez-Wallenius explica cómo esta confrontación genera un paisaje del despojo con serios problemas ambientales indelebles, y cómo tenemos frente a nosotros un paisaje cultural campesino luchando por perdurar contra un poder de economías transnacionales.
Los paisajes son un resultado cultural y son paisajes antropizados, no son paisajes estéticos ni prístinos; se sustentan efectivamente en una base física y ecológica, pero ésta ha sido moldeada históricamente por diferentes sociedades, prácticas tecnológicas y relaciones de poder. Varios ejemplos expuestos en este libro muestran cómo las relaciones de poder pueden transformar tan profundamente un paisaje que socavan la identidad de los pueblos, debilitan o desaparecen tradiciones, y vulneran a sus ciudadanos. Las modificaciones drásticas de este tipo muestran una faceta brutal y aterradora del capitalismo salvaje, que obliga a preguntarnos: ¿Qué puedes hacer como persona, como ciudadano, contra una empresa que destroza tradiciones, ambiente y calidad de vida? ¿Después de algo así, qué tipo de esperanza puedes tener de qué algo diferente a la ganancia pueda sobrevivir?
Sin embargo, en varias regiones del país, hay también movilizaciones que pueden enmarcarse en la línea de defensa de los paisajes. Por ejemplo, en Veracruz en varios momentos se han dado diferentes luchas contra el libramiento en el oeste de Xalapa, a favor de los manantiales y bosque mesófilo, contra las presas que modificarán el cauce del río de Los Pescados, contra la mina Caballo Blanco-Paila que destruirá un paisaje de cerros costeros con fragmentos de encinos tropicales y restos arqueológicos. Aun cuando estas movilizaciones no se manifiestan explícitamente en defensa del paisaje, sino de la calidad de vida local, las formas de producción, la defensa de los ríos libres, y de los bosques y la biodiversidad; como tal, están inmersos en el mismo proceso geopolítico local descrito por Rodríguez-Wallenius y, para nuestra fortuna (al menos por ahora), se ha evitado el despojo.
Este libro puede ser una buena referencia para los estudiantes de nivel preparatoria o profesional, e incluso para maestros de cualquier nivel educativo. Espero que les despierte esa veta tan rica y relajante que es observar y escudriñar un paisaje diverso y antropizado, que sea incorporado en los textos educativos y que genere diversas experiencias de campo con cualquiera de sus propuestas metodológicas. En esta época de lo fácil, del sedentarismo en un cuarto cerrado y del internet, el “aprender a ver” dónde vivimos resulta esencial para formar profesionistas, y también para educar ciudadanía.