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Inmigración y paisaje: la formación de colonias suizas en el Alto Paraná-Misiones-Argentina (1920-1939)
Immigration and Landscape: The Formation of Swiss Colonies in the Alto Paraná-Misiones-Argentina (1920-1939)
Sociedad y Ambiente, núm. 23, pp. 1-26, 2020
El Colegio de la Frontera Sur

Artículos



Recepción: 08 Marzo 2020

Aprobación: 28 Julio 2020

DOI: https://doi.org/10.31840/sya.vi23.2200

Resumen: A partir de la conformación de un frente extractivo de recursos naturales y la posterior organización de colonias agrícolas, múltiples fueron las transformaciones paisajísticas que tuvo el territorio de el Alto Paraná-Misiones. El presente trabajo analiza el impacto de las distintas migraciones en general y la de los suizos en particular, en la organización del paisaje agrícola misionero. El marco temporal del que partimos involucra el fin de lo que se conoció como frente extractivo, hasta los años inmediatamente posteriores a la reglamentación del cultivo de yerba mate en el año 1935. Dentro de este marco, dos fueron los momentos claves para el arribo de suizos: durante la década de 1920, y entre 1935 y 1939. La transición de la explotación a la implantación de yerbales silvestres fue un proceso de suma importancia no sólo para la configuración del paisaje misionero, sino también para la consolidación del poblamiento del espacio con inmigrantes europeos. La metodología empleada en este estudio es esencialmente cualitativa, pues analiza entrevistas y documentos ―cartas, memorias y relatos de viaje― producidos por los protagonistas del fenómeno migratorio o sus descendientes. Organizado en secciones, el artículo busca analizar las huellas dejadas en el paisaje por los inmigrantes suizos que arribaron durante la primera mitad del siglo XX al Territorio Nacional de Misiones.

Palabras clave: inmigración, paisaje, colonia, colonización, suizos.

Abstract: From the formation of an extractive front of natural resources and the subsequent organization of agricultural colonies, the landscape transformations in the territory of Alto Paraná-Misiones were multiple. The present work analyzes the impact of the different migrations and particularly that of swiss to the organization of the missionary agricultural landscape. Regarding the time frame, we include the end of what was known as the extractive front and the years immediately after the regulation of the cultivation of yerba mate in 1935. Within this framework, two were the determinant moments for the arrival of swiss: during the 1920s, and between 1935 and 1939. The transition from exploitation to the implantation of wild herbs was a process of high importance, not only for the configuration of the missionary landscape but also for the consolidation of the settlements of European immigrants. The methodology used in this study is essentially qualitative, as it analyzes interviews and documents - letters, memories, and travel stories - produced by the protagonists of the migratory phenomenon or their descendants. By sections, the article seeks to analyze the traces left in the landscape by the Swiss immigrants who arrived in the National Territory of Misiones during the first half of the 20th century.

Keywords: colonization, colony, immigration, landscape, swiss.

Introducción

Estudiar los cambios y permanencias en el espacio geográfico y las materialidades que conforman el paisaje implica la comprensión de los procesos que los modelaron. Desde la conformación del frente extractivo hasta la organización de las diferentes colonias establecidas, múltiples fueron las transformaciones paisajísticas que tuvo el territorio misionero. En este sentido, el proceso de ocupación ―en gran medida producto de una coyuntura histórica particular― transformó el espacio y se configuraron nuevos paisajes que, en ocasiones, conservan parte de las formas originarias y, en otras, presentan profundas modificaciones. Así, el espacio y el paisaje, como la faz visible del primero, evidencian la sucesión de distintos modos de ocupación territorial y organización de las sociedades.

La formación de los Estados nacionales en Sudamérica a lo largo del siglo XIX fue consecuencia de una larga cadena de disputas por el control de las fronteras en el marco de una permanente expansión de relaciones capitalistas de producción. En ese contexto, la incorporación de espacios económicamente “nuevos” y la provisión de materias primas desempeñaron un papel destacado en el intercambio de productos; proceso que fue alcanzando paulatinamente distintos puntos del planeta que hasta ese momento permanecían aislados de la circulación mundial (Wolf, 1987).

Si bien pueden distinguirse diferentes momentos en la inmigración de suizos al Territorio Nacional de Misiones, cabe señalar que ésta adquirió formas más organizadas y asentamientos poblacionales más estables durante los años comprendidos entre las Guerras Mundiales. En Argentina, el ingreso de suizos no coincidió con el periodo de inmigración masiva.[3] Las primeras colonias conformadas mayoritariamente por inmigrantes suizos fueron Baradero y Esperanza en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe en el año 1856, y San Jerónimo Norte y San Carlos, también en Santa Fe[4] en 1858. Sin embargo, los aumentos en el precio de la tierra durante el apogeo de la explotación cerealera en la región pampeana y el litoral argentino, dificultó la posibilidad de acceso a tierras de cultivo, con lo que muchos inmigrantes retornaron a Suiza o se dirigieron a otros lugares del país (Tech, 1989).

Tras la creación del Territorio Nacional de Misiones[5] en diciembre de 1881 y la ampliación de la influencia del Estado nacional tras este hecho, el espacio misionero fue visto como un potencial escenario abierto a ser colonizado a partir de la instalación de inmigrantes provenientes de Europa, rechazando la perspectiva de la colonización con habitantes de origen nacional. En este contexto de promoción de la inmigración de europeos, los suizos comenzaron a arribar a Misiones tras las dificultades encontradas para acceder a la tierra pública en las provincias argentinas de clima templado. Para la década de 1920 se tiene un registro de 800 personas y en el periodo comprendido entre 1935 y 1939 alcanzaron a ser 2 000[6] (Glatz, 1997).

Si bien los números expuestos permiten suponer que la inmigración suiza estuvo lejos de ser considerada como un movimiento migratorio mayoritario en Misiones, en términos estadísticos los índices sí son importantes; así, entre 1900 y 1939 el 60 % del total de personas suizas ingresadas al país tuvieron como destino al entonces Territorio Nacional. A diferencia de la tendencia que se veía con inmigrantes de otros orígenes en el país, la afluencia de suizos en el periodo de entreguerras en Misiones se incrementó notoriamente, sobre todo después de la firma del tratado entre Argentina y Suiza en 1937. Los puntos geográficos donde se asentaron fundamentalmente fueron Eldorado, Línea Cuchilla, Puerto Mineral, Oberá y Puerto Esperanza, entre otros. Por su parte, del total inmigratorio ingresado tras la firma del tratado, el 74 % de los “subvencionados” se instalaron en Misiones.

Si el primero de estos grupos vino atraído por la rentabilidad de la producción de yerba mate, cuando el siguiente grupo migratorio ingresó a Misiones desde Suiza, estas plantaciones ya se encontraban reglamentadas por la Comisión Reguladora de la Yerba Mate, lo que influyó significativamente en la configuración paisajística y en la orientación de las actividades económicas entre los colonos suizos puesto que, imitando la organización del entorno doméstico de los alemanes y alemanes-brasileños arribados durante la década anterior, diversificaron la producción de sus chacras. De este modo, en toda la etapa objeto de nuestro análisis, múltiples fueron las huellas dejadas en el paisaje por estos inmigrantes: desde su inserción en un escenario de monte hasta la construcción de un espacio humanizado con plantaciones agrícolas. Desde esta perspectiva, la interpretación del paisaje no es una tarea sencilla, más aún cuando en su configuración convergen numerosas etapas sobre su proceso de formación. En este sentido, los objetivos de nuestro estudio son:

  1. 1. Contextualizar Misiones dentro del marco temporal de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, la formación del Territorio Nacional y sus consecuencias en el proceso de colonización.
  2. 2. Analizar e identificar las principales transformaciones paisajísticas que conllevó el paso de una economía netamente extractivista a una de predominio de actividades agrarias.
  3. 3. Estudiar la evolución del papel desempeñado por la yerba mate en el poblamiento del territorio y las transformaciones espaciales que ese hecho generó, como el papel de la posterior reglamentación del cultivo y el paso a una economía de explotación agrícola diversificada para mediados de la década de 1930.

Metodología

Para el presente estudio se recurrió a una rigurosa revisión bibliográfica, documental y de fuentes originales producidas en la época. Especial mención merece la información de primera mano de personas que vivieron estas transformaciones; dentro de éstas mencionamos las Cartas Misioneras de Rafael Hernández (1887), el escrito Misiones de Juan Queirel (1897) ―producido en razón de los viajes del autor para concretar los trabajos de agrimensura― y el estudio de Ernesto Daumas (1930) ―escrito sólo pocos años antes de la primera gran crisis yerbatera que puso en tensión todo el sistema económico de Misiones y que analiza exhaustivamente la situación de la yerba mate dentro de Misiones―.

De la misma manera, el análisis de cartas y memorias escritas por los protagonistas de esos momentos fueron de sumo valor: así, a partir del trabajo Julio U. Martin y una empresa de tres siglos (historias sobre la yerba mate en la Argentina) podemos situar, por un lado, los primeros contactos del suizo Julio Ulysses Martin con Misiones y su protagonismo en la recuperación de la práctica de reproducción de yerba mate por medio de semillas y, por otro lado, los intereses de la clase gobernante en difundir las plantaciones de yerba mate como cultivo poblador. Cabe señalar que la lectura de este material debió ser particularmente crítica por tratarse de un libro cuya intención fue “homenajear a Julio U. Martin y a su empresa” (Martin & Cía., 2004: 9) y, en este sentido, la imagen y el accionar de este inmigrante suizo[7] aparece ciertamente idealizada.

Por su parte, las cartas de Eugenio Lagier dirigidas a sus hijos en Suiza revelan los cambios producidos, no sólo al interior de la colonia de Santo Pipó que éste inmigrante fundó, sino también en torno a la evolución de la producción de yerba mate en todo Misiones y los cambios que provocó dicho fenómeno. Las memorias de Marie Schedler de Schweri en tanto, permitieron estudiar aspectos vinculados a la elección del predio donde se establecieron, como las impresiones que dejaron en los primeros pobladores los contactos con un entorno de selva. La intencionalidad de estos relatos es rescatar la laboriosidad del inmigrante recién llegado de Europa en la conquista de la selva y en las tareas agrícolas a las que no estaban habituados; al mismo tiempo, evidencian el trabajo que tuvieron por delante al instalarse en las colonias de reciente creación.

Fuente de gran valor es En Misión a Misiones de Luis Ferrari.[8] Esta obra fue publicada en 1942 como síntesis del viaje que, entre los meses de julio y agosto de 1937, realizó el entonces Comisario de emigración suizo a las principales áreas de asentamiento de suizos en Misiones. El objetivo de su recorrido era el de elevar un informe a la Central de Inmigración del gobierno suizo en Argentina acerca de las condiciones en la que los inmigrantes se encontraban. El material presenta así una síntesis de los relatos y experiencias que tuvo el funcionario del gobierno helvético en su viaje, donde rcopiló información acerca de las condiciones de vida de esos grupos de inmigrantes, las principales dificultades que afrontaron en la adaptación a un espacio muy distinto del que estuvieron habituados en Europa, las prácticas agrícolas y la organización del paisaje agrario, entre otros temas.

La metodología empleada es esencialmente cualitativa: las entrevistas, los relatos y las memorias dejadas por los actores del proceso analizado, permiten obtener una aproximación de las transformaciones espaciales vinculadas a las migraciones de suizos y a la expansión de yerbales implantados en el territorio de Misiones.

De la explotación de yerba silvestre a los yerbales implantados

Durante el siglo XIX Misiones fue escenario de una gran inestabilidad política administrativa, al ser un territorio disputado por varias provincias argentinas y los Estados fronterizos. A partir del año 1832, la provincia de Corrientes ejerció jurisdicción sobre la antigua provincia Jesuítica de Misiones y, de este modo, por decreto Misiones fue disuelta como entidad autónoma e incorporada a otra dependencia. Después de la Guerra de la Triple Alianza, las frecuentes incursiones de tropas por gran parte del territorio de Misiones y el afianzamiento de las actividades mercantiles surgidas en torno a la guerra, permitieron primero conocer y luego dinamizar y valorar los recursos que ese espacio tenía. En este contexto, y con temor a que las riquezas de Misiones fueran explotadas por los brasileños, Corrientes pretendió lograr la definitiva anexión de Misiones a su provincia y, con ello, dar impulso a “una política de fundación de pueblos combinada con el desarrollo de proyectos de infraestructura para la comunicación y el transporte”, con lo que se crearon nuevas líneas férreas y se incorporó de manera más regular el transporte fluvial por el Alto Paraná (Bressan, 2017).

La formación de asentamientos poblacionales estables a partir de la segunda mitad del siglo XIX se vio afectada por los reglamentos de los años 1864 y 1876 que establecieron la base legal de la explotación yerbatera. Según el primero de ellos, las comitivas debían solicitar autorización al receptor de San Javier para efectuar la poda y la explotación de cada mancha, la cual se llevaría a cabo cada cuatro años como medio de preservación. El reglamento de 1876 coincidió con el primero en la división en secciones de los yerbales y, además, estableció la prohibición de emplazar viviendas permanentes en los montes y realizar plantaciones agrícolas para “mantener baldías las tierras del fisco” (Bolsi, 1986: 45).

Ante la inevitabilidad de la creación del Territorio Nacional de Misiones y la consecuente pérdida del usufructo de las tierras misioneras que este hecho implicó para la provincia de Corrientes, en junio de 1881 los dirigentes correntinos ejecutaron la venta de las tierras misioneras en porciones de 25 leguas cuadradas que abarcaban casi dos tercios del total del territorio (Figura 1). Entre los propietarios destacaron Antonio B. Gallino ―designado gobernador de Corrientes tras la destitución de Felipe Cabral perteneciente al partido liberal aliado a Carlos Tejedor― con 191 990 hectáreas y Rudecindo Roca ―hermano del entonces presidente del país Julio A. Roca (Larguia, 2006) y quien fue designado como primer gobernador del Territorio Nacional― con 265 180 hectáreas. Cabe decir que una vez realizada la federalización de Misiones por la ley núm. 1149 del 18 de diciembre de 1881, su territorio pasó a jurisdicción del gobierno nacional, pero a partir de las ventas autorizadas por Corrientes, la mayor parte de su superficie ya había sido vendida y concentrada en grandes latifundios.


Figura 1.
Creación de latifundios en Misiones a finales del siglo XIX
Fuente: Foulliand (1909).

La yerba mate tuvo aquí un fuerte revés en su situación ya que, tal como manifiesta Alfredo Bolsi (1986: 52), si durante los años de ocupación correntina el gobierno de la provincia intentó proteger la excesiva explotación de los yerbales naturales misioneros a través del Reglamento de yerbales de 1876, a partir de la venta de grandes extensiones de tierras de Misiones después de 1881, se volvió a expoliar el valioso recurso, argumentando erróneamente que los yerbales “estaban incluidos en tierras particulares sin sujeción a reglamento alguno”.

Si bien en los años de ocupación correntina (1832-1881) existieron intentos de implementar una política para el poblamiento de Misiones, sólo fue tras la federalización y definitiva delimitación del territorio misionero que ésta comenzó a tomar forma. Con la creación del Territorio Nacional de Misiones, el Estado nacional promovió el poblamiento del espacio a partir de la colonización con europeos. Sin duda, la formación de latifundios tras la federalización obstaculizó la fundación de colonias agrícolas y condicionó el inicio del proceso colonizador (Hernández, 1887). Sobre esta situación, el agrimensor Juan Queirel[9] sostuvo que el mecanismo para llevar el progreso a Misiones necesariamente debía plantear la erradicación de los latifundios que “le pesan y pesarán por mucho tiempo, como el plomo” (Queirel, 1897: 365) y la instalación en dichas tierras de colonos europeos “a quienes los grandes propietarios cedieran un 50 % de sus tierras” (Queirel, 1897: 45).

El impulso de la colonización del territorio, tras la federalización, se centró en aquellas tierras situadas en el centro y sur de Misiones que habían logrado escapar a la venta de 1881 como consecuencia del “desconocimiento” de la real extensión de Misiones (Barreyro, 1919) (Figura 2). Poco después, la extensión de tierras destinadas a colonias agrícolas fue en aumento al cumplirse el plazo señalado para la realización de las mensuras de las grandes propiedades “vendidas” en 1881. De este modo, en 1894, el gobierno nacional logró dejar sin efecto algunas de las enajenaciones realizadas por Corrientes. En este contexto, en 1883 fueron mensuradas por Rafael Hernández las colonias de Santa Ana y Candelaria. Poco tiempo después fue refundada una antigua colonia jesuítica a partir del impulso del Gobernador del Territorio Nacional Juan José Lanusse y, de este modo, en 1897 se fundó Apóstoles a partir del arribo de inmigrantes de origen polaco galitzianos[10] (Porada, 2015).


Figura 2
Venta de tierras con correcciones tras el laudo Cleveland
Fuente: Eidt (1971).

Lo anterior sucedía en un contexto en el que la mayor parte de la población provenía de los países limítrofes de Brasil y Paraguay[11] y eran considerados como elementos indeseables dentro del nuevo escenario colonizador. En 1896 el gobernador Juan José Lanusse señaló en sus memorias que sería “un error lamentable” proyectar e impulsar el desarrollo agrario del Territorio Nacional con inmigrantes provenientes de los países limítrofes, pues ello no impedirá “la perpetuación del atraso y de la rutina en que languidece aquí la agricultura” (Lanusse, 1898: 10). De aquí también que se considerara que las migraciones de europeos vendrían a “garantizar la integridad territorial” de Misiones en el contexto regional (Porada, 2015: 88).

En el resto del espacio misionero, la conformación de latifundios y la configuración de lo que Roberto Abínzano (1985) designó como frente extractivo, retrasaron los inicios de la colonización. De este modo, en la región del Alto Paraná ―situada sobre las márgenes del río Paraná desde el norte del territorio de Misiones hasta Corpus―, el proceso colonizador surgió una vez finalizada la Primera Guerra Mundial y de manos de compañías de capitales privados. Para 1919, dos fueron los principales proyectos colonizadores: el de Adolfo Schwelm en Eldorado y el de la Compañía Colonizadora Alto Paraná Culmey y Cía. dirigida por Carlos Culmey en Puerto Rico y Montecarlo. El espacio donde estas colonias se establecieron fue adquirido de los grandes propietarios latifundistas una vez que el frente extractivo entró en decadencia a comienzos del siglo XX. Dentro del territorio misionero, estos fueron los principales focos de asentamiento de inmigrantes alemanes, alemanes-brasileños (Gallero, 2009a) y, después de 1936, de suizos (Zang, 2017).

Hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX se formaron obrajes para la extracción de madera nativa y yerba mate a ambas márgenes del río Paraná. Este frente estuvo basado en la extracción y sobreexplotación de los recursos naturales. El proceso llevó implícito la transformación del paisaje natural misionero a partir de la instalación de los campamentos para los obreros. La formación de “piques” o “picadas”[12] (Figura 3) comunicaba el río con los lugares de explotación de los recursos, y con la construcción de “jangadas”[13] (Figura 4) se lograba el transporte hacia el río de la Plata de las maderas nativas y la yerba mate.


Figura 3.
Desmonte para la apertura de la picada maestra en el km 11 de Eldorado (ca. 1921)
Fuente: Museo Cooperativo de Eldorado.


Figura 4.
Jangadas construidas en el Alto Paraná entre 1915 y 1920
Fuente: Museo Cooperativo de la ciudad de Eldorado, Misiones.

En este complejo escenario, la yerba mate desempeñó un papel destacado, tanto si se lo analiza desde su influencia en la economía extractivista, como si se parte de las plantaciones efectuadas para su cultivo. Así pues, la decadencia de los yerbales en estado silvestre y la ausencia de un método de reproducción convirtieron el escaso recurso en una gran fuente de valor. A finales del siglo XIX, el deterioro de los yerbales era tal que lograr su reproducción se convirtió en una preocupación de las élites gobernantes. El lento reemplazo de los yerbales naturales de monte por otros implantados tuvo, a comienzos del siglo XX, un fuerte impacto en la organización del paisaje agrario misionero y en el proceso de colonización convirtiéndose, de este modo, en el mejor método para incentivar el poblamiento del territorio.

Como consecuencia de la sobreexplotación de los yerbales silvestres,[14] para comienzos del siglo XX se iniciaron los trabajos para la reproducción de la yerba mate para su posterior implantación. Pionero en este rubro fue el suizo Julio Ulysses Martin quien, previa estadía en Paraguay, fue llamado por el presidente Julio Argentino Roca para realizar plantaciones de yerba mate en Misiones (Martin & Cía., 2004). De esta manera, este inmigrante compró tierras en San Ignacio y, a partir de la recuperación de las siembras de yerba en almácigos, realizó grandes plantaciones. El inicio de los yerbales implantados generó una coyuntura importante en la atracción de inmigrantes suizos a comienzos del siglo XX, pues “si bien coexistieron durante años en el mercado la yerba de cultivo y la silvestre, el cambio de cultura también cambió la cara de la sociedad” y en ese sentido, “al echar raíz la yerba mate de cultivo, echaron raíces los inmigrantes” (Lagier, 2008: 135). De este modo, quienes arribaron desde Suiza durante las primeras décadas del siglo XX fueron motivados principalmente por la difusión que tuvo en ese país europeo la noticia de “una tierra prometida donde la yerba mate crece vigorosamente” (Pellegrini et al., 1971).

Al comenzar la decadencia de la etapa del frente extractivo, tras el agotamiento de los recursos más importantes y de más fácil acceso del suelo misionero, las tierras fueron adquiridas por empresarios colonizadores ―entre ellos podemos mencionar, por ejemplo, a los suizos Eugenio Lagier, quien adquirió tierras en Santo Pipó, que parceló y vendió a inmigrantes suizos en la década de 1920, y Julio Ulysses Martin, que hizo lo propio en Oro Verde― surgiendo así colonias agrícolas pobladas con inmigrantes helvéticos.

Los cambios vinculados al avance del proceso colonizador se presentaron de manera paulatina. De este modo, a comienzos de la década de 1910, la yerba que llegaba al mercado nacional solamente provenía de las plantas en estado silvestre pero, para 1915, la producción de yerba cultivada en Misiones era equiparada a la de extracción de los árboles naturales (500 mil kg cada uno), lo que equivalía a una tercera parte de la extraída cinco años antes. Para finales de la década de 1910, por ejemplo, los yerbales cultivados estaban concentrados entre las grandes plantaciones de Santa Inés, del español Pedro Núñez, y “La María Antonia” en San Ignacio, propiedad de la familia Herrera Vegas, ambas con 800 hectáreas. Con una extensión un poco menor a las anteriores y situados en San Ignacio, contamos los establecimientos de la firma de “Martin y Cía.” perteneciente al suizo Julio Ulysses Martin y la “Plantadora S.A.” de Pablo Allain con 600 y 577 hectáreas, respectivamente.

Para este periodo, los pequeños productores yerbateros de todo el territorio nacional no superaban las mil hectáreas en conjunto; esta situación, empero, fue cambiando al cobrar mayor impulso el proceso colonizador a partir de la lenta sustitución de los latifundios por unidades económicas menores. De este modo, para 1927 la transformación del paisaje a causa de la difusión de los yerbales de cultivo era evidente. En una carta escrita por Eugenio Lagier ―inmigrante suizo proveniente del cantón de Aubonne― a su hijo Claudio que se hallaba en Suiza cursando estudios superiores, éste señalaba:

No te haces una idea de lo que se transformó Misiones, todo el mundo planta mate, incluso en los lugares más retirados adonde hasta hace diez años sólo se llegaba a lomo de mula, se crearon rutas un poco por todas partes y los camiones prestan sus servicios en los lugares más inverosímiles; el tráfico es intenso […] se encuentran más autos entre Candelaria y Posadas que entre Avignon y Orange (Lagier en Gallero, 2008: 118-119).

Si durante la década de 1920 el cultivo predominante en las chacras de los suizos era la yerba mate, para mediados de la década de 1930 esta situación cambió. Este cultivo tuvo gran importancia llegando a ser considerado el “producto madre” de Misiones pues, junto al tabaco, era el que permitía el ingreso de una renta más o menos estable en la unidad económica del colono. Sin embargo, el incremento del stock de yerba mate en el mercado interno, producto de la importación desde Brasil, provocó una fuerte crisis que azotó el sector y desembocó en la creación de la CRYM (Comisión Reguladora de la Yerba Mate) el 4 de octubre de 1935 a través de la Ley núm. 12236. Este organismo cargó con un impuesto de $4 por cada nueva planta de yerba y reguló las podas de las ya existentes. Así, el momento histórico en que arribaron estos inmigrantes representó un condicionante para cultivar yerba mate, por lo que se afirma que “ni el lugar en el que estamos, ni el tiempo en el que ello acontece, resulta neutro para nuestras acciones” (Lindón, 2011: 17).

La inmigración y la configuración del paisaje agrario en el Alto Paraná

A pesar de su presencia en colonias estatales, el asentamiento de inmigrantes suizos fue predominante en las privadas; estas últimas comenzaron a surgir en Misiones durante las primeras décadas del siglo XX. El agotamiento del frente extractivo, trajo aparejado el fraccionamiento y venta de latifundios a empresarios dedicados a la tarea de colonización. Sin embargo, un factor de gran peso para la colonización de Misiones puede ser atribuido a la sustitución de las cosechas de yerba mate en estado silvestre por la práctica de la siembra para la reproducción de los plantines. En efecto, la gran rentabilidad de esta actividad contribuyó a la consolidación de una red migratoria que giró en torno al “llamado del Oro Verde”.

Las colonias privadas del Alto Paraná ―Puerto Rico, Eldorado y Montecarlo (Figura 5)― fueron receptoras de inmigrantes suizos a partir de 1920 (Cuña Pirú) y de 1925 (Oro Verde), si bien el mayor número de los mismos arribaron durante la segunda mitad de la década de 1930 en el contexto de la crisis económica por la que atravesaba Suiza. La promoción de la colonización en Suiza y su financiamiento, fue una de las salidas a la crisis; con la organización de las nuevas colonias se pretendió que los emigrados lograsen medios de subsistencia que en el país europeo no tenían.


Figura 5.
Colonias Puerto Rico, Montecarlo y Eldorado en el Alto Paraná
Fuente: Compañía Eldorado, 1925: 57.

En el marco del Tratado sobre Emigración y Colonización firmado entre Suiza y Argentina el 6 de julio de 1937, la Compañía Colonizadora Eldorado organizó la venta de tierras a inmigrantes suizos que se distribuyeron en el km 28 de Eldorado, en Línea Cuchilla y en San Alberto, éstas últimas en la colonia Puerto Rico. Adolfo Schwelm vio en esta situación la oportunidad de atraer inmigrantes a sus colonias, por lo que impulsó una intensa propaganda para la entrega de lotes en sumas inferiores a las que se vendían a colonos sin subvención: “al precio de setenta pesos por hectárea, en lugar de ciento diez y ciento veinte pesos que era el precio que se abonaba por estas mismas tierras hasta cuatro o cinco meses atrás” (Ferrari, 1942: 25-27).

Luis Ferrari (1942: 25) calificó este proceso como el punto más acabado del proyecto inmigratorio y “la plataforma sobre la que podrá erigirse todo un plan orgánico de colonización suiza de inspiración social”; asimismo estipuló, además de la ayuda económica, la realización de una adaptación agrícola en la región del Ticino en el sur de Suiza. Con la suscripción del Tratado, se expatriaron más de cincuenta familias de suizos hacia la Argentina. Del total de personas ingresadas en el marco de esta legislación, el 74 % se instalaron en Misiones.

El arribo a un territorio climática y geográficamente distinto de su lugar de origen, como la habituación al mismo, significó procesos no siempre carentes de conflictos entre los inmigrantes.[15] La migración por causas económicas y por la situación de pobreza que atravesaban en Suiza, generó cierto desconsuelo entre muchos de los recientemente establecidos en el territorio misionero. Al respecto, Joan Nogué considera que “estaríamos ante uno de los fenómenos que conllevan a la pérdida traumática del sentido del lugar” y donde, en un contexto geográficamente desconocido, “se reivindica lo propio, el territorio y el paisaje autóctonos” (Nogué, 2014: 157-159).

Estrechamente vinculado a “la relación existencial y subjetiva que los individuos o grupos sociales establecen con los lugares”, Anne Buttimer considera que la identidad individual y cultural de las personas está intrínsecamente unida a la identidad del lugar y, debido a ello, el distanciamiento e incluso la pérdida de la tierra natal o “la pérdida del lugar de uno” puede con frecuencia desencadenar una crisis de identidad” (Buttimer, 1985: 228). El territorio es valorado entonces como el lugar donde adquieren significado los deseos y los anhelos, las alegrías y las decepciones; y en el que, considerados estos procesos de valoración y apropiación, los individuos “interiorizan progresivamente una variedad de elementos simbólicos hasta llegar a adquirir el sentimiento y el estatus de pertenencia socio-territorial” (Giménez, 1999: 37). En este complejo proceso, los actores sociales “invierten en forma entremezclada su afectividad, su imaginario y su bagaje sociocultural interiorizado” (Giménez y Héau, 2007: 21), lo que se transforma en un elemento muy importante en los procesos de construcción de identidad individual y colectiva.

En este mismo sentido, el paisaje representa mucho más que la parte tangible, material, objetiva y concreta del territorio. Si bien en primera instancia es captado por medio de sus “elementos visibles”, Michael Conzen (2010: 2) señala que su estudio es mucho más amplio y complejo. Considerado como un palimpsesto, este autor sostiene que el interés intelectual en el paisaje se plasma también en la interpretación de las señales y la “decodificación” sobre el uso que las personas hacen del mismo y, en este sentido, contemplar su historización cobra un sentido muy importante (Conzen, 2010). Por su parte, Martínez de Pisón (2008: 31) define al paisaje como “la forma y el rostro adquiridos por los hechos geográficos, es decir, la faz de una realidad territorial, más la imagen que se le otorga históricamente por la cultura”. Milton Santos identifica al paisaje como el “dominio de lo visible” cuya dimensión también es la de la percepción y que es susceptible de sufrir cambios a través del tiempo. Así, lo identifica como “un conjunto de formas heterogéneas, de edades diferentes, pedazos de tiempos históricos representativos de diversas maneras de producir las cosas, de construir el espacio” (Santos, 1996: 60 y 65).

Las formas de percepción e interpretación del paisaje tienen un fuerte componente subjetivo basándose en “la experiencia vital previa, que se va conformando de manera continua mediante el aprendizaje tanto individual como social en el entorno en que se habita” (Zubelzu Mínguez y Allende Álvarez, 2015: 32). En este mismo sentido, Reyes Tovar y Lamy (2017: 94) conciben al “espacio vivido” como “la experiencia espacial que da cuenta de las relaciones que establecen los sujetos con el paisaje”.

Precisamente, una de las grandes dificultades que tuvieron los europeos recién llegados fue “el monte”. Según estimaciones de Queirel hacia finales del siglo XIX, el 80 % del territorio de Misiones estaba cubierto de selva, lo que dificultó la idea de los inmigrantes sobre ser propietarios de sus tierras y la convicción de que las colonias agrícolas serían más organizadas. Ante este primer contacto con el territorio misionero, Marie Schedler de Schweri (2003: 11) escribió

En los años 1936 a 1939 se pobló esta región selvática, que llamaron Línea Cuchilla y que por entonces pertenecía a Puerto Rico. Muchos se preguntaron por qué fue elegido este lugar, desconocido, solitario, del que jamás alguien escuchó hablar. No se imaginaban lo que es selva virgen, ni sabían que había una provincia llamada Misiones en Argentina […] Cuando llegaron los primeros inmigrantes había solo monte virgen al lado del estrecho camino, a veces casi tapado por los yuyos. Después de Capioví la ruta se dirigía hacia Posadas, lógico un camino de tierra. Siguiendo hacia Cuña Pirú el final de la colonia de Puerto Rico, kilómetros sin ningún claro en la selva, parecía impenetrable. Inmensa soledad poblada con legiones de insectos.

Por su clima subtropical y su situación geográfica francamente desfavorable, Ferrari desestimó el éxito de la instalación de inmigrantes suizos en este territorio, aconsejando a la empresa que se llevara a cabo en Buenos Aires. Así, en febrero de 1937, escribía al presidente de la Confederación Suiza, Dr. Motta:

Misiones es la región argentina menos indicada para llevar a cabo en forma racional un programa de colonización suiza en Argentina... Yo he debido tener en cuenta que, si ya es notorio que el suizo no se presta para emprender la durísima obra de colonizar “ab inicio” en zonas sub-tropicales, estos inmigrantes suizos ofrecen el agravante de ser, en su casi totalidad, artesanos y obreros,[16] y no agricultores, y por otro lado, vienen aquí, transformados en colonos por la fuerza de las circunstancias, y no llevados por su vocación, o por su propia voluntad (Ferrari, 1942: 27).

Sin embargo, con la obtención de nuevos datos e informes que logró recolectar entre los suizos ya establecidos en el territorio nacional, su opinión fue cambiando, pues Misiones sería el único lugar del país donde podrían consolidar una unidad económica con los escasos recursos con que arribaban. En un contexto de depresión económica, Ferrari (1942: 21) señala que quienes emigraron “eran más que pobres […] vivían de la dádiva que el Estado les otorgaba; en un régimen de limosneros oficiales” y Misiones representaba el punto donde más tierras podrían conseguir con los escasos recursos con los que contaban al arribar. En sus cálculos, la cantidad de 4 mil francos representaba una suma suficiente como para cubrir los gastos del traslado desde Suiza hasta Buenos Aires primero y hacia Misiones después, adquirir un lote de tierra de entre 20 y 25 hectáreas, edificar una casa de madera y el galpón, afrontar el desmonte de tres hectáreas, comprar algunos animales domésticos y emplear el dinero sobrante para cubrir necesidades básicas hasta tanto las primeras plantaciones comenzaran a dar frutos.

Lentamente, el paisaje selvático fue dejando paso a las explotaciones agrícolas. Las picadas abiertas durante el frente extractivo y las que sobrevivieron a éste, sirvieron de principales medios de comunicación durante la etapa inicial de la colonia. Conscientes que el trabajo en la selva sería difícil, Ferrari escribía: “Dejad que los diez meses iniciales se hagan diez años; dejad que, con la labor empeñosa de este padre y de estos hijos, las hectáreas aún de bosque impenetrable, hayan dado sus árboles y recibido en cambio sus semillas” (Ferrari, 1942: 90-91). Uno de los aspectos centrales en la colonización fue propiciar las vías de acceso para evitar el aislamiento de las chacras y la incomunicación de los colonos.

El sistema de parcelamiento de tierras Waldhufendorf[17] fue adoptado en la mayor parte del Alto Paraná y propuesto a Adolfo Schwelm[18] por los inmigrantes alemanes-brasileños familiarizados ya con un sistema que tenía herencia europea. Los colonos “rechazaron de inmediato la forma damero utilizada en Misiones e introdujeron el concepto de Waldhufendorf” (Eidt, 1971: 122). Consciente de la importancia de la apertura de caminos en el frente colonizador, Adolfo Schwelm (1934: 3) escribió: “Y también construimos caminos; pero sirven para abrir áreas despobladas y para el desarrollo pacífico de nuestras colonias, cuya población crece constantemente”.[19]

Su uso se fundamentó en la necesidad de asegurar el acceso al agua de cada unidad económica de los colonos: “El Waldhufen, resumidamente, es una ocupación en línea planificada de bosques (Wald), en las que los colonos viven en sus propias franjas de tierras paralelas (Hofstreifen), estas tierras se extienden de un valle particular con dirección a un interfluvio adyacente, o viceversa” (Valdir, 2008: 117).[20] En este sentido, Cecilia Gallero (2010: 121) sostuvo que el camino no fue el eje principal de la colonia, sino los arroyos, que mantuvieron su “toponimia original en idioma guaraní y le dio dicho nombre a la correspondiente fracción, como ser Línea Mbarigüí, Línea Mbopicuá, Línea Cuchilla, Línea Cuña Pirú o Línea Tucanguá”.

El ideal de la colonización privada del Alto Paraná Misionero no fue solamente la ocupación del espacio por motivos geopolíticos o de políticas poblacionales, sino que a través de la creación y consolidación de pequeños y medianos propietarios, se buscó el desarrollo comunitario y no sólo el individual; de allí que los lotes fueran no mayores a 25 hectáreas (Abínzano, 1985). De esta manera, las unidades económicas de los colonos, siguiendo el Waldhufendorf, tuvieron formas alargadas definidas por el acceso a los cursos de agua.

Una vez establecidos se comenzó con la limpieza de los lotes. El sistema que adoptaron los suizos fue el del desmonte y quema de los restos de vegetación, de manera que “cuando el monte ha sido tumbado, el sol tropical seca la madera en pocas semanas. Luego, con viento favorable, se prende fuego y en pocas horas está todo quemado y reducido a cenizas” (Theler, 2007: 44). Una vez efectuado este rozado,[21] los nuevos colonos comenzaban a organizar las plantaciones en sus chacras con maíz, porotos, mandioca, tabaco, té y, cercanos a la casa, cultivos de huerta. Esta diversificación de la producción de las unidades económicas fue un recurso que los suizos imitaron de los alemanes-brasileños, herencia que estos traían de su estadía en Brasil, ante la prohibición de nuevas implantaciones de yerbales a partir de la segunda mitad de la década de 1930.

En la organización del paisaje agrario no sólo influyó la posibilidad de realizar o no plantaciones de yerba mate, sino también el capital social y bagaje cultural traído por los inmigrantes. De este modo, en un espacio donde la naturaleza exuberante de Misiones les era hostil, intentaron adecuar su hábitat “a través de la manipulación simbólica” y apropiándose del “entorno que de otra manera se vería como amenazador”. Como señala Juliano (1994: 91), este espacio “no sólo brinda el marco de las actividades […] constituye la experiencia primordial a través de la cual se organiza la conciencia de la propia identidad” y, en efecto, en las descripciones efectuadas por Luis Ferrari (1942: 76 y 89) sobre la configuración del paisaje agrario entre los inmigrantes suizos, constató la semejanza en la organización de muchas chacras con las zonas rurales de Suiza:

En el viaje de regreso al hotel observó con particular interés que hay, ya, muchísimas granjas mixtas en plena explotación. He aquí una de las gratas sorpresas que debo a mi gira: yo no sospechaba que aquí, en el extremo territorio del Norte Argentino, en clima subtropical, hubiera hallado una sorprendente reproducción de los campos de pastoreo de las regiones prealpinas suizas.

Por la ventanita que decoran unos geranios, la flor que adornan los chalets de Sarnen como los de Arlesheim o de Spiez, voy admirando los lindísimos potreros, el pozo sólido, la huerta cuidadosamente cercada y totalmente cultivada, el establo en que gruñen, a juzgar por el concierto, unas cuantas docenas de cerdos.

Si bien el monte representó un gran obstáculo para un grupo migratorio recién arribado de Europa, también significaba una fuente importante de recursos: “me consta positivamente que vendiendo parte de la madera que obtiene desmontando sus veinte hectáreas, el colono recupera una buena porción del precio abonado para la adquisición de las mismas” (Ferrari, 1942: 27). Además, estas maderas son la materia prima requerida para las construcciones iniciales de los galpones para almacenaje de las cosechas y la casa.

Conclusiones

El presente trabajo planteó analizar las huellas dejadas en el paisaje por los inmigrantes suizos que arribaron entre comienzos de la década de 1920 y durante la segunda mitad de la década de 1930 al Territorio Nacional de Misiones. Debido a que en el proceso de configuración paisajística convergen diferentes etapas en su formación, partimos del análisis de los principales cambios durante el periodo previo a la llegada de estos inmigrantes y la formación de colonias. En este sentido, la transición de la explotación de yerbales silvestres durante el frente extractivo a la consolidación de los yerbales implantados, representa un hito importante no sólo en cuanto a su impacto en la configuración del paisaje, sino también en la historia de Misiones en general, pues implicó la consolidación del proceso colonizador.

El proceso de poblamiento del territorio de Misiones fue el resultado de la implementación de distintas políticas de orden estatal para impulsar dicho proceso. Después de la formación del Territorio Nacional de Misiones en el año 1881, la concentración de tierras y la formación de latifundios retardaron los inicios del proceso de colonización de manera más temprana. Para finales del siglo XIX y fundamentalmente durante las primeras décadas del siglo XX, el agotamiento de los recursos y la venta de tierras que esto trajo aparejado, propiciaron la instalación de inmigrantes y la consolidación de la colonización del espacio.

La delimitación de Misiones como escenario de estudio queda justificada al direccionarse hacia ésta el 60 % de los inmigrantes que ingresaron al país entre 1900 y 1939. Una de las particularidades de las migraciones helvéticas hacia el entonces Territorio Nacional de Misiones fue su ingreso en un momento donde las políticas migratorias en el país comenzaban a ser restrictivas; en efecto, a comienzos del siglo XX se “señala un cambio en el rumbo a la inmigración en la Argentina” (Dohmann y Machón, 1999: 66), mientras que el año 1939 marcó el fin de la etapa migratoria con el cierre de las fronteras suizas.

Escenario de una gran riqueza natural, Misiones sufrió grandes modificaciones en su paisaje natural como consecuencia de su paulatina incorporación a una economía de tipo capitalista. La tala de grandes árboles nativos y de la yerba mate en estado silvestre llevó a la degradación de la selva nativa misionera. A comienzos del siglo XX y como consecuencia de la sobreexplotación de los yerbales silvestres, se iniciaron los trabajos para la reproducción de la yerba mate y para su posterior implantación. Esta situación tuvo un fuerte impacto en la historia de Misiones, no sólo debido a la transformación paisajística que el hecho generó ―ya que el monte fue cediendo lentamente el paso a las plantaciones en chacras―, sino también porque propició la instalación de inmigrantes suizos durante las primeras décadas del siglo XX motivados por la difusión y rentabilidad de los yerbales de cultivo.

A mediados de la década de 1930, producto de la crisis económica que Suiza atravesaba, comenzaron a arribar nuevos contingentes de inmigrantes a Misiones que se asentaron en varias colonias del Alto Paraná. Estos inmigrantes pertenecientes al círculo de obreros urbanos fueron los más afectados por la crisis en Suiza. Con la firma del Tratado suizo-argentino sobre inmigración y colonización, en 1937 el gobierno suizo otorgó una subvención de alrededor de 4 mil francos a más de cincuenta familias suizas para su traslado y radicación en Argentina. Cabe decir que, si bien las colonias privadas del Alto Paraná fueron formadas mayormente por grupos migrantes provenientes de Alemania y alemanes provenientes de Brasil, también fueron receptoras de inmigrantes suizos.

El área de destino fue el Territorio Nacional de Misiones por la accesibilidad de la tierra y porque, una vez instalados, la venta de madera de monte significaría un ingreso económico. Asentados en la selva, debieron realizar plantaciones para asegurar su subsistencia. Debido a la prohibición de efectuar nuevas plantaciones de yerba mate, tras la creación de la Comisión Reguladora de la Yerba Mate en 1935, los suizos adoptaron el mismo modelo de los alemanes-brasileños instalados años antes en las colonias del Alto Paraná: la diversificación de la producción.

Los inicios de las explotaciones agrícolas en medio de grandes extensiones de monte pusieron de manifiesto la necesidad de fomentar la creación de vías de acceso para evitar el aislamiento de las chacras y la incomunicación de los colonos. Las picadas abiertas durante el frente extractivo sirvieron de principales medios de comunicación durante la etapa inicial de la colonia (Figura 5). El sistema de parcelamiento de tierras puesto en escena fue el Waldhufendorf que, basado en la formación de lotes de formas alargadas, debía asegurar, por un lado, que cada lote tuviese acceso al agua para poder realizar cultivos agrícolas y, por otro, permitir que las chacras de las distintas familias estuvieran unidas por picadas como “lazo de unión entre los habitantes”. En este contexto, si bien el monte representó un obstáculo para los inmigrantes recién llegados, también significó una provisión importante de recursos a partir de la venta de madera.

La problemática aquí abordada permite entender al paisaje como un producto social que se transforma en el devenir histórico. En efecto, los distintos grupos sociales que interactuaron sobre el territorio misionero fueron dejando huellas que se materializaron en la faz visible del paisaje. En el caso de los inmigrantes suizos, la organización espacial y la percepción del paisaje tuvieron un fuerte componente histórico; en este sentido, las diferencias del contexto de arribo de las dos corrientes migratorias analizadas y el perfil socioeconómico que tenían al momento de su salida de Suiza, tuvieron influencia en las actividades que desarrollaron en el Territorio Nacional de Misiones, en los modos que configuraron el paisaje agrario y en las formas en que se organizaron socialmente.

De este modo, el parcelamiento de los lotes con superficies mínimas de 100 hectáreas en la colonia suiza de Santo Pipó ―cuatro veces superior al efectuado en Puerto Rico, Montecarlo y Eldorado― da muestras del perfil socioeconómico de los inmigrantes que allí se asentaron en la década de 1920, tratándose más de inversores de capital que del típico inmigrante pobre de Europa de finales del siglo XIX. Sin embargo, en las tres últimas colonias mencionadas, los inmigrantes suizos que llegaron en la década de 1930 eran pobres. Podemos decir entonces, que el contexto de arribo de los inmigrantes y la disponibilidad de capitales al momento de llegada, fueron factores que influyeron en la configuración paisajística, económica y social de las colonias suizas en Misiones, Argentina.

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Notas

[3] Entre 1880 y 1914 Argentina fue el segundo país americano receptor de inmigrantes, lo que permitió un gran crecimiento poblacional pasando de 1 800 000 habitantes registrados en el país en 1880, a casi 12 millones de personas inmigrantes a finales de la década de 1920 (Novick, 1997).
[4] Acerca de la colonización suiza en Entre Ríos, véase Álvarez (1984) y Gori (1988), así como Schobinger (1957) para el caso de la provincia de Santa Fe.
[5] Dos claros objetivos persiguió el Estado nacional a partir de la creación del Territorio Nacional de Misiones: dar solución al problema de límites que aún se mantenía con la provincia de Corrientes y con los Estados limítrofes por un lado, e incorporar un nuevo espacio al dominio nacional por el otro.
[6] 1939 marcó el fin de la etapa migratoria con el cierre de las fronteras suizas como consecuencia del inicio de la Segunda Guerra Mundial.
[7] Julio Ulysses Martin es considerado como “un visionario pionero de la industria yerbatera en la Argentina” (Martin & Cía., 2004: 9)
[8] Tras la firma del Tratado sobre inmigración entre Suiza y Argentina el 6 de julio de 1937, Luis Ferrari fue designado Comisario de Emigración, cargo que desempeñó hasta su renuncia el 30 de junio de 1939 (Schneider, 1998).
[9] Nació en la provincia de Corrientes en el año 1849 y murió en ejercicio de su trabajo de agrimensor en la región chaqueña en 1907. Fue corresponsal viajero del Instituto Geográfico Argentino y miembro Titular de la Societé de Geographie de París. Trabajó en las mensuras de las tierras de Misiones desde mediados de 1880 y hasta finales de 1890. En 1885 realizó los trabajos de demarcación de la propiedad de José Comas entre los ríos Piray Guazú y Piray Miní (Alcaráz, 2009).
[10] La comunidad polaca en Argentina es una de las más numerosas de toda América Latina. En Misiones, los campesinos polacos “llegaban atraídos por los beneficios que las autoridades otorgaban a los colonos” (Porada, 2015: 14) en un contexto de fuerte precarización de los campos en sus comunidades de origen.
[11] Según el Censo Poblacional de 1895, más del 50 % de la población de Misiones era originaria de estos países.
[12] Picada es un “camino o senda abierta por el hombre a través de la espesura del monte” (Real Academia Española).
[13] Balsa formada por troncos de madera ligera.
[14] La sobreexplotación de los recursos fue una situación que también vivenciaron otros territorios argentinos; en este sentido, para el caso de Chaco véase Zarrilli (2004) y para la Patagonia Norte véase Galaffasi (2013).
[15] Esta situación es compartida por otros grupos migratorios. En este sentido, trabajos como los de María Liliana Da Orden (2010) para los españoles que emigraron, o el de Bettina Favero (2012) para las migraciones italianas a Mar del Plata en el marco de los dos primeras presidencias de Juan Domingo Perón, evidencian no sólo el importante papel desempeñado por las redes migratorias en el arribo, inserción laboral y pautas matrimoniales de estos migrantes, sino también en las dificultades que tuvieron en su inserción a un contexto distinto del europeo y de distanciamiento con sus antiguas raíces.
[16] En efecto, para 1936 en Suiza se registraron altos índices de desempleo afectando a más de 93 mil personas y con una fuerte devaluación del franco suizo en un 30 % (Schneider, 1998). Los sectores más afectados fueron los trabajadores de la construcción y de la industria textil (Glatz, 1997).
[17] Wald (bosque, monte), Hufen (franja estrecha de tierra), Dorf (poblado, villa). Este modelo de parcelamiento de las tierras empleado en las colonias alemanas del sur de Brasil tiene profundas raíces en la Europa rural.
[18] Adolfo Schwelm fue el encargado del parcelamiento y venta de tierras en la colonia Eldorado, mientras que tal actividad la desempeñó Carlos Culmey a través de la compañía Alto Paraná Culmey y Cía. para Puerto Rico y Montecarlo. Después de 1924, sin embargo, las compañías Alto Paraná Culmey y Cía. y Colonizadora Eldorado Colonización y Explotación de Bosques se fusionaron, quedando los dominios de ambas a cargo de Adolfo Schwelm.
[19] Traducción propia de “Und auch wir bauen Strassen; sie dienen aber zur Erschliessung unbevölkerter Gegenden und zum dem friedlichen Ausbau unserer Kolonien, deren Bevölkerung in ständigem Wachsen begriffen ist”.
[20] Traducción propia de “O Waldhufen, resumidamente, é uma ocupação em linha planejada de florestas (Wald), nas quais os colonos vivem em suas próprias faixas de terras paralelas (Hofstreifen), estas terras estendem-se de um vale particular com direção a um interflúvio adjacente, ou vice-versa”.
[21] Tras el desmonte, el rozado consistía en la quema de los restos vegetales para la limpieza del espacio que, con posterioridad, se emplearía como chacra. Sin embargo, esta práctica a pesar de facilitar y agilizar la limpieza de la parcela de tierra provocó paulatinamente la pérdida de fertilidad del suelo por el uso del fuego.

Información adicional

Esperanza Tuñón Pablos: Editora asociada



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