Reseñas
. Naturaleza y neoliberalismo en América Latina. México. Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias-UNAM. 570pp. |
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Reseña del libro
El libro coordinado por Leticia Durand, Anja Nygren y Anne Cristina de la Vega-Leinert (2019) es una lectura obligada para toda persona interesada en dinámicas de desterritorialización, privatización de bienes comunes y mercantilización de recursos naturales. El libro está compuesto por doce capítulos además de la introducción, escritos por académicos y académicas de variadas disciplinas y diversas instituciones, entre las que destacan el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM (México), el Centro de Sostenibilidad de la Universidad de Helsinki (Finlandia), el Instituto de Geografía y Geología de la Universidad de Greifswald (Alemania), la Universidad de Amberes (Bélgica), el Centro de Investigación y Asistencia en Tecnología y Diseño del Estado de Jalisco (México), la Universidad de Valparaíso (Chile), la Universidad de El Salvador (El Salvador), la Universidad Centroamericana (Nicaragua), la Universidad de Berna (Suiza) y la Universidad Autónoma Chapingo (México). El libro también cuenta con contribuciones de investigadores/as independientes involucrados en programas de cooperación, de mejoras en gobernanza de la tierra, protección de la biodiversidad, defensa de derechos humanos y suministro mundial de alimentos, lo cual añade riqueza a la problemática estudiada.
A partir del título podría pensarse que se trata de un tema añejo al cual hay poco que agregar. Pero desde el capítulo introductorio escrito por las tres coordinadoras nos damos cuenta de que todavía hay mucho qué decir al respecto. La región latinoamericana es particularmente relevante porque alberga 40 % de la biodiversidad mundial, un tercio de las reservas de agua y una cuarta parte de los bosques, además de que resguarda reservas importantes de petróleo, gas y minerales. Al mismo tiempo, la región ha sido uno de los laboratorios más conocidos para la aplicación de la política neoliberal dictada por organismos internacionales a lo largo de casi tres décadas.
La introducción enmarca conceptualmente el contenido empírico del libro, al debatir algunas ideas preconcebidas sobre el neoliberalismo. Las autoras sostienen que la política neoliberal además de desregular los sectores más importantes de la economía, interviene en ellos “rerregulando” la actividad productiva mediante medidas que facilitan el despojo y la concentración de la riqueza. Las autoras sugieren usar el término de “procesos de neoliberalización” para dar cuenta de cómo las políticas neoliberales no sólo destruyen, sino también reconstruyen los discursos y las prácticas de apropiación que reconfiguran la relación sociedad/naturaleza. Estos procesos han conducido a la emergencia de nuevos actores en cada país, así como a la redefinición de los roles de algunos otros actores que siempre han estado ahí. En este contexto, el Estado no siempre se desvanece, sino que en ocasiones más bien se fortalece con el surgimiento de nuevos subsidios que recrean antiguas redes clientelares, facilitando así la apropiación de la naturaleza por parte del capital.
El libro destaca por lo novedoso de su enfoque y por los temas trabajados en cada uno de los capítulos. Los tres primeros están destinados a los servicios ambientales y al mecanismo REDD+ que fue propuesto para proteger la cobertura forestal de cada país en el contexto de la crisis climática. El término de “servicios ambientales” en sí mismo denota el papel de subordinación en el que se coloca a la naturaleza, cuya función es “servir” a la sociedad mediante un pago que es visto como la medida más efectiva para la conservación de los ecosistemas. Lo relevante aquí es qué sectores de la sociedad son beneficiados con estos pagos. Queda claro en los tres trabajos dedicados al tema, que tanto los PSA como el mecanismo REDD+ han aumentado la cantidad de circulante en comunidades forestales en México y Nicaragua, pero también han debilitado cosmogonías previamente existentes sobre los bosques, para dar paso a una visión utilitaria y mercantil que no parte de necesidades locales sino, más bien, de lineamientos de conservación de la sociedad internacional. Se señala también que se trata de un acercamiento muy limitado a la problemática de comunidades rurales en tanto no logra reorientar los impactos negativos de otras actividades realizadas en la misma región, por ejemplo, la ganadería. Más que conservar por un lado y degradar por el otro, que es lo que está sucediendo ahora, lo que se necesita es integrar propuestas de conservación a las formas locales de producir, partiendo de la identificación de necesidades desde abajo.
Otro grupo de capítulos estudian al sector agrícola que, con distintas características en cada país, se ha distinguido por la expansión del agronegocio, la desaparición de actividades tradicionales de subsistencia y la pérdida de soberanía alimentaria. Los dueños de la tierra se insertan como trabajadores o arrendadores de terrenos en la cadena de producción de nuevas commodities1 de exportación, ya sea bioetanol en la costa norte de Perú, marañón en El Salvador o café orgánico en México. Estos productos son promovidos como sustentables en el mercado internacional, sin reconocer las condiciones de precariedad en las que son producidos y comercializados desde el punto de vista de las comunidades involucradas. Ya sea convencional u orgánica, la agricultura de exportación reproduce la dependencia de las y los productores para con los mercados, las instancias de certificación, y una amplia gama de actores que restringe su accionar. En este contexto, algunas organizaciones campesinas han elegido desmarcarse del Estado, que ya no protege sus derechos económicos ni sociales, para perseguir una agenda emancipadora que fortalezca la autogestión, la cooperación asociativa y la horizontalidad en las relaciones sociales.
Los huertos urbanos y los mercados alternativos de alimentos son abordados en dos capítulos referentes a El Aguán, Honduras; Ciudad de México, México; y Detroit, Estados Unidos. Dichos huertos y mercados también constituyen una estrategia ciudadana para contrarrestar el predominio de grandes cadenas agroalimentarias y reapropiarse de la naturaleza fuera de las relaciones del capital y dentro del marco de la justicia alimentaria. En países tan distintos entre sí como Honduras, México o Estados Unidos, poblaciones rurales y urbanas gestionan y mantienen espacios para comprar directamente al productor/a o incluso producir sus propios alimentos, constituyendo así nichos de experimentación que permiten recobrar el control colectivo de los medios de subsistencia y reivindicar en distintas medidas el acceso a alimentos saludables, asequibles y culturalmente apropiados en tanto derecho humano. Consumir productos de valor ecológico, social, ético y cultural se convierte así en una forma de resistencia ante la globalización porque prioriza la atención al medio ambiente y las condiciones de trabajo de quienes producen alimentos a escala local.
Hay otros trabajos que no tienen puntos de confluencia con algún otro capítulo del libro, pero que aportan miradas innovadoras sobre el tema que abordan. Claudio Garibay Orozco escribe sobre minería, ya no desde el punto de vista de los conflictos socioambientales que ésta genera, sino más bien, describiendo y analizando la estrategia conjunta de varias empresas para construir un discurso de sustentabilidad y responsabilidad social promovido desde el seno del Clúster Minero Global (CMG), cuya verdadera labor es contrarrestar las crecientes críticas que enfrenta el sector por devastar el medio natural y violar derechos humanos en los lugares donde se instalan las minas. El CMG se ha constituido como un sujeto político que instaura horizontes de coerción para legitimar la intervención de sus agentes en cada región. El “Kit de herramientas” que utilizan, aparentemente tiene la intención de identificar oportunidades de desarrollo en cada localidad, pero en realidad funciona como un manual que organiza “una micropolítica de tratos diferenciados a fin de diluir la formación de oposiciones unificadas, y a la vez facultar a los agentes mineros respecto a dirigir y administrar la acción colectiva de la población local hacia los objetivos que no afecten los intereses de la empresa” (Garibay: 182).
Sobre eventos hidrometeorológicos ocasionados por el cambio climático hay un solo capítulo, que está dedicado a las inundaciones en la ciudad de Villahermosa en Tabasco, México. La autora Anja Nygren centra su análisis en la gobernanza socialmente diferenciada en tres barrios de dicha ciudad, con el fin de hacer un análisis sectorial de cómo distintas clases sociales perciben su relación con el agua y el “acuaje”, término que en inglés (waterscape) se refiere al “paisaje acuático, donde lo natural y lo social, así como lo hidrológico-ecológico y lo político, interactúan intrínsecamente” (Nygren: 424). El capítulo demuestra que la vulnerabilidad aumenta entre quienes residen en asentamientos irregulares y tienen limitado acceso a servicios, de manera que la misma planificación urbana privilegia a unos por encima de otros. Lamentablemente, los residentes más vulnerables son retratados por funcionarios/as públicos como indiferentes ante los riesgos e ignorantes sobre sus impactos, mientras que en los barrios ricos se instalan canales, muros de contención y estaciones de bombeo de agua. Esta situación imposibilita una estrategia conjunta de prevención de riesgos que involucre a amplios sectores de la población bajo la responsabilidad del Estado, cuyo deber es proteger la vida y el patrimonio de toda la ciudadanía.
El capítulo de Juan Carlos Rodríguez Torrent sobre los tres modelos de apropiación del territorio en la Patagonia chilena también destaca por su originalidad temática y conceptual. Los modelos son los siguientes: la migración que busca alejarse del ritmo de vida acelerado de centros urbanos; los parques privados de conservación que reemplazan actividades tradicionales como la ganadería por considerarlas inviables; y el turismo que vende la experiencia de la naturaleza prístina a visitantes con capacidad financiera. Guiados por el Estado y el capital, estos tres modelos conducen a un proceso de desterritorialización de la Patagonia, que no es tan brutal como la minería, pero que al final también termina cediendo espacios rurales al gran capital. A esta lectora que no conoce esa parte del mundo le pareció curioso que los pueblos originarios del sur de Chile no figuren entre los y las habitantes desplazadas, y que tampoco se incluyan industrias extractivas (agua, petróleo, gas o minerales) en el análisis. En ese sentido, aunque queda claro el argumento de que la conservación y el turismo también puede conducir a procesos de desterritorialización, hay que reconocer que esto no se puede comparar con la devastación del hábitat que produce la megaminería.
La única presencia de Brasil en el libro es en un capítulo sobre las favelas de Río de Janeiro, escrito por Saila-Maria Saacristo. La autora hace un recuento histórico de los mecanismos a través de los cuales el Estado ha privado de agencia y ciudadanía a sus habitantes, y de cómo éstos han resistido buscando modelos de autogestión que les permitan deshacerse del control clientelar y de la violencia estatal, que se justifica argumentando la lucha contra el narcotráfico. Aunque se trata de un capítulo muy interesante, no queda claro el componente medioambiental del análisis, ni siquiera desde la perspectiva de la reapropiación de espacios urbanos. Es un trabajo escrito más desde la ciencia política que desde la interdisciplina socioambiental. Todos los temas tratados arriba (servicios ambientales, agronegocios, mercados alternativos de alimentos, minería) son relevantes para este enorme país y hubiera sido importante ampliar su presencia en el libro.
Los capítulos contenidos en el libro dejan un cúmulo de reflexiones sobre el neoliberalismo verde, expresión muy útil para ilustrar políticas de protección y conservación ambiental que no escapan a las leyes del capital, ocasionando la multiplicidad de distorsiones aquí reseñadas. El libro también es valioso por sus innovaciones conceptuales, por ejemplo, el término rerregulación neoliberal (adaptación de las políticas públicas para facilitar la creación de mecanismos de regulación voluntaria basados en el mercado) ya discutido arriba; el de triple movimiento, propuesto originalmente por Nancy Fraser y utilizado aquí para ilustrar cómo algunas organizaciones se desmarcan del Estado para mantener un proyecto de autodeterminación campesina a través de redes de solidaridad mutua; la nueva ruralidad que se refiere a cómo grupos socialmente privilegiados resignifican espacios marginados de la Patagonia para mercantilizarlos a través de nuevos imaginarios construidos en torno a la naturaleza prístina; la licencia social para operar y la reciprocidad negativa, dos conceptos que claramente ilustran los mecanismos utilizados por las empresas mineras para obtener control sobre el territorio a cambio de nada. Es claro que, en función de sus propios intereses, cada lector o lectora del libro seguirá descubriendo paradojas que dan mucho para pensar, así como conceptos útiles para aprehender la realidad tan cambiante de nuestro continente.
Desde el punto de vista de esta lectora, el libro tiene tres inconvenientes. El primero es su extensión. La mayoría de los capítulos son largos y minuciosos, y podrían ser bastante más cortos y concisos sin perder claridad y capacidad demostrativa. El segundo inconveniente es que algunas contribuciones son demasiado teóricas y tienen poco contenido empírico, por lo que una se queda con la duda de si lo que se describe en el libro es realmente lo que está pasando, particularmente desde la voz de las principales personas afectadas. En varios capítulos hacen falta datos duros (por ejemplo, estadísticas de caída de precios, reconversión productiva o nuevos nichos de inversión) que podrían fortalecer el análisis. Tercero y último, sólo un capítulo tiene una mínima reflexión sobre las dimensiones de género del neoliberalismo verde. Lo más lamentable es que siendo un capítulo de tipo comparativo entre Vietnam y México, dicha reflexión se refiera sólo a Vietnam. La mitad de la población de cada país, así como los pueblos originarios para el caso chileno, y quizás para otros lugares que esta lectora desconoce, brillan por su ausencia. A pesar de estos inconvenientes, por los motivos señalados arriba, el libro debe ser leído para seguir haciendo aportes a esta temática.
Notas