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Las migraciones y el tránsito simbólico hacia ciudadanías aéreas
Luis Javier Hernández Carmona
Luis Javier Hernández Carmona
Las migraciones y el tránsito simbólico hacia ciudadanías aéreas
Encuentros, vol. 17, núm. 01, pp. 67-79, 2019
Universidad Autónoma del Caribe
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Resumen: En este trabajo se abordan las migraciones desde el punto de vista ontosemiótico, e intenta dar cuenta de las prácticas discursivas establecidas a través del tránsito simbólico hacia la construcción de ciudadanías aéreas como formas de representar la patemia que busca resarcir los vínculos de los sujetos entre los espacios originarios y las realidades trasplantadas. Para de esta forma desarrollar un planteamiento fundamentado no sólo en la movilidad física, sino en la articulación de metáforas y alegorías dentro de la resignificación de acontecimientos a través de lógicas de sentido patemizadas que desbordan lo crasamente lexical, e instauran una cosmovisión desde los imaginarios y su implicación en los discursos culturales.

Palabras clave:imaginarioimaginario,nostalgianostalgia,ciudadaníaciudadanía,patemiapatemia,tránsitotránsito.

Abstract: Migrations are discussed from the point of view ontosemiotic in this work, and it tries to give an account of the discursive practices established through the symbolic transit towards the construction of aerial citizenships as ways to represent the patemia seeking compensate the links of the subjects between the originating spaces and transplanted realities. For in this way develop an approach based not only on physical mobility, but in the articulation of metaphors and allegories within the resignification of events through logic of sense patemizadas that overflow the grossly lexical (e) they found a worldview from the imaginary and their involvement in the cultural discourses.

Keywords: imaginary, nostalgia, citizenship, patemia, transit.

Resumo: Este trabalho trata das migrações desde o ponto de vista ontosemiótico e busca dar conta das práticas discursivas estabelecidas pelo trânsito simbólico para a construção de cidadanias aéreas como formas de representar a patemia que busca compensar os vínculos dos sujeitos entre os espaços originais e realidades transplantadas. A fim de desenvolver uma abordagem baseada não apenas na mobilidade física, mas na articulação de metáforas e alegorias dentro da ressignificação de eventos através da lógica de patemizadas de sentido que transbordam o léxico crasso, e estabelecer uma visão de mundo a partir do imaginário e seu envolvimento em discursos culturais.

Palavras-chave: imaginário, nostalgia, cidadania, patemia, trânsito.

Carátula del artículo

Artículos

Las migraciones y el tránsito simbólico hacia ciudadanías aéreas

Luis Javier Hernández Carmona
Universidad de Los Andes-Venezuela., Venezuela
Encuentros, vol. 17, núm. 01, pp. 67-79, 2019
Universidad Autónoma del Caribe

Recepción: 29 Octubre 2018

Aprobación: 08 Diciembre 2018

1. Introducción

Vistas desde la perspectiva ontosemiótica, las migraciones se establecen como importantes campos simbólicos al permitir el establecimiento de significaciones del texto en los espacios referenciales que actúan en la interacción entre: sujetos, textos y contextos. Paralelamente, coexistentes en los intercambios de la cultura del migrante con los medios de comunicación e industrias culturales para forjar la identidad trasplantada que vinculará nociones: de lo nacional, las desigualdades, agregaciones y sustituciones dentro de la conformación de un registro diversificado, muchas veces antagónico, pero siempre enriquecido por esa dinámica de la representación simbólica.

De esta manera estamos en presencia de estructuras discursivas que impelen en la construcción de nuevas formas de representación simbólica que cohabitan en escenarios de significación, e indudablemente, dentro de las relaciones establecidas por los discursos del poder, tal y como lo referencia Van Dijk (2009), cuando trata las migraciones en función de:

Las estructuras [que] pueden derivar de -y orientarse hacia la construcción de las mismas estructuras mentales, es decir, actitudes e ideologías negativas en torno a las minorías y la inmigración. Y considerando que, tanto entre las élites como entre la población en general, tales cogniciones dominantes del grupo inspirarán nuevamente discursos y prácticas sociales igualmente negativos, podemos comenzar a entender cómo el discurso, y especialmente el discurso público de la élite, está implicado de manera crucial en la reproducción del racismo (Van Dijk, 2009, pp. 203-204).

En este sentido las migraciones en la práctica discursiva están asociadas a la tensión y distensión producida por los espacios polifigurativos más allá de lo estrictamente lingüístico-lexical e instaurado dentro de cadenas metafóricas que conservan los principios originarios e identitarios de los migrantes; efectos apreciados preponderantemente dentro de lo artístico y lo culinario, dos formas de prevalecer dentro de las realidades trasplantadas; cuyas posibilidades de significación, en principio perciben al migrante como ajeno, para luego, permitir su incorporación sostenida por los sincretismos a manera de elementos generadores de sentido y significación.

Tal es el caso de Latinoamérica luego de la llegada de los europeos donde surge un proceso de constante referencia, e indudablemente, constituyente del discurso cultural a través de realidades trasplantadas generadoras de campos simbólicos hibridados a partir del lenguaje como elemento mediador y recipiendario de las confluencias estéticas. Insistiendo en la importancia de la literatura a manera de escenario simbólico por excelencia, que desde las Crónica de Indias hasta nuestros días, guarda importantes claves para la interpretación de este importante fenómeno.

De allí que las migraciones generen intercambios para establecer maneras de resistencia y supervivencia al permitir la adaptabilidad en medios engendrados a través de conflictos, discriminaciones y hasta agresiones para los migrantes, quienes se ven supeditados a enmascarar muchos rasgos identitarios para lograr sobrevivir y ser aceptados en los espacios hacia donde migran; lo que lleva a conformar transversalidades simbólicas enriquecedoras de contextos culturales que desde la mestización de las referencialidades articularán nuevas formas de expresión colectivas e individuales, ambas en un binomio indisoluble.

Y sobre este aspecto, un ejemplo fehaciente es la actual situación de los migrantes latinoamericanos, tanto fuera como dentro del continente, buscando mejores condiciones de vida, huir de la violencia o la persecución política e ideológica, que indudablemente han creado una nueva colonización en diferentes partes del mundo; que además de los cambios significativos en el ejercicio profesional o situaciones laborales, crean protestas o implacables medidas migratorias, restringiendo la capacidad de movilidad de todos aquellos que buscan mejores condiciones de vida. Y es interesante cómo el fenómeno migratorio se ha invertido, creando importantes evidencias para estudios sociológicos sobre los cambios que ha experimentado Latinoamérica en los últimos años; muy en contraste con la visión de los siglos pasados, cuando este continente aún conservaba la magia y maravilla, el impacto y la novedad producida a los europeos, cuando la ‘invención de América’.

En este sentido, es menester acotar que, desde el punto de vista semiótico, una intención investigativa desde la Ontosemiótica es realmente enriquecedora, puesto que esta perspectiva metodológica como la hemos planteado, centra su atención en el sujeto y su relación con el texto y el contexto, determinando este sujeto como unidad patémica que desde la relación intra e intersubjetiva, construye referencialidades de sentido y significación a través de la afectividad-subjetividad. En tal caso, y con referencia a Latinoamérica, la nostalgia es isotopía fundamental para concatenar diversos espacios de significación desde lo plenamente existencial, un creativo puente que permite el entrelazamiento los espacios simbólicos a través de la memoria y las refiguraciones de acontecimientos a partir del recuerdo y la construcción de nuevas lógicas de sentido.

De ese movimiento migratorio quedan sólidas evidencias en la arquitectura, lo culinario, el arte y la literatura, entre otras formas expresivas para representar ideas y códigos culturales en función de lo nacional constituido a partir de una mestización cargada de sentido a través de las empatías y sentidos de pertenencia como otra forma de constituir identidades colectivas-patrimoniales, que a juicio de Canclini (1989): “Realizada primero bajo la forma de dominación colonial, luego como industrialización y urbanización bajo modelos metropolitanos, la modernidad pareció organizarse en antagonismos económico-políticos y culturales: colonizadores vs. colonizados, cosmopolitismo vs. Nacionalismo” (pp. 288-289).

Por lo que podemos deducir la importancia de las migraciones en las relaciones interculturales y los desplazamientos simbólicos desde Latinoamérica hacia el mundo:

La internacionalización latino-americana se acentúa en las últimas décadas cuando las migraciones no abarcan sólo a escritores, artistas y políticos exiliados, como ocurrió desde el siglo pasado, sino a pobladores de todos los estratos. ¿Cómo incluir en el esquema unidireccional de la dominación imperialista los nuevos flujos de circulación cultural suscitados por los trasplantes de latinoamericanos hacia los Estados Unidos y Europa, de los países menos desarrollados hacia los más prósperos de nuestro continente, de las regiones pobres a los centros urbanos? (García Canclini, 1989, p. 290).

Desde los postulados de la sociosemiótica, particularmente desde los preceptos de Yuri Lotman, la periferia avanzará hacia los centros, y de allí, a partir de los antagonismos, en las fronteras se articulará una importante dinamia cultural que posibilita la inserción de referencias para permitir el sostenimiento y adaptabilidad entre las culturas de una nueva manera de colonizar-resignificar contenidos culturales mediados entre los conceptos de región y universalidad:

Esto estimula un impetuoso auge semiótico-cultural y económico de la periferia, que traslada al centro sus estructuras semióticas, suministra líderes culturales y, en resumidas cuentas, conquista literalmente la esfera del centro cultural. Esto, a su vez, estimula (por regla general, bajo la consigna del regreso «a los fundamentos») el desarrollo semiótico del núcleo cultural, que de hecho es ya una nueva estructura surgida en el curso del desarrollo histórico, pero que se entiende a sí misma en metacategorías de las viejas estructuras. La oposición centro/periferia es sustituida por la oposición ayer/hoy (Lotman, 1996, p. 28).

Entonces las distenciones entre presente y pasado se hacen profundamente productivas a razón de embrague de la memoria que permite atar tiempos y espacios, refundar experiencias y vivencias en torno al imaginario cargado de formas simbólicas que permanecen más allá de las diferencias ideológicas, políticas, étnicas, entre otras. Siendo la memoria el punto intermedio entre los presentes narrativos conformados a través de las prácticas discursivas, que, en adelante, representarán una de las mayores isotopías a manejar en la presente reflexión, al asumir la literatura como el gran abanico de horizontes configurados en el tránsito migratorio. E insisto, no es simplemente una movilidad física-geográfica, sino que comporta un viaje hipertélico2 del sujeto hacia el sujeto mismo y sus mundos de significación.

En tal sentido la noción de identidad trasplantada tendrá un primer escenario en la memoria y sus posibilidades de combinatorias simbólicas para producir nuevos ejes referenciales amalgamados en lo patémico; de esta forma, memoria y procesos de recordación cumplen un rol puntual en la conformación de identidades paralelas a la originaria mediante la operatividad de relaciones discursivas constituyentes de una referencialidad transversalizada desde diferentes ejes de enunciación o formas de circulación de las formas enunciativas; enriqueciendo por demás toda la cadena de significación. Así las formas trasplantadas configurarán la base del campo semiótico a establecerse a partir de la memoria en sus más férreas potencialidades simbólicas.

Por los momentos volvamos a la sociosemiótica para reafirmar las migraciones como un proceso profundamente antagónico, pero al mismo tiempo productivo, que en su interior consiente una positividad como lo afirmó Julio Cortázar al referirse a este polémico tema, y según lo referido por Lotman desde las relaciones interculturales, el péndulo que oscila entre las fronteras a establecerse: “De los dos lados de esa frontera, los movimientos interculturales muestran su rostro doloroso: el subempleo y el desarraigo de campesinos e indígenas que debieron salir de sus tierras para sobrevivir. Pero también está creciendo allí una producción cultural muy dinámica” (Lotman, 1996, pp. 290-291).

De esta manera los movimientos migratorios no solo comportan traslados físicos hacia determinados espacios geográficos-culturales, sino también es la trasmigración simbólica diversificada mediante el intercambio de referencialidades que sirven de puente entre el espacio originario y el espacio emergente, que nunca puede ser clasificado de definitivo, puesto que es la constitución de lo que en adelante, llamaré ciudadanía aérea. Entendida esta ciudadanía como forma de flotación entre universos de significación nutridos en la convergencia de tiempos y lugares, principios y ensoñaciones a razón de formas enunciativas.

Y esta categorización de ciudadanía aérea la asumo desde la idea de Repúblicas aéreas manejadas por el Libertador Simón Bolívar para referirse a la América mestiza y su imposibilidad para asentarse sobre bases sólidas que permitieran la relación empática de sus ciudadanos, a pesar de las constituciones hasta ahora redactadas. Porque en función de las migraciones, la figura de Bolívar es profundamente significativa, puesto que su vida estuvo signada dentro de la movilidad entre centros y periferias, exilios y reencuentros que lo llevaron a reconciliarse con el colectivo, pero nunca jamás consigo mismo.

Bajo esta óptica quiero hacer referencia a Bolívar, el humano ser3 , con especial énfasis al sujeto potencialmente migrante entre realidades históricas y realidades patémicas que siempre pueden leerse entre líneas en sus documentos, quienes obviamente no fueron hechos con finalidad afectiva-subjetiva, pero dejan traslucir esa búsqueda de la intimidad fundante, y como ejemplo, surge la Carta de Jamaica (1815), donde indaga en la noción americana de los sujetos al intentar presentar alternativas de gobierno en una sincrética realidad que rebasa las formalidades y las excepciones:

¿Se puede prever cuando el género humano se hallaba en su infancia rodeado de tanta incertidumbre, ignorancia y error, cuál sería el régimen que abrazaría para su conservación? ¿Quién se habría atrevido a decir tal nación será república o monarquía, ésta será pequeña, aquélla grande? En mi concepto, esta es la imagen de nuestra situación. Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares; nuevos en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejos en los usos de la sociedad civil.

Más aún, al final de su existencia, Bolívar se potencia a manera de sujeto migrante que crea una importante práctica discursiva e intenta develar al sujeto frente a las dificultades y traiciones; una etapa que ha sido calificada por muchos como la del desencanto, yo particularmente la considero la de la nostalgia, entendida esta como la manera de resignificar desde lo afectivo la existencia y la vinculación del sujeto a razón de lógica de sentido. Hecho en el cual la literatura ha encontrado su campo más fértil para producir sus arracimados frutos, tal es el caso de la novela El General en su laberinto de Gabriel García Márquez, obra en la que el personaje histórico cede su rol protagónico al ser sensible que reflexiona sobre sí mismo desafiando los preceptos del discurso del poder estatuido en función de la referencialidad histórica.

En la obra anteriormente mencionada, el presente narrativo posibilita la proyección del personaje Bolívar patemizado frente a un espejo desde donde puede reconstruir su vida desde la debilidad y la pasión como contratapa de los óleos emblemáticos que lo alejan de toda sensibilidad para elevarlo hacia regiones inaccesibles, al darle una nueva notación al personaje en cercanía con una cotidianidad sentida y sensible para hacerlo más cercano al lector, al mismo tiempo, la crónica histórica se adereza con lo humano en la construcción de imaginarios más cercanos a los sujetos históricos que a los contextos; constituyendo el interesante planteamiento de reconstruir la historia desde la patemia, de escribir la verdadera historia a través de la literatura, y a su vez, permite otras migraciones hacia lo simbólico-subjetivo en la creación de imaginarios más intensos.

Bajo esta referencia surge otro elemento posibilitador de la identidad trasplantada: la trasmigración de la referencialidad simbólica a otros espacios para constituir la convergencia de los campos de significación –semióticos- a partir del sujeto y sus interrelaciones consigo mismo, los otros y los contextos –principio ontosemiótico-, para de esta manera posibilitar las fusiones simbólicas desde lo divergente/convergente. Elemento que dentro de la configuración de los discursos culturales tiene una enorme y significativa predominancia en cuanto a la antagonización como elemento generador de la variabilidad de formas enunciativas en el enriquecimiento de las relaciones de significación-representación.

En función de esta identidad trasplantada se configuran los espacios enunciativos a manera de ciudadanía sensible, más allá de lo normativo-jurídico de los órdenes constitucionales, y en referencia a los estamentos empáticos, de apropiación de espacios por parte del sujeto; espacios en los cuales se desborda lo crasamente geográfico para instituirse la simbolización desde lo patémico, experiencial, mundos primordiales y todas aquellas referencialidades que se hacen eco del enunciante mediante las relaciones intra e intersubjetivas.

Así la práctica discursiva se convierte en migración del espíritu hacia el espíritu mismo; punto de partida y destino en la circularidad de las particularidades que permiten establecer las empatías a partir de la memoria y el sentimiento en la recurrencia de las ciudadanías en sus diversas acepciones, que desde el orden histórico-social las podemos encontrar simbolizadas en las concepciones positivistas, cosmicidad de las razas o ciudadanías americanas. No obstante, a esos mecanismos o intentos de definición es importante destacar a Latinoamérica desde la identidad trasplantada; tierra de la utopía, o espacio de migración en el cual se buscan nuevos espacios de realización, tanto reales como simbólicos-ficcionales, que encuentran su gran metáfora en dos comarcas cósmicas: Comala y Macondo, alegorías de lo siempre pretendido en el sello de la autenticidad americana, o en todo caso, de las ciudadanías aéreas.

Por lo que encontramos otra particularidad de la identidad trasplantada, la cual está enmarcada en las rutas establecidas hacia la asunción de la conciencia cósmica a manera de paralelismo semiótico en cuanto a la conciencia histórica; instancias en las cuales es posible la fusión simbólica de las nociones de lo real y las nociones de lo ficcional en la constitución de los imaginarios sustentadores de los discursos culturales; posibilitadores de la amalgama de la paridad convergente/divergente entre lo objetivo y lo subjetivo como espacios enunciativos complementarios de la acción humana encarnada en el lenguaje a manera de mediador entre los sujetos y sus formas de narrar el mundo.

En esta identidad trasplantada en la literatura, pero devenida de una realidad legitimadora, el sujeto nunca deja de ser sujeto sino que se encubre y desdobla en las convergencias simbólicas, circulan las ciudadanías aéreas bajo el enraizamiento del espíritu como espacio enunciativo, al mismo tiempo, crean las posibilidades de reinterpretar los acontecimientos fuera de los cánones establecidos por los discursos del poder en las intenciones de etiquetar, periodizar o homogeneizar la referencialidad de los discursos culturales; pretensión más que evidente en la ubicación de los movimientos estéticos fundados en la manifestación y libertad del espíritu, cuando son referidos o exiliados en categorizaciones de corrientes o escuelas estéticas,

Y en estos momentos de la reflexión, pareciera que América está signada por el estigma migratorio, ya en 1830, en los predios del exilio y las postrimerías de la muerte (09 de noviembre), lo advertía Bolívar: “La única cosa que se puede hacer en América es emigrar”, y precisamente en esa etapa de vida, el Libertador migra a los espacios íntimos de su Ser para reconocerse profundamente humano a partir de lo que podemos llamar una migración trascedente hacia la identidad trasplantada, quien circula en torno a la resignificación patémica para construir una lógica de sentido completamente diferente a lo crasamente histórico-objetivo, y así queda patentizado en carta enviada a Manuela Sáenz el 20 de abril de 1825: “En lo futuro tu estarás sola aunque al lado de tu marido. Yo estaré solo en medio del mundo. Sólo la gloria de habernos vencido será nuestro consuelo. ¡El deber nos dice que no somos más culpables! No, no lo seremos más”.

Lo que originalmente reconoció como una huida para castigar a sus enemigos se transformó en el encuentro consigo mismo dentro de las circunstancialidades patémicas que logran reivindicar el espíritu a través de la transgresión de los cánones sociales, simbolizando más que una salida de Venezuela hacia su destino mortal final, porque deja en su escritura esa estela del ser migrante, quien a través de la palabra, imposta huellas más profundas que los estertores bélicos y glorias épicas asfixiantes de la heroicidad acartonada en los nichos que hoy día sirven de patíbulo al tratar de removerle la conciencia de trascendencia devenida de las acciones bélicas-libertarias o de las profundas reflexiones sobre las acciones humanas y su proyección en los muros del tiempo.

Aun cuando toda migración apunta hacia la constitución de una identidad trasplantada, encontramos una sentida diferencia entre el migrante que acude a la literatura para establecer ese monólogo desdoblado en diálogo impenitente por las realidades históricas y artilugios de la imaginación, a quien sólo transita lugares y cruza fronteras físico-geográficas. Porque escribir es sinónimo de migrar hacia regiones encantadas que solo la palabra literaria puede revelar como mágico telón para dejar ver representaciones de esa ciudadanía aérea sostenida en el espíritu desdoblado en universalidad patémica que envuelve a todos los seres. Entonces, la literatura da cuenta de las migraciones físico-geográficas a través del maravilloso ornamento de lo simbólico encarnado en el discurso metafórico como el gran recurso para exteriorizar en su más profundo sentido: el mundo íntimo dentro de una cosmovisión cósmica.

2. Migración, discursos sensibles y sujetos trascendidos

De esta manera estamos frente a la creación de lazos empáticos soportados por la afinidad sensible-afectiva del sujeto migrante que enuncia su mundo desde la diversidad convergente, creando un orden representacional sostenidos en la relación de las realidades y contextos a través de la paridad oposicional que interpreta los espacios originarios y los espacios emergentes, creándose en medio de ellos, la manifestada ciudadanía aérea que funciona como péndulo que une y diversifica. De esta manera los tránsitos físicos crean al mismo tiempo tránsitos textuales que dan cuenta de ese sujeto migrante diversificado en espacios de significación, en tal caso, como actos esenciales de significación.

Y una de las muestras fehacientes de esa ciudadanía aérea es el exilio a manera de frontera que permite la reflexión subjetivada y creación de lógicas de sentido más allá de las causalidades sociales, económicas, políticas, bélicas, y todas aquellas que inducen a los individuos a migrar de sus espacios de origen hacia otros en busca de nuevas posibilidades y oportunidades. En caso concreto, América Latina ha sostenido en el exilio una diversa amalgama entre nostalgia y creación, donde los escritores han encontrado el escenario polifigurativo para trasplantar sus más profundas esencias que representan la ciudadanía aérea; en voz y palabra de Eduardo Galeano:

Crisis de identidad, angustias de desarraigo, fantasmas que acosan, que acusan; el exilio plantea dudas y problemas que no necesariamente conoce quien vive lejos por elección. El desterrado no puede volver al propio país o al país elegido como propio. Cuando uno es arrojado a tierras extranjeras, queda muy a la intemperie el alma y se pierden los habituales marcos de referencia y amparo. La distancia crece cuando es inevitable (1987, p.45). (Resaltado en el original).

Con la anterior inserción textual de Galeano, quiero significar la implicación de toda migración dentro de un exilio que hace migrar al sujeto entre mundos reales y mundos ficcionales-simbólicos constituidos en particular imaginario para enlazar un mundo antecedente y un mundo consecuente, que indudablemente tiene en la literatura y el arte la frontera donde converge la significación/representación más genuina y sentida: la ciudadanía aérea. Obviamente, como ya se ha apuntado, esa frontera se diversifica en lo culinario, mítico, cósmico, vivencias y experiencias constituidas en agregaciones de un gran universo simbólico: he allí la circulación de una retórica divergente en cuanto al sentido más allá de las formas.

Al respecto, además de todas las configuraciones sociológicas, económicas, antropológicas y disciplinas afines, que comportan las migraciones, ellas convergen en la constitución de un campo semiótico, que a futuro, podríamos justificar bajo la nominación de semiosis de las migraciones como formas de interacción del desplazamiento entre espacios geográficos y simbólicos, y con ello esperemos en los próximos tiempos una manifestación literaria que insista en las migraciones a manera de ejes temáticos, así como ayer lo constituyó en Latinoamérica, la literatura del exilio; en reflexiones de Mario Benedetti:

El escritor que vive desgajado de su suelo y de su cielo y de sus cosas y de su gente, no es alguien que aborda el exilio como un tema más, sino tan sólo un exiliado que, además, escribe. El obligado exilio siempre trae consigo una cierta inseguridad, que por supuesto no es el mejor ámbito para el trabajo literario (ni para ningún trabajo). Quizá sea posible, en el mejor de los casos, escribir un poema o una letra de canción, pero ya es muy difícil escribir, en esas irregulares condiciones, una novela o un ensayo de envergadura. Hay géneros que, por su misma índole requieren un ritmo diario de labor, un clima sostenido, y eso no siempre es posible en el exilio. Algún día habrá de buscar la influencia de la policía, del ejército y de los funcionarios de emigración, en la adopción de géneros por parte de las promociones literarias que padecieron y padecen represión en América Latina. Y es probable que esa no buscada influencia sea mayor que la de Borges o Neruda (1978, pp. 35-36).

E indudablemente se construye una nueva forma de escribir la historia desde una crónica de las migraciones, patentizando al sujeto, sus tránsitos y vicisitudes. La crónica que parte y desgarra la experiencia personal a manera de punto de partida e inflexión entre mundos y realidades abiertas a razón de espacio representacional. Y lo que vaticinó Benedetti en 1978 en la ciudad de Mérida, Venezuela, hoy se hace realidad, hoy día se escribe una nueva crónica que evidencia las migraciones desde el universo simbólico de la cotidianidad forjada por medio de la realidad constituida y el mundo primordial resguardado en las alforjas que acompañan al migrante.

Porque al hablar de realidad constituida y mundo primordial se hace bajo la propuesta del embrague entre realidades, contextos y subjetividad erguida a manera de catalizador para sostener los sujetos atados a ese espacio que evoca los orígenes y siempre acompaña al migrante en su devenir. Un ejemplo de ello lo tenemos en la trilogía del Mar Dulce (La crónica falsa, 1968, Los judíos del Mar Dulce de 1971, y A las 20:35 la señora pasó a la inmortalidad, de 1979) de Mario Szichman4. donde una familia judía, los Pechof, hibridan un mundo de tradiciones con la cotidianidad argentina para construir entre: relato, cinematografía, crónica periodística, una narración que puede verse tanto desde los dobleces de la realidad histórica, como desde los pliegues de la historia familiar entreverada por el sincretismo, las diferencias cotidianas y el desamor de unos personajes que escriben su memoria a manera de glosas de la intemperie.

Y dentro de la cosmovisión de esta migración denominada en párrafos anteriores transcendente, por esa conversión entre mirada, palabra poética y ensoñación a razón de elementos edificantes de la práctica discursiva que rebasa lo meramente lexical, los elementos telúricos5 se hacen ejes temáticos que sostienen asido al enunciante con esos mundos primordiales, tal es el caso de Pablo Neruda, quien se reconoció errante en medio de la literatura, a ritmo de una voz acompasada en un laberinto de miradas:

Yo soy el peregrino/de Isla de Pascua, el caballero/extraño, vengo a golpear las puertas del silencio:/uno más de los que trae el aire/saltándose en un vuelo todo el mar:/aquí estoy, como los otros pesados peregrinos/que en inglés amamantan y levantan las ruinas:/egregios comensales del turismo, iguales a Simbad/y a Cristóbal, sin más descubrimiento/que la cuenta del bar (1977ª, p. 13).

De esta manera se hace un ingreso a la cotidianidad en la esencia del sujeto a través de los espacios reales y literarios, a ese mismo sujeto que en momentos puede verse desencajado de las realidades a través del destierro, pero territorializado mediante una identidad trasplantada, que a su vez crea una ciudadanía aérea –sensible, sustituta de la pérdida- , en medio de la añoranza de los espacios originarios, tal y como lo interpreta el mismo Neruda en su poema Exilio:

El destierro es redondo:/un círculo, un anillo:/le dan vueltas tus pies, cruzas la tierra,/no es tu tierra,/te despierta la luz, y no es tu luz,/la noche llega: faltan tus estrellas,/hallas hermanos: pero no es tu sangre./Eres como un fantasma avergonzado/de no amar más que a los que tanto te aman,/y aun es tan extraño que te falten/las hostiles espinas de tu patria,/el ronco desamparo de tu pueblo,/los asuntos amargos que te esperan/y que te ladrarán desde la puerta (Neruda, 1977b, p. 29).

En la búsqueda de especificidades desde lo particular y local hacia la universalidad, surge el sentimiento ambivalente entre pertenencia y desarraigo, en el cual los imaginarios se homologan desde la patemia como fronteras bifurcadas en función de los sujetos tendidos y distendidos en sus experiencias como arcos para cubrir las carencias y conjugar las desmemorias que acechan las conciencias migrantes. Sirviendo la anterior puntualización a manera de estructurante de la semiosis del migrante devenida en necesidad subjetiva, además de forma enunciativa de las ciudadanías aéreas en la construcción de imaginarios socioculturales.

Y precisamente desde la universalidad homologada a través del sentimiento, las regiones geográficas se hacen espacios contrastantes de afectos que se han fundido en la tradición familiar, en la cual, el migrante traslada su espacio representacional al otro que lo reproduce desde la maravilla y la ensoñación. Para muestra de ello traigo a colación al poeta venezolano Vicente Gerbasi, a mi modo de ver, el más universal de las letras nacionales por la combinatoria de sus textos entre lo telúrico y lo cósmico, quien en un largo texto titulado Mi padre el inmigrante, establece metafóricas evidencias de la construcción argumentativa-conceptual de un padre que pudiera ser el suyo, pero legado a la humanidad como la más exquisita presencia universal:

De todo tu andar de antiguo caminante,/de todo tu sufrir en desamparo,/de soportar el peso del hacha o del saco,/de asistir al herido y repartir el pan,/solo se quedó una casa,/a cuya puerta escribiste algunas palabras de la Biblia./Aquella fue mi casa./Mi casa pintada de cal, allá en mi aldea,/escondida entre el café y el cacao./Otras casas había, rojas, azules, verdes, amarillas, en mi aldea, que entre árboles/jugaba con niños y caballos/Había una plaza con cabras y almendrones de apacible/sombra (Gerbasi, 1970, p. 84).

Los mundos primordiales engarzados a la infancia y las ensoñaciones telúricas permiten que la figura del padre-caminante desande por los laberintos de la memoria guiados por la referencialidad ensoñativa como desencadenante de la semiosis del migrante hacia la trascendencia y el encuentro con el sujeto en medio de la articulación espiritual, que a su vez, es dialogismo simbólico representado por la contextualización de lo sensible a manera de estructurante fundamental de la práctica discursiva develada a través del discurso poético, o estético, en general.

De esta manera la ciudadanía aérea se constituye en amalgama de lo local-nacional con lo universal confluido en la dilución de las fronteras para convertirse en el gran escenario simbólico de las identidades trasplantadas que homologan a través de la literatura y la palabra, lo disgregado en medio de realidades y contextos. Por lo que a Vicente Gerbasi respecta, mundos nacionales y mundos nórdicos conforman la geografía poética encarnada en la aldea cósmica6 en la cual los migrantes crean la ciudadanía aérea, se transforman en ciudadanos del mundo configurado por el dialogismo simbólico prolongador de toda la heredad que alimenta y sostiene más allá de la realidad sostenida en el curso histórico-cronológico: “Hijo desencadenado soy,/furia reconquistada,/ensoñación ante las puertas sagradas./El resplandor ha coronado mi frente,/y la cumbre derrama sus hielos bajo el sol./Oye mi soledad cuando te llamo/desde los precipicios./Escucha las campanas siderales/doblando sobre las aldeas siderales” (Gerbasi, 1970, p. 87).

La cosmicidad telúrica procura la transformación de los referentes en intricadas formas simbólicas para evidenciar el tránsito poético que supera los espacios físicos-geográficos para transformarlos en función del peregrinaje; al permitir reconstruir los mundos íntimos desde la mirada poética como otra forma de alcanzar lo pretendido, al mismo tiempo de recuperar lo ido en medio de las migraciones de la vida. De esta manera surgen las imágenes desdobladas en cuerpo simbólico para constituir los duendes que dictan los preceptos afectivo-sensibles, alentando la memoria en su lucha contra el olvido y el desarraigo; creando una perspectiva en el tiempo que permita habitar indistintamente espacios inmanentes o simbólicos; quienes siempre se manifestarán en la profunda coalición entre racionalidad y patemia.

Porque indudablemente el ejercicio de la literatura es la manifestación del peregrinaje creador y salvífico que hace de las incertidumbres, certezas. Escribir es deambular por los angulosos e intrincados caminos de la memoria tras los recuerdos que siempre migran trayendo nuevas vivencias e incorporando los artilugios de la imaginación para nunca dejarnos de maravillar. Y así lo plasma Gabriel García Márquez en el prólogo de su libro doce cuentos peregrinos

Los recuerdos reales me parecían fantasmas de la memoria, mientras los recuerdos falsos eran tan convincentes que habían suplantado la realidad, de modo que me era imposible distinguir la línea divisoria entre la desilusión y la nostalgia. Fue la solución final. Pues por fin había encontrado lo que más me hacía falta para terminar el libro, y que sólo podría dármelo el trascurso de los años: una perspectiva en el tiempo (1992, p.19).

Fundamentalmente eso es la semiosis del migrante, crear una perspectiva del tiempo a partir de las identidades trasplantadas en la convergencia simbólica de las ciudadanías aéreas, en las cuales los objetos a partir de lo ensoñativo como proceso de constitución discursiva, se transfiguran en trascendentes. Paralelamente, crea la conciencia del arraigo de sujetos trascendidos por medio de la palabra a manera de vinculante entre lo ausente y lo evocado dentro de la figuración que sirve para resguardarse de la intemperie del exilio o las acechanzas del desarraigo, la desmemoria y el olvido.

Bajo estos criterios de la semiosis del migrante, escribir es consustancial con andar; ser andariego como los juglares que entonaron la palabra a manera de vida; porque la literatura posibilita las migraciones hacia el espíritu y mundos interiores donde mora la ciudadanía aérea que permite el tránsito simbólico no solo entre localidades sino entre figuraciones y construcción de imaginarios que soslayan los discursos culturales para convertirlos en manifestaciones patémicas que cuentan historias diferentes, abren nuevos caminos y posibilidades para continuar migrando entre mundos posibles y dudas razonables.

Consensuadas las ciudadanías aéreas dentro de los espacios semióticos como escenarios de creación en función de la intemporalidad y recurrencia de instancias patemizadas a través de la escritura, es menester referir por precisión metodológica, el proceso de circulación de los sistemas de representación en cuanto a la construcción de lógicas de sentido, para el consiguiente surgimiento de la argumentabilidad que en momentos rompe con los esquemas extremadamente racionales de la objetividad negada a reconocer lo subjetivo como mecanismo de lectura e interpretación de realidades más allá de lo histórico, social o cultural.

En tal sentido la literatura transfigura espacios para que los acontecimientos no solo hablen, sino posibiliten la apertura de diálogos sustentados por la interrelación simbólica en su incesante dialéctica de la creación, en las cuales, la retórica va más allá de las formas artísticas normadas para la persuasión o la expresión correcta, sino, sustentadas desde la transversalidad referencial y dialéctica de la figuración, en las cuales, los procesos ensoñativos y creación de retóricas subjetivadas, despierta voces para animar espiritualidades, destacando la suprasensibilidad como elemento de imprescindible circulación en la semiosis del migrante para la vinculación de los espacios originarios con los trasplantados; la vigilia en realidades concretas unidas a los sueños rememorativos del tránsito sobre los caminos recorridos.

De esta manera los procesos ensoñativos son actos esenciales de significación, ubicando su radio de acción dentro de la transtextualidad de las relaciones semióticas motivadas (Genette, 1974), para la generación de nuevas retóricas “(si se quiere) que nos falta (entre otras) para actuar sobre el motor del mundo y que sería una semiótica de los discursos. De todos los discursos” (Genette, 1974, p. 22). Y dentro de esta semiótica de los discursos, destaca la semiosis del migrante en la constitución de relaciones de significación y lógicas de sentido con materias significantes tan sincréticas como la vida misma que es intentada habitar desde los predios de la literatura.

3. Conclusiones

La palabra y la bifurcación de senderos

A manera de conclusión perentoria asumo el epígrafe de Michel De Certau que encabeza este trabajo para concebir la vida como entrecruce de fronteras que, en vez de demarcar, potencian a un sujeto migrante y fronterizo cuando este recurre a la literatura para configurar dialogismos simbólicos que permitan migran entre espacios físicos-geográficos y espacios de la sensibilidad trascendente. Y de esta forma no solo reflejar situaciones devenidas de la realidad tangible e inmanente de quienes tienen que salir de sus lugares de origen a buscar nuevas tierras y prontas oportunidades para rehacer sus vidas, sino que la palabra literaria es evidencia de las migraciones simbólicas hacia las territorialidades del espíritu para tratar de habitarlo.

Y específicamente estas migraciones simbólicas solo pueden ser explicitadas desde la literatura y las prácticas discursivas que involucran la subjetividad transcendente que permite ver a los enunciantes transparentados en los espacios originarios transidos por la sensibilidad, y he allí la bifurcación de senderos que permiten los encuentros a través del pacto lector o la complicidad ficcional como punto de encuentro y concreción del dialogismo simbólico a través de los senderos que se bifurcan, tal cual los describió Borges:

El sendero de los senderos que se bifurcan es una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo; esa causa recóndita le prohíbe la mención de su nombre. […] El jardín de senderos que se bifurcan es una imagen incompleta, pero no falsa, del universo tal como lo concebía Ts’ui Pên. A diferencia de Newton y de Schopenhauer, no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades (Borges, 1986, p. 48).

Y así, en la anterior cita, están contenidas las referencias que he querido dejar señaladas en este trabajo bajo la denominación de las migraciones como tránsitos simbólicos hacia ciudadanías aéreas, porque en la palabra y la expresión literaria se intenta la escritura de una bitácora de viaje a través de esos senderos bifurcados en la movilidad real y simbólica de los hombres que traspasan y trasvasan fronteras en constante devenir para intentar habitar los espacios desde una dimensión polifigurativa, que a su vez, permite la migración a través de la pluridimensionalidad temporal, donde los tiempos son sencillamente el entrecruce de miradas y reflexiones metafóricas.

En este sentido, la literatura es constante migración hacia espacios que nunca serán destino, sino momentos de reposo que intermedian entre: autor, texto y lector, para continuar la senda de las significaciones que mudarán de piel según las circunstancialidades enunciativas, campo experencial o vuelos del espíritu concretados en cada sujeto a través de su proyección reflexiva convergida en imágenes posibles o metáforas que argumentan una realidad consustancial con los entrecruces de las realidades históricas y las acepciones patemizadas que en el discurso literario encuentran los recursos ideales para manifestarse a través de la ocultación/revelación.

De por sí, avanzamos hacia un horizonte demarcado por circunstancias y propósitos, y al mismo tiempo, migramos hacia nosotros mismos en la construcción del imaginario patemizado como inventario figurado del Ser quien nunca será derrotado por la muerte o el olvido, porque a través de la palabra seguirá aferrado a esa ciudadanía aérea que transmigra convocada por la literatura y su mágica conversión en campos ensoñativos en los cuales los escenarios interpretativos se diversifican entre lo objetivo/subjetivo bajo la posicionalidad del individuo en cuanto a la trascendencia; esa materia significante que busca sus niveles de representación y significación a través del discurso metafórico para desbordar lo meramente textual y proveer lo simbólico; esto es, la posibilidad de enfocar la realidad desde la conciencia cósmica que balancea la referencialidad histórica. En este sentido la subjetividad se convierte en isotopía estructurante del discurso cultural como reinterpretación de la realidad a través de una red de cinestesias generadoras del hecho trascendente y la reivindicación del sujeto.

Bajo esta reflexión, el discurso desde las alternativas de la migración se hace holográfico al proyectar la realidad percibida por el sujeto enunciante-atribuyente dentro de su cotidianidad como la gran escenografía desde donde se interpretan los acontecimientos; la posibilidad de conversión de la imagen en discurso. Para que de esta manera se produzca la semiosis del migrante que soporta los imaginarios contenientes de las referencias del mundo real a través del estado de las cosas y el estado del sujeto. Esta semiosis se constituye en forma de narrar el mundo; forma de incorporar al sujeto a la creación de imaginarios y su conversión en discurso a través de la perspectiva estética, histórica o cultural.

De esta forma, las migraciones constituyen la formación de relaciones semióticas motivadas que se hacen práctica discursiva al permitir a los enunciantes mantenerse asidos a los espacios originarios a través del dialogismo simbólico que permite ‘habitar’ nuevas realidades trasplantadas y fundar una ciudadanía aérea que encarna la universalidad del Ser y sus circunstancialidades alegorizadas en el tránsito literario y la universalidad referencial.

Material suplementario
Referencias
Benedetti Mario (1987) “Las tareas del escritor en el exilio” en: Exilio nostalgia y creación. Mérida: Universidad de Los Andes.
Borges, Jorge Luis (1986) Ficciones. Caracas: Biblioteca Ayacucho.
De Certau, Michel (2000) La invención de lo cotidiano. Artes de hacer. México. Universidad Iberoamericana.
Genette, Gérard (1974) La retórica restringida, en: Investigaciones retóricas II. Buenos Aires: Editorial tiempo contemporáneo.
Galeano, Eduardo (1987) “El exilio entre nostalgia y creación” en: Exilio nostalgia y creación. Mérida: Universidad de Los Andes.
García Canclini, Néstor (1989) Culturas híbridas (Estrategias para entrar y salir de la modernidad). México: Grijalbo.
García Márquez, Gabriel (1992) Doce cuentos peregrinos. Colombia: Editorial Oveja Negra.
Gerbasi Vicente (1970) Antología poética. Caracas: Monte Ávila Editores.
Lezama Lima, José (1981) El reino de la imagen. Caracas: Biblioteca Ayacucho
Lotman, Iuri M (1996) La semiosfera I (semiótica de la cultura y del texto). Madrid: Frónesis.
Neruda, Pablo (1977a) La rosa separada. Barcelona: Seix Barral.
____________ (1977b) La espada encendida. Barcelona: Seix Barral.
Van Dijk, Teun (2009) Discurso y poder. Contribuciones a los estudios críticos del discurso. Barcelona: Gedisa.
Notas
Notas
2 Dentro de las connotaciones de viaje hipertélico se toman en cuenta las consideraciones del escritor cubano José Lezama Lima y sus teorizaciones de la poesía a manera de imágenes posibles para el “desdoblamiento del cuerpo en la interposición de la imagen […] Pero tanto el nacimiento de ese ser dentro del cuerpo como sus vicisitudes, o en ocasiones su oscuro desenvolvimiento, sólo puede ser testificado por la imagen” (Lezama, 1981, p. 219). (Resaltado en el original). Por lo que lo hipertélico redunda en la trascendencia de la imagen en correspondencia con la diversificación del cuerpo sensible expresado a través de los discursos detentadores de la subjetividad trascedente y trascendida.
3 La caracterización Bolívar, el humano ser insta hacia la configuración de una identidad trasplantada sobre el sujeto desde su patemia y completamente alejado de las glorias épicas y reconocimientos históricos-conmemorativos (la identidad conferida a través de la institucionalidad y discursos del poder) que lo han colocado en una especie de altar para ser venerado. Y donde es fácilmente comprensible la constante lucha del Libertador por reconocerse sujeto desde su interioridad, tal y como queda demostrado en Mi delirio sobre el Chimborazo, o las cartas de amor que cruzó con Manuelita Sáenz.
4 Escritor argentino, recientemente fallecido, cuya obra contiene un interesante planteamiento migratorio-simbólico que conjunta lo intrasubjetivo con las circunstancialidades históricas, planteando una crónica tanto histórica como urbana, patemizada y centrada en los sujetos a manera de centro de representación-significación. Y específicamente con la familia Pechof de la trilogía del Mar Dulce, hay sobradas evidencias para referir la construcción de una ciudadanía literaria (aérea) que es la que verdaderamente otorga el sostenimiento y centramiento de los personajes dentro de la alegoría de lo humano.
5 Los espacios telúricos, al igual que los mundos configurados por deidades, conforman un ejemplo preciso y definitorio de las identidades trasplantadas a partir de la transustanciación de lo humano hacia la convergencia simbólica como espacios de reconocimiento del sujeto a partir de mundos originarios y fundacionales. Siendo la tierra y Dios, las isotopías fundacionales de todo discurso convencionalizado desde las prerrogativas de la creación y sustentación del Ser en correspondencia con los espacios íntimos e hiperbolizados a partir de la subjetivación a manera de proceso de construcción de significación y lógicas de sentido.
6 La aldea cósmica representa los lugares que se habitan a través de esa ciudadanía aérea universalizada a través de la empatía, ciudadanía forjada en función a la memoria afectivizada que quiere rescatar lo paradisíaco, lo originario; refugiándose en la territorialización de la sensibilidad para crear mundos posibles que contribuyan al hombre en su reafirmación como sujeto sensible. De esta manera representar una contraparte a las propuestas sobre la aldea global como forma de unificación-homologación de sujetos y espacios.
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