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La afirmación de un Panamá extrovertido en las narrativas de Ángel Ricardo Martínez y Ramón Francisco Jurado
Humberto López Cruz
Humberto López Cruz
La afirmación de un Panamá extrovertido en las narrativas de Ángel Ricardo Martínez y Ramón Francisco Jurado
The Affirmation of an Extrovert Panama in the Narratives of Angel Ricardo Martinez and Ramon Francisco Jurado
Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe, vol. 13, núm. 1, pp. 131-147, 2016
Universidad de Costa Rica
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Resumen: Aspectos que descuellan en la narrativa contemporánea panameña proponen, como nuevas tendencias, dejar atrás ciertas convicciones temáticas, ya que se desea no tan solo superar algunos de los conceptos trabajados sino avanzar hacia otros desmontajes textuales. Con el propósito de añadir a las ideas precedentes, no de enmendarlas, se sugeriría que una vez que se expandieran los horizontes narrativos y se lograra una madurez literaria, el siguiente paso debería ser el indagar, con igual rasero, qué se podría lograr después. Es en este punto donde una lectura extrovertida de los espacios geográficos en cuestión, expuestos por Ángel Ricardo Martínez, en De Marruecos a Kenia. Crónicas de un panameño en África (2013) y Ramón Francisco Jurado, en Impulsos taliónicos (2013), pudiera arrojar nuevas posibilidades interpretativas. Esta propuesta genera, además, un acercamiento discursivo a los estudios transatlánticos y logra así una satisfactoria intersección en los textos analizados.

Palabras clave:Literatura panameñaLiteratura panameña,mapamapa,extroversión geográficaextroversión geográfica,Ángel Ricardo MartínezÁngel Ricardo Martínez,Ramón Francisco JuradoRamón Francisco Jurado.

Abstract: Aspects that stand out in contemporary Panamanian narrative propose specific new trends, namely leaving behind certain thematic convictions whose purpose has not only been superseded by some of the concepts previously worked but also been to advance to other methods of textual approximations. In order to add to the preceding ideas, not to amend them, it would be suggested that once the narrative horizons expand and literary maturity is achieved, the next step should be to investigate, with equal rigor, what could be achieved next. It is at this point that an extroverted reading of the geographical spaces in question, presented by Ángel Ricardo Martínez in De Marruecos a Kenia: Crónicas de un panameño en África (2013) and Ramón Francisco Jurado in Impulsos taliónicos (2013), would interject new interpretive possibilities. This proposal subsequently generates a discursive approach to transatlantic studies and, thus, achieves a satisfactory intersection in the texts analyzed.

Keywords: Panamanian literature, map, geographical extroversion, Ángel Ricardo Martínez, Ramón Francisco Jurado.

Resumo: Aspectos que se destacam na narrativa contemporânea panamense propõem, como novas tendências, deixar para trás certas convicções temáticas já que se deseja não só superar alguns dos conceitos trabalhados, mas também avançar para outras desmontagens textuais. Com a finalidade de agregar às ideias anteriores, e não corrigi-las, se sugeriria que uma vez que se expandirem os horizontes narrativos e se conseguisse alcançar a maturidade literária, o próximo passo deveria ser o de investigar, com a mesma precisão, o que se poderia alcançar depois. É neste ponto que uma leitura extrovertida dos espaços geográficos em questão, expostos por Ángel Ricardo Martínez, em De Marruecos a Kenia. Crónicas de un panameño en África (2013) e Ramón Francisco Jurado, em Impulsos taliónicos (2013), poderia lançar novas possibilidades interpretativas. Esta proposta gera, além disso, uma aproximação discursiva aos estudos transatlânticos e, assim, consegue uma satisfatória interseção nos textos analisados.

Palavras-chave: Literatura panamenha, mapa, extroversão geográfica, Ángel Ricardo Martínez, Ramón Francisco Jurado.

Carátula del artículo

Página abierta

La afirmación de un Panamá extrovertido en las narrativas de Ángel Ricardo Martínez y Ramón Francisco Jurado

The Affirmation of an Extrovert Panama in the Narratives of Angel Ricardo Martinez and Ramon Francisco Jurado

Humberto López Cruz1
University of Central Florida, Estados Unidos
Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe, vol. 13, núm. 1, pp. 131-147, 2016
Universidad de Costa Rica

Recepción: 31 Octubre 2015

Aprobación: 18 Enero 2016



Indios, blancos y negros, hierven en el mismo caldero.
De esa hervidura ha de salir, tiene que salir lo antes posible,
un sistema de sociedad donde queden abolidos
los privilegios de raza y de casta

Fuente: Gastón Baquero (1991, p. 17).

La conexión transatlántica ha generado el suficiente interés como para desarrollar un corpus que demande aproximaciones más minuciosas en sus estudios. Puede considerarse como un intento de ahondar en una problemática que ha estado latente desde que un lado del océano tuvo conciencia de la existencia del Otro y, como es de suponer, viceversa. Los diversos cruces, las siempre ansiadas, y necesarias, comunicaciones, y la posibilidad de que una orilla ejerza control sobre la otra son temas que se han repetido con asiduidad y las diversas generaciones han aprendido a incorporarlos en su quehacer cotidiano. De esta forma, se ha podido así llevar adelante una relación de mutuo beneficio que ha oscilado entre la curiosidad ante lo desconocido y la imposición de una marcada idiosincrasia sobre la otra.

Al enfrentar esta contemporaneidad, y desde la plataforma que ocupa este trabajo, se torna indispensable recurrir a la literatura como la leal y metafórica, amanuense encargada de escribir, en un silencio sonoro, el acontecer de nuestro acervo cultural. A través de los tiempos, se ha apelado a las letras para reflejar el sentir ciudadano y expresar diversas posturas cívicas o, simplemente, crear coyunturas ante postulados controversiales. Estas orientaciones transatlánticas parten de un armazón pensado cuidadosamente que debe ser sopesado con cautela a la hora de expandir el análisis, ya que aunque

lo transatlántico busca romper con acercamientos teóricos asociados a escuelas de pensamiento específicas, es también resultado del auge de los estudios culturales y la historia cultural, terminología y metodologías escabrosas para la tradición latinoamericana cuya contribución a menudo se relega al margen o ha sufrido una sostenida penetración cultural desde afuera … despertando el mismo tipo de sospechas y resistencias que ahora provocan los estudios transatlánticos, y que en su momento también provocaron el posmodernismo y los estudios poscoloniales (Merediz y Gerassi-Navarro, 2009, p. 613).

Si el tema no se infiere a partir de olas teóricas o críticas académicas, al menos no se pueden negar posturas divergentes. En los encaramientos esbozados no siempre se ha tenido éxito, de ahí la necesidad de acudir a la antesala del enfoque de Aníbal Quijano donde se percibe “un elemento de colonialidad en el patrón de poder hoy mundialmente hegemónico” (Quijano, 2000, p. 281). El silenciamiento de voces opositoras se continúa escuchando en diversos puntos que se incluyen en la geografía presentada; a pesar de ello, el mencionado colonialismo del poder afirma tanto la versión oficial como la voz de resistencia.

Los referidos giros transatlánticos plantean una variedad de inquietudes que, fundamentados sobre un zócalo histórico, ponen de manifiesto que el devenir humano ha cambiado, de forma definitiva, a partir del primer contacto. Las diferentes formas de diálogo han apuntado a una posible aceptación del otro como realidad irrefutable; un hecho que justifica el estudio de campo y presencia de la materia en programas universitarios. Se ha dicho, con acierto, y proponiendo las formulaciones que ocupan la esencia de este ensayo como punto de apoyo, que “potencian distintas articulaciones disciplinarias y diferentes levantamientos del campo de estudios sociales y humanísticos”, para agregar que son “tendencias inanimadas por el principio, incluso la promesa de vincular y ampliar estos espacios desde el modelo concurrente del diálogo (lo que sabemos unos de otros) y de lo trans-disciplinario (lo que no sabemos uno del otro)” (Ortega, 2010, p. 85). Cuando llegamos al ámbito latinoamericano, como región imprescindible en su totalidad para llevar a cabo el encuentro, se argumentaría un detenimiento más preciso en áreas no visitadas con regularidad por la crítica, a pesar de contar a su favor con numerosos significantes que sí justificarían, sin lugar a dudas, el arribar al significado aspirado por los postulados expresados con anterioridad. Habría entonces que repasar ciertos enclaves geográficos para proyectar otra posibilidad de acercamiento al tema en cuestión; es decir, se añadiría material a una asignatura que, de momento, permanece inconclusa.

Es en este momento que la lectura se concentra en un punto específico de América Latina que debe ser escuchado: el istmo de Panamá. A pesar de constituir el espacio geográfico que se vanagloria, si fuera este el término apropiado, de ser el primer sitio en tierra firme donde arribó Cristóbal Colón en su cuarto viaje, no fue hasta comienzos de este siglo XXI que la nación celebró su primer centenario como república independiente. Esta joven literatura nacional está en el proceso de avanzar ideológicamente hacia derroteros no visitados y superar temas locales para, de este modo, incorporarse a las aspiraciones de la región. Desde esta óptica sería atrayente visitar la labor de jóvenes escritores panameños que quizás arrojen una luz diferente a la percepción transatlántica o, al menos, enfoquen en otras direcciones sus textos y otorguen al istmo una perspectiva a la cual el lector promedio podría no estar acostumbrado 2.

La exportación transatlántica del istmo



The ultimate outcome is not some new liberal agreement,
but rather the universalization of the Hispanic Atlantic
so that the Black Atlantic also becomes Hispanic
[El resultado final no es un nuevo acuerdo liberal,
sino más bien la universalización del Atlántico Hispánico
para que el Atlántico Negro también se convierta en Hispánico]

Fuente: (Gabilondo, 2001, p. 100).

Ángel Ricardo Martínez, (1984-) es uno de estos jóvenes aludidos que ha decidido incursionar en un terreno inhóspito, desde puntos de mira reales y metafóricos, para acercarse a una subjetiva realidad como pudiera ser el subgénero de la crónica. En efecto, Martínez, en De Marruecos a Kenia. Crónicas de un panameño en África concibe el plan de trasladarse a otro continente con el que comparte el océano y, al mismo tiempo, edifica su prosa sobre el terreno que observa. Se ha sugerido que una de las características que definirían la circunscripción transatlántica sería hablar de autores que han hecho el cruce y cómo han incorporado lo visto, lo experimentado, en su escritura (Fernández de Alba y Pérez del Solar, 2006, p. 106) 3. En esta ocasión, el autor parte de la crónica ya que es periodista de profesión, narrador de vocación, para ofrecer un relato, una visión personal, del otro lado del océano. De por sí, ya esto ubica el texto dentro de los parámetros deseados; no obstante, se repara en una serie de interrogantes que ameritan un detenimiento a posteriori de la lectura.

La alusión a la dualidad interpretativa, con anterioridad referida, que pudiera despertar el epíteto inhóspito, apunta a un entorno donde el adjetivo se adhiere a dos posibles versiones que, en verdad, no son excluyentes y que definirán para el lector el transcurso de la narrativa: el ambiente a donde ha sido trasladada, que tal vez prejuzgue al individuo promedio por la inseguridad del espacio geográfico y la crónica, como método de exposición, que no se observa con facilidad dentro de las letras panameñas de nuestros días. La primera parte de la ecuación es destruida casi al comienzo de la lectura cuando el autor agradece la ayuda a “extraordinarias personas” que tocaron su vida durante “cinco maravillosos meses” (Martínez, 2013, p. xi) para anticipar “que empiece la aventura” (Martínez, 2013, p. 4); la segunda, se impone y avanza por el sendero que se esperaría de cualquier historia estructurada en forma de crónica; de hecho, así gana en autenticidad. Una vez superada la percepción inicial, sería curioso leer estos capítulos desde otras posibilidades de entendimiento, dándole al texto la índole de una relación minuciosa, pero de un terreno poco analizado.

Para comenzar, hay que examinar el estudio de Brad Epps en el que reclama la obligación de considerar el continente africano como baluarte inevitable, no tan solo en el cruce interoceánico, sino como determinante en la demarcación del concepto:

la presencia de África en la historia (post)colonial americana es de tal magnitud que hablar del “encuentro de dos mundos”, uno europeo y otro indígena, uno “hispano” y otro “americano” … resulta insostenible … por la reducción dualista que, en nombre de dos mundos, borra otro mundo, el de África, cuya coherencia interna, invocada en la misma noción de “mundo” es en todo caso tan engañosa como la de Europa o América Latina (Epps, 2010, p. 126).

Esta conceptualización hace regresar al lector al punto de partida y posicionar África, como realidad histórico-social, bajo un enfoque de inclusión; un ingrediente indispensable en el entendimiento de la relación que se persigue explorar entre las dos orillas. Como efecto simultáneo, se acepta la importancia de esta crónica de Martínez y se acompaña al autor a algo más que al repaso de una gira continental; se accede a una vista subjetiva, ya dicho en párrafos precedentes, y al trazado del mapa. Ante esta postura, es factible argüir que se funden entre sí dos geografías ajenas y comunes: la africana y la panameña; tal vez sean dos estructuras sociales que se acercan y se alejan según los registros de especulación de un determinado momento. Admitiendo como soporte que “ambos elementos, raza y división de trabajo, quedaron estructuralmente asociados y reforzándose mutuamente, a pesar de que ninguno de los dos era necesariamente dependiente el uno del otro para existir o para cambiar” (Quijano, 2000, p. 286), entonces estamos ante el regreso a un continente que suele omitirse de estas visitas de estudio; un sitio del que el viaje acostumbra a ser unidireccional y que ahora va a servir para ofrecer nuevas coordenadas de investigación y, como complemento, con la exportación de la silueta del istmo a tierras donde dicha cartografía sea inexistente. La simultaneidad presentada comprueba que la lectura brinda, tras una fachada implícita, la exposición de Panamá en áreas donde hasta el momento podría haber sido una nación desconocida.

A primera instancia, esta crónica rememora la experiencia de un viaje por el continente africano que puede aceptarse como información que recibe el lector hispano, en su mayoría panameño, sobre el evento. Sin duda, está estrechando la distancia que separa las dos riberas aunque el lado que pareciera terminar más beneficiado sería el latinoamericano, por ser donde el texto va a circular y por estar escrito en el idioma perteneciente a la mayoría de los lectores. El proyecto de articular un posible acoplamiento entre dos mundos, o en simpleza mayor, que uno de dichos mundos tuviera consciencia del otro en pleno siglo XXI, queda satisfecho. La narrativa delinea el enunciado panafricano y plasma, con explicitud, su labor de reconocer el espacio omitido; es una historia con profusos ejemplos de unos territorios desconocidos, no tan solo para el autor, sino para el lector. Martínez tiene, además, la distinción de haber publicado muchos de los capítulos que conforman su libro en diarios panameños; su libro parece haber sido la culminación de un esfuerzo que comenzara tras la primera entrega periodística 4. Puntos en el mapa, mencionados por Martínez (2013, como Fez (pp. 5-8), Argel (pp. 13-16), Trípoli (pp. 33-36), Cairo (pp. 49-52), Jartún (pp. 61-64 y pp. 65-68), Kampala (pp. 85-88), Mathare (pp. 89-90), por tan solamente mencionar algunos, son intentos satisfactorios de hablar del otro; un área poco visitada por la literatura hispanoamericana y, menos aún, cuando se efectúa tras el trasfondo de un viaje. Puede afirmarse que la mitad del empeño ha quedado cumplida; ahora resta ver la otra mitad, una muy atractiva para constatar que el cruce interoceánico ha sido en ambas direcciones.

Para consumar este ambicioso concepto es menester detenerse en el subtítulo del texto; o sea, Crónicas de un panameño en África. Hasta este momento, el lector ha sido informado, ha seguido los pasos, se ha compenetrado con un individuo, una ciudad, una región, un continente al otro lado del océano que se ha asomado a su ambular diario; en otras palabras, África ha llegado a Panamá; el panameño ha accedido al continente africano. La cara oculta de la moneda es cuando Martínez deja de ser cronista para devenir personaje de su propio texto; presentado de otro modo: el narrador narra, pero también escucha y es escuchado. El panameño en África va a ir, lugar tras lugar, marcando el espacio del istmo; va a llevar Panamá a lo más intrínseco del continente. Para muchos, la recién centenaria república latinoamericana puede ser un punto en el globo hasta entonces desconocido, pero, a partir del encuentro con Martínez, será un sitio que comience a cobrar forma.

El autor recurre a frases como “la oportunidad de compartir unos días con una familia local debe ser aprovechada” (Martínez, 2013, p. 6), “el nieto del orfebre no nos cobró por esa información y nos dio su tarjeta para que, cuando nos deshiciéramos del guía, regresáramos a su tienda a tomar té y conversar” (Martínez, 2013, p. 12), “después de dar una vuelta e intercambiar un par de chistes, fuimos cordialmente invitados a la tienda … Así fue que terminaron contándome sus vidas” (Martínez, 2013, p. 24), hasta mencionar por el nombre de pila al dueño de una casa que “nos recibe amablemente y nos invita a almorzar” (Martínez, 2013, p. 88). Cada capítulo, cada crónica, es un ejemplo de intercambio entre, al menos, dos individuos diferentes que usan diversos métodos para realizar la comunicación debida; puede ser un lenguaje verbal o corporal, para este caso no debe importar porque se ha establecido el diálogo. De la misma forma que el panameño va a indagar sobre su semejante africano, los nativos de los lugares visitados van a experimentar Panamá. La extroversión del istmo se manifiesta en un discurso no premeditado, pero auténtico, y su esencia se exporta allende sus fronteras, a través del Atlántico. Sin tal vez proponérselo, Martínez aprehende la unificación de unos territorios que no pueden permanecer separados.

La particularidad de las escenas precedentes perfilan la aludida conexión entre el latinoamericano y el africano; el Atlántico mantiene su protagonismo. Es cierto que un lado podría parecer superior al otro, pero desde el momento en que lo encara ya el uno ha rescatado al otro del asumido anonimato para incorporarlo a su realidad y a la de sus congéneres. Panamá accede a la geografía africana y visualiza una simbólica bandera local en varios puntos del mapa; a su vez, en todos esos parajes visitados ondea, figuradamente, la insignia panameña. El artículo de Epps recalca que “parte del problema con el discurso particularista, universalista y determinista es el paradójico lastre de la pureza, la idea, casi siempre implícita, de que la particularidad designa una unidad fundamental, invisible e invariable, esencial si se quiere” (2010, p. 146). Nada más acertado; el lazo invisible que se ha establecido entre dos sujetos, hasta el momento ajenos de la presencia del otro, prueba que los primeros pasos hacia una unidad de reconocimiento de la otredad se ha llevado a cabo. Se intentaría, de este modo, subsanar la ausencia del tema, o posible desconocimiento del mismo, y el resultado destruiría la presuposición de una penetración cultural. El desenlace de Martínez sufraga la propuesta: “África es el continente intenso, donde el espíritu humano no conoce términos medios, sólo extremos … Un lugar que te vuela la cabeza. Y una vez que pruebas su droga, estás perdido para siempre” (2013, p. 96). Como consecuencia directa, y sin intentar construir un modelo utópico, transcendería como fusión entre dos espacios ya que ambos individuos, ambos territorios, se han nutrido con la existencia y el conocimiento del Otro.

Una breve crónica ha facilitado el cruce necesario para, simbólicamente, acortar la distancia interoceánica. El cruce ha fomentado el diálogo; o, al menos, lo ha iniciado; más importante aún: ha despertado consciencia sobre el Otro que habita en la orilla opuesta. El posible encuentro se torna en un reconocimiento que manifiesta la aceptación, repito simbólica, para alentar un posible conversatorio entre dos espacios desconocidos entre sí, pero que pueden volver a aunarse. La resistencia anticipada no se hará esperar, pero esto es un efecto secundario del acercamiento, del proceso llamado globalización. La curiosidad de una de las riberas ha vencido el alejamiento y el ostracismo al que ambos lados estaban sometidos por factores externos, o tal vez, por seguir un impulso colonialista no auspiciador de un coloquio directo entre territorios dependientes. Si Martínez despoja su prosa de ataduras convencionales y se desprende, como autor, de intereses más allá del mutuo deseo de incluir e incluirse, entonces se podría concluir que la conexión establecida promete la continuidad del denuedo iniciado por estas crónicas comunicatorias. En realidad, el texto solo ha contribuido al propósito.

La extroversión general del istmo



El Panamá literario se universaliza
a través de la ficción con relevantes intérpretes

Fuente: (Ríos Torres, 2008, p. 40).

La realidad literaria establecida entre dos continentes puede considerarse ya un hecho; el autor, el lector y el texto han realizado la travesía. En otras palabras, se ha sabido conectar dos geografías para absorber lo necesario de ambas regiones y que la relación sea auténtica. El mapa va aceptando tonalidades diferentes y las lecturas tienen que adoptar nuevas posturas para no apartarse del proceso de una posible universalización, no tan solo del individuo sino de los espacios que este habita. Si se aceptara que “nuevas identidades históricas producidas sobre la base de la idea de raza, fueron asociadas a la naturaleza de los roles y lugares en la nueva estructura global de control de trabajo” (Quijano, 2000, p. 286), entonces se podría agregar que las áreas fusionadas responden a esta necesidad y que la unión de raza e individuo, antes factor determinante, va a seguir reclamando su importancia, pero ahora como símbolo de inclusión y no como control de exclusión.

Es atrayente repasar observaciones asociadas con esta aglutinación de estudios para afirmar, o contradecir, algunos de los puntos que se debaten. Para esta aproximación, sería apropiado incluir las palabras de Abril Trigo a quien le gustaría partir de la hipótesis de que:

los estudios transatlánticos son el resultado de un doble desplazamiento: un corrimiento geográfico, provocado por la obsolescencia geopolítica de los estudios de área, particularmente importantes en los Estados Unidos y Europa durante la guerra fría, y una fractura epistémica, provocada por el descalabro del antiguo régimen de acumulación fordista-keynesiano y la emergencia del nuevo régimen de acumulación global, flexible y combinado (Trigo, 2012, p. 18).

En algunos casos de la narrativa contemporánea se impone dejar atrás ciertas convicciones puesto que se desea no tan solo superar algunos de los conceptos presentados, sino avanzar hacia otros desmontajes textuales. Con el propósito de añadir a las ideas precedentes, no de enmendarlas, se podría proponer que una vez que se expandieran los horizontes narrativos y se lograra el cruce, el siguiente paso debería ser el indagar, con igual rasero, qué se podría lograr después. Es en este punto donde una lectura extrovertida de los espacios en cuestión pudiera arrojar nuevas posibilidades interpretativas.

Para lograr este fin, se puede recurrir a la reciente novela, y última publicada hasta el momento, de Ramón Francisco Jurado (1979-), Impulsos taliónicos 5. El texto se inscribe dentro de una recreación de thriller internacional donde el joven escritor panameño logra desplazar su narrativa a puntos del planeta que superan el cruce transatlántico y plantean una nueva posibilidad de expansión. Si en el acápite anterior, Martínez ofrece un espléndido ejemplo de relación interoceánica, ahora Jurado va a intentar un esfuerzo similar, pero a nivel global. Más que trazar el mapa panameño, va a cartografiar sus fronteras y situarlas donde fuere conveniente para su trama. A pesar de ello, Panamá no va a perder su protagonismo en la novela y los lectores van a presentir, y comprobar, que todos los hilos conductores van a partir de, o atravesar, la nación ístmica. Esta sección del trabajo aspira a mostrar cómo las extrovertidas fronteras se insertan en otras latitudes donde podrían tal vez considerarse, hasta entonces, desconocidas. O sea, estaríamos ante un cruce, o conexión, interglobal; o para los más exigentes, ante un cruce globalizado. En su apreciación sobre la cultura de la interoceanidad panameña, Ana Elena Porras sostiene que:

las narrativas de identidad nacional de Panamá, … también ofrecen evidencias de permanencia, a través de recursos narrativos como la repetición y la citación, principalmente. En las narrativas de continuidad cultural, el lenguaje, los paradigmas, metáforas y modelos se conservan prácticamente iguales a través del tiempo (Porras, 2009, pp. 263-264).

Para continuar, “las metáforas sobre Panamá como nación-Estado … mantienen vigencia como modelos nacionales hasta nuestros días” (Porras, 2009, pp. 263-264) 6. A partir de esta cita, se sospecha que los escenarios donde los lectores son conducidos quizás aparezcan como una distracción textual; en realidad, van a injerirse en la trama, contribuir con su desarrollo, pero, en última instancia, no van a facilitar el peso necesario que correspondería a una nación específica que quisiera dejar constancia ante sus ciudadanos y, en este caso, ante quienes enfrenten el texto. Son eslabones de una cadena mucho más larga y compleja que no va a romperse, pero sí a fragmentarse, en sentido figurado, para otorgar a cada espacio características aisladas que cumplan con el proceso informativo.

Hay que reconocer que la selección geográfica no pudo ser más dispersa y, a su vez, más abarcadora: Suiza, Camboya, Turquía, Islas Vírgenes Británicas, Inglaterra (especialmente Londres), Hong Kong, Sicilia, Río de Janeiro, Mónaco, entre otros, son puntos del planeta que enfilan hacia el intento de una inclusión global. La escritura puede, a todas luces, acuñarse local; sin embargo, el contexto prueba una globalidad en ciernes. Mientras tanto, además, surge otro punto que sí parece que, en su momento, estará en control del discurso narrativo: Panamá. La primera vez que Jurado presenta el territorio panameño a los lectores se asegura de dejar constancia de esa presencia. El personaje extranjero admite que:

cuando finalmente arribó a la ciudad capital, el inglés se sorprendió con la urbe moderna que lo recibió. En silencio admitió haber subestimado el país; … se sentía positivamente impresionado por las torres de cristal que se erguían en el horizonte y los automóviles costosos que circulaban en las calles … Esta ciudad a la que llegaba no tenía nada que ver con la que había analizado en los ochenta (Jurado, 2013, p. 67).

Es indiscutible que la necesidad de narrar el istmo trasciende cualquier compromiso alterno que tuviera el autor. Panamá ha sido marcada en el mapamundi con un atributo de distinción. El siguiente paso es conectar el resto de los espacios elegidos y hacer que se sometan a la idiosincrasia panameña; o mejor aún, exportar el mapa en todas direcciones y reproducir su esencia tantas veces como Jurado estime defendible. Este punto es de marcada importancia puesto que en una novela detectivesca, en un thriller, el relato debe aparecer creíble para mantener la atención del lector. Como efecto secundario, pero para este estudio fundamental, la credibilidad aducida apunta a no dudar que en los diferentes puntos del globo escogidos para reproducir la nación, el autor va delineando con subrepción el trazado de Panamá. ¿Qué mejor forma que un cuestionamiento superficial para comenzar a tutear al lector? Una simple alusión a la república panameña podría asumirse como parte de un diálogo sin mayores trascendencias; no obstante, la pregunta en cuestión no va dirigida al personaje (de ascendencia china y recién emigrado de las Islas Vírgenes Británicas) sino al recién tuteado lector. La interpelación referida, en su brevedad, condensa el propósito: “¿cuánto sabes de la historia de Panamá?” (Jurado, 2013, p. 144); esto agrega un punto más, si fuere necesario, a la separación textual entre el istmo y los puntos mencionados. Es una novela, es un despliegue de ficción, pero la realidad narrativa corrobora una nación que aparece resaltada y que los otros espacios, a donde ha llevado y llevará la trama, solo surgen como decoración adicional del entramado discursivo. En otras palabras, se escribe para la nación.

Jurado no va a escribir la nación, para la nación, en un término singular; ha de ser en plural. La razón es que Panamá no va a existir en término singular; se irá a afirmar en una pluralidad de contextos que abarcarán desde un individuo que se aventura más allá de sus fronteras, entiéndase aquí la expansión simbólica de su geografía, hasta una presencia global en la contemporaneidad ciudadana. Atrás tiene que quedar la preocupación del canal, ya completamente sus operaciones en manos panameñas y en pleno control de las obras de expansión, que más que otro punto ha traído al panameño promedio la tranquilidad de la unificación del territorio nacional7. También ha habido que superar la reiteración de temas telúricos que, sin restarles el debido valor, continúan ubicando al país dentro del grupo que no se ha sobrepuesto a un pasado colonial. Sin estar muy convencido de las avenidas que confluyeron para arribar a esta conclusión, Jorge Volpi estima que “en el ámbito literario se asume que el mayor efecto de la globalización consiste en uniformar la cultura y eliminar las particularidades regionales” (Volpi, 2008, p. 107). En este proceso “uniformador” tiene que incluirse, por separado y en conjunto, la presencia de Panamá en una arena global; la ramificación textual que ofreceImpulsos Taliónicos cumple con este requisito. El mapa se desdobla, los intereses son generales y comunes con otras latitudes; es una novela de inclusión y desbordamiento cartográfico; a pesar de ello, hay que subrayar una vez más que Panamá, como espacio geográfico, como entidad, no pierde su protagonismo bajo la pluma de Jurado 8.

En el mismo artículo de Volpi, con anterioridad citado, se observa un planteamiento que encaja, sin lugar a dudas, con una lectura crítica de la novela que se discute: “el error de quienes defienden la vigencia de una ‘narrativa hispanoamericana’ con características específicas es que su conducta reproduce el fenómeno inverso al que desean” (2008, p. 108), para continuar con que:

La especificidad de la literatura hispanoamericana, en nuestros días, es sólo una ilusión: los narradores hispanoamericanos han dejado de escribir sobre los mismos temas, no responden a realidades particularmente cercanas (o, en todo caso, no tienen demasiada posibilidad de comprobarlo), los lectores de cada país no se sienten particularmente identificados con los escritores hispanoamericanos (pueden leer con más facilidad e igual complicidad a un autor europeo o norteamericano) y los escritores de esta parte del mundo se sienten parte de muchas otras tradiciones literarias además de la hispanoamericana (Volpi, 2008, pp. 109-110).

No es difícil inferir que las aludidas ataduras se han desvanecido y que la expansión inspirativa se ha adueñado de los nuevos enunciados narrativos. Estos individuos no tienen compromisos previos; avanzan hacia una nueva etapa en sus dimensiones creativas en un marcado proceso de autoinclusión. Pueden o no identificarse con escritores extranjeros, pero lo que sí se puede concluir que la afirmación de la extranjería va a consistir en la transmutación de la trama a otra, u otras, geografía(s) del planeta. No es una manifestación de esnobismo, pero sí la forma adoptada para escapar de las fronteras políticas locales y lograr acercarse a una unión territorial globalizada. Si la generación anterior alegaba una marcada introversión textual, estas nuevas narrativas tienen que lograr, o al menos intentar, un efecto opuesto para así responder a las nuevas necesidades sociales de la región. Panamá tiene que salir de sus linderos, físicos y emocionales, para ser parte de un propósito mayor y si citáramos que estos escritores sienten ser parte de otras tradiciones literarias, se tiene que comenzar por desplazar la trama a una plataforma internacional. Impulsos taliónicos es un despliegue constante de idas y venidas que no cesan de mostrar un texto globalizado que comparte necesidades comunes. Es cierto que, en una primera lectura, estos desplazamientos no sorprendan por tratarse de un thriller internacional, pero sí confirman que la observación expansionista, antes vista, va a desarrollarse capítulo tras capítulo. Jurado no repite los espacios que recrea; cada sección de su novela necesita afianzarse en territorios diferentes del anterior. Sin embargo, es uno de los protagonistas el encargado de que los referidos hilos conductores vuelvan a encontrar el camino que los oriente, u orientará, a través de la nación panameña.

Llegados a este punto, hay que añadir que si bien la geografía aparece extrovertida y el mapa adquiere nuevas dimensiones, es la presencia del istmo la que se observa en los espacios recreados. La internacionalización cartográfica es una realidad y Panamá puede identificarse en los diálogos que ocurren en los diferentes puntos del planeta. La incipiente evolución de los jóvenes escritores constata que el nacionalismo literario ha sufrido la metamorfosis necesaria para devenir en un irreversible cosmopolitismo. Esto podría ser una necesidad del istmo, pero también podría leerse como una evidencia de madurez alcanzada por sus jóvenes escritores que, de esta forma, les permite avanzar más allá de la problemática local para insertarse en una inevitable realidad internacional. El proceso global demanda estas inclusiones; la novela mantiene una mirada en el futuro internacional. A pesar de ello, la realidad del pasado panameño no puede evitarse por somera que sea la mención.

Esto provoca que este ensayo enfrente otro factor que requiere atención singular: los personajes. Si el texto está ensamblado desde una exterioridad estructural y la narrativa ha conducido al lector por inesperados itinerarios a través del planeta, el personaje, en función individual y colectiva, tiene que adosarse a los escenarios escogidos. En una relación más tangible, hay que enfrentar personajes camboyanos, chinos, pakistaníes, ingleses, brasileros, turcos, en fin, toda una serie de gentilicios adicionales que complementarían el mosaico geográfico en cuestión.

Por supuesto, también aparecen los panameños; uno de ellos, en calidad de protagonista. Este cumple, además de ayudar a orquestar la trama, con una función singular y determinante para el propósito de este estudio: va a romper con su pasado; no con su origen panameño sino, metafóricamente, con lo que ha transmitido, por medio de la literatura, la generación anterior. Aunque su nombre es Aníbal, Jurado suele referirse a él con el apelativo de Junior; o sea, es una generación que comienza, un agente social que tiene que encontrar sus propias respuestas sin, tal vez, haber sabido cómo formular sus preguntas. Este personaje encara al lector, pero no con el propósito de iniciar el proceso de una supuesta recuperación de memoria; no es un sujeto al que se recurra para recordar un pasado ya ido, más bien se establece un posible puente entre hechos que afectaron al colectivo nacional y han dejado secuela en el individuo promedio.

Sin embargo, el trasfondo emocional de Junior no es lo que utiliza Jurado para desarrollar la relación del personaje con el texto; de hecho, su participación en la novela se afirma a partir de su encuentro con una china. De ahí que la percepción del futuro del personaje es lo que va a determinar cuánto desee recordar de su pasado. La dicotomía que consume a Junior lo aleja, paradójicamente, del asunto que lo atrae; hay que notar la selección adverbial por parte del autor: “antes, corrigió Junior. Mi papá era militar … En los buenos tiempos, él y Noriega se llevaban bien” (Jurado, 2013, p. 145), para continuar tras el fallido golpe contra el dictador, “después de que las fuerzas leales al General los detuvieron, fueron encapuchados y llevados a la Cárcel Modelo” (Jurado, 2013, p. 147). El lector sabe hacia dónde se encaminan los hechos y es Junior el que corrobora “recuerdo la última vez que salió de la casa como si fuera ayer. ¿Qué iba a saber yo que nunca volvería a verlo? Mi mamá me hizo empacar a prisa y nos fuimos a buscar asilo … Nos trasladaron a Miami, en donde vivimos por unos años. Ni siquiera recuperamos el cadáver” (Jurado, 2013, p. 147). Este fantasma asedia a toda una generación que aún tiene presente el rigor de la dictadura y las heridas de la invasión 9. No obstante, Jurado decide cortar este lazo afectivo para, de este modo, superar una etapa histórica ya ida y avanzar hacia una perspectiva global. La frase “tu papá va para dos décadas muerto” (Jurado, 2013, p. 289) es la que pone punto final a un posible encasillamiento narrativo; un argumento desdoblado hacia la internacionalidad discursiva es el que triunfa. Hay, indefectiblemente, un antes y un después en las letras que definen esta nueva generación.

Una vez alcanzado este punto se impone pausar y reflexionar sobre los pasos que se han tenido que llevar a cabo para lograr el propósito; al mismo tiempo, hay que repasar las posibles consecuencias que acarrearía esta evolución discursiva. ¿Podría, quizás, haber un rechazo local por el potencial abandono de una reescritura del pasado experimentado por la nación panameña? ¿O, en su defecto, se percibiría apoyo hacia unas letras que insisten en transportar el istmo fuera de sus fronteras políticas? Si se juzgara a la luz del epígrafe que encabeza esta sección, se deduciría que el reconocimiento expresado implica que se aprueba la renovación textual. Recurriendo una última vez a Volpi, este concluye al referirse a los narradores latinoamericanos con la observación de que “se empeñan en escribir sobre lo que se les antoja y como se les antoja, indiferentes a las presiones de la crítica, de la tradición y del mercado” (Volpi, 2008, p. 112).

Esta indiferencia no pasa inadvertida ante los vericuetos por los que pueda conducir la trama; habría que agregar al aserto que es necesaria una simbólica destrucción previa para comenzar a construir otras posibilidades de expansión. El mapa de la nación puede desdoblarse; de hecho, es fundamental hacerlo para lograr una auténtica extroversión. Hay que cortar para crear; el pasado puede servir como zócalo a las intenciones del autor de turno, pero no para dictar el tema a escoger. Jurado, en su epílogo, ofrece una frase muy sugestiva que abre nuevos horizontes interpretativos y funge como aliada a esta propuesta ya que el personaje “se había sentado a disfrutar la puesta del sol más intensa y trascendental de su vida” (2013, p. 531). Esta aludida transcendencia, o el ocaso obligatorio de un proceso escritural, es la que va señalar el camino que deberá seguir su generación y el mencionado desinterés ante la crítica no debería interpretarse como una reacción de apatía, más bien sería la renovación predicha que se está materializando en estas nuevas narrativas.

La globalización contemporánea demanda la inclusión de una perspectiva internacional y la inserción del istmo en un mundo exterior es, a primera instancia, la respuesta acertada. Me adhiero a concluir con que tal proceso de globalización, como esencia y como eje central de este acercamiento crítico, puede haber contribuido a su desarrollo y a una visión diferente por parte de los lectores, pero también hay que incluir otra posibilidad que siempre estuvo presente; en otras palabras, hay que discernir entre la adopción de nuevas tendencias narrativas y las experiencias sufridas por Panamá desde las postrimerías del siglo XX y la primera década del XXI. Quizás se pueda, en algunos casos, lograr una satisfactoria intersección de ambos factores, pero lo que sí es factible afirmar es que tanto un pasado no tan remoto y un futuro no muy distante han marcado el curso a seguir por la pluma de los nuevos representantes panameños.

Tras estas aproximaciones, se torna prescindible seguir hurgando en las controversias que pudieran despertar estas dos entregas, las crónicas de Ángel Ricardo Martínez y la novela de Ramón Francisco Jurado, pero lo que sí es loable es que el mapa se exporte, e incluso más significativo, que se constate cómo la cartografía local se proyecta extrovertida. Son textos donde sus autores, sin mostrar constricción en sus respectivas entregas, se adueñan del citado mapa que ahora se reproduce y delinea en geografías ajenas y donde, como cicatrices inapelables, ostentan la presencia del istmo. Es probable que ambos escritores, sin haberse percatado de esta especulación, hubieran querido escapar de las fronteras impuestas; no para renegar de su autenticidad latinoamericana, sino para exportar su realidad a donde no haya que suscribirse a patrones predefinidos o a tendencias ya, para muchos, pasadas. Como ya se ha visto en la literatura de la región, a la que Panamá se suma, estos no son, ni serán, los únicos ejemplos que lleguen a los lectores.

Material suplementario
Referencias
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Notas
Notas
2 A pesar de no mencionar las crónicas y novelas contenidas en este estudio, se torna necesario recomendar al lector dos aproximaciones a la literatura panameña realizadas, recientemente, por dos críticos nacionales. Me refiero a Literatura panameña: historia, nación, sociedad: amor, cultura y conflicto en la segunda mitad del siglo XX, de Damaris E. Serrano, y Filosofía de la nación romántica, de Luis Pulido Riter. Ambos textos aparecen en la bibliografía.
3 Otras dos posibles características serían textos que hablan del cruce y, además, “tecnologías, métodos, ideologías, modelos sociales y económicos, herramientas o discursos que teniendo un lugar de origen se transforman y se utilizan en otra realidad concreta allende los mares y, en muchos casos, vuelven transformados a su espacio original” (Fernández de Alba & Pérez del Solar, 2006, pp. 105-106). Además, para aproximarse mejor a estos estudios, se debe repasar el aserto que reza que “los estudios transatlánticos son un marco conceptual que permite estudiar las relaciones y la circulación de discursos, personas, capitales y mercancías en el circuito atlántico, y cómo este hecho afecta a ambos lados” (Fernández de Alba & Pérez del Solar, 2006, p. 105). Es preciso aceptar que tanto los autores como sus obras tienen un aura adosada a dicha visión al proyectar la relación del individuo con sus rasgos culturales más prolijos; su existencia afirma la presencia de ambas orillas y, por lo tanto, no puede desprenderse de una sin, a su vez, negar la mitad que lo aúna. Como toque adicional para el tema de este ensayo, Ricardo Gutiérrez Mouat apunta que “el culturalismo latinoamericano lleva ya implícito un componente transatlántico” (2006, p. 133), fundamental para la región centroamericana.
4 La mayoría de los capítulos de este libro de Martínez fueron publicados en la sección “Facetas” del diario La Estrella de Panamá; una minoría, de hecho dos de ellos, llegaron a los lectores de la revista Diners, en Colombia. Remito al lector al final de cada una de las crónicas para que revise la fecha y la sección del periódico o revista donde aparecieron. En el ensayo, he citado algunos capítulos de interés; no obstante, consúltese el texto en su totalidad para tener una mejor idea de los lugares visitados por el autor.
5 Impulsos Taliónicos es la cuarta novela publicada por Jurado. Con anterioridad, sus lectores habían podido ya acceder a Mirada siniestra (2002), La niebla (2005) y Veritas Liberabit (2009). Como dato curioso, el autor publicó su primera novela, Mirada siniestra, un año antes de la celebración general del primer centenario de Panamá como república (2003). Jurado vivió todo el proceso de reunificación nacional al ser revertidas las operaciones canaleras a manos de Panamá en 2000; a su vez, fue testigo de las celebraciones del centenario donde la nación, una vez más, sería la protagonista. No debe considerarse extraño, pues, que tras asumir su papel ciudadano y observar de cerca los cambios experimentados por Panamá en un lapso de tiempo tan breve, su última entrega decida tomar el concepto de nación y cartografiar sus fronteras fuera de los espacios del istmo.
6 Ana Elena Porras ofrece una visión general sobre la cultura de interoceanidad que deberá ser tomada en consideración a la hora de repasar este estudio. Podría así aceptarse una avenida de acercamiento adicional a Impulsos Taliónicos. Insisto en que los lectores interesados repasen el capítulo IV del texto de Porras (2009, pp. 195-249) para una ampliación del concepto citado.
7 Ofrezco al lector el artículo de Salvador Arias para que se pueda formular una idea más certera sobre la presencia del Canal en la narrativa panameña. En la actualidad, la madurez de muchos de sus escritores ha logrado que el tema pase a un segundo plano o que tal vez se omita por completo.
8 Véase también el texto de Nadia R. Altschul, en las obras citadas, para repasar sus propuestas sobre la Geografía, lo global y la Filología. Pudiera considerarse una base que se acerca a, y aleja de, los temas tratados en este ensayo. Los lectores interesados deberán decidir cuál de los caminos presentados cumple con sus conclusiones; al menos, pretendo que ayude a lograr una mejor aproximación a las lecturas discutidas.
9 Consúltese cualquier texto histórico para ahondar en el período de la dictadura que sufrió Panamá bajo Manuel Antonio Noriega (1983-1989) y la invasión estadounidense en 1989 (también llamada Operación Just Case), durante la presidencia de George H. W. Bush, y así lograr un mejor entendimiento del tema. No es el propósito de este trabajo indagar sobre la percepción histórica dentro de la novela analizada ni estudiar la historia como factor discursivo en esta entrega de Jurado.
Notas de autor
1 Cubano-estadounidense. Ph.D. en Filología española por la Florida State University. Catedrático (Professor) y Director Interino (Chair) del Departamento de Lenguas Modernas de la University of Central Florida (UCF). Correo electrónico: hlopez@ucf.edu
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