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Recepción: 31/05/16
Aprobación: 04 Julio 2016
Resumen: Este artículo está dedicado a explorar las estrategias discursivas utilizadas por las diversas voces (actores sociales) para persuadir a sus públicos de la validez de sus agendas públicas en el tema de la inseguridad ciudadana en Costa Rica y conseguir determinados objetivos. Esto permite identificar no solo las temáticas planteadas, sino también los recursos argumentativos y retóricos utilizados como formas persuasivas del discurso. Para deconstruir estas estrategias, se utiliza el concepto “mundo posible”, un modelo de realidad en el cual las voces asumen ciertos supuestos sobre el auditorio (sociedad costarricense) y construye un universo interpretativo. Este texto pone de relieve la relevancia de la dimensión discursiva en la comprensión del fenómeno de la inseguridad ciudadana aunque no pretende agotarle. Las estrategias son abordadas en productos mediáticos correspondientes al período 2008-2010 que se emitieron en el marco de la campaña electoral 2010-2014.
Palabras clave: Discurso, inseguridad ciudadana, estrategias de comunicación, Estudios Culturales, Costa Rica.
Abstract: This article seeks to explore the discursive strategies used by diverse voices (social actors) to persuade their audiences about the validity of their public agendas related to civil insecurity in Costa Rica and to achieve certain goals. This approach allows us not only to identify the suggested themes, but also the argumentative and rhetoric resources used as persuasive forms of discourse. In order to deconstruct these strategies, the concept “possible world” is used, a model of reality, according to which voices start from certain assumptions concerning the audience (Costa Rican society) and construct an interpretative universe. This text brings to the fore the relevance of the discursive dimension in understanding the phenomena of civil insecurity, without aiming to exhaust it, either. The analysis focuses on strategies related to media products in the period 2008-2010 that were transmitted during the election campaign 2010-2014.
Keywords: Discourse, civil insecurity, discursive strategies, Cultural Studies, Costa Rica.
Resumo: Este artigo é dedicado a explorar as estratégias discursivas utilizadas pelas várias vozes (atores sociais) para convencer seus públicos de relacionamento da validade de suas agendas públicas sobre a questão da insegurança na Costa Rica e alcançar determinados objetivos. Isto permite identificar não só as questões levantadas, mas também dispositivos argumentativos e retóricos utilizados como formas persuasivos do discurso. Para desconstruir essas estratégias, o conceito de “mundo possível”, é utilizado um modelo de realidade em que as vozes assumir certas suposições sobre o público (sociedade costarriquenha) e construir um universo interpretativo. Este texto destaca a relevância da dimensão discursiva na compreensão do fenómeno da insegurança, mas não se destina a esgotar-lo. As estratégias são abordados em produtos de mídia para o período 2008-2010, que foram emitidas como parte da campanha 2010-2014.
Palavras-chave: Discurso, insegurança cidadão, estratégias discursiva, rai, Estudos Culturais, Costa Rica.
Introducción
La inseguridad ciudadana ha estado presente en la agenda pública de Costa Rica desde hace dos décadas, pero cobró especial relevancia en la campaña electoral para alcanzar la administración presidencial del 2010-2014. Políticos, familiares de víctimas, activistas, comunicadores movilizaron sus agendas con imágenes y mensajes en televisión y redes sociales para tematizar la inseguridad ciudadana y alentaron un “clima de inseguridad ciudadana”.
El discurso sobre la materia ocupó un lugar central en la explicación del fenómeno, lo que permitió evidenciar la importancia de la dimensión discursiva en la comprensión de este, aunque no se agota ahí. El análisis de las estrategias discursivas de dichas voces se basó en la tesis doctoral “Inseguridad ciudadana en Costa Rica: una deconstrucción discursiva desde las voces de la sociedad civil, medios, gobierno, partidos políticos y sector comercial del 2008-2009”, presentado por esta autora (Bustos, 2012).
El presente trabajo constituyó un aporte a la comprensión del fenómeno de la inseguridad ciudadana desde la perspectiva de los Estudios Culturales y de la Comunicación. En este sentido, no intentó dar cuenta de explicaciones derivadas de teorías sociológicas que suelen ubicar el discurso desde perspectivas funcionalistas, o bien, que reducen la representación de la violencia y la inseguridad a un interés ideológico, sino más bien procuró contextualizar la producción discursiva dentro de las dinámicas de las industrias culturales globales.
Este artículo 2 es producto de dicha investigación y presenta las estrategias discursivas abordadas por las diversas voces que se pronunciaron en la campaña electoral. Como resultado de un trabajo más amplio, se exponen algunos de los principales hallazgos que se ilustran con algunos ejemplos basados en productos mediáticos, sin que se pretenda agotar todo el corpus original de la investigación 3. Además, el análisis de discurso sobre la inseguridad ciudadana no se limita a las estrategias discursivas, dinámicas de las industrias culturales globales.
Planteamiento teórico-metodológico
En este texto, las estrategias discursivas se entienden en términos de argumentaciones estratégicas, aquellas que tienen finalidades persuasivas y lo hacen mediante la construcción de mundos posibles. Se utilizó como referente el modelo de análisis retórico con base argumentativa propuesto por Capdevila (2002), quien recupera los aportes de Chaïm Perelman (Perelman y Tyteca, p. 1994) sobre la dimensión retórica de la argumentación con fines persuasivos. En esta perspectiva, la argumentación se concibe como una acción verbal que pretende la adhesión del auditorio, a partir del conocimiento de las tesis y los valores del auditorio.
Capdevila retoma la teoría de argumentación perelmanina y desarrolla un modelo de análisis del discurso audiovisual basado en mundos posibles, una herramienta para crear imágenes de la realidad, a partir de una selección de elementos que persuaden al auditorio. De esta manera, el mundo posible se presenta como un recurso para indagar la puesta en ejecución de las estrategias mediante una serie de operaciones discursivas que se manifiestan a nivel textual.
Así, el discurso sobre la inseguridad ciudadana se funda en un primer momento sobre la base de acuerdos generales compartidos por la sociedad costarricense, que se establecen en el pacto ficcional como estrategia para lograr adhesión por parte del auditorio a las tesis que manejan las voces en el tema de la inseguridad. Se trata de valores y lugares comunes utilizados estratégicamente por los medios, organizaciones de la sociedad civil y partidos políticos para lograr el apoyo de sus auditorios.
Tales acuerdos, como puntos de partida, se articulan con procedimientos argumentativos para establecer enlaces entre las temáticas o para crear rupturas en el argumento, que en ambos casos sirven para una toma de posición. La articulación entre dichos elementos del discurso da lugar a mundos posibles, que como tales contienen tramas discursivas y manifiestan estrategias de persuasión.
En este trabajo se analizan un conjunto de productos audiovisuales emitidos por la sociedad civil, partidos políticos, medios de comunicación y sector comercial durante el período de estudio 2008-2010, en el marco de la campaña presidencial 2010-2014. El corpus de este trabajo está conformado por un conjunto de productos discursivos difundidos en la esfera pública durante el período comprendido entre abril del 2008 a julio del 2010: documentos técnicos, discursos públicos y productos mediáticos4.
Analizar las estrategias discursivas es clave para entender no solo el fenómeno de la inseguridad ciudadana sino también para abordar otras temáticas de la agenda pública y comprender cómo actores sociales tratan de persuadir sobre la validez de sus argumentos. A continuación, se describen las diversas estrategias que configuran los mundos posibles sobre la inseguridad ciudadana a partir del análisis de productos mediáticos: estrategias de ruptura, estrategias de naturalización, estrategias de sobredimensionamiento, estrategias de apelación a la imaginación nacional.
Estrategias discursivas
Estrategias de ruptura: se trata de sustentar un argumento a partir de las rupturas de un “todo” que lo desfavorecen, ante el cual se añora el pasado como un mundo posible mejor.
Impera la “Ley del hampa”. Las voces de la sociedad civil, los partidos políticos y medios presumen que Costa Rica es un territorio donde rige “La ley del hampa, una ley que ha instaurado la impunidad y ha coartado el derecho de circulación de las personas”. La ley protege al delincuente es un lugar común instalado en el discurso sobre la inseguridad ciudadana. Sobre la base de este acuerdo general, un grupo de la sociedad civil construyó su campaña publicitaria Recuperemos la paz (2008) 5, para reclamar su “derecho a vivir en paz” subrayando así uno de los valores más identitarios de la nación 6. La agenda de esta iniciativa se resume en proposiciones generales o macroestructuras: presión política, ambiente de inseguridad e impunidad, necesidad de recuperar el espacio público y privado y la acción mediática como forma de incidencia para lograr apoyo al Manifiesto “Por la Recuperación de la Paz”.
La “ley del hampa” como metáfora de un nuevo orden evidencia una ruptura con el orden legítimo: la sociedad civil, en voz de la campaña Recuperemos La Paz basa su estrategia en esta disociación y elabora una construcción persuasiva utilizando el lenguaje bíblico, parodiando los diez mandamientos. La elección no es gratuita y parte del supuesto de una amplia mayoría que se declara profesar alguna fe. La campaña utilizó la metáfora “leyes del miedo” para describir el ambiente de inseguridad:
“No cargarás efectivo”.
“Entregarás todo sin poner resistencia”.
“Maneje con los seguros puestos”.
“No dejarás objetos de valor en el carro”.
“No sacarás tu celular en la calle”.
(Recuperemos la Paz, 22 de junio de 2009).
La producción de estos mensajes recurrió a la paz como valor equivalente a Costa Rica. Así, la paloma de la paz es representada por un tucán 7, un icono utilizado en las campañas turísticas que venden una marca país como destino turístico al estilo de la campaña No artificial ingredients. Este tipo de imágenes forman parte del inventario recurrente en la construcción identitaria del costarricense, del cual el discurso publicitario echa mano para dibujar una Costa Rica imaginariamente exótica.
La representación “exotizada” 8 de Costa Rica en el discurso sobre la inseguridad ciudadana, por parte de este grupo de la sociedad civil no solo banaliza el tema de la violencia sino que entra en contradicción con una Costa Rica idealizada por las voces hegemónicas, que reproducen los ideales de la nación en la historia oficial, la literatura, los relatos populares y la prensa conservadora.
Emerge también otra contradicción en el discurso de la campaña de la sociedad civil: al tiempo que se reitera la paz como valor fundante de la identidad costarricense, se recurre a imágenes que la violentan: un arma de fuego, un alambre de púas, un brazo armado, un cuchillo, un arma sangrando. Estas imágenes dan cuenta del tono agresivo de esta campaña que utilizó el formato de recreación de escenas violentas para enunciar la ley del miedo en ese nuevo orden de la inseguridad.
En esta misma dirección, el grupo de músicos Le Pop se unió a la campaña y utilizó el formato de performance para confinarse en una cárcel en una de las avenidas centrales de la ciudad de San José; una recreación que parodia una cárcel penitenciaria. Esta forma de presentación se basó en el acuerdo de la “ley del hampa” mediante un procedimiento de ruptura: “Ciudadanos de bien viven encerrados mientras los delincuentes están libres” (Recuperemos la paz, 22 de junio del 2009). Un recurso irónico utilizado, para reclamar la necesidad de recuperar el espacio público.
La ciudad emergió como un lugar fracturado también en la campaña electoral para ganar adeptos y sirvió como un recurso altamente persuasivo, dada su aparente coherencia: “Mientras los malos toman las paradas de buses, los delincuentes tienen que irse” (PUSC, 17 de noviembre de 2009). La avenida 7, sector conocido como “Tierra Dominicana”9 es utilizada como sinécdoque para dar cuenta de la inseguridad en toda la ciudad de San José. Así, la presunción “la delincuencia se apodera de las calles” se sustenta en el hecho de que movieron la parada de autobuses en ese sector de la ciudad, debido a actos delictivos. De esta manera, una sentencia general –las calles tomadas por los delincuentes– parece verosímil con la ilustración de un caso puntual: la reorganización de las paradas.
Una vez más, se teatralizan las situaciones que ponen en riesgo la seguridad de la ciudad de San José. Así, en el comercial de la campaña del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) se apoya en una recreación para mostrar la insatisfacción de la ciudadanía con esta medida: una mujer quejándose del cambio de paradas y de la presencia de extranjeros, mientras caminan algunos inmigrantes por la zona (PUSC, 17 de noviembre de 2009).
Esta argumentación disociada es utilizada por el PUSC y el Movimiento Libertario (ML) como estrategia para intentar captar votantes sobre la base del lugar común: los inmigrantes son violentos (acuerdo general). El candidato del PUSC utilizó este recurso en la campaña electoral: “cuando tuve la oportunidad limpié a Costa Rica de los delincuentes, con su voto lo volveré a hacer” (PUSC, 17 de noviembre de 2009). De nuevo aquí aparece la metáfora “limpiar” como método de eliminación de la presencia de inmigrantes y de sujetos “no deseables” que atentan contra el orden social.
Susan Sontag (citada por Candelario, 2009, p. 171) nos recuerda el uso de las metáforas en la retórica política moderna en pensadores como Nicolás Maquiavelo y Tomas Hobbes, para designar enfermedades tales como el desorden social y la desobediencia civil que pueden controlarse con el fin de restablecer el orden social: “limpiar” la ciudad de delincuencia es una metáfora que también evoca la intencionalidad de ejercer un control sobre la ciudad como organismo enfermo. La ciudad como entorno inseguro y la migración criminalizada son lugares comunes que expresan los miedos de la gente a los riesgos de la vida moderna:
El miedo al extranjero, al grupo social, a la violencia ciega, a la tecnología y a la agresión sexual. Al mismo tiempo, los relatos contemporáneos de agresión suelen reforzar los estereotipos y prejuicios sociales y poseen una veta moralista y aleccionadora sobre las reglas de convivencia y control social (Cortázar, 2008, pp. 90-91).
La inseguridad ciudadana es concebida sobre todo como un fenómeno de violencia en entornos urbanos. La vía pública, el centro de la ciudad de San José, las paradas de buses y los barrios son citados como los principales lugares comunes del discurso de todas las voces.
La percepción no es gratuita. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) advierte que el acelerado crecimiento y la concentración urbana sin planificación, aunado a la desigualdad económica en los últimos 25 años, han incidido negativamente en las tasas de criminalidad 10 en las ciudades centroamericanas:
Por una parte, la baja calidad de las viviendas y el hacinamiento parecen propiciar la violencia en las calles. Por otra parte, la urbanización acelerada no permite darse “el lujo” de reservar y proteger las áreas de uso público, que son el lugar por excelencia de encuentro y convivencia ciudadana (2009, p. 169).
La seguridad no está siendo cosa de todos. El individualismo y la indiferencia se apoderaron de la sociedad costarricense. Bajo esta presunción Canal 7 intenta argumentar que estas expresiones idiosincráticas del ser costarricense juegan en contra de la “seguridad como cosa de todos”, una de las tesis gubernamentales que busca la creación de redes comunitarias (Ministerio de Justicia, 2007, p. 11). La indiferencia y la apatía se oponen a la solidaridad como un valor necesario para enfrentar la criminalidad.
Al individualismo, se suma otra presunción: la sociedad costarricense ha venido sembrando un odio a la vida, dice un entrevistado. Esta afirmación se apoya en la cita de un estudio que concluyó “la mitad de los ticos están a favor del linchamiento, la tortura y la pena de muerte” (Canal 7, 12 de mayo de 2008).
Canal 7 asocia un caso de un homicidio en una localidad rural con la supuesta Costa Rica solidaria del pasado, por medio de un procedimiento de enlace que se construye sobre las preguntas: “¿Cómo hacer de Llano Grande el lugar de nuestros abuelos?, ¿la seguridad es solo un asunto de la policía?, ¿qué hace usted por su barrio?” (Canal 7, 12 de mayo de 2008). El relato periodístico establece una ruptura entre la “Costa Rica solidaria de nuestros abuelos” y el modelo capitalista o lógica del mercado que promueve formas individualizadas de vida. Las fuentes académicas intentan ofrecer una explicación racional acerca de los cambios acontecidos en las sociedades modernas, pero la edición técnica del reportaje reduce y confunde el desarrollo del argumento.
Este relato fracturado aparece de nuevo en la construcción del discurso de la sociedad civil que recrea una escena donde una pareja de adultos mayores pinta un grafiti para convocar a una “cita por la paz”. La imagen evoca la Costa Rica idílica en su expresión de democracia rural, pero ahora enfrentada a una generación violenta que no responde al imaginario pacifista.
El repliegue de las personas del espacio público al espacio privado que se manifiesta en prácticas de seguridad personal como el uso de verjas y tapias altas en las viviendas y el abandono de los parques recreativos son los lugares comunes que dan cuenta de ese individualismo según los ciudadanos entrevistados en el relato periodístico.
Un anuncio comercial de la campaña del ML retrata la vida en ciudad en la actualidad, a partir de una ruptura con el pasado: “En el pasado había niños jugando en el parque, calles seguras, cárceles para los delincuentes. En el presente, los parques están vacíos, las calles son un manicomio, y los niños están encerrados” (ML, 26 de enero de 2010).
Las voces tematizan así uno de los debates de mayor relevancia para las ciudades centroamericanas en la actualidad: la construcción de una ciudadanía en contextos de violencia urbana, después de una década de finalización formal de los conflictos internos, en la cual todos los países presentan bajos niveles de participación social, criterio clave en la construcción de ciudadanía y altos niveles de violencia en todas sus manifestaciones (Lungo y Martel, 2009, p. 390).
Para el caso costarricense, si bien las voces no hablan en términos de ciudadanía sugieren la necesidad de un lugar colectivo al cual acudir como grupo para enfrentar los problemas de inseguridad. Parece entonces que la identidad nacional no es suficiente o, por lo menos, no es capaz de sostenerse incólume frente a los cambios de la globalización cultural y económica que tienden hacia un comportamiento individualista.
En este contexto, el discurso sobre la inseguridad ciudadana pone de manifiesto la tensión entre el reforzamiento de la esfera del dominio privado, de ahí la proliferación de la seguridad privada como opción frente a la debilidad de la seguridad en manos del Estado y el debilitamiento de lo público.
La participación en asuntos de comunidad se restringe a la defensa del privado. El objetivo es, al final, defender el territorio. Las soluciones a este sentimiento de inseguridad y desconfianza son las privatizaciones. Privatizaciones de espacios, de gustos, de relaciones. La violencia debilita lo público como instancia de socialización y se privilegia lo privado (Carrión, citado por Lungo y Martel, 1994, p. 409).
Estrategia de naturalización: la construcción del relato está basada en explicaciones deterministas de los hechos, que terminan naturalizándolos
Más jóvenes, más peligrosos. “A sus 12 años sabía poner a sus víctimas ‘manos arriba’, con 16 años se convirtió en homicida”, relata el periodista. Se presume que la juventud en condiciones malogradas de educación, desempleo, aunado al consumo de drogas, es un “caldo de cultivo” para el ejercicio de la criminalidad.
“¿Cómo un menor pasa a ser un delincuente o asesino?” La respuesta podría ser la familia, relata un reportaje que se construyó sobre opiniones de expertos que intentan explicar el comportamiento social de jóvenes. El lenguaje periodístico, en su intento de ilustración, aborda el problema desde un enfoque determinista, y elabora un símil entre un robot y un niño para elaborar la explicación: “De 0 a 5 años el niño se puede programar, de 5 a 10 es más difícil, de 10 a 20 las correcciones se dan en menor grado” (Canal 7, 25 de mayo de 2009).
Se intenta aportar datos objetivos sustentados en hechos estadísticos: “en 1999 la violencia juvenil generó cuatro homicidios calificados. Al 2008 se registran 25 homicidios calificados”. El discurso periodístico se suma a las explicaciones con recreaciones de jóvenes en las calles, en parques y finalmente en la cárcel, y retoma como referente el surgimiento de los llamados “chapulines” en la década de 1990. De esta manera, los medios tematizan uno de los temas de mayor actualidad en las agendas de inseguridad en la región centroamericana: el fenómeno de las maras y pandillas (PNUD, 2009).
La familia, considerada la institución orgánica forjadora de los “mejores” valores de la sociedad costarricense, emerge en los relatos de violencia como una instancia potenciadora de anti-valores. “La escuela de delincuencia podría ser su propia casa” afirma el relato periodístico (La Nación, 10 de junio del 2008). Se contextualiza la familia en temáticas relativas a la violencia intrafamiliar, desintegración familiar, y vida familiar. No es de interés desarrollar la problemática familiar en el discurso sobre la inseguridad, pero es preciso poner en contexto la citación de la familia en los relatos sobre violencia analizados en este trabajo.
En América Latina ha aumentado la demanda social hacia la familia como instancia para superar problemas que anteriormente asumía el Estado, como parte de la individualización y la desregulación, tal cual lo han señalado investigaciones recientes11. En Costa Rica, como en otros países de la región, existe una tendencia a priorizar las soluciones familiares de cuido y de personas adultas mayores, antes que las mercantiles o estatales (Martínez y Ramírez, p. 2006; citado por Martínez, 2008, p. 251). Esta demanda tiene implicaciones para la familia que van más allá de su papel como auxiliadoras de los vacíos que se le asignaban al Estado en un régimen de bienestar, sino también a su expectativa sobre la responsabilidad en la educación de los hijos para vivir en sociedad 12.
En este contexto, se insiste en la asignación de responsabilidades de la familia para superar el problema de la droga y la delincuencia, entre otros múltiples problemas (Güell, citado por Sunkel, 2006, p. 37) con las consecuentes tensiones que se generan dado que, al tiempo que surgen nuevas demandas hacia la familia, esta no cuenta con nuevos recursos y competencias para enfrentarlas 13.
Jóvenes violentos es un lugar común 14 que habita en el imaginario de las sociedades latinoamericanas desde hace varios años. Esta tendencia se acrecentó en la última década como parte de un proceso estigmatizador y generalizable, que bajo el amparo de una “leyenda negra” convirtió a los jóvenes en los principales operadores de las violencias en estas sociedades (Reguillo, 2003, p. 11).
Esta naturalización de la juventud violenta enfrenta grandes contradicciones con el concepto de inseguridad ciudadana, en tanto la categoría “ciudadanía” ha puesto de manifiesto las graves dicotomías con las que se piensa la inclusión ciudadana de los jóvenes, pues como afirma Reguillo:
de un lado, prevalece la idea de que los jóvenes menores de edad carecen de las competencias necesarias para ser sujetos de derechos políticos, pero de otro lado, se afirma y gana terreno político en las agendas locales, la premisa de que deben ser sujetos imputables desde la lógica del Estado. En otras palabras, son “ineptos” para ejercer la ciudadanía política, pero son aptos para convertirse en sujetos de castigo (2003, pp. 16-17).
Ahora bien, los jóvenes enfrentan también un doble rol en los discursos de violencia. Por un lado, son altamente criminalizados, pero, por otro, se da cuenta de los jóvenes en su rol de víctimas. Por ejemplo, la iniciativa de Asopaz “El valor de una vida” retrató las historias de jóvenes víctimas de actos delictivos como un acto de denuncia.
Esta representación no anula el hecho de que en Costa Rica, como en otros países latinoamericanos, exista una altísima propensión a cometer delitos con violencia, por parte de personas jóvenes que responden a características bioculturales (mayor vigor físico, más fogosidad, más rudeza en el trato), tal cual lo señalan el PNUD (2009, p. 166).
El problema que nos atañe aquí es cómo las diversas voces estructuran el enunciado con respecto a la violencia juvenil, a partir de una explicación causal de la violencia (el peso sobre la familia y la capacidad de programar el comportamiento) terminan por naturalizar el comportamiento de los jóvenes como personas violentas.
Estrategia de sobredimensionamiento: se hiperbolizan los contenidos, es decir, las presunciones y los hechos que dan cuenta de la realidad, pero igualmente se exageran sus formas de presentación
Inseguridad desbordada. El Partido Movimiento Libertario (ML) emergió como la voz más autoritaria que atizó el debate con una campaña populista que sobredimensionó el fenómeno de la inseguridad ciudadana para lograr la adhesión de una buena parte del electorado, ansiosa de encontrar un interlocutor que pronunciara en voz alta sus demandas de mano dura, en un momento en que el tema de inseguridad se ubicaba como “plato fuerte” de la agenda mediática y las encuestas mostraban una alta percepción de inseguridad por parte de la población.
La estrategia utilizada por el ML se apoyó en la presunción de una inseguridad extrema 15, regida por la ley del hampa y utilizó la hipérbole de una ciudadanía “desnuda” para ilustrar el grado de indefensión y el despojo de sus bienes materiales al que son objeto las personas en la vía pública, por parte de los delincuentes. Un hombre desnudo, despojado de su ropa y su perro 16 es la representación más emblemática de una voz que buscó potenciar el miedo como moneda de cambio para obtener votos en la pasada campaña electoral, acusando a sus contrincantes de falta de mano dura en la administración del tema de inseguridad ciudadana.
“Chingo” es la representación hiperbólica de la ciudadanía despojada de derechos en un spot comercial que sobre banalizó el tema de la inseguridad ciudadana en campaña electoral. El ML utilizó esta fórmula repetidamente en una serie de spots que narraban la historia de un hombre que caminaba desnudo por las calles de la ciudad de San José; un personaje que caricaturiza al ciudadano indefenso ante la inseguridad ciudadana. La construcción de una trama simple que reduce el fenómeno de la inseguridad a hechos puntuales de despojo material supone un auditorio costarricense con un capital cultural limitado.
En la perspectiva de Perelman (1994), un auditorio está contenido en la propuesta argumentativa y persuasiva, en este sentido el ML evidencia la concepción de un público poco inteligente y consumidor de productos novelescos de bajo estándar, lo cual no implica que los mensajes sean leídos desde la propuesta de los enunciadores.
De igual forma, el mundo posible de la inseguridad ciudadana presupone un auditorio muy vulnerable a las influencias de los mensajes mediáticos con una alta percepción de inseguridad ciudadana, como ya lo evidenciaron diversas encuestas en el ramo (PNUD, 2005 y 2007).
En este escenario, el ML responsabiliza a la ineficiencia administrativa de la justicia por parte de Liberación Nacional, para sustentar el deterioro de la seguridad ciudadana y demandar “mano dura”, a partir del testimonio del padre de una mujer asaltada, violada y asesinada de uno de los casos de mayor resonancia en los medios dada la magnitud del hecho. “Hoy los delincuentes se roban lo que sea (hasta un perro) y cada vez con más violencia, y si los logran detener los sueltan casi de inmediato” dice el candidato del ML (ML, 8 de octubre de 2016). Se trata de un recurso altamente persuasivo, por las emotividades implicadas en el relato, en el cual el candidato se arroga el derecho de aplicar castigo en su nombre: “Otto Guevara va a aplicar ‘mano dura’ para que usted y yo caminemos tranquilos y para que los delincuentes estén donde tienen que estar en la cárcel” (ML, 21 de agosto del 2009).
Espectacularización de la realidad. Otra forma de sobredimensionamiento se expresa también en la espectacularización de los hechos, dentro de un formato de presentación que intenta representar la realidad material “tal cual”, pero en su afán de teatralizar los hechos, los medios terminan presentando el fenómeno de la inseguridad ciudadana desde un tratamiento espectacular y caótico.
Desde hace algún tiempo, las principales televisoras han introducido un tipo de narración documental que presenta allanamientos “en vivo”, in situ, por parte de efectivos del Organismo de Investigación Judicial (OIJ). Se interrumpe muchas veces la programación para dar paso a la “cobertura” de un hecho que está ocurriendo en el momento de transmisión. Claro está que la presencia de los medios de comunicación solo es posible con la complicidad de las fuentes; es decir, de la policía 17.
Este tipo de allanamientos acontecen, por lo general, en comunidades criminalizadas ubicadas en sectores populares. A manera de ejemplo, Canal 6 registró “en vivo” una irrupción a una vivienda en la comunidad de León XIII: Más de una docena de policías altamente armados se apresta a ingresar a la vivienda, pero algunos de los ocupantes oponen resistencia. Se produce un tiroteo en el cual uno de los policías resulta herido, sus compañeros lo asisten y claman por ayuda. Se escuchan gritos; los policías se mueven con dramatismo, propio de sus escuelas de formación militar, incluso alguno grita: “let´s go” (Canal 6, 17 de marzo de 2009).
Los movimientos de cámara son abruptos, pero los desaciertos técnicos se convierten en aliados de ese estilo con pretensiones de realidad. La no edición es prueba documental del registro como diciendo “las cosas suceden tal cual”. Como bien dice Beatriz Sarlo a propósito del registro televisivo de un caso argentino, el relato es documental hasta el extremo:
El desorden narrativo se presenta como prueba de la verdad referencial; no se controla la edición porque se quiere mostrar los hechos al mismo tiempo que están sucediendo o lo más cerca posible de ese lapso. Esta proximidad temporal con los hechos es un argumento decisivo en la competencia capitalista por el mercado de la primicia (Sarlo, 2006, p. 63).
El camarógrafo intenta captar imágenes desde ángulos incómodos, registrando los mínimos detalles: una persona que corre tras las verjas de una vivienda, un lote baldío, una pared grafiteada, un auto abandonado. Vecinos observan, quienes sirven de espectadores presenciales, al tiempo que operan a manera de extras, otorgándole color y ambientación a la escena. Los reporteros ya no son solamente narradores, se suman a la escena y protagonizan, junto a los oficiales del OIJ y los supuestos malhechores, “el Acto”. Concluye el periodista: “queda evidenciado que esta es una comunidad conflictiva, a la que las autoridades tienen que poner especial atención” (Canal 6, 17 de marzo de 2009).
La posición de la cámara, el periodista y las imágenes que encuadran la escena forman parte de la materialidad de la situación. Como afirma Judith Butler, los marcos forman parte de la materialidad de la guerra en tanto hacen posibles las prácticas de esta. Así como la “materia” de los cuerpos no puede aparecer sin una forma conformadora y animadora, tampoco la “materia” de la guerra puede aparecer sin condicionar y facilitar la forma o el marco 18(2010, p. 51).
La mirada mediática, la de los demás, es vigilante y sancionadora. Este voyerismo mediático de la violencia 19 nos remite al concepto del panóptico de Foucault, como nos recuerda Alexander Jiménez cuando señala que: “la vigilancia se vincula con el espectáculo. En efecto, la modernidad como sociedad de vigilancia procura a un pequeño segmento de la población la mirada abarcadora y perfecta sobre las grandes multitudes” (Jiménez, 1997, p. 20).
El control a través de un orden social implica directamente la represión sobre sujetos y espacios concretos. El efecto mediático y la espectacularización consolidan la alarma social sobre ciertos fenómenos y la consecuente defensa social. Hay un desdoblamiento de la mirada; por un lado, el periodista construye una narración y, de otro lado de la pantalla, los espectadores del espectáculo televisivo elaboran su propia trama narrativa y participan de la escena mediática, a partir de este doble paso.
Ya Debord había concebido el espectáculo como una categoría transversal, intrínseca al funcionamiento de la sociedad moderna. El espectáculo no es un despliegue de imágenes. Se presenta más bien como la sociedad misma, “una relación social entre personas mediatizada por imágenes” (1967, p. 9). Esta noción de espectáculo permite dar cuenta del papel de los distintos actores sociales en la “espectacularización” de las formas de violencia, no como un resultado de las representaciones mediáticas, sino como un espacio donde los sujetos interactúan, pero cuya comunicación está mediatizada por las imágenes.
En el mundo posible de la inseguridad ciudadana, las voces de la inseguridad están determinadas por sus condiciones de enunciar y circular mensajes, de posicionar sus agendas mediante recursos persuasivos. Estas condiciones, por lo general, se ejercen desde posiciones desiguales y, en algunos casos, nulas para algunos sujetos.
Estrategia de apelación a la imaginación nacional: se apela a una construcción identitaria para persuadir sobre las tesis propuestas del enunciador
Las voces de la inseguridad han apelado a la legendaria excepcionalidad de Costa Rica en la región centroamericana para reclamar su posición de liderazgo. La paz, la libertad y la seguridad son valores citados principalmente por el discurso político y la sociedad civil. No obstante, el problema de la inseguridad ciudadana les confronta con la vigencia de esa construcción identitaria que exalta su condición de nación más desarrollada y pacifista.
Dos ejemplos ilustran esta apelación en la campaña electoral. Un anuncio de campaña del Partido Acción Ciudadana (PAC) retrata así el contexto de inseguridad actual:
Vivimos esclavizados por el temor que nos causa la criminalidad. “No nos podemos quedar atrás, hay países en Centroamérica con mejores índices de seguridad y con menos recursos y países desarrollados donde el tema de la tranquilidad del ciudadano ha sido conquistado” (PAC, 5 de mayo de 2009).
La campaña Recuperemos la paz utilizó esa misma estrategia: “Costa Rica: país único en Centroamérica. La criminalidad antes era un problema inexistente, ahora pasó a dominar la vida de la gente. La única ley efectiva es la ley del hampa” (Recuperemos la paz, 22 de junio de 2009).
Los partidos políticos y la sociedad civil apelan a la presunción de que la historia costarricense ha estado exenta de expresiones de violencia. En los dos ejemplos se argumenta a partir de falacias, pues el combate a la violencia no ha sido menos exitoso en el caso costarricense que en otros países del istmo, como tampoco el país ha estado exento de formas de violencia 20. Sin embargo, la excepcionalidad tica es un lugar común altamente persuasivo que opaca la falsedad del argumento.
Además, es también falaz el argumento de que otros países centroamericanos cuentan con mejores índices de inseguridad. Si bien es cierto que en Costa Rica se observa un aumento significativo en hechos de violencia en casi una década, las cifras son comparativamente inferiores a las de la mayoría de los países de la región. A manera de ejemplo, la tasa de homicidios en Costa Rica, en el 2000, era de 6 homicidios por cada 100 mil habitantes y pasó a 11 homicidios en el 2008; precisamente ese año es significativo, pues muestra el punto más álgido de las tasas de homicidio desde la década de 1990. En el período comprendido del 2008 al 2010, Costa Rica presentaba 21 tasas inferiores a todos los países de la región: Honduras (58), El Salvador (52), Guatemala (48) e incluso Nicaragua (13) (PNUD, 2009).
La fuerza de las presunciones en la persuasión reside en que en su apariencia son argumentos verosímiles, a pesar de ser falaces, pero como son acuerdos no controvertidos por el auditorio fluyen sin dificultad en el discurso audiovisual. En el ejemplo anterior, se trata de una falacia de llamado al pueblo, en la cual el orador recurre a aquellas afirmaciones o conclusiones no demostradas mediante pruebas que presupone capaces de despertar aceptación general (Camacho, citado por Vergara y Cuvardic, 2005, p. 74). En este caso, la apelación a una superioridad de Costa Rica en el contexto centroamericano es altamente persuasiva dado que existe todo un imaginario que sostiene esta presunción.
Acuña (2002, p. 218) señala que la imagen de Costa Rica, como nación peculiar y superior, se construyó en el espejo centroamericano en los primeros 50 años de vida independiente 22 y discurrió con la edificación del proyecto-nación impulsado por las élites, las cuales se encargaron de difundir en los sectores populares 23 y que más tarde el proyecto liberal terminó de reafirmar.
Esta imagen se construyó sobre la base de un conjunto de atributos de la identidad costarricense en comparación con sus vecinos: primero fue señalado la pobreza y la pequeñez como rasgos peculiares, más tarde se sumó la noción de sociedad homogénea y su vocación por la paz que discurrió con el mal ejemplo de sus vecinos tras los conflictos políticos en la región. Emergió también la noción de neutralidad y, de forma posterior, la idea del progreso, asociada a la índole laboriosa del pueblo costarricense. Los liberales agregaron el mito de “más maestros que soldados”, subrayaron la ideología racial del carácter europeo o blanco de su población y apelaron a la democracia como rasgo definitivo de la nacionalidad costarricense (Acuña, 2002, p. 18).
Costa Rica se define como periférica y atrasada frente a Occidente, pero en su perímetro geográfico se considera a sí misma como nación metropolitana moderna, y es desde esta concepción donde se recurre a insumos cada vez ex novo para reclamar y reivindicar este imaginario en diversos discursos, de los cuales la inseguridad ciudadana no es la excepción. La inseguridad ciudadana emerge como lugar desde el cual la sociedad costarricense como comunidad imaginada 24 de la que habla Anderson, reposiciona sus imaginarios sociales, a veces dislocados de su propia trama discursiva, a veces más asentados en narrativas coherentes y convergentes.
Las naciones modernas pretenden ser comunidades naturales, cuando realmente se trata de construcciones simbólicas que se alimentan de una tradición particular, entendida ésta no como un depósito fijo de costumbres e imaginarios, sino como un proceso permanente en el cual se privilegian determinados aspectos y se excluyen otros (Arias, 2008, p. 216).
De nuevo aquí habría que aclarar que, en este mundo posible, la nación imaginada no es entendida como nación falsa o irreal, antes bien no se niega la dimensión real de la nación, sino que en sus permanentes relatos ficcionales “la nación se erige y se experimenta como real” (Arias, 2008, p. 216).
Reflexiones finales
En este trabajo vimos cómo las voces utilizan el encuadre del miedo como punto de partida para desarrollar sus estrategias discursivas dentro de un modelo de realidad, llamado mundos posibles. Estas hablan de una inseguridad desbordada donde rige la ley del hampa y un país tomado por delincuentes nacionales y extranjeros.
El mundo posible de la inseguridad ciudadana es un discurso en movimiento en el cual las voces han instalado sus temáticas de interés, mediante la puesta en marcha de sus propias estrategias persuasivas. Sin embargo, no es posible afirmar que esta acción discursiva implica en sí misma un debate de la inseguridad ciudadana en la esfera pública.
En el contexto de la campaña electoral previa a febrero del 2010, algunas voces políticas se replicaron unas a otras para establecer responsabilidades y causalidades del problema, tal y como lo hicieron los partidos ML y PUSC al señalar debilidades en el manejo del tema por parte del partido en el poder. No existe una agenda común, pero sí se observan puntos de agenda compartidos.
La sociedad civil estuvo más próxima a la propuesta del ML y PUSC para demandar mano dura. El PAC y el PLN desarrollaron una agenda más moderada e intentaron tematizar los asuntos de prevención y control. Mientras que los medios operaron a manera de bisagra entre ciudadanía y partidos políticos. El sector comercial se sumó a las temáticas de violencia de las agendas públicas para posicionar sus productos.
Para persuadir de la validez de sus agendas, las voces utilizaron estrategias diversas: de ruptura para apelar a una fractura en la sociedad costarricense, entre una Costa Rica pacífica del pasado frente a un país más violento en la actualidad. Estrategia sustentada en las presunciones de que “rige la ley del hampa” y que la sociedad costarricense está dividida por el individualismo y la indiferencia.
Un recurso utilizado fue la apelación a la construcción identitaria costarricense. Las voces pusieron a jugar íconos identitarios para recolocarlos en el discurso sobre la inseguridad ciudadana y con ello afianzar una identidad nacional. Así, emergió la idea de la excepcionalidad costarricense en el contexto de la región centroamericana para superar el problema de la inseguridad ciudadana.
Los medios utilizaron la estrategia de naturalización, basada en explicaciones deterministas para explicar el comportamiento delictivo de algunos sujetos y terminar naturalizándolo. De acuerdo con esta argumentación, una familia disfuncional, el desempleo, el consumo de drogas o la falta de educación son consideradas factores determinantes para un comportamiento delictivo y criminal. Los jóvenes aparecen como personas con potencial violento debido a su minoría de edad, pero también expuestos a dichas condiciones.
Las voces, principalmente mediáticas y políticas, recurrieron a estrategias de sobredimensionamiento, en el cual se exageran los contenidos (inseguridad desbordada, por ejemplo) y la representación de los hechos mediante formas de espectacularización de la realidad.
Una de las estrategias persuasivas más potentes por la forma de relacionar contenidos y presentarlos es la del encadenamiento que permite asociar un conjunto de hechos de violencia y atribuirles una misma causalidad. La trama narrativa interrelaciona historias de violencia y las recrea en formas de entretenimiento.
Ahora bien, la capacidad de visibilizar estas estrategias estuvo determinada por sus posibilidades de agenciamiento y por su posición de poder dentro de ese campo. Los partidos políticos con mayor poder político y económico desarrollaron estrategias más potentes y persuasivas a tono con los nuevos formatos de producción mediática. Así lo hicieron los partidos políticos ML, PLN y PUSC, a diferencia del PAC, cuya comunicación mediática fue más débil en el tema.
Las expresiones de la sociedad civil están mediadas por grupos con competencias persuasivas en el campo, de ahí que su campaña responda a estos nuevos estándares de producción mediática. Mientras, los medios de comunicación siguen las tendencias de las industrias culturales globalizadas.
La inseguridad ciudadana es un campo de acción discursiva en el cual las voces se replican y han ido estandarizando los formatos de presentación de sus demandas. Las recreaciones, el uso de recursos de entretenimiento y la espectacularidad con la que se relatan los hechos dan cuenta de una tendencia a la homogeneización de los formatos utilizados por las diversas voces.
Estos formatos son potentemente persuasivos al emular la realidad material; asimismo, encarnan una nueva realidad discursiva. Si bien esta forma de conjuntar realidad y ficción incorpora hechos reales constatados e historias reales concretas, en su afán persuasivo conduce, en muchos casos, a sobredimensionamientos, reduccionismos o absolutismos.
El tratamiento de hechos violentos en las pantallas desde una óptica de espectáculo y entretenimiento crea una “zona nebulosa”, un campo donde se conjuga ficción con facticidad. Estas “ficcionalidades de la violencia” permiten no solo trivializarla sino naturalizarla a través de prácticas rutinizadas de las organizaciones informativas, partidos políticos o miembros de la sociedad civil que denuncian violencia y, a la vez, la recrean en sus prácticas discursivas; estas son paradójicas. Como apunta Haas: “confrontan al espectador o lector con la persistencia de la violencia en el sentido de protesta contra la violencia silenciada, y lo hacen de forma violenta” (2010, pp. 2-3).
Las estrategias discursivas utilizadas por las diversas voces en el discurso sobre la inseguridad ciudadana evidencian nuevas formas de crear, ver y sentir de las industrias mediáticas globales, las cuales introducen nuevas sintaxis, valoraciones y estéticas en las formas de representación y reconfiguran los escenarios por el poder de la representación en el espacio público.
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