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Sueños que son pesadillas: propagación del turismo de élite y menoscabo ecológico en el Pacífico Central de Costa Rica
Diego Lobo Montoya
Diego Lobo Montoya
Sueños que son pesadillas: propagación del turismo de élite y menoscabo ecológico en el Pacífico Central de Costa Rica
Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe, vol. 13, núm. 2, pp. 161-180, 2016
Universidad de Costa Rica
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Resumen: Este ensayo propone una discusión sobre el advenimiento de la industria turística de élite y su relación con múltiples formas de degradación sistémica que tienen lugar en el frágil contexto de Playa Herradura, en el Pacífico Central de Costa Rica. Para ello, se considera primordialmente como una transmutación espacial y ecológica, con un potente correlato simbólico y estructural, el cual ha impactado severamente al socio-ecosistema local. Desde el acaparamiento de tierras y la “turistización” de los ecosistemas, hasta la secesión de los “triunfadores” y la guetificación de la población local, dicho fenómeno muestra el carácter patológico del “desarrollo”.

Palabras clave:Turismo de éliteTurismo de élite,desarrollodesarrollo,guetificaciónguetificación,degradacióndegradación,crisiscrisis.

Abstract: This paper discusses the advent of the elite tourism industry and its relation to multiple forms of systemic degradation that are taking place in the fragile context of Playa Herradura, in the Central Pacific of Costa Rica. The primary consideration in this discussion is how the spatial and ecological transmutation has severely impacted the local socio-ecosystems, creating powerful symbolism. From land grabbing and touristic exploitation of ecosystems, to the secession of the “winners” and the ghettoization of the local population, this phenomenon shows the pathological character of “development”.

Keywords: Elite tourism, development, ghettoization, degradation, crisis.

Resumo: Este ensaio propõe uma discussão sobre o advento da indústria turística de elite e sua relação com múltiplas formas de degradação sistêmica que tem lugar no frágil contexto da Praia Herradura, no Pacífico Central da Costa Rica. Para tanto, se considera, primordialmente, como uma transmutação espacial e ecológica, com um potente correlato simbólico e estrutural, que tem impactado severamente o sócio-ecossistema local. Desde a apropriação de terras e a “turistização” dos ecossistemas, até a secessão dos “vencedores” e a guetização da população local, dito fenômeno mostra o caráter patológico do “desenvolvimento”.

Palavras-chave: Turismo de elite, desenvolvimento, guetização, degradação, crise.

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Sueños que son pesadillas: propagación del turismo de élite y menoscabo ecológico en el Pacífico Central de Costa Rica

Diego Lobo Montoya
Universidad de Costa Rica, Costa Rica
Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe, vol. 13, núm. 2, pp. 161-180, 2016
Universidad de Costa Rica

Recepción: 07 Diciembre 2015

Aprobación: 24 Enero 2016

Costa Rica, a finales de la década de los 1990, enfrentó una expansión acelerada y agresiva de la industria turística, especialmente de carácter lujoso, que generó una violenta colonización de los espacios costeros, en particular de Guanacaste y Puntarenas (Morera y Sandoval, 2010). En este período se desarrolló una multitud de iniciativas (Delgado, 1998); y, en varios sentidos, tuvo lugar la instauración de un modelo de enclave turístico; es decir, un sistema socioeconómico heterónomo2 con una contradictoria y perjudicial vinculación con la sociedad y el ecosistema receptor. Pero, además, esta irrupción supuso la aparición de múltiples daños colaterales y la emergencia o hiperbolización de conflictos con un altísimo potencial lesivo, en términos ecológicos, espaciales y sociales (Cfr.: Cordero, 2004, 2010; Vargas Ulate, 2009; Lobo Montoya, 2009; Cañada, 2010; Carballo Chaves, 2013; Barrantes Reynolds, 2013; Navarro Cerdas, 2013; Navas & Cuvi, 2015).

Resulta esclarecedor que, anterior y paralelamente, tuviese lugar una sucesiva y exitosa cadena de comunicaciones en la esfera pública que resaltaban, a modo de non plus ultra, las virtudes de dicho modelo de desarrollo, promoviendo su aceptación y convirtiéndolo en parte del quimérico horizonte del progreso. Para una comprensión del trasfondo político-ideológico de dichas comunicaciones se recurre a Teun van Dijk (1999), en especial al considerar el análisis crítico del discurso como una forma de resistencia contra la desigualdad y la dominación.

Dentro de este contexto, sobre todo en 1996, la noticia del arribo de la corporación transnacional Marriott International causó un profundo regocijo en la prensa, los sectores hegemónicos y los círculos de la “fama”. En la prensa se publicaron varias notas, entre estas una que noticiaba sobre la iniciación del proyecto Los Sueños Marriot en Playa Herradura, Puntarenas, y que constituiría “un sueño hecho realidad” para el país (Chacón, 1996). Como parte del afianzamiento simbólico, también tuvo lugar un importante ritual denominado “consagración de las llaves al cielo”, oficiado por el mismo magnate dueño de la corporación, John Willard Marriott, quien inauguró el primer hotel de dicha cadena en Belén, Heredia. En esta ceremonia se celebró el “descenso” de la “entidad benefactora”, que significaría un “gran progreso” para la sociedad costarricense (Barquero, 1996).

Paulatinamente, la instauración de un horizonte simbólico, cuyo pináculo lo constituye el turismo de élite, muestra la elaboración de una reingeniería del espacio social y que, en principio, sería un motor del quimérico desarrollo. Según un reportaje publicado por el diario La Nación en octubre de 1997:

Costa Rica experimenta una nueva etapa en la evolución del turismo, la cual no solo comprende una oferta de mayor lujo y variedad ... Se trata de los grandes proyectos turísticos que se están gestando en las zonas Pacífico Norte y Central del país, y entre sus características se encuentran las elevadas inversiones, un servicio del más alto nivel y su exclusividad social, lo que podría hacerlos accesibles únicamente a extranjeros y costarricenses adinerados ... Estos megaproyectos pertenecen en su mayoría a inversionistas foráneos (estadounidenses, canadienses y árabes), y su costo oscila entre $30 y $250 millones, es decir, entre ¢7.000 y ¢60.000 millones (Delgado y Barquero, 1997).

Las principales obras de Los Sueños Marriott estaban concluyéndose a finales de 1999 y, con el intertexto del “cambio de milenio”, se realizó la apertura oficial del hotel el 1º de noviembre (la construcción de condominios, villas y otros conjuntos habitacionales continúa hasta hoy). Como corolario ritual de dicha inauguración, tuvo lugar una “apoteósica” celebración –a propósito también del fin y principio de milenio–, en cuya liturgia se incluyeron las ya mencionadas “llaves del cielo” y una celebración del Año Nuevo a cargo del entonces presidente de la República, Miguel Ángel Rodríguez Echeverría. La descripción de este evento realizada por el diario La Nación resulta tan reveladora, que bien vale la pena recuperarla para efectos analíticos. Dicha nota de prensa, publicada el 2 de enero del año 2000, fue titulada Pompa milenaria, y en esta, Miguel Casafont Broutin reza así:

Horas antes, en París, Tokio y Milán, las fiestas más elegantes se habían extinguido ... Pero en nuestro pequeño país, la elite social apenas comenzaba a celebrar –en playa Herradura–, rodeada por la desteñida alegría de los pueblos de pescadores de Tárcoles y Agujas, quizás la fiesta más selecta de Costa Rica.

Con una lista de 300 invitados, encabezada por el Presidente de la República, figuras políticas, socialités y uno que otro extranjero, este fino grupo recibió el año 2000 en una enorme explanada y jardines internos del hotel Marriott Los Sueños, que lamentablemente no tenían vista al mar …

Enormes hojas de palmeras de Madagascar decoraban las paredes y enmarcaban además la tarima del escenario principal, junto con listones fucsia, plata y lila.

Entre los invitados estaban Diana de Rojas, Jean-Paul y Denisse Giustiniani, Rodolfo y Olga de Jiménez, Fernán Vargas y su esposa Virginia Mendiola y varios miembros de la familia Aizenman. También se encontraban Ronald Zürcher, Thelma de Kooper, Luis y Aida de Fishman y la modista Amanda Moncada. Muy elegantes Monserrat Mesalles de Capra y Vanessa Sequeira de Rodríguez, la primera de negro y la segunda en tonos de rosa y perla. Nuestra primera dama, Lorena Clare, lució un singular traje strapless de falda pantalón en seda asiática de color coral con una preciosa gargantilla, y don Miguel Ángel vistió camisa blanca de manga larga y pantalón negro.

La cena de gala era una extensa lista de sabores y texturas que incluía, entre otros, croquetas de langosta, pargo al estilo de Veracruz, arroz a la Biriani, pollo en salsa de curry, pierna de cordero rellena al estilo griego, salchicha de mariscos con salsa de caramelo, ravioles rellenos de cangrejo, puré de papas con ajos “rostizados”, ensalada de peras y pecanas. Además, había asados de pez espada, atún, camarones y lomito …

Mientras el firmamento se iluminaba con los destellos de los fuegos artificiales, en los paladares brillaban los dulces de delicados cheesecakes miniatura, queques de trufas de chocolate, tiramisú, pastelitos de Napoleón, fresas con chocolate y crema catalana con azúcar tostada.

Al filo de la madrugada, entre los restos de serpentinas, escarcha y copas vacías, dominado por el cansancio, solo recuerdo a Calderón de la Barca y su verso que dice: -¿Qué es la vida? Una ilusión/ una sombra, una ficción/ y el mayor bien es pequeño/ que toda la vida es sueño/ y los sueños sueños son (Casafont, 2000).

Los acontecimientos reseñados constituyen, sin duda, rituales y “puestas en escena” de un orden político que, en aquel entonces, emergía. Desde ese punto de vista, la “inauguración de una nueva era” requería de actos litúrgicos y de dramas fundacionales lo suficientemente fuertes y significativos. De hecho, ambas representaciones dramatúrgicas: la Consagración de las llaves al cielo y El sueño de una noche de año nuevo (descrito con euforia por Casafont) corresponden con la instauración de un horizonte de representaciones de mundo y, al mismo tiempo, de una nueva configuración de relaciones de poder (Balandier, 1994; Abélès & Jeudy, 1997), en su acepción más pura.

Si se quiere, ambas ceremonias constituyen efectivamente la transmutación simbólica de la sociedad, a partir de un nuevo centro de poder y la inauguración de un tiempo histórico diferente. En ese sentido, conviene recordar que:

El objetivo de todo poder es el de no mantenerse ni gracias a la dominación brutal ni basándose en la sola justificación racional. Para ello, no existe ni se conserva sino por la transposición, por la producción de imágenes, por la manipulación de símbolos y su ordenamiento en un cuadro ceremonial (Balandier, 1994, p. 18).

En concordancia, dichos actos de representación crean los simbolismos, encarnados como la expresión escenográfica y dramatúrgica, de un nuevo orden social y político (Abélès & Jeudy, 1997). Su objetivo último es, por supuesto, poner en escena, eternizar e inmortalizar los símbolos cardinales de una entronización, en este caso, de una hegemonía del turismo de élite.

La propagación de la élite y sus consecuencias

El término propagar, tal como sugiere la etimología, remite a la “continuación” (del lat. propage) y a la “inserción” (del lat. “ere”), implicando que “algo se extienda o llegue a sitios distintos de aquel en que se produce” (Real Academia Española, 2016). Justamente ese parece ser el caso de la industria turística y sus diversos componentes, en tanto elementos de irrupción en el ecosistema de Playa Herradura.

Dentro de dichos componentes, ocupando el lugar de directores de orquesta de la colonización del espacio, se encuentran las “jerarquías” de las empresas transnacionales (J.W. Marriott y sus congéneres), que desempeñan un papel determinante en la instauración de “nuevos ordenamientos económicos” y en la consolidación de instancias “cuasi políticas” (en el sentido institucional) (Lash y Urry, 1998, pp. 35-49). Sus comportamientos corporativos, que alardean de cierta omnipotencia ante un contradictorio beneplácito del Estado costarricense, constituyen entonces el pilar y punta de lanza de una transmutación potente. Tal como demuestra María Paula Barrantes Reynolds, “un Estado ‘verde’ como el costarricense vive la contradicción de tener que propiciar las condiciones para el éxito de negocios como el turismo … aun … cuando dicho modo de acumulación tiene un impacto social y ambiental negativo” (2013, p. 253). En ese sentido, queda claro que las determinaciones corporativas, además de traspasar lo político-institucional, generan consecuencias (daños colaterales) de insospechadas y abrumadoras dimensiones (Beck, 2000).

Otro componente de la propagación de esta hegemonía es el turista. Al tratarse de una industria de lujo, las condiciones de consumo resultan muy diferenciadas del resto de alternativas, clamando incluso por la exclusividad. Así, mientras se da una “estetización” no estandarizada de los espacios y se crea la capacidad de “mirar desde lejos” los paisajes, tiene lugar la generación de una distancia segura para la observación de la realidad y la consolidación de una secesión física del mundo ordinario (Lash & Urry, 1998, p. 366). En concordancia, el elemento característico de este tipo de turista es su capacidad estética y su libertad. Así, estos turistas:

pagan por su libertad: por el derecho a pasar por alto los intereses y sentimientos de los nativos, a tejer su propia red de significados [a tener] independencia y el derecho de ser libre para elegir; como una licencia para reestructurar el mundo (Bauman, 2004, p. 274).

El conjunto de esa ecuación de corporativos y turistas conforma una “jerarquía de jerarquías” que, a pesar de estar entronizada y dominar el territorio, es justamente extraterritorial. De tal forma, la nueva élite es:

esa nueva jerarquía [que] funciona mediante una estrategia de desvinculación, que a su vez depende de la facilidad y velocidad con la que los nuevos poderes sean capaces de moverse, desligándose de sus compromisos locales a voluntad y sin previo aviso y dejando a los “locales” y a todos los que queden detrás, la abrumadora tarea de recomponer los destrozos (Bauman, 2003, p. 124).

La propagación de esta industria turística de alta exclusividad implica, entonces, la instauración de una nueva élite del turismo conformada por corporativos y turistas que, en función de sus prerrogativas como hegemonía, genera una profunda huella en el entorno local.

La transmutación del ecosistema-comunidad

Como se ha indicado, el advenimiento de esta industria turística significó la instauración de una nueva hegemonía, la subordinación de sectores sociales, y la generación de una nueva noción de comunidad. Recordando la discusión de Chantal Mouffe (1999) sobre la transición nodal de estructura y simbolismo que implica el cambio en la red de relaciones políticas y, por tanto, la configuración de la hegemonía, los rituales de consagración descritos constituyen una evidencia inequívoca de la unción de unos y el sojuzgamiento de otros. Tales consecuencias, que constituyen de manera cabal afrentas ecosistémicas, encarnan la instauración de un nuevo orden y la reconfiguración del oikos (eco: hogar) de forma radical y trágica.

En este sentido, la dimensión ecológica no equivale al “ambiente” en tanto entorno o medio externo. Por el contrario es, precisamente, una profunda implicación mutua que constituye la condición sine qua non y per quam de lo viviente, en cuyo caso remite a una integración socioecosistémica que, en términos de Gregory Bateson, resulta ineludible (1998). Así, ecosistema remite a la concatenación de elementos de diversa naturaleza, los cuales componen el hogar que es, a su vez, creado por dichas concatenaciones. En palabras de Edgar Morin:

El ecosistema significa que, en un medio dado, las instancias geológicas, geográficas, físicas, climatológicas (biótopo) y los seres vivos de todas clases -unicelulares, bacterias, vegetales, animales (biocenosis) -inter-retro-actúan unos con otros para generar y regenerar incesantemente un sistema organizador o ecosistema producido por estas mismas inter-retro-acciones (2002, p. 135).

Siendo, entonces una especie de comunidad de comunidades, un hogar de hogares, el ecosistema también está compuesto por los agentes sociales (que a su vez son compuestos por el ecosistema). Si el ecosistema es interno a la sociedad y la sociedad interna al ecosistema, resulta plausible comprender con Ulrich Beck que, tal como en el caso considerado, los asuntos ecológicos no son “problemas del medio ambiente o del mundo que nos rodea, sino del mundo interior de la sociedad” (2000, p. 29). De tal forma, el avance de este ethos industrial turístico provoca una irreversible transmutación sistémica, con consecuencias y alcances inusitados.

La inter-retro-acción constituyente de los ecosistemas, en el contexto de Herradura, deviene entonces en un proceso reflexivo o autoconfrontador. Es decir, que la irrupción y propagación del ethos de la industria turística de élite, deviene en una transmutación del ecosistema-comunidad, particularmente a partir de la generación de nuevas morfologías, significados, estructuras, supresiones y unciones. En tal sentido, resulta comprensible que:

los peligros medioambientales y técnicos provienen ante todo de las victorias imparables de una industrialización lineal y ciega a sus consecuencias que devora sus propios fundamentos naturales y culturales. Los peligros medioambientales son, por lo tanto, constructos de consecuencias indirectas latentes de decisiones industriales (de las empresas y de los Estados y, evidentemente, también de los consumidores y los individuos particulares) (Beck, 2008, p. 220).

Mientras que la irrupción de la industria turística se percibe, desde el sentido común, como una manifestación incontrovertible del “progreso” (es una victoria de la modernización), hay una estela de peligros (o daños colaterales) que, en efecto, genera una transmutación ecológica irreversible.

Consecuencias estructurales del cambio

Ahora, siguiendo una línea de análisis político de la transformación socioecosistémica producida por Los Sueños Marriott y por el turismo de élite, en general, emerge la inquietud por la racionalidad inherente a dicho cambio. Si se concluye, con Henri Lefebvre (1991), que el espacio “es la morfología social” por excelencia, o bien, que “es como la experiencia vivida para el organismo viviente”; entonces, es posible comprender cómo la transmutación del espacio es una transmutación eco-social, en toda la amplitud del término. En concordancia con ese razonamiento, se puede argüir que la producción de espacio se da como la construcción, desde una determinada racionalidad, de un ars factum3 vital (un socio-ecosistema) en el cual vive (produce y se reproduce) la sociedad, o bien, parte de ella.

Lo anterior es congruente con la idea del cambio en la red de relaciones políticas que compone la nueva hegemonía (comandada por la élite turística) y que presupone, en efecto, la emergencia de una “nueva” comunidad política e imaginaria, así como espacial, ecológica y social. En este sentido, conviene plantear la interrogante por la representación de mundo y la racionalidad que dicha creación supone, de la cual forma parte y a partir de la cual reproduce relaciones y estructuras sociales.

La morfología constitutiva de Los Sueños Marriott Resort & Marina –hito grandilocuente de la transformación social que se examina—, considerada como artefacto-espacio, está marcada por el principio de la “exclusividad social”. Esta selectividad supone una condición esencialmente antropoémica (Lévi-Strauss, 1988) (de repulsión de la otredad, de la hiperseguridad interior y de la guetificación de “lo extraño”, del control de la naturaleza y de la libertad de unos en contraposición con la inmovilidad de otros).

De tal forma, la irrupción de Los Sueños puede considerarse como una imbricación de diseño espacial, según una forma de racionalidad específica en la cual la exclusividad parece ser cardinal. Siguiendo la argumentación de Lefebvre, dentro de cada producción de espacio, hay una racionalidad que es inmanente. Esto es así, en primer lugar, porque hay una racionalidad que organiza una secuencia de acciones con un objetivo determinado; en segundo, porque supone un orden espacio-temporal en el cual hay operaciones relacionadas, cuyos resultados son co-extensivos; y en tercero, porque desde el principio las actividades están orientadas a una finalidad, a una significación y a una funcionalidad determinada. Así, “(Social) space is not a thing among other things, nor a product among other products: rather, it subsumes things produced, and encompasses their interrelationships in their coexistence and simultaneity — their (relative) order and/or (relative) disorder” [El espacio (social) no es una cosa entre otras cosas, ni un producto entre otros productos: en su lugar, es lo que subsume las cosas producidas y acompasa sus interrelaciones en su coexistencia y simultaneidad —su (relativo) orden y su (relativo) desorden] (Lefebvre, 1991, p. 73)4.

Al reorganizar los espacios y las dinámicas ecológicas-sociales, la industria turística genera una verdadera transformación estructural, que ya ha sido evidenciada en otros sectores del país como Limón y Sardinal (Carballo Chaves, 2013; Navarro Cerdas, 2013; Navas & Cuvi, 2015). Esta transformación de la experiencia vivida para el organismoviviente deviene en la emergencia de una estructura que faculta el despojo y el sojuzgamiento, en múltiples sentidos (Harvey, 1998).

Producción discursiva y legitimidad

Como se ha indicado, dentro de la racionalidad inmanente a la producción de Los Sueños Marriott, el principio de la exclusividad resulta nuclear. Según su sitio web, este hotel resort de lujo presenta la posibilidad de una distinción estética absoluta: de “ascender al cielo” (alejarse de lo ordinario), de acceder al “paraíso”, de cumplir todos “Los Sueños” (alejándose de toda “pesadilla”, ergo, de toda realidad), de forma exclusiva y única. En términos de la propia liturgia corporativa:

Considerado por los lectores de la revista Travel & Leisure como el ‘Mejor del Mundo’, Los Sueños Marriott Ocean & Golf Resort es un lujoso hotel y resort en Costa Rica, ubicado entre las cálidas aguas del Océano Pacífico y en 445 hectáreas de bosque tropical. Este alojamiento de Costa Rica frente al mar cuenta con lujosas y exclusivas suites y habitaciones con magníficas vistas al mar, a la montaña y al jardín. La ropa de cama de lujo, los cobertores de pluma de ganso, los edredones de diseño exclusivo y las almohadas mullidas harán que disfrute aún más de su escapada de vacaciones (Marriott International, s.f.a).

Los elementos resaltados en esta doxa corporativa constituyen, en efecto, componentes de ese mundo de símbolos que implica “la ascensión al cielo” de Willard Marriott o de “el sueño de una noche de Año Nuevo” de Casafont. De tal manera, en su racionalidad inmanente (y en su carácter ritual trascendente [Abélès & Jeudy, 1997]); es decir, en su carácter de producción espacial-política, se reproduce, ante todo, el principio de la distinción. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (22ª edición), distinción alude a la “elevación sobre lo vulgar, especialmente en elegancia y buenas maneras”, la cual, es también, una elevación sobre el vulgus circundante.

La distinción absoluta que efectúa Los Sueños es una de tipo estético, en el sentido de Pierre Bourdieu, y guarda una relación con “la red de relaciones hegemonía-sectores subordinados” y con la estructura de clase que compone la sociedad. Por lo tanto, para Bourdieu la distinción estética manifiesta las preferencias prácticas que componen y corresponden con una posición social privilegiada:

The aesthetic disposition is one dimension of a distant, self-assured relation to the world and to others which presupposes objective assurance and distance. It is one manifestation of the system of dispositions produced by the social conditionings associated with a particular class of conditions of existence when they take the paradoxical form of the greatest freedom conceivable, at a given moment, with respect to the constraints of economic necessity. But it is also a distinctive expression of a privileged position in social space whose distinctive value is objectively established in its relationship to expressions generated from different conditions [La disposición estética es una dimensión de una distante auto-afirmación, en relación con el mundo y con los demás, que presupone seguridad y distancia objetivas. Es una manifestación del sistema de disposiciones producidos por los condicionamientos sociales asociados a una clase particular de condiciones de existencia cuando toman la forma paradójica de la mayor libertad concebible, en un momento dado, con respecto a las restricciones de la necesidad económica. Pero también es una expresión distintiva de una posición privilegiada en el espacio social, cuyo valor distintivo se demuestra objetivamente en su relación con las expresiones generadas a partir de las diferentes condiciones]5 (Bourdieu, 2000, p. 205).

El cambio en la red de relaciones sociales-económicas-políticas, la transmutación del orden simbólico y la redefinición del sentido de comunidad se acompañan también de una distinción estética, la cual es reflejada en condiciones objetivas de existencia de las diferentes clases sociales y, también, en el énfasis puesto en la diferencia absoluta entre la élite de ese turismo y el vulgus restante (pobladores arraigados, poblaciones flotantes de trabajadores, vecinos “x” y otros).

Siguiendo ese planteamiento, se podría inferir que los elementos de distinción estética que caracterizan a Los Sueños marcan el privilegio y la diferenciación absoluta de determinadas clases sociales transnacionales, en relación con las restricciones propias del vulgus y las clases trabajadoras (los “desteñidos” pescadores de Tárcoles y Agujas Et álii). En el campo de la geografía crítica, Milton Santos ha enfatizado en las implicaciones que la exclusividad impuesta por el capital transnacional tiene para las “clases invisibles”. Para este autor, la expansión de grandes capitales genera:

una separación geográfica entre el inversor y el medio ambiente … con las múltiples consecuencias de esa separación. La primera de ellas es la propia dirección de la actividad que … crea dentro del país posibilidades de elección de comportamientos extraños al lugar de la producción y a la unidad político-administrativa en que ésta se inserta … Normalmente la expansión del llamado capital científico-técnico lleva a la expulsión de un gran número de residentes tradicionales, y a la llegada de mano de obra procedente de otras áreas. En la medida que las exigencias de la producción son diferentes de las de la producción tradicional, y teniendo en cuenta que el inversor precisa de un control político más estrecho de esa mano de obra, el inversor está obligado, o prefiere, trasladar mano de obra procedente de fuera. Sea cual sea el caso, se produce una dislocación: primero del mercado de trabajo y; a continuación, una dislocación geográfica al conducir a los trabajadores o propietarios hasta entonces presentes en el área a emigrar a otras zonas. Esa emigración se da como consecuencia de la incapacidad financiera de continuar siendo propietarios o inversores, o de la capacidad técnica para ejercer nuevas funciones (Santos, 1986, p. 29).

A partir de la separación (la secesión de los triunfadores) se erige y direcciona un presente y un porvenir para el entorno local, regional y nacional. Pero ese sentido de separación, que es verificable en el entorno de Garabito y, particularmente en Playa Herradura, es quizá el elemento más determinante (el principio por excelencia) de la racionalidad inmanente a la producción del espacio del turismo de élite.

Consecuentemente, la separación absoluta, la exclusividad y la distinción estética de Los Sueños son los elementos que subsumen las cosas producidas (el espacio), y acompasan la interrelación ecológica, artefactual, espacial, social y política de una nueva comunidad, un nuevo oikos. En esta relación, están implícitos y a la vez explícitos, los principios de la inaccesibilidad, la suntuosidad, el esteticismo6, el poderío y la ilimitación del adentro, contrapuestos a la accesibilidad, la ordinariedad, la debilidad y la limitación del afuera. Estos ejes son a la vez implícitos, porque no están escritos en ninguna parte como prohibiciones; pero a la vez explícitos, porque las diversas clases y públicos (incluyendo a la misma clase trabajadora) saben de su proscripción al espacio-artefacto en cuestión y, quizás más importante, de su propio estatus en la nueva communitas.

Sobre el mismo asunto de la exclusividad, un reportaje publicado en la revista Estrategia & Negocios contribuye a hacerse un panorama más claro respecto de su contenido simbólico: “Lo bautizaron como ‘El Sueño’ porque su ubicación en medio de la naturaleza, las bellezas naturales de Costa Rica y una flora y fauna variada, sumada a bellos jardines, una exquisita decoración y espacios confortables es capaz de transportar a cualquiera al paraíso” (Estrategiaynegocios.net, 2009). Este artículo, titulado Los Sueños Marriott: donde soñar es posible, tiene implícita una definición profundamente restrictiva –en concordancia con la racionalidad inmanente de Los Sueños y su correspondiente distinción estética– de lo que es alguien cualquiera, o bien del para quiénes es posible soñar7; complementaria y antagónicamente, de quiénes son nadie y para quiénes no es posible soñar. Con respecto a la distinción, aquí presente, el mismo Bourdieu señala:

it unites and separates. Being the product of the conditionings associated with a particular class of conditions of existence, it unites all those who are the product of similar conditions while distinguishing them for all others … Tastes … are the practical affirmation of an inevitable difference. It is no accident that, when they have to be justified, they are asserted purely negatively, by the refusal of other tastes. In matters of taste, more than anywhere else, all determination is negation; and tastes are perhaps first and foremost distastes, disgust provoked by horror or visceral intolerance (“sick making”) of the tastes of others [ella une y separa. Siendo el producto de los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia, ella une a todos los que son el producto de condiciones similares, mientras que los distingue de todos los demás ... Los gustos … son la afirmación práctica de una diferencia inevitable. No es casualidad que, cuando tienen que justificarse, se afirma exclusivamente en la pura negación, por el rechazo de otros gustos. En cuestiones de gusto, más que en cualquier otra cosa, toda determinación es negación, y los gustos son, quizás, ante todo, disgustos, disgusto provocado por el horror o la intolerancia visceral (“sick making”) por los gustos de los demás] (Bourdieu, 2000, p. 205)8.

Esa aversión o sick making es comprobada fácilmente por las condiciones endogámicas de las clases y los mecanismos de segregación espacial y guetificación, como los que se observan en Los Sueños Marriott. Evidentemente, al tratarse de un asunto de los principios de la racionalidad inmanente al desarrollo del turismo de élite, dichas premisas son subrepticias y, quizá, difíciles de distinguir o escudriñar. Por esa razón, los medios de comunicación, los corporativos y gerentes, las autoridades gubernamentales y el público en general tienden a percibir el artefacto-espacio de Los Sueños (y cualquier otro espacio semejante) como un espacio, en efecto, neutral, abierto y democrático. Sin embargo, esta aparente imparcialidad nace de una inscripción críptica en la ideología del progreso, materializada como liturgia de dicho “poder en escenas”. En todo caso:

Si el espacio tiene apariencia de neutralidad e indiferencia frente a sus contenidos, y por eso parece ser puramente formal y el epítome de la abstracción racional, es precisamente porque ya ha sido ocupado y usado, y ya ha sido el foco de procesos pasados cuyas huellas no son siempre evidentes en el paisaje. Ese espacio ha sido formado y modelado por elementos históricos y naturales; pero esto ha sido un proceso político. El espacio es político e ideológico. Es un producto literalmente lleno de ideologías (Lefebvre, 1976 citado por Oslender, 2000).

Tal apertura a cualquiera y el ofrecimiento público de la posibilidad de soñar constituyen, entonces, recursos ideológicos y retóricos que enmascaran la segregación, la ruptura y la marginalidad absoluta del afuera y los múltiples nadies. En realidad, opera una aversión al vulgus y una endogamia espacial, estética, social y económica.

En este plano, se cumple el precepto de que el consumo de este espacio-artefacto, ya sea a través de su acceso o de su restricción, es una actividad de significación social y política (Slater, 1999, p. 131). En primer lugar, el consumo de Los Sueños no es mera utilidad, sino la adquisición selectiva de una serie de significantes (lujo, exclusividad, connotación) enmarcados dentro de las estructuras culturales, económicas y políticas, los cuales corresponden a cierto estatus. Complementariamente, el no-consumo de este espacio-artefacto no es asunto de utilidad sino, de manera precisa, del carácter prohibitivo y exclusivo del confort y suntuosidad, encuadrado dentro de las mismas estructuras que ordenan a la sociedad entera y correspondientes a una determinada posición dentro de éstas. Por esos motivos, su racionalidad emana de los principios de la diferenciación y la segregación absolutas.

El sueño como pesadilla

Una vez explorados los sentidos denotativos y connotativos de la icónica instauración de Los Sueños Marriott Resort & Marina corresponde indagar la dimensión, propiamente escatológica, referida a las consecuencias últimas de dicha fundación. En el plano de la semiología de la materialidad9, la hipertrofia convivencial de la racionalidad inmanente a dicha constitución degenera, finalmente, en una forma de “ensoñamiento” (recuérdese a Casafont, por ejemplo), en donde el lujo, la exclusividad y la nobleza constituyen, de hecho y de derecho, una prerrogativa única para cierta élite, que es en última instancia la única habitante legítima y deseable de dichos espacios. En el mismo sentido, Casafont mismo advierte sobre cómo “la desteñida alegría” de los poblados vecinos produce ese sick making en Los Sueños. Es así como la distinción estética se convierte en una muralla, física y simbólica, que es infranqueable para los subordinados, el vulgus circundante.

Desde el punto de vista de la semiosis, las “almohadas de pluma de ganso” de Los Sueños, y otros componentes o cualidades espaciales constituyen referentes apropiados para entender la significación y la creación de realidad en el ámbito social y de la vida pública. La materialidad del espacio-artefacto en cuestión se encuentra marcada, como se dijo, por una frontera infranqueable entre el “adentro” y el “afuera”, pese a que desde el punto de vista físico la delimitación sea, en algunos tramos, “únicamente” de alambre de púas. En concordancia, es de acuerdo con su procedencia o pertenencia (¿su naturaleza desdibujada?) que los “otros” y el público en general reconocen, de forma inmediata, sus limitadas posibilidades de “interacción” con este espacio. Esa segregación espacial, como señala con gran tino Zygmunt Bauman, implica “el miedo al mobile vulgus –la clase inferior de gente nómade, que se filtra en los lugares donde sólo la gente correcta tiene derecho a estar–” (2002, p. 101). La selectividad se convierte, así, en common sense, pues todo mundo conoce de ella.

Estos sitios turísticos exclusivos constituyen verdaderos “templos del consumo”, según la acepción de Bauman, en donde reina la “pureza”10, la consagración individual y –de nuevo– la exclusividad. Para este autor, los templos de consumo son “espacios públicos no civiles” (sin coexistencia entre diversos), que constituyen una expresión de la debacle democrática y de la secesión de los triunfadores, correspondiente a una nueva fase de la modernidad. Así:

El templo del consumo ... no es el mundo habitual temporariamente transmutado, sino un mundo “completamente otro” ... La metáfora del “templo” elegida por Ritzer es muy adecuada: los espacios de compras/consumo son por cierto templos para los peregrinos … los templos del consumo no revelan nada sobre la naturaleza de la realidad cotidiana, salvo su opaca tenacidad e impenetrabilidad. El templo del consumo, al igual que “el barco” de Michel Foucault, es “un pedazo de espacio flotante, un lugar sin lugar, que existe por sí mismo, que está cerrado sobre sí mismo y entregado al mismo tiempo a la infinitud del mar”, puede lograr “entregarse a la infinitud” gracias a que navega alejándose del puerto de origen y se mantiene distanciado de él ... Ese “lugar sin lugar”, cerrado en sí mismo, es también –a diferencia de todos los lugares ocupados o recorridos a diario– un lugar purificado … los lugares de compras/consumo deben gran parte de su magnético poder de atracción a su colorida y caleidoscópica variedad de sensaciones sensoriales. Pero las diferencias de adentro –y esto las opone a las que existen afuera– están tamizadas, sanitarizadas, con la garantía de no poseer ingredientes peligrosos ... y, por lo tanto no resultan amenazantes. Pueden disfrutarse sin temor: una vez que la aventura ha sido despojada de riesgos, lo que queda es una diversión pura e incontaminada (Bauman, 2002, pp. 107-108).

De hecho no por casualidad, Los Sueños ofrece los “Paquetes Escape!”. Ellos confirman el entramado simbólico que nutre el sentido de otra-realidad del adentro, libre de encuentros con lo no-correspondiente, con lo inadecuado o con lo inseguro. De hecho, en su publicidad se promete la inmersión en “otro mundo”, lejano al puerto y al desteñido entorno del templo de consumo. La oferta corporativa es elocuente: “Disfrute de nuestras ofertas: viajes, campos de golf color esmeralda, masajes relajantes, playa, hoteles, sabrosas comidas... Un paquete Escape! Es la forma perfecta de vivir con verdadera pasión” (Marriott International, s.f.b). Este escape es un escape del mundo ordinario, de la inconveniencia y molestia de los otros; es navegar hacia la libertad sin referencia al origen común.

Ahora, cualquiera que haya visto una embarcación en el océano sabe que, al activar sus motores, la hélice genera poderosas ondas y su propia propulsión a través del agua. Por esa razón, lo “dejado atrás” también es afectado por fuerzas imponentes. Es así como, “alejarse del puerto” disturba al propio puerto; de tal forma, el “escape” ofrecido por Los Sueños adquiere la forma de una obsesión por la separación absoluta de lo ordinario y de la marea de extraños que circunda, y así queda definitivamente atrás. En términos de Claude Lévi-Strauss, recuperado por Bauman, se consuma una antropoemia propia del turismo de élite que:

consistía en “vomitar”, expulsando a los otros considerados irremediablemente extraños y ajenos: prohibiendo el contacto físico, el diálogo, el intercambio social y todas las variedades de commercium, comensalidad o connubium. Hoy, las variantes extremas de la estrategia “émica” son, como siempre, el encarcelamiento, la deportación y el asesinato. Las formas superiores y “refinadas” (modernizadas) de la estrategia “émica” son la separación espacial, los guetos urbanos, el acceso selectivo a espacios y la prohibición selectiva de ocuparlos (Bauman, 2002, p. 109).

La configuración de la estrategia de lidia con la alteridad en los espacios turísticos de élite es, formalmente, una supresión del otro. A diferencia de la antropofagia, en la cual se sanitariza la “otredad de los otros” mediante diferentes rituales de conversión, las sociedades de tendencia antropoémica optan por la aniquilación y repulsión de aquellos otros. En efecto, estas sociedades,

como la nuestra, adoptan lo que se podría llamar la antropoemia (del griego emeín, ‘vomitar’). Ubicadas ante el mismo problema han elegido la solución inversa que consiste en expulsar a esos seres temibles fuera del cuerpo social manteniéndolos temporaria o definitivamente aislados, sin contacto con la humanidad, en establecimientos destinados a ese uso (Lévi-Strauss, 1988, p. 441).

Cornelius Castoriadis también indaga esta forma de lidia con la alteridad de los “otros”; para este autor “la negación del otro como otro” tiene un alto potencial delictivo, debido a la manifestación de un “odio psíquico”, basado en el “estado monádico” (la omnipotencia del sí-mismo) y el ocultamiento y vaciamiento de la condición humana de los “diferentes” (Castoriadis, 1983; 1999).

Las entrevistas realizadas a habitantes de Herradura, evidencian recurrentemente la conciencia de que: “Uno puede ir, siempre y cuando tenga dinero”. En efecto, al tener dinero, la condición de “otro” quedaría anulada en función de lo que puede consumir, derrochar y soñar. Pero, sin esas prerrogativas —propias de los “ungidos de la liturgia política hegemónica”—, su lugar seguirá siendo el gueto, la jaula de los indiferenciados.

Como ya se señaló, el artefacto-espacio de Los Sueños, constituye un espacio marcado por una drástica distinción estética basada en la exclusividad, la extraordinariedad y la suntuosidad. Todo lo anterior, contrapuesto de manera categórica con la indistinción, la opacidad “subdesarrollada”, la ordinariedad, modestia y sencillez de los otros y sus espacios (vacíos). También resulta evidente que esta dicotomización simbólica está escrita en términos benignos, pues sería “políticamente incorrecto” plantearla en otros términos. Sin embargo, sus consecuencias son, sin duda, un tratamiento antropoémico de la otredad generalizada, vulgarizada, indistinta, banal, cotidiana y, por último, prescindible.

Bauman acierta incisivamente al señalar que espacios como Los Sueños Marriott Resort & Marina constituyen espacios que, al excluir de forma brutal a la otredad, constituyen un trastorno sociopolítico y, por ende, ecosistémico:

Sin duda es una patología, pero no se trata de una patología de la mente, que intenta en vano dar sentido a un mundo desprovisto de todo significado confiable y estable, sino de una patología del espacio público que da como resultado una patología de la política: la decadencia del arte del diálogo y la negociación, la sustitución del enfrentamiento y el compromiso mutuo por las técnicas de escape (2002, p. 118).

Menoscabo ecológico

En efecto, la propagación de espacios públicos no civiles en las costas tropicales hace emerger una estrategia antropoémica de lidiar con la alteridad. Desde un punto de vista ecológico, el desarrollo turístico de élite contribuye, enormemente, a procesos de crisis regresivas que afectan los sistemas vivientes (dentro de los cuales son “injertados” los templos del consumo de élite). Una crisis regresiva (encarnada a su vez en una crisis ecológica de escala planetaria) implica, según Edgar Morin, que los sistemas afectados pierdan en complejidad y en flexibilidad. De tal forma:

la regresión se manifiesta … por la pérdida de las cualidades más ricas, de las libertades que son, al mismo tiempo, los caracteres más frágiles y los más recientes, y por la consolidación de las estructuras más primitivas y rígidas [continúa al pie]. Así, en la solución regresiva, se liquidarán físicamente las desviaciones, incluso las potenciales, se anulará, antes de surgir, toda posibilidad de tendencias críticas o antagonistas, se denunciará y se castigará a los culpables y se resolverán los problemas a través de discursos ceremoniales y de actos rituales” (Morin, 1995, p. 170).

Los rituales de consagración del nuevo orden, el inicuo despilfarro y la pretensión de “insuficiencia moral” de la ciudadanía ordinaria constituyen evidencia suficiente de una crisis regresiva, la cual ha alcanzado un umbral perturbador. En este sentido, resulta comprensible y atinado el diagnóstico que Ernesto Sabato elaboró en su “Antes del fin”, al decir que:

en el grosero despilfarro y en la opulencia amoral de unos cuantos individuos … tengo la sensación de que estamos en el hundimiento de un mundo donde, a la vez que cunde la desesperación, aumenta el egoísmo y el “sálvese quien pueda”. Mientras los más desafortunados sucumben en la profundidad de las aguas, en algún rincón de las aguas, en algún rincón ajeno a la catástrofe, en medio de una fiesta de disfraces siguen bailando los hombres del poder, ensordecidos en sus bufonadas (Sabato, 1998, p. 124).

Efectivamente, al analizar lo que ha significado la constitución de Los Sueños Marriott, se logra concluir que su consumación ha implicado una secesión de la hegemonía del turismo de élite, una creciente guetificación y subordinación de los sectores accesorios y circundantes a sus templos de consumo. Estas consecuencias negativas, a pesar de estar presentes en el “sentido común” de vecinos y autoridades locales, no son objetadas ni desafiadas por ningún actor.

Este carácter incuestionable de lo instituido obedece a los mitos sobre los que se construye la racionalidad inmanente al progreso: el cambio “hacia adelante” es el curso natural del devenir o, dicho en otros términos, el progreso es natural, inevitable y, finalmente, positivo. El advenimiento de peligros sistémicos, tales como la segregación, la instrumentalización de la naturaleza y la transmutación de los oikos locales, es consecuencia del triunfo de la modernidad, pero ese triunfo implica la redefinición de los vínculos ecológicos y sociales existentes, a partir de formas externas y ajenas. De tal manera, el progreso genera estelas de desamparo, exilios (físicos y simbólicos), exclusiones, instrumentalizaciones e indefensión.

La acumulación de menoscabos ecológicos engendrados por el desarrollo turístico debería de ser objeto de investigación y de reflexión, tanto en el debate público-político como en el académico. La preponderancia enceguecedora del desarrollismo (entendido como el o los discursos afirmativos —y dogmáticos– del crecimiento capitalista) ha de ser contrarrestada por una proliferación de discursos y de acciones públicas de carácter crítico y alternativo.

El escenario mayor de este proceso resulta, asimismo, bastante sombrío. Considérese, por ejemplo, los desafíos emergentes de la crisis ecológica planetaria, del cambio climático y del avance galopante de los ethos cosmopolitas ante la mengua de ethos más tradicionales. La fijación de estas trayectorias en el marco de una reconocida “irreversibilidad” discutida con propiedad por Ilya Prigogine (1994), parece legar pasajes estrechos y desoladores. El mayor problema se desprende, justamente, de una acumulación incesante y caótica de “pequeños” menoscabos que resultan irreparables.

Por su parte, la crisis regresiva de los Sueños que son Pesadillas alcanzó su trágico esplendor el día de la “Pompa milenaria”, descrita eufóricamente por Casafont ... Ese día, tan cercano a la fundación de Los Sueños Marriott Resort & Marina, dentro de las murallas invisibles, al calor de la embriaguez del champagne y los cocteles, bajo el estruendo de las voces arrebatadas de la “élite social”, con sus danzas rituales, collares y palmeras de Madagascar y el olor a marisco en salsa de caramelo, Casafont y sus “socialités” –quizás delirando sobre Calderón de la Barca- celebraron, de manera velada, la conquista y sometimiento de un nuevo ecosistema para el lujo y la exclusividad, y al ritmo de borrachera –quizás– oyeron algún que otro lamento o “‘desteñida alegría’ de los pueblos de pescadores de Tárcoles y Agujas”.

Material suplementario
Referencias
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Notas
Notas
2 En el sentido kantiano (externo y ajeno).
3 Del latín, ars+factum= entidad física producida por el ser humano.
4 Traducción del autor.
5 Traducción del autor.
6 Este movimiento hacia una estetización “digna de reyes” puede ser producto del movimiento de la utilitas (que no deja de existir) y su subordinación hacia venustas, discutida por Lash & Lury (2007).
7 Resulta valioso recalcar sobre esta condición diseño-intensiva del turismo (y servicios) contemporáneo que explican Lash y Urry: “la producción de muchos servicios es todavía más diseño-intensiva de lo que insinuamos hasta aquí. En efecto, el contexto es parte necesaria de su prestación; aspectos del escenario social y físico son indispensables para su cumplimiento. Ejemplos son: el estilo mobiliario en una agencia de viajes como reflejo de una imagen empresaria pensada; el interior de un avión, con su apariencia de seguridad; el mobiliario antiguo de un hotel regional, etc. En muchos casos, sobre todo en los servicios posindustriales, su prestación no admite un contexto físico y social inconveniente. El contexto físico y semiótico es parte del servicio, de lo que se consume. Y no se lo deja librado al azar; es objeto de un diseño intenso” (Lash y Urry, 1998, p. 279).
8 Traducción del autor.
9 Fred Myers realiza una sugerencia interesante que será retomada aquí. Para él, la comprensión de la materialidad pasa, necesariamente, por una comprensión del conflicto o relación entre planos ideológicos: “materiality –as a theory of quality of objectness- is not so much an issue of matter but is constituted, rather, through ideological frameworks. Thus, the formulation of materiality (or materialities) is varied and often conflicting around different understandings of subjects and objects” [la materialidad –como teoría de la cualidad de los objetos– no es un asunto de materia sino de constitución, más bien, a través de marcos ideológicos. Por consiguiente, la formulación de la materialidad (o materialidades) es variada y conflictiva, pues implica diferentes entendimientos de tópicos y objetos] (Myers, 2005, pp. 88-89) (traducción propia).
10 Recuérdese a Bourdieu (2000): el sentido esteticista de la clase dominante se constituye a partir del “sick making” que supondría el contacto con los “otros”.
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