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¿VIVIR O CONVIVIR JUNTOS? DISEÑO PARA LA CONVIVENCIA EN VIVIENDAS DE CORRESIDENTES DE LA CIUDAD DE MÉXICO
Bruno Cruz-Petit; Merced Norite Salinas-Soto
Bruno Cruz-Petit; Merced Norite Salinas-Soto
¿VIVIR O CONVIVIR JUNTOS? DISEÑO PARA LA CONVIVENCIA EN VIVIENDAS DE CORRESIDENTES DE LA CIUDAD DE MÉXICO
LIVING TOGETHER OR SHARING AN ADDRESS? DESIGNING FOR COHABITATION IN MEXICO CITY HOUSING
Revista Legado de Arquitectura y Diseño, vol. 17, núm. 31, 2022
Universidad Autónoma del Estado de México
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Resumen: Una de las tendencias más destacadas en los modelos habitacionales actuales es la corresidencia (coliving), un modo de habitar que encaja con la necesidad de adaptación a situaciones laborales y familiares en permanente cambio, escasez de vivienda y necesidad de modelos sustentables de vida. Las prestaciones de habitabilidad de una vivienda compartida son un aspecto clave a la hora de facilitar no sólo la vida privada sino también la convivencia entre corresidentes. Ver los factores que promueven o inhiben la convivencia es el objetivo del presente trabajo, cuya metodología consistió en la observación cualitativa de áreas comunes en viviendas compartidas en la Ciudad de México (fotos y levantamiento planimétrico) y entrevistas con sus usuarios. Los resultados señalan diversos factores que tienen impacto en la convivencia de los corresidentes, entre los cuales destacan los espacios colectivos cuidados y una buena iluminación, así como la amplitud en cocinas y comedores.

Palabras clave: coliving, convivencia, corresidentes, diseño interior, vivienda compartida.

Abstract: One of the most prominent trends in current housing models is co-residence (coliving), a way of living that fits the need to adapt to ever-changing work and family situations, housing scarcity and the need for a sustainable world. The livability features of shared housing are a key aspect when it comes to facilitating not only private life but also cohabitation among co-residents. The objective of this study was to identify factors that foster or inhibit coexistence. The methodology was based on qualitative observation at common areas in shared dwellings of Mexico City (photos, planimetric survey) and interviews among users. The results pointed out several factors that have an impact on the coexistence of the co-residents, among which the following stand out: well-kept collective spaces, lighting, spaciousness in kitchens and dining rooms, and the use of the common areas.

Keywords: coliving, co-residents, interior desing, shared housing.

Carátula del artículo

¿VIVIR O CONVIVIR JUNTOS? DISEÑO PARA LA CONVIVENCIA EN VIVIENDAS DE CORRESIDENTES DE LA CIUDAD DE MÉXICO

LIVING TOGETHER OR SHARING AN ADDRESS? DESIGNING FOR COHABITATION IN MEXICO CITY HOUSING

Bruno Cruz-Petit
Universidad Motolinía del Pedregal, México
Merced Norite Salinas-Soto
*Universidad Motolinía del Pedregal, México
Revista Legado de Arquitectura y Diseño, vol. 17, núm. 31, 2022
Universidad Autónoma del Estado de México

Recepción: 08 Septiembre 2020

Aprobación: 23 Julio 2021

INTRODUCCIÓN

“Compartir es más” sería la divisa de un estilo de vida que recuerda, en algunos puntos, a las propuestas de vivienda colectiva de los filántropos del siglo XIX, pero con connotaciones contemporáneas, como la voluntad de recuperar mayores niveles de sociabilidad (similar a la que se busca en el coworking y el networking) mediante cohabitaciones prácticas y satisfactorias que sirvan para maximizar el uso de un espacio habitacional escaso. La definición de vivienda compartida (Hemmens et al., 1996) varía dependiendo lo que los corresidentes compartan (espacio físico, vida social y posesión o alquiler). Se usa el término cohousing en ocasiones para designar la arquitectura residencial, que implica todo tipo de convivencia, aunque, en su sentido estricto, es referido al uso compartido de áreas y servicios comunes entre habitantes que disponen para uso propio de célula habitacional completa. El coliving, la corresidencia, por el contrario, implica la convivencia en un mismo hogar; en su uso restringido entendemos que hay corresidencia en hogares no familiares ni unipersonales donde “ninguno de los integrantes tiene parentesco con la jefa o el jefe del hogar” (INEGI, 2020). Si la cohabitación se plantea como modelo deseable es porque permite, entre otras cosas, vivir juntos pero separados:[1] con la posibilidad de tener momentos de convivencia, cuyo análisis es el objetivo de este trabajo, a nuestro entender interesante porque la proximidad no siempre garantiza, en la actual era de pantallas e individualismo, una sociabilidad satisfactoria.

Al abordar el reto de compartir un espacio con personas sin un vínculo familiar, los autores enfatizan la cuestión del equilibrio entre privacidad y comunidad (Chermayeff, Alexander, 1966). Aquí indagaremos el segundo término del binomio, a partir de la hipótesis de que hay un sentido positivo en el coliving, el que convierte “cohabitaciones banales” (por necesidad) en “cohabitaciones elegidas” (Eleb, 2018); éstas no deberían basarse en una lucha por mantener el modelo individualista y zonificador de la vivienda moderna, sino que deberían retomar un nuevo goce por la sociabilidad, la que produce beneficios en el capital social a los habitantes y en su vida emocional. Es interesante, a tal efecto, detectar patrones de diseño que promueven una arquitectura compartida desde la perspectiva de la convivencia. El estudio que aquí se presenta pretende detectar variables materiales que estimulan dicha sociabilidad entre corresidentes de la Ciudad de México.

La corresidencia en la Ciudad de México está vinculada a la falta de vivienda, que comenzó desde la industrialización del país, vinculada a la sobrepoblación y al encarecimiento del terreno. Dado el nivel adquisitivo de la mayoría de los ciudadanos, en las condiciones crediticias actuales adquirir una vivienda en la ciudad es, sobre todo para los jóvenes, prácticamente imposible. La vivienda compartida podría apuntar hacia una regresión a periodos en los que la realidad habitacional no podía basarse sino en entornos compartidos por familias extendidas, clanes y comunidades.[2] No obstante, las convivencias actuales no siguen ese patrón tradicional, dado por vínculos de parentesco, sino que se insertan en dinámicas sociales de la posmodernidad, más heterogéneas, con hogares en transición o compuestos de roomies (Camhaji, 2017). Se trata de corresidentes sin vínculo familiar que habitan una vivienda compartida, que en la mayoría de los casos no fue diseñada para funcionar como tal, sino como célula habitacional de una familia tradicional.[3] Por consiguiente, es interesante ver si, para cada tipología residencial (casa, departamento y residencia), es posible llevar a cabo actividades que fomenten la interacción deseada y adaptaciones a la vida en común de corresidentes.

PATRONES ARQUITECTÓNICOS PARA LA CONVIVENCIA

Las relaciones interpersonales, como confirma la revisión teórica, contribuyen a la satisfacción residencial; la interacción social llega incluso a suponer una cuarta parte de los criterios relacionados con la satisfacción residencial. En sus estudios sobre habitabilidad y satisfacción residencial, Aragonés y Amérigo (1987) nos señalan que un factor esencial en convivencia satisfactoria es el equilibro entre privacidad (no siempre fácil de obtener en espacios pequeños) y convivencia. En una vivienda de corresidentes, los usuarios pudieran buscar más privacidad individual que en una vivienda familiar tradicional, pero también pudieran descubrir la satisfacción de la convivencia. Hay autores que recomiendan diseñar espacios con mayor distancia social para no estresar a los habitantes sin renunciar a la inclusión en los espacios de muebles u objetos “facilitadores”, que ayuden a los usuarios entablar conversaciones (Mehrabian y Diamond, 1971) o tener comunicación y retroalimentación no verbal entre los habitantes (Green, 2017: 50). Se trata de promover no solo la privacidad sino la convivialidad (en parte perdida en las grandes ciudades y en la era de pantallas), la que se pudiera obtener mediante espacios sociópetos, los cuales, por sus características, contribuyen a que se dé una interacción en un espacio. E. Hall (2005, 1° ed.1966) retomó el concepto de espacio sociópeto de H. Osmond (1957), pero ambos no dieron unas pautas cerradas al definir las características físicas de este tipo de espacios; es un aspecto que queda abierto a su desarrollo, y pensamos que varía según el contexto sociocultural.

La revisión sobre diseño para la sociabilidad señala que cuanto más intensa es la iluminación en un escenario específico mayor puede ser la comunicación entre los usuarios (Gifford, 1988; Gifford, Steg, Reser, 2011). Las vistas y el tipo de luz son consideradas como factores importantes en el momento de estimular las relaciones sociales en un espacio. En espacios donde existen varias ventanas aumenta la “deseabilidad social”, ya que la iluminación natural tiende a mejorar el ánimo y por tanto la disposición a convivir. La distribución también es significativa, ya que las barreras pueden separar y conectar espacios y personas; el tamaño de una estancia también puede incentivar o fomentar la permanencia de un grupo de habitantes. En Alexander et al. (1977: 628) se indica que las circulaciones tienen tanta incidencia en la convivencia como las habitaciones mismas. Algunas directrices de diseño de espacios compartidos (Osborne, 2018) recomiendan usar espacios secundarios (los que, sin ser áreas preferentes de socialización, tampoco son totalmente privadas, como ocurre con las áreas de lavado o de estudio) pueden utilizarse para crear una “zona de amortiguación” entre estos espacios privados y colectivos. Estos lugares ofrecen oportunidades de interacción espontánea y no planificada. Asimismo, la escala del espacio es otro factor (Alexander et al., 1977; Sommer, 2007), que además puede interferir con los diámetros conversacionales (Panero y Zelnik, 1996: 136). En el momento de analizar en qué medida las estancias comunes de la vivienda son sociófugas (perjudican la convivencia) o sociópetas también es útil tomar como referencia el trabajo de Salehinia y Memarian (2012), quienes enlistan hasta veintidós características físico-espaciales que intervienen en el fenómeno. Para el estudio de la privacidad es interesante el trabajo de Verdugo et al. (2011), donde se analizan variables ambientales de habitabilidad que influyen en el estrés familiar. Finalmente, la revisión señala que hay tomar en cuenta las visuales de cada estancia (J. Brand,1998; Argones y Amérigo ,1987; Corral-Verdugo et al., 2011) que pueden ser más o menos atractivas.

METODOLOGÍA

La investigación recurrió a una metodología mixta, en un inicio básicamente cualitativa dada por el análisis de espacios por medio de la observación (acompañadas de levantamiento arquitectónico, fotográfico y evaluación de calidad de diseño), simultánea a entrevistas abiertas a los usuarios de dichos espacios; complementada además con procedimientos cuantitativos como la medición de superficies y, así como la introducción de las transcripciones de las entrevistas en el programa MAXQDA, versión 2018, donde se vació información sobre categorías como orden-apariencia, estilo y confort (también contempladas en Gosling, Craik, Martin, y Pryor, 2005); privacidad, hacinamiento y convivialidad (incluidas en el estudio de Corral et al., 2011). La población a la que se dirigió la investigación fue la de corresidentes de 18 a 35, los que las estadísticas nacionales señalan como la más proclive a recurrir al coliving. Se tomaron una decena de casos de estudios, con una muestra de voluntarios que debía cubrir los casos-tipo: casa habitación, departamento (con dos casos paradigmáticos) y residencia. A partir del séptimo caso, se vio que se repetían patrones, por lo que se decidió que se disponía de material suficiente para responder a las preguntas de investigación. Aquí presentamos los cuatro casos más significativos, que resumen el alcance del trabajo de campo.

Los casos analizados fueron: la vivienda compartida n° 1 (VC-01), una casa de tres niveles con patio compartida por ocho personas; la vivienda compartida n° 2 (VC-02), un departamento de los años 30 de la colonia Roma compartido por tres roomies; la vivienda compartida n° 3 (VC-03), un departamento en una unidad de vivienda social compartida por dos personas; la vivienda compartida n° 4 (VC-04), una residencia de estudiantes, con cuatro niveles y un roof garden. La observación y la evaluación arquitectónica se focalizó a variables ubicadas en la revisión teórica.

RESULTADOS



Figura 1.

Casos de estudio vivienda compartida.

Fuente: Elaboración propia.

Caso VC-01

Pese a que se trata de una casa que tiene patio, éste se encuentra desaprovechado; no llega a usarse porque no tiene buena iluminación en las tardes y noches, tampoco sombra durante el día. El inmueble tiene 200 m de espacio común accesible y agradable, sin embargo, no hay sala propiamente dicha (hay un comedor) y la cocina es mínima, con poca iluminación en la noche, no ofrece mobiliario para sentarse; se detectan conflictos en torno a su orden y limpieza. Los dos dormitorios de la planta baja tienen su propio baño; los tres dormitorios del primer nivel comparten un solo baño; los tres del segundo nivel tienen dos baños. Hay circulaciones que interfieren con los diámetros conversacionales.



Figura 2.

Vivienda Compartida 01.

Fuente: Elaboración propia.



Figura 3.

Análisis arquitectónico-Vivienda Compartida 01.

Fuente: Elaboración propia.



Figura 4.

Sociopetividad-Privacidad VC-01.

Fuente: Elaboración propia.

Caso VC-O2

Originalmente, el departamento estaba destinado a una sola familia. Actualmente, la propietaria vive en la vivienda y alquila dos cuartos a estudiantes. Tiene un corredor largo, mal iluminado, tampoco el comedor está bien iluminado; las áreas de convivencia están alejadas de las recámaras, siendo tanto la sala-comedor y la cocina (cerrada) de tamaño reducido. No hay una jerarquía en el tamaño de los dormitorios.



Figura 5.

Vivienda Compartida 02.

Fuente: Elaboración propia.



Figura 6.

Análisis arquitectónico-Vivienda Compartida 02.

Fuente: Elaboración propia.



Figura 7.

Sociopetividad-Privacidad VC-02.

Fuente: Elaboración propia.

Caso VC-03

Este departamento no tiene un área común grande. La sala-comedor, además, no tiene muebles, está poco iluminada; la cocina también es pequeña, mal iluminada y sin vistas.



Figura 8.

Vivienda Compartida 03.

Fuente: Elaboración propia.



Figura 9.

Análisis arquitectónico-Vivienda Compartida 03.

Fuente: Elaboración propia.



Figura 10.

Sociopetividad-Privacidad VC-03.

Fuente: Elaboración propia.

Caso VC-04

Esta residencia cuenta con una amplia área privada de habitaciones para estudiantes, sin buen aislamiento acústico. Con relación a dicho tamaño, el área del vestíbulo es insuficiente. Las áreas sociales están en la terraza, donde hay un centro de lavado y la cocina, con una sola estufa para todos. Son espacios visualmente agradables, pero con poco mobiliario, poco confort término y poca iluminación localizada (para convivir trabajando).



Figura 11.

Vivienda Compartida 04.

Fuente: Elaboración propia.



Figura 12.

Análisis arquitectónico-Vivienda Compartida 04.

Fuente: Elaboración propia.



Figura 13.

Sociopetividad-Privacidad VC-04.

Fuente: Elaboración propia.

ENTREVISTAS

Los resultados de las entrevistas realizadas a los corresidentes se agruparon varias categorías de atributos del espacio y uso, a las que se asignó un sistema de códigos para poderlas trabajar en el programa MAXQDA (figura 14): confort, distribución-tamaño, conductas, privacidad. La tabla indica, para cada estancia en el total de los cuatro casos escogidos, el número de veces que fueron mencionados los aspectos de la columna de la izquierda (características del espacio que habitan y usos en ellos), por parte de los corresidentes. Varios items fueron poco mencionados, por lo que es difícil inducir que los roomies no lo consideran relevante o simplemente el tema no fue hecho explícito; así que, al leer los resultados, se procedió a detectar preferentemente aquellos items que el programa detectó en numerosas ocasiones: 8 menciones de mala iluminación en el patio; 6 menciones de área insuficiente en comedor y 5 en cocina; menciones sobre iluminación, tanto positivas como negativas en cocina y comedor. La cocina recibe el mayor número de menciones negativas (4 de mal equipamiento; 3 de muebles poco confortables; 5 de estilo anticuado; 8 de suciedad; 9 de conflicto). La sala recibe menos críticas (2 de falta de acabados), pero es poco usada. El comedor es el espacio más usado (12 menciones, por 3 de la cocina y 1 de la sala) aunque también aparece con 4 menciones sobre la estrechez del espacio.



Figura 14.

Resultados entrevista, co-ocurrencia de códigos.

Fuente: Elaboración propia.

DISCUSIÓN

A partir de la frecuencia total con la que aparecen los códigos en las entrevistas concluimos que los temas más importantes para los corresidentes fueron la convivencia, el tamaño de los espacios para llevarla a cabo y la iluminación (en este rubro con menciones tanto negativas como positivas). Las subcategorías con mayor frecuencia de aparición fueron hacinamiento, confort, estilo, orden y apariencia. En la subcategoría de estilo, lo más destacado fue la falta de equipamiento, mobiliario, objetos confortables y lo anticuado de los espacios. En la categoría referente a los espacios comunes lo que más se señaló fue el uso del comedor, mientras que lo menos mencionado fue la sala. Esto podría ser porque en varios casos no se contaba con sala en la vivienda compartida, en los otros no se utilizaba, ya que la sala no es un espacio que se satisfaga una necesidad primaria (comer) como ocurre con la cocina o el comedor, que las personas forzosamente tienen que usar. Si la sala no es un espacio que invite a quedarse, muy difícilmente se utiliza. El espacio señalado con mayor frecuencia en la convivencia fue el comedor, específicamente de la vivienda VC-01. Asimismo, el comedor tiene características de un espacio sociópeto (la existencia de mobiliario que invita a los usuarios a sentarse, además de ser un espacio generalmente localizado en un punto estratégico del edificio, en el piso medio del edificio, que es de fácil acceso para los corresidentes, y por su disposición tiene confort térmico en el espacio la mayor parte del año. Las mesas redondas son más sociópetas, ya que todas las sillas apuntan hacia un mismo centro, y tienen mayor capacidad de unir a las personas. Asimismo, las visuales del espacio habituales, como un ventanal y permiten ampliar visualmente el espacio y hacerlo agradable.

Los análisis permitieron ver cómo el diseño de los espacios afecta a las relaciones interpersonales en la vivienda compartida y arrojan claves sobre cómo se podrían mejorar estos espacios. En general, se observa que ante una carestía de metros cuadrados el diseño es un factor esencial a la hora de obtener un uso compartido y por lo tanto convivencia. Destaca la cocina como el área con más fallas de funcionamiento, debido a que, en ningún caso es posible que más de dos personas preparen sus alimentos al mismo tiempo. En el caso VC-03 no sería alarmante si sólo habitaran 2 personas, pero la vivienda tiene una ocupación de 8 personas. La suciedad en la cocina fue uno de los códigos más registrados; esto podría deberse a varios factores, como las características de personalidad de corresidentes que tiende a la irresponsabilidad, o simplemente una falta de organización general.

Otro aspecto importante son las terrazas o áreas verdes; un área verde bien aprovechada dentro de la vivienda puede funcionar como catalizador para los encuentros sociales informales. Solo uno de los casos analizados contaba con un patio con área verde provisto de vegetación abundante y podía aprovecharse como área de esparcimiento de la vivienda; la falta de mobiliario y equipamiento también está en el origen del hecho que el área no se aprovecha como se debería.

Los espacios donde se desarrolló la convivencia tuvieron como característica principal ser espacios desjerarquizados donde los corresidentes solían compartir pasatiempos como hacer tareas juntos, estudiar o jugar juegos de mesa. Aunque estos lugares presentaban un mal diseño de iluminación artificial, muchas veces se compensaba con visuales agradables y buena iluminación natural. Se registraron además factores que generaron conflicto, entre ellos, la falta de mobiliario, objetos confortables y la suciedad. La falta de iluminación fue en ese caso determinante, ya que había espacios que los corresidentes calificaban como muy agradables (como el caso del patio de la VC-01), pero cuyo uso era difícil, ya que de noche no había iluminación y no había lugares donde pudieran sentarse.

El equipamiento fue un tema destacado; en ocasiones existía el espacio, pero faltaba equipamiento para sentarse o realizar alguna actividad, por lo que las áreas no se utilizaban. Finalmente, en espacios donde había acabados deteriorados, las personas declararon sentir molestia o no querer estar ahí.

CONCLUSIONES

La vida de roomie, si bien a menudo es una opción de hogar en tránsito y no está pensada para el largo plazo, puede llegar a prolongarse en las actuales ciudades pobladas de trabajos temporales y jóvenes que se adhieren a un estilo de nomadismo urbano, en el que es importante la interconexión, el apoyo mutuo o la vida en una comunidad transitoria. Por ello, si en general el coliving ha planteado como tema central el problema de la privacidad y la territorialidad de los residentes, el tema de la sociabilidad tiene cada vez más importancia en los estudios recientes. Las investigaciones previas citadas en la revisión teórica señalan la importancia de servicios compartidos (amenities) para fomentar una convivencia que cree comunidad; la combinación de la reducción espacio privado reducido y el aumento de la cantidad de espacio colectivo se admite incluso como creadora de oportunidades forzadas de socialización. En este trabajo hemos visto que los aspectos cualitativos también son interesantes, y se añaden a los metros cuadrados de espacio comunitario. Se trata de la calidad de un diseño que sea sociópeto, adjetivo poco usado en estudios previos, pero que creemos adecuado para concebir y evaluar este tipo de espacios, con variables que en ocasiones se ha abordado de manera dispersa. En el estudio queda claro que en el proceso de conversión de viviendas familiares a viviendas de corresidentes se debería contemplar un cuidado en el diseño de las áreas comunes (mobiliario-equipamiento, iluminación, disposición de objetos, visuales interesantes destacan en los resultados comentados), con la idea de equilibrar lo privado y lo común. En definitiva, para alcanzar una corresidencia satisfactoria es importante el papel de una arquitectura que proporcione espacios de calidad, que no sean fuentes de conflicto sino de oportunidades de encuentro con el otro. Está en juego la posibilidad de encontrar soluciones a la cuestión de cómo se puede crear una economía compartida sin que se vean afectadas las necesidades individuales.

Material suplementario
FUENTES DE CONSULTA
Alexander, C., Ishikawa, S., Silverstein, M. A. (1977), A pattern language, Oxford University Press, New York.
Aragonés, J., Amérigo, M. (1987), “Satisfacción residencial: Un concepto de calidad de vida”, Revista de Estudios sociales y de Sociología aplicada, núm. 67, pp.133-154.
Brand, J. (1998), Espacio Físico e Interacción Social, Haworth Officing Research/Ideation.
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Notas
Notas
[1] T. Sabater (2019) señala que es conveniente que “cada usuario tenga su propia puerta de entrada y que en el apartamento puedan darse dos vidas independientes, solamente conectadas por estos servicios. Cohabitación es vivir juntos sin compartir un proyecto de vida (...).
[2] La vivienda de la época prehispánica se basaba en una organización comunitaria conocida como los calpullis. Según Redfield (1982), “el calpulli-barrio en un pueblo actual, eran un grupo de parentesco que poseían tierras en común que también tenían una forma de organización propia, con jueces, una deidad al que se le rendía culto y una sociedad militar. Durante la colonia, proliferó otra forma lo que hoy llamaríamos co-housing, las vecindades, que estaban compuestas por cuartos, sin baño ni cocina, acomodadas en torno a un patio central y un patio de lavado.
[3] El Instituto Nacional de Estadística y Geografía mexicano (INEGI, 2000) define a los hogares de corresidentes como aquellos hogares formados por dos o más integrantes sin parentesco con el jefe(a) del hogar. Según el Diario Oficial de la Federación (2014), “los hogares conformados por corresidentes encuentran en el arrendamiento la mejor solución habitacional”.


Figura 1.

Casos de estudio vivienda compartida.

Fuente: Elaboración propia.


Figura 2.

Vivienda Compartida 01.

Fuente: Elaboración propia.


Figura 3.

Análisis arquitectónico-Vivienda Compartida 01.

Fuente: Elaboración propia.


Figura 4.

Sociopetividad-Privacidad VC-01.

Fuente: Elaboración propia.


Figura 5.

Vivienda Compartida 02.

Fuente: Elaboración propia.


Figura 6.

Análisis arquitectónico-Vivienda Compartida 02.

Fuente: Elaboración propia.


Figura 7.

Sociopetividad-Privacidad VC-02.

Fuente: Elaboración propia.


Figura 8.

Vivienda Compartida 03.

Fuente: Elaboración propia.


Figura 9.

Análisis arquitectónico-Vivienda Compartida 03.

Fuente: Elaboración propia.


Figura 10.

Sociopetividad-Privacidad VC-03.

Fuente: Elaboración propia.


Figura 11.

Vivienda Compartida 04.

Fuente: Elaboración propia.


Figura 12.

Análisis arquitectónico-Vivienda Compartida 04.

Fuente: Elaboración propia.


Figura 13.

Sociopetividad-Privacidad VC-04.

Fuente: Elaboración propia.


Figura 14.

Resultados entrevista, co-ocurrencia de códigos.

Fuente: Elaboración propia.
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