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A la universidad con banderas reformistas. Los comunistas y la reconquista de la universidad de buenos aires, 1968 - 1972
Juan Sebastián Califa
Juan Sebastián Califa
A la universidad con banderas reformistas. Los comunistas y la reconquista de la universidad de buenos aires, 1968 - 1972
A University with reformist flags. The Communists and there conquest of the University of Buenos Aires, 1968-1972
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 14, núm. 56, pp. 1-17, 2016
Universidad de Buenos Aires
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Resumen: A la universidad con banderas reformistas. Los comunistas y la reconquista de la universidad de buenos aires, 1968-1972.

En 1967 el Partido Comunista Argentino bajo el accionar de su juventud sufrió una de las mayores rupturas de su historia. Su impacto fue particularmente grande en la rama universitaria, y especialmente en la Universidad de Buenos Aires, su bastión. Sin embargo, a principios de la década de 1970 los comunistas volverían a ser la principal fuerza universitaria en esta casa de estudios. En este artículo se intenta explicar cómo ello fue posible. El énfasis estará puesto en lo acaecido bajo la autoproclamada “Revolución Argentina”. Para tal fin, se trabajarán distintas publicaciones y documentos partidarios, muchos de ellos desconocidos hasta ahora.

Palabras clave:“Revolución Argentina”“Revolución Argentina”,comunismocomunismo,UBAUBA,estudiantesestudiantes,Reforma UniversitariaReforma Universitaria.

Abstract: A University with reformist flags. The Communists and there conquest of the University of Buenos Aires, 1968-1972

In 1967 the Argentine Communist Party under the actions of his youth suffered a major rupture in its history. Its impact was particularly strong in the university branch, especially at the University of Buenos Aires, its stronghold. However, in the early 1970s the Communists again be the main university strength in this university. This article attempts to explain how this was possible. The emphasis will be on what happened under the self-proclaimed "Argentina Revolution". To this end, various publications and documents supporters, many of them hitherto unknown work

Keywords: Argentina Revolution", communism, UBA, students, University Reform.

Carátula del artículo

Artículos

A la universidad con banderas reformistas. Los comunistas y la reconquista de la universidad de buenos aires, 1968 - 1972

A University with reformist flags. The Communists and there conquest of the University of Buenos Aires, 1968-1972

Juan Sebastián Califa
UBA, Argentina
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 14, núm. 56, pp. 1-17, 2016
Universidad de Buenos Aires

Recepción: 13 Febrero 2016

Aprobación: 31 Mayo 2016

Introducción

El Partido Comunistas (PCA) se convirtió en la década de 1960 en la principal fuerza del movimiento estudiantil argentino (Califa, 2014)[1]. Como ha señalado un historiador, su epicentro se encontraba en Buenos Aires, y más concretamente en la Facultad de Medicina de la UBA, su “santuario” (Ferrero, 2009: 146). Este crecimiento le permitió dirigir la Federación Universitaria Argentina (FUA). Tras el golpe de Estado de 1966, con la intervención de la Universidad pública decretada por la dictadura que clausuró la autonomía, importantes sectores de la Federación Juvenil Comunista (FJC o “fede”), acaudillados por su rama universitaria, desarrollaron una serie de críticas a la dirección partidaria que los condujo a una masiva ruptura en 1967.

En otros trabajos se han estudiado las causas de esta escisión (Gilbert, 2009 y Califa, 2015). Como se ha señalado, las rencillas de la juventud con la vieja dirección partidaria abarcaban temas de política nacional y sindical así como cuestiones relativas al accionar universitario. En este último terreno, en la UBA generó grandes resquemores la decisión de la dirección del PCA de respaldar a los profesores que en protesta contra la brutal intervención renunciaron a sus cargos, cuestión que la mayoría de su sector estudiantil no compartió ya que consideraban que había que luchar desde adentro contra la dictadura. Según Isidoro Gilbert: “El PCR sostuvo que 4.000 afiliados fueron expulsados del PCA. En cambio, Sergio Rodríguez afirmó que la escisión abarcó a ‘mil quinientos, dos mil’. El movimiento universitario de Capital se fue completo…” (2009: 542).

No es objeto de este trabajo imbuirse en tal escisión sino, más bien, en el proceso posterior que debió afrontar el PCA. Una serie de interrogantes guían este texto: ¿Cómo fue posible que unos años más tarde este partido volviera a ser la principal fuerza política universitaria? ¿Qué tipo de organización se dio para ello? ¿Qué políticas marcaron su derrotero universitario? ¿Cómo quedó establecida la relación con la dirección del partido? ¿Hubo algún rasgo singular respecto a las fuerzas que competían con los comunistas por la hegemonía en el estudiantado?

La consulta de las publicaciones comunistas Nuestra Palabra, Cuadernos de Cultura, Nueva Era, Juventud, Línea y Reformatorio, además del trabajo con los archivos del Centro de Estudios Nacional-Arturo Frondizi en la Biblioteca Nacional de la República Argentina (ACEN de aquí en más), del centro de documentación e investigación de la cultura de izquierdas en la Argentina (CEDINCI) así como del propio PCA (APCA), sumado a diversas entrevistas propias a dirigentes estudiantiles comunistas de la UBA, permitirá responder estas preguntas aún no abordas por la literatura especializada.[2]

Volver a empezar, 1968-1969
Surgimiento del MOR

A principios de 1968, Bernardo Kleiner, ex responsable de los estudiantes universitarios comunistas, presentó un artículo en la principal publicación intelectual del PCA, donde sintetizaba las perspectivas de esta organización juvenil (Cuadernos de Cultura, Nº 4, marzo-abril de 1968: 115-123). En primer lugar, refiriéndose a la militancia que se había escindido del partido, planteaba la “inoperancia en el movimiento estudiantil preconizada por sus grupos ultraizquierdistas”, lo cual había sido útil para consolidar la dictadura en la Universidad. Más adelante, en sintonía con lo abordado recientemente por la Comisión Nacional Universitaria partidaria, señalaba la necesidad de partir de lo positivo para encarar la lucha en común y desde allí disputar con el “sectarismo-oportunista” ¿De qué se trataba? Para Kleiner, en primer lugar, era fundamental “luchar por las reivindicaciones específicas en el terreno de la enseñanza” ya que “Lamentablemente ha ido desapareciendo por influencias ultraizquierdistas, a tal punto que en el último Congreso de la FUA ya no se mencionan los grandes objetivos del estudiantado ni de la universidad…”. En el número siguiente, Ernesto Giúdici, el máximo asesor comunista en este terreno, frente a la conmemoración del 50º Aniversario de la Reforma Universitaria completó “En medio de éstas y otras influencias, el movimiento debe definirse de acuerdo a lo que es social y específicamente posible en cada etapa.” Para ello era necesario: “… reubicar la Universidad en la nueva realidad política argentina y replantear sus problemas específicos.” (Cuadernos de Cultura, Nº 5, mayo-junio de 1968: 8-13).

Con un manifiesto en favor de dicho aniversario, el PCA daría a luz al Movimiento de Orientación Reformista (MOR). Su plataforma fundacional sostendría: “Nuestro objetivo es continuar la trayectoria de lucha que viene desde 1918 y desarrollarla en la acción misma y por la contribución teórica en las nuevas y variadas condiciones en que nos toque actuar.” (Cuadernos de Cultura, Nº 7, septiembre-octubre de 1968: 105-106). Más adelante aclararía: “… es, como su nombre lo indica, un movimiento de opinión que sostiene principios, esboza soluciones y propone puntos de coincidencia, para que ellos sean llevados a las asambleas y entidades representativas estudiantiles y de egresados.” Entre sus principios expondría la “universidad abierta al pueblo”, la identificación con la lucha revolucionaria de los trabajadores y el antimperialismo. Contemporáneamente, la publicación de la comisión nacional universitaria del PCA, manifestaba en su editorial que el programa reivindicativo mínimo debía comenzar con la reconquista de la libertad de opinión y del derecho de agremiación (Línea, Nº 28, octubre de 1968: 1). La nota era una abierta defensa de la política reformista, asediada según su opinión. Su principal consigna sostenía: “Unir lo político reformista y lo relativo al estudio en el plano pedagógico.” Terminaba señalando: “Nuestro objetivo es: Universidad reformista en lucha interna específica y universidad reformista presente en el proceso de las luchas populares y democráticas unitarias, hacia la liberación nacional y social.”

De este modo el MOR, que en lo relativo a los estudiantes había conformado la Coordinadora de Acción Reformista (CAR), planteaba sus lineamientos generales. Sus militantes mostraban un acuerdo total con la política del PCA. Así, la Agrupación Reformista de Física, Matemática y Meteorología (ARFMM) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, recientemente fundada, reproducía en su boletín este discurso al señalar que “… levantar al movimiento reformista en todos sus aspectos es básico y fundamental.” (Reformatorio, Nº 1, noviembre de 1968: 2). Añadiendo: “Es desde la lucha de libertad de opinión y el derecho de reunión –de asamblea en primer lugar– y de agrupación y asociación como puede encararse la elaboración del programa mínimo de reivindicaciones específicas.” El contenido de la enseñanza, los planes de estudio, el régimen de exámenes y la organización de la vida universitaria debían integrar este programa. Esta tarea era casi refundacional ya que en toda la UBA “… no hay todavía una movilización del conjunto del estudiantado de acuerdo a objetivos definidos y a lo que es posible lograr.” Por su parte, sus compañeros comunistas de Ciencias Económicas, en pos de tal movilización, ponían énfasis en el papel de los centros estudiantiles (ACEN, caja 20, Lineamientos básicos para la acción universitaria. Voz Estudiantil, 22 de marzo de 1969). Su principal crítica a esta entidad local, residía en que desde su dirección se hablaba mucho de las luchas obreras pero no se hacía nada por las reivindicaciones concretas, lo que frenaba la construcción del movimiento de masas.

Los comunistas frente a los “azos”

Durante todo el año 1969 el PCA continuó dedicándole ríos de tinta a la cuestión universitaria. Un artículo firmado por el dirigente Alberto Escala advertiría un avance de los planes tecnocráticos de la dictadura tendientes a “… afrontar de lleno la modificación sistemática de los contenidos pedagógicos universitarios a fin de colocarlos al servicio de sus actuales necesidades.” (Cuadernos de Cultura, Nº 9, enero-febrero de 1969: 30). Lo que sucedía en la UBA era el caso más palmario de ello ya que allí su rector “Devoto […] dice que la dimensión óptima de la Universidad de Buenos Aires es de 10 a 20.000 estudiantes ‘frente a los actuales 70.000’.” Sin embargo, estos planes no estaban exentos de contradicciones internas. Así, por ejemplo, en esta casa la política del rector de suprimir la organización por facultades en pos de los departamentos derivó en una fuerte oposición de varios decanos y en el alejamiento de Abel Fleitas, titular de Derecho (Nuestra Palabra, Nº 971, 11 de febrero de 1969: 1). Un artículo escrito por Máximo Mora unos meses después precisaba:

Desde esos centros debe dirigirse y organizarse la lucha, a través de asambleas de alumnos. Y cada agrupación debe tener un plan concreto para proponer en las asambleas y realizar desde los centros. La lucha de éstos por recuperar sus locales y por su actuación de hecho, es lo primero y decisivo. Ya han comenzado algunas acciones en esta dirección. Ese es el camino. (Cuadernos de Cultura, Nº 11, mayo-junio de 1969: 34)[3]

En marzo el MOR daría a conocer su Plan de Acción para 1969 (Juventud, Nº 5, 23 de abril de 1969: 3). El mismo sostendría: “… la bandera reformista es la que más une y es la única que ofrece una salida de lucha, amplia, concreta y unitaria de la situación.” Como novedad el documento enfatizaba la necesidad de contar con centros y una FUA representativos, presagiando una lucha más firme en su seno. Sin embargo, estos análisis se reconfigurarían abruptamente con los hechos de mayo. Corrientes y Chaco a mediados de ese mes, uno días después Rosario y finalmente Córdoba mostrarían una potente movilización obrero-estudiantil que transformaría definitivamente el escenario universitario (Millán, 2013). En ese contexto, el PCA vería la confirmación de sus planteos. Según el Comité Central, la importancia de propulsar las reivindicaciones específicas quedó corroborada por la experiencia estudiantil correntina (el aumento de los precios del comedor universitario había desencadenado la protesta) (Cuadernos de Cultura, Nº 96, julio-agosto de 1969: 3-7). Asimismo, demostró que estas reivindicaciones podían perfectamente ligarse al contexto político general. Por último, destacaba la recuperación de los lugares naturales de agrupamiento para la celebración de las asambleas populares, así como la necesidad de apelar a lemas apropiados, verdaderamente expresivos de la situación concreta. Finalmente, un último artículo consideraba que “Las masas han rebasado los estrechos moldes mentales de esos seudodirigentes y en algunas asambleas los repudiaron, mostrando el fracaso total y absoluto de sus caducas teorías antirreformistas.”(Cuadernos de Cultura, Nº 96, julio-agosto de 1969: 91).

En el número siguiente de esta publicación se informó el viraje asumido con la asunción al ministerio de Educación del ex rector de la Universidad de Cuyo Pérez Ghilou (Cuadernos del Cultura, Nº 13, septiembre-octubre de 1969: 102-105). Si bien éste propugnó ciertas concesiones, abriendo la participación estudiantil, se remarcaba que el funcionario seguía negando el cogobierno. Por ello, “… vuelven las cosas muy atrás en relación con las conquistas realizadas en el país bajo la inspiración de la Reforma Universitaria y también muy atrás de la concepción que se universalizó después de las acciones ocurridas en Europa, especialmente en Francia, después de 1968.”

En el terreno de la acción política Víctor Marco en otro artículo afirmaba:

… la circunstancial ‘mayoría’ de la Junta Ejecutiva de la FUA proclamó la consigna de luchar por la universidad del pueblo liberado, con un llamado ‘protagonismo estudiantil’. También según ella está perimida la Reforma Universitaria y es necesario reemplazarla por un seudo antimperialismo en abstracto. El resultado para este grupo, es abandonar la lucha en las universidades y organizar el ‘activo’ para ir a esclarecer a las fábricas, utilizando a la FUA como pantalla de un pequeño núcleo político. Las consecuencias han sido la sectarización de los centros estudiantiles… (Cuadernos del Cultura, Nº 13, septiembre-octubre de 1969: 52)

El texto realizaba una férrea defensa de los centros, criticando tanto a sus ex compañeros de ruta devenidos en “ultraizquiedistas” como a los “nacionales” que al bregar por nuevas formas de organización despreciaban estas entidades. La alusión a estos últimos era básicamente al Frente de Estudiantes Nacionales (FEN), una agrupación originada en el reformismo que ahora como peronista era la única de su tipo con cierta ascendencia entre los alumnos de la UBA. En definitiva, razonaba, se trataba de concepciones contrarias a la Reforma Universitaria que al abandonar la lucha específica universitaria no hacían otra cosa que hundir al movimiento, ahogando su masividad. En sus líneas finales el artículo aclaraba que un indicador de la maduración del proceso estribaba en el anhelo de la unidad que superaba la atomización como lo demostraba la conformación de las coordinadoras estudiantiles y las delegaciones por curso. Además, existía una preocupación permanente por vincular las acciones del estudiantado con las de la clase obrera y el pueblo. Por último, resaltaba el crecimiento del PCA aunque no ofrecía precisiones. ¿Cuánto habían crecido los comunistas en este período? La respuesta es central porque deja ver hasta qué punto el MOR estaba capacitado para imponer dicha política.

Los documentos partidarios no aportan cifras contundentes de afiliación, aunque sí indicaciones generales que permiten observar un progreso a lo largo de estos dos años. Por ejemplo, en la revista Línea de 1968 ya aludida se señalaba que estaban presentes en 30 facultades de todo el país (Nº 28, octubre de 1968: 3). En Juventud, publicación de la FJC, se dada cuenta que el PCA conservaba un representante en la Junta Educativa de la FUA, todavía muy por debajo de los que sumaban los escindidos (Nº 1, 22 de enero al 15 de febrero de 1968: 6). En otra nota, al comentarse una asamblea del sector universitario porteño se daba cuenta de que habían concurrido 40 delegados en representación de 10 facultades (Juventud, Nº 1, 22 de enero al 15 de febrero de 1968: 7). Al terminar 1968, esa misma revista comentaba el reciente Consejo Nacional de Centros (CNC) de la FUA (Juventud, Nº 341, 13 de noviembre al 2 de diciembre de 1968: 6). El carácter precario del triunfo de los escindidos del partido en el mismo quedaba demostrado por el hecho de que con cerca de 80 centros existentes y 58 presentes sólo obtuvieron 27 votos. Señalaba que desde el VIII Congreso esta dirección había perdido el 35% de los centros mientras que el MOR, por el contrario, había quintuplicado sus adhesiones. Pese a este incremento, como se desprende del texto, todavía su fuerza era insuficiente para superar a “la fracción”.

De acuerdo a las fuentes relevadas, 1969 parece haber sido el año que inició el despegue comunista. Según Héctor Santarén en el XIII Congreso del PCA, secretario general de la FJC, “Liquidada la labor fraccional que afectó fundamentalmente a algunos sectores universitarios, restablecida la línea partidaria, nuestros círculos se han lanzado a la lucha, reconquistando algunas posiciones…” (Nueva Era, Nº 6, julio de 1969: 51). En números: “En el plan de homenaje al XIII Congreso del partido, los 78 círculos secundarios han reclutado 309 nuevos afiliados. Y los 83 círculos universitarios, 155 nuevos afiliados.” En ese congreso, Néstor Mariani, el único comunista en la Junta Ejecutiva de la FUA, señalaba:

Hemos reconstruido 40 agrupaciones y 4 coordinadoras regionales, que apoyan las posiciones de la minoría reformista en la Junta Ejecutiva de la FUA y están orientadas por el Movimiento de Orientación Reformista. De 3 centros pasamos a compartir la dirección en 13, y en una Federación local, y hemos avanzado en el trabajo con otras fuerzas reformistas… (Nueva Era, Nº 7, agosto de 1969: 184).

En cuanto a cifras sostenía: “Hoy los comunistas hemos vuelto a ser la principal fuerza política organizada en las universidades, con 80 círculos y cerca de 1.000 afiliados.”

Más allá del valor de la aritmética, las fuentes relevadas dan cuenta de un enorme optimismo. Juventud, por ejemplo, planteaba la supremacía del PCA en la Universidad como un hecho consumado (Nº 16, 16 de diciembre de 1969: 6). Menos exitista, pero igualmente optimista, Giúdici, haciendo un balance del accionar fuista, enfatizaba su revitalización (Nuestra Palabra, Nº 1016, 23 de diciembre de 1969: 8). Sus aspiraciones ahora estaban puestas en una asamblea nacional de fuerzas reformistas para el 15 de junio de 1970 en pos de triunfar en la FUA. Como sostenía la agrupación de Ciencias Exactas y Naturales, el desprecio de la cosa universitaria y la actividad de pequeños grupos condujo a la desaparición del Centro de Química, la casi disolución del de Naturales y el gran debilitamiento en Física (Reformatorio, Nº 3, 2º cuatrimestre de 1969:12). Este diagnóstico era extensible al resto de los centros porteños. Por ello, la línea partidaria planteaba ganarlos al reconstruirlos. En definitiva, aunque es evidente un importante crecimiento tras la escisión partidaria de 1967 que los había dejado con escasas fuerzas, la “supremacía” tenía que demostrarse. La década de 1970 abría grandes desafíos.

De los planes a la acción
Recuperar los centros y la FUA

Al inicio de la década de 1970, invirtiéndose la relación de fuerzas, los estudiantes pasaron a la ofensiva y la dictadura, asediada por estas y otras luchas, a la defensiva. El conflicto que evidenció este cambio de fuerzas universitario, convirtiéndose en el más importante del período, fue la lucha por el ingreso universitario. Durante la dictadura, la matrícula universitaria venía disminuyendo, producto de las trabas que se imponían al acceso, básicamente con el curso de ingreso[4]. Tras los levantamientos urbanos de 1969, la militancia juvenil opositora se propuso revertir esta situación. Fue así que encabezó diferentes luchas, cuyo centro de irradiación estuvo en Córdoba, contra el “limitacionismo”.

Guadalupe Seia (2014) estudió este proceso de contestación en la UBA. Como mostró, las organizaciones afiliadas a la CAR fueron protagonistas. Desde sus filas se negaron a convalidar estos cursos en tanto restrictivos, planteando en su lugar cursos formativos[5]. Esta postura les valió la crítica de otras corrientes que directamente propulsaban su eliminación. Otra peculiaridad suya consistió en organizar comisiones de apoyo de padres (ACEN, caja 20, Reforma. Boletín de la coordinadora de agrupaciones reformista de la Capital Federal). Desde su perspectiva, el ingreso planteaba una cuestión universitaria específica aunque al mismo tiempo la lucha antilimitacionista debía ser un medio para avanzar en la democratización universitaria, en pos de recuperar la autonomía y el gobierno tripartito de las casas de altos estudios. Finalmente, esta lucha radicalizaba a los estudiantes acumulando experiencias y fuerzas en el campo popular. El año 1970 resultó relativamente exitoso: aunque el ingreso sobrevivió, las autoridades debieron negociar con los demandantes, redundado ello en la reversión de la tendencia a la baja de la matrícula universitaria[6]. Según los comunistas: “Las luchas del ingreso fueron este año paradigma de la derrota de la dictadura.” (Línea, Nº 31, agosto de 1970: 4).

En este interín los comunistas consiguieron significativos avances. El Comité Central de la FJC calculaba un saldo de 5.748 nuevos afiliados para el mes de abril, seguido de 1.100 nuevos ingresos entre mayo y julio, 260 círculos, 1.500 nuevos responsables, confirmando que eran la mayor juventud política de la Argentina (Forjador, Nº 2, septiembre de 1970: 13)[7]. Por su parte, la por entonces presidenta comunistas del Centro de Estudiantes de Medicina recordaba la importancia de contar con referentes desde el inicio en las luchas por el ingreso, cosa que ellos siempre tenían, y no así otras organizaciones, ya que su pujante militancia secundaria les proporcionaba una importante cantera (Entrevista a Mónica Waisman, 13-10-15).

Más elocuente que los propios comunistas respecto a su crecimiento eran sus opositores. Por ejemplo, la Agrupación Universitaria Nacional del Partido Socialista de la Izquierda Nacional opinaba que “El PC ha vuelto a reconstruir su activo en dos años.” (CEDINCI, Secretaría Universitaria Nacional, Circular, documento interno, 1970). Sus ex compañeros de ruta del FAUDI-PCR asentían en un folleto: “La fuerza del reformismo en el movimiento estudiantil ha crecido en el último período, particularmente el M.O.R. en Buenos Aires.” (CEDINCI, Ante el Congreso Nacional de Estudiantes Convocado por la F.U.A., 5-12-1970). Sin embargo, pensaban que este proceso tenía bases frágiles ya que el reformismo no podía ofrecer una salida efectiva al drama argentino. Con todo, reconocía errores propios que le habían abierto el camino a sus archirrivales. Principalmente: “En la medida que hemos dejado vacíos en la lucha reivindicativa, o que hemos postergado la organización para la lucha en aras de la agitación, por esa brecha, apelando al reivindicativismo y organizando a su estilo, el reformismo ha logrado avances.” Efectivamente, la reconstrucción de los centros junto a las luchas por ampliar el ingreso universitario, les granjeó a los comunistas simpatías entre importantes franjas del alumnado, que explican en buena medida su recuperación.

El núcleo de su estrategia residía así en impulsar su acceso a la dirección de los centros y las federaciones. Los delegados por curso, en ocasiones originados en las luchas contra el limitacionismo, debían ser la base de este proceso de reconstrucción (ACEN, caja 20, Reforma. Boletín de la coordinadora de agrupaciones reformista de la Capital Federal). Por ejemplo, en Derecho de la UBA durante septiembre de 1969 la Agrupación Universitaria Reformista de Estudiantes (AURE) había convocado a una asamblea de donde surgió una comisión directiva organizadora en pos de reestructurar el centro, disuelto hace algunos años. A comienzos de 1970 las luchas contra el ingreso ayudaron a reagrupar al alumnado, revirtiendo la dispersión reinante (Juventud, Nº 8, septiembre de 1970). Una vez que estas confrontaciones cesaron, consiguiendo en buena medida sus objetivos, una nueva asamblea estudiantil resolvió que las elecciones se efectuaran a fines del mes próximo. Entre las propuestas del AURE figuraban los cursos de promoción para todos y exámenes mensuales definitivos, supresión del curso de ingreso limitativo y antipedagógico, derogación de la ley universitaria, y reclamos por la autonomía universitaria, el gobierno tripartito y el fin de la dictadura (ACEN, caja 20, Volante de AURE: ¿Para qué un centro de estudiantes?”). Con esta plataforma ganaron las elecciones por apenas un voto, 501 a 500, frente a la Franja Morada radical (Entrevista a Jorge Kreynes, 23-6-15).

Para afianzarse en las facultades los comunistas se volcaban a realizar una tarea gremial que los universitarios apreciaban mucho pero que la militancia, metida en el fárrago de la discusión nacional, descuidaba. Por ejemplo, en Derecho su principal tarea en ese sentido era la desgrabación de clases que luego adquirían los estudiantes (Entrevista a Jorge Kreynes, 23-6-15). En Económicas bregaban por volver a contar con un comedor estudiantil que abaratara los costos alimenticios (Entrevista a Marcelo Freyre, 25-6-2015). En Medicina discutían los cambios de contenidos en la carrera como, por ejemplo, el cuestionamiento a la forma de enseñar Farmacología orientada al uso directo de los fármacos, bajo la presión de la industria médica, y no a una reflexión más integral de los problemas implicados (Entrevista a Mónica Waisman, 13-10-2015). Estas preocupaciones por lo específico, es decir por las cuestiones universitarias, llevaron a Hugo Varsky (Entrevista, 8-6-2015) y Marcelo Freyre a plantear el tema en una visita que le hicieron en Chile a Fidel Castro, consiguiendo el aval del líder cubano a su política. Así, los comunistas se convirtieron en los militantes más resueltos en la tarea de reconstruir los centros, aunque se cuidaran de no confundir ni a estos ni a sus agrupaciones con el partido.

Esta estrategia se replicó en la mayoría de las facultades de la UBA. Sin embargo, en algunas casas este proceso resultó mucho más tortuoso. En la politizada Facultad de Filosofía y Letras la convocatoria electoral a fines de 1970 apenas reunió a dos agrupaciones, resultando vencedora la Lista Violeta comunista con 525 votos sobre 605 emitidos (Nuestra Palabra, Nº 1066, 8 de diciembre de 1970: 4). Los otros grupos de izquierda frente a la “maniobra”, consumada en medio de un paro no docente que mermaba cualquier convocatoria electoral, se abstuvieron[8]. Por ello, aunque los comunistas se contentaron con duplicar sus votos, su influencia aquí siguió siendo baja. No obstante, el caso muestra la importancia que el PCA le atribuía a los centros y su conquista, más allá de la escasa legitimidad de la que gozara esta entidad y sus promotores por el momento.

Lo sucedido en Arquitectura ofrece una demostración más elocuente de la estrategia de llegar a toda costa a la dirección de los centros. En esa facultad, el presidente del centro, Daniel Laufer militante del FAUDI, había sido detenido ilegalmente en una visita a Bahía Blanca. Sus compañeros estudiantes protagonizaron fuertes enfrentamientos para que aparezca con vida. Finalmente, unos días después fue traslado a Buenos Aires, iniciando un periplo carcelario de meses. Fernando Nadra, comunista y vicepresidente del centro, entonces tomó el mando de este organismo. Los militantes del FAUDI calificaron el hecho como una usurpación que resolvieron expulsándolo de la entidad. Los comunistas, por su parte, se defendieron alegando que la sucesión se había adaptado a las previsiones estatutarias (Nuestra Palabra, Nº 1047, 28 de julio de 1970: 4) (Juventud, Nº 11, 31 de octubre de 1970: 5). Pero incluso si así fuera, no era menos cierto que la decisión inconsulta generaba malestar y empantanaba al centro en una lucha por su legitimidad que no era otra cosa que traducción de una relación de fuerzas desfavorable. Sin embargo, para los “bolches” también aquí era prioritario llegar a la dirección de los centros ya que sólo desde allí, razonaban, se podría terminar de quebrar en su favor tal relación. Por las buenas o por lo malas, lo importante era hacerse del centro.

En términos generales, esta estrategia catapultó a los comunistas a la dirección de la mayoría de los centros porteños a fines de 1970. Según estimaciones partidarias, en las últimas elecciones en la UBA las agrupaciones del MOR habían obtenido más de 4.000 de los 6531 votos emitidos[9]. A nivel nacional, de los más de 20.000 estudiantes que habían participado en las elecciones de centros, los “bolches” habían obtenido el 36 % de los votos, superando ampliamente al FAUDI que había alcanzado los 3.500 sufragios (Nuestra Palabra, Nº 1064, 24 de noviembre de 1970). Esa misma fuente justificaba la decisión de las agrupaciones comunistas de haber constituido una FUA propia en la ciudad de La Plata el 15 de noviembre. Según su versión, 130 delegados y 17 observadores, surgidos de elecciones realizadas en más de 46 casas de estudio, rodeados de 1.000 personas en la barra, proclamaron el regreso del reformismo a la federación nacional. De este modo, cumplieron con la convocatoria que se había propuesto el IX Congreso de la FUA del año anterior de realizar un nuevo encuentro extraordinario para fortalecer la entidad[10]. Los comunistas sostenían que así desbarataron la maniobra gestada por la dirección del FAUDI que había dilatado la convocatoria con el fin de tratar a los comunistas como una tendencia más de las casi diez que gravitaban en el movimiento estudiantil, no reconociendo pues que eran la principal. Unos días después, un nuevo congreso fuista reunido en Córdoba renovó su dirección. Aunque en este proceso el FAUDI fue desplazado de su conducción, todas las organizaciones participantes coincidieron en desconocer lo actuado por los comunistas. Entonces la FUA “Córdoba” se enfrentó a la FUA “La Plata” “comunista”[11].

El hecho de que “los bolches” constituyan la primera minoría nacional del movimiento estudiantil, lo que era reconocido por las otras tendencias, no les aseguraba hacerse del control de la FUA, ya que las otras agrupaciones, preocupadas por su fulgurante recuperación, se coaligaban en su contra, obstruyendo su llegada a la dirección de esta federación. Por ello, los comunistas habían resuelto, sea como sea, llegar a la dirección de la FUA (Nadra, 2012: 225). La federación paralela que impulsaron contradecía afirmaciones unitarias recientes como: “Nuestra unidad va de los reformistas a los llamados no reformistas, en la línea de una FUA auténticamente representativa, unitaria y renovada, vamos a la unidad de todo el estudiantado argentino.” (Línea, Nº 31, agosto de 1970: 1). Pero, pese a ello, fue creada con la convicción de que era coherente con el postulado que sostenía la necesidad de alcanzar una FUA representativa. Al igual que con los centros porteños, los comunistas habían logrado hacerse de un territorio desde donde avanzar.

¿Centros o cuerpos de delegados? Defender los centros conquistados

El 19 de febrero de 1971 la “fede” celebró su IX Congreso. Unos meses antes la reunión preparatoria había planteado que la dictadura estaba muy golpeada por el giro a la izquierda de las masas (APCA, Hacia el IX Congreso de la Federación Juvenil Comunista). Siguiendo los lineamientos del XIII Congreso Nacional del PCA realizado en marzo último, los jóvenes comunistas se proponían en base a un programa mínimo conformar un gobierno de amplia coalición democrática que convoque a una Asamblea Nacional Constituyente para determinar el futuro régimen económico, social y político del país. El Encuentro Nacional de los Argentinos (ENA), sellado a fines del año anterior con el Partido Intransigente, el Partido Revolucionario Cristiano y la Unión del Pueblo Argentino, e inspirado en la Unidad Popular chilena, era el exponente de ese “poder de nuevo tipo” que pregonaban (Casola, 2015: 8). En el terreno de la juventud, carente todavía de un centro coordinador de las luchas en curso, se postulaba concretar el frente patriótico, parte integrante del Frente Democrático Nacional Antioligárquico, Antiimperialista y por la Paz. Estos conceptos se repitieron en el congreso de la “fede” de febrero (APCA, IX Congreso de la FJC, 19 de febrero de 1971). Orestes Ghioldi, quien abrió el mitin en representación del partido, fustigó contra personajes como Cohn Bendit, Herbert Marcuse o Rudi Dutsche, en la palestra de la polémica generacional internacional. Ghioldi atacó el “revolucionarismo pequeño burgués” que afirmaba que sólo la juventud, y básicamente la estudiantil, podía salvar a la sociedad.

Oponerse a esas ideas, tan en boga en los países del centro capitalista, no era nada peculiar en el contexto argentino donde contaban con escasa repercusión. Pero el énfasis puesto en su oposición daba una idea del peligro que la dirección advertía en los movimientos que ponían a la juventud en su centro organizador. Así, por ejemplo, el informe de su secretario, Santarén, advertía frente al problema del “revolucionarismo pequeño burgués” y el “nacionalismo burgués” que tendían a converger (APCA, IX Congreso de la FJC, 19 de febrero de 1971). No obstante por ahora, superada la ruptura, ello no interfería el ascenso partidario. Los datos de afiliación por este último aportados así lo expresaban: de los 30.000 estimados, 8.000 se habían sumado a partir del Cordobazo. En lo atinente a la Universidad, la confianza del secretario era total: “Avanza notablemente el proceso unitario entre los estudiantes universitarios. Este avance está muy vinculado a las luchas desarrolladas que han tenido el mérito de restablecer la línea y los principios de la Reforma Universitaria.”

Las luchas por el ingreso, según los comunistas, volvieron a calentar el inicio del ciclo lectivo 1971 (Nuestra Palabra, Nº 1076, 16 de febrero de 1971: 1). La FUA “La Plata” se lanzó a estas luchas con la consigna “Que ningún estudiante quede fuera de la Universidad” (Juventud, Nº 4, 1 de abril de 1971: 5). Además, durante este año en varias facultades se vivieron fuertes cuestionamientos al poder de los interventores a través de la promoción de cátedras alternativas que pusieron en jaque las designaciones oficiales. Estas luchas a las que las agrupaciones planteaban imprimirles una orientación favorable a los intereses estudiantiles que defendían en momentos que la dictadura buscaba una salida política lo menos traumática posible, profusamente atendidas por la prensa, adquirieron centralidad. El proceso de lucha que acarrearon fue en algunas ocasiones impulsado por una nueva forma de organización estudiantil, que daba primacía a las asambleas, defendida por la izquierda no peronista y en algunos casos por la peronista. Este proceso, conocido como doble poder, lanzó a escena al cuerpo de delegados.

Frente al embate contra los centros que estos cuerpos planteaban en ocasiones, los comunistas desplegaron una batería ideológica en la UBA para hacerle frente. Categórico al respecto resulta un folleto emitido en octubre de 1971 por la agrupación comunista de Económicas AUR (CEDINCI, carpeta “Paco Sobrino”, AUR convoca a fortalecer la unidad impulsando el Frente de Estudiantes Revolucionarios F.E.R.). Tras afirmar que ellos habían sido los principales impulsores del centro, el texto polemizaba con las agrupaciones que pretendían reemplazarlo por un consejo de delegados por curso. Para AUR constituía un error enfrentar esa comisión a una dirección permanente elegida democráticamente, esto es, la comisión directiva del centro. Según el texto, la trampa residía en que cualquiera es delegado porque así lo dice y que su opinión personal no traducía la de su curso de origen. Además, acotaba, cuando estos cuerpos de delegados se transformaban rápidamente en una “intertendencia” que reunía a todos los opositores al centro y no necesariamente exponía mejor los puntos de vista de los estudiantes. Estas formas organizativas carecían, concluía, de la representatividad y solidez a largo plazo que poseía el centro. El entonces presidente de la FUA “La Plata” rememoraba que en definitiva se trataba de una concepción militante para militantes, la cual dejaba en un limbo a la mayoría no militante (Entrevista a Hugo Varsky, 8-6-2015). Por ello, si bien no negaban la importancia de estos cuerpos, creían que los centros expresaban una concepción más abarcativa.

En buena medida este diagnóstico era cierto en tanto el centro de Derecho si había logrado colocarse en el epicentro de las luchas de su facultad. Así, durante 1971 la entidad había motorizado los cursos paralelos que se erigieron como una alternativa de cursada frente a las cátedras oficiales, llevados adelante por docentes díscolos a la dictadura, que en algunos casos habían conquistado tras arduas luchas el reconocimiento oficial. Este panorama se repetía en la mayoría de las facultades donde los cuerpos de delegados no pasaban de ser una propuesta sin sustento de masas. Por ejemplo, en Medicina el centro había conseguido en 1971 la derogación del ingreso además de motorizar luchas en cátedras que revirtieron los aplazos crónicos (CEDINCI, Fondo Sanguinetti, Boletín Informativo, Nº 3, mayo de 1971). En Económicas, eran sus propios rivales los que reconocían su labor en el centro “Los bolches, realizaron una tarea eficaz en ese sentido, como es su costumbre.” (CEDINCI, Boletín Interno Agrupación Universitaria Nacional. Capital Federal”, Nº 1, julio de 1971). En Ciencias Exactas y Naturales, como una peculiaridad, fue el cuerpo de delegados quien organizó las elecciones de un nuevo centro único a fines de 1971, las que ganaron “los bolches” (Entrevista a Raúl Carnota, 4-11-2015).

No obstante, en Filosofía y Letras y en Arquitectura estos cuerpos de delegados adquirieron cierto arraigo de masas (Bonavena, 2007). En estas facultades, como se vio, los centros eran una construcción mucho más endeble. Esta circunstancia permitió que prosperaran. Pero, si bien esta organización logró destronar momentáneamente a centros que poco habían podido hacer antes, ya para mediados de 1971 habían entrado en crisis. La competencia entre agrupaciones que luchaban por la hegemonía en su seno, marginando al estudiantado no agrupado que le había dado fuerza inicial, sumado a una política más receptiva del rectorado a las peticiones del alumnado que permitió desactivar varios núcleos conflictivos, fue erosionando el poder de sus cuerpos de delegados. De ese modo, los cuerpos de delegados que hace unos meses se habían mostrado como una avasallante organización, terminaron siendo un proceso tan original como efímero. Ya para fines de 1971 era difícil sostener que iban a suplantar a los centros.

Envalentonados con esa victoria estratégica, los comunistas se afianzaron. En junio de 1971 alcanzaron un nuevo hito partidario al relanzar la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), por más de un lustro desactiva (Nuestra Palabra, Nº 1094, 22 de junio de 1971: 3) (Juventud, Nº 10, 10 de julio de 1971: 9). A fines de año sus éxitos siguieron al ratificar su dirección en seis facultades de la UBA (Derecho, Medicina, Económicas, Ciencias Exactas y Naturales, Ingeniería, Farmacia y Bioquímica) (Nuestra Palabra, Nº 1114, 8 de noviembre de 1971) (Nuestra Palabra, Nº 1115, 16 de noviembre de 1971). Esta situación, sumado al hecho de que este año en todo el país se concretarían unos sesenta comicios de centros, les permitía sentenciar de muerte a la idea de que estos estaban perimidos.

Efectivamente, en 1972 los cuerpos de delegados pasaron al ostracismo. El diario La Opinión en su edición del 24 de marzo plasmó un interesante informe de la situación de la UBA. Se afirmaba que en Derecho el decanato mantenía suspendido a cuatro estudiantes mientras que el centro le había iniciado juicio por la intervención ilegal de su local. En Medicina las autoridades habían eliminado los cursos de ingreso y en su lugar proponían un nuevo examen, lo que el centro y otras agrupaciones impugnaban. En Filosofía y Letras también se registraban problemas con el ingreso, aunque las protestas más airadas se daban en torno a la cesantía de ayudantes docentes que el año pasado se habían manifestado a favor de las luchas estudiantiles. Ciencias Exactas y Naturales se encontraba en estado de agitación por la detención de dos docentes y por la falta de presupuesto motorizando la militancia el reclamo por un comedor y por el boleto estudiantil. En Arquitectura, el cuerpo de delgados a duras penas trataba de mantenerse en pie. Farmacia y Bioquímica completaba este panorama con quejas entre sus alumnos por el bajo nivel de la enseñanza (La Opinión, 24-3-1972).

En ese mes, la “fede” realizó su VIII Conferencia. El balance anual arrojaba: 5000 nuevos afiliados, 500 sucesos agitativos, 250.000 volantes repartidos y más de 10.000 pintadas (Juventud, Nº 4, 3 de abril de 1972: 8). En la Universidad, por su parte, se había podido orientar las luchas cada vez más agudas que se presentaban, institucionalizándose más de 130 centros. Quedaba pendiente la unificación en una sola federación nacional. Pese a este balance alentador, el secretario de la “fede” advertía:

Es cierto y muy positivo que la FJC viene creciendo. Pero al mismo tiempo debemos decir con toda claridad que el reclutamiento es insuficiente para pasar a decidir efectivamente en el desarrollo de los acontecimientos y para lograr una más activa y masiva participación de la juventud organizada en las luchas por un nuevo tipo de poder.

En el plano nacional, el PCA protagonizó dos importantes jornadas de lucha en la región metropolitana que se propusieron revertir el impasse vigente. La primera, una iniciativa suya, fue la “Marcha del Hambre” lanzada en abril con el objetivo de unificar las luchas nacionales. Esta convocatoria ya había merecido el aval de la Junta Representativa de la FUBA, la Federación de Estudian­tes del Salvador, la Tendencia Antiimperialista Revolucionaria, la Franja Morada, el Partido Obrero Trotskista, la Juventud Universitaria del Socialismo Argentino (sector Coral). El documento con el que se convocaba a esta marcha criticaba la política económica y la represión, reclama más fondos para la cultura y la educación, denunciaba la tremenda carestía de la vida, desenmascaraba el GAN y exigía finalmente la inmediata libertad de los presos gremia­les, estudiantiles y políti­cos. Sin embargo, la convocatoria comenzó a resentirse frente a la prohibición policial, anuncio que provocó la decisión de los organizadores de posponer la manifestación. Finalmente, el 28 de abril se concretó. Ese día desde el gobierno se dispuso asueto en las universidades por temor a desmanes. Aunque estos no se dieron en las facultades, sí ocurrieron a granel en el centro porteño donde se registró una importante participación de la militancia universitaria. El saldo de la jornada de más de 400 detenidos marcó a las claras lo extendido de las protestas y la represión (La Opinión, 29-4-1972).

Las tareas unitarias en el terreno de la juventud los comunistas las llevaron adelante sumándose a las Juventudes Políticas, coalición que reunía también a peronistas y radicales además de otras juventudes menos centrales en su armado político[12]. Esta coalición en la UBA resultó inconsistente. Ya para mayo los comunistas calificaban la situación de “caótica” (Línea, Nº 37, mayo de 1972: 4-5). Respecto a lo que sucedía en la Capital Federal sostenían que pese a que estaban frescas las movilizaciones de Arquitectura y Filosofía y Letras, la orientación imprimida por el ultraizquierdismo y el anarquismo produjeron el efecto contrario al redundar en la liquidación del movimiento estudiantil que “… a la larga aportaron al plan de cierre de las facultades y ‘quemaron’ a gran número de alumnos.” (Línea Nº 38, agosto de 1972: 6-7). El camino por lo tanto a recorrer era más bien el que ya transitaban sus pares de Ciencias Exactas y Naturales y Medicina donde el centro encabezaba las luchas.

La premisa autoimpuesta por los jóvenes comunistas de bregar por la acción de masas encontró una oportunidad a escala nacional en la marcha opositora organizada en ocasión del sexto aniversario del golpe de Estado, el 28 de junio de 1972. Los comunistas fueron parte de esta convocatoria a la que en diversa medida también se plegaron otros sectores juveniles que no integraban las Juventudes Políticas (Nuestra Palabra, Nº 1148, 4 de julio de 1972: 8). En Buenos Aires, epicentro de las movilizaciones convocadas bajo la consigna “unamos nuestros brazos por un argentinazo”, hubo un enorme despliegue de policías por las calles céntricas. Al atardecer una columna juvenil ingresó a Plaza de Mayo, produciéndose luchas de barricadas en las adyacencias. Pese a los cientos de detenidos con que finalizó, la movilización no arrancó mayores adhesiones, centralmente en el movimiento obrero, que le dieran carnadura al “argentinazo” (La Opinión, 29-6-1972).

Después de estos dos grandes episodios de lucha, se reunió la Comisión Nacional Universitaria del PCA (Línea, Nº 38, agosto de 1972: 6-7). En primer término tuvieron lugar las críticas habituales a la derecha y los pseudoizquierdistas y la ratificación de la Reforma Universitaria. En segundo lugar, la comisión recomendó que para avanzar en la Universidad era necesario ejercer funciones políticas de hecho, intentando al mismo tiempo una estrecha vinculación con la clase obrera. Para la comisión: “Este proceso en determinadas circunstancias permitirá desembocar en una ASAMBLEA UNIVERSITRIA que deberá darse normas de funcionamiento democrático y encarar la lucha por la aplicación del programa universitario…”.

No obstante los planes comunistas, la radicalización estudiantil se estancó en los meses posteriores en el marco de la salida electoral pactada con la dictadura para principios de 1973, en la que se enrolaron partidos políticos de gran relevancia en la Universidad como el propio PCA. Si bien perduraron las movilizaciones estudiantiles, las mismas se destacaron por estar motorizados por sectores ubicados en las antípodas de la militancia radicalizada, al identificarse con cierto “apoliticismo”. El conflicto más importante se dio en las escuelas industriales, cuyos egresados se vieron afectados por una disposición oficial que restringía el alcance de los títulos (Bonavena y Millán, 2014). Las caudalosas movilizaciones lograron que el gobierno reviera la medida. Del mismo modo en la UBA hubo conflicto con los estudiantes de Veterinaria, que consiguieron desprenderse de Agronomía constituyéndose en una facultad propia (Bonavena, 2012), y con los de Kinesiología que también se manifestaron contra un acotamiento de sus potestades profesionales (Bonavena, 2014). En principio, los conflictos no eran ajenos al planteo del PCA, que los apoyó, de partir de lo específico universitario para llegar al cuestionamiento más global a la dictadura. Su principal preocupación, como reconocía Hugo Suarez, era darle un carácter de masas y en las masas a las luchas actuales y a los centros (Nueva Era, Nº 6, junio de 1972: 516). Pero el problema es que desde su constitución sus protagonistas se rehusaron a abordar el terreno político, el cuestionamiento más global al Estado.

Lo específico en lo universitario y lo general en lo político frente a la salida de la dictadura ya no podían unirse con tanta facilidad. Pese a que esta situación frustraba los planes de asociarlos de los comunistas, ello no redundó en lo inmediato en un retroceso militante. En realidad, como ha mostrado Natalia Casola, a la salida de la “Revolución Argentina” todo el partido fue envestido de un gran prestigio popular producto de su lucha contra la “dictadura de los monopolios” (2015: 15). En la UBA esto se tradujo a fines de 1972 en victorias en casi todos los comicios de centros. En Derecho, derrotaron con 1184 votos a 1089 a Franja Morada, lo cual representaba un gran salto si recordamos que hace dos años le habían ganado por apenas un voto en una compulsa mucho más reducida (La Opinión, 1-11-1972). Algo similar ocurrió en Ingeniería y en Farmacia y Bioquímica. En Ciencias Exactas y Naturales doblaron en votos a su inmediato perseguidor mientras que en Medicina y Económicas lo superaron por más de tres cuerpos. En la segunda tanda electoral, los comunistas dieron el batacazo en los “baluartes de la ultraizquierda”, capitaneados por el FAUDI, esto es, Arquitectura y Filosofía y Letras (La Opinión, 23-11-1972). Excepto por los pequeños centros de Veterinaria, Agronomía y Odontología, en manos de agrupaciones acólitas a la dictadura, los comunistas se alzaron en el resto. De este modo, el MOR totalizó 8.020 sufragios, casi el 10 por ciento de los alumnos de la UBA (duplicando sus votos de hace un par de años), mientras que sus ex compañeros del FAUDI, apenas sumaron 2.199 votos. La Franja Morada radical y la TERS trotskista, se ubicaron en tercer y cuarto lugar y mucho más atrás otras agrupaciones de izquierda. Por ejemplo, los maoístas de TUPAC de Vanguardia Comunista, que habían apostado por los cuerpos de delegados, tan sólo obtuvieron 267 respaldos. El ramillete de organizaciones peronistas, por su parte, resolvió no presentarse a unos comicios que despidieron a la dictadura con una cifra récord de votantes bajo su égida. Si bien la primer nota referida de La Opinión especulaba con que sumadas estas agrupaciones gozaban de un poder similar al de los comunistas en la UBA, y la segunda agrandaba el diagnóstico al decir que eran la corriente más importante, lo cierto es que coaligarse a este variopinto de pequeños grupos les era imposible. Así, lo había juzgado la dirigencia del propio PCA que a lo largo del año le había dedicado atención al fenómeno peronista. Pese a valorar su ascenso, por ejemplo, Alberto Escala pensaba que este quedaba relativizado por la falta de una organización constante (Cuadernos de Cultura, Nº 112, marzo-abril de 1972: 19). Incluso el FEN había resuelto desde el año anterior no presentarse a estos comicios, haciendo suyo el lenguaje anticentros que hasta aquí había rechazado. El viaje de su líder a Madrid, donde se entrevistó con Perón, resultó un hito en su integración más orgánica al peronismo, dejando definitivamente en el pasado el marxismo inicial. Desde entonces, comenzó un acercamiento con la Organización Única peronista (OUP) de Guardia de Hierro que los llevaría a la fusión en la Organización Única del Trasvasamiento Generacional (Grabois, 2014: 316). La contracara de este proceso fue su pérdida de peso entre el alumnado al abandonar en buena medida su militancia universitaria.

En definitiva, el rutilante triunfo porteño del MOR, acompañado por una buena performance a nivel nacional, mostró un colectivo interno sólidamente coaligado que venció en su política pro centros; dejando atrás el desafío de los cuerpos de delegados, afianzó su conducción de la FUBA y se consolidó en la federación nacional. El presidente saliente de la FUA, Varsky, juzgó que bregar por las reivindicaciones había sido lo permanente en su lucha universitaria (Juventud, 17 al 28 de diciembre de 1972: 9). Los 72 centros que reunió el XI Congreso de la FUA “La Plata” eligieron a Jorge Kreynes como su sucesor. Esta decisión se manifestó provisoria ya que el principal objetivo de los asistentes era fusionarse en una sola federación nacional. Presionada por sus sectores más corridos a la izquierda y fundamentalmente por un alicaído FAUDI, la FUA “Córdoba” mantuvo la división. A diferencia de dos años atrás donde se alegaba que los comunistas habían partido la federación para conchabarse de un sello propio desde donde hacer figurar una fuerza de la que en verdad carecían, esta vez el peligro para sus adversarios residía en su realidad incontrastable. Así, el PCA logró al finalizar la “Revolución Argentina” recuperar su fuerza universitaria.

Conclusiones

Beatriz Sarlo (2001), en un texto destinado a realizar una síntesis del mundo intelectual desde los años cuarenta hasta comienzos de los setenta, sostiene, en consonancia con el grueso de la literatura, que a partir del golpe de Estado de 1966 la Reforma Universitaria perdió peso entre el estudiantado. Su lugar fue ocupado, agrega, por una creciente e inédita partidización de la vida universitaria, donde el peronismo se destacó. Su principal crítica de este proceso apunta a subrayar que en esos años la Universidad y sus problemas específicos perdieron fuerza en el cuerpo universitario, sobre todo para los más jóvenes, frente a los problemas de política nacional. Así, la carencia de un abordaje específico llevó al descalabro universitario.

Este razonamiento, elaborado con una base empírica endeble, se encuentra en las antípodas de la trayectoria comunista aquí analizada. El contenido de la enseñanza, los planes de estudio, el ingreso universitario, el régimen de exámenes, es decir, la organización de la vida universitaria toda marcaron su accionar. La recreación de los centros estudiantiles fue una consecuencia de este proceso. Si bien es evidente que esta línea política estuvo fagocitada desde la dirección del PCA, los estudiantes comunistas, también por sugerencia de sus líderes, no confundieron el partido con la agrupación, tratando en todos los casos de plantear políticas específicas a cada ámbito de militancia. En ese sentido, su principal identidad política fue la Reforma Universitaria. Todos estos frentes de lucha a los que los comunistas les asignaron una importancia fundamental, destacándolos sobre otros grupos, les permitieron resurgir de la escisión que en 1967 había dejado diezmada sus filas. Pasaron de ese modo a convertirse en la primera minoría en la UBA.

A contramano de lo que sostiene la bibliografía que ha abordado este período, enfocada a analizar la “novedad” de la “nueva izquierda”, la identidad reformista no había pasado a un segundo plano en la década de 1970 ni tampoco la “vieja izquierda”. El PCA se encargó de mantenerla vigente, pero también hubo otras organizaciones, con más fuerza en otras universidades, que se ampararon exitosamente en ella. Así, el Movimiento Nacional Reformista socialista y la Franja Morada radical dirigían desde fines de 1972 la FUA adversa. La posibilidad de proponer una mirada universitaria con una perspectiva política nacional le permitió a los comunistas, al igual que a estas otras corrientes reformistas, crecer entre los estudiantes, superando ampliamente a la llamada “nueva izquierda”. Como se vio, a fines de 1972 los “bolches” triunfaron con un amplio margen en casi todas las elecciones de centros de la UBA, siendo reconocidos como una de las principales fuerzas universitarias de la Argentina. Si bien este fenómeno no niega en sí la importancia ni la singularidad de las nuevas prácticas políticas y los nuevos actores que las encarnaron, como los cuerpos de delegados, muestra que un balance más meticuloso que incluya a fuerzas como el PCA matiza al menos su trascendencia, recuperando al mismo tiempo del olvido a formaciones políticas más pretéritas y a los centros de estudiantes, entidades originadas a comienzos del siglo XX.

Un año más tarde, en 1973, con el retorno de Perón a la política, los comunistas apenas pudieron retener dos centros de estudiantes, Ciencias Exactas y Naturales y Farmacia y Bioquímica, frente a un peronismo que como nunca antes venció en estas instituciones reformistas que siempre había despreciado. En ese sentido, aunque no ha sido el objetivo de este texto analizar ese fenómeno, por lo dicho aquí se puede colegir que para explicar el fenómeno peronista es necesario ponderar sobre todo los factores coyunturales. Sea como sea, un año más tarde, esa misma fuerza peronista pasó a la clandestinidad, abandonando su quehacer universitario y a sus aliados comunistas y radicales. En ese sentido, considero que lecturas como la de Sarlo tal vez sirvan para explicar la coyuntura específica de 1973 y algunos procesos puntuales precedentes, pero construyen una síntesis sesgada del proceso de lucha antidictatorial previo en la Universidad. Ni las cuestiones específicas y los procesos de lucha que propiciaron, ni la identidad anclada en la Reforma Universitaria, ni los partidos políticos como su antítesis, fueron ajenos al proceso universitario que atravesó la Universidad pública argentina desde 1966. Por el contrario, resultaron fundamentales para derribar a la dictadura en este ámbito educativo. Precisamente, el poderío del PCA en las filas estudiantiles así lo demuestra, y en parte también lo explica.

Material suplementario
Bibliografía
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Notas
Notas
[1] La trayectoria de los comunistas en la Universidad desde su aparición puede consultarse en Caruso (1999), Hurtado (1990) y Kleiner (1964).
[3] Es evidente que el artículo fue escrito antes de que estallaran los hechos de mayo.
[4] En 1967 había 240.452 universitarios, en 1968 236.452 y en 1969 se bajó a 229.800 (Cano, 1985: 122, cuadro 2).
[5] Por ejemplo, la agrupación de ARFMYM de Ciencias Exactas y Naturales planteaba “[…] la UNIDAD, la LUCHA y la COORDINACIÓN son los elementos INDISPENSABLES para obtener la victoria, que no es la ‘derogación’ sino un ingreso justo, irrestricto…” (Reformatorio, nº 4, octubre de 1970: 9).
[6] Durante este año se revirtió la tendencia a la baja de inscripciones, creciendo la matrícula a 253.456 en todo el país, lo cual se mantuvo hasta 1977 (Cano, 1985: 122, cuadro 2).
[7] Archivo del PCA.
[8] Un comunicado firmado por FAUDI, GEI, TUPAC, UAP y TERS sostenía: “Repudiar todo intento de la agrupación L.V.R. y su acólito sumiso, el MAP, de realizar elecciones de carácter netamente divisionistas y como burda estafa al estudiantado, respondiendo a burdos intereses de grupo y con la sola justificación de buscar a cualquier precio, aún el de la división del estudiantado, de hacer un mini-sello sin representatividad ninguna para usarlo a discreción y en supuesta representación de los estudiantes, poniéndolo al servicio de su política pro-oligárquica.” (ACEN, caja 20, La Junta Electoral al estudiante de Filosofía y Letras, noviembre de 1970).
[9] Jorge Pereyra: “Hacia el IX Congreso de la Federación Juvenil Comunista”, Nueva Era, nº 1, enero de 1971, pp. 70-74, p. 72.
[10] En agosto el MOR en un comunicado había sostenido que la “mayoría” realizó el año pasado una parodia de Congreso; explotando la clandestinidad redujo el número de delegados e impugnó y excluyó a otros. Señalaba que pese a este fraude no pudo llevar su antireformismo hasta el final y fue derrotado, debiendo convocar a tal Congreso Extraordinario para 1970. (Llamamiento del MOR. Por un verdadero Congreso de la FUA, agosto de 1970: 3). Archivo del CEDINCI.
[11] Según el presidente electo de esta última federación, Varsky, abrigaban esperanzas de que los radicales de la Franja Morada y los socialistas del MNR, se pasaran a su FUA, cosa que finalmente no ocurrió porque ellos a su vez estaban presionados desde adentro de la otra federación (Entrevista, 8-6-2015). Kreynes ratifica esto pero aclara que la relación más sólida era con la Franja Morada (Entrevista, 23-6-2015).
[12] Ya a comienzos de mayo el periódico comunista dio cuenta de la existencia de esta coalición al comentar una solicitada que sus miembros suscribieron. (Nuestra Palabra, Nº 1139, 2 de mayo de 1972).
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