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Notas sobre las editoriales del diario La Nación y los acuerdos con el FMI (diciembre de 1958)
Magalí Gómez; Federico Salvarredi
Magalí Gómez; Federico Salvarredi
Notas sobre las editoriales del diario La Nación y los acuerdos con el FMI (diciembre de 1958)
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 19, núm. 73, pp. 41-62, 2020
Universidad de Buenos Aires
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Resumen: En este trabajo se analiza el contenido y la forma en que se presentaba la información en el periódico argentino La Nación respecto de los acuerdos económicos entre el estado argentino y el Fondo Monetario Internacional (FMI) durante el gobierno de Frondizi, en un contexto de mayor injerencia norteamericana en toda la región. Este objeto de estudio ha sido poco abordado en su especificidad, más allá de la gran cantidad de trabajos que abordan tópicos relacionados a este tema, tal como los referidos a la historia de La Nación (Sidicaro, 1993; Zimmermann, 1988) así como los de autores e instituciones que desde diversos posicionamientos teórico-metodológicos emprenden el estudio de la política económica del período y las relaciones entre el FMI y el estado argentino (Azpiazu y Kosacoff, 1985; Basualdo, 2013; Brenta, 2013; CEPAL, 1959; Dubat, 1959; FMI, 1958; Rapoport, 2001; Rock, 2006, etc.).

A partir de analizar los ideologemas presentes en los informes elaborados por el Fondo Monetario Internacional y en el discurso de Frondizi, se hipotetiza que la línea editorial de La Nación, particularmente durante el mes de diciembre de 1958, comenzó a delinear determinadas bases ideológicas del programa económico conservador en los medios de comunicación masiva argentinos a partir de la segunda mitad del siglo XX.

Palabras clave:FMIFMI,inversiones extranjerasinversiones extranjeras,editorialeseditoriales,ideologemasideologemas,ajusteajuste,FMIFMI,inversiones extranjerasinversiones extranjeras,editorialeseditoriales,ideologemasideologemas,ajusteajuste.

Abstract: In this work we analize the form and the content in which was presented the information in argentine newspaper La Nación about the economic agreements between argentine state and International Monetary Fund during Frondizi´s government, in a context of increased american interference in the whole region. We believe that this object of study has been little adressed in its specificity, beyond great quantity of works that adress related topics, like those refered to the history of La Nación (Sidicaro, 1993; Zimmermann, 1988) as well as authors and institutions which from diverse methodological and theoretical positionings undertake the study of economic policy from the period and relations between IMF and argentine state (Azpiazu and Kosacoff, 1985; Basualdo, 2013; Brenta, 2013; CEPAL, 1959; Dubat, 1959, IMF, 1958; Rapoport, 2001, Rock, 2006, etc.).

From analizing existing ideologemas in reports elaborated by IMF and in Frondizi´s speech, We hypothesize that editorial line of La Nación, particulary in december 1958, started to delineate determinated ideological basis of the conservative economic program in argentine mass media from the second part of twentieth century.

Keywords: IMF, foreing investment, editorials, ideologemas, adjustment, IMF, foreing investment, editorials, ideologemas, adjustment.

Carátula del artículo

Artículo

Notas sobre las editoriales del diario La Nación y los acuerdos con el FMI (diciembre de 1958)

Magalí Gómez
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
Federico Salvarredi
Universidad Nacional de Cuyo, Argentina
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 19, núm. 73, pp. 41-62, 2020
Universidad de Buenos Aires

Recepción: 12 Marzo 2019

Aprobación: 16 Septiembre 2019

Introducción

El objetivo de este artículo es analizar el modelo presentativo de la información del periódico La Nación[1] en el contexto de las políticas desarrollistas, particularmente la sanción de la Ley de Inversiones Extranjeras 14.780 y de la Ley de Garantía que resguardaba a los inversores extranjeros de una eventual inconvertibilidad cambiaria. Es relevante recordar que posterior al golpe de estado, en abril de 1956 se puso en marcha el Plan Prebisch y, pocos meses después se dieron los primeros pasos para que la Argentina ingresara al FMI y al Banco Mundial (BM) y se firmara el acuerdo con el Club de París, que expresaba el tránsito de la bilateralidad hacia el multilateralismo como política externa (Basualdo, 2013:55).

Luego de pasados los primeros seis meses de gobierno de Arturo Frondizi y su gabinete desarrollista, la situación económica de la Argentina era crítica. El país había llegado a la década de los ´50 en un cambio de hegemonía a nivel mundial que profundizaba la crisis del régimen de acumulación agroexportador y también el proceso de industrialización por sustitución de importaciones. En ese marco, el primer crédito con el BM se concretó en agosto de 1957 por 75 millones de dólares. De allí en más los organismos internacionales -especialmente el FMI- tuvieron una intensa intervención en la política económica, incluso antes del primer programa de estabilización en 1959, ya que buena parte del Plan Prebisch se sustentó en la misma concepción. Argentina había realizado su primer giro sobre el fondo en abril de 1957. El acuerdo comprometía medidas relativas al sector financiero y al comercio internacional tales como la derogación del régimen de nacionalización de los depósitos, la modificación de la Ley de Bancos y las cartas orgánicas de la banca oficial (BCRA, Hipotecario, Nación, Banco Industrial) y la liquidación del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) (Brenta, 2013: 149-150).

Basualdo (2013: 56) plantea que las recomendaciones del FMI asumieron que los problemas inflacionarios y de crisis de balanza de pagos se originaban en un exceso de demanda, que se corregía a partir de, por un lado, suprimir los controles sobre la economía nacional y el funcionamiento del sector externo junto a una devaluación de la moneda local; y por el otro, disminuyendo la oferta monetaria y el gasto estatal, mientras incrementaba la presión fiscal, generalmente sobre la base de la creación o el aumento de los impuestos regresivos y la disminución de los salarios. Según este investigador (2013: 56-57), la concepción desarrollista del gobierno frondizista se concretó mediante un conjunto de medidas tendientes a facilitar el ingreso de capital extranjero para lograr incrementos sustanciales en la productividad y la producción que, teóricamente, asegurarían la autonomía del país respecto de los factores externos que la bloqueaban.

En el presente trabajo se considera importante examinar algunos mecanismos de construcción de la ideología que se ha identificado como de aplicación usual por los medios masivos ya en esa época, y realizados a partir de lo que entonces era un nuevo discurso hegemónico en relación a la problemática económica en América. Se parte de la idea de que no existe una correlación mecánica entre las clases sociales y sus ideologías, ni siquiera en el seno de lo que se denomina en general como “clase dominante”. Es por eso que se tratan a las editoriales de un medio masivo como La Nación como documentos históricos. Documentos que, en el caso de las editoriales sobre el primer acuerdo con el FMI, contienen gran parte del discurso ideológico de lo que hoy se conoce como “lo económico” en los medios masivos de comunicación argentinos. Se cree que las editoriales de La Nación sobre el primer acuerdo stand by de 1958 contienen una perspectiva que no sólo era propia de una fracción de los grupos “dominantes” de la sociedad sino también de aquellos sectores que aspiracionalmente se configuraban como base social de los mismos. Lo que los unía era la adopción de postulados ideológicos que eran concebidos como propios de la ciencia económica, que tras una serie de procesos discursivos traducían esa serie de postulados técnicos o neoclásicos, en otra serie de postulados propuestos para generar un nuevo “sentido común” que legitimara determinadas políticas económicas, tales como la “necesidad de equilibrio económico”, la “austeridad”, la necesidad de “sacrificios económicos”, etc.

La editorial como enunciado de un discurso ideológico: el caso de La Nación

Un diario es la expresión de un colectivo cuya identidad posee cierta vocación de presentarse como una cosmovisión del mundo que mediatiza lo diverso de la realidad. Desde esa posición propone una lectura del pasado, una acción y organización hacia el presente y una imagen sobre el futuro. De hecho entre este tipo de publicaciones y su público se genera un nexo que metaboliza tanto informaciones como interpretaciones de la realidad en base a los valores e intereses de determinados grupos (Sidicaro, 1993).

En el caso del diario La Nación, ya desde 1909 se decidió alejar al matutino de las luchas partidarias y convertirlo en expresión y educador de la clase dirigente de la época, colocándolo por encima de sus fraccionamientos. De esa manera el contrato de lectura(Verón, 1985) del diario con su público establecía como su prioridad la defensa de “la doctrina”, es decir, “la defensa de las instituciones y los medios” que la familia Mitre entendía podían “estimular el adelanto del país en sus más variadas manifestaciones” (Sidicaro, 1993:9). El caso de La Nación es especial porque en sus artículos y editoriales expresa su contenido ideológico en un discurso sólidamente combinado con una estrategia pedagógica orientada a explicar lo que sucede en la sociedad con la pretensión de hacerlo desde una perspectiva “objetiva”, buscando que lo tendencioso se ligue de tal modo con lo supuestamente neutro que logra mayores posibilidades de retener, de hacer ver la realidad de un modo determinado y de movilizar a los sujetos en la ideología que despliega, dotándolos de un reticulado de categorías interpretativas (Sidicaro, 1993).

Otro elemento importante a considerar sobre las editoriales de La Nación es la definición del destinatario de sus enunciados. El diario se definía a sí mismo en una de sus editoriales a comienzos de 1939 a partir de definir a su público. Mencionaba el respeto que tenía su nombre a partir de su prestigio en el terreno doctrinal y su arraigo en las clases dirigentes de la República así como en las clases productoras. Si bien su público se completaba con lectores que se habían incorporado desde las clases populares, sus destinatarios seguían siendo aquellos que ocupaban las “alturas de la sociedad” (Sidicaro, 1993:7).

Se puede decir entonces que las editoriales del diario La Nación pretendían ser la voz política y teórica de un sector de la alta burguesía argentina y, por confluencia de intereses, también de las grandes empresas extranjeras radicadas en el país. La vieja “tribuna de doctrina” mitrista redefinida como educador de la clase dominante se planteó como el lugar desde el cual se expresaban las directrices respecto de la relación política establecida entre esos sectores y el gobierno de Frondizi. Si bien el citado trabajo señala ese carácter y contenido de clase de las editoriales de La Nación a lo largo de su historia, interesa esbozar aquí una hipótesis respecto de cómo se planteaban y se desarrollaban esos diálogos políticos a través de las páginas de este exponente de la prensa conservadora argentina.

Tal problema excede a lo que se conoce comúnmente como “análisis de medios” en el ámbito de la Comunicación. Se estima que, en general, cuando se analiza un proceso histórico, sólo se tiene a disposición una determinada (aunque variada) colección de textos, que van desde los documentos oficiales, a los testimonios orales, pasando por los diferentes géneros periodísticos, entre muchos otros géneros discursivos y fuentes de diversos tipo. En este caso, cuando se seleccionan como objeto de estudio las editoriales del diario La Nación de diciembre de 1958, se considera que las características específicas de ese género periodístico permiten entender cómo en ese momento tales editoriales constituían una expresión concreta de aquella tensa y por momentos demandante relación política establecida entre el gobierno de Arturo Frondizi y determinados sectores de las clases dominantes de la Argentina de fines de los ´50.

Para emprender tal análisis se incorporan los conceptos de dialogismo, producción de sentido e incorporación de la palabra ajena, tal como fueron planteados por Mijail Bajtín (1986) y Valentín Voloshinov (2009). Se estima que no hay posibilidad de leer o explicar un fenómeno o proceso histórico en sí mismo, sin interrogarlo dentro de una red de interpretaciones (Arán, 2016). Es decir, un proceso histórico debe analizarse no desde la búsqueda de una supuesta verdad o sentido único, sino desde una aproximación a los diferentes sentidos aportados por los textos-enunciados que se producían y circulaban en ese momento.

Ese proceso de producción de sentido es muy importante, y puede ser entendido como la fuerza motora de la cultura, ya que comprende la permanente disputa entre los diferentes grupos sociales por hegemonizar el sentido específico que se da a la “verdad”, ligándose así los procesos de evolución ideológico-verbales con los procesos político-sociales. Tal disputa puede entenderse como una forma de diálogo, a partir del cual se producen los diferentes sentidos. De hecho, el sentido sólo se activa en una situación de diálogo, como “palabra viva” puesta a funcionar en la comunicación discursiva. El sentido sólo se produce y desarrolla cuando un discurso se relaciona con otro discurso. Pero más específicamente, es también parte de una cadena histórica no lineal de discursos (Arán, 2016). El carácter dialógico del sentido es definido por Bajtín como todo aquello que contesta una pregunta, ya que no posee sentido el enunciado de un hablante que no responda a la pregunta enunciada por otro. El enunciado posee así un carácter de respuesta. Por el contrario, el significado se encuentra abstraído del diálogo, no responde a una pregunta sino que existe por sí mismo, pero por eso sólo posee una potencialidad de sentido. Esta diferenciación entre el significado y el sentido es lo que sustenta la necesidad de analizar la red de diferentes interpretaciones o sentidos que existen y superar la búsqueda de un pretendido significado único y oculto en cada enunciado abstraído del diálogo social del que concretamente (históricamente) forma parte.

El sentido debe analizarse en los enunciados que componen los discursos en interacción dialógica, que en nuestro caso son las editoriales del diario en su diálogo dirigido en primera instancia al gobierno, pero también al resto de los grupos sociales espectadores de ese diálogo político. Es justamente la cualidad de los enunciados de tener sentidos lo que hace que sean históricos, es decir, únicos e irrepetibles aunque sí citables, y capaces de ser incorporados como discurso ajeno y reproducidos bajo nuevas formas. El sentido de los enunciados como parte de un diálogo es así un acontecimiento discursivo, que lleva en sí mismo marcas sociales e históricas.

Si bien no puede hablarse de que exista un “sentido único”, lo que sería encontrar un pretendido y unívoco significado de los procesos históricos, sí pueden estudiarse los diferentes eslabones de la cadena de sentidos producida durante su desarrollo. Esto permitiría comprender mejor tanto el carácter de las acciones de los sujetos en un proceso o momento histórico a partir de sus ideologías y su situación de clase; como también el proceso de producción y reproducción de sus ideas. En oposición a quienes buscan una supuesta verdad oculta detrás de los discursos, Bajtín (1994) afirma que sólo la totalidad de la cadena de sentidos de los enunciados posee cierto carácter de “realidad”. Entonces, si bien existe un sentido de los procesos históricos expresados en la totalidad de la producción discursiva de un momento específico, sólo podemos lograr diferentes niveles de aproximación al sentido “real” de la mencionada cadena de sentidos. Es decir, si bien es imposible analizar directamente la totalidad de tal cadena, sí se puede aproximarse a la misma al ubicar en tiempo y espacio (estudiándola y comprendiéndola en su sentido histórico y como parte de un diálogo), determinados discursos (y sus enunciados) que, por su importancia política y social, eran frecuentemente incorporados como referencia y cita de autoridad en los enunciados que componían los discursos de los hablantes del resto de los grupos sociales y políticos actuantes en ese momento histórico.

El fenómeno de incorporación del discurso ajeno posee una importante ubicuidad histórica y, por ende, es un elemento importante para el análisis que proponemos en este trabajo, ya que describe la manera en que el discurso del poder encuentra eco en los diferentes sectores sociales que son expuestos a su influencia, ya sea que se plantee una relación monológica (de autoridad) o dialógica (diálogo que permite la respuesta del interlocutor) con los mismos, quienes sin embargo interpretan y reelaboran dichos discursos bajo diferentes estilos y modalidades que contienen las marcas discursivas y que a su vez denotan situaciones históricas determinadas, condiciones sociales de los hablantes y de producción de su discurso, etc. (Voloshinov, 2009). En otras palabras, este fenómeno de incorporación de la palabra ajena describe en parte la dinámica de desarrollo de las ideologías, de allí que se planteara que “el signo es arena de la lucha de clases” (Voloshinov, 2009).

La identificación de las relaciones que se establecen desde el discurso con los diferentes sectores sociales es importante para este trabajo. La utilización del estilo monológico o dialógico en las editoriales, y las formas de incorporación del discurso ajeno en la composición de los mismos son las herramientas de nuestro análisis. Finalmente el análisis de las formas sintácticas de incorporación de la palabra ajena en el discurso indirecto libre (DIL) es también relevante. La posibilidad de incorporar los enunciados de otros sujetos (ya sea el Presidente o una institución como el FMI) citándolos de una manera indirecta y como reinterpretación a través de figuras retóricas como la paráfrasis; es decir, reelaborándolos de acuerdo a la propia valoración de la situación (en este caso, la posición del diario La Nación ante la crisis económica de la segunda parte de la década del ´50), denota la aplicación de tales operaciones sintácticas propias del lenguaje y de uso frecuente en el proceso de construcción de ideología. También la polisemia que poseen los signos, reposa justamente en la pluralidad de sentidos que pueden adquirir los enunciados. Tal polisemia hace del sentido del signo un hecho social inestable, sin embargo, la eventual estabilidad de esos sentidos en el tiempo y a través de diversos grupos sociales denota algo muy importante. Su fundamento se encuentra en la acción de repetición de determinados sentidos hasta volverlos significados. La repetición, es decir, la enunciación del mismo sentido puede ser a partir de la cita directa (discurso directo), de la cita indirecta (discurso indirecto) o de la reelaboración de los enunciados que bajo diversos géneros discursivos también repite un mismo sentido en relación a determinados temas (discurso indirecto libre). La posibilidad concreta de realizar este tipo de acciones, basadas en un interés especial, sólo es posible para el grupo social que cuenta con cierta hegemonía discursiva, sostenida por la propiedad de los medios de comunicación masiva y una influencia profunda en la cultura en determinado momento histórico.

Como afirma Paul Friedrich (1993) el control que tienen las élites, las clases y sus facciones gobernantes sobre la emisión y circulación de bienes y servicios, pero también de mensajes verbales y no verbales, determina que algunos mensajes y modelos de mensajes (y sus modalidades de interpretación) sean reiterados hasta el infinito mientras que otros sean censurados. Asimismo, el control sobre la forma de los mensajes va de la mano del control sobre sus medios de interpretación, el cual logra su característica penetrante y subliminal a través de mecanismos retóricos. El mismo autor se pregunta ¿cuál es el alcance y el poder de la conciencia de élite, y cómo pesa ésta sobre la economía política? ¿Cómo atiende la ideología a la relación entre lenguaje y política? Como se mencionó, el recurso de la repetición y la determinación de la forma de los mensajes y sus formas específicas de interpretación son recursos retóricos utilizados como forma de intervención ideológica a través del mismo uso del lenguaje.

En los enunciados ideológicos es común observar el poder y ubicuidad de algunas figuras retóricas. Un ejemplo importante es el de la sinécdoque, muy empleada en la economía política para la estereotipación de los discursos en las fórmulas de las conversaciones y los medios de difusión masiva (Friedrich, 1993).

El mecanismo clásico de utilización de la sinécdoque en el discurso político es el de realizar cierta falsificación de la realidad (falsificación trópica) a través de extrapolar equivocadamente el nombre de un grupo, de una cultura o de una nación entera para referirse a los hechos de un subgrupo a menudo pequeño. Así, la sinécdoque y las formas similares de metonimia son aspectos particularmente relevantes pero solapados en los discursos que son expresión concreta de conflictos entre diferentes entidades sociales y políticas (Friedrich, 1993).

En el presente estudio de caso, la cuestión de la polisemia del signo generada a través de la aplicación de determinadas figuras retóricas como la sinécdoque (la parte por el todo) a determinados ideologemas[2] es un indicador adecuado para comprender cómo se generan diferentes sentidos a la palabras en los diferentes discursos. Por ejemplo, el ideologema ajuste, tiene un sentido general en los informes del FMI (ajustar las variables económicas como la cantidad de dinero en circulación para alcanzar el equilibrio de la balanza de pagos); mientras que el mismo término en la editorial de La Nación tiene el sentido más particularmente centrado en el achicamiento del gasto del Estado.

El discurso tecnocrático del Informe Anual del FMI para 1958: América Latina como su “patio trasero”

El FMI consideraba su accionar como proveniente de la supuesta necesidad a nivel internacional de la existencia de un organismo de control de las políticas económicas de los diferentes países, con el objetivo de evitar conflictos que generasen disputas comerciales o cambiarias. Una caracterización importante que se planteaba, y que aparece en el documento de este organismo, que se analiza para el presente trabajo, es que los problemas económicos de importancia no tomaban la forma ya de crisis recesivas deflacionarias sino que luego de pasada una década desde la II Guerra Mundial los problemas comenzaban a denotarse bajo la forma de crisis inflacionarias (IMF, 1958:7).

A partir de tal caracterización, el FMI planteaba que el foco principal de aplicación de sus políticas era lograr la “estabilidad de los precios”. Así, el principal problema económico tanto de países “industrializados” como los “menos industrializados” comenzaba a ser la inflación, por lo que la deflación era caracterizada simultáneamente como un problema más típico de la etapa de entreguerras.

El FMI se presentaba así como un organismo de control y de asistencia técnica en relación a la nueva problemática inflacionaria que desestabilizaba las economías nacionales. Así, comenzó a indicarse la necesidad de implementar medidas de “ajuste” (adjustment) ante las crisis del ciclo de negocios. Particularmente, el organismo de crédito se postulaba como el organismo de asesoría y rescate ante las crisis, con una autoridad técnica y política para determinar las políticas económicas que debían introducir los “países menos industrializados” (less industrialized countries) como los latinoamericanos ante la caída de los precios de materias primas y los productos alimenticios.

Dichas afirmaciones se realizaban desde una serie de supuestos teóricos siempre subyacentes en los informes anuales de la institución. Específicamente, la importancia de la inflación como factor desestabilizador del equilibrio económico (así como también la necesidad de establecer el equilibrio como objetivo mayor de la política económica) provenía de una determinada concepción teórica que mezclaba elementos neoclásicos respecto de la dinámica del mercado, sobre todo en relación con los niveles de precios en el mercado mundial; con elementos intervencionistas, como la fijación de políticas monetarias y fiscales como principales herramientas de trabajo de los gobiernos ante las crisis.

De esta manera, y ante la dura situación planteada en la segunda parte de la década del ´50 para los países productores de materias primas, el FMI establecía la idea de que los “países menos industrializados”, como eran catalogados los países latinoamericanos, debían mantener la estabilidad de los precios internos (atacar la inflación) a través de medidas monetaristas, incluso a pesar de que a veces la violenta variabilidad de los precios externos de sus exportaciones, constituidas principalmente por materias primas, no tenía nada que ver con la dinámica interna de sus economías. Para el FMI, que creía en un libre mercado a nivel externo, la intervención del gobierno a través de su política monetaria y fiscal debía limitar las “presiones de la demanda”, y establecía el principio de que sólo podía estimularse la demanda si se garantizaba el no incremento de los costos (principalmente salariales).[3]

Ahora bien, en el planteo del FMI existía un elaborado supuesto teórico general que ligaba los déficits de balanza de pagos en que habían caído la mayoría de las economías subdesarrolladas y productoras de materias primas y los problemas inflacionarios. Este supuesto era el que se conoce usualmente como enfoque monetario de la balanza de pagos (Brenta, 2013). Básicamente, lo que indicaba era una difícil mixtura que asignaba a los problemas internacionales (fluctuaciones violentas de los precios de bienes primarios exportables) una solución desde la política económica nacional (atacar las presiones inflacionarias a partir de las políticas monetaria y fiscal). Esta situación imposible le era entonces cargada a las acciones de gobierno de cada país respecto de sus problemas económicos. La cuestión de la lucha contra la inflación era definida por el FMI como un objetivo fundamental, ya que “el desarrollo sostenido y una vida social saludable” sólo se alcanzarían en “una situación de estabilidad monetaria” (IMF,1958:7).

Cabe hacer aquí una referencia al contenido de ese postulado implícito en los planteos del FMI. El enfoque monetario de la balanza de pagos, de base teórica neoclásica, sostenía que en los países con déficit de su balanza de pagos era necesario realizar una serie de ajustes de política económica que resultaran en la reducción del crédito interno y del dinero en circulación para devolver la balanza de pagos a su equilibrio perdido. Este objetivo es lo que después de sucesivos tratamientos discursivos se conoció como ajuste.

Primordialmente, el enfoque monetario de la balanza de pagos establecía como principio rector de todo su análisis una pretendida relación estrecha entre la balanza exterior y la oferta monetaria. Los fundamentos de la mencionada relación entre variables macroeconómicas se vislumbran claramente cuando se estudia el funcionamiento de algunos de los mecanismos de implementación del ajuste. Éstos se basaban sobre todo en las herramientas monetarias propias del arsenal que posee un Banco Central (Brenta, 2013). Por ejemplo, al elevar las tasas de interés (acción típica de la política monetaria de un Banco Central) se generaba un efecto directo de reducción del consumo público y privado; ya sea por encarecimiento del crédito interno y/o por traslado de la inversión de capitales a mecanismos financieros.

Este tipo de mecanismos que fueron aplicados en varios países de Latinoamérica, redundaba en una caída del gasto destinado a las importaciones, las cuales, directa o indirectamente, eran imprescindibles para el consumo y la producción internos. Así, a partir de la relación establecida como dogma fundamental de que en Argentina (así como en el resto de los países latinoamericanos) el consumo interno era sinónimo de consumo de importaciones (ya sea de forma directa o indirecta), se establecía que la reducción de la cantidad de dinero emitido por el Banco Central y la restricción del crédito interno vía una suba de las tasas de interés (que podía sumarse a la devaluación de la moneda nacional que reducía instantáneamente el poder de compra de los salarios), habría posibilitado restablecer el equilibrio con el exterior.

De esta manera, los problemas estructurales de la economía como la baja productividad por utilización de equipos anticuados, o la deficiente infraestructura, entre otros, eran traducidos al lenguaje y la interpretación monetarista del “exceso de demanda”. Se establecía así en el discurso económico dominante el postulado de que el déficit de la balanza de pagos era un efecto del exceso de oferta monetaria, es decir, un exceso del poder de compra por parte de la población. Esta explicación sobre los fundamentos de la crisis estructural de los países capitalistas latinoamericanos durante la segunda posguerra buscó imponerse sobre las consideraciones que relacionaban tales crisis con los problemas de déficit generados por los “desiguales términos de intercambio internacional” en que se encontraban las economías “menos industrializadas” respecto de las “industrializadas”.[4]

Desde esa nueva “ética” de la política económica nacional, que debía priorizar el bien de la comunidad de negocios internacional, el FMI indicaba que los países “menos industrializados o subdesarrollados” que buscaban “resolver por sí mismos los problemas del ciclo de negocios” debían implementar programas de estabilización como los que ideaba el organismo de crédito.[5] Asimismo advertía contra las posibles medidas proteccionistas que los países pudieran tomar ante la crisis generada por el “deterioro de los términos del intercambio” comercial internacional. Para el FMI las medidas proteccionistas sólo podían dañar a esos mismos países, retrasando incluso el proceso de largo plazo de crecimiento económico internacional.

El discurso del FMI a través de sus ideologemas

En el informe que se analiza en este trabajo, puede verse que el FMI celebraba cómo muchos de sus nuevos miembros habían implementado “importantes medidas en lo financiero con el objetivo de ajustar sus economías a la caída de los precios de sus exportaciones”(IMF, 1958:69). El FMI establecía así que los países que buscaban resolver “de manera suave y rápidamente sus problemas de ajuste” aplicaban medidas de política fiscal y política monetaria como complemento o como sustitución de las restricciones a las importaciones. Así, a través de las medidas monetaristas de ajuste, el FMI permitía que los mercados de los países “menos industrializados” siguieran abiertos para los productos de los países “industrializados” mientras se pasaba la cuenta de la crisis a la población, la cual debía sufrir las medidas restrictivas respecto de la circulación monetaria y el crédito interno, cuyo “crecimiento más allá de las posibilidades de la producción nacional” (ya fuera destinado al ámbito público y/o privado) era considerado por el FMI como otro “factor de inestabilidad inflacionaria”(IMF,1958:70).[6]

El FMI también recomendaba en su informe la implementación de medidas fiscales como el incremento de impuestos o la limitación a la suba de salarios (salvo en los casos que existieran aumentos en la productividad).[7]Cabe mencionar que en el citado informe el FMI lamenta que en algunos países como Argentina, no había sido posible “poner un límite al factor inflacionario de la suba salarial.”[8]

Justamente, en la visión del FMI, la crisis generada por el déficit de la balanza de pagos de la Argentina pos-peronista de la segunda mitad de la década del ´50, también debía solucionarse con una vuelta al equilibrio de las cuentas nacionales (balanza de pagos). Sin embargo, este ajuste se operaría no sólo a través de cambios en la política monetaria, es decir, con las medidas tomadas por el BCRA tales como suba de tasas de interés (y la reducción del ritmo de crecimiento del crédito doméstico) y/o devaluación de la moneda, sino también en materia fiscal. El FMI entendía que fundamentalmente debían aplicarse medidas de fuerte restricción de lo que se señalaba como el principal foco de consumo: el gasto estatal. El planteo del FMI para Argentina partía de que era necesario recuperar el equilibrio a partir de eliminar el déficit fiscal, lo que sumado a la serie de políticas monetarias y fiscales adicionales (como la suba de los impuestos) reestablecerían el equilibrio perdido de la balanza de pagos a través de la restricción de la demanda interna.

El ajuste, que había comenzado con el Plan Prebisch, fue profundizado luego con el primer “Plan de Estabilización” del FMI para Argentina firmado en 1958. Así se comenzó a imponer la “urgencia” de la reducción del gasto estatal (política fiscal restrictiva) como forma principal de recuperar el equilibrio de la balanza de pagos.

A partir de este breve análisis sobre algunos temas (Voloshinov, 2009) presentes en el discurso del FMI, se pueden identificar una serie de ideologemas presentes en el mismo, que serían luego los puntos de referencia tanto para los discursos de Frondizi como para las editoriales del diario La Nación. Se debe señalar el ideologema “estabilización” (stabilization), que aparece reiteradas veces en el discurso del informe del FMI, como ya se analizó. Relacionado con el anterior, se encuentra el ideologema de “equilibrio” (balance) de las variables económicas (fundamentalmente de la balanza de pagos). Otro ideologema importante en el discurso del FMI es el del “control”, como acción de los gobiernos y de las instituciones de crédito y asistencia técnica sobre las variables que generan desequilibrios (como la inflación) y de las políticas económicas de los gobiernos por parte del FMI. También se refiere a las políticas monetarias de los bancos centrales ante las limitaciones de los ajustes automáticos del mercado para sanear desequilibrios en las crisis. Luego, se identifica el ideologema de la “restricción” (restriction) del crédito interno, de los aumentos de salarios, y del dinero circulante. Finalmente, y como ideologema más importante se halla el “ajuste” (adjustment), como síntesis de los anteriormente nombrados, y que se refiere a la adecuación de las variables económicas internas a la realidad (pretendidamente dada) del mercado mundial (por ejemplo, los precios de las materias primas exportables).

Consideraciones generales sobre el discurso de Frondizi

El discurso radiofónico del presidente (Frondizi, 29-12-1958) tuvo un carácter histórico por varias razones. Implicaba el anuncio de lo que sería el primer acuerdo de Argentina con el FMI y la confirmación de que las líneas de ajuste estructural preanunciadas por el Plan Prebisch serían profundizadas en un alineamiento casi incondicional con los intereses del capital norteamericano, dejando de lado definitivamente muchas de las líneas pretendidamente “antiimperialistas” del discurso del desarrollismo nacionalista de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI).

En el marco de la severa crisis en que se hallaba la economía debido tanto a factores externos (como la baja abrupta de los precios internacionales de los productos agropecuarios) como también a factores internos (la baja productividad de la industria y la dependencia de manufacturas y productos de consumo masivo importados, desde bienes de capital hasta combustibles, pasando por toda la gama de bienes de consumo durable), el gobierno de Frondizi anunció la adhesión al “plan de estabilización” propuesto por el FMI para el país. En su alocución, Frondizi presentó el plan como un necesario “programa de estabilización económico-financiera” ante el “devastador proceso inflacionario”, con el fin de crear condiciones de estabilidad y seguridad que permitieran el progreso del país.[9]

En su discurso, el presidente señalaba que su gobierno iba a combatir la inflación en su factor fundamental: el déficit fiscal, ocasionado por los excesivos gastos públicos y las cuantiosas pérdidas de las empresas del Estado (Frondizi, 29-12-1958). La ligazón entre déficit fiscal e inflación era concebida en el discurso presidencial como consecuencia de la emisión descontrolada por parte del BCRA. Como puede apreciarse, el discurso presidencial tomaba directamente los postulados teóricos planteados por el FMI respecto de la relación entre el déficit fiscal y la inflación.

Estrechamente relacionado con este tema se planteaba también que una mayor cantidad de dinero no significa mayor cantidad de bienes y de servicios (Frondizi, 29-12-1958). Comparando esta mayor existencia de dinero circulante con el escaso o nulo crecimiento de la productividad del trabajo, Frondizi buscaba afirmar como una necesidad el pedido del FMI de restricción de la cantidad de dinero circulante.

Asimismo, también se culpaba de la crisis inflacionaria a la expansión del crédito interno, por lo que en el discurso presidencial se planteó que en la etapa de estabilización monetaria, el crédito debía ajustarse al propósito fundamental de eliminar tendencias inflacionarias (Frondizi, 29-12-1958). Ya que el crédito sólo sería aumentado en la medida que aumentara también la capacidad productiva y la disponibilidad de bienes.

Pero como ya se mencionó, el elemento principal del discurso de Frondizi era la intención de reducir el gasto público entendido como causante del déficit de balanza de pagos del país. En ese sentido, el presidente nombró la cantidad de funcionarios (1.800.000) que según sus palabras se llevaban “más del 80% de los ingresos del Estado”, lo cual explicaba a su entender la falta de obras públicas, el déficit de vivienda, etc. Además, señalaba como excesivo el gasto del Estado Nacional (más de $100 mil millones). Los planteos de “austeridad” de Frondizi estaban basados en las exigencias de “restricción”, “control” y “equilibrio” que imponía el FMI.

Por otro lado, el presidente Frondizi planteó un ideologema que sería de ahí en más un lugar común para los argumentos del pensamiento económico conservador en la Argentina. En relación a los niveles de consumo, Frondizi indicó que existía un consumo superior a lo producido y que desde hacía quince años que Argentina había “gastado mucho más de lo que producía.” Agregó que ante el hecho de haberse mantenido estancada la productividad del trabajo, el aumento de la población y su nivel de vida se encontraban fuera de las capacidades reales del país, lo cual describió como una “ficción económica”.[10]

Al tratar el problema de la productividad añadió que era necesaria una “economía de costos verdaderos” que tendiera a una mayor producción de bienes dentro de un régimen de libre competencia que concurriría a reducir los costos y los márgenes de ganancia. Entre los costos no verdaderos se mencionaba la supuesta ficción de los precios de los servicios públicos relativamente baratos (Frondizi, 29-12-1958). Ante el escenario de suba de los precios de los servicios, Frondizi amplió la apuesta y afirmó que los “tiempos duros del período de estabilización” marcarían un descenso del nivel de vida de los argentinos, ya que según su discurso existía un exceso de consumo por parte de las masas.[11] Por último, delineó argumentos respecto de la buena voluntad del FMI ante la reforma cambiaria, la cual necesitaba contar con una importante ayuda del exterior. Para Frondizi, los créditos obtenidos del FMI por 75 millones de dólares eran ante todo una “prueba de confianza” en la capacidad económica de Argentina, una “prueba de fe” en los planes del gobierno, a pesar de “la dramática situación” que se había heredado.

Como puede observarse, en el discurso presidencial sobre la adhesión al plan de estabilización del FMI reaparecen los ideologemas de “estabilización”, “equilibrio”, “restricción” y “ajuste” a los que se suman los de “aumento de la productividad” y “austeridad”, junto con el planteo de que luego de los “tiempos duros” sobrevendría una época de mayor productividad de la economía donde habría más riqueza para distribuir. La acentuación del discurso de Frondizi está puesta en el ajuste entendido como achicamiento del gasto estatal, una acepción más específica que la general del FMI referida al ajuste de las variables macroeconómicas a la situación de bajos precios de los bienes transables de la economía nacional.

Los sentidos de las editoriales: el discurso ideológico de La Nación ante las políticas de ajuste de 1958

El discurso de las editoriales de tal “prensa política” (Zimmermann, 1988), por su lugar de referencia ideológica para un sector de la población, estaba destinado a dirigir a la opinión pública hacia la justificación de las políticas de ajuste que imponía el Plan de estabilización del FMI.

Aquí se examinan cómo desde las mencionadas editoriales se establecían diferentes sentidos de los enunciados político-ideológicos en el diálogo con los diferentes grupos e instituciones de la vida política argentina de la época. En los siguientes apartados se aborda la dinámica de desarrollo del sentido de una serie de ideologemas planteados, en primera instancia por el FMI, y luego reinterpretados por Frondizi y finalmente en las editoriales de La Nación.

Uno de los primeros rasgos que surgen de su análisis es su estilo monumental. Esta forma de composición de los enunciados significa que es un tipo de enunciado que no admite respuesta desde sus destinatarios. Se plantea desde un saber total y universal, el del “deber ser” de las cosas propio de un sentido común (cargado de contenido ideológico clasista). Esta actitud discursiva es denominada en la teoría voloshinoviana como monológica (en contraposición a la actitud dialógica). Los destinatarios de las editoriales eran tanto los lectores del diario como, a través de ellos, el mismo gobierno de Frondizi.

Algo diferente puede decirse desde el punto de vista de su composición como enunciado. En la misma se pueden identificar elementos de lo que Voloshinov (2009) llama estilo pictórico; es decir, la incorporación de discurso ajeno a través de un construcción dinámica y en tensión dialógica a partir de diversas voces que son subordinadas al discurso autorial del diario. Los enunciados-editoriales incorporaban y reinterpretaban el discurso del FMI y del propio presidente a través de citas directas, pero sobre todo a través de la utilización del discurso indirecto libre (DIL). Así, la enunciación radial de Frondizi del 29 de diciembre de 1958, es reproducida y reelaborada como citas de fragmentos y comentarios asertivos respecto de las palabras del primer mandatario, respectivamente.

Ahora bien, es importante notar que las editoriales igualmente presentaban, a través de su propio proceso de reelaboración e interpretación las ideas neoclásicas del FMI, pero a través del discurso del presidente.

Sin embargo, ya expresaban posiciones cercanas a la idea de ajustar la economía desde los primeros días del mes (y mucho antes). En las editoriales previas al discurso del 29 de diciembre, La Nación ya se había posicionado como un ferviente partidario de la necesidad de superar la crisis económica a partir de la “austeridad”, la “eficientización del Estado” (y su achicamiento), “la vuelta a las libertades” (liberación de la circulación de capitales) y el “sacrificio necesario” por parte de las masas.

Hoy se sabe que el primer acuerdo stand by de Argentina con el FMI ya había sido firmado el día 6 de diciembre por el gobierno y la entidad crediticia. Es decir, aunque se presentó al público con el discurso radial de fines de diciembre, el acuerdo estaba en vigencia desde hacía unas semanas. En las editoriales de La Nación ya se expresaban posiciones afines a lo que sería el primer ajuste de la historia argentina.

En la editorial del día 15 de diciembre de 1958, titulada “Burocracia y austeridad”, el diario señalaba como causa del déficit fiscal y la inflación a la burocracia estatal, a la cual igualaba con la planta de empleados existentes en el Estado. También proponía como solución a tales males económicos el ajuste al gasto estatal. Decía además que tal expansión de la burocracia (con su carga de gasto e ineficiencia) era producto de la acción del “régimen depuesto” (aludiendo al gobierno de Perón). Comentaba asimismo que con ese accionar se había generado la “absorción por parte del Estado de tareas totalmente ajenas a sus funciones específicas”. Ante esto planteaba la necesaria “acción de austeridad y racionalización” que permitiera “detener el proceso de hipertrofia administrativa”. Sostenía estas afirmaciones en la mención de estadísticas, sin referencia institucional o de autoría, donde figuraba que “casi un tercio de la población en la Nación y las provincias depende de los presupuestos públicos” (La Nación, 15-12-1958:6). La igualación de la actividad del Estado con la burocracia, la mención de una hipertrofia del mismo, la asunción de funciones no específicas (y por ende, no necesarias), son dirigidas en el texto a la necesidad de “austeridad”.

También se contemplaban en la editorial los “perjuicios” económicos que habría generado tal absorción excesiva de empleados por el Estado: “Esta excesiva absorción de empleados por el Estado repercute en la economía del país en dos formas: al hacer necesarios más recursos procedentes del impuesto para pagar sus retribuciones; y al restar a las actividades privadas la mano de obra que requieren”(La Nación, 30-12-1958:6).

En este párrafo subyace la intención de señalar los orígenes de los problemas económicos no sólo en el mayor gasto estatal de pagar los salarios (reducidos aquí a meras “retribuciones”) sino también de indicar la supuesta interferencia en el mercado de trabajo, por restar mano de obra a la actividad privada.

La editorial del diario se ubica en una posición crítica con el gobierno, exigiendo profundizar la política de presión contra el gasto estatal pero concretamente contra los empleados del Estado:

El gobierno nacional muestra comprender, aunque tarde, que ya no es posible demorar la adopción de medidas enérgicas destinadas a equilibrar las finanzas nacionales eliminando un déficit que contribuye a la expansión del proceso inflacionario, para lo cual es necesario reducir la burocracia a sus exactas dimensiones (…) Es la burocracia con su pavoroso proceso de crecimiento incontenible, agudizado por la acción de empleados mediocres y poco eficientes, a veces hasta corrompidos (La Nación, 30-12-1958:6).

Según Sidicaro (1993) el postulado de un estado mínimo era algo relativamente nuevo en el arsenal ideológico del diario La Nación. La nueva situación internacional y el alineamiento de Argentina a los dictados de los Estados Unidos comenzaban a plasmarse en el contenido ideológico de las editoriales, pero a través de una reinterpretación de lo que se comenzaba a entender como un nuevo discurso sobre lo económico a partir de las necesidades de la crisis.

En la editorial del 23 de diciembre titulada “Austeridad declamada”, el diario se posiciona nuevamente desde la exigencia a profundizar y hacer efectivo el ajuste del estado. Proclamaba que la austeridad debía ser aplicada también a los presupuestos provinciales y municipales, repitiendo la frase de “no gastar más de lo que se gana”. En esta editorial se volvía a insistir con la idea de austeridad en contraposición al “despilfarro del reciente pasado argentino”. Planteaba a su vez que era “menester someterse a rígidos principios de orden y morigeración para devolver el equilibrio perdido”, el cual dependería también de la “decisión y constancia para el aumento de la producción” siempre tomando en cuenta que “es principio elemental que no debe gastarse más allá de las posibilidades, porque lo contrario significa construir castillos en el aire.” Estos elementos ideológicos refieren a un clivaje en el cual el despilfarro/desorden/improductividad del pasado régimen debía ser reemplazado por el orden/morigeración/prudencia/productividad, fundamentales para recuperar el “equilibrio perdido” (La Nación, 23-12-1958:6). Ajuste en el gasto para recuperar el equilibrio económico es el ideologema clave de esta editorial publicada dos semanas antes del discurso presidencial del Plan de Estabilización. Se ve aquí cómo operaban en el diario La Nación los mecanismos de interpretación y reelaboración de los discursos económicos del FMI.

Como puede observarse, en las editoriales previas al discurso radial de Frondizi ya se enunciaban una serie de ideologemas reelaborados como afirmaciones propias del sentido común, relacionadas con la necesidad de reducir el gasto estatal, de atacar la situación laboral de los empleados del Estado exigiendo despidos de personal, pero a la vez instaurando una serie adicional de ideologemas relacionados con la morigeración del gasto y la necesidad del sacrificio actual en pos de un crecimiento futuro, muy similares a los que se analizaron en el discurso presidencial.

Finalmente, en la editorial del 31 de diciembre se planteaba un apoyo pleno al discurso de Frondizi, al celebrar su carácter enérgico, duro y realista en confluencia con la línea editorial que la publicación tuvo durante todo el período. Como menciona el diario: “el presidente de la República dijo con mucha razón que ´la mayor cantidad de dinero no significa mayor cantidad de bienes y de servicios´, tal como lo expresamos aquí reiteradamente” (La Nación, 31-12-1958:4).

Es importante tomar en cuenta cómo la editorial presentaba las medidas antiinflacionarias y de restablecimiento del equilibrio enunciadas por el presidente de la Nación en términos de un combate, de una lucha. De esta manera la editorial señalaba que el gobierno estaba ante un “enemigo poderoso -la inflación-, que como afirma el jefe de Estado, ´fue vehículo de descapitalización, derroche y final empobrecimiento´”. La elección de la metáfora de combate no era gratuita, como tampoco lo era la aplicación de la sinécdoque para referirse a la inflación en términos de un enemigo. Las editoriales de La Nación frecuentemente evitaban nombrar al gobierno peronista más que por eufemismos como “régimen depuesto” o “dictadura”, pero en este caso llevaron la operación retórica a otro nivel al identificar a la inflación como un enemigo político declarado, tomando lo abstracto (la inflación) por lo concreto (los supuestos beneficiarios del gasto estatal inflacionario). El diario La Nación arengaba con fuerte retórica (específicamente, con una sinécdoque) a sus lectores para que profundizaran el combate, no contra las variables macroeconómicas (“¿qué puede hacer el lector si no es Ministro de Economía contra la inflación o el gasto estatal?”), sino contra los sectores de la población identificados con el “excesivo gasto estatal” que a juicio del diario había descapitalizado, derrochado, y empobrecido a la nación argentina (La Nación, 31-12-1958:4).

De esta manera la lucha contra las políticas económicas “expansivas” era una lucha contra los responsabilizados de esa crisis, los beneficiados con el gasto del Estado durante la “dictadura de Perón”. La inflación debida al supuesto “exceso de circulante” que generaba “exceso de demanda” en esos sectores que no debían tenerla. Decía La Nación(31-12-1958:4):

No obstante ser bien conocidas las consecuencias de los procesos inflacionarios, era conveniente que el presidente de la Nación las destacara firmemente a fin de que todo el mundo entienda que es necesario abandonar el afán de lucro desmesurado, la realización de grandes ganancias con el menor esfuerzo, los egoísmos personales, el trabajo de reducido rendimiento que eleva los costos, los aumentos de salarios que no tienen compensación en la productividad, etc., para emprender un nueva ruta de austeridad y sacrificios que evitará el derrumbe y asegurará a nuestros hijos un mundo mejor.

El diario de los Mitre terminaba así el año 1958 en un estado eufórico por el “enérgico mensaje del presidente de la Nación” que había “señalado con seriedad y precisión la gravedad de la hora que sufre la República Argentina” (La Nación, 31-12-1958:4). La seriedad y precisión eran para el diario la identificación de los problemas económicos del país con los sectores que se oponían al rumbo político y económico que seguía el país a partir del golpe de Estado de 1955.

Las editoriales del diario representan el sentido que para algunos sectores de la burguesía tenía el gobierno de Frondizi: como alternativa al “régimen depuesto” y permeable a las exigencias de la “oligarquía diversificada” (Basualdo, 2013), ciertas facciones de la industria y las filiales de las empresas extranjeras en una realidad internacional donde la nueva potencia hegemónica era Estados Unidos.

En términos generales, se podría sostener que las editoriales de La Nación se constituyeron como una de las referencias de tales sectores que buscaban recrear un nuevo “sentido común conservador” para la Argentina de la segunda mitad del siglo XX. Como se pudo apreciar, el “equilibrio” como ideologema presente en la ciencia económica neoclásica se expresaba fuertemente en la páginas del diario, así como también otros ideologemas relacionados con la “estabilidad” y la necesidad del sacrificio de las masas populares ante la carestía de vida a que llevaría el “plan de estabilización”.

A través del análisis sobre los mecanismos ideológicos se pudieron esbozar algunos mecanismos discursivos que a través de la incorporación de otros discursos y sus ideologemas lograron plantear las políticas hemisféricas de Estados Unidos para el alineamiento económico de Argentina a través de una imagen ideológica de “vuelta al equilibrio y la estabilización económica”. Los efectos del proceso real de transferencia de valor de las clases trabajadoras a las propietarias a través de las políticas de ajuste propias del enfoque monetario de la balanza de pagos fueron planteados como “sacrificios necesarios”; y quienes se oponían a tales políticas eran objetivizados y representados como “consecuencias del derroche”, como sinónimos de inflación, burocracia, etc. Se puede observar así cómo comenzaban a delinearse ciertos mecanismos ideológicos a través del documento histórico pleno de sentidos condensados en las editoriales de la publicación analizada.

Algunas consideraciones finales

La línea editorial de La Nación ante el plan de estabilización de Frondizi inauguró una serie de postulados ideológico-políticos que se convertirían desde ese momento en parte del “sentido común conservador” para toda la segunda mitad del siglo XX. Pero esta serie de operaciones ideológicas devenidas luego en sentido común no eran posibles sólo por su fuerza discursiva e ideológica, sino porque refractaban elementos de la realidad, como los profundos cambios en lo económico, lo político y lo social propios de la segunda posguerra, en la cual la hegemonía inglesa sobre la burguesía argentina daba paso (no sin contradicciones) a la hegemonía norteamericana sobre la clase dominante en un contexto de fuertes disputas entre Estados Unidos y la Unión Soviética y de agudos enfrentamientos entre clases y grupos políticos en todo el continente latinoamericano (Guatemala, procesos revolucionarios en Bolivia y Cuba, posteriores discusiones sobre la “Alianza para el Progreso”, etc.). El análisis de los enunciados realizados respecto de los acuerdos del gobierno de Frondizi con el FMI permite una aproximación analítica inicial al proceso de conformación del complejo juego de ideologemas que se configurarían como elementos fundamentales de la ideología hegemónica en relación con los problemas económicos de Argentina a partir la segunda mitad del siglo XX.

Desde un punto de vista de análisis discursivo, en el caso de las editoriales de La Nación, a pesar de que se puede identificar un estilo monológico en la conformación final de los textos, también se observa, sin embargo, que en su composición los enunciados-editoriales son construidos a partir de la incorporación de discursos ajenos, tales como el discurso monetarista del FMI y el discurso radial de Frondizi del 29 de diciembre, los cuales son incorporados a partir de procesos de traducción, paráfrasis, y aplicación de figuras retóricas como la metonimia (particularmente la sinécdoque).

La incorporación del discurso ajeno se manifiesta a través del discurso indirecto libre que permite la adopción no sólo de los enunciados (que meramente transcritos serían sólo incorporación de discurso indirecto) sino la adopción de ideologemas a través de la interpretación/traducción de los mismos (ya que toda traducción implica una reinterpretación y una reelaboración) y su enunciación como respuesta cargada de nuevos sentidos. Estos sentidos nuevos generados son los que se analizan en el presente trabajo como elementos discursivos incorporados a los enunciados-editoriales del diario.

De esa manera, se podría decir que los ideologemas encontrados en el discurso del FMI, compuesto por enunciados de estilo monumental y relacionados semánticamente con la problemática económica de los países latinoamericanos desde la visión e intereses del capitalismo norteamericano, son incorporados (reinterpretados y reelaborados) por el discurso retórico-político del presidente Frondizi en clave del discurso desarrollista, el cual es a su vez incorporado por la línea editorial del diario La Nación, que opinaba sobre la línea económica del gobierno, desde su posicionamiento como expresión del sector conservador más pro-norteamericano en la Argentina.

Walter Benjamín (2008) escribió que los peligros presentes de las sociedades eran los que convocaban a la memoria. Ésta no partía de acontecimientos pasados, sino que arrancaba de la realidad nuestra y se lanzaba al pasado para traerlo, como relámpago, al instante de peligro actual. En este sentido, se cree necesario profundizar estas aproximaciones analíticas al problema de la ideología en el discurso económico para comprender de manera más cabal algunos de los procesos políticos y económicos internacionales y nacionales actuales que han puesto en el centro del debate “viejos” y “renovados” debates y disputas.

Material suplementario
Referencias bibliográficas
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Fuentes primarias
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La Nación. (30-12-1958). “El año que termina”, p.6.
La Nación. (31-12-1958). “En búsqueda de la estabilización económica”, p.4.
Notas
Notas
[1] El diario fue creado en 1870 por el líder unitario y luego creador del Partido Nacionalista (antirroquista) Bartolomé Mitre y dirigido por sus descendientes hasta la actualidad. Desde 1950 hasta 1982 el director fue Bartolomé Mitre (bisnieto).
[2] El ideologema puede identificarse en los enunciados como la palabra típica que sustenta determinado discurso, es decir, es un signo que se lee a partir de ciertos códigos ideológicos. Según Beatriz Sarlo (2001) el ideologema es la representación, en la ideología de un sujeto, de una práctica, una experiencia, un sentimiento social. El ideologema articula los contenidos de la conciencia social, posibilitando su circulación, su comunicación y su manifestación discursiva en, por ejemplo, las obras literarias. Ver Sarlo, B. y Altamirano, C. (2001).
[3] El FMI expresaba: “Monetary and fiscal policies that have price stability as their objective now command wide support and may be expected to be more effective in the future, even in boom periods, in limiting the pressure of demand. (…) During a recession, measures should be chosen in such a way as to ensure that demand is increased without at the same time increasing costs”. (IMF, 1958:7).
[4] Para más detalles sobre un análisis crítico sobre el enfoque monetario de la balanza de pagos ver Aruguete E. y López, P. (2007).
[5] El FMI plantea: “A number of countries have adopted comprehensive stabilization programs it is satisfying to be able to report that in more and more countries appropriate steps are being taken to deal with their problems by means of fiscal and credit policy. (…)There will, however, be a better prospect for the success of their efforts if the less developed countries are fully aware that stability cannot be assured to them merely by the efforts of others, and that they cannot be spared the obligation to adapt their own economies to fluctuations between high and low demand”. (IMF, 1958:11).
[6] El FMI decía: “In the majority of countries, however, a rate of bank credit expansion to both the private and the public sectors, which was much larger than the rate of increase in output, continued to have inflationary consequences (...) bank credit expansion to the private sector was more important than bank credit to the government as a factor of instability. (…) Inflationary methods, involving an excessive expansion of bank credit, which were often used to satisfy this demand”. (IMF, 1958:1).
[7] El FMI planteaba: “Fiscal measures, such as increased tax rates, were adopted in a number of countries. The prevention or limitation of wage increases has been an additional element of inflation control both in the countries adopting stabilization programs and elsewhere”. (IMF, 1958:76).
[8] El FMI expresaba: “… although in some countries it has not been found possible to prevent massive increases of money wages. In Argentina, for example, where a general wage increase of 25 per cent had been granted early in 1957, it was decided in May 1958, despite the Government's determined efforts to stop further increases, to permit another general increase that brought the wage level to 60 per cent above the level of February 1956”. (IMF,1958:76).
[9] “El 1° de mayo expusimos con claridad la situación económica del país. Señalamos su gravedad y anticipamos que iba a ser necesario adoptar medidas de fondeo para evitar que la Nación cayera en cesación de pagos internos y externos. Para ello se debía contener el devastador proceso inflacionario, sanear la moneda y crear las condiciones de estabilidad y seguridad que permitieran nuestro progreso.” Frondizi, A. (29-12-1958). “Programa de estabilización para afirmar el plan de expansión de la economía argentina”. Recuperado de http://www.visiondesarrollista.org/discursos-el-plan-de-desarrollo-y-estabilizacion/.
[10] “La Argentina ha estado viviendo una ficción económica cuyas consecuencias están claramente a la vista. Ha llegado la hora de terminar con esa ficción, y de lograr una economía de costos verdaderos. Por lo tanto, vamos a suprimir todos los factores que producen precios irreales, encarecen los costos y crean proteccionismos inmorales.” Frondizi, A. (29-12-1958). “Programa de estabilización para afirmar el plan de expansión de la economía argentina”. Recuperado de http://www.visiondesarrollista.org/discursos-el-plan-de-desarrollo-y-estabilizacion/.
[11] “Nos esperan tiempos duros, pero cuanto mayor sea la comprensión y la contribución de todos, más breve y menos gravoso será el período de estabilización. Serán dos años de trabajo y de sacrificios, que los argentinos afrontarán con fe y serenidad, porque saben que sin estabilización económica no habrá progreso material, ni habrá paz, tranquilidad, ni vida sindical auténtica. (…) El nivel de vida de los argentinos ha de descender durante los próximos 24 meses, por la sencilla razón de que no podremos vivir consumiendo más de lo que producimos. Pero ese nivel de vida ha de elevarse para alcanzar alturas insospechadas, cuando el esfuerzo productivo en que ahora vuelca sus energías se traduzca en mayor riqueza para distribuir.” Frondizi, A. (29-12-1958). “Programa de estabilización para afirmar el plan de expansión de la economía argentina”. Recuperado de http://www.visiondesarrollista.org/discursos-el-plan-de-desarrollo-y-estabilizacion/.
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