Reseña
Juan Pablo Pérez Sáinz: La rebelión de los que nadie quiere ver. Respuestas para sobrevivir a las desigualdades extremas en América Latina. Buenos Aires: Siglo XXI, 2019.
Pérez Sáin Juan Pablo. La rebelión de los que nadie quiere ver. Respuestas para sobrevivir a las desigualdades extremas en América Latina. 2019. Buenos Aires. Siglo XXI |
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Recepción: 24 Diciembre 2019
Aprobación: 13 Febrero 2020
Juan Pablo Pérez Sáinz: La rebelión de los que nadie quiere ver. Respuestas para sobrevivir a las desigualdades extremas en América Latina. Buenos Aires: Siglo XXI, 2019.
Eduardo Nazareno Sánchez
En ciertas ocasiones puede resultar difícil percibir la relación que existe entre un proceso histórico, social y/o económico con las consecuencias que acarrea para el presente y el futuro; hasta que éstas se hacen evidentes, generalmente cuando estallan, cuando llegan a sus extremos. Pensemos, por ejemplo, el caso de los piqueteros en Argentina. Si bien su aparición pública fue clara a partir de la profundización de la recesión económica a nivel nacional y su estallido en diciembre del 2001; durante la década de 1990 fueron el actor reaccionario más importante del largo ocaso neoliberal que se inició con la dictadura de 1976-1983. Siguiendo el caso referenciado, el libro aquí reseñado de Pérez Sáinz nos explica cómo las transformaciones neoliberales vigentes en Latinoamérica han generado marginación en una parte importante de la población y las respuestas que dichos sectores han elaborado para enfrentar su situación; tomando los siguientes casos de estudio: el movimiento neozapatista en México; el MST de Brasil y los grupos piqueteros en Argentina.[1] Por lo tanto, antes de adentrarnos en las respuestas de estos actores, debemos concentrarnos en la lógica de relegación neoliberal. Empecemos entonces.
En el primer capítulo, De la exclusión a la marginación social. Elementos de análisis, el autor nos presenta su punto de partida: la expulsión centrifuga y dominante en la actualidad que hace que una parte mayoritaria del tejido social sufra de carencias, sea desciudadanizada y padezca la invisibilización que hacen que esa franja pase de la exclusión a la marginación social porque las condiciones que mencionamos dejan de ser transitorias y se vuelven permanentes. Ahora bien, ¿cuál es el motivo de esta transformación, es decir, el pasaje de un estadio a otro? En primer lugar, la precarización de las relaciones asalariadas y el desempleo, resultado de la globalización, y la apertura económica que perjudicaron las fuentes de trabajo tradicionales y aumentaron el peso del desempleo como una forma de presionar sobre los salarios de los sectores activos hacia la baja. Además, tengamos en cuenta que muchas de las empresas que participan en estos procesos también son protagonistas de nuevas formas de explotación de recursos, como el “neoextractivismo”, afectando mayoritariamente a las comunidades campesinas. En segundo lugar, la desciudadanización se da a partir de la pérdida de la idea, propia del siglo XX, de que la ciudadanía consiste en la adquisición de derechos, como el trabajo valga la redundancia, ya que ahora se lee en términos de consumo, es decir, en la capacidad de acceso a determinados bienes simbólicos y materiales. En esta dirección, y en tercer lugar, la dinámica neoliberal, que ha sido responsable de los fenómenos que mencionamos, también fomentó la individualización en un contexto de desigualdad que empujó a la acción y, paradójicamente, al reconocimiento de nuevos actores sociales como los indígenas y las mujeres, actores que no están exentos de complejidades y puntos ciegos, como el desfasaje entre lo que estipulan las leyes y la falta de aplicación práctica de las mismas para subsanar las desigualdades que dichos grupos reclaman. Asimismo es pertinente pensar que estos sectores surgen en el marco de la desaparición de los grandes actores políticos, como la clase obrera.
La exclusión que genera la progresión del neoliberalismo motivó distintas estrategias como respuesta a sus consecuencias: la violencia; las migraciones forzadas, sobre todo a Estados Unidos; la religiosidad y la acción colectiva. A continuación, nos abocaremos a ellas.
El segundo apartado, La respuesta temida: la violencia, es tal vez la contestación automática más recurrente de los sectores marginados frente a las carencias que padecen, tanto las tradicionales, como la incapacidad de acceder a la vivienda, como las nuevas que están relacionadas con la imposibilidad de realizarse por medio del consumo. Son los jóvenes, varones especialmente, los más afectados por esta lógica, por ejemplo, con el resentimiento, la precarización subjetiva, la incertidumbre sobre su futuro, etc., que confluyen en que encuentren en las pandillas o grupos violentos una red de contención y sociabilidad que les permite satisfacer la búsqueda individual de acceder, a través del delito, por ejemplo, a ese consumo tan necesario como negado inicialmente.
El crecimiento de la violencia como forma de empoderamiento supone la carencia de control por parte del Estado, que ha perdido el monopolio de la coerción, y la aplicación del neoliberalismo que ha desmantelado los planes de inclusión social. Por lo tanto, en primer lugar, no es casualidad que esos jóvenes excluidos encuentren refugio en los grupos violentos; y, en segundo lugar, ha sido un terreno fértil para la expansión de actividades ilícitas, sobre todo del narcotráfico, de ahí la importancia y la disputa entre facciones por el control territorial de sus zonas de influencia, siendo el ejemplo de las maras centroamericanas uno de los más relevantes. En todo este fenómeno, por un lado, la legitimidad del Estado es fuertemente cuestionada y, por el otro lado, hay una fuerte transformación en la subjetividad de los participantes de dichos grupos que pasan a vincularse con su nuevo entorno social que ha logrado hacerlos visibles por medio de la violencia.
Tras haber desarrollado la primera de las réplicas al neoliberalismo, Pérez Sáinz pasa a la migración, ya en el tercer capítulo (La respuesta hacia afuera: la migración). Antes que nada, dicho proceso tiene como protagonista a la población de los países de América Central y de México que suelen, o intentan, trasladarse a Estados Unidos. Sin embargo, más allá de la supuesta linealidad que involucra el tránsito de un país a otro, en realidad existe un sinfín de conflictos a la hora de completar, en el mejor de los casos, la travesía que involucra semejante empresa.
A diferencia de la violencia, la migración se constituye como un horizonte promisorio, lo que muchos denominan “el sueño americano”, por lo tanto, tiene mayor prolongación en el tiempo. Empero, la conclusión del mismo implica ciertos elementos que deben superarse para lograrlo, por ejemplo, romper con la pertenencia a la residencia nativa. Pero el obstáculo más importante es el que está relacionado con el filtro a los migrantes establecido por el gobierno norteamericano que conllevó a la criminalización de los mismos y a la militarización de la frontera entre México y Estados Unidos, no exenta de otros problemas relacionados con tráficos ilícitos, como las drogas. En esta dirección, la migración se convierte en un proceso paradójico porque, por un lado, el horizonte sigue existiendo y motivando a los migrantes, pero, por el otro lado, la posibilidad de alcanzarlo es cada vez más difusa; de ahí, por ejemplo, el nacimiento de una dinámica muy particular para lograr cruzar al país del norte, como la intromisión de las figuras de “el coyote” o “el pollero”, la deshumanización de los migrantes, sobre todo de las mujeres, entre otras.
Ahora bien, en el libro podemos identificar otro tipo de migración: la migración laboral. Uno de los casos más relevantes es el movimiento de bolivianos, además de otros países limítrofes, hacia la Argentina que se han concentrado en la horticultura. Lo interesante es que, a diferencia de lo que sucede más al norte del continente, en el caso presente, la migración tiene más posibilidades de concretar la movilidad social y la acumulación de capital. No obstante, ello, persisten situaciones de exclusión, por ejemplo, aquellos migrantes que son contratados como mano de obra no están cubiertos frente a accidentes laborales o la negativa de afiliación por parte de algunas centrales sindicales.
Más allá de los distintos procesos de movimiento poblacional que se dan en la región, todos coinciden en el aumento de la xenofobia y el rechazo a los migrantes desde diversos argumentos: primero, en la constitución propia del “nosotros” que necesita de quien diferenciarse; segundo, la idea de que los migrantes le quitan el trabajo a la población local; tercero, el acceso ilimitado a los servicios públicos con el que cuentan, como la salud; entre otras cuestiones.
Por último, el paso final de las migraciones tiene dos posibilidades: el retorno, que puede ser voluntario o no, en el primero de los casos es cuando la migración contribuyó al empoderamiento de la persona, por ejemplo, le permite convertirse en un pequeño propietario en su lugar de origen. O las remesas (en sus diversas formas: salario, inversión, capital, colectiva o individual), que mantienen la migración, pero sí empoderan al grupo familiar que quedó en el país de procedencia.
En el apartado número cuatro, La respuesta mágica: la religiosidad, llegamos a otra de las reacciones a la exclusión impuesta por el neoliberalismo. América Latina es uno de los lugares del mundo con mayor influencia católica en su población, pero, en el contexto que analiza el libro, estamos hablando de una religiosidad que le dio la espalda al catolicismo, en franca decadencia, y se volcó al protestantismo, que constituye una visión religiosa más individualista ya que deja de lado las mediaciones institucionales. Hay tres prácticas que favorecen esta nueva religiosidad que podemos denominar directa: la glosolalia, la taumaturgia y el exorcismo. Llegados hasta aquí, surge la siguiente pregunta: ¿de qué manera el pentecostalismo favorece el empoderamiento de las personas? Primero que nada, esta religión se arraigó en los sectores excluidos que no fueron auxiliados, frente a la ausencia del Estado, por la iglesia católica; en segundo lugar, la religión es un refugio frente la modernización/globalización que suele ser la responsable de una gran cantidad de males que afectan a la población, sobre todo el consumo; en tercer lugar, tal vez la más destacada, este ámbito religioso ofrece un espacio de afecto y congregación que permite adquirir una nueva identidad ascética, alejada del capitalismo que glorifica las cuestiones materiales, cuya carencia excluye a las personas que optan por esta posibilidad. Uno de los casos más contundentes en este sentido es la incorporación de jóvenes, generalmente hombres, que abandonan las pandillas violentas y pasan a formar parte de la comunidad religiosa.
Sin embargo, este renacer religioso alejado del catolicismo presenta una particularidad dado que se concibe como reaccionario al consumismo neoliberal, pero sigue dándole prioridad al dinero y a los recursos materiales debido a que el patrimonio de los creyentes constituye la principal fuente de ingreso de estas iglesias, como también de su expansión en los medios de comunicación y la influencia política que han logrado. Esta relación entre recursos materiales y religión ha adquirido el nombre de Teología de la Prosperidad, según la cual existe una comunidad entre Dios y el bienestar material porque el dinero no es más que la expresión del ente supremo y, en consecuencia, se debe dar testimonio público del mismo debido a que representa la bondad de la deidad.
Finalmente, llegamos al capítulo número cinco, titulado La respuesta promisoria: la acción colectiva, en el cual el autor analiza la última de las posibilidades de empoderamiento, pero que, a diferencia de las anteriores, en este caso se trata de una respuesta en conjunto que establece una crítica al orden imperante, en consecuencia, su potencial es mayor que las expuestas previamente que son individuales y se mantienen en los márgenes determinados por el neoliberalismo. Los ejemplos que se toman como referencia son los piqueteros argentinos, el MST de Brasil y el neozapatismo mexicano.
Ahora bien, los casos mencionados fueron víctimas de diferentes mecanismos históricos de exclusión que se han acrecentado con el neoliberalismo regional: en Brasil, la concentración de la tierra; en México, la inferiorización de la población indígena, el acceso limitado a la tierra de dicho grupo y la labor pastoral; en Argentina, el movimiento piquetero es más actual que los anteriores porque es consecuencia de la modernización globalizada del último cuarto de siglo y no remite a la acumulación de capital, como los casos anteriores, sino a las condiciones de explotación que durante este período se precarizaron enormemente en uno de los países que históricamente ha contado con la mayor tasa de empleo formal en la región.
Pero ¿cómo actúan estos movimientos para revertir la situación y superar la marginación? En el caso del MST, la estrategia más importante ha sido la ocupación de tierras y su rol como intermediador frente al Estado. En cuanto al neozapatismo, su primera opción fue la lucha armada, tras la irrupción en Chiapas en la década de los 90´, pero también ha dado lugar a prácticas más institucionales. Para el caso piquetero de Argentina, la acción en las calles por medio de los denominados “piquetes”, es decir, la obstrucción de la vía pública para hacer visible un reclamo y mantenerla hasta que se solucione, lo cual, a su vez, significó una fuerte disputa con las organizaciones sindicales que se acoplaron, por acción u omisión, a las reformas neoliberales, pero, además, fue eficaz para obtener respuestas a los reclamos planteados en las distintas jurisdicciones.
Las diferentes formas de lucha han llevado a diversos resultados. Por ejemplo, el MST ha logrado un crecimiento enorme ya que aumentó su presencia en 24 de los 27 Estados que componen Brasil. El movimiento neozapatista, tras el abandono de la vía armada, ha profundizado la campesinización de la vida agraria, ha creado nuevos asentamientos y ha favorecido el reparto de tierras, acciones que tienen como horizonte un único objetivo: la autonomía indígena. Finalmente, los piqueteros en Argentina han obtenido conquistas materiales que contribuyeron a finalizar el ciclo de acumulación financiera iniciada con la última dictadura cívico-militar en el país y fueron partícipes necesarios de una victoria simbólica porque obtuvieron competencias políticas, por ejemplo, negociar planes de asistencia social y lograron superar la estigmatización que significaba la condición de desempleo, estableciendo la categoría de “trabajador desempleado”. Empero, los logros alcanzados por estos movimientos no están libres de conflictos y tensiones, como el rol de las mujeres, la migración que puede afectar a las comunidades indígenas, la vinculación y la dependencia con el Estado, entre otras.
En definitiva, retomando el último apartado del libro, a lo largo del mismo pudimos apreciar distintas formas que buscan superar la exclusión que genera el capitalismo en su etapa neoliberal, pero con una diferencia importante: en el caso de las primeras tres, la acción es puramente individual y, en consecuencia, su proyección es mucho más limitada; mientras que en la última, la acción es colectiva y objeta el orden de cosas establecido porque para lograr los resultados que se consiguieron se debieron derrotar elementos de la lógica neoliberal. Lo cual nos demuestra, más allá de las diferencias que existen y sus restricciones, que los sujetos actúan en pos de superar la situación en la que se encuentran, a pesar del resultado final. Justamente, la orilla del sistema, nuestro continente, América Latina, donde el neoliberalismo parece, sólo parece, tener menos fuerza debido a que está alejado de los centros de poder político y económico, es donde se puede empezar a pensar la utopía para vencerlo y cambiar el sistema.