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“Del Bravo a Magallanes”: Emancipación, Tiempo(s) e interfaces. Una propuesta para el abordaje de nuestra historia
Elena Torre
Elena Torre
“Del Bravo a Magallanes”: Emancipación, Tiempo(s) e interfaces. Una propuesta para el abordaje de nuestra historia
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 20, núm. 78, pp. 47-66, 2022
Universidad de Buenos Aires
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Resumen: 1º de enero de 1804, 1º de enero de 1891, 1º de enero de 1899, 1º de enero de 1959, 1º de enero de 1994. Estas fechas marcan el inicio de procesos nuestroamericanos que, a la luz de los estudios emancipatorios, se inscriben en el concepto de tópico/s crisis. Observar la coincidencia -o más precisamente- la concurrencia de los sucesos en el mismo día de diferentes años (que en conjunto señalan una trama temporal que se acerca a los dos siglos), nos conduce a iniciar la indagación partiendo de la siguiente pregunta: tomando distancia de la casualidad, ¿es posible pensar en elementos comunes que permitan encontrar entrelazamientos y conexiones entre la independencia de Haití, la primera publicación del ensayo Nuestra América de José Martí, la intervención estadounidense sobre Cuba, el triunfo de la revolución cubana y la declaración de guerra del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional al gobierno de México? La propuesta de este trabajo supone el intento de aproximarnos a dicha cuestión. Sosteniendo como horizonte epistemológico la incompletud del proceso emancipatorio, procuraremos aplicar las nociones de Crono-giros e Interfaz como herramientas conceptuales mediante las cuales tratar de encontrar la articulación entre los tópicos crisis emergentes un 1º de Enero.

Palabras clave:emancipaciónemancipación,independenciaindependencia,tiempotiempo,temporalidadtemporalidad,nuestra Américanuestra América.

Abstract: January 1, 1804, January 1, 1891, January 1, 1899, January 1, 1959, January 1, 1994. These dates mark the beginning of our American processes that, in light of emancipatory studies, are registered in the concept of topic / s crisis. Observing the coincidence -or more precisely- the concurrence of the events on the same day in different years (which together indicate a time frame that is close to two centuries), leads us to start the inquiry starting from the following question: Taken distance from chance, is it possible to think of common elements that allow finding intertwines and connections between the Independence of Haiti, the first publication of the essay Our America by José Martí, the US intervention on Cuba, the triumph of the Cuban revolution and the declaration of war of the Zapatista Army of National Liberation to the government of Mexico? The proposal of this work supposes the attempt to approach this question. Holding the incompleteness of the emancipatory process as an epistemological horizon, we will try to apply the notions of Crono-turns and Interface as conceptual tools through which to try to find the articulation between the topics emerging crises on January 1st.

Keywords: emancipation, independence, time, temporality, our America.

Carátula del artículo

Artículo

“Del Bravo a Magallanes”: Emancipación, Tiempo(s) e interfaces. Una propuesta para el abordaje de nuestra historia

Elena Torre
Universidad Nacional del Sur, Argentina
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 20, núm. 78, pp. 47-66, 2022
Universidad de Buenos Aires

Recepción: 21 Junio 2021

Aprobación: 03 Julio 2021

Introducción

Para el historiador de nuestra América no le es ajeno advertir que, desde principios del siglo XIX hasta fines del siglo XX, una serie de acontecimientos altamente significativos, sucedieron un 1º de enero. La declaración de independencia de Haití (1804), la primera publicación del ensayo Nuestra América de José Martí (1891), el inicio del protectorado norteamericano sobre Cuba (1899), el triunfo de la revolución cubana (1959) y la declaración de guerra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) al gobierno de México (1994), entre otros sucesos que ocurrieron el primer día del año según el calendario gregoriano.

Esta singularidad podría ser considerada a simple vista como una coincidencia; sin embargo, para la presente propuesta de trabajo asume carácter de objeto de estudio. ¿Por qué entendemos que merece ser tratado como tema de interés? La razón que nos interpeló para plantearlo como posible/operable núcleo investigativo fue reconocer que cada uno de los hechos señalados constituye en sí mismo un “tópico crisis”, o bien resulta la consecuencia directa de un tópico crisis, tal como es el caso de 1899, que hemos mencionado.[1] Este señalamiento nos condujo a formularnos si es probable identificar una trama de sentidos que conecte, a modo de sustrato relacional, un hecho con otro.

En procura de un señalamiento inicial, podríamos decir que todos ellos revelan un sentido ruptural y auroral, tanto por su contingencia el primer día de un nuevo año (los primero de enero), como por el carácter de acaeceres emergentes alternativos y contrahegemónicos. Este horizonte de reflexiones orienta la investigación, cuya hipótesis supone que -un abordaje en conjunto y vinculante de los tópicos crisis ya enunciados- permitiría visualizar una articulación de procesos históricos contenidos en la definición de Tiempo Emancipador, en tanto recorrido crítico y descentrado de la linealidad de la Historia.

Con el propósito de avanzar en esta propuesta, estableceremos en primer lugar el encuadre teórico que direccionará la tarea. En este sentido, procuraremos un ejercicio en términos de una ampliación metodológica (Cerrutti Golberg, 2010:719), vale decir, pensar la historia desde herramientas que proporciona la Filosofía Latinoamericana, en su vertiente Historia de las Ideas.

De manera particular, recurriremos a los aportes que bajo la denominación de proceso emancipatorio formula Arturo Roig (1994: 78), como fundamento para nuestra afirmación con relación a la incompletud de dicho proceso (Torre, 2010: 2) y su vigencia y validez como proyecto instituyente (Acosta, 2012: 23). Asimismo, la noción revolucionariedad y conciencia común libertaria (Rodríguez: 2008: 315), representará uno de los ejes principales del tema por el cual trataremos de explicar la existencia de un sustrato común con capacidad de movilizar un flujo de dinámicas de resistencia que inter-penetran ciento noventa años de historia nuestroamericana.

Finalmente, en atención al desafío de encontrar una relación dialógica y dialéctica entre los tópicos emergentes un 1º de enero, intentaremos aplicar los conceptos crono-giros e interfaz, como herramienta metodológica de asistencia a un recorrido diacrónico sobre el tema. Ambas construcciones conceptuales tanto como el desarrollo general del trabajo, serán tributarias de determinados marcos categoriales provenientes del pensamiento de Arturo Roig, Yamandú Acosta, Sergio Tischler y Boaventura de Sousa Santos, entre los principales aportes de una línea de pensamiento que orienta las posibilidades emancipatorias de un futuro Otro.

Resulta necesario aclarar que esta propuesta sólo es un ejercicio inicial y provisional que se ubicaría en el nivel investigativo de reconocimiento de rastros y señales en la trama nuestroamericana. Finalmente, la idea que nos convoca a emprender esta tarea consiste en el desafío de proponer otro modo de pensar la variable temporal de nuestra Historia, desde un recorrido crítico y desplazado de la cronología lineal que denominamos Tiempo Emancipador.

Las cosas por su nombre: una reflexión - desde

Deseamos mencionar que para el tratamiento del tema que desarrollaremos, nos ha animado el desafío de recurrir al campo de otras disciplinas con el propósito de esclarecer la problemática a partir de nuevos enfoques y herramientas de estudio. Por tanto, no nos inspira ninguna pretensión de un abordaje exhaustivo y a la altura de especialistas. Sólo se trata de un ejercicio que encaramos desde la historia y con el deseo de principiar un diálogo entre lo investigado y otras formas de comprenderlo. De allí que, para comenzar este trabajo, resulta importante mencionar una de las enseñanzas que aportó a nuestro oficio el aventurarnos por los caminos de la filosofía y del pensamiento crítico latinoamericanos; se trata de la relación entre el investigador y el objeto de estudio, y en tal caso, del discernimiento entre las operaciones de análisis y reflexión.

Quienes trabajamos en las ciencias sociales, tenemos en claro que estamos fuera de la exigencia de producir conocimiento de alcance general y universal. Sin embargo, para poder manejarnos con autonomía de la racionalidad científica moderna, en necesario poner en crisis conceptos, o en este caso, procedimientos usualmente naturalizados en nuestra labor.

En la manera en que nos acercamos al objeto de estudio es posible plantear otra perspectiva en el enfoque inicial y por tanto en el tratamiento y comprensión del tema. La filosofía que se propone un pensar crítico desde – en el sentido existencial que el maestro Enrique Dussel plantea para América Latina- arroja luz sobre esta cuestión. Sin que el tema fuese excepción para la teoría crítica,[2]los filósofos Yamandú Acosta y Juan José Bautista Segales,[3] observan que al encausar una investigación partiendo del análisis, el sujeto que investiga se coloca en una posición distante y distinta al objeto de estudio y que a la vez éste se supone pasivo. Dicha posición que obedece al método científico, donde la relación es sujeto cognoscente-objeto a estudiarse. Caso contrario, en el camino de la reflexión:

…el sujeto ya no se pone ante todo, como si todo lo que existe fuera de sí fuesen objetos, sino que descubre que detrás de todo objeto, siempre hay sujetos que ponen objetividades (…). En este sentido es que el sujeto se descubre a sí mismo como parte del problema (…). La especificidad propia de la reflexión consiste en saber que uno mismo como sujeto investigador es parte del problema que quiere reflexionar o pensar, la relación es sujeto-sujeto (Acosta, 2012: 16).

Esclarecidas las distinciones y –con ello- asentando una toma de posición, adherimos a los fundamentos de Acosta y de Bautista Segales en torno a que reflexionar desde nuestra América,[4]supone presentizar un nosotros histórico, como también sujetivar la naturaleza (constituirla en sujeto, aplicando la categoría roigiana), de la cual somos parte y pertinencia.

Las cosas por su nombre: Independencia y Emancipación en nuestra América

Los debates en torno al Bicentenario de las revoluciones de independencia de América del Sur, generaron uno de los espacios de producción más fecundos en la batalla de ideas del pensamiento latinoamericano. En este contexto y frente a la embestida posmodernista que plantea para el siglo XXI “la renuncia de la razón como principio ordenador de las cosas humanas” y con ello un “desarme” del pensamiento, “el discurso blando. conveniente al “ablandamiento ético. como dispositivos funcionales a los aparatos hegemónicos multinacionales, el maestro Arturo Roig hace su llamamiento por la “urgente necesidad de un rearme categorial” (Roig, 2007: 33). La actitud de la cual estamos hablando -señala el autor-: “Es seria. Se trata de rescatar categorías trabajadas (...) dentro del cauce de una tradición elaborada a lo largo de todo nuestro mundo iberoamericano y como lo hemos sabido hacer tantas veces, abiertos al mundo desde nuestro mundo”. (Roig, 2007: 33).

Este imperativo plantea un reposicionamiento de categorías fuertes, para contrarrestar la tendencia de época signada por el pensamiento “débil”, “ligero. “impreciso” (Roig, 2007: 32-33). Se trata de una de las tareas más importantes del quehacer crítico de las ciencias sociales en la actualidad. En el mismo norte de preocupaciones, el sociólogo Boaventura de Sousa Santos ve en las condiciones vigentes “la pérdida de los sustantivos críticos” y lo señala del siguiente modo:

Hoy, aparentemente, casi todos los sustantivos críticos (vale decir, aquellos que establecen el horizonte político e intelectual), desaparecieron. En los últimos treinta años la tradición crítica eurocéntrica pasó a caracterizarse y distinguirse por la vía de los adjetivos con que califica los sustantivos propios de las teorías convencionales. (…) O sea, al refugiarse en los adjetivos (…) la teoría crítica asume así un carácter derivado que le permite entrar en el debate pero no le permite discutir los términos (el concepto) del debate. (de Sousa Santos, 2010: 16).[5]

Por tanto, mientras que el sociólogo portugués advierte sobre la necesidad de recuperar la sustantividad de conceptos tales como socialismo, dependencia, lucha de clases, alienación[6], el filósofo argentino formula el reposicionamiento de los sustantivos imperialismo (magistralmente repuesto en su lugar por Atilio Borón y James Petras) y dependencia, exhortando dentro del “urgente programa de rearme categorial a ocuparnos de los conceptos independencia y emancipación” (Roig, 2007: 35). Invitación que se hace presente en este trabajo como premisa explicativa necesaria al objeto de estudio planteado.

En este sentido ocuparnos de la distinción entre los conceptos emancipación e independencia, supone establecer el primer punto a tener en cuenta:

La emancipación (…) no asienta su origen en las guerras de independencia sino en la primera presencia de dominio exógeno, que se objetiviza en la invasión de las metrópolis europeas en América (…) conocida como la ‘primera occidentalización’. La emancipación constituye un estadio superior a las independencias formales latinoamericanas, que constituyeron un cronotopo importante pero sumergido al proceso emancipador (Rodríguez, 2013: 8).[7]

Explicado en otras palabras: la independencia es el acto político de formalización de la soberanía que dio lugar a la constitución de los nuevos estados, tras un proceso de lucha contra la matriz colonial de dominación, ya sea ésta, España, Portugal, Francia, o de negociación -como fue el caso de los estados antillanos - con Inglaterra y Países Bajos. Este enfoque habilita considerar las condiciones históricas que permiten identificar a un tiempo revolucionario independentista de amplio alcance. Dicho tiempo independentista está inmerso en la dinámica emancipadora continental que principió con la búsqueda de la libertad política y de la soberanía jurídica. El resultado de este proceso es juzgado nada menos que por Simón Bolívar meses antes de su muerte: .La independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás” (Simón Bolívar, 3 de febrero de 1830). Estas palabras refuerzan nuestra opinión respecto a que la independencia es una condición necesaria pero no suficiente para alcanzar la emancipación.

La independencia en tanto acción política se inició a fines del siglo XVIII dando origen en el ámbito nuestroamericano a la primera declaración de un estado soberano: Haití el 1º de enero de 1804. El devenir independentista atraviesa el siglo XIX con los movimientos de América del Sur y Caribe, se prolonga durante el Siglo XX en el espacio antillano y aún se mantiene activo en el siglo XXI, al asumir la visibilidad del movimiento por la independencia de Puerto Rico.

De acuerdo a esta perspectiva que articula el tiempo independentista a partir de una mirada broudeliana de tiempo largo, sostenemos que el mismo está contenido en un tiempo/proceso emancipador que lo incluye, y a la vez, lo trasciende. Este postulado encuentra su correlato en la sentencia martiana “la colonia pervive en las repúblicas” (Martí, 1891: 484 ) afirmación que desde su publicación un 1º de enero de 1891, interpela la actividad de pensar de manera práxica, transformadora, (Acosta, 2017) y dialoga en el mismo horizonte de sentido con la importante producción de categorías críticas que explican aún la existencia de todas las formas objetivas y subjetivas de colonialidad y dependencia que persisten -pese y más allá- de la independencia formal de los países latinoamericanos.

Entre los marcos teóricos capaces de proporcionar las condiciones de reflexión en torno al concepto emancipación como idea-fuerza, optamos por seguir los lineamientos de Arturo Roig. Su tesis pivotea en la polaridad independencia-dependencia como núcleo del proceso emancipador.

El planteo de Roig delimita una etapa inicial que denomina “Primera Independencia” o “Primera Emancipación”, que se corresponde con el período del movimiento independentista revolucionario hispanoamericano subcontinental desde fines del Siglo XVIII a 1824 (en rigor, debemos aclarar que la última batalla de la independencia no fue Ayacucho -1824, como lo registra la historiografía tradicional, sino Tumusla, Potosí, en 1825). Ahora bien, el autor señala que una vez alcanzados los objetivos políticos que guiaron la primera independencia, el proceso emancipatorio no concluyó, pues necesariamente le debía seguir una .Segunda Independencia” o “Segunda Emancipación” que -como esquema categorial- construyó el discurso de la llamada “Emancipación mental.. Originario de Francisco Miranda, presente en el ideario de Bolívar, resignificado por José Martí, aún vigente y reactualizado, dicha noción alude a la necesidad de liberación de aquellos factores opresivos que se han instalado en el colectivo social de los pueblos y que producen y reproducen objetivaciones de una mentalidad colonial heredada de España.

Según Roig, la elaboración categorial de una segunda independencia sobre los términos antes señalados, queda comprendida entre 1830 (con el Romanticismo) hasta 1940 “época en la que se comenzó a hablar de neo-colonialismo y, frente a él, de la necesidad de una ‘independencia económica’ como base para alcanzar la ‘Justicia Social’” (Roig, 1994: 81). Dado el actual contexto signado por el neoliberalismo y la globalización, la tesis roigiana plantea la necesidad de recuperar a la Teoria de la Dependencia, como postulado ordenador de discurso emancipatorio; teoría que se elabora en la década de 1960, a partir de las categorías de Dependecia y Liberación. Esta vertiente del pensamiento genuinamente latinoamericanisita, reconoce las influencias de la Revolución Cubana, iniciada un 1º de enero de 1959:

El ‘Proceso emancipatorio’ que (…) se extendió con sus sucesivas reformulaciones (…) durante casi dos siglos, habría perdido justificación histórica como consecuencia de posiciones adoptadas desde el neoliberalismo, el neo-capitalismo, el neo- conservadorismo y, en fin, el pos-modernismo, los que integran todos un bloque ideológico. Aquel ‘Proceso’ habría llegado a su fin en cuanto de la Dependencia se habría pasado como consecuencia de la mundialización del capitalismo, a la Inter- Dependencia, y por tanto, ya no tendría sentido hablar de Liberación, sino de Integración (…). De esta manera, se pretende encubrir la Neo –dependencia y descalificar el dependentismo tanto como posición teórica, caso de lucha contra las nuevas formas imperiales. (Roig, 1994:79).

El planteo antes señalado, marca la imperativa necesidad de impugnar el pensamiento dominante, afirmando las justificaciones históricas que den cuenta de la incompletud del proceso emancipatorio en nuestra América.

Situados en el presente histórico, la observación en retrospectiva de un pasado común de más de doscientos años permite -según nuestro criterio- entender que el concepto emancipación cobra vigor como proyecto vivo, inconcluso, que interpela a la realidad americana para indagar en las matrices de dominación aún no resueltas. Es en esta dirección que tomamos en préstamo de Ortega y Gasset, el gerundio como significante ontológico para sostener que el proyecto emancipador americano implica un continuo e inacabo “estar haciendo”.[8] (Torre, 2010: 14)

El “estar haciendo” como acto y potencia cobra dimensión al pensar la emergencia de movimientos sociales y políticos anti sistémicos que irrumpen en el mundo americano del siglo presente. Desde la declaración inaugural del EZLN, el 1º de enero de 1994 en adelante, nos encontramos con prácticas políticas que se reconocen como emancipatorias y que no estaban previstas en la mayoría de las teorías y de la acción emancipatoria latinoamericana de los siglos anteriores. Estas nuevas posiciones como el zapatismo y el sumak Kawsai (Buen vivir), se fundan en universos culturales no occidentales, e incluso se expresan en lenguas no coloniales. La premisa “caminamos preguntando” del Sujeto revolucionario polimórfico zapatista” (Tischler, 2015: 53/65)[9] y el concepto “Revoluciones en Democracia, las Democracias en Revolución” [10](García Linera et al, 2015) en tanto racionalidad que encuadra el espíritu y las condiciones de posibilidad de “las otras democracias” (Acosta, 2017), expresadas en las Constituciones de Ecuador (2008) y Bolivia (2009),[11] representan manifestaciones del “estar haciendo” en el nuevo milenio.

Situados en este punto de reflexiones, hemos intentado sustantivar el concepto emancipación nuestroamericana definiéndolo en proceso activo, incompleto y que responde a una temporalidad de larga duración. Para explicar su dinámica de movimiento introducimos la noción de “revolucionariedad y conciencia libertaria” (Rodríguez, 2008: 315). Esta categoría dota al término emancipación de la existencia de un estado permanente de .resistencia de larga duración” (Tischler, 2008: 46). Resistencia que surge desde la “invención de América” (O´Gorman, 1958: 10) y que persiste como proceso de condensación y acumulación de “energía revolucionaria” según los términos de Marx (Marx, 1843: 19). De acuerdo a nuestro enfoque, en muchos tramos históricos temporales, la energía revolucionaria se mantiene en latencia y en otros eclosiona de acuerdo a determinadas condiciones históricas, por las cuales irrumpe bajo contenidos de coyuntura independentista, o bien asume formas y contenidos específicos de transformación, dando lugar a cambios que aluden a hechos políticos, económicos, sociales y culturales.

Resulta importante explicar el estado de latencia como parte del estado de revolucionariedad. Para ello, recurriremos a la perspectiva de la “Sociología de las emergencias.” (de Sousa Santos, 2010: 24). El autor elabora su aporte teórico tomando como idea núcleo el concepto de “todavía no,” ya planteado por Ernest Bloch en 1947 (Bloch, E.,1995, citado en De Sousa Santos, B., 2010). Para De Sousa Santos, el “todavía no” es una categoría compleja “porque extrae lo que existe como latencia, un movimiento latente en proceso de manifestarse. Lo todavía no es el modo en que el futuro se inscribe en el pasado y lo dilata” (De Sousa Santos, 2010: 25). Siguiendo estas ideas para el encuadre que proponemos, latencia es el estado entre el Todoy la Nada (Boch) donde concurren las capacidades (potencia) y las posibilidades (potencialidad) por las cuales un proceso nuevo puede surgir en un futuro determinado (no infinito), proceso no aún, que registra un alto grado de expectativas e incertidumbres.

En este sentido, pensar la revolucionariedad como sustrato dialéctico del proceso emancipador, nos coloca en posición de revisar las posibilidades de ensayar sobre el tema que nos ocupa, otras alternativas temporales en las que permea una ruptura a la categoría epistémica dominante de tiempo abstracto, lineal, de racionalidad positivista.

El enfoque de crono-giros

“En la larga noche americana de quinientos años”, parafraseando la poética de la palabra zapatista, intentamos identificar la presencia de elementos en común con capacidad de conectar un flujo de dinámicas de resistencia que inter-penetra ciento noventa años de historia nuestroamericana. En los extremos de dicho segmento temporal se hallan dos emergencias revolucionarias: la Revolución de Haití l (1º de enero de 1804) y la Revolución del EZLN (1º de enero de 1994). En la primera de ambas, la acumulación de revolucionariedad eclosionó en una coyuntura independentista, en la segunda, el terreno de disputa no confrontó la soberanía política del estado mexicano; sin embargo, sendos tópicos crisis confluyen en una aspiración utópica en común: el cambio de sentido “en el modo de producción y reproducción de la vida”. La exigencia del imperativo categórico marxiano

“subvenir (sic) o [echar por tierra] (Acosta, 2008) a todas las relaciones en las cuales el hombre es un ser envilecido, humillado, abandonado, despreciado” (Marx, 1844/ 2013: 13)[12]-y que en su amplitud de aportes fecunda en el universo del pensamiento emancipatorio latinoamericano- constituye la clave para comprender “el dramático movimiento de la emancipación” (Marx, 1843: 19).

Hemos planteado este horizonte epistemológico como idea reguladora de las revoluciones emergentes (1º de enero de 1804, 1º de enero de 1959, 1º de enero de 1994)) y las situaciones de contingencia revolucionaria en estado latente (1º de enero de 1891, 1º de enero 1899). Idea reguladora saturada de tensiones que sin dudas trasciende, pero que también contiene y conecta a los procesos 1804-1994 que estamos trabajando.

Creemos ver en medio o en el centro de los extremos de dicho marco temporal, un núcleo síntesis del imperativo categórico emancipatorio. Se trata del ensayo revolucionario Nuestra América de José Martí, publicado el 1º de enero de 1891. Desde esta perspectiva, Nuestra América se convierte en un tópico crisis de contingencia revolucionaria, considerando que en sí mismo no constituye el inicio de una revolución, pero que reúne las cualidades y condiciones de posibilidad para la irrupción de la emergencia revolucionaria y del acontecimiento revolucionario.

Si tenemos en cuenta tales señalamientos y mantenemos el esquema de extremos y centro, nos permitimos resolver este enfoque con la aplicación del concepto crono-giros, como una categoría viable para los fines de este estudio.

Se entiende por crono-giros a la cualidad de un hito histórico de acumular condiciones objetivas y subjetivas tales que le otorgan carácter de contenedor de complejidades procesuales temporalmente transversales. Por acumulación y proyección histórica, dicho hito permite ser representado mediante un movimiento pendular, bidireccional hacia el pasado y el futuro que habilitan su estudio por entradas teóricas metodológicas. Un hecho asumido en crono-giro, ilumina las categorías de tiempo, espacio y resistencia, entre otras.[13]

En este sentido, consideramos que el ensayo martiano Nuestra América adquiere una entidad trascendente que permite ser tratado como un hito histórico actuante en crono-giros. Procuraremos fundamentar este planteo: hemos determinado que esta obra martiana resuelve de manera sintética el imperativo categórico emancipatorio. Síntesis porque acumula y recupera las condiciones objetivas y subjetivas de revolucionariedad ya presentes en la revolución haitiana y que resumiremos en tres componentes:

a) el reconocimiento de los sectores subalternos como sujetos histórico-políticos con capacidad de cambiar el curso de la realidad, a partir de su auto conciencia y afirmación;

b) la impugnación de los universales ideológicos de dominación de la Modernidad;

c) la condición humana como fin emancipatorio .sin más”- diríamos- apelando a Leopoldo Zea.[14]

Como un giro en el tiempo, Nuestra América pendula hacia el pasado recogiendo estos principios que se encuentran resignificados en el proyecto emancipador cubano-continental de Martí. (Torre, 2015: 2) Con otro movimiento de péndulo, se despliega hacia adelante iluminando y conduciendo en 1895 la Guerra Necesaria y las bases sobre las cuales se fundaría la República de Cuba, tras su independencia. La intervención de un gobierno militar de Estados Unidos en la Isla, hecho ocurrido el 1º de enero de 1899 va a obligar a entrar en fase de latencia el estado de revolucionariedad. Pese a ello, la energía revolucionaria del proyecto martiano se acumula expandiendo la conciencia patriótica antiimperialista de sólidos basamentos martianos que irrumpe bajo nuevas condiciones objetivas y subjetivas un 1º de enero de 1959. El triunfo de la Revolución marcó la consolidación de la independencia cubana que surgió de una revolución popular en la que el pensamiento martiano constituyó uno de los pilares ideológicos.[15]

Ahora bien, ¿por qué consideramos que el ensayo revolucionario Nuestra América está presente del programa emancipador zapatista en razón de la impugnación a la modernidad y en la concepción de un mundo Otro? ¿Por qué oscila interpelando desde su contemporaneidad al presente histórico, como proyecto emancipatorio, anticolonial, antiimperialista y anti sistémico?

Gran parte de la respuesta la brinda el estudio que sobre esta pieza documental del acervo martiano realizan importantes pensadores nuestroamericanos. En particular, nos interesa mencionar la tesis que Yamandú Acosta elabora sobre el ensayo Nuestra América. Por la misma define al texto publicado el 1° de enero de 1891 como “…un ensayo transmoderno´, portador de un programa ‘transmoderno´, con un consecuente potencial revolucionario capaz de trascender los límites de modernidad.” (Acosta, 2012: 94). La capacidad de superación de la Modernidad que el filósofo uruguayo devela de la creación martiana, encuentra su fundamentación en el paradigma de transmodernidad elaborado por Enrique Dussel (1992). La afirmación de la racionalidad del Otro, la alteridad del Otro negado por el mito de la Modernidad, el des- cubrir “la ota cara” oculta y esencial de la Modernidad, vale decir: el mundo periférico colonial, el indio sacrificado, el negro esclavizado, la mujer oprimida, el niño y la cultura popular alienada, (Dussel, 1994), obran en la constitución de un “nosotros” “no homogenizador e integrador de la diversidad que quiebra – enuncia Acosta- la totalización por el des-ocultamiento del hombre natural y de la naturaleza”. La potencialidad transmoderna de Nuestra América, en tanto ensayo revolucionario y anticipatorio de un “futuro otro” (Acosta: 2012: 28), corona en la emergencia de una “América Nueva” -recomienzo histórico dialéctico liberador- manera en la cual José Martí elige concluir su discurso.[16]

El enfoque de interfaz

Aquí proponemos otra forma o modo de generar posibles conexiones entre los tópicos crisis pertinentes a este trabajo. Para su desarrollo, primeramente, debemos recuperar los ejes iniciadores que ordenan el abordaje, esto es, el presupuesto ya indicado de una categoría emancipatoria para nuestra América de tiempo inconcluso, abierto que contiene y a la vez trasciende el presente histórico por su carácter de incompletud, que se concreta bajo el gerundio del hacer. A la luz de este supuesto, el estar haciendo emancipatorio se constituye de disímiles modalidades de objetivaciones que incluyen la multiplicidad y diversidad de sujetos que conforman el sujeto colectivo nosotros americano.

Repasando el análisis anterior, nuestro planteo se completa con la observación o registro de un sustrato emancipatorio conceptualizado como estado de revolucionariedad y resistencia de larga duración que -tomando la metáfora de Patricia Funes (2012)- representan la “respiración. [17]de la acción emancipatoria. De acuerdo a nuestro punto de vista, la noción de revolucionariedad y resistencia asume la existencia de una conciencia libertaria que genera energías revolucionarias de acuerdo a sus propias y específicas condiciones epocales, pero que a su vez está determinada por la acumulación de conciencia libertaria traducida en energía revolucionaria dada por condiciones históricas anteriores que la preceden. Tanto un momento como el otro puede -o no- haber eclosionado en revolución.

En este sentido, sostenemos que la revolución es la manifestación más disruptiva del estado de revolucionariedad que en la historia nuestroamericana se ha expresado como luchas independentistas, antiimperialistas, de liberación nacional, contra sistémicas y antiglobalización. Sin embargo, no sólo la revolución radicalizada es expresión de un estado de revolucionariedad, también lo es la memoria, el pensamiento, la palabra, la rebeldía, el arte como así también la “risa subversiva” y “la fiesta de la rabia colectiva” del zapatismo” (Tischler, 2013: 16). Junto con “la Moral de la Protesta” (Roig, 2009: 345)[18], todas ellas conforman prácticas de resistencia.

Ya ampliados estos conceptos, nuestro enfoque concluye instalando el término interfaz como alternativa de conexión entre los tópicos crisis acaecidos un 1º de enero.

Con este propósito, recurriremos una vez más a la teoría crítica y, en este caso particular, haremos anclaje en el término emergencia. Uno de los aportes más sustanciales de Walter Benjamin ha sido la formulación de la figura de “constelación” como método crítico por el cual logra romper la interpretación hegemónica del tiempo lineal positivista. No es objeto de este trabajo explayarnos en la obra de Benjamín, sin embargo, no podemos pasar por alto su señalamiento respecto a que “no se puede seguir pensando la revolución a partir de la idea de progreso (…), es necesario pensarla ‘a contrapelo’.”[19] En este sentido Tischler explica que, según la perspectiva del teórico alemán, “la revolución no es progreso, sino un llenar el presente del “tiempo-ahora, haciendo saltar el continuum de la historia; es la creación de otro tiempo a partir de la emergencia. (Tischler, 2013: 114).

La emergencia como interrupción del continuum de la historia; la emergencia como abordaje sociológico en relación a las alternativas posibles a futuro, que sustituye a la idea mecánica de determinación y progreso (De Sousa Santos, 2010:26). “Emergencias episódicas. que quiebran el relato dominante y rompen la continuidad (Roig, 2009), construyen el sentido del tiempo emancipador y dotan de condiciones a la noción de interfaz, como propuesta para interpretar la ligazón de movimientos a la trama del 1 de enero.

Interfaz se trata de un concepto utilizado por disciplinas técnicas, tecnológicas informáticas, geográficas, urbanísticas y sociales. Su definición refiere a conexiones que hacen posible la comunicación o articulación entre sistemas o procesos autónomos. Gráficamente una interfaz se representaría por límites o bordes que se interrelacionan, generando intercambios comunicativos o diálogo entre las partes.[20]

Ahora bien, retornemos a la hipótesis referencial que orienta esta investigación. Si sostenemos la posibilidad de establecer una relación dialéctica entre la primera revolución independentista de nuestra América y la primera revolución contra sistémica del mundo, es necesario impugnar a la cronología lineal de la historia ya que, al separar y aislar los hechos, obturaría una mirada transversal, anulando o neutralizando la potencia crítica emancipatoria que surge de una interpretación de conjunto.

Desplazar y reemplazar la racionalidad hegemónica por las coordenadas que ordenan el tiempo emancipador, otorga validez a la formulación de interfaz. En este punto, nuevamente el maestro Arturo Roig ilumina el camino. En la dinámica del tiempo, Roig descarta la noción de comienzo y continuidad, pues ello correspondería a la lógica del pensamiento único. Su tesis propone una comprensión de los procesos históricos a partir de la continuidad-discontinuidad, sobre la base de “comienzos y recomienzos,” que son episódicos y que implican exigencias disruptivas. “Toda totalización totalizante que no dé lugar a esas exigencias disruptivas, es opresiva” (Acosta, 2017).

A la luz de esta teoría creemos estar en condiciones de fundamentar que los sucesos contra hegemónicos acaecidos un 1 de enero, constituyen emergencias disruptivas cuyas interfaces se articulan ampliando el horizonte de sentidos del proyecto emancipador de nuestra América. Procuraremos explicar esta idea desde la historicidad que plantea Roig.

La revolución de Haití es sin dudas una emergencia disruptiva -o mejor aún- la más disruptiva de las emergencias acaecidas en nuestra Historia. “Una revolución radical sólo puede ser la revolución de necesidades radicales” (Marx, 1843: 14). Proponiendo una interfaz entre la independencia de Haití y el ensayo martiano Nuestra América, advertimos la presencia de, al menos, dos elementos de conexión: el propósito independentista y el empoderamiento de los sectores populares –negros y mulatos- en el proyecto político revolucionario.

En cuanto a la posible interfaz entre Nuestra América y el inicio del protectorado norteamericano sobre Cuba, este borde procesual evidenciaría la dinámica de comienzos y recomienzos ya enunciada, así como las opacidades del “todavía no” y el estado latente de las energías revolucionarias y de la conciencia libertaria. Estos componentes preparan la interfaz que comunica 1899 con el 1º de enero de 1959. Como vasos comunicantes entre el momento epocal de la emergencia disruptiva de 1959 y su interfaz con el desenlace episódico anterior, surge el recomienzo histórico en las propias palabras de Fidel Castro en el discurso pronunciado en Santiago de Cuba, el 1º de enero de 1959:

Compatriotas de toda Cuba:

Al fin hemos llegado a Santiago (Aplausos). Duro y largo ha sido el camino, pero hemos llegado (Aplausos). Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad al poder. No será como en el 95 que vinieron los americanos y se hicieron dueños de esto (Aplausos). Intervinieron a última hora y después ni siquiera dejaron entrar a Calixto García que había peleado durante 30 años, no quisieron que entrara en Santiago de Cuba (Aplausos)…. (Castro Ruz, 1959: 3)

Para finalizar, respecto a la interfaz que vincularía aquel 1de enero de 1959 con el 1º de enero de 1994, emergencia disruptiva inaugural del comienzo y recomienzo del nuevo milenio, dejamos en las palabras de Estela Fernández Nadal la interpretación del horizonte de sentidos que creemos encontrar:

…se muestra episódicamente, como sucesivos comienzos y recomienzos de una problemática que gira en torno de la afirmación del hombre y la realidad americanos; donde el sentido no es previo, sino que se construye desde un sistema de ideas reguladoras, que orientan el pensamiento y la acción, con el propósito, siempre renaciente, de transformar un presente que no conforma y construir un futuro diferente, otro. Lejos de la dialéctica del pensar puro, gobernada por la necesidad racional, nos enfrentaríamos a una historicidad distinta: la de un conjunto disgregado de acontecimientos y discursos marginales a la historia oficial; una historia secreta, no historiada, que a lo sumo ha quedado registrada en la forma de rupturas carentes de significado, de momentos de irracionalidad que no encajan dentro del sentido justificador del pasado. El sujeto de esta historia subalterna no es el que asegura la continuidad. Sin embargo, su emergencia discontinua no nos impide pensar la posibilidad de que esos valores episódicos acaben siendo periódicos, acaben trocando sus interrupciones en una continuidad discursividad, transida de luchas y marcadas por derrotas, fracasos, interrupciones, pero también de victorias, renacimientos, y recomienzos. (…). La tarea de construir su historia, lo es en el sentido de librar una apuesta, pero también de tomar una decisión, una decisión que conjuga lo valorativo y lo teórico, pues se toma desde una determinada experiencia histórica, axiológicamente sesgada, con la vocación de construir, a partir de ella, un saber crítico y de enfrentar, (…) en esta empresa, la eticidad vigente desde una moralidad liberadora. (Fernández Nadal, 2012:142)

Consideraciones finales

En este trabajo retomamos el tema de la emancipación; tema problema que nos ocupa desde la tarea docente y desde el interés por el estudio de la Historia de América.

En esta ocasión nos convocó la inquietud por indagar la posible existencia de conexiones y entrelazamientos no casuales ni tampoco directamente causales (excepto en los casos 1899 y 1959 que sí exhiben una relación causal), entre un grupo de procesos de carácter emancipatorio -que hemos caracterizado de tópicos crisis- y que los reúne la particularidad de haber acaecido un día 1 de enero, dentro de un lapso temporal de casi dos siglos.

Como hemos señalado al inicio de la presentación, la elección podría considerarse arriesgada, pero no arbitraria, pues está fundada en las condiciones específicas de cada uno de los componentes del conjunto que comparten en común su carácter auroral (acaecidos el primer día del año), ruptural y contrahegemónico. En este punto debemos hacer la salvedad con respecto a los sucesos de 1899 que, si bien no revelan las características del resto, creemos haber saldado su justificación en el agrupamiento tanto por su relación fáctica con el tópico que le sigue como por su carácter de latencia revolucionaria.

Para el tratamiento del tema, consideramos necesario efectuar determinadas precisiones conceptuales. Para ello recurrimos al siempre fecundo diálogo interdisciplinar, en este caso, a las contribuciones de algunos de los principales referentes de la Teoría Crítica y de la Historia de la Ideas latinoamericanas. Así, el primer aspecto posible de esclarecer fue el pensar a América desde una posición relacional y reflexiva, generadora de una actitud de involucramiento e internalidad como parte conformativa del sujeto colectivo a estudiar. En segundo orden fue indispensable determinar el área geográfica que se corresponde con el proceso de reflexión. Se trata del espacio nuestra América, claramente definido por José Martí como sujeto y locus de enunciación.

Con el propósito de acudir al rearme categorial de los conceptos, tal como lo postula Arturo Roig, formulamos la necesidad de distinguir y diferenciar los términos emancipación e independencia. Planteamos que desde la “invasión” de América (Dussel) en adelante han existido acciones libertarias y luchas emancipatorias, pero que la emancipación como proceso abarcador y transversal a nuestra América se objetiviza con la Revolución de Haití (primer tópico crisis identificado) y sigue operando en tiempo abierto bajo una dinámica en clave de gerundio, vale decir en un “estar haciéndose”.

Planteamos entonces que, entendido de tal modo, el concepto cobra un carácter expansivo y contenedor, capaz de atravesar de modo procesual un marco temporal de más de doscientos años de historia americana. En línea con este encuadre, formulamos que las revoluciones independentistas están contenidas en el proceso emancipador pero el mismo no se agota en el acto de formalización de la soberanía. Por el contrario, la independencia arrastró consigo el colonialismo y en determinados casos, agravó y perpetuó las formas de dominación. De allí que “la emancipación de nuestra América exhiba diversas fases y complejidades, cuya vigencia interpela al presente como proyecto vivo, inconcluso, inacabado. Su irresolución nos enfrenta a un desafío que conlleva reflexión, rescate y praxis.” (Torre, 2010: 16)

La incompletud del proceso emancipatorio colocó la hipótesis orientativa en perspectiva a la exigencia de trabajar en los marcos teóricos y categoriales de un Tiempo Emancipador en tanto recorrido crítico y descentrado de la linealidad de la Historia, tiempo historizado, habilitante de otros tiempos.

La tarea de tematizar la categoría tiempo, en la búsqueda de una epistemología genuina propia del continente nos instala en la inclusión de contenidos que interpelan al pensamiento, en una tarea de revisión de sus modos habituales del pensar. Esto implica no el desconocimiento de la construcción y despliegue de la modernidad, sino superar una actitud pasiva y resignada o reproductivista que espera resultados de aplicación homogéneos. (Rodríguez et al, 2011:388)

Teniendo en cuenta esta premisa y motivándonos el postulado de Benjamín: .hacer saltar el continnum de la historia” emprendimos el desafío de aplicar el enfoque de Crono-giros y el enfoque de Interfaces, como alternativas plausibles de hallar interrelaciones procesuales y una trama de sentido emancipatorio entre la primera revolución de independencia de nuestra América y la primera revolución anti-sistémica inaugural del siglo XXI.

Metodológicamente, la instalación de los enfoques que viabilizaron el desarrollo de esta propuesta, supuso la utilización de potentes categorías críticas tales como revolucionariedad, imperativo categórico, programa transmoderno, emergencia, emergencia disruptiva y episódica, comienzos y recomienzos, entre otras; todas ellas valiosas construcciones teóricas, cuyos autores adhirieren -y adherimos- a las posibilidades emancipatorias de un futuro Otro.

Orientados por este sentido esperanzador, resta fundamentar las razones por las cuales concebimos a la emancipación nuestroamericana como un proyecto de “vigencia y validez instituyente” (Acosta; 2012:21-23). Guiándonos por las aportaciones del maestro uruguayo, la noción de “vigencia”, daría cuenta de un proceso que emerge una y otra vez en renovadas expresiones, como fenómeno que interpela desde su propio tiempo a nuestro tiempo, en una causa que une a un colectivo en común: América. La noción “instituyente” postula el carácter de una tarea pendiente, una meta que aún está en vías de alcanzarse y que precisamente por esta cualidad, marca al hacer, un horizonte de sentido como referente utópico.

Finalmente, cabe enfatizar que la propuesta que hemos desarrollado, solamente se trata de un ejercicio introductorio, ampliable y corregible que tuvo por intención contribuir con preguntas renovadas al estudio de América, bajo el convencimiento de que desencadenar pensamientos es una acción emancipatoria.

Material suplementario
Bibliografía
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Notas
Notas
[1] Utilizamos el concepto de tópico, aludiendo a “lugar” -raíz de su etimología- y desde la acepción que le confiere la Lingüística, esto es, “tema o asunto principal sobre el cual se centra la acción discursiva” Calsamiglia, H. y Tusón, A. (1999). Para la perspectiva histórica, la aplicación del término “crisis”, refuerza o potencia la centralidad que adquiere -en sentido historizado- un hecho tópico. La noción de “tópico crisis”, fue una construcción conceptual formulada para definir al 98 cubano, en el marco del Proyecto Grupo de Investigación (PGI) “La independencia cubana. Aristas de un proceso complejo visto desde Argentina. (1898-1902)”, Adriana Rodríguez (Directora)-Hugo Biagini (Codirector) Departamento de Humanidades, Universidad Nacional del Sur, SCyT, 2002.
[2] Vide los comentarios críticos de Sergio Tischler respecto a la escisión entre sujeto y objeto como parte de los dispositivos del pensamiento dominante y su pretensión de objetividad y neutralidad. Son muy válidos sus aportes para comprender que no hay conocimiento neutral y que - siguiendo a Reymond Williams (2000) “Las palabras están llenas de contenido y la orientación que dan estas palabras es una lucha por la orientación y el sentido del mundo”.
[3] Vide Acosta, Y. (2011: 17-18) y Bautista Segales, J. (2014).
[4] Deseamos aclarar que mantenemos la manera de escribir “nuestra América” tal como lo utiliza Martí al referirse al locus del sujeto de enunciación, que se diferencia de “Nuestra América”, redacción que alude al ensayo de 1891.
[5] Vayamos al ejemplo del concepto “Democracia” que utiliza de Sousa Santos para explicar su postura. En el caso de democracia como sustantivo, el debate actual se impone en torno a democracia participativa, deliberativa u otras formas del ejercicio democrático. Sin embargo, al centrar el eje de la discusión en las formas de la democracia (adjetivos), se neutraliza o se pierde de vista la discusión sobre la democracia (sustantivo). Cfr: de Sousa Santos, B. (2010)
[6] Cfr. De Sousa Santos (2010: 15).
[7] Véase el interesante trabajo que propone Rodríguez a partir del uso de la categoría cronotopos.
[8] “La vida es un gerundio y no un participio: un faciendum y no un factum. La vida es quehacer. La vida, en efecto, da mucho que hacer (…). Su modo de ser es formalmente ser difícil, un ser que consiste en problemática tarea. Frente al ser suficiente de la sustancia o cosa, la vida es el ser indigente, el ente que lo único que tiene es, propiamente, menesteres”. (Ortega y Gasset, J, 1983: 32-33).
[9] Interesante definición del sociólogo guatemalteco Sergio Tischler por la cual propone nombrar a un sujeto/nosotros que aún no está todavía constituido en una humanidad emancipada. Como para todos los casos - y en éste en particular- es importante vincular la palabra acuñada a su contexto de producción, permítasenos entonces transcribir las propias referencias del autor ante la pregunta “¿Qué es el sujeto polimórfico? “No sé- responde Tischler- no estamos definiendo lo que ya está dado. Estamos viendo algo nuevo que surge de las luchas que están allí, pero que no tiene definición concreta y que puede ser definido como sujeto polimórfico o no; implica que hay algo que no se ve y que está, algo nuevo que expresa a un actor empírico que está ahí, pero que no fue nombrado. ¿Por qué es importante nombrarlo desde la Teoría Crítica? Porque las formas hegemónicas del lenguaje nombran lo dominante como parte de la reproducción de la dominación y no se nombra lo que se niega. Nombrar algo nuevo es potenciar lo no hegemónico. Si no tenemos un lenguaje para nombrar ese ` algo´, siempre quedará difuso y se visibilizará bajo los conceptos dominantes”. (Tischler, 2013b).
[10] “En este nuevo milenio, en el escenario del llamado ‘giro a la izquierda’ en América del Sur, asistimos a la emergencia de procesos de transformación que resitúan el debate. ¿La democracia puede conciliarse con la revolución? O mejor: ¿es viable y sostenible hacer una revolución en democracia? En otras palabras: ¿pueden realizarse cambios estructurales –como la refundación del Estado, por ejemplo– en un régimen político cuya fuente de legitimidad de origen son las elecciones? Hoy la relación entre democracia y revolución no se asume en términos de dualidad (insalvable), sino de complementariedad (posible). Así al menos lo expresan, con sus complejidades, sus diferencias, tres itinerarios de cambio en la región: el `socialismo del siglo XXI´, en Venezuela; la `revolución ciudadana´, en Ecuador; y la `revolución democrático-cultural´, en Bolivia”. (García Linera, A, et al., 2015: 10 – 11).
[11] Yamandú Acosta sostiene que estas Constituciones conformar el grupo de “las otras democracias” porque se fundan sobre la emergencia de la alteridad, principalmente por el reconocimiento del Otro negado. “Se trata de un proceso de constitución de nuevos sujetos que se constituyen en Constituyentes al interior de las nuevas Constituciones. Son viejos sujetos que en ese proceso se constituyen como nuevos sujetos”. (Acosta, 2017). Para esta temática recomendamos del mismo autor: Sujeto y democratización en el contexto de la globalización (2005)). Montevideo: Norman –Comunidad y Filosofía Latinoamericana y democracia en clave de Derechos Humanos (2008). Montevideo: Norman –Comunidad.
[12] Cito el párrafo completo que contiene el imperativo categórico marxiano de referencia: “La crítica de la religión culmina en la doctrina de que el hombre sea lo más alto para el hombre; en consecuencia, en el imperativo categórico de subvenir a todas las relaciones en las cuales el hombre es un ser envilecido, humillado, abandonado, despreciado; relaciones que no se pueden delinear mejor que con la exclamación de un francés a propósito de un proyecto de impuestos sobre los perros:¨¡Pobres perros! ¡Os quieren tratar como hombres!¨" [Fuente del texto del manuscrito: Karl Marx, Crítica de la Filosofía del Estado de Hegel, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2010. Se conserva la numeración de esta edición. No se mantienen ni la introducción del editor Ángel Prior (págs. 11 a 30) ni la cronología (págs. 41 a 64).] [Digitalizado por Socialismo Actual: http://socialismoactual.blogspot.com.]. La cita que aplica el término “echar por tierra” en lugar de “subvenir”, corresponde a la traducción de Introducción a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel que recoge la obra de Erich Fromm (1964) Marx y su concepto de hombre: México, F.C.E, p. 230.
[13] Rodríguez, Adriana –Torre, Elena (2014). Término acuñado en el marco de la formulación de Proyecto Grupo de Investigación (PGI): “El 98 Cubano en perspectiva, internalidad y prospectiva” (2014). Adriana Rodríguez- (directora) - Hugo Biagini (co-director), Departamento de Humanidades, UNS.
[14] Alusión al título de la obra de Leopoldo Zea: La filosofía americana como filosofía sin más (1969).
[15] Resulta prácticamente innecesario mencionar la infinidad de veces que Fidel Castro invoca a Martí en sus discursos, asignándole el lugar de héroe, autor intelectual y principio rector de la Revolución.
[16] Vide Acosta, Y. (2012) pp. 29
[17] Aludimos a la siguiente expresión de la autora: “Continuidad y cambio es la forma de respiración de los procesos históricos”. Citado en Ansaldi y Giordano (2012).
[18] Por tal definición, Arturo Roig afirma: “la concepción de que una transformación moral de nuestra sociedad es posible partiendo de las fuerzas de la subjetividad y no contra ellas (…). Se trata del trabajo duro de la subjetividad que, para cambios verdaderos, (colonialismo, posición de la mujer) necesite probablemente siglos”. (Roig, 2009: 345).
[19] Vide Benjamín, W. (1949). “Sobre el concepto de la Historia”. En Tesis Nº 17. Los Ángeles y el estudio que sobre el concepto Constelación efectuara Sergio Tischler en la obra ya citada: Revolución y destotalización
[20] Véase la aplicación del concepto de interfaz en el artículo de Mario Ayala (2017: 189-197).
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