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Bordes y umbrales de una expedición por la Nueva Granada indígena. Ancízar y sus observaciones corográficas
Nathalie Goldwaser Yankelevich
Nathalie Goldwaser Yankelevich
Bordes y umbrales de una expedición por la Nueva Granada indígena. Ancízar y sus observaciones corográficas
Borders and thresholds of an expedition through the indigenous New Granada. Ancízar and his chorographic observations
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 20, núm. 79, 2022
Universidad de Buenos Aires
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Resumen: El presente artículo analiza la obra Peregrinaciones de Alpha… de Manuel Ancízar. Un autor neogranadino trascendental, tanto para el periodismo, como para el campo editorial, la política y el género literario. En 1849 integró la Comisión Corográfica expedicionaria que devino en un tratado geográfico y estadístico de la Nueva Granada (actual Colombia), relatado en 490 páginas y publicada en 1853 bajo el seudónimo de “Alpha”.

Consideramos que pivotea sobre tres tópicos ante la reflexión de un “yo nacional” modernizante: 1) las fronteras territoriales; 2) los umbrales culturales; y 3) los pueblos indígenas frente a la población criolla.

La metodología crítica–hermenéutica implica una comprensión diferente a lo que su autor pretendió transmitir (Skinner lo denomina “tarea arqueo-histórica”). La proposición, antes que la palabra, es la que nos abriría hacia la representación que Alpha tenía del mundo.

Nos interrogamos si su tratado fue funcional al intento de desaparición de los pueblos indígenas, o acaso tendió a un proceso de mestización de las diferentes prácticas existentes en la Nueva Granada decimonónica. Con aquellos tópicos encontramos una intencionalidad: el de vencer la divisoria entre pueblos autogobernados y el propio gobierno que pretende ser nacional y moderno.

Palabras clave:Nueva GranadaNueva Granada,bordes territorialesbordes territoriales,umbrales culturalesumbrales culturales,pueblos indígenaspueblos indígenas,Manuel AncízarManuel Ancízar.

Abstract: This article analyzes the Peregrinaciones de Alpha… by Manuel Ancízar. A transcendental neo-granadin author, in journalism, in the editorial field and in politics as well as in the literary genre. In 1849 he enrolled in the Expeditionary Corographical Commission, he carried out to write a geographical and statistical treaty of New Granada (present-day Colombia), recounted in 490 pages and published in its entirety in 1853 under the pseudonym "Alpha".

We consider that it pivots on three topics, in our understanding, original before the reflection of a modernizing “national self”: 1) territorial borders; 2) cultural thresholds; and 3) indigenous peoples as opposed to the Creole population.

The methodology will be critical-hermeneutic. A text "says", thereby provoking an understanding different from what its author intended to convey (Skinner calls it an "archaeological-historical task"). In the hermeneutical aspect, it will be the proposition, rather than the word, that opens us to the representation of the world that Alpha observed.

We questioned whether Ancízar, being a liberal, republican and enlightened, was functional to disappear the indigenous peoples, or perhaps his thought tended to seek a “process of mesthetization” of the different practices existing in New Granada in the mid-19th century.

We conclude that in those topics there is an intentionality on the part of the author: on the border, the attempt to overcome the divide between self-governed peoples and the government itself that pretends to be national; on the threshold, the diagnosis of a possible "homogenization" through, first, a process of miscegenation; on the sexes, the vindication of the figure of women in those "primitive peoples" and, finally, on the difference between "indigenous" and "criollos", the criticism of the behavior of the latter with respect to the incidence of the culture of the government to which Ancízar responded.

Keywords: Nueva Granada, territorial borders, cultural thresholds, indigenous peoples, Manuel Ancízar.

Carátula del artículo

Artículos

Bordes y umbrales de una expedición por la Nueva Granada indígena. Ancízar y sus observaciones corográficas

Borders and thresholds of an expedition through the indigenous New Granada. Ancízar and his chorographic observations

Nathalie Goldwaser Yankelevich
CONICET-UBA/IEALC-UNDAV, Argentina
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 20, núm. 79, 2022
Universidad de Buenos Aires

Recepción: 10 Junio 2021

Aprobación: 27 Septiembre 2021

Bordes y umbrales de una expedición por la Nueva Granada indígena. Ancízar y sus observaciones corográficas.
Introducción

Colombia es un país cuya historia política en el siglo XIX ofrece características que la diferencian del conjunto latinoamericano. Por un lado, la precariedad inicial de las instituciones implantadas a nivel nacional como la Iglesia, pero también y, sobre todo, el Estado (…) y de una desconfianza persistente hacia el poder que perdurará a lo largo de los siglos XIX y XX[1].

En una expedición, lo material y lo intangible se encarnarían en el borde y en el umbral (respectivamente), en tanto binomio difícil de desarticular. Más aún cuando se trata de una “Comisión Corográfica”, un tipo de estudio e investigación científica con criterios geográficos, pero que tiene intenciones, no solo de descripción de regiones o comarcas, sino también de censar recursos minerales, hidrográficos, agrícolas y demográficos y, muchas veces, según el expedicionario, capturar signos y huellas de culturas y pobladores desconocidos, extraños, “extravagantes” a los ojos del observador, y que hacen de ello, un tipo de nación, un tipo de umbral.

¿Cómo se puede ser un observador “objetivo”, si se tiene como meta la ansiada modernización política y, además, el prejuicio de que los síntomas alarmantes de atraso se encontraban en las aldeas con vestigios coloniales? ¿Fue Ancízar un “determinista expedicionario”? ¿Tuvo como pre-diagnóstico que la “civilización” se encontraba en las partes ‘altas’ de la actual Colombia, y la “barbarie” en las zonas ‘bajas’ y cálidas?

Según Safford (1991: 24-25), Ancízar creía que el “elemento indígena” era menos inteligente que el “elemento blanco”, incluso se animó a justificar el motivo de ese atraso y postración a la colonización que, entre otras cosas, los incapacitó para disfrutar los beneficios que el mundo republicano les ofrecía. Pero, nos preguntamos: ¿dicho ofrecimiento realmente había llegado gracias a la introducción del intelectual urbano, el burócrata, el administrativo enviado por el gobierno “central”, a las zonas propias de la vida aldeana? Veremos, al respecto, la clara postura del autor.

El recorrido que emprendió, se dio de manera dispersa por un territorio que, en la entonces Nueva Granada (actual República de Colombia) de mediados del siglo XIX, se presentaba como “virgen”, “poco transitado” aunque convulsionado por el arribo del republicanismo criollo. Y, desde luego, se propuso realizar mapas que actualicen las fronteras y regiones para que las influencias de las autoridades neogranadinas se instalaran, por ello el fuerte interés político de esta operación corográfica.

Siguiendo a Villegas Vélez (2011: 93-94), el equipo corográfico partió de Santafé de Bogotá el 21 de enero de 1850, recorrió las provincias de Vélez, Socorro, Tundama y Tunja y regresó a su punto de partida en el mes de septiembre. El primero de enero de 1851 salió, nuevamente de la capital de la República, la segunda expedición que viajó por las provincias de Soto, Ocaña, Santander y Pamplona.

En este trabajo analizaremos el primer recorrido efectuado por Manuel Ancízar. Este fue hombre de confianza, tanto del presidente general Tomás C. de Mosquera, como del general Hilario López. Es nombrado, por este último, como “secretario” del geógrafo experto italiano, Agustín Codazzi, no siendo Ancízar un científico, y menos, avezado en una escritura de aquel estilo, pero iba a controlar muy bien los intereses presidenciales.

No obstante, nuestro autor en estudio, entre los años 1847 y 1852, estableció una imprenta y fue allí editor[2]; luego, supo fundar el polémico “periódico” El Neogranadino, su escritura sobrepasaba el de un simple informante gubernamental.

Ancízar se comprometió a realizar dos obras: en primer lugar, un diccionario geográfico-estadístico que contuviera la posición de todos los lugares con su temperatura, población, producciones, comercio, vías de comunicación, rentas, obras públicas, nociones generales sobre la organización política, militar, estadística, judicial, crediticia y educativa; y en segundo lugar:

Art. 3o. También escribirá Ancízar una obra acompañada de diseños, describiendo la espedicion jeográfica en sus marchas i aventuras, las costumbres, las razas en que se divide la poblacion, los monumentos antiguos i curiosidades naturales, i todas las circunstancias dignas de mencionarse. Esta obra esencialmente dramática i descriptiva, deberá combinarse con la del Diccionario jeográfico-estadístico, de tal modo que ambas den a conocer el pais en el esterior en todas sus faces i especialmente en las que sean adecuadas para promover la inmigración de estranjeros industriosos (sic. En Villegas Vélez, 2011: 94).

Se sabía o se creía que la actual Colombia, durante el siglo XIX, era un país “pobre”, dado que se encontraba marginalizado de transacciones transatlánticas, de intercambios con seres humanos migrantes o de elementos beneficiosos para activar la economía nacional (avant la lettre). En materia inmigratoria, eran escasos los residentes europeos porque no encontraban allí un posible beneficio económico, sumado a las difíciles características territoriales y, como si esto fuera poco, llegaban a todas partes del mundo las noticias de las continuas guerras civiles[3].

Una de las más renombradas ha sido la famosa “Guerra de los Supremos” (1839-1841), es la que inaugura esta etapa compuesta por una serie de guerras civiles que, para sintetizar, se iniciaban con un “debate” ideológico en un reducto espacio público de una plaza cualquiera, inmediatamente después se divulgaba a través de la prensa gráfica hasta llegar a una alta conflictividad sociopolítica que se resolvía en el campo de batalla. Consecuencia de ello, y luego de estas batallas, se logró, en 1843, la redacción de un nuevo texto constitucional.

Noticias iniciales sobre Alpha

Uno de sus más tempranos biógrafos -y enterado de la “peregrinación científica”-, Emiro Kastos (seudónimo de Juan de Dios Restrepo), años antes de la impresión editorial de aquella misión, publicó en la prensa bogotana una noticia sobre el trabajo que emprendería “Alpha” (el seudónimo de Manuel Ancízar), en uno de los más influyentes periódicos del momento. Sin conocerlo en persona, el periodista se proponía mostrar la importancia de aquella travesía.

Para Kastos, todo lo que literariamente se podía anoticiar en los periódicos del momento, fue solapado por un clima ardiente de pasiones políticas. Por ello, el trabajo que encararía Alpha lo consideraba primordial porque, no solo se dedicaría a describir la geopolítica y las costumbres de la Nueva Granada, sino que le imprimiría un tono literario para poder asombrarse de la belleza natural. “Observaciones científicas, festiva y mesurada crítica, recuerdos históricos, culto y nítido lenguaje, pincel verdadero, alma é imaginación de poeta: nada echará de menos en las Peregrinaciones el más exigente lector” (Kastos, 1972: 42; ortografía original del autor).

La biografía del corógrafo “improvisado” ha sido bastante turbulenta. Los Ancízar se exiliaron a Cuba con el advenimiento de Bolívar, por estar muy apegados a la colonia española. Pero Alpha se “pasó de bando”. En La Habana, fue tildado como “subversivo” por sus ideas democráticas. En 1830 se alista en un grupo (Cubanacán, manera en que los indígenas llamaban a la isla) que conspiró contra las autoridades españolas de ese país. Dado el nivel de persecución sufrido allí, decidió embarcarse a los Estados Unidos.

Incomodo en ese territorio, se mudó a las cercanías de su Nueva Granada: en Caracas, en 1840, se convirtió en cófrade del prestigioso literato y político, Lino de Pombo. Gracias a sus influencias, Ancízar, quien muere en Bogotá en 1882, logró un cargo como “ministro plenipotenciario” a fines de 1850, para negociar los límites territoriales entre Venezuela y Nueva Granada. Tanto en uno como en el otro territorio, no solo observó una frontera inmanente entre conservadores y liberales, sino que identificó un umbral -para nada nítido- en sus practicantes. En los primeros, un espíritu alejado a la necesidad de modernización, más bien con cierto dejo de pereza y rutina; en los segundos, todo lo contrario, intenciones firmes de reformas en todas las esferas de una nación en ciernes. El elemento nacionalista fue un componente de gran importancia en el proceso de modernización y desarrollo para la fundación de la nación y el Estado, aunque en diferentes fases[4].

La denominación “Nueva Granada” fue conservada por un doble motivo: guardar el recuerdo y la relación con el odiado imperio colonial; al tiempo que fija los límites definitivos del Estado por el “principio jurídico del ‘uti possidetis iuris’, esto es, a las antiguas fronteras administrativas de la colonia, como aparecían en 1810” (König, 1994: 419).

Introducido el contexto y la biografía[5] de quien supo publicar Peregrinaciones de Alpha por las provincias del norte de Nueva Granada, en 1850 i 1851, en formato libro en 1853 por la Imprenda de Echeverría Hermanos, es momento de describir la obra.

Un tipo de apunte de una fina literatura de observaciones y experiencias de viaje, sumado a un compendio geopolítico y social de la Nueva Granada. Si bien contiene información “real”, su escritura aloja cierta calidad poética-literaria.

Los materiales de la Comisión Corográfica se constituyeron en una oportunidad para que sectores de la población, más o menos amplios, re-conocieran su patria. Los escritos, las acuarelas y los mapas apelaban a los sentidos y a las emociones de quienes habitaban los territorios descritos, dentro de un proyecto nacionalista que buscaba que las personas se identificaran con sus provincias y con la nación en su conjunto. Para quienes no habitaban en éstas, era la oportunidad de representárselas y compararlas con sus propios paisajes de experiencias. Para unos y otros, era la oportunidad de leer, ver, comentar y disfrutar simultáneamente la más completa y detallada descripción de un fragmento de la nación (Villegas Vélez, 2011: 97).

Para analizar el cuadrilátero borde – umbral – diferencia de los sexos – pueblos indígenas, nos detendremos en algunos tópicos -en un contexto (1853) en el que una nueva Constitución nacional era, en la Nueva Granada, un hecho por concretarse en todo su esplendor-. En este sentido, la metodología que adoptamos no sólo es crítica, sino también hermenéutica. Parafraseando a Skinner (2007: 196 – 197), se toman las “ideas en contexto”, esto es, un texto “dice”, “habla” y por eso provoca una comprensión diferente a lo que su autor pretendió transmitir (nos toca, en este escrito, una tarea que se denomina “arqueo-histórica”).

Pero, además, es hermenéutico porque, al decir de Bubner (1992: 250), utilizamos el lenguaje, no para demostrar la verdadera imagen del mundo que libremente es proyectada, como si se tratara de una “ley empírica”. En efecto, Ancízar, como todo aquel que utiliza el lenguaje, lo hace para reclamar autoridad, o emocionar a los lectores e, incluso, para crear límites de inclusión o de exclusión.

Con este método, nos acercaríamos al pasado con capacidad de escucha, con un compromiso de evitar todo “anacronismo” que tergiverse al autor en estudio. Hermenéuticamente, dentro de la historia de las ideas, se pretende comprender no solo el significado de las palabras del escrito, sino también interpretar la intención de su autor, esto implica considerar la “racionalidad de sus creencias”, no sin ello considerar los posibles enigmas explicativos que puedan emerger (Skinner, 2007: 29).

Topografía accidentada o una excusa para resaltar lo no deseado

Toda la generación ilustrada, criolla, tanto bogotana como antioqueña, no ignoró que la región tenía una gran extensión territorial, con variedades locales muy disímiles, étnicas como de configuración organizacional, en parte producto de una topografía irregular y de difícil tránsito y comunicación.

La intención de fondo era anotar y acopiar material para analizar la posibilidad de una integración de la población autóctona, tomando del “nativismo” los elementos que permitirían construir una red pública. Pero, al mismo tiempo, criticar los vestigios de la colonización: la crueldad ibérica era su mayor argumento para desechar la conquista y rechazar la imposición e influencia hispánica en la República en ciernes. Para Ancízar, era necesario desterrar in toto esos rasgos coloniales si se quería completar la independencia.

Así, se comprende por qué el “pelegrino” Alpha era un ‘artesano de las leyes’ y un ‘fotógrafo de las costumbres’.

En la Peregrinación aparece crítico, paisajista, pintor de costumbres, hombre de arte y de imaginación; geólogo, anticuario y escritor donoso y entretenido por demás. Sus cuadros de costumbres populares revelan un espíritu fino y observador, […] Ninguno ha pintado mejor nuestra arrugada y salvaje naturaleza, tan llena de luz, de poesía y de contrastes (Kastos, 1972: 26).

La Peregrinación…[6] marcó un hito. Fue detallista, descriptivo, y con ello también abundó en análisis y buscó interrelaciones en los fenómenos que observó, lo que le permitió reconstruir “orígenes”, sugerir causas a ciertas consecuencias para, posteriormente, ofrecer soluciones dentro de lo que ha sido un legado, tanto literario, como científico-social para la “profunda Colombia”.

Respecto de la diferencia de los sexos nos interrogamos: ¿también es un accidente? Escribió Ancízar que “las mujeres, sobre todo, las siempre olvidadas mujeres, forman una gran masa de ignorantes” (Ancízar, 1956: 374-375).

Un dato no menor es que su Peregrinación… está compuesta por un relato dividido en 43 partes que suman un total de casi 500 páginas. Cada parte refiere a un pueblo, cantón o ciudad con datos detallados de caminos, accidentes geográficos y sus medidas, ríos, tipos de vegetación y vida animal. Lo que más le importaba, sin duda, era relacionar esos datos con una “observación distante” de las procesiones o cultos religiosos practicados en cada sitio recorrido.

La diferencia de los sexos, un umbral innovador para la época, es ejemplificado a partir de la cultura material. Con la excusa de relatar la procesión del culto a la Virgen, no ahorra tinta en anotar los modos de vestir de cada asistente e identificar cada casta: desde la adjetivación de “pulida” a una “dama de ciudad” hasta darse cuenta de una “campesina” que por su vestir aparenta riqueza, o denominar a la bogotana como “guaricha y regordeta” (Ancízar, 1956: 44).

De algún modo no intencional, Alpha logra testimoniar y alojar la memoria del pueblo indígena y criollo, que se constituye, no solo con sus acciones y modos de conducirse en la vida, sino también por las secuelas que dejó la conquista, la cual implicó cambios fisonómicos de los pueblos o nuevas arquitecturas no autóctonas, provenientes de los propios conquistadores. Al respecto, es evidente que cuando Ancízar desea expresar una crítica social hay, en su cadencia escritural, un cambio o modificación notable.

La historización de la cultura material, por ejemplo a través de un colegio, se convirtió en una pieza narrativa central. Observó que, a pesar de existir ostentosos templos e iglesias, no obstante comenzaba a existir el distanciamiento o secularización de las instituciones civiles, la influencia española colonial en materia religiosa respecto del nuevo rumbo que emprendió la Nueva Granada. No dejó de sorprenderse de la existencia de un colegio

[…] en el cual se enseñan latín, filosofía especulativa, algo de castellano y francés, y una cosa que llaman Jurisprudencia, sin duda muy útil, junto con las susodichas enseñanzas, para sacar hombres de provecho que sepan descubrir y explotar las ricas minas en que abunda el territorio de Vélez, adelantar su agricultura y abrir los caminos de que carece y sin los cuales jamás saldrá la provincia de su actual condición pasiva y estacionaria (Ancízar, 1956: 46).

Incluyó, en ello, su percepción poblacional, aunque fue ambivalente, claro está, porque no desdeñó lo autóctono del mundo indígena, pero intuyó que el mestizaje era el camino para la República. Tanto a “los indígenas y blancos” los vio sanos y robustos, por ende, las “deformidades del coto y miembros contrahechos, tan comunes en otras partes” fueron totalmente erradicados (Ancízar 1956: 38). Y continúa, casi como un desprendimiento de aquello, sobre lo material.

Allí anotó lo que denominó “progreso” por la relación con la existencia de casas nuevas y el aseo de las calles que, incluso, muchas de ellas se encontraban con empedrados, pero “el buen gusto y la elegancia no han penetrado todavía en la vida doméstica ni en el ajuar y disposición de las casas” (Ancízar, 1956: 38). Estas observaciones lo llevaron a concluir y reivindicar, cual típico republicano, la necesidad de una educación eficaz para los fines de la construcción del Estado y la Nación en toda la Nueva Granada.

La diferencia de los sexos se le hizo presente, encarnado, cristalizado, ahora sí, en una frontera construida dentro de la escuela primaria: una para niños, otra para niñas y, nos aclara el autor que “están tan mal surtidas, que el ánimo se contrista al ver semejante imperdonable descuido de los más caros intereses morales en el seno de un pueblo que por cierto no es pobre ni debe ser partidario de la barbarie” (Ancízar, 1956: 46; cursivas nuestras).

La frontera entre aquella diferencia entre indígenas y la condición de “las señoras” se materializaron, en la escritura de Ancízar, en un modo de vida “muy recogido y modesto” (47) dedicadas a ejercer la religión cristiana, con una actitud sedentaria, a diferencia de las mujeres indígenas. Y este sedentarismo produjo un habitar sin emociones ni excitaciones. La devoción, en el caso de las mujeres criollas era, por el momento, el único camino posible.

Tal es la suerte de las mujeres en la región de la Cordillera, y esta es sin duda la causa de la propensión al rezo, y prácticas monásticas que caracteriza a los moradores del antiguo país de los chibchas. El influjo de la mujer es siempre grande, y a su ejemplo se amoldan las costumbres domésticas y las inclinaciones de los hijos y subordinados (Ancízar, 1956: 47).

Como se observa, aunque la provincia de Bogotá no era explícitamente el motivo de esta expedición, Ancízar en su Peregrinación… no dejó de dedicarle varias páginas para historizar los antiguos habitantes, los chibchas. Estos, lejos de ser bélicos y bárbaros, los calificó con un carácter pacífico y relativamente civilizados. Desde una mirada liberal, se animó a culpar a la colonización y develar “una monstruosa mezcla de las habitudes del réjimen [régimen] colonial, disfrazadas con las fórmulas republicanas sin vigor, sin la vida de las ideas que solo la cumplida ejecución de las leyes podrán infundirles” (Ancízar, 1956: 124).

También historizó sobre los primeros años de la colonia y la situación de los “indígenas” en el territorio que se ubica alrededor del altiplano cundiboyacense, situado entre la cima del Boquerón y los cerros rocosos, a kilómetros de la planicie del valle de Ubaté que linda con la laguna de Cucunubá (actualmente es el departamento de Cundinamarca). Allí, en torno a 1540, escribió Ancízar, aquellos indígenas de Tausa, Suta y Cucunubá concertaron un alzamiento contra los españoles: “más para resistirles i librarse de la cruel sujeción a los repartimientos, que para atacar a los insufribles dominadores” (Ancízar, 1956: 16). A pesar de esta resistencia, lo que corrió allí fue sangre y masacres, además de desalojados de su civilizada morada con una “gran mortandad de hombres, mujeres i niños” (16).

Todas estas comarcas mencionadas son el reflejo de una mirada en el que el umbral de muerte es tan poco tolerado por el escriba que no hace más que denunciarlo en cantidades de páginas de informe en su peregrinación

Fronteras impuestas por los criollos, umbrales de inocencia

La figura del chibcha, pueblo indígena que lo sorprende sobremanera (nótese que lo denomina “antiguo país de los chibchas”), le permitió a Alpha vislumbrar corrosiones, continuidades y rupturas. La corrosión, producida por el conquistador, a aquellos indígenas que con buen tino ejercían actividades territoriales prósperas para la Nueva Granada.

Llama la atención que, para el expedicionario, esos pueblos indígenas también sumarán a la civilidad del país. Tal como Rousseau interpretó “al buen salvaje” en el Contrato Social; para Ancízar, los pueblos indígenas contenían un tipo de genio primitivo productor de agricultura; a diferencia de “nuestra perezosa industria pecuaria”. Aquellos concebidos como “inocentes”; estos, los criollos, “nosotros”, retrocediendo abismalmente hacia un momento pre moderno por no practicar esta actividad, siendo la ganadería, “el primer escalón de la civilización, la cual no se radica verdaderamente sino con la agricultura” (Ancízar, 1956: 19).

Así, sus descripciones de pueblos, cantones o de esos umbrales llamados “naciones”, las utilizó para criticar las instituciones o prácticas que han detenido el paso a la modernidad de la Nueva Granada: la cuestión de la religión (y del clero) estuvo siempre ligada al resto de los aspectos que componen una nación.

No le faltó registrar la ética de los funcionarios que respondían al gobierno central, y a su mal desempeño en las tareas consignadas. La corrupción, un tema “inactual” por cierto, impregnó todos los aspectos de las instituciones implantadas: desde las iglesias y templos, sus actores intervinientes como sacerdotes y cardenales, hasta aquellos empleados estatales secularizados. Por ello recomendó que se los instruya para que se acabe con esa laceración aldeana, la cual respondería a una de las interrogaciones formuladas al inicio de este artículo.

En este sentido, le preocupó la tergiversación o malversación de las costumbres, como el hecho de no lograr que los matrimonios y los nacimientos sean legítimos. Cuando esto último no sucede “salen los jóvenes licenciosos, (…) emancipados de la dudosa autoridad paterna, y las mujeres de vida suelta y aventurera, que tienen por disculpa y modelo la conducta de su propia madre. La progresión del daño social es rapidísima” (Ancízar, 1956: 82-83).

Aquí, entonces, la institución de la familia (religiosa) en formación, dentro de estos pueblos y cantones fue, para Alpha, el espacio de germinación de ideas, creencias y costumbres que podrían configurar un tipo de orden social, por ende, un nacimiento ilegítimo generaría una vida social de la misma calaña. El enfrentamiento se dirige a las malas prácticas de los actores del mundo religioso pueblerino, no directamente a la religiosidad o creencias monoteístas.

Pero la problemática aquí planteada tiene que ver con quitar las fronteras, y lograr cruzar el umbral. La “raza indígena” (tal como caracteriza Ancízar) debe ser sustituida (debe atravesar su umbral simbólico) y ser influenciada por la cultura neogranadina. Evidentemente, en 1850 - 1851, no hubo ingenuidad política ni ausencia de política nacional de construcción de una identidad común, revestida por las instituciones democráticas, y perfilada por una forma de “libertad de industria y de movimiento”, sustituyendo el viejo sistema colonizador que no ordenaba social ni cívicamente a la población.

¿Por qué sostener que Manuel Ancízar aspiraba a un “proceso de mestizaje”? Este logró observar, comprender y explicar una de las costumbres indígenas más paradigmáticas y misteriosas para su época: en la Villa de Cocuy, en aquella “nación independiente de los chibchas” (Ancízar, 1956: 222), existía un mandato obligatorio, que para evitar anacronismos no podemos llamarlo “travestismo”, pero que compondría otro elemento propio de la diferencia de los sexos y la relación con lo indígena en este período decimonónico. Nos referimos a la anotación de Alpha sobre una práctica poco común en el mundo criollo: si una indígena paría cinco varones, la comunidad podría convertirlo “en hembra” a uno de los hijos “a las doce lunas de edad”, esto es, en cuanto a criarlo e imponerle quehaceres de mujer: “[…] y como lo criaban de aquella manera salían tan perfectas hembras en el talle y ademanes del cuerpo, que cualquiera que los viese no los diferenciaría de las otras mujeres; a estos llamaban cusmos” (Ancízar, 1956: 222). Para Ancízar, este acto era inadmisible, elemento de la barbarie en toda su pureza.

Conclusiones

El “visionario” Manuel Ancízar, atisbó la puesta en práctica de una nación cívica, republicana -a mediados del siglo XIX en Nueva Granada-, en espacios impensables ya que no contaban con las bases o condiciones de posibilidad. A pesar que en la provincia de Vélez eran todos blancos, de raza española pura, cruzada con la indígena, e indígena pura:

[…] cuando la absorción de la raza indígena por la europea se haya completado, lo que no dilatará mucho, quedará una población homogénea, vigorosa y bien conformada, cuyo carácter será medianero entre lo impetuoso del español y lo calmudo y paciente del indio chibcha, población felizmente adaptable a las tareas de la agricultura y minería, fuentes de gran riqueza para Vélez, y a la fabricación de tejidos y sombreros para el consumo propio, en la cual se emplean hoy mismo con gusto, aunque sin gran provecho, las mujeres (Ancízar, 1956: 116).

Una frontera por ser vencida, un umbral para “homogeneizar” (mestizar), pero no eliminar. La fórmula que el peregrino cree más viable es la influencia de las mujeres como una de las diferencias entre los sexos pero bajo un tipo de “antropofagia” de la hoy mal llamada “raza indígena”.

Se observó en toda la obra, aunque aquí lo hemos referido muy sucintamente, que cuando se refirió al atraso que sufrió y sufre su nación neogranadina, las mujeres y sus prácticas morales o costumbristas, eran una de las causas posibles.

La familia, sea española, criolla, mestiza o indígena, fue acogida por Alpha como la institución por excelencia que colocaría las fronteras necesarias para la separación entre civilización – barbarie. Y así, cruzar el umbral hacia el progreso y la modernización y, por último, mantener a raya las diferencias de los sexos.

Ancízar se retiró de la Comisión Corográfica y su expedición al cumplirse dos años. De todas maneras, ofreció al mundo bibliográfico un escrito pionero bajo un género literario particular, y con una reflexión científica sobre el modo de ser y del estar del país en aquellos tiempos, algo verdaderamente extraño para la época en cuestión.

Para finalizar, hemos podido percibir la búsqueda, por parte de Manuel Ancízar, de tópicos, elementos y componentes e, incluso, herramientas tanto materiales como intangibles, que permitiesen reconstruir una historia, una sociedad neogranadina a través, no solo de adoptar costumbres de raigambres indígenas como españolas, sino también, crear una nueva cultura colombiana diagnosticando un presente, pero avizorando el fin de un sistema colonial. Para ello planteó, sin dudar, la necesidad de reconocer las diversas expresiones políticas-culturales, su diversidad regional y su historia particular.

Material suplementario
Bibliografía
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Notas
Notas
[1] Marco Palacios, “Prólogo”. El nacionalismo cosmopolita... Martínez, Frédéric. (Bogotá: Banco de la República, 2001), 25.
[2] La primera editorial moderna en Colombia, con un tipo de funcionamiento de móviles metálicos o litográficos, en lugar del uso de la madera. Cfr. Fajardo de Rueda, 1998: 118.
[3] Cfr. Martínez, (2001); Safford, (1991); König, (1994); Rojas, 2001); entre otras investigaciones.
[4] Cfr. Safford, (1991); König (1994).
[5] Para ampliar, véase Loaiza Cano (2004).
[6] Peregrinación de Alpha… forma parte de la Biblioteca de la Presidencia de la República de Colombia. Gracias a la digitalización realizada por la Biblioteca Virtual del Banco de la República, se pudo acceder a la obra completa. Las citas y referencias corresponden a esta edición (1956).
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