Resumen: La leche fue también un signo revolucionario utilizado en favor del proyecto político camino al socialismo en el gobierno de la Unidad Popular (UP). Los trastornos nutricionales derivados de su carencia en sectores de la niñez fueron considerados como obstáculos antirrevolucionarios. Adicionalmente, la lactancia materna fue impulsada al considerársela vital para la formación del “hombre sano y feliz” del mañana. Desde la perspectiva de una historia de la alimentación y, a partir del análisis de documentos institucionales del Servicio Nacional de Salud (SNS), el Ministerio de Educación Pública, las revistas Cabrochico, Paloma, La Firme, además de entrevistas a mujeres beneficiadas con el Plan de Leche, constatamos que la significación adquirida por la leche sintetizó un aspecto central de la democratización de la salud. El oficialismo otorgó a las mujeres el rol de madres abnegadas para fines revolucionarios. Lo anterior nutrió el debate público entre gobierno y oposición en torno al uso y distribución de la leche en medio de un ambiente cuajado de tensiones políticas.
Palabras clave: leche, revolución, Programa Nacional de Leche, mortalidad infantil.
Abstract: Milk was, within its versatility in 20th century Chile, also a revolutionary sign used in favor of the political project on the road to socialism in the Popular Unity (UP) government. Nutritional disorders derived from its deficiency in childhood sectors were considered as anti-revolutionary obstacles. In addition, breastfeeding was encouraged because it was considered vital for the formation of the "healthy and happy man" of tomorrow. From the perspective of the history of nutrition and based on the analysis of institutional documents of the National Health Service (SNS), the Ministry of Public Education, the magazines Cabrochico, Paloma, La Firme, as well as interviews with women who benefited from the Milk Plan, it is found that the significance acquired by milk synthesized a central aspect of the democratization of health. The government gave women the role of self-sacrificing mothers for revolutionary purposes. This fueled the public debate between government and opposition over the use and distribution of milk in an environment fraught with political tensions.
Keywords: milk, revolution, National Milk Program, child mortality.
Artìculos
La leche como expresión del humanismo revolucionario en el Plan Nacional de Leche del gobierno de la Unidad Popular (Chile, 1970-1973)
Milk as an expression of revolutionary humanism in the National Milk Plan of the Popular Unity government (Chile, 1970-1973)
Recepción: 11 Febrero 2023
Aprobación: 24 Enero 2024
En el siglo XX latinoamericano la desnutrición fue una condición resultante de la alimentación insuficiente de madres y niños (Jiménez, 2009: 100). La alimentación denominada “deficiente” fue caracterizada por el déficit de proteínas y el bajo consumo de leche (Illanes, 2010b: 23). Este fue un período en el que la leche era reconocida internacionalmente como un alimento clave para la nutrición y el crecimiento, y que no podía ser sustituido (Llorca et al., 2020: 251). Esto, debido a que alejaba al cuerpo de los niños de enfermedades infectocontagiosas como la viruela, tuberculosis o la sífilis, diarreas infantiles, etc. (Illanes, 2010b: 23). Por tal razón el Estado se convirtió paulatinamente en agente responsable de la alimentación de los menores que no tenían acceso a una alimentación adecuada (Núñez y González, 2013: 78). A partir de la urgencia de responder a la alta mortalidad infantil, el Estado buscó formas de combatir este grave problema y, consiguientemente, encuentra en la alimentación una forma de regenerar los débiles cuerpos de los niños. Por otra parte, tengamos presente que la desnutrición infantil fue un tema abordado en las propuestas políticas de los presidenciables Salvador Allende y Jorge Alessandri. Entre las primeras 40 medidas que impulsaría la UP en caso de obtener el gobierno en 1970 se encontraba el proporcionar medio litro de leche diario a los niños chilenos para combatir la desnutrición; y el programa de Alessandri proponía crear un Consejo Nacional de Nutrición que concentrara la administración de las medidas de alimentación infantil, reconociendo los esfuerzos del SNS para proporcionar leche a lactantes y a un sector de los preescolares (Salazar, 2020; La Nueva República, 1970: 23).
En el campo de la salud pública se llevó a cabo la más radical transformación institucional democratizadora a partir de medidas como la duplicación del periodo postnatal y el resguardo de la lactancia materna (Illanes, 2022: 372). Entre estas medidas, se destaca el otorgamiento de leche en polvo a todos los niños y embarazadas que lo requerían. El reparto de leche por acción gubernamental fue una práctica masiva desde la creación del SNS (1952) y la puesta en marcha del Programa Nacional de Alimentación Complementaria (1954), en progresivo aumento hasta que Allende le otorgara máxima importancia a esta práctica en 1970 (Jiménez, 2009: 105). El gobierno de la Unidad Popular echó a andar un proyecto dirigido a democratizar la salud con cobertura universal (Merino, 2021: 40-41). De esta manera, la salud adquirió un carácter universal y democrático por estar al alcance de toda la población. El gobierno mostró una viva motivación para responder a los problemas que aquejaban al pueblo, pero haciéndolos parte a ellos de este proceso de reforma estructural. Ellos fueron parte activa de la construcción de una nueva sociedad a través de complejas organizaciones barriales, símbolos de una naciente revolución.
El gobierno de la Unidad Popular gobernó sobre el cuerpo popular tomando medidas de equidad en salud, comprendiendo que en el ámbito del cuerpo todos somos esencialmente “iguales” (Illanes, 2022: 372). El gobierno diagnosticó que las madres y niños eran uno de los grupos más vulnerables de la sociedad, por lo que se buscó que estos se volvieran útiles a la sociedad para superar la etapa del subdesarrollo (Illanes, 2022: 373). La lactancia artificial basada en leche de vaca desecada fue una medida necesaria como política de salud pública en Chile, lo cual permitiría cerrar el círculo de la desnutrición (Núñez y González 2013, 79). De esta manera, se formarían hombres sanos, fuertes, aptos para el trabajo productivo a partir de la labor de los cuidados ejercidos por las mujeres (Discurso de Salvador Allende en la Universidad de Guadalajara, 1972). Dentro de la compleja red que caracterizó al pueblo organizado, las mujeres se posicionaron en la vanguardia de estas fuertes transformaciones. Ellas fueron las intermediarias para modelar el cuerpo de niños “sanos y robustos”.
El médico y presidente chileno promocionó la campaña del medio litro de leche como uno de los pilares de la justicia social (Jiménez, 2009: 105). La leche adquirió una imagen revolucionaria y representativa del nuevo gobierno popular. Este plan buscó “mejorar el estado nutritivo de la madre y del niño” (Ministerio de Educación Pública y Ministerio de Salud Pública, 1972: 30). La campaña del medio litro de leche fue la anunciación no formalizada del reparto universal y gratuito a todos los niños del país, con el fin de construir el “Chile sano y feliz del futuro”. Posteriormente, esta campaña se institucionalizó a partir del Programa Nacional de Leche dirigido por el SNS. Como indica Álvarez (2022: 251-251) el gobierno de la Unidad Popular buscó transitar pacíficamente al socialismo, tomando recaudos con respecto a la posible reacción de las FF. AA. y el quiebre de la tradición democrática del país. Este plan fue parte de una revolución pasiva que tenía como objeto fortalecer la responsabilidad estatal en los ámbitos de la salud y fomentar instancias de participación e integración cultural (Merino, 2021: 227). Junto a la distribución de leche se estructuraron campañas educativas populares a propósito de su manipulación y beneficios. Se contempló que la amplia distribución de leche desde los primeros meses de vida de los niños y durante el periodo gestacional de las mujeres iba a facilitar el progresivo tránsito hacia una sociedad de ciudadanos fuertes que aspiraran a los valores colectivos.
Existen escasos estudios que se enfocan en el Programa Nacional de Leche. Jiménez (2009: 105) califica a este programa como una intervención nutricional que tuvo asociación directa con el aumento de consultas y de la cobertura médica. Al mismo tiempo resalta el carácter colectivo de esta acción gubernamental que contó con la participación de los médicos y de las FF. AA. en la logística y reparto de leche, idea que también destaca Valdivia (2005: 177-206). Autoras como Zárate (2017: 32) e Illanes (2010a: 27), exponen que, a partir del plan de leche, las enfermeras y trabajadoras sociales intervinieron en el niño a partir de una práctica teórica inmersa en los barrios, traspasando el conocimiento a las organizaciones barriales. A pesar de la importancia e innovación que significó esta política en el ámbito de la salud por su amplio alcance, Goldsmith (2019b: 76) critica que este programa continuó posicionando a las mujeres chilenas en la intimidad del hogar y al cuidado de los hijos, ejerciendo su rol de madres como “condición femenina”. Neves (2021b: 2) estudia el protagonismo de las madres como actoras de la vanguardia revolucionaria del pueblo. Sin embargo, no existen estudios que se enfoquen en la representación de aquella bolsa de leche en polvo otorgada por el gobierno popular a los niños, madres y embarazadas como un signo revolucionario y herramienta constructora/creadora de la sociedad socialista a través de la intervención en la niñez popular.
De lo anterior, se plantea que la leche en polvo se volvió un signo revolucionario que procuró formar niños fuertes y sanos para la construcción de una sociedad socialista. No obstante, esta medida necesitó los cuidados de las madres para preparar y servir esta leche a sus hijos a partir de horarios y medidas establecidas por los médicos. Consiguientemente, las maternidades populares se convirtieron en intermediarias de la “regeneración de la sociedad” que tomó rasgos de la medicina tradicional en función de las tareas revolucionarias del pueblo. A pesar de ello, la leche materna fue aún más elogiada, volviéndose su estímulo la clave para construir una nueva sociedad desde el nacimiento. Esto, porque se comprendió la leche materna como la perfecta protectora de la salud de los niños, útil para combatir enfermedades como las diarreas infantiles. Estas enfermedades se convirtieron en la antítesis del hombre nuevo, no obstante, se sugirió combatirlas a partir de la acción organizada del pueblo.
Este trabajo se sustenta del concepto de la revolución, considerando que Allende fue quien emprendió la intervención estatal más radical de la historia de Chile en los ámbitos de la salud, vivienda, educación y reajuste de salarios (Álvarez, 2022: 251). La revolución socialista es comprendida como el proceso de devolver el habla al pueblo a partir de la participación de los trabajadores en la creación, discusión y difusión de los mensajes sociales (Bowen, 2008). El concepto de revolución de la Unidad Popular presentó una dimensión marcadamente democrática, basada en el poder popular, el respeto por la legalidad e institucionalidad (Garrido, 2014: 129). Este proceso revolucionario se preocupó de mejorar las condiciones socioeconómicas de la población más desposeída, sobre todo de los niños y madres quienes fueron comprendidos como los más débiles de la sociedad. En este contexto, la leche se comprendió como un derecho inalienable, capaz de curar al cuerpo enfermo a partir de la acción organizada del pueblo (Neves, 2021a: 78). En la propia población estuvo la responsabilidad de regenerar el cuerpo debilitado y desnutrido, combatiendo sus enfermedades a través de organizaciones barriales. A partir de lo anterior, se comprende la alimentación como un “hecho social total”, complejo y multidimensional (Demol y Monserrat-Mas, 2013: 42). Es decir, todas las áreas de la cultura y tipos de instituciones encuentran en la alimentación una forma de expresión influyente (Contreras y Gracia, 2005: 9). De este planteamiento se comprende que las formas de alimentación están sujetas a contextos históricos, por lo que la histórica promoción del consumo de leche por parte de la comunidad médica se puso al servicio del proyecto revolucionario. Así, los médicos se encargaron de transmitir el conocimiento científico a la población para que ellos adquirieran la autonomía necesaria para combatir las enfermedades y modelar el cuerpo del niño coherente con el ideal de un hombre nuevo. En esta línea, Muñoz (2019: 85-87) indica que el plan de leche buscó crear conciencia social formando líderes comunitarios y una nación comprometida con la distribución del alimento.
Se revisan las revistas Paloma (1972), Cabrochico (1971-1972) y La Firme (1971-1972) de editorial Quimantú que, dirigidas a madres y niños con fines educativos, posibilita el estudio de la representación de la leche, el tratamiento de las enfermedades infectocontagiosas y la relevancia que obtuvo el amamantamiento para combatir las diarreas infantiles. Se realizan entrevistas a mujeres beneficiadas con este programa, tanto desde el rol de madres como hijas y hermanas para examinar la supervigilancia del cuidado de los niños, la significancia que obtuvo este alimento en las labores de crianza y el descrédito del cual fue objeto por parte de sectores opositores. Asimismo, se revisan documentos institucionales pertenecientes al Servicio Nacional de Salud, el Ministerio de Educación Pública y el Ministerio de Salud Pública con el fin de comprender el carácter de un pueblo organizado, la significancia de los hábitos higiénicos en los hogares y el relegamiento de los conocimientos populares en el tratamiento de enfermedades infectocontagiosas. Para desarrollar este estudio se define la representación de la leche y de qué manera esta se puso al servicio del proyecto revolucionario a través de una formación de conciencia crítica y social hacia la comunidad para emprender el correcto uso de la leche en polvo. En segundo lugar, se examinan las enfermedades infectocontagiosas como la antítesis del hombre nuevo y un obstáculo para la vía al socialismo. Asimismo, se resalta la importancia que adquirieron las organizaciones barriales para la distribución de leche y, también, para combatir la mortalidad infantil. En tercer lugar, se estudia la representación de la leche materna como un tipo de alimentación que contribuyó a la difusión de una salud democratizada donde es posible que todos puedan partir en igualdad de condiciones en la lucha por la vida. Además, se examina el problema del déficit de madres que amamantaban y las soluciones sugeridas para estimular la producción de leche en los pechos maternos. Lo anterior, en relación con la contribución del amamantamiento a las reformas estructurales planificadas.
La leche fue concebida como el alimento más valioso por sus vitaminas y sales orgánicas necesarias para el desarrollo del organismo (Soto y Chávez, 2022: 6). También, fue el alimento moderno por excelencia durante el periodo de industrialización en América Latina. Según lo señalado en La Firme (1971), con medidas en beneficio de los niños el gobierno estaba impulsando la formación del “hombre nuevo”; es decir, “un hombre sano y consciente de sus derechos y deberes”. El SNS (1971a: 2) sostuvo que las proteínas de la leche eran, en la etapa de crecimiento del individuo, “uno de los mejores materiales para que el cuerpo se constituya en buena forma”. Y, por lo tanto, el logro de estos objetivos podría ser mayoritariamente gracias al consumo de leche por los diversos beneficios que otorgaba al organismo de todas las edades, sobre todo de los niños. Según el SNS, el cuidado de la salud del niño representó “la más alta expresión del humanismo revolucionario” (Servicio Nacional de Salud, 1973: 5).
Respecto a lo anterior, la leche en polvo se convirtió en el punto de partida para la construcción del socialismo utilizando la labor de los cuidados como herramienta del proyecto político revolucionario (Neves, 2021a: 83). Jiménez (2009: 105-106) indica que los médicos buscaban combatir el mal uso de la leche con la “conciencia revolucionaria del pueblo” a través de la dación de recursos para disponer de todas las fuerzas a través de la realización de un programa que enseñara sobre el correcto uso de la leche. Para ello, en las escuelas se llevaron a cabo talleres dirigidos a niños en edad escolar donde se enseñaba sobre la importancia de consumir este alimento. El Ministerio de Educación publicó unidades didácticas planificadas destinadas a escolares hasta octavo año de Educación Básica para sistematizar los contenidos educativos sobre la leche en las diferentes asignaturas. Además, instruía en esta materia a las madres a través de los Centros de Madres (CEMAs), Centros de Padres y Apoderados, etc. (Ministerio de Educación Pública y Ministerio de Salud Pública, 1972: 5). Los trabajadores de la salud se dedicaron a educar al pueblo en su papel directivo de la salud de la población para ayudar a construir el socialismo (González, 1972: 165). Y la educación en las escuelas vino a reforzar la labor educativa de los profesionales en el ámbito de la salud.
También se les enseñaba a las madres a través de folletos en revistas como Cabrochico sobre la alimentación del niño, en donde se muestra cómo la leche fue alimento base del régimen alimentario durante la primera infancia aconsejado por el SNS: “en las primeras semanas sólo bastaba con la leche (…). Entre los 3 y los 4 meses es tiempo ya de darle, además de la leche y el jugo, frutas molidas” (“¿Qué debe comer el niño entre los 3 y 4 meses?”, Cabrochico, 1972). La creencia de que la leche era vital para el organismo de los niños fue adquirida por las madres a través de la educación en puericultura llevada a cabo en consultorios, escuelas y en talleres de los CEMAs. Silvia Segovia (entrevista, 18 de junio 2020) fue beneficiada a través de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (JUNAEB), cuyos hijos recibieron la leche en una escuela barrial de Viña del Mar. Ella indicó que era fundamental que sus niños tomaran esta leche por ser un alimento vital para las personas porque la leche “tenía vitaminas”.
Durante esta época las mujeres se movilizaron y participaron ampliamente desde los distintos lugares de su ubicación social y productiva, del proceso político, económico y cultural que vivía el país, sobre todo, durante el gobierno de la Unidad Popular (Illanes, 2022: 377). Las mujeres estuvieron claramente integradas en el proceso revolucionario chileno a partir de su papel de madre abnegada (Benedetti y Valdés, 2022: 58). En el campo de la nutrición ellas se volvieron protagonistas de la construcción socialista ya que de ellas dependió la salud de los futuros ciudadanos del país. Los consultorios educaban a las madres en materia de crianza de los niños con el fin de que ellas no dependieran de los consultorios y hospitales al momento de tratar malestares comunes de salud. Esto generó que las mujeres adquirieran más autonomía mediada por los consejos médicos, pues las madres participaron de este programa a través de la organización y preparación higiénica de los alimentos (Neves, 2021a: 79). También, los CEMAs se adhirieron al ambiente histórico revolucionario, movilizándose y comprometiéndose con la gobernabilidad social sobre los cuerpos de las mujeres pobres, al igual que las Brigadas de Salud[1]. De esta manera, ellas construyeron democracia desde su propia experiencia comunitaria, indica Illanes (2022: 374). Por lo que fueron actores clave en los cambios sociales ocurridos durante la segunda mitad del siglo XX (Benedetti y Valdés, 2022: 63). En este contexto revolucionario las madres sintieron que tenían un papel que cumplir y que no podían quedarse “de brazos cruzados” ante el problema de la desnutrición y mortalidad infantil (Illanes, 2022: 376).
A pesar de los efectos positivos y el significativo alcance de este programa, hubo deficiencias que marcaron los fracasos y han sido plasmados en la memoria nacional. Estas deficiencias fueron dificultades para la construcción de la sociedad socialista, pues no permitían que la leche llegara a todos los niños del pueblo. Comúnmente, la leche otorgada era vendida a las fábricas de pan o eran utilizadas como tiza para rayar las canchas de fútbol (Jiménez, 2009: 115). Con respecto a la venta de leche a las fábricas de pan, La Firme ilustró esta situación en el cómic “Operación Leche” (Ilustración 1) mostrando el perfil del “anti-ciudadano” que desencajó con los principios de una sociedad socialista. Este cómic narra la historia de un grupo de niños boy scout que dieron cuenta de que muchos alumnos no recibían su leche y descubrieron a “don González”, inspector de su escuela, robándose la leche para venderla a la pastelería “doña Rosa”. Indignados los niños señalaban: “la leche es muy importante”; “esa leche es de todos nuestros compañeros”. Los policías arrestaron al inspector indicando: “este sujeto será castigado por cometer un crimen en contra de la sociedad”; “ya es hora de empezar a castigar a estos delincuentes”. La figura del inspector es descrita con caracteres antirrevolucionarios, porque señalaba: “total que me importa que los rotos se desnutran”, mostrando una actitud en la que prevalecía su bienestar individual antes que el colectivo.
La práctica de rayar las canchas de fútbol con leche en polvo es un hecho marcadamente recordado en la historia reciente. Rosario (entrevista, 16 de marzo de 2020), cuya madre retiraba la leche en el consultorio para sus hijos en la comuna de Cerrillos, indicó: “no había una conciencia social (…) y veía que rayaban las canchas con esa leche”. Por lo anterior, el SNS (1972b) destinó un programa educativo dirigido a las madres y a todo el pueblo para la formación de una conciencia de crítica social a quienes vendieran la leche o la derivaran a fines no programados. También hubo una sanción legal y condena social para quienes compraran la leche destinada a la alimentación de la madre y el niño. Algunas madres no recibieron el beneficio a pesar de sus condiciones precarias y solían desacreditar este plan de leche. Fue el caso de Flor Eliana (entrevista, 17 de junio de 2020), quien residía en un campamento en Quillota y señaló que la leche sólo estaba reservada para las mujeres allendistas. Estos aspectos mostraron una deficiente logística en el reparto de leche, entorpeciendo el carácter universal y gratuito con el que se sustentó esta acción gubernamental. Estas acciones y/o pensamientos fueron antirrevolucionarios e impactaron negativamente en la opinión pública, aún más en una época de fuerte tensión política.
A pesar de estos defectos el gobierno acogió este programa con una obligación patriótica, obteniendo prestigio e influencia en la población (Jiménez, 2009: 101). Así también hubo madres e hijas que se sintieron comprometidas con este programa. Constata Jiménez (2009: 101) que hubo un alto porcentaje de participación de madres que iban a retirar su leche. Según lo indicado en la revista Cabrochico,
las mamás tienen que apresurarse a retirar los kilos de leche que les corresponden por cada niño. Aunque las lluvias y los temporales azoten toda la zona, lo primordial es el alimento. Por ello, teniendo en casa ya los paquetes, están asegurados la salud y el buen desarrollo infantiles. (“A prepararse que ya llegó el invierno”, Cabrochico, 1972).
María Adelina retiraba la leche en un consultorio de Viña del Mar (entrevista, 16 de marzo de 2020), quien indicó: yo era cien por ciento preocupada, no dejaba de ocupar la leche. También, Rosa (entrevista, 2 de febrero de 2022) retiraba su bolsa de leche en una escuela ubicada en el centro de Santiago gracias a la logística de la JUNAEB. Ella comentó:
muchas compañeras se la tiraban en el recreo o en la salida del colegio, rompían las bolsas (…) entonces mi mamá decía que no hiciera eso, mi familia era allendista y mi mamá decía que eso era alimento y que me lo tenía que llevar a la casa.
A partir de lo anterior, es posible considerar el impacto que generó este programa en el hábito de las madres, quienes con sólo ir al consultorio a retirar su leche o aconsejando a sus hijos que retiraran responsablemente el alimento ya estaban ejerciendo un acto revolucionario. Comúnmente las mujeres comprometidas se declaran allendistas o provenientes de familias allendistas, prácticas que son parte de un intenso debate político en torno al reparto de este alimento.
En un contexto político tenso, la amplitud de este programa basado en los principios revolucionarios fue objeto de duras críticas en este acalorado debate político entre allendistas y opositores señalado anteriormente. Este debate representó una verdadera batalla ideológica donde confluyeron intensas ideas que desacreditaron o elogiaron la bolsa de leche en polvo otorgada por el gobierno y la logística de esta intervención nutricional. La realización de este plan fue altamente debatido producto de ser uno de los programas más conocidos del gobierno de la Unidad Popular. Por ejemplo, la relación entre la leche en polvo y las diarreas infantiles fue un instrumento político recurrentemente utilizado para desacreditar la calidad de la leche (Rojas, 2010: 4). La oposición alertó que la leche traía drogas que le lavarían el cerebro a sus hijos (Drago, 2013: 45). Se hicieron chistes sobre esta política y fue descalificada como “leche comunista” (Goldsmith, 2019a: 115). El democratacristiano Claudio Orrego, afirmó que su partido apoyaría la medida, pero que era indispensable asegurarse que fueran los pobres los primeros en beneficiarse de manera equitativa (Jiménez, 2009: 106). Esta última idea mostró desconfianza con respecto a la realización transparente de esta campaña de reparto de leche. De lo anterior, Inés Soto, mujer allendista, indicó a la revista Posición que el comentario respecto a que la leche no la reciben todos los niños era falso:
la gente que la entrega es momia (…) la gente muchas veces se queda con la leche (…) a los momios les creo capaces de todo para confundir a la gente. La leche es buena y no he tenido problemas con ella. (Lo piden las mujeres: mano firme y triunfaremos compañero presidente, Posición, 1972: 9).
También Hortensia González indicó que estaban conspirando con la leche:
yo he visto las bolsas que dicen que se comen los ratones, esas son mordeduras (…) es mentira (…) es para poder decir que la leche es una mugre y desprestigiar al Gobierno que es malo y da leche peligrosa para los niños. (Lo piden las mujeres: mano firme y triunfaremos compañero presidente, Posición, 1972: 9).
Las diarreas infantiles fueron una de las graves enfermedades de la época, originando una alteración general intensa y deshidratación en los niños (Soto y Chávez, 2022: 4). Las causas de las diarreas infantiles eran provocadas por lo insalubre del ambiente, la falta de agua potable y alcantarillado, la forma de alimentar a los niños y la contaminación de sus biberones mediante la manipulación insalubre, al margen la calidad de la leche (Jiménez, 2009: 110). La pobreza material de las viviendas de amplios sectores sociales, sin alcantarillado ni agua potable, coadyuvó a la proliferación de enfermedades producto de la suciedad del entorno. La falta de agua potable en las poblaciones aún obligaba a que las madres prepararan la leche con manos sucias generando diarreas mortales en sus hijos (Soto y Chávez, 2022: 4). Sobre todo, en periodo estival, las temperaturas altas alteraban la composición de los lácteos y resultaban en el aumento de enfermos por diarrea. Esto dificultaba una atención sanitaria de calidad en los hospitales y consultorios, por la mayor demanda de niños que acudían a urgencias.
Ante este problema de salud infantil el Plan Nacional de Leche significó un gran esfuerzo de protección para la salud del niño (Las diarreas de verano: grave problema de salud en los niños, Cabrochico, 1971). El conocimiento popular en el ámbito del tratamiento de este tipo de enfermedades fue la justificación para que la ciencia médica fuera crítica de aquellos. Se defendió que los tratamientos populares sólo agravaban las enfermedades infectocontagiosas, descalificando y negando estos conocimientos:
corrientemente se cree que las diarreas la producen el mal de ojo, maldiciones o cosa que el niño come y ‘se pegan en el estómago’. Las madres que creen esto hacen sus propios tratamientos a los niños como el sahumerio, bebidas a base de yerbas o incluso excrementos de animales o recurren a la vecina que sabe de ‘buenos remedios’. Las diarreas la producen los microbios que entran al cuerpo del niño con los alimentos y, una vez en los intestinos, se produce la infección que se manifiesta entre otros síntomas, con diarreas. Los microbios son transportados por las moscas que los recogen al andar o pararse en lugares sucios tales como excrementos y basuras. Luego las moscas ponen sus patas en las comidas y ensucian los alimentos, las mamaderas y otros utensilios como el chupete, cucharas, tiestos, etc. (Las diarreas de verano: grave problema de salud en los niños, Cabrochico, 1971).
En relación con lo anterior, el Ministerio de Salud Pública (1973) indicó la urgencia de que la población comprendiera el problema de la Salud en sus reales dimensiones, no ya como un conocimiento mágico alejado de la realidad, sino de acuerdo con lo que pueda aportar el conocimiento científico. Además de la diarrea, otras enfermedades como la tifoidea también causaron estragos, traídas por las moscas producto de la falta de higiene y, sobre todo, en primavera y verano (La tifoidea, Paloma, 1972: 44). Por lo anterior, se promovieron hábitos de higiene como un acto revolucionario:
si usted quiere que su familia no corra el riesgo de enfermarse elimine las moscas. Guerra a muerte contra ellas (…) Lave muy bien sus manos, escobille las uñas. Esto es más importante aún para aquellas personas encargadas de preparar la comida (…) esta es una enfermedad que cae derrotada ante la higiene. (La tifoidea, Paloma, 1972: 45).
En Santiago, las políticas de salud establecieron enfoques preventivos de las enfermedades sugiriendo a las madres la limpieza hogareña y de manos, uñas, recipientes de leche y chupetes (Soto y Chávez, 2022: 6). Se comprendió que la ciencia de la salud elaboraría un nuevo camino que sacaría a Chile del subdesarrollo a partir de la aplicación de políticas revolucionarias en todos los frentes (González, 1972: 119). En relación con lo anterior, el consumo de leche fue comprendido como una contribución para el desarrollo de la madre y el niño que impulsaría al país a salir del estado de subdesarrollo. No obstante, se sostuvo que el país sólo podía iniciar su despegue con una población sana, de jóvenes, hombres y mujeres, sanos y capaces (Ministerio de Educación Pública y Ministerio de Salud Pública, 1972: 32).
Las enfermedades fueron un estorbo para la construcción de la sociedad socialista, pues un niño enfermo fue la contradicción al niño “sano, fuerte, feliz” que se buscó formar. Un niño feliz era quien contaba con el soporte material necesario para desarrollarse debidamente, según el criterio de los médicos (Neves, 2021a: 81). A partir del tratamiento de enfermedades las madres fueron sometidas a una supervigilancia por parte de los/as funcionarios de salud. Gladys (entrevista, 20 de junio de 2020) fue beneficiaria en el hospital del Servicio Médico Nacional de Empleados (SERMENA) de Valparaíso con descuentos en medicamentos y leche, quien comentó:
Mi hija se enfermó tanto de la guata (…) que antes del año subió de peso (…) las enfermeras iban a la casa a ver qué estaba haciendo de almuerzo para los niños (…) ¡me gané hasta un premio porque mi hija comía bien!, (…) me premiaron con toda la gente mirando en el hospital.
También, María Adelina (entrevista, 16 de marzo de 2020) narró: "había casos en que las personas no llevaban los niños a control, no se llevaba la leche e iba la asistente social a la casa a preguntar por qué no los llevaba porque encontraban que era una responsabilidad de mamá".
Todo el pueblo debía organizarse para atacar las enfermedades en pro de la construcción del socialismo y las madres estaban a la vanguardia de estas organizaciones. El cómic “La Diarrea Maldita” (Ilustración 2) muestra la historia de dos moscas que tenían el objetivo de contaminar la leche de un bebé para producirle diarrea. Antes, pasaron por letrinas, basureros, hasta llegar al chupete de la mamadera, donde la “benéfica e inocente leche no sabe que es portadora de la infección”. A través del consumo de una gota de leche los microbios viajaban por el estómago de todos los niños para infectar, hasta que el pueblo organizado combatió a las moscas responsables y estas señalaron: “les cayó la chaucha que nosotros infectábamos la leche y los alimentos y éramos la causa de las diarreas infantiles”. Muestran sus viñetas que el pueblo se organizó “para combatir el mal de raíz”, “con el pueblo organizado los bichos estamos sonados”. En relación con lo anterior, el Ministerio de Educación Pública y el Ministerio de Salud Pública (1972: 32) señalaron que el cumplimiento del plan de leche y, por consiguiente, la salud de los jóvenes era responsabilidad que recaía sobre profesores y alumnos, obreros y pobladores, campesinos y funcionarios.
Respecto al combate contra las enfermedades, el SNS (1971b: 4) aseguró que el pueblo se unió en torno a ideas de revolución para construir una nueva sociedad, buscando proteger la salud de los niños. El camino al socialismo en salud sólo era posible si el pueblo cumplía con sus tareas revolucionarias, junto a la extensión de la medicina en su afán democratizador (González, 1972: 160). El papel más importante lo tenía la organización de la población, encargada de informar a los trabajadores de la salud los problemas en el vecindario para evitar que los niños enfermaran (Ministerio de Salud Pública, 1973). Las directas responsables de salud eran las madres, quienes debían lavarse las manos antes de preparar las mamaderas y asegurarse que los utensilios con los que preparaban la leche estuvieran limpios (Ministerio de Salud Pública, 1973).
En este proceso de reforma estructural, la lactancia materna se constituyó como alimentación protectora contra la diarrea y sus consecuencias (Jiménez, 2009: 82). Siempre y cuando no hubiera una interrupción, fue también protector contra la desnutrición. Según Allende, el amamantamiento durante el mayor tiempo posible disminuía el riesgo de diarreas y de bronconeumonía en los niños (Discurso de Salvador Allende en el Teatro Municipal de Concepción, febrero de 1972). No obstante, como señala Jiménez (2009: 39), en el siglo XX hubo un progresivo déficit de madres que alimentaban exclusivamente a sus niños desde el pecho.
En la leche materna el gobierno de la Unidad Popular depositó mayoritariamente las esperanzas para cumplir el objetivo revolucionario por y para el pueblo. No obstante, en 1970 se produjo una marcada baja en la prevalencia de la lactancia materna, atribuida a la incorporación de la mujer al trabajo, a políticas que favorecían la incorporación de alimentos desde temprana edad y el agua en mamadera desde el nacimiento (Núñez y González, 2013: 79). Según lo indicado en la revista Paloma (1972: 33), cada día las madres acortan más el periodo de amamantamiento de sus hijos. Es un hecho que preocupa a los médicos de todo el mundo. Junto a esta baja en la prevalencia de la lactancia materna, la mortalidad infantil era alta, causada por problemas infecciosos digestivos y problemas respiratorios (Núñez y González, 2013: 79). Producto de las desavenencias descritas, y dada la urgencia de promover la lactancia materna, la leche de la madre se convirtió en objeto de veneración (Vargas 2002: 459). Según Zárate (2009: 351), la lactancia materna promovía un vínculo estrecho entre la madre y el hijo y garantizaba la nutrición de este último. La leche materna resultaba insustituible para la alimentación de los infantes y, por ende, el amamantamiento era una actividad obligatoria para la ciencia médica (Zárate, 2017: 27). Respecto a lo anterior, el SNS (1972a: 7) sostuvo que la leche materna tenía ventajas de tipo psicológico al crearse lazos afectivos entre madre e hijo, que recibe su amor, protección y seguridad de su regazo (…) importante para el buen desarrollo de la personalidad del niño.
La preocupación por el estado nutritivo de las madres se sustentó en la finalidad de estimular la producción de leche materna: la leche materna puede bajar en cantidad y calidad. (…) Sólo una alimentación adecuada y tomar la dosis de leche diaria que necesita su organismo le permiten dar un buen alimento a su niño (La mamadera gana terreno y los niños salen perdiendo, Paloma, 1972: 34-35). Al mismo tiempo se aconsejó una postura cómoda para amamantar: los labios del niño deben situarse en la aréola y su nariz debe quedar libre. Para ello la madre puede retraer su seno utilizando dos dedos de la mano, los pechos deben mantenerse blandos en forma permanente (Servicio Nacional de Salud, 1973: 32). Según Neves (2021a: 95) la enseñanza de una postura para amamantar tenía la finalidad de modelar cuerpos que fueran útiles para la industria, estimulando el pecho materno. Todo lo anterior, para el surgimiento de una nueva sociedad que se formara desde el período de lactancia. Para ello, era necesario combatir la mortalidad infantil, pues en esta época el mayor número de muertes en niños se daba durante el primer año de vida. Esto coincidía con el período corto de lactancia que arrojaba al niño a merced de los riesgos del medio ambiente (La mamadera gana terreno y los niños salen perdiendo, Paloma, 1972: 34-35).
Según el Servicio Nacional de Salud (1971b: 13) la leche materna era la más nutritiva y la más higiénica (Las diarreas de verano: grave problema de salud en los niños, Cabrochico, 1971). Complementa el Ministerio de Salud Pública (1973) que la leche nunca tiene microbios (…), es un excelente alimento que mantiene al niño sano. Era comprendida como “fuente de vida”, que daba la posibilidad de que todos partieran en igualdad de condiciones “en esta carrera por la existencia” (La mamadera gana terreno y los niños salen perdiendo, Paloma, 1972: 35). Además, se señaló que la leche materna era el mejor alimento para una guagua. Tiene los elementos indispensables que necesita su organismo para desarrollarse. (…) La madre da en su leche anticuerpos que defenderán al bebé de enfermedades que se presentan a esa temprana edad (La mamadera gana terreno y los niños salen perdiendo, Paloma, 1972: 34). La alimentación con leche materna representó la igualdad de condiciones, por resultar su alto valor nutricional al alcance de todos los bebés sin importar su procedencia.
Según lo indicado por la revista Paloma (¿Por qué mi hijo es diferente?, Paloma, 1972: 38), muchas madres consideran los primeros años de vida del niño como años de sacrificio y de privación. No obstante, el gobierno buscó hacer del puerperio un momento vital para que las madres asumieran el rol de formar el futuro de la nación a través de sus cuidados. Ante la “falta de leche” los médicos tuvieron la necesidad de
instruir a la mujer sobre cómo amamantar a su niño (…) pero por otro lado puede que efectivamente exista una falta de leche y que el niño llore de hambre. El médico debe solucionar rápidamente la situación, ante el peligro de una baja de peso (La mamadera gana terreno y los niños salen perdiendo, Paloma, 1972: 34).
A pesar de que los trabajadores de la salud defendieron la lactancia materna a toda costa hasta los seis meses, se recurrió a la lactancia artificial basada en mamaderas a base de la leche de vaca rehidratada, a pesar de que esta medida aumentaba el riesgo de infecciones. En ambos casos las madres debían seguir estrictas medidas de higiene que, en el caso de amamantar, la madre debía lavar su pezón con algodoncito untado en agua hervida tibia antes y después de cada mamada (La mamadera gana terreno y los niños salen perdiendo, Paloma, 1972: 34). A partir de tales medidas higiénicas las madres lograrían ser el puntapié para la construcción del socialismo amamantando o preparando la leche desecada a sus hijos bajo los principios del Programa Nacional de Leche.
A partir de este estudio se observa la representación de la leche como un signo revolucionario, al servicio del proyecto reformador del gobierno de Salvador Allende. En torno a la leche del gobierno se instalaron una serie de complejas relaciones que definieron la importante labor del pueblo organizado para la construcción del socialismo. La intervención de los cuerpos débiles fue una herramienta para criar niños “sanos y fuertes” que, a través de una intensa labor educativa, crecerían futuros ciudadanos adherentes al ideal socialista. Este programa fue el resultado de un cúmulo de precedentes acciones sanitarias que conllevó a la caída progresiva de la desnutrición que, en período de Guerra Fría, el tenso escenario político influyó en fuertes debates que criticaron negativamente el programa o lo elogiaron como una acción humanista y favorecedora para el bienestar de los sectores populares. De esta manera, el campo de batalla en torno a las representaciones del “medio litro de leche” fue reflejo de la guerra ideológica que los opositores sostuvieron con los grupos oficialistas. Consecuentemente a Salvador Allende se le otorgó una imagen revolucionaria en la que se plasma su preocupación por ampliar notoriamente las políticas sanitarias para proteger a las madres y los niños. Por otro lado, este trabajo ha dado cuenta que el Programa Nacional de Leche no sólo se definió a partir del reparto gratuito y universal de este alimento, sino que el plan definió una serie de labores educativas donde los funcionarios de salud llevaron a cabo una fuerte campaña de educación en puericultura. La leche desecada de vaca fue, en realidad, una alternativa urgente frente a la imposibilidad de que las madres produjeran leche de sus senos. Los contenidos de esta enseñanza abarcaron gran cantidad de tareas que convergieron en la difusión de hábitos higiénicos en los hogares pobres, sin embargo, el cientificismo en el que se basó esta acción apartó los conocimientos populares para el tratamiento de enfermedades. Esto muestra que el ideal revolucionario de la Unidad Popular tuvo un carácter híbrido por basarse en una medicina tradicional que abogó por la autonomía de los barrios para cuidar a los niños, sin propender a un asistencialismo total.
Esta política de alimentación complementaria estuvo bien diseñada y aplicada con rigor y entusiasmo a través de la red de atención materno-infantil del SNS (Jiménez, 2009: 101). A pesar de los esfuerzos llevados a cabo por el gobierno, este programa fue desintegrado debido al golpe de Estado chileno de 1973, pues, Allende no fue capaz de esquivar la violencia de grupos extremistas de ultraderecha y ultraizquierda, ni de su propio partido (Álvarez, 2022: 252). Esto podría mostrar las endebles bases con las que se instaló el plan de leche a partir de una mirada retrospectiva de las políticas sanitarias anteriores. De todos modos, los logros del programa son recordados con nostalgia por los adultos que vivieron esta época revolucionaria plasmando en la figura de Allende la preocupación creciente por la salud de los niños de Chile. En adición, el otorgamiento de leche a madres embarazadas y lactantes fue, sin duda, una labor que contribuyó enormemente a la disminución de la mortalidad infantil del siglo XX chileno.
Tal como señalan Benedetti y Valdés (2022: 63), la Unidad Popular buscó reforzar en las mujeres su rol de madre y esposa. No obstante, en su rol de cuidadoras fueron protagonistas del proceso revolucionario a través de la autonomía que adquirieron en el tratamiento de las enfermedades y el cuidado de la salud de los niños. En las acciones del pueblo organizado las mujeres fueron las protagonistas, directas responsable de la salud de los niños a través del cuidado higiénico durante la preparación de la leche en polvo. Desde otro lado, Muñoz (2019: 91) indica que el plan de leche procuró fortalecer el derecho a la salud desde las bases mismas de la comunidad y de todos los trabajadores.
El análisis de la leche como signo revolucionario ha sido tratado desde diversos puntos de vista, tales como el amamantamiento, el control de las enfermedades, el rol de las mujeres y la acción organizada del pueblo. No obstante, es necesario profundizar sobre el punto de vista de los opositores o la derecha chilena con respecto a los pilares revolucionarios que sostuvieron esta política de índole popular. Asimismo, se destaca que a raíz de este programa se incentivó el deporte y la actividad física: los padres comprenderán que no hay nada mejor que un cuerpo sano y fuerte para el desarrollo total de los niños (Yo hago deportes, Cabrochico, 1972). Por lo que resulta necesario revisar los documentos del SNS a raíz del estudio sobre el deporte y la importancia de la Educación Física en las escuelas como herramientas para construir “hombres sanos y fuertes” en vista de la construcción de un país socialista.
Este estudio resulta útil como aproximación para estudiar las políticas sanitarias del gobierno de la Unidad Popular concatenadas con otras políticas de índole popular en materia de educación, vivienda y medio ambiente. Todas ellas, estudiadas a partir de la naturaleza revolucionaria dirigida a formar un pueblo “sano, fuerte, con conciencia socialista”. Finalmente, resulta importante profundizar sobre la representación de la lactancia materna durante el gobierno de la Unidad Popular, comprendiendo la leche materna como un símbolo revolucionario y la posición de la madre para dar de mamar a sus hijos como un verdadero acto político en pro de la construcción de la nueva sociedad desde la primera infancia.