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Los estudios de memorias como fuentes del pensamiento latinoamericano
Memory studies as souces of Latin American thought
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 22, núm. 87, 2024
Universidad de Buenos Aires

Artìculos


Recepción: 12/05/2023

Aprobación: 12/09/2023

Resumen: ¿Son los estudios de memorias parte del pensamiento latinoamericano? En este artículo buscaremos mostrar que los estudios de memoria constituyen fuentes para el pensamiento latinoamericano del siglo XX, en tanto buscan problematizar la noción de identidad latinoamericana a partir de análisis de las maneras sociales de recordar la violencia estatal y sus consecuencias en la configuración de la identidad latinoamericana. Para hacerlo, tomaremos como eje problemático el Plan Cóndor, en tanto proceso integral y regional y su posterior reconstrucción memorial. En este sentido, analizaremos en este trabajo tres tomos de la colección Memorias de la represión que profundizan el estudio sobre identidades y modos de recordar: Las conmemoraciones: las disputas en las fechas “in-felices” (Jelin 2002); Luchas locales, comunidades e identidades (del Pino, Jelin 2003); Monumentos, memoriales y marcas territoriales (Jelin y Langland 2003). Estos tomos serán comparados y analizados en base a los lineamientos bibliográficos respecto del pensamiento latinoamericano.

A partir de esta problemática buscaremos responder a la pregunta inicial, proponiendo que los estudios de memoria son fuentes del pensamiento latinoamericano ya que producen insumos para responder y atender algunas de las preguntas centrales de este pensamiento.

Palabras clave: estudios de memorias, pensamiento latinoamericano, identidad, posdictadura.

Abstract: Are memory studies part of Latin American thought? In this article we will seek to demonstrate that memory studies constitute sources for Latin American thought of the 20th century, as they seek to problematize the notion of Latin American identity based on analysis of the social ways of remembering state violence and its consequences in the configuration of the Latin American identity. To do so, we will take the Condor Plan as the problematic axis, as an integral and regional process, and its subsequent memorial reconstruction. In this work we will analyze three volumes of the collection Repression Memories that deepen the study on identities and ways of remembering: Commemorations: disputes on “unhappy” dates (Jelin 2002); Local struggles, communities and identities (del Pino, Jelin 2003); Monuments, memorials and land marks (Jelin and Langland 2003). These volumes will be compared and analyzed based on bibliographic guidelines regarding Latin American thought.

Based on this problem, we will seek to answer the initial question, proposing that memory studies are sources of Latin American thought since they produce inputs to answer and attend to some of the central questions of this thought.

Keywords: memory studies, Latin American, thought, identity, post-dictatorship.

Introducción

Este trabajo surge de la pregunta ¿por qué los estudios latinoamericanos no incluyen los estudios de memoria como parte del pensamiento local? ¿No son propiamente latinoamericanos los planteos sociológicos e históricos que surgen en la posdictadura? ¿No forman parte de la enunciación del Sur Global? ¿Podemos pensar el Plan Cóndor como una nueva forma de imposición colonial? Para responder esta duda epistemológica, decidí buscar categorías comunes entre ambos pensamientos, partiendo de la premisa de que –aunque entendiéndolos como enfoques y metodologías diferentes-ambos abordajes son concurrentes.

La marca colonial que se impregnó en Latinoamérica y que se reprodujo en las sucesivas medidas colonialistas, ha marcado una relación social que encorsetó las condiciones económicas y políticas de los países. Aquí, me propongo debatir el rol del Plan Cóndor como una práctica represiva de sumisión de los países latinoamericanos y en especial del Cono Sur. Y por consiguiente, la posdictadura y los estudios de memorias como herramientas que permiten pensar regionalmente lo ocurrido, entendiendo en ello los usos y objetivos del terrorismo de Estado.

En la posdictadura latinoamericana los estudios al respecto del pasado dictatorial se han enfocado en los debates acerca de la democracia y qué rol debían tomar los Estados en su nuevo funcionamiento. No obstante, a comienzos de los 2000, una nueva forma de abordaje de las secuelas de las dictaduras se hizo presente en la región: los estudios de memorias.

En este trabajo se analizarán los estudios de memoria en el Cono Sur producidos por el programa de investigación “Memorias de la represión” coordinado por Elizabeth Jelin en el marco del Social Science Research Council (SSRC). De este proyecto resultará la colección de doce tomos[1] sobre estudios y experiencias de los trabajos de las memorias de la violencia política de los años 70 en América Latina y sus consecuencias sociales.

Buscaremos demostrar que los estudios de memoria constituyen fuentes para el pensamiento latinoamericano, en tanto buscan problematizar la noción de identidad latinoamericana a partir de análisis de los modos de la sociedad de recordar la violencia estatal y sus consecuencias en la configuración de la identidad latinoamericana. Específicamente, analizaremos en este trabajo tres tomos de esta colección que profundizan el estudio sobre identidades y modos de recordar: Las conmemoraciones: las disputas en las fechas “in-felices” (Jelin 2002); Luchas locales, comunidades e identidades (del Pino, Jelin 2003); Monumentos, memoriales y marcas territoriales (Jelin y Langland 2003) ya que permitirán encontrar los lazos vinculantes.

Pensamiento latinoamericano

Entendemos el pensamiento latinoamericano en sintonía con lo propuesto por Devés Valdés (2000) al decir que “Cuando decimos ‘pensamiento latinoamericano’ nos referimos a un conjunto de escritos donde tienen especial relevancia los ensayos sobre el propio continente latinoamericano o sobre alguna de sus dimensiones o regiones” (18). Así pues, los estudios de la memoria abordaran las representaciones y consecuencias sociales, políticas y culturales en las comunidades latinoamericanas de las posdictaduras locales, y fundamentalmente podríamos decir en las identidades (colectivas e individuales) que se deben recrear a partir de estas experiencias traumáticas.

En este sentido, este autor sostiene que “El pensamiento latinoamericano (…) ha oscilado entre la búsqueda de modernización o el reforzamiento de la identidad (…) diversos grupos de pensadores han ido acentuando lo modernizador o lo identitario” (2000: 16) y continúa:

El pensamiento latinoamericano se divide entre quienes han acentuado la identidad o la modernización, puede afirmarse a la vez y sin contradicción que el pensamiento latinoamericano es la historia de los intentos explícitos o implícitos por armonizar modernización e identidad (17).

Entonces, a partir de esto, podemos decir que el pensamiento latinoamericano, es el estudio de lo propiamente latinoamericano en clave identitaria y modernizadora.

En la década del setenta el peruano Salazar Bondy (1968) aseguró que el problema de la filosofía latinoamericana era la inautenticidad, llamando a reflexionar sobre lo latinoamericano desde el pensamiento, la cultura y los saberes propios del continente, en toda su extensión; ello generó en las ciencias sociales una fuerte producción intelectual. Tal es el caso de los escritos de Leopoldo Zea, Enrique Dussel desde la filosofía de la liberación, Arturo Roig y Raúl Fornet-Betancourt (Tibaduiza Rodríguez 2016).

En este recorrido, el mexicano Leopoldo Zea señala que este pensamiento se caracteriza por:

Su preocupación por captar la llamada esencial de lo americano, tanto en su expresión histórica y cultural, como en su expresión ontológica (…) lo importante para comprender mejor la historia de nuestra cultura es este pensar que ha hecho de América el centro de sus preocupaciones. Este filosofar, a diferencia de la llamada filosofía universal, tiene como punto de partida la pregunta por lo concreto, por lo peculiar, por lo original en América. Sus grandes temas los forman preguntas sobre la posibilidad de una cultura americana; preguntas sobre la posibilidad de una filosofía americana; o preguntas sobre la esencia del hombre americano. (1976 [1965]: 48).

En virtud de lo dicho, es importante realizar una primera observación y es que los estudios de memoria latinoamericanos que se desarrollaron en los años 2000 tienen una impronta más sociológica que filosófica. No obstante, en el sentido de buscar captar lo esencial americano, podemos afirmar que las consecuencias que ha dejado el Plan Cóndor en la región son por demás distintivas: desaparecidos, asesinados, una generación de hijos apropiados… ¿Acaso la esencia de las democracias actuales no reside en esencia en su antítesis dictatorial de los 70?

En esta línea, Tibaduiza Rodríguez (2016) sostiene que:

Por más intentos que se hicieron desde la filosofía de la liberación y otros valiosos aportes del pensamiento latinoamericano para leernos como continente, como región, como nación, desde nuestras problemáticas y aconteceres, dichas lecturas fueron tímidas para hablar de nuestra situación en tanto seres sociales, políticos y existenciales, con características culturales diversas, complejas y en constante resignificación, producto del dinamismo de los discursos emergentes que buscan ser leídos y comprendidos desde un enfoque historiográfico propio de nuestro continente (25).

Tomando el esquema modernización-identidad planteado por Devés Valdés (2000), y atendiendo al eje de modernidad, en los años `80 proliferó un interés latinoamericano respecto a las construcciones institucionales posdictatoriales[2]. En este sentido, es relevante mencionar la preocupación de O'Donnell acerca de la transición del Estado burocrático autoritario (en adelante BA) hacia otras formas posibles de organización estatal. ¿Es la democracia la única forma de salida de un Estado BA? Al respecto, el politólogo afirma que “la democracia política es solo el desemboque posible de un proceso que es mucho más que la cancelación de alguna de las características del BA” (1982: 7).

También el eje de las preocupaciones versó sobre cómo “la manera de democratizar el sistema político pasa por transformaciones más profundas, que no pueden esperar un segundo tiempo después de la restauración” (Jelin 1987; 9) y cómo hacer extensivo este proceso de democratización del BA a todas las instituciones que antes del cambio de régimen habían sido funcionales al poder autoritario[3].

Se comienza entonces un proceso en el que la democracia se constituye como un valor nacional, por sobre el modelo o la forma de política que se desencadene de ella:

“Por una parte {se encuentra}, una revalorización, mucho más amplia que en otros momentos de la historia, de la democracia, aunque no haya un consenso total sobre el significado del término o sobre las prácticas que deben ser priorizadas” (Jelin y Vila 1987, 176).

Se advierte así que las y los autores del pensamiento latinoamericano tomaron como fuente de estudio el eje de la modernidad en los años `80 a partir de las problemáticas de organización estatal, en lo que respecta a la pregunta por las democracias, pero que dejaron vacante la problemática de las consecuencias sociales de la dictadura que afectaron –retomando a Zea- a la cultura, al pensamiento y a los conocimientos del continente. Estos temas fueron albergados por los estudios de memoria.

Plan Cóndor

En tanto acción conjunta y represiva en el continente, considero que es meritorio aquí dedicarle un apartado al estado de esta cuestión. Los estudios sobre el Plan Cóndor en la región tuvieron un amplio alcance a partir del descubrimiento en Paraguay en 1992 -en el marco de un juicio penal por la investigación de un ex preso político, de archivos que demuestran la interrelación de las dictaduras en el Cono Sur.

“En diciembre de 1992, el juez paraguayo José Fernández y el profesor y ex prisionero político Martín Almada, entraron a la estación de policía de Lambaré, suburbio de Asunción, a buscar los archivos policiales de Almada. Lo que encontraron en su lugar fueron décadas de historia documental sobre la represión en Paraguay y otros países. También encontraron registros de la cooperación de la inteligencia estadounidense con las dictaduras de la región, incluida la paraguaya” (Calloni 1994).

La importancia de estos archivos durante la década del 90 ha sido clave para dimensionar y contextualizar el plan regional (da Silva Catela y Jelin 2002). A partir de entonces, comenzó un abordaje más extensivo sobre el modus operandi del Plan Cóndor. Así, autores como Stella Calloni (1999) han desarrollado la estrecha relación entre la dictadura de Stroessner en Paraguay y la de Pinochet en Chile, y cómo la Argentina se sumó a dicha relación, con la Triple A primero y con la dictadura después.

En relación a esta temática, en los últimos años se han producido nuevos enfoques e interrelaciones sobre los terrorismos de Estado como forma de proceder común (Torres Vázquez, 2019), los antecedentes internacionales y estratégicos (Palumbo Olszanski, 2009). En el aniversario 40 de la aplicación de este operativo, la UNESCO ha editado una publicación donde se abordan los antecedentes en la Guerra Fría, el funcionamiento del Plan Cóndor durante los periodos dictatoriales (Franco, 2009) y sus posibles continuidades funcionales en los años 80 y 90 (Garzón Real, 2015).

También han surgido vastos análisis en relación a la aplicación de los terrorismos de Estado en América Latina con sus particularidades y similitudes (Feierstein, 2014) y su aplicación efectiva en Argentina (Duhalde, 1985). Se han trabajado estas lógicas como prácticas sociales genocidas, en este sentido se destaca el trabajo de Daniel Feierstein (2007) y el análisis de las complicidades y de las luchas de clases preexistentes sobre las que se basó el genocidio (Izaguirre, 2009 ).

Para comprender la aplicación en Latinoamérica en general y en Argentina en particular es importante señalar que desde la década de los 50 se aplicó la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN). Joseph Comblin (1979) ha desarrollado los cambios que generó ésta en la concepción militar. Este autor explicó que pueden reducirse a tres cambios elementales: a) el cambio de la violencia preventiva a la violencia represiva; b) el cambio de concepción al enemigo como amenaza externa a enemigo interno; c) la supresión de la diferencia entre la violencia y la no violencia. Comblin formaba parte de la Iglesia Católica y sus ideas fueron retomadas, entre otros, por los obispos católicos latinoamericanos reunidos en Puebla en la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericana de 1979, que han profundizado la aplicación de la DSN analizando legislativamente la aplicación de la misma (Lozada, Barcesat, Zamorano, Viaggio 1983). Asimismo, se han realizado estudios que entrelazan los terrorismos con la DSN y su implementación particular en Chile, Brasil y Argentina. (Tapia Valdés 1980).

Sobre la relación de la DSN, el Plan Conintes y la participación de la Secretaría de Inteligencia en Argentina, es importante señalar el trabajo de Julia Risler (2018), quien ha investigado la aplicación de la acción psicológica como una acción bélica destinada a toda la sociedad con el objetivo de que la población no genere simpatía, ni brinde su apoyo al enemigo interno subversivo. Esto se puede encontrar en campañas propagandísticas, discursos públicos y prensa gráfica. La implementación de la acción psicológica fue trabajada en nuestro país por Jorge Heriberto Poli quien desde las Fuerzas Armadas organizó los manuales de aplicación de la misma (Poli 1958; 1974; 1979).

Entendiendo a los centros clandestinos -donde fueron detenidas ilegalmente las personas secuestradas- dentro de un sistema concentracionario, encontramos el análisis de Pilar Calveiro (2008) quien analiza las relaciones jerárquicas en los centros clandestinos, así como la forma de vida y la deshumanización a la que fueran expuestas las personas en condición de detenidas desaparecidas. Parte del análisis de Calveiro se asienta sobre las bases de la obra de Michel Foucault quien en Vigilar y Castigar (2012 [1975]), desarrolló el análisis de las relaciones de poder que se vehiculizan en las instituciones de encierro, para controlar y disciplinar los cuerpos. Se estimularon análisis sobre la relación de las personas detenidas con esos espacios generando cierta ruptura con la forma de vida dentro y fuera del campo (Colombo 2011) y en la misma línea de análisis, pero especialmente sobre la Ex ESMA (Feld 2019). También surgieron análisis que interpretan los centros clandestinos en América Latina con una lectura comparativa de los campos de concentración del nazismo, que siguiendo la lectura de Hannah Arendt nos permiten entenderlos como “campos de muerte” (Ávila 2013).

Es decir, se produjo una interrelación entre las dictaduras para trabajar, atacar, perseguir y tomar represalias contra los “enemigos internos” en cada país. Esta alianza se hace explicita en los documentos encontrados en 1992 en Paraguay[4], ya que dejan de manifiesto la relación entre la dictadura de Stroessner y la de Pinochet, así como la relación entre la embajada de Estados Unidos (Mazzei 2013), la Dirección de Inteligencia Nacional de Chile (DINA) y las acciones terroristas de la Triple A en Argentina y posteriormente de la dictadura en 1976. Por lo tanto, es inevitable considerar los antecedentes necesarios para la instalación de esta lógica regional.

Esta lógica represiva regional implicó la intervención política en los gobiernos, la ruptura de los vínculos sociales preexistentes y un redireccionamiento neoliberal en la economía. Las dictaduras han significado la profundización de un quiebre social que ha dejado hondas heridas, que continúan vigentes en la actualidad. En el caso argentino, eso se evidencia en la permanente búsqueda de hijas e hijos que fueron apropiados durante la dictadura, así como conocer el paradero de miles de personas que todavía permanecen desaparecidas.

Estudios sobre memoria social:

El recorrido conceptual para analizar la memoria social tiene sus orígenes en la sociología de Maurice Halbwachs (2004 [1964]), quien propuso que la memoria no sólo se produce en grupos sino que se enmarca desde el presente con el ejercicio de recomponer lo vivido en el pasado, mediante las herramientas, materiales y preguntas que provee la actualidad. Los estudios en esta temática se profundizaron luego de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo, a partir del estudio de las consecuencias sociales y culturales del Holocausto[5]. Estos estudios abrieron distintas facetas y áreas de análisis a nivel mundial y local

Si bien este pensador fue el pionero en los estudios, no fue el único ni el salto es directo de Halbwachs a Latinoamérica. De forma sintética podemos recuperar lo elaborado por Feld y Stite Mor (2009) al decir que el campo de estudios reconoce:

Influencias provenientes de una sociología de la memoria (…) que estudia los lazos entre pasado y presente, la actividad de construcción de memorias individuales y colectivas, las agencias y actores encargados de llevar al espacio público sus visiones sobre el pasado, los conflictos entre memorias divergentes, los vínculos entre memoria e identidad. Una segunda corriente de influencias es la de la historia de la memoria (…) que analiza las condiciones sociales y políticas en las que se configuran las distintas visiones sobre el pasado y pone el acento en la necesidad de historizar tanto las memorias como los relatos. Finalmente, una tercera línea de influencias puede situarse en una filosofía de la memoria (…) que analiza la dialéctica entre memoria y olvido (30-31).

Podemos decir que la memoria colectiva es siempre un fenómeno social, un relato sobre un hecho del pasado construido por los miembros de una sociedad, compartido, instalado y en constante cambio. El término memoria colectiva o social, no remite a un entendimiento histórico sino a un recuerdo compartido o la construcción de un recuerdo. Contribuyen a esta reconstrucción los medios de comunicación, ideologías políticas, lugares de residencia y valores sociales.

En Latinoamérica, estas producciones dieron lugar a la conformación de un campo de estudios y al desarrollo de múltiples investigaciones que buscaban elaborar las experiencias traumáticas y violentas del pasado reciente. Una de las premisas que organizó sustantivamente el campo de estudios fue planteada por Elizabeth Jelin en Los trabajos de la memoria. En él, afirma que existen múltiples memorias que conviven y disputan por convertirse en hegemónicas. La colección Memorias de la represión, contribuyó a promover y luego consolidar en el Cono Sur el desarrollo sistemático y sostenido de estos estudios que se profundizaron en los años subsiguientes:

Es necesario decir que el surgimiento del interés por la memoria en las investigaciones académicas del Cono Sur en los años ’90 se encuentra, sobre todo, influenciado por un contexto regional específico. Se trata del momento de salida de dictaduras sangrientas en la región, con su saldo de miles de víctimas y de desafíos específicos en los terrenos de la verdad y la justicia. En ese marco, las preguntas en torno a la democratización en estos países y a la gobernabilidad en los incipientes procesos constitucionales, se traducen en una serie de demandas y debates de la sociedad; en muchas de ellas la memoria ocupa un papel central (Feld 2016:6).

Al concepto trabajado por Maurice Halbwachs, los trabajos de memoria en América Latina, consideran necesario incorporar la correlatividad entre los hechos que forman la memoria y su relación con el presente, en tanto marca de identidad. Así, podemos reconocer que la construcción de la memoria colectiva no es lineal, sino que cada sector social y político tiene su propia reconstrucción del pasado. Así, la memoria social es un territorio de disputa, en el que las distintas memorias luchan por imponerse como un recuerdo hegemónico. Entonces, Jelin explica que el pasado reciente es una parte central del presente. Esas memorias y esas interpretaciones son también elementos claves en el proceso de conformación de la cultura y de la búsqueda de las raíces de la identidad, ese espacio de la memoria se convierte en un espacio de lucha política.

Esta perspectiva de estudios de memoria, señalan que la memoria no es el pasado, sino la manera en que los sujetos construyen un sentido del pasado, un pasado que se actualiza en su enlace con el presente y también con un futuro deseado en el acto de rememorar, olvidar y silenciar. Es decir, que el olvido forma parte de la memoria: la construcción del sentido de la memoria selecciona hechos, eventos que son olvidados y selecciona los que merecen ser recordados. Toda narrativa del pasado implica una selección: la memoria es selectiva; la memoria total es imposible. Esto implica un primer tipo de olvido necesario para la sobrevivencia y el funcionamiento del sujeto individual y de los grupos y comunidades. Pero no hay un único tipo de olvido, sino una multiplicidad de situaciones en las cuales se manifiestan olvidos y silencios, con diversos usos y sentidos.

Los estudios sobre la memoria no apuntan solamente a reconstruir la historia de aquellos años, sino como afirma Jelin, a analizar el proceso social de rememorar (y de olvidar) estudiando los diversos niveles en los cuales se da, es decir, a conocer más sobre las relaciones y el contexto en el que se produce el relato de las memorias, que el hecho recordado en sí mismo. Este campo de estudios sigue vigente y nutrido en la actualidad y ha extendido las fronteras de estudios transdisciplinares para pensar la relación entre las memorias y el arte, el género, los espacios de memorias, las infancias, etc.

El problema de la identidad en Latinoamérica

Sostenemos que los estudios de memoria pueden ser una fuente del pensamiento latinoamericano para una posterior elaboración filosófica porque problematizan la noción de identidad latinoamericana a partir de las representaciones y de las maneras sociales de recordar (fechas, marcas, identidades) que configuran dicha identidad. Buscaremos establecer con claridad la cuestión de la identidad como lugar central del pensamiento latinoamericano porque la misma ha sido uno de los programas más tratados por el pensamiento latinoamericano. Beorlegui señala que:

Por eso el subtítulo que he considerado más adecuado para expresar en su conjunto esta historia es precisamente UNA BÚSQUEDA INCESANTE DE LA IDENTIDAD, en la medida en que considero que ese empeño es el que empuja en gran medida a los pensadores iberoamericanos más significativos, e incluso antes de la emancipación política de España y Portugal. Al menos, así ha sido en los pensadores que forman parte de la tendencia americanista, la que he seguido con más atención. La obsesión de los más interesantes pensadores iberoamericanos ha sido siempre encontrar su identidad y su lugar en el mundo de la cultura universal, espacialmente tras desgajarse políticamente de la colonia española, intentado lo que los intelectuales de la generación romántica denominaron `la segunda emancipación´. Esta identidad añorada y perseguida no siempre no entendió de modo convincente y adecuado para quienes miramos las cosas desde la óptica del siglo XXI (Beorlegui 2010: 25-26).

Decimos que la búsqueda de la identidad ha sido abordada por las reflexiones respecto del proceso de conquista y aculturación comenzado en 1492. Desde entonces, y floreciendo entre el siglo XIX y XX, las discusiones sobre lo autóctono y lo foráneo de la identidad han estado en el foco de los estudios: ¿Sincretismo, aculturación, imitación u originalidad? Estas reflexiones han inundado el pensamiento latinoamericano y las variables han sido trasladadas a todos los marcos de análisis: pensamiento, política, cultura e identidad.

Este trabajo no busca responder a esta problemática filosófica, sino mostrar a los estudios de memoria como fuentes posibles de esta línea de pensamiento, ya que siguen repreguntándose por la identidad latinoamericana, a partir de la elaboración memorial de la violencia política de la década del setenta. En virtud de lo dicho, es menester señalar que tanto en toda América, como en el interior de cada país no hay homogeneidad en los modos de vida, las condiciones de igualdad o las formas organización social. En este sentido Rodolfo Kusch (1970) señala que:

No existe en América un estilo uniforme de vida. En lo que va del indio hasta el ciudadano acomodado, cada uno juega un estilo de vida impermeable. Por un lado, el indio detenta la estructura de un pensamiento de antigüedad milenaria y por el otro, la ciudadanía renueva cada diez años su modo de pensar (17).

¿Qué identidad queda en Latinoamérica luego de 20 años de Plan Cóndor? Los sujetos sociales y políticos resultantes ¿qué identidad construyen? Se evidencia en los trabajos de memoria que las identidades se vieron transformadas por las dictaduras en dos ejes: identidad personal (biológica y narrativa) e identidad local-política.

En relación a la identidad personal, resaltamos que nos referimos a la identidad biológica como aquella identidad que se construye sobre los patrones que conforman un programa de desarrollo físico y genético. Este tipo de identidad se apoya en los vínculos de sangre y se evidencia por medio del ADN y brinda información taxativa acerca de la filialidad. Este punto es importante por la cantidad de personas que fueron desaparecidas y enterradas en fosas comunes, este factor biológico es el que permite el reconocimiento de los restos[6], y en el caso específicamente de Argentina, sirve en la recuperación de las hijas y los hijos que fueron apropiadas/os durante el cautiverio de sus madres y padres.

Por identidad narrativa, entendemos que es aquel relato construido que evoca al pasado invariable y continuo y que se aplica en el presente para definirnos y enmarcarnos. Diremos que esa identidad está relatada, comprendida y atravesada por los procesos personales y colectivos de tiempo, espacio y memorias en los que se está inserto.

Identidad local:

En esta línea de particularidades, en Luchas locales, comunidades e identidades, los compiladores nos advierten que

Lo local se construye en relación con lo que está afuera, y es siempre relativo al punto de vista que se elige para el análisis (…) al estudiar lo local, está presente también lo nacional y lo global, ya que lo que sucede en esos escenarios tiene interlocutores y es parte de realidades más amplias y al mismo tiempo también más pequeñas (el barrio, la familia, el pueblo o comunidad (Del Pino y Jelin 2003:6).

Así vemos que la localía se construye dialécticamente con lo nacional y con lo regional. En este marco, podemos pensar la violencia de los años ´70 como reflejo de estas capas y por eso la construcción del relato que de ella se hace, también trasvasa estas capilaridades. Así también, resaltar que la elaboración de las memorias responde estrictamente a la construcción de las identidades, ya que el núcleo de cualquier identidad está ligado a un sentido de permanencia a lo largo del tiempo y del espacio (Jelin 2002), por lo tanto podemos decir que se construye lo que somos en base a la elaboración que hacemos de nuestro pasado.

En Luchas locales, podemos encontrar este análisis de identidades en el estudio de las construcciones de memorias que se han realizado en las comunidades y dimensiones locales que se contradicen, discuten o se complementan con las memorias nacionales (a las que se entienden como oficiales[7]).

Entre la relación de estos dos polos, lo local y lo nacional (oficial), hay una capilaridad de memorias, de agentes que circulan, formando una arquitectura compleja, organizada por los diversos planos en los que pueden caracterizarse las formas múltiples de representación de un evento acotado” (Da Silva Catela 2003: 72).

Estas memorias locales pueden pensarse como la marginalidad de la que habla Leopoldo Zea (1976), al decir:

La pregunta por la peculiaridad de la cultura y el hombre en América tiene como punto de partida esta conciencia de lo accidental. (…) el americano, a diferencia del europeo, nunca se ha sentido universal. (…) Su problema, el problema de la filosofía en América, es precisamente la conciencia de que su existencia es una existencia marginal (49).

Esta marginalidad, como lo externo a lo europeo construye una marca de estilo en la impronta latinoamericana. Se piensa y se sabe de modo marginal y discute desde allí con el tropos occidental y universal. Como vemos, en el análisis de las memorias se han construido narrativas del pasado que permean subjetividades locales que en muchos casos, disputa el sentido de los relatos nacionales. Dentro del relato nacional, podemos señalar que el proceso de posdictadura ha construido diferentes regímenes de memoria, tal como señala Crenzel (2008), construyendo un relato que se consolida como verídico y hegemónico en un determinado momento. En Luchas locales, vemos que eso se manifiesta a partir de micro relatos que sirven como botón de muestra de las implicancias dictatoriales y posdictatoriales en diferentes zonas, y a la vez pueden ser excepciones a los relatos nacionales: marginales.

Conmemoraciones

Con el objetivo de mostrar las particularidades con las que los distintos países elaboran sus memorias, analizaremos los modos de reflexión acerca de las conmemoraciones. Si bien, como ya hemos señalado a lo largo del trabajo, no hay homogeneidad en las construcciones memoriales, todos los países de la región conmemoran y elaboran la experiencia traumática de la violencia política según sus costumbres y particularidades.

Entendemos a las conmemoraciones como hechos rituales que generan identidad, representan la memoria y consustancian la comunidad. Conmemorar implica recordar con otros un hecho que sobresale del pasado, pero que como tal, continúa en el presente. En Las conmemoraciones… se analiza la construcción memorial que se evoca en las fechas asociadas al inicio de las dictaduras en el cono sur: 11 de septiembre en Chile; 24 de marzo en Argentina; 31 de marzo de Brasil, así como la particularidad del caso paraguayo en el que la fecha evocativa es el natalicio de Stroessner el 3 de noviembre. Además, y tomando como punto las particularidades locales trabajadas anteriormente, el caso de Uruguay imprime la diversidad de tener dos fechas conmemorativas: Una vinculada al asesinato de militantes tupamaros el 14 de abril de 1972; y otra del asesinato de dos uruguayos en Argentina el 20 de mayo de 1976 – a las claras de la vinculación propia del Plan Cóndor. En todos los casos podemos advertir que la fecha se toma como inicio de la violencia política

Durante los periodos dictatoriales en cada país las dictaduras han hecho de estos “aniversarios” hechos emblemáticos respecto a su rol como salvadores de la nación; no obstante con las restituciones democráticas estas efemérides[8] han sido vehículos que activan las memorias y ponen en cuestión los debates por los modos de recordar. Estas conmemoraciones han ido modificando su sentido en virtud y relación a la contienda política local y regional.

Estos rituales conmemorativos se vuelven experiencias performativas (Taylor 2006) que contribuyen a la construcción identitaria local, nacional y regional, que a su vez buscan emplazarse físicamente en espacios que servirán como memoriales. En este sentido Monumentos, memoriales y marcas territoriales abre la discusión acerca de cuáles son los debates que se incluyen en la creación de marcas memoriales. Debates, tanto simbólicos como materiales, que podemos resumir en qué y cómo recordar. Jelin y Langland advierten en el prólogo que: “el territorio (y sus límites) ha sido y es una de las manifestaciones de la soberanía estatal, y de ahí la larga historia de guerras y conflictos para marcar fronteras” (2003: 1).

La conformación de un espacio que se “lugariza” como espacio de memoria tiene intrínseca en su formación la marca por la identidad que busca reflejar y construir acerca del pasado, del presente y de qué se espera que se conserve en el futuro “construir monumentos, marcar espacios, respetar y conservar ruinas son procesos que se desarrollan en el tiempo” (Ibídem 2003: 4) Así, las autoras señalan que estas luchas semantizan las marcas memoriales.

El proceso de identificación memorial puede ser comprendido desde la marca individual –reivindicar el nombre de una persona desaparecida o asesinada por la violencia política[9], por ejemplo– como un memorial colectivo que busque denunciar o señalizar un espacio –en esta línea, podemos pensar las marcas sobre los centros clandestinos argentinos o chilenos, y en los primeros su funcionamiento como sitios de memoria. Estas marcas tienen al menos dos objetivos: homenaje y denuncia. Homenaje de las personas que allí murieron/desaparecieron y denuncia de lo ocurrido y su relación con el presente. Puede ser una denuncia en tanto impunidad que permanece vigente en el presente de enunciación, o una denuncia memorial que se erige como recuerdo y promesa de lo que no debe volver a ocurrir.

Palabras finales

En este artículo he buscado acercar la posibilidad de inscribir a los estudios de memoria como fuentes para el pensamiento latinoamericano, mostrando que algunos de los ejes que se plantean en los orígenes de esta corriente atienden y responden a los mismos interrogantes que esta filosofía: la identidad latinoamericana.

Entendiendo que las dictaduras instaladas a partir del Plan Cóndor han modificado regional y estructuralmente las relaciones sociales y políticas de los países americanos. Hemos tomado como ejemplos las luchas locales, las marcas memoriales y las fechas en tanto que permean y construyen identidad local y comunitaria para vincular entonces los modos de abordaje desde los dos estudios que comparamos: el pensamiento latinoamericano y los estudios de memoria.

Podemos pensar la instalación de estas dictaduras como una nueva marca colonial que rompió y desarmó lazos preexistentes sociales, culturales y que motivó nuevas lógicas económicas y políticas. En esta línea, el periodo posdictatorial permite pensar la reorganización, no solo de los Estados como ocurrió en los 80, sino también de las sociedades, tal como lo aventuraron los estudios de memoria a partir de los 2000.

Podemos finalizar, señalando en la oscilación en los estudios que advierte Devés Valdés (2000), modernización–identidad, que en los 80 los estudios sobre las democracias implicaron un repensar las modernizaciones estatales. Demostramos que en los 2000 los estudios de memorias repiensan las identidades y podemos aventurarnos a prever que los estudios actuales sobre el crecimiento de las derechas locales y sus llegadas a los gobiernos[10] podrán ser pensadas en torno al eje de la modernización.

Bibliografía

Agamben, G. (2006). Homo sacer. Lo que queda de Auschwitz, Buenos Aires, FCE

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Notas

[1] Los doce tomos son: Los trabajos de la memoria; Del estrado a la pantalla; Conmemoraciones; los archivos de la represión; Luchas locales, comunidades e identidades; Educación y memoria; Iglesia, represión y memoria; Escrituras, imágenes y escenarios ante la represión; Memorias militares sobre la represión en el Cono Sur; El pasado en el futuro: los movimientos juveniles; Subjetividades y figuras de las memorias.
[2] Pueden señalarse los dos tomos de Los límites de la democracia, compilados por Calderón en 1985.
[3] En este sentido, es importante señalar el rol del Poder Judicial. El mismo que ha sido cómplice en la negación sistemática de los habeas corpus presentados por familiares de desaparecidos, sin haber cambiado ni su estructura, ni los miembros es el mismo poder que en 1985 sentencia a las juntas militares.
[5] Con respecto a los estudios vinculados a sobrevivientes y testimonios Cfr. Agamben (2006)Pollak (2006); en relación a generaciones y sobrevivientes Cfr. Hirsch (2010) y Suleiman (2002); en relación a representaciones Cfr. LaCapra (2008), Ricoeur (2006).
[6] La identidad biológica consolidada en base a pruebas genéticas se consolida también como pruebas sólidas en los juicios de lesa humanidad (Catoggio 2019; 2021, Guglielmucci 2017, Villella 2020). En este rol sobresale el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) puesto que es el que se encarga de exhumar, excavar e identificar restos.
[7] En este sentido, Da Silva Catela analiza la construcción del relato que se construyó acerca de los apagones de Ledesma en dos localidades de Jujuy y cómo estas memorias no coinciden - en fechas, cantidad de detenidos, origen gremial de los secuestrados - con el relato oficial que se construyó en el Nunca Más. Conviviendo una memoria local con una nacional. “A diferencia de otros eventos de la represión de la dictadura, el caso Ledesma permite una recuperación de los diferentes puntos de vista que circulan sobre lo acontecido. Lo local, con sus memorias, no se cierran sobre sí mismo, sino que muestra diversos caminos y luchas de agentes que pretenden monopolizar la versión legítima de lo ocurrido” (Da Silva Catela 2003: 91)
[8] Vuelve a ser significativo el ejemplo de Ledesma comentado en la referencia anterior, donde la disputa por las fechas (20 o 27 de julio) enarbolan las discusiones memoriales locales: 20 de julio para las víctimas de Caliguala; 27 de julio en el relato de la CONADEP, y el uso de la fecha instituida oficialmente como herramienta discursiva para imponer el tema a nivel nacional.
[9] De estas prácticas son relevantes mencionar el caso del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, emplazado en el Parque de la Memoria (CABA, Argentina) como “El ojo que llora” memorial emplazado en Perú. Estas estrategias cumplen un doble rol: por un lado funcionan ritualmente como espacio donde se permite el trabajo y elaboración del duelo de los familiares de las víctimas; y en segundo lugar da dimensión visual de los asesinatos o desapariciones.
[10] En este sentido podemos mencionar el dossier de la Revista Clepsidra (2022) dedicado exclusivamente al ascenso de las derechas y su implicancia en las derechas; así también como los trabajos de Giordano (2014); Bravo (2020) y la creciente presencia en workshop y jornadas académicas.


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