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SÓFOCLES, LA SOLEDAD, EL AISLAMIENTO
Lina Marcela Cadavid Ramírez
Lina Marcela Cadavid Ramírez
SÓFOCLES, LA SOLEDAD, EL AISLAMIENTO
SOPHOCLES, SOLITUDE, ISOLATION
Revista Colombiana de Ciencias Sociales, vol. 10, núm. 1, pp. 7-9, 2019
Universidad Católica Luis Amigó
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SÓFOCLES, LA SOLEDAD, EL AISLAMIENTO

SOPHOCLES, SOLITUDE, ISOLATION

Lina Marcela Cadavid Ramírez
Universidad Cátolica Luis Amigó, Colombia
Revista Colombiana de Ciencias Sociales, vol. 10, núm. 1, pp. 7-9, 2019
Universidad Católica Luis Amigó

Nosotros, lectores contemporáneos de la tragedia ática, percibimos con dificultad la naciente crítica a los ideales individuales que se enajenan de la democracia que allí se expresa, para simpatizar, emocionados más bien, con los héroes cuyas elecciones -y sobre todo cómo las enfrentan, incluso a costa de sus propias vidas- deberían, nos parece, elevarse a paradigmas universales. Los modos como encaran su soledad una Antígona, un Edipo o un Filoctetes llaman profundamente nuestra atención como signos de la capacidad del hombre para descubrir la inmensidad de su mundo interior, sobre todo cuando este se siente abandonado a sus propias fuerzas (Snell, 2007). Pero, desde otra perspectiva, Sófocles parece problematizar la ruptura insuperable entre el individuo y el grupo social para hacer evidente el exceso que conlleva querer vivir como apópolis, desagregados de la comunidad. Se comenta bastante sobre la fuerza escénica del teatro de Sófocles y su evidente capacidad para exhibir el espectáculo de una existencia que se debate en medio de esa ruptura, la cual expresa, con la postración corporal del héroe, la exclusión político-social e incluso ética que padece o padecerá. No obstante, el dominio de la técnica escénica, este no parece suficiente para comprender por qué se experimenta tanta cercanía con el drama de los héroes sofocleanos.

Tal vez sucede que el poeta logra poner en la esfera pública el afán constante del hombre por conocerse a sí mismo y las consecuencias de dicha comprensión-incomprensión sobre su existencia, como si fuera un tema común que involucra a cualquier espectador. Mientras en la época contemporánea todo problema de nuestra subjetividad se agota en el ámbito individual, el poeta griego devela la perenne situación del hombre que reconoce la posibilidad de separarse de los ámbitos sociales y religiosos que lo trascienden y, al mismo tiempo, la angustia que genera dicha posibilidad. Es claro, pues, que nuestra dificultad actual por alcanzar una reconciliación efectiva entre lo individual y lo social fue ya vislumbrada por el poeta trágico en su propia época, pero tal vez nos resulte ajeno que la polis censurara dicho aislamiento, de tal modo que es necesario aceptar que Sófocles no pretenda exaltar sin más la soledad existencial, incluso aunque parezca evidente que puedan pasar como nuestras las equivocaciones de Edipo a la hora de juzgar su propia situación, la necesidad de refugiarse en lo divino ante la injusticia de lo humano -como lo hace Antígona-, el deseo de encontrar un amigo en medio del aislamiento -como es el caso de Filoctetes-, o la angustia ante el desconocimiento que los otros hacen de nuestro propio valor -como es el caso de Ayax (Sófocles, 2000)-.

Encuentro importante resaltar lo anterior, pues para nosotros el aislamiento del yo tiende a parecernos una conquista, sobre todo si es a razón de una propia elección; difícilmente se nos hace patente que los héroes trágicos participan de la elección de su propia ruina, justamente porque son incapaces de resolver su soledad. Pero, al mismo tiempo, Sófocles sabe que no se trata, simplemente, de incorporarse de nuevo al orden trasgredido para alcanzar la reconciliación perdida: el surgimiento de la democracia trae como consecuencia saberse partícipe de la creación de la norma, con todo y la conciencia que tenían los griegos de los embates de la fortuna. Y así, al mismo tiempo que el mundo de los valores compartidos se muestra como el camino que allanaría la soledad, y el retorno de la mesura la fórmula para conjurar el dolor, la experiencia, siempre presente, de asumir la propia individualidad con sus consecuencias y efectos trasmite para la época del poeta el problema que acarrean los excesos de una individualidad que apenas despunta, y para la posteridad -tiempos de una individualidad arraigada- el anhelo perenne por una reconciliación. En ambos casos, la puesta en escena de la soledad, que puede verificarse en acciones reales (Filoctetes ha vivido 10 años en una isla desierta, Ayax está aislado por la locura, Edipo se siente impotente ante las puertas del palacio reconocido por otros como un semidios, Antígona ha enterrado sola a su hermano), permite reflexionar en torno a la incompetencia intelectiva y práctica para resolver dicho aislamiento. En Sófocles, además, estas cuestiones no se resuelven a nuestro favor (el de los seres humanos de este siglo), es decir, en beneficio de nuestra libertad o en la exaltación de nuestra soledad; para la Atenas del siglo V a.C dicha soledad despierta compasión e inquietud, para la época contemporánea perplejidad y mudez ante aquello que nos desgarra y separa de los otros, y aunque suene paradójico, dado el orgullo de la libertad alcanzada para huir de los otros, el agobio por dicha separación no deja de intranquilizarnos.

Esta manera de poner en evidencia lo irresoluble desde la tragedia ática muestra tanto la antigüedad como la vigencia de una de las temáticas sobre las que reflexionan hoy las ciencias sociales (Ritzer, 1993). Llama la atención el contraste de una posible salida: para los atenienses, aceptar la divinidad insondable, para nosotros, despojar lo insondable de su autoridad. Y así como Sófocles vio que no habría vuelta atrás con la democracia, para nosotros tampoco hay retorno hacia un mundo en el que consideremos la libertad como un asunto prorrogable, y de una forma aún más proteica, dado que la libertad no se juega solo en la esfera política, sino que es una incógnita constante en variados ámbitos de la vida. Y así como los griegos contaban con la tragedia para proponer una reflexión sobre lo que parece irresoluble, las narraciones que proponen las ciencias sociales ahora son un escenario en el que se pone en movimiento, constantemente, esa tensión entre libertad y reconciliación.

Los artículos que componen este número, podrían dar, sí o no, una respuesta directa a esta cuestión que atañe a las diversas disciplinas de las ciencias sociales, pero considero aún más relevante su carácter de reflexión constante: la intolerancia, la alteridad, el desarrollo positivo de los jóvenes, la cultura ciudadana, la crítica a los modelos de déficit y democracia en la divulgación científica, el estudio de la empatía en la infancia y la adolescencia, la reflexión sobre el crecimiento urbano o el interés y expresión de los jóvenes por su legado cultural, temas que desarrollan los presentes manuscritos, se presentan, claro es, como investigaciones que han llegado a un punto de aparente cierre, pero que son, en realidad, el comienzo para nuevas preguntas. Dichas investigaciones nos interrogan y sustraen, por un momento, de nuestro aislamiento, pues alguien nos habla para comunicarnos algo que le preocupa, le interesa, lo cuestiona.

Material suplementario
REFERENCIAS
Ritzer, G. (1993). Teoría sociológica contemporánea. Madrid: MacGraw-Hill.
Snell, B. (2007). El descubrimiento del espíritu. Estudio sobre la génesis del pensamiento europeo en los griegos. Barcelona: Acantilado.
Sófocles (2000). Tragedias. Madrid: Gredos.
Notas
Notas
Forma de citar este artículo en APA: Cadavid-Ramírez, L. M. (enero-junio, 2019). Del nihilismo y su paradoja [Presentación]. Revista Colombiana de Ciencias Sociales, 10(1), pp. 7-9 DOI: https://doi.org/10.21501/22161201.3055
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