Resumen : Se analizan los ensayos Las trampas de la desgracia y Ese país donde nunca estuvimos (cultura y sociedad en Costa Rica, 1980-1995) de Alexander Jiménez Matarrita a partir de diferentes perspectivas: por un lado, se exponen las relaciones de ambos textos con la teoría del ensayo y las categorías del presente y del tiempo propuestas por Liliana Weinberg; por otro lado, se explican ambos ensayos en torno a los postulados teóricos de Michel Foucault y de Louis Althusser sobre los mecanismos de control-distribución del discurso y los aparatos ideológicos del Estado, respectivamente.
Palabras claves: FilosofíaFilosofía,ensayoensayo,culturacultura,políticapolítica,ideologíaideología.
Abstract: This article shows the analysis of the essaysLas trampas de la desgraciayEse país donde nunca estuvimos (cultura y sociedad en Costa Rica, 1980-1995) by Alexander Jiménez Matarrita from different perspectives. On the one hand, to relate both texts with the theory of the essay and the categories of the present and the time proposed by Liliana Weinberg; on the other hand, to explain both essays around the theoretical postulates of Michel Foucault and Louis Althusser on the mechanisms of control-distribution of speech and ideological apparatuses of the State, respectively.
Keywords: Philosophy, essay, culture, politics, ideology.
Desde la cultura y el arte
Discurso, poder e imaginario cultural: Análisis de los ensayos Las trampas de la desgracia y Ese país donde nunca estuvimos de Alexander Jiménez Matarrita
Speech, power and cultural imaginary: Analysis of the essays Las trampas de la desgracia and Ese país donde nunca estuvimos of Alexánder Jiménez Matarrita
Recepción: 10 Octubre 2017
Aprobación: 12 Diciembre 2017
Los ensayos, en el sentido genérico del término, son textos bastante difíciles de clasificar y definir, según la mayoría de los especialistas en el campo (Weinberg, 2013; Azofeifa, 1982; Oviedo, 1990). Estos sugieren diferentes características funcionales y esbozos de definiciones que destacan alguna toma de posición respecto a qué se denomina ensayo. Destacan el carácter crítico, la subjetividad, el manejo del tiempo presente, como algunos de los rasgos definitorios del ensayo, los cuales, para efectos de este trabajo tendrán cierta relevancia.
Michel Foucault (1992), en su texto canónico El orden del discurso, comenta que existen procedimientos de “control-distribución”, los cuales operan en los discursos y permiten o prohíben el acercamiento del público a dichos discursos (políticos, académicos, religiosos, entre otros); asimismo, el filósofo Louis Althusser en su estudio Ideología y aparatos ideológicos del Estado (1987) propone que el Estado construye diferentes aparatos, tanto represivos cuanto ideológicos, y estos manejan las relaciones de poder y la manera mediante la cual son manejadas las clases sociales, debido a la existencia de aparatos que controlan a las masas a partir de la ideología, lo cual tiene relación evidente con el discurso.
En el siguiente trabajo se analizan los ensayos Las trampas de la desgracia (1996) y Ese país donde nunca estuvimos (cultura y sociedad en Costa Rica, 1980-1995), ambos de Alexander Jiménez Matarrita (1997), a partir de los conceptos de Weinberg, Althousser y Foucault, con el fin de evidenciar cómo los imaginarios culturales constituyen un mecanismo por medio del cual se construye la identidad de los pueblos, por un lado, y cómo los discursos y las diferentes instancias que operan en estos controlan la forma en la que se percibe la realidad en discursos relacionados con la información (el periodismo) y la cultura, por otro lado.
El artículo lleva a cabo, en primer lugar, una breve exposición sobre las lecturas más relevantes de la obra ensayística de Alexander Jiménez; en segundo lugar, se expondrá la aproximación teórico - conceptual relacionada con la teoría del ensayo, los aparatos ideológicos y los mecanismos de control del discurso; finalmente, se llevará a cabo el análisis de los textos del filósofo costarricense y se propondrán algunas conclusiones al respecto.
Algunas lecturas en torno a los textos de Alexander Jiménez Matarrita
Es necesario aclarar que los ensayos escogidos para ser analizados en esta investigación no han sido trabajados por ningún autor; asimismo, se puede afirmar son relativamente pocos los trabajos de investigación los que se han dedicado a analizar la obra ensayística de Alexander Jiménez Matarrita. De acuerdo con los autores consultados (Fragomeno, 2002; Retana, 2010; Rodríguez, 2003) la producción de Jiménez gira en torno a los imaginarios culturales, en primer lugar; a la construcción identitaria en el pensamiento costarricense, en segundo lugar; finalmente, al tema de las migraciones y los prejuicios que sostienen los costarricenses en relación con los migrantes y su condición.
El filósofo Camilo Retana (2010), en una reseña sobre el texto La vida en otra parte del autor en estudio, comenta que “Jiménez reconstruye una serie de mitos y prejuicios, hurga en un sinnúmero de sobreentendidos y explora diversos constructos imaginarios fundacionales de la identidad costarricense” (p. 163). Retana relaciona el texto de Jiménez con la metáfora de las Crónicas marcianas de Bradbury, a propósito del tema de la migración y la construcción del imaginario costarricense que se tiene al respecto; este autor propone más adelante en su comentario del texto de Jiménez que:
El principal blanco de las críticas de La vida en otra parte es el modo en que históricamente hemos construido imaginariamente el país tergiversando u olvidando los sucesos que tienen lugar alrededor de los fenómenos de la emigración e inmigración. En este sentido, el texto pone en evidencia la ingenuidad de aquellos que consideran que en Costa Rica no pasa nada desde el Big Bang (Retana, 2010, p. 164).
Camilo Retana hace énfasis en el hecho de que este ensayo de Jiménez reflexiona sobre el olvido histórico de la migración en Costa Rica, el fenómeno como tal y sus consecuencias para la construcción de la identidad nacional, para nada homogénea o estática, como lo apunta Jiménez; en consideración a lo dicho anteriormente, Camilo Retana, de acuerdo con la metáfora del Big Bang, se refiere a la crítica que hace el ensayista respecto de la creencia de que la identidad y el imaginario costarricenses son construcciones estáticas, que no varían en el tiempo ni en el pensamiento; el investigador destaca sobre La vida en otra parte:
Alexander Jiménez plantea como alternativa a las identidades carenciales y anquilosadas, por lo demás dominantes en la actualidad, un tipo de identidad que es pregunta, desafío. Esta manera de pensar lo identitario forma sin duda parte del clima intelectual moderno (Retana, 2010, p. 164).
En esta última cita del análisis de Retana se puede destacar de esta obra de Alexander Jiménez que el tema de la identidad para él resulta ser una gran interrogante sin una respuesta definitoria y tajante, porque al relacionar dicha “identidad nacional” e “imaginario cultural” costarricenses no se pueden obviar las contribuciones de los migrantes al pensamiento de los propiamente nacional que explica Jiménez en su ensayo.
Al respecto de otra obra fundamental de Alexander Jiménez, surgen dos breves análisis (Rodríguez, 2003; Fragomeno, 2002) que se enmarcan dentro de los temas más explorados por el filósofo costarricense: el nacionalismo en el pensamiento filosófico de Costa Rica. Francisco Rodríguez (2003) revela algo a propósito del escaso -si no es nulo- estudio de la obra ensayística de Jiménez Matarrita; el investigador observa que:
Por eso, en su elaboración, como lo observa El imposible país de los filósofos, los intelectuales, en el sistema letrado, desempeñan un papel preponderante. Actúan como mediadores simbólicos, estableciendo un eslabón entre el pasado y el presente. Se obtiene así la legitimación de esta o aquella visión, de este o aquel destino. La memoria nacional es, por tanto, un terreno de disputas (Rodríguez, 2003, p. 102).
En su estudio sobre este texto de Jiménez, Rodríguez destaca la insistencia del ensayista en problematizar la construcción de la identidad nacional a partir de la memoria del pensamiento de los intelectuales costarricenses de la primera mitad del siglo XX. En el texto se problematiza sobre la metáfora del labriego sencillo, los referentes que constituyen la “identidad costarricense”, de acuerdo con los discursos de los intelectuales analizados por Jiménez Matarrita (Rodríguez, 2003).
Asimismo, Roberto Fragomeno (2002) hace un breve análisis sobre ese mismo texto de Jiménez a partir del tema del nacionalismo étnico - metafísico que es tratado por el ensayista en su texto. Fragomeno comenta que el filósofo y ensayista costarricense “arremete” contra el pensamiento colectivo costarricense que ha cristalizado en el imaginario cultural la blancura, la paz, la filiación más hispánica, menos mestiza e indígena, como elementos propios de la identidad nacional de Costa Rica. A propósito de lo anterior, Fragomeno destaca:
Los propósitos del nacionalismo étnico metafísico no son explorar la estructura y el ritmo de la historia costarricense sino individualizar, en una etapa de ella, un modelo estático para el presente y el futuro que se ofrezca como alternativa al progresismo. Se ofrece el aval de la etnicidad para fortalecer la democracia procedimental, formal, fría y vacía y, al mismo tiempo, legitimar un modo de inserción de Costa Rica en el mercado mundial (Fragomeno, 2002, p. 150).
Como ya se había visto en los comentarios del filósofo Camilo Retana, y en cierta medida en los de Francisco Rodríguez, el profesor Fragomeno apunta que el ensayo de Alexander Jiménez explica la búsqueda de un nacionalismo estático, “democrático”, en la historia del pensamiento costarricense se debe en gran medida al fenómenos de la globalización y, por ende, a la inserción de Costa Rica en el mercado mundial, como él lo apunta y como la coyuntura histórica así lo proponía (Quesada, 2008). Se ve en este estudio de Fragomeno, finalmente, una discusión sobre las metáforas que guiaron a la construcción del nacionalismo “tico” y la mitificación de este por parte del “Poder” y el Estado de ese entonces (Fragomeno, 2002).
Aproximación teórico-conceptual: El ensayo y sus características; los mecanismos de control-distribución del discurso y los aparatos ideológicos del Estado
En este apartado se discutirán los aportes conceptuales de algunos autores, fundamentales para el análisis que se propone de los ensayos de Alexander Jiménez Matarrita. En primer lugar, se debe llevar a cabo una exposición de las características del ensayo que orientarán una primera parte del estudio; y en segundo lugar, se exponen los conceptos de las teorías sobre el discurso, los mecanismos de control y distribución de este y los aparatos de ideológicos del Estado.
De acuerdo con el estudio de Liliana Weinberg (2013), Situación del ensayo, en este género textual se deriva de la actividad intelectual de un autor, que inserta su pensamiento, su subjetividad, en un texto cuyo tema puede ser cualquiera; la autora considera que los ensayos se enmarcan en coordenadas temporales y que, por lo tanto, responden a un contexto de producción; asimismo, Weinberg destaca que el cronotopo del ensayo “nos ofrece la clave de lectura del texto y la clave en que el propio texto se apoya para llevar a cabo su interpretación” (p. 78).
Si bien, esta noción de cronotopo debe ayudarnos a entender la relación indisoluble que se presenta en el ensayo (como una forma literaria, por ende artística) entre el tiempo y el espacio que; Weinberg, y otros autores también, apunta al manejo de la categoría temporal como una de las características que permiten estudiar el ensayo en su especificidad genérica (si es que esto es posible afirmarlo, claro está); la autora propone lo siguiente:
El texto ensayístico lleva consigo marcas de presente aunque no se instala ni se agota en la provisionalidad del presente. En efecto, el trabajo que lleva a cabo el ensayista hace posible inscribir en lenguaje la experiencia a partir del impulso tensional que permite transitar del acto de enunciación al acto de interpretación, que es a la vez una forma de intelección del mundo y de participación en y de ese acto de intelección (Weinberg, 2013, p. 62).
De la cita anterior se comprende que las marcas de tiempo presente en el ensayo lo enmarcan dentro de una realidad inmediata que es el acto de “pensar” que lleva a cabo el ensayista; la experiencia del autor en este tipo de textos tiene mucho de vivencial, de testimonio si se le quiere llamar así, por lo que la remisión al tiempo presente es fundamental; asimismo, Weinberg comenta que este tiempo es propio de la exposición -entendiendo el ensayo como una explicación del punto de vista de un autor sobre un tema en particular- y se refiere a esta categoría temporal de esta forma:
El ensayo se da en el presente no solo porque surge ligado a la inminencia de una situación vivida, sino también porque trata de dejar inscrito en el papel el carácter perentorio, activo, eléctrico, de la indagación del sentido, mostrarlo en su propia dinámica y participarlo (Weinberg, 2013, p. 64).
La investigadora afirma que el ensayo tiene un carácter activo porque es búsqueda, reflexión, pensamiento, “transvasado” en la escritura, en el punto de vista subjetivo del autor; por lo tanto, a lo que los lectores se acercan es a la indagación del sentido que el autor planteó en su texto. La dinamicidad del tiempo presente en el ensayo, comenta la autora, permite al ensayo “proyectarse” y “expandirse” más allá del contexto de la vivencia del autor:
Este tiempo presente se ve de este modo llevado a expandirse y complicarse, y se vale de una articulación con el pasado característico de la narración y la evocación, o con el futuro característico de la proyección, la performación y la conversión de utopía o esperanza, aunque en ese "nudo" de presente confluyen todas las hiladas temporales, todas las operaciones de expansión hacia otros tiempos y modos verbales (Weinberg, 2013, p. 64).
Este planteamiento sobre el tiempo en el ensayo permite proponer la “vigencia” que encuentra la recepción del texto, del pensamiento del autor; es decir, el pensar de un autor respecto de un tema, su posicionamiento personal, su experiencia, pueden trascender al momento de enunciación del ensayo; por esta razón, la categoría temporal del presente es importante para este estudio, ya que se verá en los ensayos de Alexander Jiménez cómo los imaginarios culturales, las relaciones de poder entre los aparatos ideológicos del Estado, los temas sobre los que reflexiona el yo discursivo de los ensayos, aún se encuentran vigentes en el imaginario actual.
Ahora bien, además de discutir en relación con la filiación genérica de los textos de Alexander Jiménez, es necesario analizar el contenido de estos, para lo cual se han elegido algunos postulados de la teoría del discurso de Foucault y algunos postulados teóricos de Althusser respecto a los aparatos ideológicos del Estado. En ambos autores se encontrará cómo dentro de los diferentes discursos se crean disciplinas y medios de control de la información y, por ende, del poder. De acuerdo con la teoría de Michel Foucault, el discurso se produce, se controla y se distribuye “por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad” (Foucault, 1992, p. 12).
Lo anterior implica que en el fondo los discursos no son productos culturales “inocentes” y que, asimismo, dentro de estos, confluyen una serie de “prohibiciones” y mecanismos para ciertas esferas de la sociedad se mantengan al margen del acceso y el control de las construcciones discursivas (Foucault, 1992), ya que el discurso pareciera preexistir a las personas, de acuerdo con Foucault, pero al mismo tiempo está inmerso en el deseo por el poder de las clases que “acaparan” la información, el uso y el acceso de las formaciones discursivas.
Uno de estos mecanismos es la voluntad de verdad, de la que Foucault propone que se encuentra “basada en un soporte y una distribución institucional, tiende a ejercer sobre los otros discursos -hablo siempre de nuestra sociedad- una especie de presión y como un poder de coacción” (Foucault, 1992, p. 19). El concepto de la voluntad de verdad, de acuerdo con el teórico francés, sirve para separar a los usuarios del discurso mediante la dicotomía falsedad/verdad.
Relacionado con el concepto de discurso y los mecanismos para su control y distribución, se encuentran las nociones de ideología y de aparatos ideológicos del Estado (en adelante AIE), acuñados por Althusser en su texto, para quien “la ideología pasa a ser el sistema de ideas, de representaciones, que domina el espíritu de un hombre o un grupo social” (1987, p. 26) y los aparatos ideológicos son “cierto número de realidades que se presentan al observador inmediato bajo la forma de instituciones distintas y especializadas” (p. 15).
De esta forma, puede verse que los AIE funcionan para controlar “sutilmente” a las masas, a las clases dominadas por el poder; el Estado, según Althusser, configura esta serie de aparatos para reprimir y dominar (en doble vía) a las clases por medio de la ideología como lo comenta en la siguiente cita:
Los AIE “funcionan” masivamente con la ideología como forma predominante, lo que unifica su diversidad es ese mismo funcionamiento, en la medida en que la ideología con la que funcionan, en realidad está siempre unificada, a pesar de su diversidad y sus contradicciones, bajo la ideología dominante, que es la de “la clase dominante” (Althusser, 1987, p. 15).
Aparatos como la escuela, la prisión, los medios de comunicación, la literatura “nacional”, los imaginarios, las identidades y toda construcción discursiva que le sirva al Estado para legitimar su poder se puede tomar como un aparato ideológico en tanto que se encuentra atravesado por la ideología de la clase dominante de la sociedad en la que se inserta cada uno. Otro de los postulados de este autor tiene que ver con que:
Todos los aparatos de Estado funcionan a la vez mediante la represión y la ideología, con la diferencia de que el aparato (represivo) de Estado funciona masivamente con la represión como forma predominante, en tanto que los aparatos ideológicos de Estado funcionan masivamente con la ideología como forma predominante (Althusser, 1987, p. 19).
Se evidencia de esta forma que para Althusser la masificación de las clases por medio de la ideología de quienes dominan el Estado es lo que lleva a los dominados a ser reprimidos y controlados; a través de la información a la que se tiene acceso; por medio de la literatura “oficial” que es permitida en los cánones; a través de lo que enseñan los maestros que es “verdad”; por medio de lo que se encuentra en la historia “oficial”. Todos los discursos, a los que tienen acceso las clases que no están en el poder, de cierta forma son instrumentos utilizados por el Estado para mantener el statu quo que mejor le sirva a sus intereses.
Finalmente se tomará en cuenta para el análisis de los textos de Alexander Jiménez Matarrita el concepto de imaginario cultural; el investigador Celso Sánchez-Capdequi lo define como “el reducto trascendental y transhistórico en el que se va depositando el conjunto de vivencias y experiencias del quehacer humano a lo largo de su historia [cursivas añadidas]” (1997, p. 151). Este concepto de imaginario permite entender cómo se configuran los arquetipos que dan “soporte” a las construcciones identitarias de los pueblos, ya que como menciona el autor
El Imaginario cultural es definido como el origen originado, como el sustrato profundo de vivencias que, embalsamadas en los bajos fondos la memoria filogenética, hace las veces de a priori trascendental básico desde el que concebir todo proceso de creación psicosocial (Sánchez-Capdequi, 1997, p. 152)
Así las cosas, puede afirmarse que los imaginarios son contenido y estructura de las macroestructuras de cada cultura, porque el imaginario trasciende el pasado, se mantiene en el presente e, incluso, permite dilucidar cuál será el comportamiento de las experiencias humanas de una cultura, de una “civilización”, en el futuro. Este concepto será también fundamental para el análisis de los ensayos de Alexander Jiménez, ya que es uno de los temas centrales de su producción: la discusión sobre el imaginario cultural costarricense.
Discusión: Análisis de los ensayos de Alexander Jiménez Matarrita
En este apartado se propone hacer una lectura de los ensayos de Jiménez, Las trampas de la desgracia (1996) y Ese país en donde nunca estuvimos: cultura y sociedad en Costa Rica, 1980-1995 (1997). En primer lugar, antes de iniciar la exposición de los hallazgos encontrados en el contenido de los textos de este filósofo costarricense, es necesario comentar su filiación con el género literario ensayo, en particular con lo que explora Liliana Weinberg sobre la categoría del presente de este tipo de textos.
Se vuelve necesario aquí hacer una contextualización del período en el que el autor enuncia/publica estos ensayos; de acuerdo con la Breve historia de la literatura costarricense de Álvaro Quesada (2008), Costa Rica se encuentra -al igual que la mayoría de países de Europa y América- con la serie de cambios que durante las últimas dos décadas del siglo XX trajeron: la Guerra Fría, la caída del “socialismo real”, la crisis de los años ochenta, el neoliberalismo en el poder, el auge del capital transnacional en detrimento del Estado Nacional; en síntesis, según Quesada, se da inicio al proceso de globalización y el paso hacia la “posmodernidad” (Quesada, 2008).
Esta serie de circunstancias historias marcan el surgimiento de nuevas corrientes en las diferentes disciplinas y, por consiguiente, empieza a llevarse a cabo un cuestionamiento del “orden” y de las convenciones discursivas desde los ámbitos de la filosofía, la política, la semiótica, tal como menciona Álvaro Quesada. Concretamente, el crítico literario costarricense menciona que durante estas últimas décadas del siglo XX en el caso nacional “los fenómenos ligados a la “globalización” o a la “posmodernidad” replantearon desde nuevas perspectivas los viejos problemas, ya crónicos, ligados con los proyectos modernizadores [cursivas añadidas]” (p. 125).
Esta cita anterior da pie para discutir el lugar de enunciación en el que se enmarcan los textos de Alexander Jiménez Matarrita, cuya interpretación de la realidad costarricense ha girado en torno a desmitificar, cuestionar la identidad tica a través del pensamiento, de la política, de los productos culturales, de la visión sobre el migrante, del poder de los medios de comunicación como mecanismos de control de los discursos y de reproducción de la ideología de las clases dominantes.
Las trampas de la desgracia: Los mecanismos de control del discurso y los aparatos ideológicos del Estado
En este ensayo Jiménez (1996) abre su exposición relacionando los medios de comunicación con algunos de los conceptos del entramado teórico de Foucault acerca de la vigilancia, la disciplina, el castigo; si se sigue el planteamiento de que el ensayo trasciende a su tiempo presente (el momento de la enunciación del texto) se puede llegar rápidamente a encontrar aún vigente el siguiente cuestionamiento del autor:
Somos el producto de regímenes constituidos mediante artificios de poder y saber, ligados al manejo de la información sobre los cuerpos y las virtualidades del alma. En efecto, buena parte de los aparatos disciplinarios operan mediante miradas omnicomprensivas. Verlo todo, saberlo todo, decirlo todo (Jiménez, 1996, p. 60)
De acuerdo con el autor, entonces, se incluye como un “producto” de regímenes y sus mecanismos para mantener el poder, entre ellos los aparatos disciplinarios; además, el ensayo pone énfasis en el hecho de que dichos aparatos convierten en un “panóptico” al Estado: lo ve y lo sabe todo, lo cual no precisamente está cargado de un significado positivo, puesto que la disciplina opera para hacer que el pueblo obedezca.
A partir del concepto de disciplina, en este texto se observa cómo la información -entendida como los medios que se dedican a “informar”- surge en como piedra angular para el autor e inmediatamente de entrada les coloca una connotación negativa: en concreto, los medios de comunicación (periódicos, noticieros, de acuerdo con Jiménez) son mecanismos de vigilancia y castigo, ya que cooperan con el “poder” siempre invisible y casi omnipresente, según su interpretación; el yo discursivo del ensayo afirma que “las pantallas y las planas de los diarios transforman las capacidades perceptivas de los sujetos. Actúan como factores de irrealidad o hiperrealidad necesaria según haya que enseñar o mostrar [cursivas añadidas]” (Jiménez, 1996, p. 60).
En efecto, el acceso a la información que se divulga en los medios tiene poder sobre los sujetos. El texto apunta a la función que cumplen las noticias de sucesos dentro de la sociedad y del entramado del discurso periodístico nacional; el autor alude a varios ejemplos de cómo por el afán de “rememorar” lo ocurrido se toca un punto que se puede llamar ético, si se quiere, ya que como afirma el autor “la condición de nuestro periodismo, la de nuestros periodistas y la de nuestra sensibilidad. Sin duda, algo se descompone allí donde la desgracia íntima asume la realidad de un espectáculo [cursivas añadidas]” (p. 61). Para la voz del ensayo, la desgracia, que se supone es íntima, pertenece al ámbito de lo privado, es un elemento que se ve invadido, cosificado, por parte de los medios y su connotación de espectáculo es evidentemente negativa. Esta desgracia adquiere el matiz de expectación, ya no es propia de quien sufre el suceso, sino que es tomada para crear contenido informativo, no siempre aceptado por el público como válido en el ámbito periodístico.
En este caso, se observa al medio de comunicación -el periódico, la noticia de sucesos- como un aparato ideológico porque está “contribuyendo” de cierta forma a dar legitimidad al discurso del poder: la clase que se encarga de “recolectar” y “distribuir” la información se acuerpa con el derecho de hacer saber a las demás clases el acontecer de la realidad ocurrida, lo que incluye por supuesto la noticia de sucesos; como dice el autor, para el resto de las personas se normalizan este tipo de noticias. El ensayo hace hincapié en la manera en que existe un cambio en la ética y estética de consumir los sucesos, la intimidad, por parte de los sujetos, ya que el consumidor de la noticia lo hace desde la visión indiferente del observador sin apelar por ello a su empatía y al respeto de la intimidad de las personas que sufren, de acuerdo con lo propuesto en el ensayo.
Se puede afirmar, además, que en el texto de Jiménez se ilustra la forma en que el discurso periodístico encuentra las formas para construir su saber y sus rituales dentro de una sociedad a partir del ejemplo que el autor da acerca de la manera en que se relatan las noticias de sucesos:
El modo de elaborar el discurso de la delincuencia común puede ilustrar tales mediaciones y su carácter de estabilizadores sociales. Los sectores populares aprenden a denunciar a quienes les son cercanos. La peligrosidad social queda así reducida a un segmento que tiene mala conciencia sobre sí mismo, a partir del manejo de un discurso administrado por las secciones de sucesos (Jiménez, 1996, p. 60).
De acuerdo con el planteamiento de Jiménez, se sostendría entonces que el segmento informativo denominado sucesos administra con sus propias reglas el discurso sobre diferentes noticias que entran dentro de esta categoría periodística; además de ello, el factor ético de dicho subgénero periodístico se encuentra anulado puesto que los sectores que denomina el ensayo como populares son objeto y no sujetos de tales noticias: forman parte del discurso administrado a las clases dominantes, a quienes los “miran de reojo” desde la comodidad del televisor o del periódico, medios que critica Jiménez por publicitar el dolor ajeno como una forma de dominio.
Asimismo, en Las trampas de la desgracia se afirma que existe un lugar de enunciación para los sujetos de las clases: los sectores “poderosos” se encuentran representados en las noticias de espectáculos, de económicos, de política, entre otros, mientras que los sectores que se podrían denominar populares, “dominados”, según el texto:
Solo acceden a los espacios públicos a modo de material informativo en las secciones de Sucesos. Es paradójico. Quienes nunca habían aparecido en la pantalla o el papel aparecen cuando ya no están, cuando han dejado de habitar sus cuerpos. Quienes estaban al margen ocupan el centro de estas noticias. La intimidad parece estar reservada a los hombres públicos y a las familias "honorables", y la honorabilidad es una virtud reservada, desde finales del medioevo, a los sectores con poder económico (Jiménez, 1996, p. 62).
En la cita anterior se evidencia que en efecto, los sectores que son dominados por las clases poderosas tienen un lugar en el discurso periodístico; sin embargo, es un lugar de objeto, de contenido de noticias. Cabe destacar, además que el acceso al discurso por parte de los sujetos populares les quita su privacidad, la intimidad, pues esta se reserva para hombres honorables que por lo descrito en el ensayo de Jiménez no son otros sino los que ostentan el poder económico. Otro punto con el que se relacionan el texto y la teoría es la percepción en el imaginario cultural costarricense de las personas que sufren y cuyo dolor es expuesto en las notas de sucesos. Jiménez expone lo siguiente:
Hasta hace pocos años, los sujetos creían tener derechos a sobrellevar el dolor y la desgracia con un cierto grado de intimidad, dignidad y discreción. Como parte del proceso de frivolización colectiva que padecemos, también los sufrimientos más profundos son divulgados como información negociable. Sin que nadie lo advirtiera, nos ha nacido una "intimidad de masas" cuyo rostro más visible son los espacios televisivos en donde sujetos se confiesan, los unos a los otros, detalles afectivos, amorosos, familiares, que tradicionalmente se resolvían en ausencia de las cámaras. Sin embargo, la apertura del mercado de la desgracia no toca a todos los segmentos por igual (Jiménez, 1996, p. 63).
En esta cita se puede apreciar que el subgénero periodístico denominado “sucesos” implica un posible mercado, según la voz del ensayo. Esto quiere decir que la sensibilidad de quien es “víctima” de la desgracia se convierte en una fuente de ingresos, una “cosa” mercadeable, vendible, para un público que consume la información.
En la cita anterior, además, se evidencian varias apreciaciones a partir de la experiencia del autor con los medios de comunicación y el uso de la información que llevan a cabo. Para el autor, la frivolidad con que se televisan y se recuentan los sufrimientos y las desgracias de los otros (de los pobres, de los dominados, de las personas a quienes les ocurre una tragedia) les resta lo poco de dignidad y discreción que deberían recibir al menos.
La intimidad de masas de la que habla el texto reafirma que los medios de comunicación son un aparato ideológico del Estado porque, en el fondo, la visibilización de ciertos sucesos permite a la clase dominante construir una imagen del gran “otro” (los dominados) a quienes sí les ocurren desgracias. Aquí la connotación de la masificación también es negativa porque en la masa no hay solidaridad, sino frivolidad, es decir, el pensamiento masificado de la misma manera reprime lo que visibiliza.
Ese país donde nunca estuvimos: Para una (de)construcción de la “cultura” y la “sociedad” costarricenses (1980-1995)
En este otro texto, el autor propone una crítica y su interpretación de ciertos fenómenos culturales que persisten en el imaginario costarricense; no obstante, al parecer, la memoria del poder ha buscado la manera de borrarlos. El texto se interroga por el lugar del recuerdo hacia el que se dirigen los hechos relevantes (los años) de un país, a partir del intertexto de Funes el memorioso de Jorge Luis Borges, pero hace una apreciación opuesta:
A diferencia de Funes, los políticos costarricenses tienen como oficio la desmemoria. Siempre han olvidado todo cada vez que se descubren sobornos, financiamientos mafiosos, líos diplomáticos, desfalcos en los bancos. El talento del olvido lo tienen muy desarrollado. No saben, no recuerdan, no estaban nunca ahí (Jiménez, 1997, p. 163).
En la cita anterior, la metáfora tomada de Borges sirve (con un efecto opuesto) para hacer hincapié en la “desmemoria” que persiste en la cultura costarricense, en su imaginario y, desde luego, en la clase política que domina el país y que construye una identidad que pretende homogenizar a todos los habitantes de la nación con el fin de que no salgan a la luz los crímenes que los diplomáticos cometen, mediante actos de corrupción que se esconden a través del olvido. El imaginario costarricense, de acuerdo con Jiménez, está construido a base de olvidos de los acontecimientos trascendentales, procesos de invisibilización de lugares y sujetos incómodos para el colectivo dominante, y de la mostración de Costa Rica como una marca país. Jiménez apunta y critica:
Costa Rica es, pues, un nombre tramposo. Aquí lo real acontece lejos de las costas, y estas fueron perdiendo poco a poco sus riquezas. Sin embargo, alrededor del nombre de la Patria se ha configurado un discurso que despliega y sostiene estructuras de percepción, valoración y racionalidad, de una gran rentabilidad política (1997, p. 162).
En esta cita se confirma que el imaginario costarricense ignora conscientemente todo lo que está fuera de la Gran Área Metropolitana, para la época en la que escribe el ensayo el autor. Sin embargo, aquí cabe preguntarse nuevamente por la categoría del presente en los textos ensayísticos, y la respuesta no dejaría de apuntar a que esta visión sesgada de lo nacional. Incluso en el texto se hace referencia a la búsqueda de los costarricenses por borrar a los sujetos que son la otredad (mujeres, niños, negros, indígenas, homosexuales) para la clase dominante (hombres, “blancos”, “heterosexuales”, productores de riqueza). Jiménez es tajante en su afirmación:
La sociedad y la cultura costarricenses son básicamente ladinas. Esto quiere decir que la identidad social de sus capas medias está construida desde elementos imaginarios que les hacen creer que son sin mezcla, que aquí la sangre hispana marca la diferencia, que no son parte de un proceso por el que han pasado la mayoría de los pueblos profundos de América Latina (p. 164).
Para el costarricense, siguiendo la línea de pensamiento del filósofo Jiménez Matarrita, la identidad social, su imaginario, dista demasiado del mestizaje, de la diversidad: al ser sin mezcla, la pureza representada en la paz, en las celebraciones que se alejan de la parafernalia militar de las naciones centroamericanas, se marca la “diferencia” entre los ticos y los otros. De hecho, esta consideración también es criticada por Alexander Jiménez:
Para los costarricenses, los pueblos de Centroamérica son siempre lo otro, aquello con lo cual no se nos puede confundir, aquello donde se origina buena parte de los males. En los estadios de fútbol, en los asesinatos y robos cotidianos, en los posibles proyectos políticos y económicos comunes, el resto de los centroamericanos no merecen nunca la oportunidad de la inocencia (p. 162).
El gran otro que representan los pueblos extranjeros para el costarricense, de acuerdo con el texto de Jiménez, se observa de reojo sin identificarse con este: el costarricense no es belicoso como ellos, porque se olvida de las revueltas y de los conflictos armados en los que ha participado (guerra de 1948, campaña de 1856, por citar algunos importantes) que han sido la forma de zanjar las bases de ese discurso pacífico que domina el imaginario en el país.
Asimismo, la no identificación con el otro centroamericano le da legitimidad a la carga semántica de “pureza, blancura e inocencia” con que se publicita la identidad costarricense porque al ser más hispanos, ladinos, los ticos son más “civilizados”, lo cual, discursivamente, es un artificio, es una construcción y no precisamente es cierta.
Se ha visto en este trabajo que la ideología dominante en el imaginario costarricense ha decantado en la construcción de una identidad que se publicita como estática en el tiempo. Jiménez Matarrita argumenta con ejemplos de la cotidianeidad de la época en la que enuncia sus textos.
El filósofo toma como base para criticar el pensamiento y el imaginario cultural costarricenses los olvidos de la política y las noticias de sucesos; de esta manera invita a reflexionar al lector sobre cómo el poder y las clases dominantes del país han buscado la forma de invisibilizar sujetos, reafirmar a las clases poderosas a través de los medios de comunicación, olvidar hechos relevantes que atañen al “tico” y controlar a las masas por medio del dolor y la negación de la intimidad de los individuos. De esta manera, además, se cumple que estos ensayos de Jiménez continúan siendo vigentes, mientras se siga observando en la cotidianidad lo ya criticado por el ensayista.