Artículos de Reflexión no derivados de Investigación
DOI: https://doi.org/http://dx.doi.org/10.21501/23461780.1801
Resumen: El artículo tiene como propósito indicar la recepción de Ser y tiempo (1927) de Martin Heidegger en la saga El río del tiempo (1985-1994) de Fernando Vallejo, especialmente en las novelas El fuego secreto (1987) y Entre fantasmas (1993), así como las restantes alusiones al filósofo alemán en otras novelas del escritor colombiano. Este análisis se realiza mediante la referencia a una serie de menciones explícitas de la obra de Heidegger en las novelas de Vallejo. En este sentido, las conclusiones están referidas al contraste entre el peso del estudio filosófico y la ironía de la recepción.
Palabras clave: Autoficción, filosofía, Heidegger, ironía, literatura.
Abstract: This paper intends to show the reception of Martin Heidegger’s Being and Time (1927) within Fernando Vallejo’s saga El río del tiempo (River of time) (1985-1994), especially in the novels El fuego secreto (The Secret Fire) (1987), and Entre fantasmas (Among Ghosts) (1993), as well as in the remaining references to the German philosopher in other novels of the Colombian writer. This analysis is done through reference to a series of explicit references to Heidegger’s work in Vallejo’s novels. In this sense, the conclusions refer to the contrast between the weight of the philosophical study and the irony of its reception.
Keywords: Autofiction, Heidegger, irony, literatura, philosophy.
Introducción
“y la abuela seguía leyendo a Heidegger en el aire,
y Heidegger, sin receptor, era como el zumbido de una abeja tonta”
Fernando Vallejo
A principios de la década del sesenta Fernando Vallejo, escritor colombiano que nació en Medellín, en 1942, cursó estudios de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá, donde recibió clases del profesor Rafael Carrillo (1907-1996), y también en el Departamento de Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes, en la que recibió clases del profesor Danilo Cruz Vélez (1920-2008). Estos profesores asistieron a varios seminarios de Martin Heidegger (1889-1976) en Friburgo y en Heidelberg, Alemania, a mediados del siglo pasado, momento en el que se consideraba la filosofía de Heidegger como existencialista, interpretación que estuvo presente en Europa y de igual modo en la recepción que hubo en Latinoamérica [1] y en Colombia; un tanto sesgada porque el pensador no le dio ese sentido, como aclara en las lecciones que dictó sobre La fenomenología del espíritu de Hegel en 1930-1931, en las que dice que la filosofía no es ciencia y que su filosofía no es existencialista [2] . Heidegger era uno de los pensadores más destacados del momento en el plano internacional; y si bien en el horizonte filosófico Heidegger era respetado y admirado, su filosofía no era comprendida a cabalidad por lo oscura y densa. El estudio de la filosofía de los presocráticos y de Heidegger, adelantada por Vallejo en este periodo, está presente en su obra literaria bajo varios referentes —entre ellos el del devenir temporal—. Debido a esta presencia, el artículo tiene como propósito indicar la recepción de Ser y tiempo (1927) de Heidegger en la saga El río del tiempo (1985-1994) de Fernando Vallejo, especialmente en las novelas El fuego secreto (1987) y Entre fantasmas (1993), recepción que se representa irónicamente. De modo que se citarán los pasajes en los que se alude a Heidegger y se hará una interpretación de lo que dice el protagonista, que no es otro que el narrador y no Fernando Vallejo, puesto que no se trata de una autobiografía, sino de la autoficción [3] , o lo que se puede llamar de una mejor manera: novela del yo. En este caso, la autoficción es la recreación literaria de pasajes históricos de la vida de quien escribe; mas no es una autobiografía, porque el escritor no cuenta en detalle su vida ni tampoco nos proporciona datos precisos que corroboren que lo dicho sea en efecto verdad, sino que se vale de hechos históricos modificados y recreados estilísticamente con el fin de relatar algunos recuerdos de su vida en un personaje. Finalmente, hay que recordar el consenso literario que establece la diferencia entre el personaje literario, que es ficticio, y la persona histórica que es “real”, tal como lo expone Sławiński (1989) en su texto Sobre la categoría del sujeto lírico. Según esto, cuando se habla del protagonista de la saga la referencia expresa es al personaje literario y no directamente a Fernando Vallejo, aun cuando él sea el escritor y creador de las novelas.
El tedio de la lectura y el recuerdo portentoso
En nueve ocasiones se habla de Heidegger en El fuego secreto (Vallejo, 1999). En la mayoría de los casos el narrador alude al filósofo cuando relata episodios caóticos y joviales de su juventud. Las referencias al pensador alemán no se expresan en un tono serio y de respeto sino de ironía, debido a las situaciones cotidianas y baladíes en las que se narran; con ellas Vallejo logra invertir el orden de las cosas hasta el punto de que la ficción aparezca como si fuera lo real. En la ironía se esconde un pensamiento implícito diferente de lo que explícitamente dice el narrador, puesto que es una figura retórica o de pensamiento “que afecta a la lógica ordinaria de la expresión” (Beristáin, 1988, p. 271) . También se entiende como la sustitución que hace el emisor, en este caso el narrador, de “un pensamiento por otro” con el fin de ocultar “su verdadera opinión para que el receptor la adivine, por lo que juega durante un momento con el desconcierto o el malentendido” (p. 272). Por otro lado, el tedio que se manifiesta en las alusiones que el protagonista hace de Heidegger está asociado a la presentación irónica del pensador, dados los particulares episodios en que se relatan. De este modo, el desorden de la casa paterna y la bucólica finca de los abuelos son los espacios en los que el joven narrador lee al filósofo contemporáneo. Estos lugares son distractores de la exigente concentración que demanda el estudio de la obra de este pensador, pero son los únicos en los que el narrador alude a la lectura de Ser y tiempo. En la casa paterna el mayor impedimento se presenta por las circunstancias de caos y ruido que allí se producen y en la finca de los abuelos los distractores para el joven estudiante son la naturaleza o el tedio que se matiza con episodios alegres. El tedio, que significa: “aburrimiento extremo o estado de ánimo del que soporta algo o a alguien que no le interesa” (Diccionario de la lengua española, 2014, tedio) , y que manifiesta el narrador cada vez que alude a Heidegger, refuerza la imagen irónica con la que se representa el recuerdo del filósofo. En los episodios se menciona el tedio asociado a la lectura, y por ende a la filosofía, y no obstante, la presencia de Heidegger es importante tanto para el recuerdo de lo que vivió el protagonista, como para la estructura temporal de la saga. Esta afirmación da a entender que el pensador alemán influye en la concepción temporal que hay en El río del tiempo (1999) que es una temporalidad anacrónica.
La primera alusión a Heidegger aparece luego de que el narrador-protagonista relata una anécdota en la que se habían enfrentado él, su hermano Darío y unos amigos con la policía. En la finca de sus abuelos, mientras está en convalecencia, el protagonista lee tediosamente a Heidegger y para mitigar la “aburrición” de la lectura se mofa de un familiar suyo, un niño que se entretenía con sus juguetes, con lo que le produce a este un ataque de rabia. De tal manera, en medio de la reacción rabiosa del niño, el narrador menciona algunos filósofos clásicos y el conocido principio de causa y efecto de Aristóteles —retomado luego por Tomás de Aquino (1957) en la Suma teológica —, de la siguiente manera:
Yo, que ando con el brazo en cabestro tras el atentado policial (…) estoy en el antecomedor leyendo a Heidegger en una mecedora, meciendo mi aburrición, cuando pasa Gonzalo arrastrando un camioncito. Yo al punto con golpe seco cierro el libro para hacer un experimento de metafísica y humana alquimia a lo Gay Lussac: mirando ausente le digo al aire, como si el aire pudiera oír: “Mayiya”. Y al conjuro de la mágica palabra se desata el huracán. Gonzalo tira el carrito y, viento de furia, corre, vuela hacia el corredor delantero. ¿Lo ven ustedes? Es el cacareado principio de causalidad de Aristóteles: toda causa trae un efecto: “Mayiya”, causa, desata un vendaval de furia, un efecto ¿O no Santo Tomás? (Vallejo, 1999, p. 214) .
En este pasaje, el protagonista hace de un evento sin importancia, el niño que arrastra su carro, una anécdota en la que la lectura queda en un segundo plano. Además, el “experimento de metafísica y humana alquimia” le permite mitigar el tedio de la lectura y deja entrever la distancia que toma el autor con respecto de la escolástica y la fe en la causa primera. En este caso, el protagonista opone a la filosofía escolástica el “experimento alquímico” que demuestre en efecto la idea de causa-efecto, que por lo demás indica preferencia a la práctica alquímica que a los silogismos metafísicos. Por otro lado, la alusión a la lectura de Heidegger se contrasta con la ironía al principio de causa y efecto aristotélico que era común en la filosofía escolástica, y de la que se vale Tomás de Aquino en la segunda vía o manera para demostrar que Dios sea o existe (trad. en 1957, q.2 a.3) . Con ello, tanto la complejidad del filósofo contemporáneo como el ordenamiento lógico del medieval en su esfuerzo por probar la existencia de Dios, ceden ante la furia del niño y el tedio del protagonista.
Otra de las alusiones a Heidegger se realiza en la finca Santa Anita en medio de un paisaje bucólico, allí el narrador dice:
“A ver abuela, repetíme el párrafo ese que acabas de leer”. Lo repite. “¿No viste que tenía un numeral? ¿Un doce? Te lo saltaste. Es una nota al pie de página. Leémela”. Con estos filósofos alemanes no queda de otra que explicar las palabras claves con notas, dos o tres por página. Así una simple palabra de Heidegger requiere mil en español. El traductor, por supuesto, también tiene que ser filósofo. ¿Y yo qué soy? Un infeliz, un desgraciado. Un pobre diablo al que le dio por la filosofía en un idioma farandulero, que para tal fin no sirve: nos vamos, desconcentrados, por las ramas tras el vuelo del primer pájaro, ¡y a ver quién nos hace aterrizar! Somos repetitivos, redundantes, periféricos: giramos y giramos dando la vuelta del bobo a un huevo. No es el español un idioma riguroso. (…) Filósofos de España: ¡al terregal hortero a cultivar patatas! Pero no divaguemos. “A ver abuela, repetí la última frase, que no entendí” (Vallejo, 1999, pp. 219-220) .
El párrafo inicia y termina igual, con la necesidad de reiterar la lectura, dada la incomprensión que genera el texto en los personajes, pues el narrador-portagonista se pierde en los virajes que realiza el filósofo en su análisis existencial y existenciario del Dasein, del mundo, la contidianidad y la temporalidad. El protagonista declara la dificultad que tiene para abordar el libro del pensador alemán, aunque en realidad, quizás la alusión a esta dificultad podría encubrir una comprensión de las ideas expuestas en Ser y tiempo. La dificultad que le causa la lectura, que contrasta con la felicidad de estar en compañía de la abuela, es el motivo por el que se desconcentra y señala un carácter de la disposición anímica hacia el estudio que tiende a generar desazón y finalmente, la angustia que se manifiesta en abatimiento ante el estudio de la filosofía en un idioma que, según el protagonista, “para tal fin no sirve” —pues no tiene ni el mismo rigor ni la misma dimensión filosófica que el alemán—. En esta medida, el español, como idioma “no filosófico”, es redundandante y debe analizar los conceptos que una sola palabra alemana puede aglutinar. Pero fuera de este comentario sobre el idioma, ironiza de nuevo de la seriedad que caracteriza el rigor en la lectura filosófica, pues con facilidad pierde el hilo de la lectura que hace la abuela y su atención recae en un suceso simbólico: el irse “tras el vuelo del primer pájaro”. Este acto baladí encierra la postura y la manera de recordar el estudio de la filosofía que presenta el narrador. El recuerdo va de un lugar a otro, de lo que lee la abuela al vuelo de los pájaros, de la reflexión sobre el idioma español a la repetición del mismo fragmento incomprensible, de una realidad fáctica a un pensamiento metafísico y de la abstracción a la naturaleza. Por lo demás, tanto el protagonista como la abuela no entienden al filósofo y eso hace más fatigosa la lectura y más irónica su referencia: “A ver abuela, repetí la última frase, que no entendí”.
La última mención a Heidegger en El fuego secreto la hace el narrador en medio de una clase de filosofía cuando le pregunta al padre Tomasino por Heidegger. Este padre es el profesor de filosofía de una universidad de Medellín, ciudad a la que el protagonista regresa para continuar sus estudios de filosofía iniciados en Bogotá. El padre Tomasino, nombre con el que se refiere al profesor y que de manera burlesca recuerda a Tomás de Aquino, solo habla de filosofía medieval y, según el narrador, está tan atrasado en los conocimientos filosóficos que se queda rezagado en la gloria pasada de la escolástica. En medio de la clase, el protagonista le pregunta, pues, por Heidegger, y allí se relata lo siguiente:
“¿Y Heidegger, padre?”. “Perogrulladas”
¿Cómo perogrulladas? ¿Venírmelo a decir a mí, a mí que volvía a Medellín curtido de filosofar en las facultades bogotanas donde el susodicho Heidegger era algo así como el non plus ultra, el futbolista estrella? Agarraba el gran filósofo el balón existencial y girando él en círculos concéntricos, de los que salía airoso en espirales y parábolas, haciéndolo rebotar un metro, dos, con golpecitos de pie y cabeza, lo mandaba con gran patada al cielo para volverlo a recibir, cariñoso, y nueva exhibición de virtuosismo, pirotecnia, con el pie izquierdo, con el pie derecho, juegos de agua, impresionismo, vuelo de gallinazo, agotándose el jugador en su propia cuerda, ¿y todo para qué? Total, si jamás chutaba hacia una portería jamás metía un gol. Pues sí. ¿No sabía el padre Tomasino que la filosofía no es ciencia? Es arte, exhibición. Se agota en sí misma como el chorro de agua o el amor. La gran filosofía es, digamos, la vuelta’el bobo; el bobo gira y gira, se emborracha, cae al suelo y mira al cielo, feliz: se va el gallinazo con su vuelo espléndido ondeando en los desniveles de la etérea masa, jugando con las corrientes del aire, perforando el viento. Porque han de saber ustedes que en las dichosas universidades bogotanas fui discípulo de dos que lo habían sido, nada menos, nadie menos, que del mismísimo Heidegger, en Heidelberg o Friburgo, ya no recuerdo, pero lo que cuenta aquí, en la fugacidad de estas páginas, es que la sabiduría me llega a mí en directo de la fuente, o casi, y cayéndome en cascada me baña, me aclara la cabeza (Vallejo, 1987, pp. 289-290).
La imagen de la transmisión de la sabiduría que le llega al protagonista in-directamente de la fuente por medio de sus maestros, indica que el conocimiento del autor no se restringe a meras alusiones pasajeras, sino a un auténtico estudio de la filosofía de Heidegger. Esto redunda en una asimilación que hace el personaje de lo que el pensador propone para el hombre en cuanto ser ahí arrojado en el mundo, en medio de los demás y en medio de dos nadas, y no solo en una acumulación de anécdotas superficiales. También es notorio que el protagonista sobreponga su voz a la del padre, con respecto a Heidegger, pues la brecha del tiempo entre la escolástica y la filosofía de Heidegger reluce por su importancia. En ello radica una diferencia fundamental, pues lo que tiene más interés en Ser y tiempo es la historicidad que cada hombre realice en su propio tiempo en atención a su finitud y su muerte. Por este motivo, el protagonista se apropia de lo que aprendió de Heidegger y evita imitar lo que le transmiten sus profesores. En parte, esto se evidencia en los comentarios irónicos de la filosofía de Heidegger que hace el narrador cuando dice que “el gran filósofo” toma el “balón existencial” y que con este gira “en círculos concéntricos, de los que salía airoso en espirales y parábolas”. De igual modo, es irónico con “la gran filosofía” de la que dice que es “la vuelta’el bobo”. Es decir, que la filosofía no es ciencia, sino un dilucidar sobre sí misma, esto es, un reflexionar autorreferencial. De allí que mencione que esta es “la vuelta’el bobo”, porque por lo menos los dos o tres grandes filósofos que se han mencionado en las citas, implican una recurrencia al pensar que barrunta una idea suprema a la cual remitirse y de la cual partir, como en Tomás de Aquino o, como en el pensar de Heidegger, a una filosofía que remite constantemente al mismo tema: la pregunta que interroga por el sentido del ser en cuanto tal, mediante un avanzar circular y con paso pausado.
El narrador-protagonista alude en dos ocasiones más a Heidegger en la novela Entre fantasmas (Vallejo, 1999), y lo hace al recordar la muerte de su abuela quien era precisamente la que le leía a Heidegger en la finca Santa Anita, cuando él era joven y perdía la concentración en cada ocasión por el paisaje bucólico o por el tedio de la lectura. Y si bien las alusiones al filósofo alemán siempre son irónicas, hay una relación entre lo que dice Heidegger y lo que representa Vallejo en su novela. En El río del tiempo (Vallejo, 1999) , la concepción temporal se refiere a un devenir, vinculado a la finitud del hombre, que es remontado del presente al pasado, y que alude a la posibilidad de sobrevivir a ese constate fluir mediante el recuerdo que es propiciado por el instante y que, a su vez, hace que todo confluya de nuevo en un mismo punto [4] . Instante que lo saca del permanente cambio, de lo cotidiano, del sucederse de los ahoras y de la concepción vulgar del tiempo, en el que no puede permanecer de un modo efectivo, así como el Dasein no puede permanecer en el éxtasis. El instante le posibilita al narrador superar el cambio en virtud de la afirmación de cada momento como digno de repetirse una y otra vez y de preservarse de una total aniquilación, mediante el uso de los tiempos verbales. Estos son los que permiten dotar de un sentido fundamental para la obra los pasajes en los que alude a Heidegger. Espacio-temporalmente el narrador en ocasiones se ubica en un punto y momento determinados, como el escritorio negro en Ciudad de México, desde el que hace referencia a momentos y lugares remotos, así, por medio de su palabra configura el cronotopo [5] en el que desea establecer su recuerdo, y lo hace con el empleo de los verbos. De esta manera, no solo se manifiesta un dominio de un estilo literario con respecto a la temporalidad, sino que adquiere relevancia la concepción del tiempo, semejante a la de Heidegger, que con ellos representa. En ellos y por ellos, confluyen tres características importantes del tiempo: el narrativo, el histórico y un tiempo de devenir aniquilador. Todo en la temporalidad y existencia encarnada en el protagonista y en el tiempo como devenir.
En novelas posteriores a las de la saga El río del tiempo hay otras dos referencias a Heidegger. La primera de ellas en la novela El desbarrancadero (Vallejo, 2003) , en la que se alude en dos ocasiones al pensador alemán. En ambas, el recuerdo del filósofo está vinculado con el recuerdo de la abuela. Hay una mención en especial que presenta la misma imagen bucólica, anteriormente referida, allí dice el narrador:
Y como un alma en pena que vuelve a desandar los pasos volvía al corredor delantero de Santa Anita una tarde florecida de azaleas y geranios en que puse a la abuela a leerme a Heidegger (contra su voluntad), y en que mientras ella me leía resignada y yo me mecía plácido en mi mecedora tratando de seguir el hilo de los arduos pensamientos, un colibrí que revoloteaba sobre las macetas me enredaba el hilo con su vuelo y no me dejaba concentrar. De súbito el colibrí se posó en un geranio, el tiempo dejó de fluir y la tarde se eternizó en el instante (Vallejo, 2003, p. 117) .
En esta cita, y en la que a continuación se realiza, se representa, por un lado, una clara alusión a la imagen del fluir del tiempo que se detiene en virtud del instante que fija la imagen y la salvaguarda del paso del tiempo que confina todo al olvido y, por otro lado, se alude a la presencia permanente de la dificultad de la lectura del texto filosófico. Finalmente, en la novela El don de la vida (Vallejo, 2010) se alude por última vez a Heidegger, el cual se rescata del olvido, gracias al recuerdo de la abuela y de lo que vivió el protagonista con ella. Allí se dice:
La brisa soplaba sobre el corredor delantero de Santa Anita, la finca de mis abuelos, tumbándoles las hojas secas a las azáleas (sic). Un colibrí revolotea mientras mi abuela me lee a Heidegger, y yo me pierdo en su vuelo. He ahí, en ese vuelo, la esencia del Tiempo, que es la que está acabando conmigo. ¿O yo con él? Está por verse. ¡Qué prestigio el que tenía entonces Heidegger! ¿Y hoy quién se acuerda de él? Quedó valiendo menos que un burócrata sin puesto (Vallejo, 2010, p. 14) .
Si bien la alusión al filósofo alemán sigue siendo irónica y vinculada con el tedio que le produce la lectura, como si de paso también el estudio de la filosofía fuera algo tedioso para el protagonista, hay una relación entre lo que dice Heidegger y lo que representa Vallejo en su novela expresada en la noción de temporalidad. En El río del tiempo la concepción temporal se refiere a un devenir anacrónico, vinculado a la finitud del hombre, que es remontado del presente al pasado y que alude a la posibilidad de sobrevivir al constate fluir mediante el recuerdo, propiciado por el instante. Instante que se extrae del cambio invariable de lo cotidiano y de la concepción común del tiempo como el permanente sucederse de los ahoras. El instante le posibilita al narrador superar el cambio en virtud de la afirmación de cada momento como digno de repetirse una y otra vez y de preservarse de una total aniquilación. Espacio-temporalmente el narrador no está ubicado en un punto y momento determinado, sino que hace referencia a momentos y lugares remotos por medio de su palabra, y con ella configura el cronotopo con el que desea establecer su recuerdo. De este modo se vale de la ironía al expresar el tedio que le produce la lectura de Heidegger para resaltar el valor del filósofo y por ende, de la filosofía, aun cuando parece indicar lo contrario. Y ¿qué pasaje podría estar leyendo la abuela? ¿Acaso aquel que indica: “El Dasein no es tan sólo un ente entre otros entes. Lo que lo caracteriza ónticamente es que a este ente le va en su ser este mismo ser”? (Heidegger, 2006, p. 35)[6] ¿O tal vez la afirmación que indica que: “La muerte, en la medida en que ella “es”, es por esencia cada vez la mía” (p. 261) [7] ? Puesto que no es el propósito del presente artículo dilucidar el pensamiento de Heidegger, solo se hará una concisa alusión a su obra Ser y tiempo y al posible vínculo y repercusión que tiene esta en El río del tiempo de Vallejo.
A modo de conclusión
De lo dicho podemos concluir que: no hace falta ser un consumado lector de la obra de Vallejo para percatarse de que las alusiones a Heidegger son irónicas en su mayoría. De igual modo, no hace falta ser un estudioso consumando de la obra de Heidegger para comprender que Vallejo no interpreta la filosofía de este pensador, sino que solo se vale de los estudios que adelantó en su juventud para presentar en su protagonista un contraste entre la complejidad del pensamiento de Heidegger con lo alígero de la palabra literaria.
También se puede decir que, en cierto sentido, Vallejo comprende a Heidegger, lo cual se ve expresado en la noción y empleo del tiempo que se representa en la saga como una temporalidad anacrónica. Y en cuanto al tedio hacia Heidegger y la filosofía, no es otra cosa que la ironía manifiesta, pues cuando el protagonista habla de su aburrimiento asociado a la filosofía, de la que dice es: “la vuelta’el bobo”, expresa en realidad una implícita admiración por ella y por uno de sus exponentes contemporáneos.
Por último, en cuanto a la recepción de Heidegger por el personaje literario de las novelas El fuego secreto y Entre fantasmas, cabe anotar que: Heidegger es el filósofo estrella para el momento en el que el protagonista estudia filosofía. En un principio su filosofía se toma como existencialista, dada la importancia que se le da a la existencia en su obra más representativa Ser y tiempo. Como filosofía del existencialismo la asume el protagonista de la saga, el joven estudiante de filosofía, y la comprende así porque así se la transmiten sus profesores, quienes a su vez la interpretan de ese modo que fue la manera inicial de comprenderla. En este sentido, la afirmación de que el hombre es un ser temporal y contingente arrojado entre dos nadas [8] , la nada de la que viene y la nada hacia la que va, que se toma de Ser y tiempo, se convierte para el protagonista en la máxima con la que autoafirma su existencia y su vida, y la aúna a la concepción del devenir. Así, esta noción está presente en la saga El río del tiempo en la recurrente imagen del río como eterno devenir, que niega y afirma, que olvida y recuerda, que destruye y conserva, y se vincula con la afirmación de la propia vida y muerte del protagonista, en virtud del pensador alemán, entre otros. Por lo demás, en el horizonte de la saga están implícitas las imágenes de: 1. el tiempo como aniquilador de todo lo vivo, todo lo finito; 2. el tiempo como el momento que perdura pese al cambio y la destrucción, como eón, que perdura en el recuerdo; y 3. el tiempo justo de la decisión que es el que le pertenece directamente al hombre, porque él es el que puede decidir con respecto a su existencia, características todas relacionadas con el instante. En las novelas, estos tiempos se ilustran mediante el personaje recreado por el escritor, quien representa la construcción de un tipo de hombre que se apropia de sí mismo y lo transmite por medio de la escritura.
Referencias
Aquino, Tomás de. (1957). Suma teológica. Madrid: Católica.
Bajtín, M. (1989). Teoría y estética de la novela: trabajos de investigación. Madrid: Taurus.
Beristáin, H. (1988). Diccionario de retórica y poética. México: Porrúa.
Diaconu, D. (2013). Fernando Vallejo y la autoficción. Coordenadas de un nuevo género narrativo. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Biblioteca abierta.
Fonseca Fonseca, A. (2004). Against The World, Against Life: The Use and Abuse of the Autobiographical Genre in the Works of Fernando Vallejo. Trabajo de grado, Virginia Polytechnic Institute and State University. Recuperado de http://scholar.lib.vt.edu/theses/available/etd-08052004-133514/unrestricted/2fonseca.pdf
García Sierra, S. (2007). La realidad desquiciada: ficción, sátira y lo grotesco en la narrativa de Fernando Vallejo, trabajo de grado para optar al título de Magíster en literatura colombiana, Universidad de Antioquia, Medellín [sin publicador]. Recurso electrónico.
Heidegger, M. (1993). Sein und Zeit. Tübingen: Max Niemeyer Verlag.
Heidegger, M. (1995). El Ser y el tiempo. (Trad. José Gaos) Santafé de Bogotá: Fondo de Cultura Económica.
Heidegger, M. (2006). Ser y tiempo. Traducción de Jorge Eduardo Rivera. Madrid: Trotta.
Heidegger, M. (2006). La fenomenología del espíritu de Hegel. Madrid: Alianza.
Salazar Bondy, A. (2006). ¿Existe una filosofía de nuestra América? México: Siglo XXI.
Sławiński, J. (1989). Sobre la categoría del sujeto lírico. Textos y contextos, una ojeada en la literatura mundial, 2, 333-346. Recuperado de http://www.criterios.es/pdf/slawinskicategoriasujeto.pdf
Tedio. (2014). En Diccionario de la lengua española (23ª ed.). Recuperado de http://dle.rae.es/?id=ZJf6SDH
Vallejo, Fernando. (1984). Barba Jacob: El mensajero. Medellín: Séptimo Círculo.
Vallejo, F. (1999). El río del tiempo. Bogotá: Alfaguara.
Vallejo, Fernando. (2003). El desbarrancadero. Bogotá: Casa Editorial El Tiempo.
Vallejo, F. (2010). El don de la vida. Bogotá: Alfaguara.
Villena Garrido, F. (2009). Las máscaras del muerto: autoficción y topografías narrativas en la obra de Fernando Vallejo. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana.
Notas
Notas de autor
Información adicional
Forma de citar este artículo en APA: Castrillón Castrillón, A. (2016). Leyendo a Heidegger. Revista Perseitas, 4(1), pp. 15-27
Enlace alternativo
http://www.funlam.edu.co/revistas/index.php/perseitas/article/view/1801/1448 (html)