Espacio literario
CANCIÓN DEL MARTILLO
Hammer song
Aquí el martillo que supera a los hombres.¿Se ha malogrado el hombre? ¡Vamos!¡Pongamos a prueba si soporta este martillo! Nietzsche 25 (322) primavera 1884
Yo, con “esto” o “aquello”, no soy otro.
¿Quisieras sujetarme
-aquí en el otoño-
a un paso de la caída,
en brazos de una célebre locura?
Para algunos,
una especie de fingimiento:
la mejor manera de continuar.
Para otros, nacimiento del final.
Viaje de un cometa que vuelve a su cuna
en forma de cataclismo,
nimbado en su desastre por la melancolía, parto de las aulas de Basilea
para regresar después
al encierro en una de sus casas para el reposo.
Ya no saldré de la enajenación y mi mirada se habrá fugado
a inhóspitos territorios glaciales.
Pequeñas orejas me han servido para escuchar la verdad.
Pálida región donde cae la noche mis ojos limpios se van esfumando.
Mis manos traen la tempestad con pisadas de paloma.
El ascenso de un santo decir “sí” provee la conservación.
Preparo mi genealogía para arrojar del centro
-que está en todas partes- los hechos y las cosas.
Ahora, sólo interpretación. Como ciencia jovial,
los anuncios que surgen de mi examen
acontecen en el nihilismo que ha dejado la muerte de Dios.
En la plaza los demás ríen: no calculan la consecuencia
de este enorme y sublime asesinato anticipado por un hijo de carcelero.
Negarán al dios que debe ser el hombre para sí mismo desde ahora.
Es así que defino al hombre: tránsito y ocaso,
puente hacia el superhombre.
Una flecha lanzada al infinito.
¿Y el superhombre? Una esperanza,
quizás un perseguido horizonte. En ningún momento la meta.
La muerte del hombre también es un signo
que he dejado en mi escritura. (habrá quien anuncie su tumba)
Al último la tierra del futuro, su fidelidad. (un sueño del que soy consciente)
De su canto
el orgullo y la dureza,
a pesar de su pestilencia, de su inoculado desprecio.
Cuando el hombre
ya no se considere malo, dejará de serlo.
***
Es medianoche,
no falta papel y lápiz
al lado de mi humilde lecho.
He vomitado durante tres días y tres noches. También habrán de vomitar quienes me lean, quienes intenten mis transformaciones.
Mi existencia es feliz debido a la fatalidad:
acepto y me deleito en esta desgraciada derrota, en el fracaso de no confiar en mí mismo.
Y a ti y a los tuyos,
les deseo sufrimiento, desolación, enfermedad,
maltratos y humillaciones.
Cuando tengan memoria de las guerras más duras
-pero más necesarias-, volveré.
Sólo entonces podremos cantar juntos como el viento tatuado en alas poderosas.
***
Voy en lid abierta contra las ideas. Dócil ante ti, hermano mío.
Mi alma es una fuente
de creaciones afortunadas
y ha vivido el ímpetu y la debilidad.
Mi alma que es una canción de amante.
Un amante que no soportó más a Wagner después de Bayreuth,
ni su auto litúrgico disfrazado de ópera.
La lectura juvenil de Schopenhauer también ha sido ya superada
por este incómodo fusilazo,
por esta águila angustiada que soy yo.
Agradezco mi larga dolencia
porque me ha forjado un duro caparazón.
Y aunque hay momentos en que me asquea la vida,
estoy libre de resentimiento.
Después de todo, volveré a vivirla. La vida se repite una y otra vez con sus subidas y sus bajadas.
Siempre nos volveremos a ver. (anillo que gira sin ambición)
***
Camino a través del frío,
camino largamente por las montañas.
No creo en los filósofos
que tienen el culo de plomo: el aire hace bien a las ideas,
y diariamente habremos de tener cinco pensamientos.
Sí, he cumplido con esta tarea,
mas confirmo que la confianza absoluta hace enmudecer.
Más aun,
puesto que no lo sabemos todo es tiempo de gritar.
¡Para saber lo que falta habríamos de hacer más música!
¡Y amar!
Todo hombre que ama, al escuchar música,
piensa que esa música habla de él, que habla por él,
que lo sabe todo.
Música que ha encumbrado el ardor de quienes la escuchan.
Música o bálsamo para la porquería
que debemos convertir en oro.
Te repito que busco activar esta alquimia con la fuerza suficiente, aunque flaquee.
Y será la prueba de la fuerza que el mundo necesita,
y el milagro estará en sus manos.
Fuerza dichosa
en la médula de un propósito sombrío y sin duda responsable.
El criterio de mi verdad
es el sentimiento de fuerza acrecentada a pesar del abismo.
La fuerza se fortifica en su abandono.
En la herida habita una inmensa fuerza curativa.
¡Lo que no me mata me hace más fuerte! 2
Luego de un embarazo de diez y ocho meses en las cumbres de Rapallo,
las siete soledades de mi Zaratustra fueron ignoradas, y en mis amigos reconocí también a mis enemigos.
Ya deberíamos saber
que con palabras como “compasión” no se dice nada.
Que la delicadeza de nuestras manos no nos llevará a ningún lugar.
Entonces freno el eco de la desilusión y me digo muy cerca al oído:
“abre tus ojos…
¡mantenlos abiertos!”
Y escucho como Peter, relee mis dictados:
tener los ojos cerrados a todo,
tener boca y también cerrar la boca, he ahí el engaño de una humanidad en lo que se refiere
al hecho fundamental de su vida interior.
Sigo con un esfuerzo mayúsculo pensando en voz alta
a pesar de la migraña y Gast escribe. No para de escribir por varias horas.
Así de extenso es el hilo que teje mi pensamiento.
***
Idealiza dentro de lo feo para poder llegar
a una comprensión de la belleza.
Apalea lo bello y lo bueno cuando el mundo los disponga como una y la misma cosa.
¡Aún más si se suma lo verdadero!
La única razón infalible es el cuerpo. (esta sentencia no pide excusas)
Cuerpo al que hay que llegar con los truenos de la furia, con la pasión y la alegría
de una creación indomable.
Este cuerpo que haces,
este cuerpo tuyo, te pertenece.
Ponlo a jugar a campo abierto.
Deja de esconderlo
tras los mantos de la moral.
Permite que sude, fluya y goce en compañía de los cuerpos que tu deseo pone frente a ti,
en el movimiento extasiado y multicolor.
No obstante deberás ir solo.
El mercado está circundado por las moscas y tu apetito despierta su apetito.
***
Quien conoce,
quien está al tanto de lo que ocurre, podría ser un desconocido para sí mismo.
Eso ocurre con quienes se reúnen en la noche a darse las noticias del día
antes de que su cansancio los venza: quieren cambiar el orden de las situaciones
y no pueden vivir si no son protegidos por alguien más.
“¿Y nosotros?
¿Qué hay entonces de nosotros?” Preguntan algunos solitarios.
“Nosotros mismos somos desconocidos para nosotros mismos.
Esto tiene un buen fundamento: no nos hemos buscado nunca,
¿cómo iba a suceder
que un día nos encontrásemos?”
***
No niegues el pulso de las combinaciones: busca crecer con tus iguales
y no desprecies a nadie.
El amor a uno solo es una brutalidad.
¡Dónde quedarían los otros!
Lo mismo sucede con el amor a algún dios. Y ten presente que lo que se hace por amor,
acontece siempre más allá del bien y del mal. Pues el gran amor, no quiere amor: quiere más.
He sido infiel a mis recuerdos
y te he interrogado en medio de mi cabaña, en lo alto del monte donde hiela el viento: “¿te gustaría duplicarte, centuplicarte?
¿Andas buscando adeptos?”
Afirmando,
bajas la cabeza con la tibieza
de quien no quiere reconocer tal cosa.
“¡Entonces busca ceros!”, es lo que te exijo.
Y me inquieres tras una mueca
-como tratando de avergonzarme ante mis amados animales-:
“¿y tú quién crees que eres?”
“¡Soy Dionisos
contra El Crucificado!
-respondo-
¡un preludio de jugadores mejores soy yo!
¡Un ejemplo!
¡Obrad según mi ejemplo!
¡Rumiad!
¡Soy para todos y para nadie!
¡Yo soy dinamita!
¡Soy un destino!
¡Rumiad!
Mi tesoro está allí donde se reconozcan los panales soleados de mi sabiduría”.
Pero una mano invisible
se posa en mi hombro y enmudezco
al ver a ese niño que fui una vez a través del espejo.
Y en su hondura comienzo a danzar para no perder el día.
Danzo y me afirmo en el baile,
pues sólo creería en un dios que supiese bailar.
Pero es una especie de vuelo
que no puedo confirmar sino en el pasado.
Y ya no sé lo que he hecho. (al final la memoria cede)
***
Cuando camino,
creo libar la miel de mi espíritu.
Entonces tomo nota
del rayo que se deposita
como pronóstico de mi jornada, pues mi preocupación más íntima consiste en poder llevar algo a casa.
Me presento en escena entonces, sin ceremonias. Y aunque ya lo sepas,
tan sólo el pasado mañana me pertenece.
Sonrío un poco mientras toco el piano, y veo por el rabillo del ojo
cómo una noble señora se sienta y me señala con su dedo
haciéndole a su hija un giño confidente.
Quizá la haya estado esperando,
tal vez sea aquella que continúe sin temor las nuevas tablas de mi valorar.
Sorprendido me encolerizo entonces, porque la muchacha sólo es un reflejo
de aquella que tomó el látigo para rechazarme sin tomarse el tiempo
para descubrir el niño que hay en mí.
Esa mujer tiene nombre, uno que nadie podría olvidar
después de ver su altanera belleza: Lou Andreas von Salome,
amiga también de la inteligencia.
De todos modos,
la buena tinta te dice
que ya la madurez me sobrecoge,
aunque la seriedad que de niño tenía al jugar prospere en mi corazón rebosante.
Miro entonces dentro de mí, me acerco al borde de mi alma
y encuentro la isla de los sepulcros, la silenciosa.
Allí también alcanzo a divisar los sepulcros de mi juventud.
A esa isla quiero llevar una corona siempre verde de vida. 4
Turín arroja llanto: un caballo ultrajado
enciende el dolor y la aflicción.
Tras una repentina tristeza
el infortunio rompe mis nervios.
En algún tiempo de igual frenesí,
quise viajar a las nuevas tierras de América. Pero algo, no sé bien qué,
sustrajo de mí tal intención.
En este momento ya estoy solo. Alemania me ha abandonado.
Alguien dirá que es justo:
he puesto pólvora en sus oídos.
He cuestionado
todas las conjeturas de la historia, todos los cálculos de la lógica,
y me he encontrado de pronto en otro laberinto.
He arriesgado la cordura de un animal que se cruza con el superhombre
en la cuerda donde se tambalean
-uno tras otro-
los funámbulos desprevenidos
que van cayendo y haciéndose cadáveres.
(a mí me correspondió el entierro de uno de ellos)
Me han hurtado
la posibilidad de una voluntad liberadora convirtiéndola en un arma de guerra,
en una máquina de cruel poder homicida.
¡Mi propia hermana me ha traicionado!
Pero nadie podrá quitarme aquellas cavernas floridas de donde también
-hay que decirlo-
brotaba un dragón con su ataque.
***
Estas son las cadencias de una tragedia
que no aminoran el paso con su sufrimiento, sino que aumentan la alegría
generando una profunda exaltación.
Y también siento un gran dolor,
el dolor más profundo que pueda sentirse.
Ese dolor por los hombres
me lleva a regalarles un mundo completo.
No niego cierto placer
al escuchar que nuestro sol
-como escondiéndose-
se desplaza con rápido movimiento
hacia constelaciones que nunca hubiéramos imaginado antes de apagarse irremediablemente.
Yo espero que el hombre que habita en esta tierra actúe igual que el sol.
Entonces le grito airado
al señor de antiguas creencias:
“¡tú, gran astro!
¿Qué sería de tu felicidad
si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas?”
Así me voy quedando en silencio, como aquella planta marchita
que insiste todavía en ese jardín de Röcken, donde el reblandecimiento cerebral concibió la tumba de mi padre.
Allí, meses después, mi pequeño hermano
reventó entre repentinas convulsiones.
Si supieras qué pesos he cargado, a cuáles he renunciado,
de qué manera ha llegado la inocencia de la niñez
-con su rápido solaz-
a cubrirme en las tardes
ante el infranqueable martirio.
¿Qué sería de ti, si lo supieras? (hay que tener en cuenta,
de todos modos, que toda suposición es un impedimento para el vivir)
Azorado y con cierta burla sublime
-porque no se mata con la ira, sino con la risa- me ofrezco como sacrificio
hasta derrumbarme sobre mí mismo.
Me arrojo al pozo con el anhelo
de quien piensa todo lo que no ha sido pensado
-aun sabiendo que los pozos profundos son lentos en sus experiencias-
y voy más allá de las leyes de la decadencia proclamando una nueva aurora,
la dinámica de una afirmación de la vida.
Mas sigues viendo
cómo pájaros desorientados se posan en tu ventana
sin que puedas cazarlos nunca.
¡Y además te santiguas
y crees comprender el desafío de la humanidad!
***
Dejo esta manera de hablar, estos fragmentos del día a día que buscan un clima adecuado
para el conocimiento de su enigma.
Abro las puertas a un seguimiento sin ídolos, a un sendero para caminantes acompañados únicamente por su sombra.
Pero siento cansancio
aunque sea la hora de la aventura, del gran peligro.
Entonces busco un fruto fresco
para esta sed que ha dejado mi batallar continuo, una bienintencionada embriaguez,
una canción para mi desmedida convalecencia.
Sin embargo, prefiero y se me ocurre tumbarme junto a un árbol y dormir.
¡Digo estas palabras y me hago pedazos!
(¿se me ha comprendido?)
Medehollín, comuna 13, 11 de marzo de 2017 (7:21 p.m.)