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El Otro No-Humano y el Coronavirus.
The Non-Human Other and Coronavirus.
Sincronía, núm. 79, pp. 3-27, 2021
Universidad de Guadalajara

Filosofía


Recepción: 18 Junio 2020

Aprobación: 03 Noviembre 2020

DOI: https://doi.org/10.32870/sincronia.axxv.n79.1a21

Resumen: La pandemia global del Coronavirus brotó de un mercado mojado en Wuhan, China. Luego, este virus es el resultado de las condiciones carentes de consideraciones éticas de este mercado. Entre los dogmas más arraigados en la mayoría de los seres humanos a lo largo de la historia está la idea de que el ser humano puede disponer del ser no-humano para hacer con este lo que sea su voluntad. La relación ética se suspende cuando se trata de una interacción con los animales y así se le permite al humano torturar, agredir, aprisionar y matar a los animales para la experimentación científica, el entretenimiento o para satisfacer el hambre o el antojo. Mediante el concepto de la transcendencia levinasiana, este artículo propondrá a la Otredad como categoría de la crítica utilitarista de Peter Singer a la ganadería industrial. Se propondrá que el actual virus es el resultado de un sistema que subsume al Otro no-humano como materia dispuesta e ignora la responsabilidad ética.

Palabras clave: Ética animal, Otredad, Ganadería industrial, Utilitarismo, Trascendencia, Dogma.

Abstract: The global Coronavirus pandemic originated out of a wet market in Wuhan, China. Thus, this virus is the product of the market conditions that lacked any sort of ethical considerations. Among the most ingrained dogmas in most human beings throughout history is the idea that mankind has non-human beings at their disposal to do with them whatever humanity’s will might dictate. The ethical relation is suspended during the interaction with animals and thus humans are allowed to torture, harm, imprison, and kill animals for scientific experiments, entertainment, or to satisfy hunger or a craving. Through the levinasian concept of transcendence, this article will propose Otherness as a category of Peter Singer’s utilitarian critique of factory farming. The current virus is proposed to be the result of a system that subsumes the non-human Other as matter to be manipulated and ignores any sort of ethical responsibility.

Keywords: Animal ethics, Otherness, Factory farming, Utilitarianism, Transcendence, Dogma.

Introducción

El ser humano se enfrenta actualmente a uno de los retos más grandes que ha afrontado la especie: el coronavirus. La interconectividad de la edad moderna le ha proporcionado al virus un vehículo mediante el cual le fue posible al COVID-19 esparcirse alrededor del mundo a un ritmo sin precedentes. Cada país ha ido implementando sus propias medidas de cuarentena para frenar la propagación de este virus letal para mucha gente mayor de edad y con sistema inmune delicado. Esta pandemia global indudablemente repercutirá de manera definitiva en la cotidianidad de los individuos y en la economía del mundo. El virus también ha ido exponiendo las debilidades y deficiencias de los distintos sistemas políticos alrededor del mundo. En estos momentos cruciales, se vuelven visibles los problemas que tienen los sistemas de salud; además de esto, la pandemia ha puesto al descubierto la desigualdad socioeconómica. Además de las implicaciones en la política y la economía global, este caso debe ser también sujeto a una crítica ética. El presente artículo defenderá la idea de que el coronavirus es el producto del trato hacia los animales desprovisto de cualquier clase de consideración ética. Tomando el concepto levinisiano de la trascendencia, la tesis que se defiende es que el coronavirus es consecuencia de una visión que no considera la ética y por ende no trasciende; lleva a la muerte.

El consumo de carne animal y el uso de los animales son asuntos que la mayoría de la gente no se cuestiona. La pregunta misma es sujeto de burla. Esta actitud de aceptar de manera dogmática y acrítica el consumo de carne como parte de la naturaleza humana está encubierto por la cotidianidad acrítica. El discurso que defiende a cualquier sistema o práctica no es filosofía sino propagación de la Totalidad, de lo Mismo. La complacencia en el privilegio y la proclamación del derecho propio sobre otros es una actitud contraria a la filosofía. El papel de la filosofía es cuestionar, iluminar los asuntos encubiertos por el dogma. Siendo la inferioridad de los animales no-humanos uno de los dogmas más antiguos de la historia humana, es preciso tomar esta idea como objeto de estudio. Este trabajo propone a la Otredad como categoría de análisis en el discuro utilitarista que presenta Peter Singer en su libro Liberación Animal (2002). Para este fin, se resumirá algunos puntos de este libro que serán de utilidad para el presente artículo, para luego incorporar el discurso de la Otredad a esta crítica. El argumento es que el coronavirus es consecuencia de la suspensión de la responsabilidad ética con los animales no-humanos.

Comencemos hablando de lo absurdo de esta tarea. La pregunta de si es justo o no que los seres humanos consuman carne animal parece ridícula. Claro que es justo. Así lo ha impuesto Dios, el dogma, el capitalismo, la naturaleza humana, etcétera. Los derechos de los animales ha sido objeto de burla a lo largo de la historia. Comienza Singer su libro diciendo que “… la idea de ‘los Derechos de los Animales’ se usó en otro tiempo para ridiculizar el tema de los derechos de las mujeres… El autor de esta obra satírica… intentó rebatir los argumentos de Mary Wollstonecraft demostrando que podían llevarse a un paso más lejos” (Singer, 2002, p. 1). En una era más conservadora que hoy era absurdo pensar en los derechos de las mujeres. Los derechos eran exclusivos del hombre. La mujer limpiaba la casa, cocinaba y cuidaba a los hijos. Era un afronte a la vida cotidiana la propuesta de que estos entes de la casa fueran dignos de consideración al estado de un hombre. El hombre tiene ciertas características que lo vuelven merecedor de los derechos que goza. La mujer carece de la semejanza con el hombre para volverla digna de consideración para merecer los mismos derechos.

Se postula que siendo diferentes los hombres y mujeres, es absurdo hablar de igualdad. Se debe tratar diferente al hombre y la mujer porque no son iguales. Es evidente que los hombres y las mujeres, los europeos y los afroamericanos, los humanos y los animales son diferentes. Lo que se argumenta aquí es que “El principio básico de la igualdad no exige un tratamiento igual o idéntico, sino una misma consideración. Considerar de la misma manera a seres diferentes puede llevar a diferentes tratamientos y derechos” (Singer, 2002, p. 2). Un hombre no exigiría el mismo derecho de la mujer de abortar. Es ilógico pensar en el derecho de un perro de recibir el salario mínimo; sin embargo, no nos referimos aquí a una igualdad real en lo concreto. Nos referimos a la consideración por igual de las necesidades de todos los seres vivos.

La ciencia y los animales no-humanos

En el segundo capítulo del texto, Singer describe a detalle los experimentos absurdamente crueles que se han llevado a cabo por la milicia estadounidense, la comunidad científica, la industria de cosméticos y la industria farmacéutica. Los detalles son brutales y van desde envenenar lentamente a ratas y monos, torturar psicológicamente a monos bebés privándolos del contacto con la madre o “permitiendo que los bebés de monos se apegaran a madres de trapo sustitutorias que se podían convertir en monstruos” (Singer, 2002, p. 33). Estas madres de trapo soltaban aire comprimido que casi les arrancaba la piel a los bebés, sacaban pinchos de metal por su cuerpo, entre otras manifestaciones de tortura salvajes y completamente innecesarios. Varios experimentos pretendían provocar depresión o sufrimiento en los animales para acumular ‘datos científicos’. Además, “… incluso cuando la prueba es realizada para un producto médico, lo más probable es que no hará nada para mejorar nuestra salud” (Singer, 2002, p. 53). Se describe cómo la mayoría de las pruebas de productos farmacéuticos en animales no se hacen para condiciones que salvarían la vida de un ser humano. Las pruebas que se realizan son para condiciones crónicas de la sociedad occidental afluente. Ni siquiera se puede defender aquí la idea de que el animal puede ser sacrificado por el bien de un ser humano. La vida del animal carece de estimación ante la consideración ética de la mayoría de los individuos; por ende, es justificable cualquier grado de sufrimiento o miseria que a este se le imponga.

Para determinar la toxicidad de varios productos se describe una prueba llamada “LD50” (Singer, 2002, p. 53) la cual sirve para determinar la cantidad de alguna sustancia que llevará a la muerte de 50% de los animales en los que se está experimentando. Algunos de los productos no son muy venenosos, así que se les obliga a los animales a consumir cantidades enormes de la sustancia hasta provocarles la muerte. Otros experimentos consisten en enjaular conejos y experimentar con los efectos de ciertos productos en los ojos, durando semanas, provocando infecciones e incluso ceguera. En otros experimentos, los animales son encerrados en cámaras selladas y expuestos a gases y vapores para ver los efectos de la inhalación. Críticos dentro de la misma comunidad científica argumentan que estas pruebas carecen de utilidad o aplicación. La lista de experimentos enunciada en el libro es absurda. Tortura psicológica, niveles de calor o de frío que provocan la muerte, envenenamiento, adicciones y síndromes de abstinencia, aislamiento, entre muchos otros que se llevaron a cabo por décadas.

Toleramos que se efectúen crueldades sobre otras especies que nos enfurecerían si se realizaran en miembros de nuestra propia especie. El especismo permite a los investigadores contemplar a los animales con los que experimentan como objetos de investigación y equipo de laboratorio en lugar de creaturas vivientes, sufrientes. (Singer, 2002, p. 64).

Singer establece un paralelismo entre la indiferencia de los científicos nazis que experimentaban con judíos y la indiferencia de los que experimentan con animales. La indiferencia es condicionada hacia un factor de discriminación en particular. El científico nazi justificaba su trato bajo el pretexto de la ‘raza inferior’, con la que su moral le permitía tratar al judío de manera indiferente, como ser-a-la-mano. El científico que experimenta con animales justifica de la misma manera su trato bajo la ‘especie inferior’, de la cual el ser humano puede disponer para hacer lo que quiera. En ambos casos, los científicos tienen que estar conscientes de que los seres con los que experimentan sienten dolor y placer, y estas afecciones implican una preferencia que es ya una voluntad ajena del sujeto.

Pensemos en el sujeto que es educado en un ambiente de indiferencia condicionada, en el que no se permite agredir a seres como personas o a mascotas, pero a otros es permisible hacer lo que sea.

[…] justo como una rata puede ser condicionada a jalar una palanca para recibir una recompensa de comida, también un humano puede ser condicionado para recibir recompensas profesionales para ignorar los problemas éticos planteados por la experimentación en los animales. (Singer, 2002, p. 71).

Singer utiliza este punto para referirse a doctores y veterinarios que son educados en la cultura especista actual. La indiferencia es recompensada en la comunidad científica. Los alumnos de medicina que se rehúsen a experimentar, mutilar o asesinar a los animales en sus “prácticas” pueden ser expulsados. Luego, los científicos que llevan a cabo experimentos tortuosos e infernales para los animales, si son compensados, se entiende que la indiferencia aumentará. Extendamos esta actitud a la sociedad en general. Si un niño es elogiado en su infancia por consumir la carne animal, lógicamente el niño asociará este consumo con un acto bueno. Si un niño se entretiene ante el sufrimiento de cualquier ser vivo, inevitablemente brotará una indiferencia que, en potencia, puede desconectar su empatía hacia otros seres humanos.

[…] uno de los hallazgos más consistentes reportados por la unidad de perfilación de la FBI fue que (la tortura y crueldad animal intencional) aparentaba ser un comportamiento común entre asesinos en serie y violadores (i. e., aquellos con rasgos psicópatas caracterizados por impulsividad, egoísmo y carencia de remordimiento). (Griffiths, 2016).

En la postura abstraída de cualquier preocupación ética el sujeto se absolutiza y, tanto el mundo como los que ahí habitan, son interpretados como mediación o herramienta. Aquellos que idealizan el consumo de carne como parte de la naturaleza humana, tendrían que responder si un caníbal o asesino en serie representaría la naturaleza humana desmedida, libre de limitaciones. Si se propone que la cuestión es distinta al tratarse de animales, aun aceptando que los animales pueden sentir y tienen un interés existencial por seguir vivos, esto es—en el sentido estricto—especismo.

Contra el argumento de que el ser humano tiene derecho a hacer lo que sea su voluntad, ya que este goza de una inteligencia superior, Singer propone la consideración del caso de los bebés o la gente que padezca alguna discapacidad mental. Si el criterio para experimentar parte de la consideración del grado de inteligencia, no habría objeción. Sin embargo, no es el caso. El criterio se limita a una discriminación por especie. Se percibe, se entiende y se ha comprobado por la ciencia que los animales sienten dolor. Tienen necesidad de entretenimiento y socialización. En los laboratorios los animales son criados en aislamiento, condenados a una vida de tortura física y mental. Si se entiende que el animal no-humano siente dolor y placer, es claro que no hay consideración ética alguna en el trato hacia los animales. Suspender la relación ética con base en la especie es igual a discriminar basándose en raza, género o cualquier otra determinación arbitraria. Los científicos tienen un interés claro en continuar sus experimentos, cegándose ante las implicaciones éticas de sus acciones. Sin embargo, es peligroso confundir el campo de la ciencia con el de la ética. Recordemos el caso de los científicos nazis que experimentaban con judíos.

La ganadería industrial

Singer continúa con la interacción más familiar que tenemos con la explotación animal: la carne. La imagen de animales en una granja viviendo decentemente al aire libre hasta que son ejecutados para nuestro consumo va quedando cada vez más y más en el pasado. Es cierto que en varias zonas rurales alrededor del mundo aún existen granjas así; sin embargo, pensando en la demanda de carne que todas las grandes ciudades del mundo tienen, es evidente que no sería posible abastecer esta exigencia sin tener unas granjas inmensas dentro o en los alrededores de la ciudad. La mayoría de la carne en las ciudades grandes se obtiene de la ganadería industrial, que es la reducción capitalista de la ganadería, y tiene siempre como prioridad el dinero que se pueda generar y ahorrar. Ya que el espacio y el tiempo son caros, la ganadería industrial busca limitar estas inversiones lo más posible.

Como todo negocio, el criterio de la ganadería industrial se reduce a cuánto capital se puede producir. La tarea de los ganaderos se reduce a alimentar a los animales en espacios muy cerrados y quitar los cadáveres acumulados de los animales que no sobreviven esta tortura. A pesar de las pérdidas, tienen sentido en el plano económico. Es menos lo que pierde el granjero que si se les proporcionara más espacio a los animales o expandiera su territorio. Ignoremos por un momento la cuestión de si es correcto o no el consumo de la carne animal y pensemos si esta es la manera correcta de satisfacer esa demanda. Existen numerosos campos de concentración animal por todo el mundo para asegurar que en ningún momento ningún consumidor tenga que sufrir una comida sin la carne animal. Aunque muchas veces la carne se tire o se pudra, el animal no es más que una fuente de capital y puede seguir siendo explotado para asegurar la estabilidad del mercado.

Aun cuando la gente quiere pensar que el animal que comen no sufrió una vida de tortura “… aquellos quienes, por sus compras, requieren que los animales sean asesinados no merecen ser protegidos de este o de cualquier aspecto de la producción de la carne que consumen” (Singer, 2002, p. 150). El enemigo de la filosofía es la invisibilidad de los asuntos ocultos por el dogma; en este caso, la idea de que el ser humano necesita y merece utilizar a los seres no-humanos para cualquier fin. Ya que una ciudad contiene muchos seres humanos cuyas necesidades sólo pueden ser procuradas mediante la ganadería industrial, esta es un mal necesario. Llevemos esta lógica a un paso más adelante: si la población mundial sigue incrementando, se necesitará más producción de carne animal y más territorio para sembrar el alimento de estos animales.

Será, sin embargo, el despilfarro de los bosques lo que resulta ser el disparate más grande causado por la demanda de carne… En Costa Rica, Colombia y Brasil, en Malasia, Tailandia y en Indonesia, selvas están siendo despejadas para proveer tierra de pasteo para el ganado. (Singer, 2002, p. 168).

Será la ingenuidad dogmática del hombre lo que provoque su caída. Gracias al consumo acrítico de la carne, el mercado responde y asegura abastecer la demanda, ignorando cualquier otra consideración. En el 2019 el Amazonas sufrió un incendio tres veces mayor al del año anterior bajo el gobierno de Jair Bolsonaro, un presidente de extrema derecha quien ha expresado su desinterés por la molestia del cuidado del medio ambiente. A pesar de la indignación mundial, se olvida que el mercado nunca responde a exigencias éticas. El mercado sólo entiende la oferta y demanda y esta demanda exige más terreno para sembrar alimento para el ganado. Mientras siga habiendo una demanda astronómica por la carne de los animales, el mercado seguirá respondiendo a esta demanda ignorando cualquier consideración. Un estudio por parte del Instituto para la Agricultura y Política Comercial estadounidense opinó que “… aproximadamente el 80% del presupuesto global de emisiones de efecto invernadero permisibles serían ocupados sólo por la industria de carne y lácteos para el 2050, si la producción no se reduce” (Yirka, 2018). El capricho cotidiano y acrítico amenaza con consumir a los cohabitantes de la Tierra y a la posibilidad de vida misma. Tenemos que la compra de carne animal es acrítica por la relación ética y por la insustentabilidad de la industria. Estamos quemando a los pulmones de la Tierra por hamburguesas y tacos.

La Otredad en Lévinas y Dussel

Ahora abordemos la herramienta de discurso que propongo introducir en el pensamiento de Singer: la Otredad. La Otredad es una contra-ontología desarrollada por Emmanuel Lévinas, un alumno divorciado de la fenomenología heideggeriana luego de la afiliación de su maestro al partido Nacional Socialista en Alemania; además de que él y su familia fueron internados en los campos de concentración.

Cuando la ontología incorpora al Otro dentro de ella como un ente o ser-a-la-mano, queda como una violencia hacia el Otro. Esta proyección de la Mismidad del sujeto sobre los Otros podrá obedecer la moral del sistema particular del sujeto en cuestión, pero no puede obedecer la prioridad ética. La ética es la ruptura del orden establecido por algún sistema determinado a partir de la interpelación del Otro, manifiesto en el Rostro. “La noción de rostro… Significa la anterioridad filosófica del ente sobre el ser, una exterioridad que no se reduce, como en Platón, a la interioridad del recuerdo y que, sin embargo, salvaguarda al yo que la recibe” (Lévinas, 1977, p. 75). La ontología, el capitalismo y todos los sistemas corren el riesgo de ensimismarse y obrar en contra de la vida. Incluso el discurso filosófico puede convertirse en justificación de arbitrariedades mediante la absolutización de la razón individual. La interpelación del Rostro del Otro es la única posibilidad de la trascendencia metafísica. La ética no es un sujeto proclamando cómo es la realidad o lo que es el bien y el mal. La ética es la pasividad que recibe la interpelación del Otro.

Consideremos la educación alimenticia actual como uno de estos sistemas fríos. El animal interpretado como un ente para consumo y uso es contrario a la noción de rostro. Se pervierte la trascendencia ética por la diferencia arbitraria de ser miembro de otra especie. “La retórica, que no está ausente en ningún discurso, y que el discurso filosófico busca superar, se resiste al discurso” (Lévinas, 1977, p. 93). Si el discurso indica que el sufrimiento es indeseable y el gozo deseable, obliga a considerar los intereses de todos aquellos que puedan percibir ambas estas. Lo único que queda para negarle esta consideración a los animales no humanos es caer en la postura de que así es la naturaleza humana o el universo. La retórica justifica la opresión y encubrimiento de unos seres vivos a un sistema de pensamiento; se resiste al discurso.

Se entenderá que la propuesta de una dieta vegetariana o simplemente reducida en el consumo de carne se considerará un afronte a la libertad de muchos individuos. A los interesados en la filosofía, Lévinas nos dice “filosofar es remontarse más acá de la libertad, descubrir la investidura que libera la libertad de lo arbitrario” (Lévinas, 1977, p. 107). La libertad absoluta como lo arbitrario es lo mismo que lleva al asesino a matar, al ladrón a robar, al drogadicto a drogarse y a cualquier individuo a llevar a cabo sus deseos inmediatos. La voluntad caprichosa y desmedida es la que amenaza con quemar los bosques, producir pandemias como el coronavirus y volver inhabitable el planeta. ¿Queremos dejar un planeta inhabitable para nuestros hijos, sobrinos y nietos? ¿O seguir dándole dinero a las empresas que torturan y asesinan animales, seguir apoyando empresas que talan bosques y patrimonios de la humanidad para llenar sus bolsillos? La libertad no es la posibilidad de elegir lo que sea del menú, sino contemplar repercusiones y consideraciones para tomar decisiones conscientes. Así como el drogadicto busca su droga sin pensar en las repercusiones que tendrán sus acciones, sucede con el individuo que elige comer carne sin la consciencia de que está contribuyendo al calentamiento global, a una industria desprovista de consideraciones éticas. La libertad se ejerce como capricho y no como la contemplación de todas las repercusiones.

Lévinas fue incapaz de analizar en lo concreto la cuestión de la Otredad porque entendió al Otro como absolutamente Otro; es decir, es imposible de abordarlo porque no es algún ente que yo pueda delimitar con el empleo de la razón. El Otro es aquel que escapa mis delimitaciones y definiciones. Es el argentino Enrique Dussel quién agrega un análisis histórico, económico y práctico-social para aterrizar al Otro del desarrollo Occidental en el tercer mundo. El Otro colonizado, esclavo, pobre y prisionero, ignorado en los libros de filosofía, historia y economía. Sin el Otro, no hay Ser, pero el Ser tiende a absolutizarse y fetichizarse.

Estamos ante el esclavo que nació esclavo y que no sabe que es persona. Simplemente grita. El grito, como ruido, rugido, clamor, proto-palabra todavía no articulada, que es interpretada en su sentido por el que tiene conciencia ética. Indica simplemente que alguien sufre y que desde su dolor lanza un alarido, un llanto, una súplica. Es la «interpelación» originaria. (Dussel, 1998, p. 20).

La interpelación del Otro es un momento prelógico. Antes de la categorización y discriminación lógica, está el cuerpo y el clamor del Otro. El cuerpo hace posible la razón y no al revés. Sin embargo, a lo largo de la historia se ha empleado la razón para obrar en contra del otro cuerpo. Podemos ver que esta interpelación originaria que menciona Dussel no es un argumento bien estructurado y convincente, ni si quiera es una palabra articulada. Claro es que el animal sufre, grita, ruge y por ende clama por la vida, aunque no lo haga en español, inglés o ningún otro idioma. Sería ingenua la persona que, como Descartes, reduzca al animal a un robot que responde a estímulos exteriores. El animal tiene los deseos básicos de toda vida sintiente: buscar el gozo, evitar el dolor y continuar su vida. Los conquistadores ignoraban a los indígenas que torturaban porque no gritaban por sus vidas en español. ¿Qué diferencia hay con el que tortura y aprisiona a animales porque no claman por su vida en ningún otro idioma humano?

Se da un paralelismo entre Lévinas y Dussel: la prioridad ontológica y prioridad ética en Lévinas y la conciencia moral y la conciencia ética en Dussel. La prioridad ontológica o la conciencia moral es la obediencia de un individuo a un sistema abstracto. El oficial que expulsa a los refugiados y los condena al hambre o la muerte en su propio país porque las reglas así lo dictan, tiene conciencia moral. Es la obediencia a una idea abstracta y anónima, sin rostro. A lo largo de la historia, las ideas se han fetichizado y se abstraen de cualquier consideración ética volviéndose en contra de la vida. El sujeto que consume carne animal y se vuelve indiferente hacia los animales porque la educación del sistema así lo dicta, tiene conciencia moral. La prioridad o la conciencia ética es la posibilidad de la trascendencia. Más allá de las limitaciones de mis proyecciones lógicas y existenciales está el Otro. El Otro esclavo que posibilitó la construcción de las pirámides y la sociedad primermundista. El Otro conquistado y oprimido que fue encubierto en el mito de la modernidad occidental. El cuerpo violentado e invisibilizado que hace posible el desarrollo del Ser occidental. El cuerpo del animal que, aislado de la luz social, es torturado toda su vida en aislamiento, donde nadie pueda escuchar su clamor. La prioridad ética es la apertura a la trascendencia del Otro, lo que viene más allá de mi horizonte de mundo. Es la apertura hacia la justicia en contra de la razón fría que se vuelve opresor del cuerpo que la engendró.

La Exterioridad en Singer

En 14 tesis de ética (2016), Dussel critica al utilitarismo descartándolo como una filosofía de la burguesía. Las limitaciones de placer y dolor, la felicidad propuesta por el utilitarismo los interpreta como “… sólo algo psíquico, espiritual, propio de las solas facultades superiores del cerebro, valores, virtudes” (Dussel, 2016, p. 45). Sería difícil argumentar que el utilitarismo de Singer se pueda limitar a estas ‘facultades superiores’, aceptando que los animales carecen de tales facultades. Lo que quiero describir ahora es un paralelismo entre la propuesta de Dussel acerca de la exterioridad en Marx y la exterioridad como categoría en Singer.

El primer apéndice de Hacia un Marx desconocido (2013) propone la exterioridad como la categoría de análisis por excelencia en los escritos de Marx, en lugar de la categoría de totalidad. De cierta manera, la idea de Dussel es que, a pesar de carecer de la herramienta de las categorías y terminología de la exterioridad, Marx tiene una intuición hacia esta idea.

El fetichismo del capital consiste en su pretensión de crear valor desde-sí; mientras que, en la realidad, la producción de más-valor por parte del capital proviene del hecho de haber subsumido la exterioridad de la fuente creadora de valor: el trabajo vivo. (Dussel, 2013, p. 371).

El trabajo vivo es en Marx la exterioridad corpórea de la cual se alimenta el producto como fetiche; el valor del producto surge ex nihilo de la Exterioridad. El cliente, al contemplar el producto, no ve el proceso de explotación que rodea la elaboración de los productos. Cito: “Compramos nuestra carne y pollo en pulcros paquetes de plástico. Casi ni sangra. No hay razón para asociar este paquete con un animal viviente, que respira, camina, sufre” (Singer, 2002, p. 95). Vemos como, de manera paralela, aunque quizá no conozca a fondo el tema de la Otredad, Singer tiene una aproximación a la fetichización de la exterioridad. En el producto animal del supermercado, se observa el fetiche del proceso de tortura y brutalidad que fue necesario para que se dé. El problema es que la relación ética-comunitaria se pervierte por la mediación del fetiche. El sujeto no percibe relación ética o responsabilidad por la opresión de aquellos que fueron explotados para fabricar el producto, ni su responsabilidad ética por participar en las brutalidades que la industria ganadera genera. La invisibilidad es el enemigo de la trascendencia ética y la justicia.

Tal es esta invisibilidad que “el televidente promedio debe saber más acerca de las vidas de los guepardos y tiburones que él o ella sabe acerca de las vidas de los pollos o los becerros de ternera” (Singer, 2002, p. 216). Actualmente hay mucha gente que aboga por conservar a los delfines, ballenas y aves salvajes, pero esta empatía se suspende cuando se refiere a los animales comestibles. ¿Por qué nos indignamos cuando un perro, gato, delfín o elefante es maltratado, pero no cuando de manera sistemática alrededor del mundo miles de millones de otros animales están siendo criados y ejecutados diariamente? Cito: “Más de 150 millones de animales son matados por comida alrededor del mundo cada día—sólo en la Tierra… Incluyendo pescado silvestre atrapado y de cría, tenemos un total diario más cercano a 3 mil millones de animales matados” (Zampa, 2019). Sería una ilusión reconfortante que las decisiones que uno toma no tuvieran repercusiones en el futuro del planeta, que uno pudiera desayunar, comer y cenar una hamburguesa y que la única consecuencia fuera tener que ir al gimnasio a quemar calorías. La ingenuidad o el desconocimiento no absuelve al sujeto de su responsabilidad ética. Como ha sucedido varias veces en la historia, el dogma amenaza con encubrir una costumbre violenta, caprichosa y excesiva como si fuera parte de la naturaleza humana.

John Cleese, un viejo actor inglés, bromeó alguna vez diciendo: “si Dios no quisiera que nos comiéramos a los animales, ¿por qué los hizo de carne?”. ¿No es paralela esta racionalidad a la del conquistador, del violador o del racista? “Si Dios no quisiera que conquistara a América, no lo hubiera poblado de gente primitiva”. “Si ella no quería ser violada, no se hubiera vestido de tal manera”. “Si el universo no quisiera que los europeos dominaran a los africanos, no hubiera poblado al continente de esclavos.” En todas estas afirmaciones hay un presupuesto del orden universal mediante el cual el sujeto pretende absolverse de cualquier responsabilidad ética con el Otro. El sujeto rechaza su postura de ser libre abrazando los prejuicios detrás de alguna ideología universalizada, y no una ley universal. España no era superior a los pueblos originarios de América. Los Nazis no eran superiores a los judíos. Los seres humanos no tienen a los seres no-humanos a la mano para alimentarse y hacer con ellos lo que sea su voluntad. Todas estas ideas absuelven al sujeto de la responsabilidad ética intersubjetiva inmediata y del hecho de que está en práctica negándole la dignidad a un ser vivo y sintiente.

La ética jamás ha consistido en un sujeto exigiendo o proclamando sus derechos sobre los otros. Esto es el sujeto pronunciando la prioridad ontológica de su visión de mundo. El objetivo del presente artículo no es de convencer a nadie de ser vegetariano o de respetar la vida animal. La ética no es una racionalidad al que un sujeto puede ser persuadido a entender y seguir. A un capitalista neoliberal no se le puede convencer de que hay una relación ética manifiesta en las relaciones económicas. A un racista no se le puede convencer de que hay una relación ética a la hora de discriminar o esclavizar a los de otra raza. A un machista no se le puede convencer de que hay una relación ética en la interacción con la mujer. A un especista no se le puede convencer de que hay relación ética en la experimentación, consumo y esclavitud de los animales. El objetivo es establecer la diferencia entre las prioridades mencionadas. El consumo de los animales no tiene justificación ética. Es la entrega a la anonimidad de la visión ontológica. El objetivo de esta ponencia es invitar a los interesados en la filosofía y no en el dogma, a reflexionar acerca de sus prejuicios.

¿Es el sufrimiento de un ser distinto al sufrimiento de otro? ¿Es el sufrimiento de un animal de inferior grado porque no entiende por qué está sufriendo? ¿Sería luego el sufrimiento valorado a través del entendimiento o la inteligencia, como el de una persona con alguna discapacidad intelectual, de menor valor que el sufrimiento de una persona con una inteligencia “superior”? ¿El de un bebé? ¿Cómo es que la inteligencia se ha vuelto un criterio para la bondad?

Hubiese dos maneras de fomentar la apatía: 1) invisibilizar al Otro de algún sistema de mundo o 2) encubrirlo e incorporarlo como ente a algún sistema de mundo. En ambos casos, el Otro se vuelve invisible al plano ético. El primer caso se da cuando los niños son educados para aceptar que hay ciertos animales que existen con el fin de ser consumidos. El niño, al encontrarse con una vaca o un cerdo, acepta que la carne de estos se le presente en la cena. El segundo se da por la distancia entre la gente y la industria ganadera y su desconocimiento de la manera en que opera. La gente no sale y mata por sí misma al animal que consumirá. Simplemente contempla el producto listo para cocinar, la fetichización del ser vivo al que una vez constituía esta carne.

La ‘realidad real’… del trabajo vivo… es el lugar desde-donde ‘para otros ojos’… los ojos de la crítica; es posible ‘constituir’ a la totalidad del capital, no como horizonte desde donde se comprende los entes intramundanos, sino como un ente u objeto que puede ser analizado. (Dussel, 2013, p. 369).

La invitación de Dussel es analizar la totalidad del capital, no como el lente mediante el cual se comprenden a los entes que en él se den, sino como un objeto de estudio. Lo que yo propongo es analizar el consumo de carne no desde la totalidad de la mentalidad que la justifica, sino como objeto de estudio mismo. ¿Hacia qué futuro nos está llevando este consumo desmedido de carne? ¿Estamos dispuestos a seguir quejándonos de los bosques incendiados que, al final, sirven para satisfacer nuestra demanda excesiva de carne mientras seguimos perpetuándola? ¿estamos dispuestos a dejar la Tierra inhabitable por unos tacos o hamburguesas, a seguir condenando a seres sintientes a una vida de sufrimiento y tortura por nuestros caprichos? ¿no basta una pandemia global para cuestionar los privilegios violentos encubiertos por la cotianidad?

El mercado de Wuhan y la ética

El mercado mojado de Wuhan es famoso porque vende carne de animales de todo tipo. En China, la carne animal había sido hasta recientemente un lujo que sólo pocos podían pagar. Reformas del mercado chino después del gobierno de Mao en 1978 llevaron a la consolidación y regulación de la producción de carne de res, pollo, o cerdo. Los pequeños granjeros que optaron por no integrarse a estas empresas grandes del estado luego crearon mercados donde se vendía carne de tortuga, serpiente, entre otros animales que no controlaba ni monitoreaba el estado (Lynteris & Fearnley, 2020). Conforme iba creciendo este mercado ilegal, se fue perpetuando una nueva demanda que este mercado se interesó por satisfacer: la venta de animales silvestres. Todavía de manera ilegal, se comenzó a vender carne o especímenes vivos de castores, venados, cocodrilo, koalas e incluso leones. Todo esfuerzo por querer simplemente aislar la especie que provocó el brote del coronavirus y encontrar la manera de asegurarse de que no vuelva a suceder se mantiene dentro del ámbito de la ontología cerrado e intrascendente. Se ignora el problema de fondo, el fundamento que llevó a esta situación actual.

Es evidente que esta pandemia no tomó por sorpresa a muchos expertos y analistas que ya habían comentado acerca de las condiciones deplorables en las que se encuentran los mercados mojados de China. “Conservacionistas y expertos en la salud llevan años alertando contra el comercio de vida silvestre en los mercados chinos y de otras regiones asiáticas, tanto por su impacto en la biodiversidad como por el potencial de propagación de enfermedades.” (Arana, 2020) Los mercados mojados luego carecen de consideraciones éticas, mismas que llevan a la transcendencia. El sistema de producción y consumo que existían en Wuhan son ejemplos de las consecuencias de un sistema desprovisto completamente de crítica ética, encerrada completamente en la lógica del capital. La ontologización de la vida subsume al Otro no-humano como ente, como materia a la disposición de la voluntad del sujeto. Luego el sistema se vuelve un consumidor de la vida; su praxis es el consumo de la vida y por ende lleva inevitablemente a la muerte. Es necesario introducir la interpelación del Otro para cuestionar la lógica del sistema, para enaltecer a la vida antes que la perpetuación de la Mismidad. Un cuestionamiento menos ambicioso no logrará cambiar el fundamento, sino simplemente será una restructuración del sistema que lleva a la muerte.

La pandemia actual es claramente consecuencia de una cotidianidad que encubría muchas prácticas violentas hacia el Otro. Esta situación ha puesto al descubierto la falta de consideraciones éticas que existía en muchos ámbitos de la sociedad. La carencia de ética en la economía ha llevado a que el impacto más grande será en la economía de los más vulnerables, los que necesitan trabajar diario para poder subsistir. Los sistemas políticos sin ética llevan a sistemas de salud con recursos insuficientes y a un ejercicio de poder que reprime a los más frustrados durante esta situación. Sin embargo, creo prudente aprovechar la presente crisis para destacar otro ámbito donde no se dan consideraciones básicas para salvaguardar la vida: el consumo de los animales. Es común considerar los errores de control y salubridad que llevaron al brote del coronavirus. Sin embargo, propongo llevar la crítica a un plano más extremo, desde afuera del sistema mismo, desde la ética, desde la trascendencia. El coronavirus es un ejemplo claro del resultado hacia la que la intrascendencia que las prácticas sin consideraciones éticas con el Otro llevan. Aún “corregir” este error del sistema sería regresar a una normalidad que se fundamenta en prácticas intrascendentes.

Conclusiones

He dicho que la intención de mi discurso no es de convencer a nadie de cambiar ningún prejuicio u opinión. Ese cambio no es un movimiento que se pueda transmitir hacia otra subjetividad. Pero sí los dejaré con esta reflexión de Singer:

La filosofía debería cuestionar los supuestos básicos de la era. Pensando de manera crítica y cuidadosa lo que la mayoría de nosotros damos por sentado es, creo yo, la tarea principal de la filosofía, y la tarea que hace que la filosofía valga la pena. (Singer, 2002, p. 236)

Si lo que pretendemos es seguir el dogma y perpetuar la cotidianidad acrítica, entonces abandonemos el tema. Sin embargo, si lo que nos interesa es la ética, la trascendencia, la filosofía y, por ende, el cuestionamiento de nuestros presupuestos sin importar qué tan arraigados estén, los invito al cuestionamiento crítico y ético. El sistema siempre amenaza al individuo con la impotencia. Carece de sentido cambiar los hábitos cotidianos porque el individuo sólo es uno. Sin embargo, no es la primera causa por justicia que se ha dado en la historia de la humanidad. Los peligros que se avecinan están ligados con la intrascendencia. El pensamiento intrascendente lleva a la discriminación y la desigualdad, al capitalismo salvaje y acrítico, a la ciencia fría y brutal, al deterioro de nuestro planeta, y al brote de nuevos virus que vuelven manifiesto la intrascendencia de estas prácticas. Si no comenzamos a abrir e introducir nuestra visión crítica a cuestionar nuestra cotidianidad, estaremos condenando a la vida.

El capital obedece las consideraciones de oferta y demanda. Si no comenzamos a demandar un cambio, este jamás se ofertará. No propongo que el consumo de carne sea malo en sí, sino que la industria se ha desconectado de cualquier consideración ética para abastecer la demanda. Los animales seguirán sufriendo vidas tortuosas y se seguirán quemando bosques. Si buscamos trascender la cotidianidad acrítica, es necesario cambiar nuestro pensar y nuestras actividades cotidianas. En general, la idea es reducir la demanda del mercado como protesta por las prácticas brutales. Idealmente, esto involucraría llegar a conocer qué empresas de cosméticos y productos realizan pruebas con animales y dejar de incentivar la continuación de estas prácticas mediante el consumo de estos productos. Asimismo, invito a los interesados a combatir la conversión de nuestro planeta en un desierto inhabitable y procurar la sobrevivencia de las siguientes generaciones. Hay que empuñar la responsabilidad de la libertad que implica la naturaleza del ser humano, y no entregarse al anonimato de ideas de superioridad arbitraria. El futuro de todas las especies depende de la superación del especismo.

Referencias

Arana, I. (2020) “Los mercados chinos, una cuna para toda clase de virus”. La vanguardia. Recuperado de https://www.lavanguardia.com/vida/20200202/473258679943/coronavirus-china-wuhan-kwoloon-hong-kong-epidemia.html

Dussel, E. (1998) “En búsqueda del sentido (origen y desarrollo de una filosofía de la liberación)”, en Anthropos, N. 180, (septiembre-octubre 1998) p. 13-36 (Barcelona) Editorial Proyecto A.

Dussel, E. (2016). 14 Tesis de ética: hacia la esencia del pensamiento crítico. Madrid: Editorial Trotta.

Griffiths, M. (2016, 23 de Noviembre). The Psychology of Animal Torture. Recuperado de https://www.psychologytoday.com/us/blog/in-excess/201611/the-psychology-animal-torture

Lévinas, E. (1977) Totalidad e Infinito. Salamanca: Sígueme

Lynteris, C., & Fearnley, L. (2020, May 7). Why shutting down Chinese 'wet markets' could be a terrible mistake. https://theconversation.com/why-shutting-down-chinese-wet-markets-could-be-a-terrible-mistake-130625.

Singer, P. (2002). Animal Liberation. New York, NY: HarperCollins.

Yirka, B. (2018, July 20). Study suggests meat and dairy industry on track to surpass oil companies as biggest greenhouse gas emitters. Recuperado de https://phys.org/news/2018-07-meat-dairy-industry-track-surpass.html

Zampa, M. (2019, 27 de Agosto). How Many Animals Are Killed for Food Every Day? Recuperado de https://sentientmedia.org/how-many-animals-are-killed-for-food-every-day/



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