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Procedencia árabe de un cuentecillo singular en la obra de Juan de Robles
Desirée López Bernal
Desirée López Bernal
Procedencia árabe de un cuentecillo singular en la obra de Juan de Robles
Arabic Origin of an Unique Tale in Juan de Robles’ Works
Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 4, núm. 1, pp. 217-230, 2016
Instituto de Estudios Auriseculares
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Resumen: A pesar de que la influencia ejercida por los modelos y temas literarios árabes queda relegada a un segundo plano tras la Edad Media, en la literatura oral y escrita de los Siglos de Oro todavía es posible advertir la huella árabe. Un cuentecillo inserto por Juan de Robles en sus Tardes del Alcázar representa un ejemplo de ello. En este artículo se vuelve a sus orígenes árabes y se devela su antecedente más próximo en la Península Ibérica, a partir del cual se establece un estudio comparado con la versión de Robles.

Palabras clave:ATU1373ATU1373,Juan de RoblesJuan de Robles,Tardes del AlcázarTardes del Alcázar,Siglos de Oro españolesSiglos de Oro españoles,Hada’iq al-azahirHada’iq al-azahir.

Abstract: Despite of the influence of the Arabic literary models and themes they were relegated into the background after the Middle Ages; nevertheless it is posible to trace those elements in the oral and written literature during the Golden Ages. An example of this influence could be the tale wrote by Juan de Robles included in his work entitled Tardes del Alcázar. This article turns on his Arabic origins and shows up his nearest antecedent in the Iberian Peninsula, which is the starting point of our comparative study within the Robles version of the tale.

Keywords: ATU1373, Juan de Robles, Tardes del Alcázar, Spanish Golden Age, Hada’iq al-azahir.

Carátula del artículo

Artículos

Procedencia árabe de un cuentecillo singular en la obra de Juan de Robles

Arabic Origin of an Unique Tale in Juan de Robles’ Works

Desirée López Bernal
Universidad de Granada, España
Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 4, núm. 1, pp. 217-230, 2016
Instituto de Estudios Auriseculares

Recepción: 11 Agosto 2015

Aprobación: 05 Octubre 2015

IntroduccIón

Conocida la prolijidad de cuentecillos breves y de naturaleza jocosa con que el escritor de origen onubense y sevillano de acogida, Juan de Robles (1575-1649), acostumbraba a adornar sus obras, emprendí con la debida cautela la lectura de dos de ellas en busca, por qué no, de relatos de procedencia oral con un posible precedente árabe. Y digo con cautela, pues, a pesar de la notable presencia de cuentos en sus obras, las monografías y antologías dedicadas al cuento tradicional en los Siglos de Oro españoles apenas se hacen eco de unos pocos de ellos, algunos repetidos por otros autores áureos1, lo cual me inspiraba a un mismo tiempo expectativas contradictorias, pues a menudo ocurre también que cuentos que no han merecido la atención de los compiladores de estas antologías, en la mayoría de casos, por no ser considerados tradicionales, han resultado provenir de la tradición árabe2.

Con todo, tras la lectura, sin ningún hallazgo, de El culto sevillano (1631), las Tardes del Alcázar (1636), dedicadas al —por aquel entonces— conde-duque de Olivares, Gaspar de Guzmán y Pimentel, pusieron ante mí un relato que pronto reconocí como una versión de otro árabe contenido en los Hada’iq al-azahir .Los huertos de flores), compuestos a finales del siglo XIV. He aquí la respuesta a mi incesante rastreo de la literatura de los siglos dorados españoles. La obra árabe que aquí he citado, objeto de mis actuales investigaciones, encierra en sus folios una amplia y rica colección de relatos breves de naturaleza e intención jocosa, que podríamos calificar, para tratar de emplear un vocabulario homogéneo, de cuentecillos o cuentos risibles, siguiendo así la terminología empleada por hispanistas e investigadores de las letras de los Siglos de Oro3, y salvando las distancias con la literatura árabe clásica, donde esta suerte de narraciones recibe otra serie de nombres, tales como mudhikat . nukat (chistes) o nawadir (anécdotas), entre otros4. Volveremos tras los pasos de los Hada’iq al-azahir más adelante, no sin antes situar la obra de Juan de Robles y el cuentecillo que centra este estudio en su debido contexto.

En lo que se refiere a este último, me gustaría añadir acerca de él una serie de consideraciones previas. La primera de ellas tiene que ver con mi aproximación al objeto principal de análisis y a los restantes, que podríamos considerar auxiliares y complementarios, nunca secundarios; aproximación que se hace desde el mundo del arabismo, que no tiene por qué ser ajeno ni encontrarse aislado de otros ámbitos y disciplinas como el hispanismo o la literatura comparada. Espero poder aunar ambas esferas del conocimiento, así como suplir mis carencias con aportaciones que añadan un granito más al conocimiento de un aspecto, por diminuto que sea, de la literatura española, como es el caso de la tradición cuentística de los Siglos de Oro, de la que forma parte el cuentecillo a estudiar de Juan de Robles. Ya decía José Manuel Pedrosa que «los antecedentes árabes y los paralelos moriscos de los relatos breves españoles de los Siglos de Oro no han sido objeto todavía de un estudio de conjunto suficientemente amplio ni profundo. Pero lo que conocemos al respecto basta para afirmar que constituyen un repertorio clave para entender la esencia y el desarrollo de esta tradición»5. De esta afirmación hace poco más de una década. Sin embargo, desde entonces han sido ciertamente escasas las incursiones de arabistas en este ámbito, y aun en el de la literatura comparada, sobre todo en lo que desde el arabismo medieval se refiere. Asigno esa labor, en parte, a los arabistas, teniendo en consideración la lengua de los textos con los que se ha de trabajar, la única barrera que, entiendo, puede separar a investigadores de una y otras disciplinas.

Mi intención con el presente estudio dista de ofrecer a la comunidad científica un estudio del cuentecillo en cuestión definitivo, confiando, sin embargo, en arrojar luz sobre su origen y sus precedentes árabes.

De cuentecillos y Siglos de Oro: la tradición sevillana

Una de las realidades literarias de los Siglos de Oro de la literatura española es la estima que los hombres de letras tienen al cuentecillo, como nos referiremos a él siguiendo la terminología empleada por uno de los mayores estudiosos de este género en las letras españolas, Maxime Chevalier, quien calificaba la circulación por doquier de estos relatos breves, de tono familiar, carácter oral e intención cómica en los siglos áureos, y, en especial, entre las clases cultivadas, de «fenómeno histórico [...] que supone una honda mutación en las actitudes mentales»6. Ésta que podríamos denominar «cultura del cuentecillo», estuvo en boga en la España de los siglos XVI y XVII, y fue asumida por los intelectuales áureos por influencia de autores italianos, tales como Baldassare Castiglione, y también de Erasmo. Así se obró la «honda mutación en las actitudes mentales»7 a la que se refería Maxime Chevalier, y el cuentecillo pasó a colmar los folios de las creaciones de esos escritores, desde el teatro a la poesía, pasando por la prosa, donde abundan florestas y fabularios, donde el cuentecillo aflora en colecciones paremiológicas, tratados de todo tipo y obritas como El patrañuelo o el Sobremesa y alivio de caminantes de Juan de Timoneda, que tanto deben a la oralidad.

La tendencia descrita declina a partir de mediados del siglo XVII. Unos años antes, en Sevilla, Juan de Robles componía las Tardes del Alcázar8, escrita, como el autor hiciera con otras de sus obras más célebres, El culto sevillano . Diálogo entre dos sacerdotes, en forma dialogada, género por el que el autor parecía sentir especial predilección, quizá por su mayor dinamismo. Como se ha apuntado, no es éste que nos ocupa el único cuentecillo inserto en la citada obra de Juan de Robles. Las Tardes del Alcázar persiguen una finalidad instructiva, esencialmente política, en la que los cuentos, intercalados entre los argumentos expuestos por los dos personajes, maestro y alumno, a lo largo de los diálogos, sirven al autor para introducir momentos de mayor distensión en la más ardua línea argumental.

Se trata, en líneas generales, de relatos de extensión breve en los que se advierten elementos humorísticos, cuya función es divertir y entretener, y que, a diferencia de otros materiales que componen la obra, parecen proceder de la tradición oral9.La presencia en los textos de otros autores sevillanos de parte de los cuentos recogidos por Juan de Robles en sus obras, y viceversa, llevó a Alejandro Gómez Camacho a declarar la existencia de una tradición sevillana en lo que a la recopilación de cuentecillos se refiere10, que habían adquirido la entidad de tradicionales. Juan de Arguijo (cuya colección se cuenta entre las más notables de la época)11, Juan de Pineda, fray Farfán, Francisco Porras de la Cámara o el propio Juan de Robles, son algunos de los intelectuales de la Sevilla de los siglos XVI y XVII que, como los lectores de sus obras, se sintieron atraídos por este tipo de relatos populares, de origen muchas veces incierto, y que, de boca en boca, también habían alcanzado las tertulias y conversaciones de las gentes más letradas de la época.

Pero, ¿qué ocurre en el caso preciso del cuentecillo que nos ocupa? ¿Se trata, como otros de los presentes en El culto sevillano y las Tardes del Alcázar, de un cuento tradicional, si no en la tradición española de los Siglos de Oro, al menos sí en la Sevilla áurea? Antes de plantearnos la respuesta a este interrogante, se hace necesario desentrañar los pormenores del relato reproducido por Juan de Robles y su relación con aquél que los Hada’iq al-azahir atesoran entre sus folios.

El cuentecillo de Juan de Robles y sus precedentes árabes

Cuenta Juan de Robles por medio de uno de sus personajes:

De un sujeto, que huvo en esta ciudad, traido por su Cabildo de mui lexos por la fama de su saber. Y en lo que lo hazian único era en la Filosofía. Este tal era casado, y tan escasso, que siempre andava riñendo con su muger sobre sospechas de que le sisava algo del gasto de la comida. Y sucediendo que un gato le llevó una libra de carne, y sospechando él lo que solía, pesó el gato, y halló que pesava libra y media. Y hizo este argumento: el cuerpo deste es bastante a pesar todo esto; si huviera comido la carne, havia de pesar una libra más: no la pesa, luego no la ha comido. Y con esto arremetió con la muger y la maltrató de suerte que le obligó a ponerle demanda de divorcio12.

Sin entrar, por el momento, en mayores pormenores, se advierte en este relato la presencia de, al menos, dos de entre los motivos que Stith Thompson desentrañó en su estudio de los cuentos folclóricos internacionales, recogidos en su útil índice como J1144 («Eaters of stolen food detected») y J1611 («The stolen meat and the weighed cat»)13. El esquema argumental del cuentecillo se completa con el motivo J1990§ («Absurd claims are to be dismissed by empirical evidence»)14, establecido por Hasan M. El-Shamy, a quien se debe, tomando como referencia el manual de Aarne-Thompson, la elaboración de, hasta el momento, el más completo catálogo de cuentos folclóricos árabes.

Los motivos señalados llevan tras la pista del cuento folclórico catalogado en los manuales internacionales como el tipo 1373, «The Weighed Cat», del cual se ha documentado hasta cuatro variantes, teniéndose en cuenta él mismo como una de ellas (1373, 1373A, 1373A* y 1373B*), que constituyen sendos cuentos tipo15. Solo los tipos 1373 y 1373A se han conservado dentro de la literatura, ya sea oral o escrita, árabe, donde, a expensas de nuevos hallazgos, se encuentra su origen; mientras que todos ellos han experimentado su desarrollo dentro de la española.

La vida del cuentecillo, que por diferentes vías y bajo variantes distintas del tipo indicado habría de llegar a la tradición oral y las letras españolas, comienza a gestarse en algún momento anterior al siglo IX en el mundo árabe oriental. Su primera versión escrita se debe a la pluma de uno de los mayores eruditos que vio nacer la civilización árabe-islámica clásica, el basorí al-Yahiz (776-868/869), en una de cuyas más célebres obras se lee una sucinta referencia al cuentecillo que nos ocupa. En el Libro de los avaros .Kitab al-bujala’), obra a la que me refiero, su autor reúne relatos que giran en torno a esta característica humana, considerada un defecto. Desplegando en ella un estilo burlesco y divertido que le caracteriza, al-Yahiz persigue hacer una sátira de este vicio social, al mismo tiempo que despertar la diversión de cuantos leyeran o escucharan los relatos que integran su obra. Uno de ellos es el que sigue:

Ya’far, el sobrino de Wasil, me contó: Le dije a Abu ‘Uyayna: acertó el que preguntó a su mujer por la carne y ella le respondió: «Se la ha comido el gato». Entonces pesó al gato y a continuación dijo: «Ésta es la carne, ¿dónde, pues, está el gato?»16.

Las concisas palabras de al-Yahiz revelan que el cuentecillo al que está aludiendo ya contaba con una considerable difusión en el siglo VIII, cuando vivieron los dos poetas y hermanos de Basora conocidos como Ibn Abi ‘Uyayna (a uno de quienes el tal Ya’far relata las líneas básicas del cuentecillo) y cuyas últimas dos décadas y unos años también vivió el propio al-Yahiz. Por otro lado, si tenemos en cuenta la fecha aproximada de composición del Libro de los avaros, a cuya escritura se sabe que el de Basora se dedicó en la etapa final de su vida, habremos de datar este primer precedente árabe escrito del relato en el siglo IX17. Insisto, no obstante, en el hecho de que el texto de al-Yahiz confirma, hasta ese momento, la vida oral del cuentecillo en la sociedad árabe oriental y su difusión, también por la vía de la oralidad, anterior a su puesta por escrito. Con todo, no es posible determinar en qué momento preciso se gestó el cuentecillo en el mundo árabe o si, por el contrario, penetró en él, procedente de una tradición distinta; como tampoco es posible dilucidar si su naturaleza primigenia fue oral o escrita; ni cómo era el texto del cuentecillo en su versión original, pues las palabras de al-Yahiz no recogen sino una mera referencia a la esencia del relato.

Desde entonces y hasta alcanzar la década final del siglo XIV, momento en que, según las hipótesis, fueron redactados los Hada’iq al-azahir18, no se tiene constancia de ningún otro testimonio escrito del cuentecillo en la literatura árabe, siendo esta obra, por otra parte, la única que ha preservado y transmitido el texto del relato al que tan solo aludía, en Oriente y siglos antes, al-Yahiz. La ausencia de otras fuentes escritas en que hubiera podido figurar el cuentecillo inclina la balanza hacia una transmisión oral de Oriente a al-Andalus y a través de los siglos, hipótesis que se habrá de mantener a expensas de posibles nuevos hallazgos. Destacamos la existencia de diferentes versiones de carácter oral, atribuidas al célebre Yuha19, y que han sido puestas por escrito en diferentes momentos, cuya génesis pudo ser anterior o posterior a la composición de los Hada’iq al-azahir, y que sin duda han contribuido al conocimiento y difusión del cuentecillo, según se ha podido documentar, hasta nuestros días20. Una de estas versiones, en su traducción al francés llevada a cabo por René Basset, dice así:

Djoh’a acheta trois livres de viande et dit à sa femme: «Fais-nous cuire un peu de viande». Elle la fit cuire et la mangea avec son ami. Djoh’a vint et demanda: « Où est la viande?». La femme répondit: «Pendant que j’étais occupée à la cuisine, le chat l’a mangé». Il se leva, prit le chat, le pesa et trouva que son poids était de trois livres. «Coquine!-s’écria-t-il-si c’est le chat, où est la viande? Et si c’est la viande, où est le chat?»21.

Retomando los cuentos tipo a los que se ha hecho referencia con anterioridad, se obtiene que el cuentecillo protagonizado por Yuha responde al tipo 1373, al que también se ajusta el relato contenido en la obra a la que se viene aludiendo en el transcurso de este estudio: los Hada’iq al-azahir.

La importancia de esta obra, tal y como se pretende demostrar, no se reduce al conjunto de la literatura árabe clásica, ni siquiera a la andalusí. Su autor fue un granadino, Abu Bakr ibn ‘Asim (1359-1426)22, y el contexto en que vio la luz, la Granada nazarí, en las fechas ya indicadas. Se trata de la única obra conservada en al-Andalus de finalidad y contenido casi exclusivamente humorístico, en la que, además, se ha detectado la presencia de cuentecillos que más tarde se repetirían en la tradición oral y las letras castellanas, primero, y españolas, después, y en las catalanas. Aunque no siempre esta presencia puede explicarse acudiendo a la citada obra, y otras veces tampoco a la tradición árabe, en ocasiones sus folios encierran la llave para explicar el proceso de transferencia de un determinado cuentecillo hasta la oralidad y las letras castellanas (o españolas) y/o catalanas, especialmente en lo que a los Siglos de Oro se refiere. Confío en que resulten bastante esclarecedores los datos que ofrezco a continuación: de los, hasta el momento, treinta y dos cuentos folclóricos y/o tradicionales que se ha conseguido documentar en la obra y que se han sometido a un profundo análisis, al menos veinte cuentan con versiones en los siglos dorados, ya sea orales o escritas; de esos veinte, catorce (con certeza) penetraron en la tradición oral y/o la literatura españolas a través de la tradición oral y/o la literatura árabes; de esos catorce, cinco están documentados solo en la tradición oral y/o la literatura andalusí, y todos ellos exclusivamente en la obra de Ibn ‘Asim. Además, ésta es la única que conserva un cuentecillo o una determinada versión del mismo en ocho casos23.

Así las cosas, debemos tomar en alta consideración la versión que este autor andalusí nos proporciona a través de su obra, cuyo texto, en su traducción al español, dice así:

Un hombre compró tres arreldes de carne y le dijo a su mujer: «¡Cocínala!». Y se fue a su trabajo. Entonces la mujer cocinó la carne y se la comió. Y cuando llegó su marido dijo: «¡Trae lo que has cocinado!». Y ella contestó: «¡Se lo ha comido el gato!». Entonces el hombre cogió el gato y lo pesó, y he aquí que [pesaba] tres arreldes. Y le dijo a [su esposa]: «[Si] éste es el peso del gato, ¿dónde está entonces la carne?, o, si éste es el peso de la carne, ¿dónde está entonces el gato?»24.

Todo parece indicar que la fuente de inspiración del autor granadino fue la oralidad y que, como en otros casos, el cuentecillo que reproduce en su obra lo habría extraído de la tradición oral andalusí, en concreto, de la Granada de finales del siglo. XIV, donde lo habría escuchado25, lo que prueba además el grado de difusión que tendría en ese contexto espacio-temporal. No sabemos si alguna versión del relato atribuida a Yuha ya circulaba entonces. La obra de Ibn ‘Asim tampoco ayuda a esclarecer este asunto, puesto que, en los casos en que se ha documentado versiones de otros cuentecillos atribuidas a este personaje en fuentes escritas anteriores, el granadino no siempre se hace eco de ellas. Si ambas versiones del cuentecillo que nos ocupa circularon a la par de forma oral, aquélla que reproduce Abu Bakr ibn Asim debió contar todavía en los siglos XIV-XV en al-Andalus con amplia fama, tanto como para competir con aquella otra que tuvo y sigue teniendo como protagonista a Yuha. Lo cierto es que, a falta de otra fuente escrita donde la primera quedara registrada, la similitud entre sus textos lleva a pensar que la versión del relato protagonizada por Yuha se atribuyera a este célebre personaje con posterioridad a la circulación de aquella otra donde uno de los protagonistas era un hombre cualquiera.

Cambiando de asunto, una vez reconstruido cuál pudo ser el recorrido vital del relato en la tradición escrita y oral árabe, y dado cuenta de las versiones que por ambas circularon (y continúan circulando), retornamos al cuentecillo registrado en la obra de Juan de Robles.

La singularidad del relato, a la que se hace alusión en el título del presente trabajo, reside en su esquema argumental, que impide relacionarlo con un solo cuento tipo (o variantes del cuento tipo 1373) de los mencionados con anterioridad. Así las cosas, si se analiza su composición se comprueba que se trata de una versión híbrida, que comparte elementos con el relato árabe inserto en los Hada’iq al-azahir (1373), pero también con las versiones catalogadas bajo la numeración 1373A, en la que la mujer es finalmente maltratada por su marido tras descubrir este último el ardid urdido por su esposa para engañarle. En la siguiente tabla comparativa, se muestran los motivos y elementos que el relato de las Tardes del Alcázar mantiene y toma de cada una de las versiones señaladas:




Como se puede comprobar, el relato que circularía por la Sevilla del siglo XVII parece tratarse de una reelaboración oral que tiene en cuenta los tipos 1373 y 1373A, lo que puede llevarnos a dos hipótesis diferentes: bien que ya por aquel entonces, la versión que responde al segundo de los cuentos tipo apuntados había sido generada y difundida en la Península Ibérica; o bien que esta versión híbrida, recogida por Juan de Robles, constituyera un estadio intermedio del relato a partir del cual fue concebida la versión del cuento tipo 1373A26. No disponemos de datos suficientes que permitan esclarecer este asunto. Lo cierto es que esta última no parece haber contado con forma escrita en la tradición árabe27.

Volviendo a la versión de Juan de Robles, resulta interesante el hecho de que en ella se conserva uno de los elementos fundamentales del cuentecillo, además de la carne y el gato: la acción de pesar al gato, que resulta ser la esclarecedora del misterio de la carne (o el dinero) desaparecido; elemento propio del tipo 1373 y que se pierde en los demás (1373A y 1373A*). Con ello, entendemos, se confirma que la versión del relato conservada en la obra de Abu Bakr ibn ‘Asim contó con una fuerte difusión en la Península Ibérica, tanto en al-Andalus como, de forma paralela y con posterioridad, en los territorios castellanos, pues, de lo contrario, no habría alcanzado, ni siquiera de manera residual, como es el caso del texto de las Tardes del Alcázar, el siglo XVII. Se ha de tener presente, en este sentido, que Sevilla fue musulmana hasta el año 1248 y que, a partir de entonces, su situación de proximidad con el Reino Nazarí de Granada favoreció que continuaran en circulación, como muestra patente del continuo intercambio cultural entre árabes y la población de los reinos cristianos peninsulares, chistecillos e historias jocosas como la que nos concierne. Además, los herederos de la tradición cultural que representan los Hada’iq al-azahir, de la que es originaria el cuentecillo recogido por Juan de Robles, permanecieron habitando en la Península hasta, precisamente, el siglo XVII, cuando su decreto de expulsión fue firmado por el rey Felipe III.

La obra del granadino resulta esencial en todo este proceso de transmisión y recreación del cuentecillo. Su testimonio nos dice que éste gozaría entonces de una difusión tal como para que aquél decidiera incluirla entre el amplio corpus de relatos (1245) que componen sus Hada’iq al-azahir28. En cambio, el éxito y transmisión conocidos por la obra, evidenciados por los siete manuscritos y la litografía que de ella se han conservado29, constituyen un factor a tener en cuenta, dado que podría haber interferido de forma evidentemente positiva en el trasvase cultural, y no solo del cuentecillo del que se viene tratando, desde la tradición oral árabe-andalusí hasta la castellana (después española), como punto de partida hacia su literatura30. En este sentido, los Hada’iq al-azahir se conciben como plataforma de impulso de relatos que ya contaban con cierta popularidad, así como de recuperación y puesta al día de otros que andaban dormidos en obras literarias anteriores (fundamentalmente pertenecientes al género del adab31) tanto en época reciente tras su aparición (todavía desde dentro de al-Andalus), cuanto más, quizá, en etapas posteriores tras la desaparición de ésta como entidad con poder político, en tanto preservadora de un legado cultural árabe al que mudéjares y moriscos se sienten vinculados y persiguen mantener32.

Sea como fuere, todo apunta a que la versión híbrida del relato, conservada en la obra de Juan de Robles, es producto del continuo proceso de modificación al que se hallan sometidos los relatos en la cadena de transmisión oral.

Señalar, en último lugar, que se conservan otras versiones del cuentecillo en la literatura oral española, pero ninguna de ellas responde al modelo de la recogida por Abu Bakr ibn ‘Asim, ni tampoco a la de Juan de Robles, sino que todas ellas se ajustan a la tipología 1373A y 1373A*33.

A modo de conclusión

Tras analizar el relato núm. 326 de los Hada’iq al-azahir, alcanzamos la profunda convicción de que la oralidad, en tanto complejo sistema de transmisión cultural, no es sino una caprichosa moldeadora de motivos narrativos con los que compone relatos; de relatos ya creados que hace, deshace; entre los que mezcla elementos, crea nuevos, destruye otros. De su fuerza transformadora parece surgida la versión híbrida del cuentecillo que se lee en la obra de Juan de Robles.

Lo cierto es que, capricho o no de la oralidad, resulta imposible determinar el motivo por el que, en el caso de la tradición española, una de las dos variantes del cuentecillo que componen la versión híbrida de Juan de Robles prosiguiera su andadura (la que dio origen al tipo 1373A) y la otra no (1373); y que, por otro lado, la recogida por el mencionado autor tampoco consiguiera marchar por su camino oral, guardada, tal vez para siempre, en una obra que no fue impresa hasta siglos posteriores.

Así las cosas, por no haberse documentado en ningún otro escritor áureo, parece que la versión del cuentecillo que reprodujo Juan de Robles en su obra no fue tradicional en la España de los Siglos de Oro, pero sí pudo serlo en la Sevilla de, al menos, el siglo XVII, aunque hemos de dejar esta afirmación en una mera hipótesis.

Por otro lado, sostenemos la hipótesis de la transmisión oral del cuentecillo árabe desde al-Andalus a los territorios castellanos, que, en nuestra opinión, resulta la más verosímil y la que mayor sentido cobra, dada la naturaleza de estos cuentecillos (brevedad, estilo y lenguaje sencillo y carácter jocoso), que hacía fácil su memorización; ya que, además, no se tiene constancia (y, de hecho, resulta cierta- mente improbable) de que la obra de Ibn Asim fuese vertida por escrito al castellano. Si, como pensamos, así fue, una versión del cuentecillo más cercana a la árabe recogida por Abu Bakr ibn ‘Asim debió circular, si no en los Siglos de Oro, en algún otro momento anterior, por la Sevilla castellana, también oralmente.

Con todo, entiendo que, a raíz de los textos aportados, se está en disposición de afirmar que el precedente del cuentecillo de Juan de Robles es árabe, y, según nuestra hipótesis, su paso de un ámbito cultural y literario a otro, oral, más allá de si en dicho proceso interviniera o no la obra de Ibn Asim, que, en todo caso, sí habría desempeñado un papel fundamental en líneas generales.

Por último, la documentación del relato en otras tradiciones europeas como la italiana (concretamente la siciliana) y la portuguesa34, confirman que este cuentecillo, identificado primitivamente, hasta el momento, en la tradición árabe, fue trasvasado por mediación de esta cultura a la de los pueblos con los que mantuvo un contacto y, a partir de ellos, a buena parte de las literaturas, escritas y orales, europeas y de América del Sur.

Material suplementario
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Shamy, Hasan M. El, Types of the Folktale in the Arab World: a Demographically Oriented Tale-Type Index, Bloomington, Indiana University Press, 2004.
Soons, Alan C., Haz y envés del cuento risible en el Siglo de Oro: estudio y antología, Londres, Tamesis Books, 1976.
Thompson, Stith, Motif-Index of Folk-Literature: a Classification of Narrative Elements in Folk-Tales, Ballads, Myths, Fables, Mediaeval Romances, Exempla, Fabliaux, Jest-Books, and Local Legends, Bloomington, Indiana University, 1966.
Uther, Hans-Jörg, The Types of International Folktales. A Classification and Bibliography, Based on the System of Antti Aarne and Stith Thompson, Helsinki, Suomalainen Tiedeakatemia-Academia Scientiarum Fennica, 2004.
Wesseslki, Albert, Der Hodscha Nasreddin: türkische, arabische, berberische, malterische, sizilianische, kalabrische, kroatische, serbische und griechische Mär- lein und Schwänke, Weimar, Alexander Duncker Verlag, 1911.
Yahiz, Amr b. Bahr al, Libro de los avaros, trad. Serafín Fanjul, Madrid, Editora Nacional, 1984.
Notas
Notas
1 Interesante en este sentido me parece la observación de Alejandro Gómez Camacho, quien ha dedicado varios de sus trabajos al estudio de las obras de Juan de Robles, para quien estas antologías no concedieron al mencionado autor «la importancia que tienen [sus obras] dentro de la historia del cuento español en los Siglos de Oro» (Gómez Camacho, 2006, p. 204).
2 Se me ocurre, como ejemplo en este sentido, alguno de los cuentos estudiados por Fernando de la Granja, como los titulados «Porque compráis muy barato», «Tijeras malas» o «El tuerto que se quedó ciego». Ver Granja, 1969, pp. 388-394; 1981, pp. 13-16 y 1970, pp. 388-390, respectivamente.
3 De esta manera aludieron a él Alan C. Soons (aunque se decidiera a usar el término «fabliella») y Maxime Chevalier, respectivamente. Ver Soons, 1976, pp. 1-3. Sobre la definición de cuentecillo, ver Chevalier, 1978, p. 41.
4 Al respecto, ver las correspondientes entradas en L’Encyclopédie de l’Islam.
5 Pedrosa, 2004, p. 297.
6 Chevalier, 1978, p. 60.
7 Chevalier, 1978, p. 60.
8 Las Tardes del Alcázar se conservaron hasta el año 1948 en forma manuscrita en la Biblioteca Capitular y Colombina de Sevilla.
9 En las Tardes del Alcázar es recurrente la alusión a fuentes religiosas, a otras profanas de la Antigua Grecia y Roma, así como, en menor grado, a autores medievales, como Fernando de Rojas o Clemente Sánchez de Vercial, y a otros contemporáneos al propio Juan de Robles, entre los que se cuenta Melchor de Santa Cruz. Sobre las fuentes de la obra, ver la introducción de Antonio Castro Díaz a Robles, Tardes del Alcázar, pp. 60-62.
10 Ver Gómez Camacho, 2006, p. 213 (al respecto, ver el epígrafe completo pp. 212-224).
11 Atribuidos a él, en realidad la colección de seiscientos noventa y un cuentos fueron recopilados por el propio Juan de Arguijo y sus compañeros de tertulia de entre aquellos que acostumbraban a contar en sus reuniones. Un interesante estudio de la obra es el realizado por Maxime Chevalier y Beatriz Chenot a su edición. Ver Arguijo, Cuentos recogidos por Juan de Arguijo y otros, pp. 7-26.
13 Ver Thompson, 1966, vol. 4, pp. 76 y 131, respectivamente.
14 Ver Shamy, 2004, p. 769.
15 Ver Aarne y Thompson, 1973, p. 408 y Uther, 2004, vol. 2, pp. 178-179.
16 Al-Yahiz, Libro de los avaros, p. 200. De esta versión dieron cuenta en su momento Basset, 2005, vol. 1, p. 259 y Marzolph, 1992, vol. 2, p. 17.
17 La mayoría de hipótesis en este sentido coinciden en señalar el retiro de al-Yahiz a Basora como el momento en que aquél gesta buena parte de sus obras de contenido literario.
19 Personaje prototipo del tonto-sabio que hoy en día sigue siendo conocido en todo el mundo árabe e incluso más allá de sus fronteras. Confundido con el héroe turco Nasr al-Din, René Basset sostiene que ambos fueron personajes independientes, pero que sus historias y sus personalidades se fundieron y confundieron en el siglo XV ó XVI, cuando los relatos árabes recopilados en el Kitab nawadir Yuha fueron traducidos al turco. Al respecto ver Pellat, 1975-2007, vol. 2, pp. 605-606.
20 Sobre estas versiones, ver Basset, 2005, vol. 1, p. 259; Wesseslki, 1911, vol. 2, pp. 7 y 195 (núm. 348); Kabbani, 1965, p. 210 (núm. 332) y Marzolph, 1992, vol. 2, p. 17. Se tiene intención de publicar un estudio en el que se explique de forma pormenorizada cuantos detalles se tienen de la evolución del cuentecillo en la literatura escrita y oral árabe, desde la Edad Media hasta la actualidad. Sobre su presencia en la tradición oral de los países árabes hasta el siglo pasado ver Shamy, 2004, p. 769 (núm. 1373).
22 Miembro de una notable familia granadina, los Banu ‘Asim, fue un político, reputado jurista e intelectual andalusí. A lo largo de su vida ejerció, como lo hicieran otros miembros de su linaje, diversos cargos en la administración, el gobierno y la judicatura del Reino Nazarí de Granada. De su producción intelectual, de la que conocemos el título de diez obras, destacan sus escritos sobre cuestiones relacionadas con la jurisprudencia y el derecho. Solo una de sus obras, la que aquí nos ocupa, se encuadra dentro del ámbito de la literatura. Sobre la biografía y obras de Ibn Asim ver Rodríguez Figueroa y Lirola Delgado, 2004-2013, vol. 2, pp. 373-376.
23 Algunos de estos cuentecillos a los que se está haciendo referencia y sus versiones españolas fueron estudiados parcialmente por Fernando de la Granja en una serie de artículos publicados en la revista al-Andalus entre los años 1968-1976 y en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares en 1981.

Ver Granja, 1968a, pp. 123-141; 1968b, pp. 459-469; 1969, pp. 381-394; 1970, pp. 381-400; 1971, pp.

25 De su gusto por la asistencia a las tertulias y reuniones literarias daba cuenta su hijo en una de sus obras, testimonio reproducido por al-Maqqari, Nafh al-tib, vol. 5, p. 21.
26 Según informa Hans-Jörg Uther, esta última versión habría sido datada en Europa por primera vez en el siglo XVI, cuando un poeta alemán de la escuela de Nuremberg, Hans Sachs, se habría hecho eco del cuentecillo en su obra Die pawrin mit dem grosen gses (1556). Ver Uther, 2004, vol. 2, p. 178 (núm. 1373A).
27 Nada al respecto se dice en el catálogo de Hasan M. El-Shamy, quien, sin embargo, si señala la existencia de versiones orales en Iraq y Jordania. Ver Shamy, 2004, p. 769 (núm. 1373A).
28 Cifra en la que se engloban los relatos de los capítulos uno, dos, tres y seis, siendo el texto resultado de la lectura y traducción complementaria de los distintos manuscritos.
30 Se descarta la transmisión directa de relatos de los Hada’iq al-azahir a la literatura castellana, y más tarde española, a través de su traducción escrita; no así su traducción parcial, la de ciertos relatos, de forma oral, llevada a cabo por mudéjares y moriscos.
31 Género de la literatura árabe de carácter cortesano, enciclopedista y misceláneo, en cuyas obras se mezcla la poesía con la prosa y lo cómico con lo serio, siendo su finalidad la de instruir sin causar tedio. Desarrollado en Oriente a partir del siglo VIII, vivió su momento de mayor esplendor entre la mitad del VIII y hasta el X, inclusive.
32 Sobre el papel de conservación y difusión del legado cultural árabe clásico llevado a cabo por la obra y los factores que contribuyeron a ello, ver López Bernal, 2014, pp. 41-64.
33 Al respecto, consúltese Aarne y Thompson, 1973, p. 408 y Uther, 2004, vol. 2, p. 178; y, más concretamente, Espinosa (comp.), 1923, vol. 3, p. 99 (núm. 46) y 1946, vol. 2, pp. 238-240 (núm. 44-46); así como Espinosa (hijo), 1987 y 1988, vol. 2, pp. 165-171 (núm. 302-305) y Boggs, 1930, p. 124 (núm. 1374), que remite a la colección del primero de los Espinosa.
34 Ver, respectivamente, Lo Nigro, 1957, p. 243 (núm. *1374) y Reitano y Pedrosa, 2010, p. 110 (núm. 57); Barbosa, 1920, pp. 156-157 (núm. 32); Cardigos, 2006, p. 288 (núm. 1373A*) y Athaide Oliveira, 1900-1905, pp. 257-258 (núm. 106) y p. 334 (núm. 147).



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