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La influencia de san Agustín en los autos sacramentales de Lopede Vega
Amparo Izquierdo Domingo
Amparo Izquierdo Domingo
La influencia de san Agustín en los autos sacramentales de Lopede Vega
The influence of St. Augustine in the Sacramental Plays of Lope
Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 5, núm. 2, pp. 73-87, 2017
Instituto de Estudios Auriseculares
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Resumen: El éxito de la literatura espiritual en el Siglo de Oro, en concreto los sermones de san Agustín y su autobiografía, Confesiones, sirven de base a Lope de Vega para reflejar la actitud oficial de la Contrarreforma católica tras el Concilio de Trento. El auto sacramental cristaliza las aspiraciones retóricas tridentinas y Lope, con el fin de adoctrinar y conmover al público se sirve de imágenes y temas agustinos —como ya hiciera en las Rimas Sacras— para este fin.

Palabras clave:TeatroTeatro,Siglo de OroSiglo de Oro,Lope de VegaLope de Vega,Auto sacramentalAuto sacramental,San AgustínSan Agustín.

Abstract: The success of Spiritual Literature in Golden Age, especifically St Augustine prays and his autobiography Confessions, are used by Lope de Vega to reflect the official position of the Catholic Counter-Reformation. The Sacramental play shows these rethoric aspirations and Lope, in order to teach and make the audience feel like he did with Sacred Rimes, uses images and Augustinian themes to get it.

Keywords: Theather, Golden Age, Lope, Sacramental Plays, St. Augustine.

Carátula del artículo

La influencia de san Agustín en los autos sacramentales de Lopede Vega

The influence of St. Augustine in the Sacramental Plays of Lope

Amparo Izquierdo Domingo
Universidad Nacional de Educación a Distancia, España
Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 5, núm. 2, pp. 73-87, 2017
Instituto de Estudios Auriseculares

Recepción: 18 Enero 2017

Aprobación: 08 Febrero 2017

Hasta los albores del siglo XVI no se dan las circunstancias que explican y justifican la irrupción de la extraordinariamente rica literatura de espiritualidad con todas sus ramificaciones, que tendrá su culminación en el misticismo. A partir de ese momento, los Padres y Doctores de la Iglesia san Agustín y sus discípulos, san Jerónimo, san Gregorio Magno, san Isidoro, san Buenaventura y santo Tomás de Aquino contribuyeron a generar las dos grandes maneras de espiritualidad: una exterior, discursiva, que recurre al racionalismo teológico y que resultará insuficiente para lograr la perfección; otra, interior, fundada en el recogimiento que cuenta con el corazón del hombre, en el que Cristo ha escrito su mensaje y que se revela como el medio más adecuado para llegar a la verdadera unión con Dios1.

El alcance de la prosa de contenido religioso durante el siglo XVI es explicable en la confluencia de toda una serie de motivaciones, a veces ajenas a lo estrictamente espiritual. Puede hablarse2 de una «sociedad sacralizada» en la que no sólo el teocentrismo sigue siendo el fundamento de las relaciones y estructuras sociales, y el pensamiento y la ideología dependen en grado considerable de él, sino que también la cultura del pueblo continúa teniendo como canal básico el religioso (predicaciones y prácticas piadosas), de tal modo que moralidad y religiosidad son para la mayoría indisociables y todo ello se patentiza en la literatura; resulta significativo que durante los primeros tiempos de la imprenta el mayor número de libros fuera de contenido religioso: traducciones de san Agustín, del pseudo san Agustín (Soliloquios, Meditaciones, 1511), de san Buenaventura (Espejo de disciplina, 1502), de san Gregorio (Diálogos, 1514)…, vidas de santos, libros de oración, propuestas de vida cristiana, interpretaciones sobre Cristo, etc. Esta literatura fue creciendo a lo largo del siglo, manteniéndose como el más prolífico fenómeno editorial no sólo por la cantidad, sino por la variedad de autores y actitudes quizá por la preferencia del lector por el libro de «valor» seguro por contenido no pasajero y por finalidad instructiva evidente3.

Un gran número de escritores laicos sintió necesidad de colaborar en la reforma religiosa como rama importante de la transformación del hombre. Hasta que la Iglesia tomó una actitud oficial en el Concilio de Trento había que ir indicando caminos, señalando vías de espiritualidad cuando ésta parecía peligrar en unos años de indecisión y en un clima de cambio (en parte debido a la repercusión de la Reforma luterana); y, años después, en la etapa contrarreformista, siguió siendo la literatura un vehículo de orientación que la imprenta ha permitido hacer extensiva a un gran público, casi tan extenso como el del púlpito, ya que la literatura religiosa puede ser leída en grupos, y de hecho reproduce técnicas de la oratoria, surgiendo en apoyo ( o en competencia) con ésta4.

Con la elaboración del auto sacramental dentro de la concepción del arte persuasivo emocional, Lope viene a cristalizar en España las aspiraciones retóricas de Trento. Las predicaciones tridentinas, con la teatralización retórica, llevaron las ideas religiosas al borde del teatro. Lope de Vega, en sus autos, no ha hecho sino extremar la utilización simultánea de la expresión pictórica, musical y retórica, para conseguir su propósito de adoctrinar y conmover. Busca activar la sensibilidad sin apenas acudir a la vía discursiva de razonamiento.

Se ha discutido mucho sobre el carácter antirreformista5 o no del auto, y su dimensión de instrumento de lucha contra la herejía protestante. Estudiosos como Menéndez Pelayo, Pedroso, Valbuena, Cotarelo o Aicardo, subrayan el contenido antiprotestante del auto, enlazándolos así con los objetivos de la Contrarreforma. Ya Bataillon hizo notar que el auto sacramental se inicia antes del problema protestante, y que obedece más bien a tendencias de la Reforma Católica, además de responder a las circunstancias de organización económica del teatro en el siglo XVII. Sin embargo, es explicable también que en algunos autos particulares, se ocupen de la herejía.

La lucha contra la herejía6 es uno de los objetivos que pueden aparecer en los autos —difícilmente evitables en un género dedicado a la exaltación de un dogma y de un corpus doctrinal puesto en entredicho por la Reforma protestante— aunque no sea este su motivo central ni se deba atribuir al mismo el impulso motor del género.

La importancia de la Patrística responde al deseo de garantía ortodoxa frente a corrientes protestantes defensoras de libre interpretación7. La Filosofía Patrística (siglo I al VII) tuvo como objetivo consolidar el papel de la Iglesia y propagar los ideales del cristianismo. Sobre las bases de las Epístolas de San Pablo y el Evangelio de San Juan, la escuela patrística abogó a favor de la Iglesia y extendió varios conceptos cristianos como el pecado original, la creación del mundo por Dios y la resurrección del fin del mundo. Los primeros pensadores cristianos se sirvieron de la filosofía para dar una explicación racional a sus dogmas.

En los autos sacramentales de Lope de Vega, los santos aludidos por su discurso filosófico-teológico son los Padres de la Iglesia Católica, quienes son nombrados principalmente al final de cada auto para indicar la autoridad de lo dicho. Son san Agustín, san Jerónimo, santo Tomás de Aquino (suele variar por san Gregorio). Suelen aparecer los cuatro juntos o bien en combinación con los padres de la Iglesia griega (Atanasio, Basilio, Gregorio y Juan Crisóstomo) manteniendo, por regla general, el número de cuatro. Destaca la capacidad de síntesis de la filosofía católica que, expuesta al final de los autos, sirve de conclusión y cierre al auto. Sirva como ejemplo la imagen de nave de la Iglesia y sus soldados en la lucha contra la herejía como en El viaje del alma:




Y en Las aventuras del hombre:




La presencia de los doctores de la Iglesia se reitera con idéntica idea a lo largo de diferentes textos: salvaguardar la ortodoxia católica de libres interpretaciones, como en El heredero del cielo:




De entre los Padres de la Iglesia destaca en la obra de Lope san Agustín. El poeta tomaba con frecuencia motivos de san Agustín como resultado del pensar y del sentir de aquél a quien se sentía íntimamente unido por una simpatía espiritual: vitalidad arrolladora, conversión, sentimiento exacerbado de la culpa, la obsesión compulsiva por el tema del pecado. Independientemente de la devoción personal, la figura san Agustín le atraía por la ingente obra escrita del de Hipona: la pasión, subjetividad, sinceridad y vitalismo de las Confesiones y por en su lucha continua contra la herejía.

San Agustín, como padre de la Patrística, se dedicó principalmente a luchar en defensa de la fe, sin embargo, no descuidó su formación intelectual que le llevó a sobresalir como metafísico, historiador, teólogo, músico y moralista. De las numerosas obras que escribió cabe destacar La ciudad de Dios, Retractaciones, Soliloquios, Confesiones, Contra los académicos y La Trinidad. Las Confesiones son, entre los libros de san Agustín, el que más influye en la literatura del Siglo de Oro y consagra a su autor como ejemplo perfecto del pecador arrepentido. Su trama consiste en la autobiografía de Agustín, quien inserta al hilo de su relato numerosas plegarias a Dios.

La comedia que Lope le dedica, El divino africano, aparece incluida en la segunda lista de El peregrino en su patria (1618) y posteriormente se publicó en 1625 en la Decimoctava parte de las comedias de Lope de Vega. Lope dramatiza la vida del santo y adopta pasajes de las Confesiones que más adelante reutilizará también en las Rimas.

En el grupo de comedias de santos de Lope, encontramos tres composiciones de cierto calado agustiniano: El cardenal de Belén, San Nicolás de Tolentino y El Divino Africano. El cardenal de Belén trata de san Jerónimo y la acción comprende, de manera prolija y un tanto deshilvanada, cerca de ochenta años, desenvolviéndose en las tres partes del mundo entonces conocido: Europa, Asia y África. En el tercer acto hay dos escenas en las que conversan san Agustín, de obispo y Orosio, español con hábito de estudiante primero; y luego, en diálogo con san Jerónimo con este final:




En la segunda obra,San Nicolás de Tolentino, fraile de la Orden de San Agustín, menciona al santo de Hipona en muchas escenas y páginas. Reseñamos un romance sobre la gracia de inspiración agustiniana, unas décimas a la virtud frente a la enfermedad y el soneto de san Nicolás a su Padre amado Agustín. Por último, El Divino Africano, calificada de «tragicomedia» por el propio Lope, evoca los pasajes más escenográficos de Las Confesiones en los dos primeros actos de su obra. Son notables las décimas del diálogo entre Agustín y la dama africana, su enamorada; así como las octavas reales de Agustín y su madre Mónica, al igual que las de ésta y las de Valerio. En el tercer acto lo rellenó con una sucesión de milagros obrados por s. Agustín cuando ya era obispo de Hipona. Destaca el soneto del soliloquio de Agustín al principio del segundo acto8:




Remite nuestro poeta con frecuencia a la obra de san Agustín en otras obras como El Isidro, El peregrino en su patria, Rimas, Triunfo de la fe en los Reinos de Japón, La filomena, El laurel de Apolo, etc.

Lope de Vega atraviesa una crisis espiritual a la altura de 1610 que, vertida a la literatura, da lugar a toda una serie de obras religiosas; estamos al inicio del llamado «ciclo del arrepentimiento» en el que Lope llora los pecados de su juventud y considera que sus obras profanas no son sino vanidad. A partir de ese momento, la figura de san Agustín se convierte en una importante referencia en sus escritos religiosos. Su influencia atiende a dos aspectos concretos: el haberle servido a nuestro poeta como modelo de conversión y como modelo de interlocución9. El tono biográfico y confesional se aprecia en las Rimas sacras (1614) y en los Soliloquios amorosos de un alma a Dios (1626). Se percibe la influencia de las siguientes obras de san Agustín: Confesiones, Soliloquios, Soliloquios apócrifos y Meditaciones apócrifas.

Las huellas de san Agustín son comunes a los tres sonetos iniciales de las Rimas Sacras. Lope le dedicó un poema titulado Agustino a Dios. Sesenta y dos de los cien sonetos publicados con el título de Rimas Sacras se agrupan bajo una temática de marcado signo introspectivo-penitencial, mientras que los treinta y ocho restantes tratan de un asunto hagiográfico, tema que da pie a cuestiones marianas, dogmáticas y a la mención testamentaria. Sirven como receptáculo testimonial del arrepentimiento del yo lírico10.

Buena parte de la similitud entre las Confesiones y las Rimas Sacras consiste en que ambas son el reflejo literario de una introspección. Entre la variedad de asuntos que tratan las Confesionesel yo —arrepentido y contrito— se hace auténtica materia de estudio. En la primera década del s. XVII, la figura de san Agustín como modelo de pecador arrepentido está perfectamente fijada. En su Flos santorum, el jesuita Pedro de Rivadeneira insiste justamente en el carácter modélico y edificante del proceso de conversión del santo. Rivadeneira justifica el haberse detenido más de lo habitual en los pecados cometidos; en la literatura religiosa del siglo XVII, cuanto más grandes son los errores, mayor es el mérito de la conversión, y mayor será el efecto producido sobre los lectores que van fuera del camino.

Esta retrospección recorre los autos lopianos relacionada con la noción del hombre creado a imagen y semejanza de Dios. En las Rimas Sacras, el yo poético retoma el camino de la religión tras haber estado perdido muchos años en la oscuridad del pecado.

Común en ambos autores es la defensa de la herejía. San Agustín vive una época de profunda polémica intelectual, no tanto con los paganos cuanto con los cristianos heréticos. Numerosas herejías dividen en el s. IV a.C. la Cristiandad: el arrianismo, el donatismo, el pelagianismo, etc. Esa Iglesia incipiente se hallaba sometida a los ataques que surgían contra ella provenientes de pensadores y activistas que desde el interior de la misma fe cristiana pretendían imponer su propia lectura del dogma, defendiendo posiciones que, según Agustín, lo contravenían. Se establece un paralelismo entre la época de ambos autores:




11,12

En El triunfo de la Iglesia, Ignorancia advierte a Martín Lutero del error de su herejía:




De esta cuestión proviene la defensa de la Biblia y los problemas que pudieran surgir de las diferentes exégesis bíblicas. La fe de san Agustín era la fe profunda en la autoridad de los textos sagrados, que puso siempre como fundamento de sus disquisiciones teológicas y escriturísticas. En La margarita preciosa, Voluntad y Entendimiento buscan para el Alma una joya en un mercado. Entendimiento se entretiene mirando libros. Ante la crítica de Voluntad de haber cesado en la búsqueda, Entendimiento responde:




13

Recordemos cómo en su obra De magistro, san Agustín trata la Biblia como una fuente necesaria para el creyente en el conocimiento de Dios. Los escritos de los Santos Padres como los únicos válidos se reiteran a lo largo de los versos de los autos:




14

Tanto en su obra de reflexión teológica-filosófica como en sus cartas y sermones de lenguaje más directo y apologético, Agustín abordó los grandes problemas del dogma de la Iglesia Católica, haciéndolos avanzar puesto que no se trata de un mero sincretismo de culturas e influencias sino de una visión original, documentada y reflexionada sobre las cuestiones realizadas con la revelación divina, con la gracia, el pecado original y la predestinación. En el Auto del Nacimiento de Ntro. Sr. Jesucristo leemos la defensa de la pureza de María:




O en el Auto de la Concepción de Nuestra Señora donde san Agustín defiende la cuestión del pecado original. En su obra De natura et gratia combatió el error del heterodoxo Pelagio que opinaba que heroínas hebreas como Judit o Esther fueron concebidas sin pecado, exactamente como la Virgen. Lope, con frecuencia, remite a este santo15:




16

El Concilio de Trento, en la sesión quinta de la primera etapa (1546), a la que hace referencia el texto, definió la universalidad del pecado original, declarando que «no estaba en su intención el comprender en ese decreto a María». Su larga campaña contra los donatistas llevó a san Agustín a reflexionar sobre la salvación y la función redentora del bautismo y los otros sacramentos; de su polémica con los maniqueos proviene todo el conjunto de su pensamiento sobre el problema del mal; por último, de la controversia con Pelagio, su exposición y defensa de la doctrina sobre el pecado original.

San Agustín escribió cuatro obras dedicadas únicamente a discutir el pelagianismo: De peccatorum meritis et remissione libri III, De spiritu et litera, Definitiones Caelestii y De natura et gratia. En ninguna de ellas llega a mencionar a Pelagio o Celestio por sus nombres, pero resulta evidente que se refiere a ellos en varias ocasiones. Entre las ideas más fuertemente defendidas por san Agustín (y rechazadas por los pelagianistas) están la existencia del pecado original, la necesidad del bautismo en la infancia, la imposibilidad de no cometer pecado si se vive al margen de Cristo y la necesidad de la gracia de éste.

En su autobiografía, Las Confesiones, se muestra la débil condición del género humano. En los autos sacramentales lopianos, el hombre parte del conocimiento de Dios. Tras un momento de duda, tentación o desencuentro, el hombre admitirá su culpa y se orienta a la consecución del perdón divino. A lo largo del camino —viaje, peregrinaje, ausencia…— el protagonista se debatirá entre la atracción por lo terrenal —juventud, riqueza, comodidad… que demorará siempre el cambio— y por la creencia en Dios y en la vida eterna. De este peregrinar por el mundo se advierten los temas comunes como el arrepentimiento:




17

- la mirada interior:




18

- imagen del peregrino:




19,20

- búsqueda de Dios21:




22

- la locura de la juventud:




23

-Donum lacrymarum: El llanto y lágrimas se identifica como signo de reflexión sobre los errores cometidos comienzo de una vida nueva: al llorar, el alma demuestra ser consciente de haber ofendido a Jesús. Las lágrimas, como símbolo de contrición y de necesidad de penitencia, responde perfectamente al pensamiento religioso de la España de la Contrarreforma24:




25

- Conversión: Para san Agustín y Lope, la salvación se realiza a través de las flaquezas naturales que un tiempo apartaron al alma de la vida divina.




26

- Sentimiento exacerbado de la culpa. Lope ofrece a Dios sus lágrimas sobre su amor perdido, la pena y sufrimiento de sus bajezas, su contrición y reconversión a Él:




27

- Obsesión compulsiva por el tema del pecado:




28

-Alabanza de un alma que admira a Dios29:




30

-Monólogos reflexivos. Su tono es personal e íntimo, un canto de dolor pronunciado en voz baja.




31

-Historia del progreso del alma desde la purificación de los apetitos, afectos, instintos o sensorio común, hasta llegar al umbral de la unión, pasando por la descripción de la dificultad del camino y el constante impulso amoroso.




32

Un soneto del auto La oveja perdida muestra los motivos anteriormente nombrados fragmentos de clara inspiración agustiniana:




La influencia de la figura y obra de san Agustín en los autos lopianos, como en el resto de su obra sobre todo del ciclo de senectute, se observa en el tono autobiográfico y confesional, en la necesidad de conversión, en el sentimiento exacerbado de la culpa y la obsesión compulsiva por el tema del pecado. La espontaneidad y vitalidad de las Confesiones de san Agustín y su lucha continua contra la herejía del de Hipona representan el modelo perfecto para un Lope que muestra en los autos la débil condición del género humano.

Material suplementario
Referencias
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Notas
Notas
1. Serés, 2003, p. 41.
2. Como hace Teófanes Egido, 1983, pp. 221-222.
3. Rallo Grus, 1987, pp. 121-122.
4. Rallo Grus,1987, p. 122.
5. Arellano, 1995, p. 690.
6. Díez Borque, 1984, p. 634.
7. En Arellano, 2012, pp. 420-440. Arellano se refiere a las obras de Calderón. Se puede hacer extensivo a Lope.
8. Sainz de Robles, 1991, p. 205.
9. Lezcano Tosca, 2009, p. 1.
10. Hidalgo, 2009, p. 1.
11. El yugo de Cristo, p. 70.
12. El yugo de Cristo p. 77
13. La margarita preciosa, p. 159.
14. Auto del Nacimiento de Ntro. Señor Jesucristo, p. 27.
15. Garasa, 1960.
16. Auto de la Concepción de Nuestra Señora, vv. 760-765, p. 249. La alusión a san Agustín, v. 769, p. 250.
17. El hijo pródigo, p. 79.
18. La privanza del hombre, p. 186.
19. Las aventuras del hombre, p. 273. Continúa: «Un peregrino remoto / de la patria en que nació / joya rica en paño/ tosco, / que vio la infancia del mundo / en sus primeros despojos / y tan presto ya con sus canas… / a vuestro palacio llega / señora, (a la Locura) a pedir socorro / para seguir su camino» (Las aventuras del hombre, p. 274); y «Soy desde Adán peregrino» (La venta de la zarzuela, p. 351).
20. De la puente del mundo, p. 403.
21. «Yo voy, amigos, buscando / a Dios, porque hallar deseo/el criador de cuanto veo» (El yugo de Cristo, p. 66).
22. El yugo de Cristo, p. 67.
23. La oveja perdida, p. 196.
24. Este modelo de los grandes santos pecadores como san Pablo, Mª Magdalena, san Ignacio y san Agustín fue difundido en el siglo XVII. En los autos, el modelo de pecador arrepentido se reitera como en El bosque de amor, v. 859, p. 187: «De aqueste lazo y cadena / te quitó mi Amor Divino / un Pablo, una Magdalena, / un Mateo, un Agustino».
25. La locura por la honra, p. 227; también: «Tengo los pies lastimados; / mas de lágrimas bañados, / se desharán sus dolores» (Dos ingenios y esclavos, p. 314).
26. La privanza del hombre, p.180; Dos ingenios y esclavos, p. 313: «¡Oh, qué contento que voy / después que me confesé / y por esclavo quedé / del dueño de quien ya soy!».
27. Los acreedores del hombre, p. 214.
28. El hijo de la Iglesia, p.117. «Pequé a tu Padre, pequé» (El villano despojado, p. 147).
29. «Perdonadme, Señor, para ganarme / que perderéis la gloria con perderme / que os ha de resultar de perdonarme» (Las aventuras del hombre, p. 284).
30. La privanza del hombre, p. 181.
31. El hijo de la Iglesia, p. 110. En La oveja perdida, 203: «¿Qué encanto ha sido este, que hechizada / mi razón ha tenido y mi albedrío?».
32. El tirano castigado, p. 35.
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