Resumen: Un estudio introductorio a la Historia de la Nueva México (1610) de Gaspar de Villagrá en el contexto de la tradición épica cortesiana. Se utiliza el concepto critico de «continuidad épica» para entender mejor la adhesión del poema a la tradición épica a la vez que este sufre cambios formales para poder renovarse. Parte de tal renovación es la inclusión de prosa como estrategia de defensa legal, y su uso como vehículo para las luchas de los criollos mexicanos. Se propone que el poema pertenece a un sub-ciclo épico criollo fronterizo.
Palabras clave:Épica mexicanaÉpica mexicana,épica criollaépica criolla,ciclo épico de Cortésciclo épico de Cortés,criollos novohispanoscriollos novohispanos,VillagráVillagrá,Nuevo MéxicoNuevo México,RenacimientoRenacimiento,TerrazasTerrazas,Saavedra GuzmánSaavedra Guzmán.
Abstract: This is an introductory study to Gaspar de Villagrá’s History of New Mexico (1610) in the context of the Cortés epic cycle tradition. The concept of «epic continuity» is utilized in order to better understand how the poem adheres to epic tradition at the same time that it goes through formal changes needed for its renovation. Part of the renovation is the inclusion of prose as a legal defense strategy, and its use as a vehicle for the struggles of Mexican Creoles. It is proposed that this poem belongs in a Frontier Creole epic sub-cycle.
Keywords: Mexican Epic, Creole Epic, Cortés’ Epic Cycle, New Spain Creoles, Villagrá, New Mexico, Renaissance, Terrazas, Saavedra Guzmán.
Continuidad con la épica criolla mexicana e innovación en la Historia de la Nueva México, 16101
Continuity with Creole Epic and Innovation in the History of New Mexico, 1610
Recepción: 26 Enero 2017
Aprobación: 03 Abril 2017
En 2010 se cumplieron 400 años de la publicación de la Historia de la Nueva México, un poema épico que narra la conquista española de lo que ahora es el estado norteamericano de Nuevo México. Éste es el último gran poema épico novohispano escrito dentro de los primeros cien años de la conquista de México, el primero sobre una parte de los Estados Unidos2 y la primera historia publicada de Nuevo México3. Fue escrito por Gaspar Pérez de Villagrá, quien nació en México «muy probablemente en 1555»4 y murió en 1620. El poema fue publicado en Alcalá de Henares en 1610.
Villagrá era un criollo, término utilizado aquí en una de sus acepciones más populares en esa época, la de «español/blanco nacido y criado en las Indias»5. Los criollos mexicanos como este autor son los que Fernando Benítez denominó «criollos resentidos»6 y años después, los que Margarita Peña llamó ‘criollos resentidos’ con la Corona de España»7. A éstos los describe José Antonio Mazzotti como «el grupo de las dos primeras generaciones de criollos que acusaron recibo del despojamiento de las encomiendas por obra y gracia de las Leyes Nuevas promulgadas en 1542 y de sus secuelas dosificadas a lo largo del siglo XVI»8.
Tales criollos, quienes descendían de los conquistadores y primeros pobladores de la Nueva España, sabían que Hernán Cortés mismo había prometido a sus antepasados premiarlos generosamente por sus servicios, dándoles «sus partes de oro y plata y riquezas que hobiere y encomiendas de indios después de pacificadas»9. Estaban resentidos no sólo por la desaparición gradual del derecho de heredar encomiendas, sino también porque el gobierno virreinal los pasaba por alto para entregar mercedes a españoles peninsulares, muchos recién llegados y con padrinos en el gobierno virreinal10. El resentimiento y las luchas de éstos quedaron expresadas en varias obras, entre ellas, tres poemas épicos del ciclo cortesiano, o sea, el ciclo de Cortés. Este ciclo narra la conquista de México por Hernán Cortés y sus soldados. Estos poemas son, en orden de fecha de escritura o publicación: (a) Nuevo Mundo y Conquista de Francisco de Terrazas, de 1580 o antes; (b) El Peregrino Indiano de Antonio de Saavedra Guzmán, de 1599; y (c) la Historia de la Nueva México11.
La Historia de la Nueva México trata los preparativos y la expedición del ejército de Juan de Oñate a Nuevo México y sus luchas contra los indígenas, sobre todo los de la ciudad de Ácoma, para tomar posesión de ese territorio.
Diversos aspectos de la Historia de la Nueva México han recibido un cuidadoso estudio, especialmente desde el quinto centenario del descubrimiento de América en 1992 y el cuarto de la fundación de Nuevo México por Oñate en 1998. Sin embargo, pocos han intentado definir los factores que le confieren a esta obra su carácter único y su lugar especial en la evolución de la épica cortesiana escrita por criollos novohispanos12. El propósito de la presente investigación es estudiar la adhesión de este poema a la tradición épica y su desviación de ésta, concentrándome en los factores que confieren a la Historia de la Nueva México su carácter único e innovador en la historia de la épica del ciclo de Cortés, carácter que le ha ganado el menosprecio de muchos críticos acostumbrados a leer poemas que siguen de cerca el canon épico. Uno de éstos fue Marcelino Menéndez y Pelayo, quien tildó el poema de «rastrero y prosaico», escrito «en treinta y cuatro mortales cantos en verso suelto, pero de aquel género de versos sueltos que Hermosilla comparaba con una escoba desatada»13. Al estudiar las razones para lo innovador de este poema, me valdré de los conceptos de continuidad épica de Thomas Greene y de nación criolla de José Antonio Mazzotti y otros. Comenzaremos con la importancia de la continuidad épica.
En The Descent from Heaven. A Study in Epic Continuity, Thomas Greene afirma que nunca se ha escrito una épica pura y que, a través de la historia, a medida que el género se formaba, éste tendía a suprimir la vitalidad poética, y que «to be perpetuated and renewed, it had to be extended and violated»14. Para poder explicar cómo los poetas épicos a la vez se adhieren al canon y lo violan, expandiendo y renovando así el género, Greene acuñó el término de continuidad épica (epic continuity). Este concepto intenta explicar cómo la perpetuación de un género como la épica necesita una «continuity of essence but not of accidents, of spirit rather than convention», de manera que el resultado es que los poetas épicos copian y adaptan meticulosamente, de los poemas clásicos, recursos, lugares comunes y convenciones de todos tipos15, con el propósito de mostrar su adhesión a tal tradición. En este proceso de copia y adaptación de lo mejor de Homero, Virgilio, Lucano, Ariosto y otros, los renacentistas no meramente los duplican, sino que los adaptan «in those ways characteristically modern […] to discover what in the modern age was new and individual»16. Haciendo uso de la continuidad épica, entonces, sin necesidad de devaluar el poema épico de Villagrá como una desviación del canon con un valor estético menor, se entiende por qué el poeta fundamentó su poema en la preceptiva clásica, pero lo transformó de tal manera que se amoldara mejor a la historia y la tradición épica de la conquista de la Nueva España. Veamos ahora cómo este poema se desvía de lo que son los diversos componentes tradicionales de la épica, comenzando con el concepto del héroe.
Hay varios factores que hacen de éste un poema irregular e innovador. El primero es la manera en que se desvía un tanto del canon en cuanto al concepto del héroe y el villanoépicos, especialmente con la aparición de un nuevo tipo de héroe, el criollo —en este caso Juan de Oñate. A pesar de que muchos críticos han ubicado la Historia de la Nueva México dentro del ciclo cortesiano —cuyo héroe principal es Hernán Cortés—, el extremeño sólo se menciona en dos cantos. El primero es el canto III, donde se narra la historia de la exploración de la Nueva España y de su frontera norte, y donde aparecen otros nombres tales como Cabeza de Vaca, fray Marcos de Niza y el padre del héroe, Cristóbal de Oñate. El último participó en la expedición de Nuño Beltrán de Guzmán en 1531, la cual conquistó varias áreas que hoy son parte de México, y luego fue nombrado gobernador de la provincia de Nueva Galicia. El lugar que ocupa Cortés entre éstos no se presenta como especial ni sobresaliente, excepto por ser uno de los pioneros en la historia de la exploración y conquista del norte de la Nueva España, cosa que hizo al enviar exploradores al Pacífico, tales como Fortún Jiménez, quien en 1533 descubrió la Baja California, y Francisco de Ulloa, quien comprobó en 1539 que California no era una isla17.
Cortés también se menciona en el canto VI, en el cual se narra la ascendencia de Juan de Oñate, y se afirma que su padre se había casado con una hija de Cortés y biznieta de Moctezuma II. Esto haría de Oñate el héroe épico perfecto para representar lo mejor de la clase criolla: descendiente del último emperador de México y del primer conquistador de tal civilización. Sin embargo, esta genealogía no es correcta, ya que fue el propio Juan —y no su padre Cristóbal— quien se casó con Isabel de Tolosa, en realidad nieta de Cortés —no hija— y biznieta de Moctezuma18. La madre de Juan se llamaba Catalina de Salazar19.
No obstante, probablemente el autor se tomó la licencia poética de alterar el árbol genealógico de Oñate con el propósito de agrandar la figura de éste como héroe, siguiendo el topos del nacimiento. Con este tópico los poetas épicos realzaban la calidad del héroe por medio de la presentación de su noble cuna, ya que se creía que el entorno familiar tenía influencia en la nobleza de carácter del héroe20. La persona que sí es, por excelencia, reflejo de la sangre noble criolla es Cristóbal, el hijo de diez años de Juan de Oñate, quien desciende de ambos Hernán Cortés y Moctezuma II y acompaña a su padre en la conquista de Nuevo México. Este niño se menciona muy pocas veces y es un personaje menor en el poema. No obstante, la conexión matrimonial de Juan de Oñate con Cortés y Moctezuma de por sí eleva su estatura como héroe épico.
Para entender otra razón por la cual Cortés es importante en este poema, es necesario enmarcar la Historia de la Nueva México dentro de la épica mexicana escrita por criollos. Nuevo Mundo y Conquista y El peregrino indiano, como ocurre con varias crónicas y poemas mexicanos escritos por criollos en el período colonial, ponen hincapié en el heroísmo no sólo de Cortés, sino también de sus hombres. Estos conquistadores tempranos son los antepasados directos de los autores épicos criollos. Por ejemplo, el padre de Terrazas y el bisabuelo de Saavedra Guzmán eran oficiales de Cortés. De acuerdo con expertos tales como F. W. Hodge en su introducción a la Historia de la Nueva México21 y Luis Leal22, Gaspar de Villagrá era pariente de Francisco de Villagrán, el conquistador de Chile en La Araucana, además de hijo de Hernán Villagrá, poblador temprano de la Nueva España.
En este sentido, la importancia principal de la mención de Cortés en estos dos cantos es recalcar su papel fundacional de la nación criolla. José Antonio Mazzotti esclarece el concepto de nación que se utilizaba en la época: «el de grupo familiar extenso o social-regional, con fuertes rasgos de unidad racial, cultural y lingüística»23. Luis Monguió añade que el término «significaba primariamente nacimiento, raza, casta, origen» y da como ejemplos la mención en diversas crónicas de «naciones de extremeños y andaluces» y aclara que «otros muchos indios hubo de diversas naciones»24. Claudio Lomnitz indica que el término ‘nación’ lo usaban los criollos como «a synonym of blood or caste» para acentuar su identidad nacional por medio de líneas de descendencia y así diferenciarse de los peninsulares25. A pesar de que Lomnitz se refiere mayormente al siglo XVIII, José Antonio Mazzotti afirma que para el siglo XVI «la estirpe local podía reconocerse en su identidad diferenciada en parte gracias al prestigio del personaje fundador»26.
Los poemas cortesianos criollos, a su vez, tienen una fuente parcial en los poemas cortesianos escritos por peninsulares —por ejemplo, en la parte correspondiente a Cortés en el Carlo Famoso de Luis Zapata, de 1566; las Elegías VII y VIII de Elegías de varones ilustres de Indias de Juan de Castellanos, de 1598; la Primera parte de Cortés valeroso, y Mexicana de Gabriel Lobo Lasso de la Vega, de 1588; la Mexicana del mismo autor, de 1594; las 233 octavas del Canto intitulado Mercurio de Arias de Villalobos, de 1623; y el incompleto Las Cortesiadas de Juan Cortés Ossorio27. En éstos el héroe único o mayor es, claramente, Cortés. El espacio dado a la presentación de Cortés es mucho mayor que el que se da a sus oficiales y otros soldados españoles. Por ejemplo, en su introducción a De Cortés valeroso, y Mexicana, afirma Nidia Pullés-Linares que la primacía de Hernán Cortés en tal poema «se establece desde el primer canto; todo el poema es un panegírico a sus hazañas y a su valor»28.
Por otra parte, el héroe en los dos primeros poemas cortesianos criollos (Nuevo Mundo y Conquista y El peregrino indiano) es, en realidad, uno colectivo, representado por el conquistador español, entre los cuales su líder, Cortés, es primus inter pares. Otros líderes, tales como el capitán Andrés de Tapia29, el capitán de navío Morla30 y el fraile Jerónimo de Aguilar31, o se presentan en términos heroicos superlativos en Nuevo Mundo y Conquista, o se acentúa su importancia y su contribución en El Peregrino Indiano. Hay que afirmar que Terrazas es más encomiástico en la presentación de los oficiales como héroes que Saavedra.
Por ejemplo, Tapia es el líder de los doce oficiales que iban a la delantera del ejército, «Los doce que en el reino mexicano / prometieron vencer o ser deshechos, / que sobrepuja el nombre al fiero Glauco32 / Y a los catorce del famoso Arauco»33. Este grupo también me recuerda a Francisco Pizarro y los trece de la fama, «trece cristianos españoles, compañeros suos, que fueron los descubridores de esta tierra que llamamos Perú»34. Finalmente, doce también eran los caballeros de la Mesa Redonda del Rey Arturo y los ‘apóstoles,’ primeros frailes franciscanos llegados a México en 1520. Probablemente Terrazas «intentara presentar a los doce de Tapia como la contraparte militar de los soldados espirituales de Cristo» y de esa manera «puntualizar la tarea divina de los conquistadores»35.
Otro héroe, Morla, es el valeroso capitán que se lanzó al mar en una noche tormentosa para recobrar el timón perdido debido a la tempestad. El valor de éste, como el de los doce de la fama, se presenta mediante el recurso del sobrepujamiento para acentuar su valentía suprema: El arrojo de Morla es especial, ya que «otros vencieron hombres solamente» (incluyendo a Cortés), mas «derrotó Morla a los invencibles elementos»36. Por su parte, El peregrino indiano ensalza «el valeroso / hecho de este varón engrandecido, / que andando el mar de tumbo levantado / el pecho puso al hecho celebrado»37.
Finalmente, Jerónimo de Aguilar es el héroe más importante luego de Cortés. Terrazas compara a Cortés con Moisés y a Aguilar con el sumo sacerdote Aarón, la voz de Moisés en su predicación a los gentiles, porque «tuvo Moisés de lengua impedimento, / también lo tiene aquí el Moisés segundo: / al uno aprovechó de Aarón su hermano, / para el otro guardó vivo un cristiano»38. Por lo tanto, Aguilar es complemento, ‘lengua’ de Cortés tanto en el sentido literal de órgano oral y figurado de traductor. Una vez unida la mente de Cortés con la legua de Aguilar, puede entonces el general predicar a los amerindios en el idioma de ellos39.
Vale decir que el poema de Terrazas quedó incompleto tras su muerte en 158040 y que por eso hay que tener cuidado al comparar Nuevo Mundo y Conquista con cualquier poema épico cortesiano completo y publicado. Lo que hoy tenemos de este poema son fragmentos de cantos según los citó y utilizó Baltasar Dorantes de Carranza, otro criollo resentido, en su obra Sumaria relación de las cosas de la Nueva España, con noticia individual de los conquistadores y primero pobladores españoles, escrita entre 1600 y 160441.
En el tercer poema épico del ciclo de Cortés, la Historia de la Nueva México, los héroes principales —pero no los únicos— además de Juan de Oñate, son criollos: el autor-soldado Gaspar Villagrá y los hermanos Juan de Zaldívar —maestre de campo —y Vicente de Zaldívar— sargento mayor. Los tres figuran en algunos de los momentos culminantes en los que Oñate está ausente. Por ejemplo, en el canto XXIII en que se narra la muerte de Juan de Zaldívar a manos de los indígenas acomeses, se describe a éste como «nuevo Marte»42. La muerte de este «soldado de Christo verdadero»43 la llora Oñate en un patético planto que desata la furia del ejército contra Ácoma44. A Vicente se le encargan tareas importantes, como la exploración de los Grandes Llanos45. Gaspar de Villagrá, por otra parte, está presente en la mayoría de los episodios más importantes. En uno de éstos descubre la emboscada que traman los acomeses46. En otro momento se pone los zapatos al revés para confundir a los indígenas que siguen su rastro y así poderlos eludir47. Finalmente, el soldado-poeta y otros once héroes a quienes se compara con los pares de Francia48 intentan subir el peñón donde se encuentra Ácoma; Villagrá brinca de un lado al otro del peñón en un salto de dimensiones olímpicas y pone un madero entre ambos lados para que pasen los demás soldados49.
En los tres poemas épicos criollos mencionados se resalta el valor, la falta de reconocimiento y el abandono de los soldados y sus descendientes50. De esta manera, la presencia de un héroe colectivo reafirma el valor de todos los soldados españoles, especialmente los criollos, dando validez así a las contiendas de los «criollos resentidos».
En la Historia de la Nueva México y los demás poemas cortesianos hay dos tipos de antagonista, opositores o enemigos: uno colectivo —el indígena— y otro, también colectivo, que recibe tanta atención como el indígena, o más: la administración española del virreinato. A ésta la encabeza en el poema de Villagrá el virrey Conde de Monte Rey y otros peninsulares bien conectados, los que usan sus conexiones para apoderarse de los pocos empleos y encomiendas que se crean, en un tiempo en que la encomienda atraviesan por un lento proceso de constricción y desaparición descrita por Silvio A. Zavala en La encomienda indiana51.
A estos peninsulares bien conectados los criollos los llamaban ‘advenedizos’52. Los criollos creían que las mejores encomiendas y empleos creados les pertenecían a ellos mismos por ser descendientes directos de los conquistadores y primeros pobladores que, en primer lugar, fueron quienes ganaron la tierra para la Corona: «aquellos varones excelentes / que con su propia sangre te regaron»53. Son precisamente algunos miembros de este grupo, los llamados «criollos resentidos» por Fernando Benítez54, los que se lanzan a la tarea de dar a conocer sus quejas por medio de vehículos tales como la poesía épica —el género de más reputación en ese momento— y las crónicas. Sobre éstos, el criollo mexicano Baltasar Dorantes de Carranza en su Sumaria relación afirma: «Sólo hallo a estos valerosos hombres por desdichados en la satisfacción que sus grandes servicios merecían». Dorantes añade, sobre estos descendientes de los conquistadores, que «apenas se hallará hombre de esta cepa que no ande mendigando»55. Dorantes incluye a Terrazas56, a Saavedra Guzmán57 y a Oñate58 en su relación demográfica de los criollos descendientes de conquistadores y primeros pobladores de la Nueva España, escrita con el propósito de documentar quiénes eran los criollos que quedaban en su tiempo y así tener una base fuerte para tratar de contrarrestar la pérdida de encomiendas y puestos gubernamentales de éstos por los advenedizos.
El canon épico prescribía que los actos heroicos debían «be performed by a single individual or at most a very small group of individuals»59. Presumo que lo mismo debería aplicarse al villano, aunque al discutir las cualidades de los personajes de la épica, ambos Greene y Aristóteles en su Poética consideran las características del héroe60 pero guardan silencio sobre los antagonistas. Los héroes y opositores de la Historia de la Nueva México y los otros poemas criollos rompieron con la concepción del héroe en la épica cortesiana no criolla, aunque no fueron los únicos. La Araucana es otro poema que posee un héroe colectivo. Afirma William Melczer que en el poema de Ercilla existe «a divided heroic image» en la que los el héroe colectivo araucano tiene la superioridad en términos morales y el español la tiene en términos ideológicos —o sea, política y religiosamente hablando61.
Finalmente, otra diferencia entre la Historia de la Nueva México y el típico poema épico es, no la presencia de un héroe principal guerrero al estilo de Cortés, sino la de un líder delegador, quien —por varias razones— no asiste ni a la primera batalla de Ácoma ni a la batalla punitiva para con este pueblo, sino que nombra a otros oficiales para que dirijan. Esto provee una oportunidad para que oficiales como Villagrá y los Zaldívar luzcan su heroísmo.
Hay otras concepciones del héroe en el poema de Villagrá. Por ejemplo, Francisco Lomelí afirma que el poema sitúa «New Mexico as the protagonist of the story as both a place and a mythic text»62. Es un lugar con un meridiano longitudinal preciso—aunque no real «de los treinta y tres grados que a la santa / Ierusalem sabemos que responden»63, «thus counteracting the possible interpretation that this place is imaginary or an extension of a literary construct». También es un texto mítico, asevera Lomelí, porque la presentación de este territorio casi sugiere «an Europeanized Tenochtitlan with Greco-Latin features»64.
Finalmente, los autores de Nuevo Mundo y Conquista y El peregrino indiano son criollos que escriben sobre un héroe principal español y otros héroes criollos, pero la Historia de la Nueva México tiene la distinción de ser el único poema épico cortesiano en el que un autor criollo escribe sobre un héroe principal criollo y otros héroes también criollos. Esto hace de la Historia de la Nueva México un poema que establece, opino, un nuevo sub-ciclo hipotético dentro de la épica americana, uno diferente del cortesiano, hipotético porque tendría la mala fortuna de no encontrar continuidad en poemas posteriores. A éste lo llamaré, por la falta actual de un término, ‘el sub-ciclo de Oñate’ o ‘del criollo en la frontera norte de la Nueva España’, en oposición al ciclo de Cortés o de la conquista de México.
Además del concepto del héroe, otro factor no canónico e innovador en la Historia de la Nueva México es el menosprecio por la forma épica tradicional, la cual se abandona a favor de un hincapié en la función y el contenido. La irregularidad en la forma épica en la Historia de la Nueva México abarca la omisión del uso de la estructura estrófica tradicional (la octava real) en pos de un poema no agrupado en estrofas, sino uno que fluye casi continuamente de principio a fin de cada canto, sin descansos, con la excepción, como nos indica Manuel Martín Rodríguez, «de los pareados que cierran cada canto (y alguna que otra rima aislada)»65. También la rima de este poema rompe con el canon épico al producir no un verso de rima tradicional ABABABCD, sino uno totalmente blanco, sin rima. La única norma de la épica renacentista que se respeta en este sentido es el cómputo silábico endecasílabo.
Otro aspecto relacionado con el hincapié en la función y el contenido en la Historia de la Nueva México es la inclusión de prosa histórica. Como género, la Historia de la Nueva México es mayormente poesía épica, pero dentro contiene cinco documentos en prosa incluidos dentro de tres de los treinta y cuatro cantos. Éstos son: (a) una carta del rey Felipe II al virrey Conde de Monte Rey en el canto VII; (b) un mandato del rey, también en el canto VII; (c) un documento de toma de posesión escrito al llegar Oñate a ese territorio en el canto XIV; (d) una breve consulta de Oñate a los religiosos de la expedición sobre las siguientes preguntas: “qué se requiere para la justificación de la guerra [contra los amerindios] y, supuesto que es la guerra justa, qué podrá hazer la persona que la hiziere acerca de los vencidos y sus bienes?”66; y (e) la “Respuesta del Comisario y Religiosos” en forma de un breve tratado religioso, contestando ambas preguntas, también en el canto XXV.
La hibridez genérica en este poema cumple, entre otras funciones, con la necesidad de proveer historicidad al mismo, o sea, presentar la acción de tal manera que ésta apoye la veracidad de los eventos históricos presentados. En el Renacimiento, período al final del cual se ubica este poema, no existía el concepto claro de separación de géneros que surgió en el siglo XVII. Nos informa Pedro Pérez Ruiz que el período renacentista no estableció en sus «poéticas, prefacios y discursos una teoría clara de los géneros y menos aún una caracterización sistemática, sino que entrecruzó toda una serie de perspectivas para distinguir géneros de escritura (epigrama, soneto, epopeya. . .) y géneros de estilo (breve, copioso, florido. . .)»67. En este sentido, en realidad Villagrá no está innovando con su hibridez genérica, sino que se aprovecha de la tradición de falta de separación clara de géneros.
En esta época no había inconsistencia en ver la épica tanto o más como historia que como poesía. Se creía en la «referencialidad esencial [de un texto], es decir, la asunción de que todo texto es un signo que alude a la realidad»68. Por lo tanto, se añadía veracidad al poema al traer a colación, en forma poética, hechos históricos importantes. Alonso López Pinciano, por ejemplo, afirma sobre la épica lo siguiente: «que sea la fábula fundamentada en historia»69 y que siga el modelo de la Farsalia de Lucano, ya que «tiene más perfección la épica fundada en historia que no en ficción pura»70. Aun así, el poema épico de Villagrá es el único que conozco que en ese período literario va al extremo de incluir eventos históricos en su forma prosaica original, para aún más veracidad y credibilidad. Solo conozco un ejemplo en cierta medida contrario, que es la inclusión de poemas de Terrazas, Saavedra Guzmán, José de Arrázola y otros por Dorantes en su mencionada obra de prosa titulada Sumaria relación. Dorantes los incluye precisamente con el propósito de justificar las luchas de los criollos en general, al intentar «resaltar ante el monarca, los méritos y servicios de los conquistadores y primeros pobladores de las nuevas tierras para alcanzar encomiendas y mercedes»71.
En la Historia de la Nueva México, en particular, hay otras razones importantes para la inclusión de documentos históricos. Martín Rodríguez confirmó que Villagrá estudió leyes en la Universidad de Salamanca72. Además, allí también obtuvo «una sólida formación humanística»73. Como legista con un gran acervo humanístico, el soldado-poeta trataría de «documentar las acciones del ejército colonizador con las nuevas leyes de Indias y con las regulaciones de nuevos descubrimientos»74. Con esto en mente se introducen en el poema los documentos en prosa como lo que este crítico llama «defensa preventiva» de sus propias violaciones a la ley y las de Oñate75. Estos documentos son parte de una defensa para los cargos (a) contra Villagrá, a quien se le acusó de «haber mentido sobre la riqueza de las tierras nuevomexicanas y el haber degollado sin confesión a dos desertores a los que persiguió y capturó, dejando escapar a otros dos»76 y (b) contra Oñate, por sus abusos de los amerindios, tales como haber ordenado la expedición punitiva contra Ácoma, que terminó en la cruel matanza de acomeses y la quema sin tregua de la ciudad, narrada el en canto XXXIII.
La Historia de la Nueva México también innova en la estructura, o sea, en las acciones y eventos narrados y su importancia relativa. Como he mencionado, es un poema que favorece más el contenido que la forma, contenido que se fundamentará en la sumisión de los amerindios y las luchas y el abuso del agente criollo mexicano. Este abuso se expresa en los primeros cantos, los que sacrifican la típica acción épica en pos de la expresión de las luchas de este grupo. En este sentido, la primera parte de la Historia de la Nueva México representa el reverso de la acción épica tradicional, según caracterizada por Cecil Maurice Bowra cuando éste afirma: que «the first concern of heroic poetry is to tell of action»77. Martín Rodríguez ha estudiado la estructura tripartita de este poema, en el cual las batallas no comienzan hasta el canto XXII: (a) la primera parte del poema —los cantos I al X— trata, no de acción épica propiamente dicha, sino de los preparativos de la expedición78. En esta fase, según este crítico, la presentación de la angustia de los soldados por todas las trabas que se les pone para poder finalmente salir hacia su destino (incluyendo los dos primeros documentos incluidos en el poema y arriba descritos) acentúa la frustración de los miembros de la expedición. Éstos tienen que pasar casi dos años esperando la orden final para partir. Después de partidos, tienen que lidiar con inspecciones de la expedición hechas para retrasar la misma. Es importante mencionar que, a pesar de que había varios oficiales españoles, la mayoría de los líderes de la expedición eran criollos mexicanos. Algunos de éstos son: Vicente y Juan de Zaldívar, sobrinos de Oñate; Fray Cristóbal de Salazar, primo de Oñate; el alférez Martín Carrasco y el capitán y autor del poema, Gaspar Villagrá, para mencionar sólo a unos pocos79. A estos criollos, además de los peninsulares, se unían indígenas, mestizos y mulatos, todos novohispanos. Es importante señalar el desdeño con el que un testigo no identificado describió este ejército ante el Consejo de Indias como mayormente mestizos y mulatos80.
El propósito del retraso que sufre la expedición en la primera parte se deja ver en la carta arriba mencionada del rey Felipe II al virrey novohispano Conde de Monte Rey, en el canto VII. En ésta el rey se refiere a la advertencia del Conde de que «convenía no aprobar el concierto»81, o sea, el nombramiento de Oñate como líder de la colonización de Nuevo México por parte del virrey anterior, Luis de Velasco, a quien Monte Rey reemplazó poco después de la aprobación. El rey menciona que la razón para no aprobar el trato era que el Conde tenía su propio candidato para la gobernación de Nuevo México; no un criollo como Oñate, sino un peninsular de estirpe noble: Pedro Ponce de León.
Esta dilación duró casi dos años, desde que el virrey envió a Lope de Ulloa en abril de 159682 para que detuviera e inspeccionara la expedición y se asegurara de que ésta cumplía con las leyes del reino, hasta la orden final de continuar el viaje a Nuevo México, después de dos inspecciones, el 26 de enero de 159883.
Los documentos incluidos en esta primera parte del poema sirven como «intertextos inevitables para explicar y dar sentido» a cada parte del poema84.
La segunda parte, desde el canto XI hasta el XXI corresponde, según Martín Rodríguez, a «la exploración más o menos pacífica del territorio nuevomexicano y a la fase de asentamiento»85. En esta parte se inserta el acta de toma posesión de Nuevo México, que tiene como propósito la justificación legal de la conquista.
La tercera parte es donde se da la «acción propiamente bélica de la conquista, desde la rebelión de los acomeses hasta su derrota», en los cantos XXII al XXXIV86. En el canto XXV se incluyen como documentos en prosa la consulta de Oñate a los religiosos sobre: (a) la guerra justa y la disposición de los bienes de los vencidos y (b) la respuesta afirmativa de los frailes. Estas justificaciones legales y morales eran necesarias en vista de leyes promulgadas para proteger al indígena —se cumplieran o no— tales como las Ordenanzas para el Tratamiento de los Indios de 1513, las Leyes Nuevas de 1542 y las Ordenanzas de 1573.
Otro ejemplo de innovación en la Historia de la Nueva México es el símil homérico (también llamado épico). Uno de los más importantes recursos retóricos de la épica, este símil adquiere en este poema una complejidad sin precedentes en la épica cortesiana. Según George Irving Dale, la función de los símiles homéricos es importante porque «it is a source of variety, vividness, and artistic beauty»87. Afirma Dale que Homero —y luego de él, los poetas épicos— compara meticulosamente lo que desea resaltar, creando así un texto artísticamente bello. A esto añade Charles Rowan Beye que el símil simplifica el mensaje con imágenes, logrando que las descripciones sean más vivas y comprensibles, convirtiendo así el texto en «the ground line that keeps our perspective»88.
Las próximas líneas sobre este tipo de símil son parte de un estudio en progreso; las limitaciones de espacio no permiten que me expanda más aquí, pero daré un par de ejemplos. EnNuevo Mundo y Conquista la extensión de los símiles homéricos varía entre 4 y 16 versos89. En El peregrino indiano he encontrado que su longitud varía entre 2 y 24 versos. Sin embargo, en la Historia de la Nueva México pueden encontrarse series de símiles cuya longitud conjunta supera los 50 ó 100 versos, (a) cuyo comienzo y final son difíciles de precisar, y (b) en los que se sigue una comparación tras otra, con o sin espacios entre sí. Por ejemplo, en el último canto, el XXXIV, el cual trata sobre la destrucción española de Ácoma, se pinta la quema y destrucción de la ciudad y sus habitantes, «y cómo en vivo fuego y tierra entierran / Sus míseros vecinos…»90. A esto le sigue una cantidad de símiles marinos y de otras categorías que comparan la situación de los acomeses invadidos con: (a) la dificultad de un piloto para maniobrar en medio de una tempestad91; (b) el horror de la gente cuando cae un rayo (XXXIV, 66-81); (c) el doblegamiento del trigo, castigado por el viento92; y varias otras comparaciones, las cuales acentúan el patetismo de la destrucción de Ácoma y no terminan sino hasta el final del poema.
En todos los aspectos mencionados y mediante la continuidad épica, la Historia de la Nueva México abandona la estética tradicional en favor de un poema con énfasis en lo pragmático y que, sin embargo, de ninguna manera olvida lo estético.
Éste se considera el primer poema épico de los Estados Unidos93 y «uno de los pilares en que se asienta la temprana historia de la literatura estadounidense»94. También se ha afirmado que la figura de Villagrá merece una «plena recuperación para las varias tradiciones a las que pertenece (la española, la mexicana y la estadounidense)»95. Algunos estudiosos, tales como Sandra Pérez-Linggi, aseveran que es cierto que Villagrá sentó las bases para la literatura chicana, la cual comparte su posición de marginalidad con la Historia de la Nueva México. Sin embargo, continúa diciendo esta crítica, es importante examinar el poema de Villagrá más bien dentro de la tradición de los criollos para entender mejor la condición de marginalidad y el discurso anti-hegemónico96 que se dan en su poema. No obstante, Oñate y Villagrá vienen de familias originariamente acomodadas de encomenderos, pero venidos a menos, y como tales «could not be considered as contesting colonial oppressive practices; rather, they want to be rewarded for their services»97. Otros críticos han estudiado el lugar medianero de la Historia de la Nueva México entre la literatura mexicana y la norteamericana y afirman que con el tiempo, este poema será «more and more regarded as a kind of missing link that holds an important key to understanding how early Hispanic literary legacy became established in the remotest regions of Northern Mexico»98.
Todos estos factores, en vez de producir un poema épico de estructura desigual —como han afirmado muchos críticos— crea uno que rompe con el canon en aras de su doble funcionalidad. Esta funcionalidad tiene que ver, primeramente, con (a) la exposición de los abusos que sufren Oñate y otros a manos del virrey Conde de Monte Rey, por tener éstos el estatus inferior de criollos en un país donde se da preferencia a los españoles peninsulares —sobre todos los allegados a la corte virreinal— en la distribución de puestos de importancia99 y (b) la inclusión de documentos en prosa para justificar las acciones de Villagrá y Oñate.
Sin embargo, a pesar de todas sus innovaciones, la Historia de la Nueva México retiene varios rasgos de la épica tradicional. El poeta presenta en Oñate un héroe mayormente íntegro que no posee un lado anti-heroico desde el punto de vista del poeta, al contrario del personaje Cortés en Nuevo Mundo y Conquista. Es necesario decir, sin embargo, que Oñate fue enjuiciado por crueldad y hallado culpable100, pero su presentación como héroe por parte de Villagrá es muy positiva. El Oñate épico es un héroe más interesante que Cortés, por cuanto es más íntegro cuanto más abusado, al menos en los ojos de la voz poética. Finalmente el virrey tuvo que dejar que la expedición saliera, ya que Oñate, en la consideración del autor, resistió todos los abusos con actitud estoica. Por lo tanto, el pathos de Oñate no lo posee Cortés ni en los otros poemas criollos ni en ningún otro de los poemas épicos cortesianos escritos por españoles, tales como el Carlo Famoso, el De Cortés valeroso y la Mexicana.
¿Por qué colocar la Historia de la Nueva México bajo un nuevo sub-ciclo épico? Primero, porque este poema es de la segunda generación de la épica de la conquista de Nueva España. La primera generación, sugiero, la forman los poemas que glorifican tanto a Cortés (escritos por españoles y criollos) como a los conquistadores de México en general (la épica criolla). La segunda generación la forma la Historia de la Nueva México, la que glorifica mayormente las acciones de un criollo novohispano —Oñate— sin olvidarse de exaltar las del resto de la expedición, en la cual los oficiales, incluyendo el autor-testigo, eran mayormente criollos. La mención de Cortés, aunque mínima, es importante, porque establece el vínculo con la primera generación, ya que es él quien funda la patria criolla y crea el concepto de nación criolla al premiar a sus soldados con tierras y encomiendas al terminar la conquista de México.
Afirma Andrew Fichter que el tema común de los poemas épicos es «the rise of imperium, the noble house, race, or nation to which the poet professes allegiance»101. Para Fichter, por lo tanto, los poemas épicos son poemas dinásticos, y «the narrative strategy of the dynastic poem reflects the assumption of a historically oriented mind that [in] the present may be regarded as the culmination of a course of events set in motion in the remote past»102. Por eso se puede decir que Cortés, en cierto sentido, comienza una dinastía o nación étnica de personas que se sienten unidos por lazos históricos y por ancestros comunes. Los criollos, aunque se consideran fieles españoles, apenas comienzan a funcionar como agentes, en el sentido que le otorga Paul Smith al término, como entidades activas, al contrario de un sujeto pasivo103. Estos agentes crean un discurso criollo incipiente que no es aún plenamente contestatario, pero que expresa ambigua pero firmemente su insatisfacción con las prácticas injustas de la administración virreinal.
Haciendo uso de la continuidad épica, entonces, sin necesidad de menospreciar los poemas de los criollos como desviaciones del canon con valor estético menor, se entiende por qué los criollos se fundamentaron en los clásicos, pero los transformaron de tal manera que se amoldaran mejor a la expresión de su realidad histórica, y a la ubicación de ésta dentro de la historia de la conquista de México y de la tradición épica de la conquista de la Nueva España.
A medida que salen a la luz estudios modernos de este texto se le devuelve, poco a poco, su lugar único y digno a un poema tan subestimado y mal entendido como lo es la Historia de la Nueva México. Espero que el estudio de este poema dentro del contexto socio-histórico de las luchas de los «criollos resentidos» y del concepto de continuidad épica pueda contribuir un grano de arena a su valorización.