Resumen: Los trinitarios y los mercedarios llevaron a cabo numerosas misiones al norte de África para redimir cristianos, capturados por los cristianos musulmanes. Partiendo de los numerosos trabajos que han analizado su labor a nivel general, este texto se centra en examinar dos aspectos de dicha cuestión para el caso de las Baleares entre 1575-1618. En primer lugar, se valora el apoyo prestado por las autoridades isleñas a la recaudación de las limosnas que financiaban las expediciones redentoras. También analiza cuántos cautivos isleños fueron rescatados gracias a ellas y si su número pudo ajustarse al tercio de los ingresos marcado por la norma. En segundo lugar, estudia las características de los baleares redimidos para señalar quiénes se beneficiaron más de la tarea de ambas órdenes.
Palabras clave:MediterráneoMediterráneo,corsocorso,cautivoscautivos,BalearesBaleares.
Abstract: Trinitarians and Mercedarians performed several missions to the North African coast to rescue Christian captives, who had been seized by Muslim privateers. Their task has been analyzed in many studies from a general perspective, allowing us to attempt other researches from a regional viewpoint. Following those works, this text aims to study the religious redemption in the Balearic Islands between 1575-1618. First, it analyses the support given by island authorities to the collection of alms, in order to fund the friars’ expeditions. It also values how many island captives were rescued thanks to them and if their number could had been adjusted to the income’s portion stablished by the rule. Second, it studies the characteristics of the Balearic captives redeemed, so we could know who benefited more of the redeemers’ task.
Keywords: Mediterranean, Privateering, Captives, Balearic Islands.
De la Reforma a la Guerra de los Treinta Años
La redención religiosa de cautivos baleares entre 1575-1618
The Religious Redemption of Balearic Islands Captives between 1575-1618
Recepción: 07 Mayo 2018
Aprobación: 23 Agosto 2018
El cautiverio de numerosos súbditos del Rey Católico fue una de las principales consecuencias de la guerra contra el Imperio otomano por la supremacía en el Mediterráneo del siglo XVI2. El enfrentamiento oficial entre ambos imperios terminó con la tregua de 1580, pero la captura de cristianos y musulmanes continuó debido a la persistente hostilidad corsaria entre ambos bandos. Parte de los presos cristianos fueron liberados gracias a las misiones redentoras de trinitarios y mercedarios, que contaron con un mayor apoyo de la corona a partir de 1575. La redención religiosa de cautivos ha sido analizada por numerosos estudios a nivel general, sirviendo de base para valoraciones de casos más concretos, como los de Sicilia y Málaga3. En ellos no solo se amplían o desglosan las cifras ofrecidas por los anteriores para el común de los territorios hispanos, sino que también se indican los matices observados en cada región respecto al conjunto de las demás. La suma de estas visiones más concretas permitirá, a medida que avancen las investigaciones, es la que permitirá tener una visión mucho más ajustada de la redención religiosa de cautivos a nivel general. En este sentido, el objetivo de este trabajo es analizar la redención religiosa de cautivos cristianos de Baleares. Dicha cuestión solo se ha abordado parcialmente para el caso mallorquín, a partir de los testimonios recogidos en los concesos matrimoniales4. El estudio empezará en 1575, cuando la monarquía aumentó su apoyo a la labor redentora, después de que la toma de Túnez confirmase la soberanía otomana sobre la mayor parte del litoral magrebí, y terminará con el inicio de la guerra de los treinta años, que coincidió con el momento en el que el gobierno argelino levantó la prohibición de que las órdenes religiosas rescatasen en Argel5. El análisis combinará el uso de fuentes estatales, concretamente las memorias de las redenciones conservadas en el Archivo Histórico Nacional y la Biblioteca Nacional de España, y de otras locales, como las LletresComunes del Arxiu del Regne de Mallorca. El texto se dividirá en dos apartados. El primero valorará el apoyo de las instituciones locales a la financiación de la redención de cautivos, concretamente para la recaudación de limosnas. El segundo examinará las características de los cautivos baleares liberados gracias a esas operaciones. El trabajo finalizará presentando las conclusiones del estudio.
La redención religiosa de cautivos suponía un 3-4% de la tasa de reducción anual de la población esclava cristiana en los territorios musulmanes, por lo general situada en torno al 17%, aunque las graves epidemias podían acabar con el 20-30%. Según las memorias de las misiones redentoras, los trinitarios y los mercedarios rescataron a por lo menos 5.956 cautivos cristianos en las regencias otomanas norteafricanas y Marruecos entre 1575-1618. El número de rescatados solo superó las 400 personas en 1592 con 470 y en 1595 con 473. La cifra se rebasó en más ocasiones en las décadas anteriores, posiblemente porque las expediciones, al ser más esporádicas, tenían unos resultados más irregulares. Aunque ambas órdenes difícilmente llegaban a redimir 600 cautivos al año, su capacidad superaba la de otras instituciones, como la Arciconfraternitaper la Redenzione dei cattivi de Palermo, que poseía un ámbito de acción mucho más reducido y podía liberar cerca de una treintena de personas al año. En cualquier caso, los cautivos redimidos por las instituciones religiosas fueron muchos menos que los rescatados a través de particulares6.
Los rescates gestionados por la vía privada absorbían la totalidad o parte del patrimonio del cautivo, quien regresaba muchas veces a su lugar de origen sumido en la más absoluta miseria. La Iglesia, concretamente las órdenes redentoras, actuaron en este contexto como instituciones benefactoras, recaudando limosna para rescatar cautivos a nivel general, frente al carácter específico de algunos donativos y mandas pías, destinados a la liberación de individuos o sectores concretos7. Para el caso de Baleares solo tenemos datos de las colectas realizadas en Mallorca, donde los trinitarios y los mercedarios acostumbraban a recaudar limosna cada 1 de noviembre durante la fiesta de Todos los Santos8. También lo hacían durante las procesiones realizadas en Palma, cuando una misión redentora pasaba por la isla al regresar de rescatar cautivos en Berbería. Sirvan de ejemplo las realizadas por los mercedarios con las 140 personas que redimieron en 1620 y las 128 liberadas en 1627, así como por los trinitarios con los 70 rescatados en 1621. La conducción de los excautivos a la catedral palmesana, para oír misa, era uno de los principales hitos del recorrido9. Desafortunadamente, los libros de sacristía, donde se registraban las procesiones realizadas a lo largo del año, no aportan detalles de esas celebraciones y de las colectas llevadas a cabo en el transcurso de las mismas10.
La recaudación de limosna no se limitaba al ámbito urbano. El virrey mallorquín comunicaba a los bailes del resto de la isla que los redentores llevarían a cabo colectas en las parroquias rurales, ordenando designar a dos personas de confianza que ayudasen a los frailes o a sus representantes11. También se instaba a los jurados de las villas rurales a ser los primeros en realizar alguna donación, para animar al resto de la población a seguir su ejemplo. El virrey Eiximèn Pérez Escrivà de Romaní ya les exhortó a ello en 1490, cuando los mercedarios pasaron por Mallorca tras redimir cautivos en Berbería, recordando a las autoridades locales que «la redemptio de catius es una de les set obres de misericordia»12. La importancia concedida a la recaudación de dinero para los cautivos se aprecia especialmente en los privilegios otorgados a los bacineros. Los encargados de pasar el platillo en cada parroquia estaban exentos de ocupar cargos como el de jurado o clavario, servir como vigilantes o prestar alojamiento a personalidades como los predicadores de la Santa Cruzada13. Por tanto, la recaudación de fondos para la redención de cautivos contó indudablemente con el apoyo de las principales instituciones isleñas.
Las dos órdenes se disputaron la exclusividad de pedir limosna, ya que constituía una de sus principales fuentes de ingresos, hasta el punto de no participar en los actos realizados por la otra14. Sin embargo, no sabemos cuánto dinero conseguían con las colectas realizadas por los frailes y los bacineros. Por ejemplo, constatamos que el mercader Galcerán Ortiz, bacinero de los mercedarios, llevó a cabo una colecta en la comarca del Pla en 1612, pero el acta de entrega de los albaranes no menciona la suma lograda15. Tampoco sabemos qué porcentaje se destinaba a las expediciones para liberar cristianos presos en «tierra de moros» y si este suponía un tercio de los ingresos, según lo dispuesto por la norma16. La tabla 1 recoge la cifra de rescatados según la isla de procedencia o domicilio y la orden responsable de su rescate durante el período estudiado.
Los mercedarios realizaron más expediciones y rescataron a más personas que los trinitarios, tanto a nivel general como en el caso de las Baleares. Sin embargo, si nos fijamos en el número de rescatados, la diferencia fue mínima en lo que respecta a los mallorquines. En consecuencia, el privilegio de exclusividad para recaudar limosna en la corona de Aragón, concedido según varios autores por Felipe II a los mercedarios en 1574 y confirmado por Felipe III en 1609, parece que no fue tan relevante17. De hecho, el primero de ambos monarcas no respetó la concesión y permitió que los trinitarios recaudasen limosna en Mallorca cuatro años después de conceder el privilegio a la otra orden. Además, según el comentario de fray Reynés a la sentencia del pleito mantenido por ambas órdenes por esa cuestión, dictada por el consejo de Aragón en 1680, la prerrogativa no impedía que los trinitarios redimiesen cautivos con los donativos realizados por los feligreses y con la tercera parte de sus ingresos, según lo dispuesto por la norma. La diferencia fue mucho más significativa en el caso de los menorquines y los ibicencos. Las cifras de la tabla 1 pueden sugerir que los mercedarios disponían de más medios en Menorca e Ibiza. Eso no significaba la ausencia de los trinitarios, ya que tuvieron presencia por lo menos en la primera de ambas islas, donde fundaron una casa en Ciutadella entre 1287-1289, como una prolongación de la de Palma18. Por tanto, serán futuros estudios de los ingresos de ambas órdenes los que indiquen cuánto obtenían en cada isla, qué porcentaje representaban las limosnas sobre esas entradas, cuánto dinero aportaban a la redención realizada por sus respectivas provincias, qué porcentaje suponía del capital de que disponían estas, si se ajustaba a la porción fijada por la normativa y en qué medida se tradujo en una mayor o menor liberación de mallorquines, menorquines e ibicencos.
La tabla 1 indica que los trinitarios y los mercedarios rescataron a 145 baleares entre 1575-1618. La falta de referencias anteriores a 1562 dificulta el recuento de isleños redimidos a lo largo del siglo XVI, pero parece que fueron menos que los malagueños liberados por las dos órdenes religiosas, 94 en la citada centuria y 481 en la siguiente19. Las memorias de las misiones redentoras proporcionan muchos detalles acerca de los cautivos rescatados, que permiten analizar quiénes se beneficiaron de la labor realizada por los frailes en «tierra de moros»20.
La escasez de referencias al domicilio de los redimidos no permite georreferenciar suficientes casos como para valorar la concentración de cautivos en los diferentes términos isleños. Sin embargo, si tenemos en cuenta que los corsarios rara vez atacaron a más de 3 km de la costa, no parece haber duda de que se trató fundamentalmente de habitantes del litoral, que suponen tres cuartas partes en los estudios a nivel general21. De hecho, si nos fijamos en las circunstancias de su captura, la mayoría de los 32 casos conocidos para Baleares fueron apresados en el mar, concretamente al navegar entre islas o con origen o destino a Cerdeña, Barcelona o la costa valenciana. Se trata de referencias demasiado inexactas como para saber si fueron cautivados dentro del espacio marítimo balear, en el de los citados territorios o en alta mar. En consecuencia, tampoco nos permite valorar si el lugar de captura coincidió con una de las zonas de mayor riesgo para la navegación. Los únicos que cayeron en manos del enemigo en tierra fueron Damiana Julià, cerca de la posesión del Águila (Llucmajor) en 1567, y Tomàs Gibó, a orillas de la bahía de Palma diecinueve años después22. Por tanto, su captura supone un indicador más de que el corso era una amenaza fundamentalmente marítima, sobre todo en un momento en el que los grandes desembarcos eran aún mucho más escasos que durante la guerra oficial hispano-otomana.
Las memorias de las redenciones indican, entre otros datos, a dónde fueron llevados los cristianos por sus captores. En el gráfico 1 se recoge el número de cautivos localizados en cada lugar, lo que no excluye su futuro traslado a otros puertos musulmanes a lo largo de su cautiverio23.
El gráfico 1 indica que la mayoría de los cautivos fueron llevados a Argel, la principal base del corso musulmán en el Mediterráneo occidental, tal y como sucedía con los apresados en territorio ibérico. Otros, pero muchos menos, fueron conducidos a los puertos de Tetuán y Túnez. En esos lugares, algunos pasaron a manos de miembros de la administración, desde el dey hasta el guardián bají, o de particulares, como arráeces y mercaderes24. Los trinitarios y los mercedarios negociaron con ellos la liberación de los cautivos. En el caso argelino, las conversaciones se interrumpieron entre 1609-1618, cuando el gobierno de la regencia les prohibió rescatar cristianos. La redención cambió entonces de escenario y buena parte de los cautivos fueron llevados con ese fin a Tetuán25. Sirva de ejemplo el caso del mallorquín Jaume Rosselló, quien fue capturado y llevado a Túnez en 1612. Su propietario, Sidi Alí, lo llevó al puerto marroquí dos años después, donde fue rescatado por los trinitarios26.
El precio del rescate variaba en función del sexo, la edad, las características físicas y la aptitud del cautivo para determinados oficios, tal y como ocurría con los esclavos musulmanes en Europa27. Las memorias de las redenciones religiosas indican esos detalles de forma muy desigual. El sexo es el único dato con el que contamos para todos los casos de la muestra. El gráfico 2 recoge el número de hombres y mujeres rescatados a lo largo del período estudiado.
El gráfico 2 indica que la mayoría de los cautivos baleares liberados fueron hombres (79,31%), lo que no excluyó los rescates femeninos (20,69%). De hecho, el caso isleño confirma el aumento de estos últimos a partir de finales del siglo XVI, cuando la corona dejó de priorizar la redención de soldados e instó a los frailes a que rescatasen el mayor número posible de mujeres y niños, al ser quienes tenían más posibilidades de apostatar o ser objeto de abusos sexuales28. El número de cautivas rescatadas llegó a sus máximos entre 1612-1614, cuando se liberó a unas siete mujeres, casi todas mayores de treinta años, y cinco niñas menores de diez29. Sin embargo, su aumento estuvo limitado por la resistencia de sus captores a desprenderse de ellas y por su elevado precio de venta30.
La edad es otra de las referencias más habituales de que disponemos acerca de los cautivos isleños rescatados por las órdenes religiosas. El gráfico 3 recoge los ochenta y ocho casos conocidos, que suponen un 60,7% de la muestra. Los hemos agrupado según los mismos períodos de edad que se utilizan al analizar la esclavitud en los dominios hispanos y en función de su sexo31.
El gráfico indica que el grueso de los cautivos isleños se situaba entre los 2659 años. Se trata de las edades que comprendían su estadio más productivo y una progresiva pérdida de valor de uso, equiparándose cada vez más a su valor de intercambio, incrementando las posibilidades del rescate32. Si nos fijamos más atentamente, observamos que, frente a una cierta homogeneidad en el caso de las mujeres, generalmente destinadas al servicio doméstico, eran los hombres quienes se situaban esencialmente en el citado rango de edad, seguramente porque su vida útil era mucho más corta, al utilizarse fundamentalmente para remar en galeras o en obras públicas33.
Las fuentes apenas proporcionan datos de la ocupación de los rescatados. Solo la conocemos en el caso de diez personas rescatadas por los trinitarios a lo largo de varias expediciones a Argel y Tetuán. Dejando de lado a un atalayero, un soldado y un pescador, los siete casos restantes fueron trinitarios, franciscanos, agustinos y mínimos34. Si nos guiamos por los estudios de las redenciones religiosas a nivel general, los clérigos parece que no eran demasiado numerosos entre los cautivos. Los sectores predominantes fueron los soldados que la corona destinaba a sus dominios mediterráneos y la gente de mar que faenaba en sus aguas y costas35. La mención de su pertenencia a una orden religiosa indicaba tanto el carácter excepcional de esos cautivos como la prioridad de redimirlos36. Por tanto, de momento no podemos conocer la influencia del oficio del cautivo en su precio de rescate, que podía llegar a aumentar considerablemente en el caso de la mano de obra cualificada37.
Disponemos de más información respecto a la duración de su cautiverio, conocida para cincuenta y siete casos, que indican que los cautivos baleares rescatados pasaron entre uno y dos años en «tierra de moros». Hubo algunos cuyo cautiverio llegó a la década, especialmente en el caso de los hombres, mientras que el de las mujeres raramente superó los seis años, a pesar de los obstáculos que sus propietarios podían imponer al rescate. Sirvan de ejemplo los casos de la ibicenca Isabel Torres y la menorquina Bàrbara Mascaró, que permanecieron cautivas uno y tres años, respectivamente38. Todo apunta a que buena parte de sus cautiverios fueron breves, si tenemos en cuenta que la media fue de hasta diez años. Las posibilidades de que los cautivos renegasen aumentaban una vez superada la década, a medida que perdían la esperanza de ser rescatados. En este sentido, las cifras disponibles indican un elevado número de renegados mallorquines, casi todos para fechas posteriores, aunque algunos, como Mateu Comellas de Pollença, apostataron antes de los diez años de cautiverio39.
El precio de su rescate se conoce para cuarenta y siete casos. Los recogemos a continuación en la tabla 2, donde los hemos unificado reduciendo las diferentes divisas a reales40.
El cuadro indica claramente que los cautivos solían ser rescatados por entre mil y dos mil reales, cifra que se ajusta a la media, situándose algunos cerca de los tres millares. No alcanzaron esa cifra aquellas personas de edad avanzada para la época. Tampoco lo hicieron contaban con recursos alternativos, al contar con alguna suma de la cruzada o dinero ganado trabajado en Berbería, y, por ende, su rescate precisó menos fondos procedentes de la recaudación de limosnas41. Otros cautivos superaron los tres mil reales, especialmente en el caso de las mujeres jóvenes. Caterina Garí, una mallorquina de veintidós años, que fue liberada por seis mil reales en 160942. Como se ha indicado anteriormente, su mayor precio dificultaba la labor de rescatarlas, a pesar de la insistencia de la corona y los esfuerzos de los frailes. Si contrastamos el precio medio del rescate con el de determinados productos básicos, como el pan, o los sueldos de algunas ocupaciones, como la de atalayero o la de artillero, por muy parcial que pueda resultar, indica que la redención de un cautivo suponía un enorme reto para las economías no privilegiadas durante el período estudiado, pudiendo arruinar en muchos casos a la familia del preso43. Dicha comparación pone en valor la tarea de las órdenes redentoras, a pesar de que no liberasen a tantos cautivos como a través de la vía particular, ni destinasen a ella tanto dinero como debiesen.
Las autoridades del reino de Mallorca apoyaron notablemente a las órdenes religiosas para recaudar las limosnas necesarias para su labor redentora. Sin embargo, a pesar de ello, por el momento parece que los trinitarios y mercedarios solo liberaron a 145 cautivos baleares entre 1575-1618. Se trata de una cifra menor a la de los malagueños redimidos por ambas órdenes y, como todo parece indicar, mucho más reducida que la de los rescatados a través de particulares. Faltan estudios de las finanzas trinitarias y mercedarias que indiquen si el número de isleños rescatados fue acorde al tercio de sus ingresos en el archipiélago o si, por el contrario, como ya revelaron las visitas en algunas provincias, no se observaba esta parte de la normativa y se dedicaba mucho más dinero al sustento de las propias órdenes y sus negocios. En cuanto a los propios cautivos, la mayoría fueron apresados en el mar o, muy probablemente, residían en las poblaciones litorales. Su localización coincide con la señalada por los estudios realizados a nivel general, pero conviene añadir a estos que el corso fue una amenaza básicamente marítima, con puntuales acciones costeras, en un momento en el que los grandes desembarcos eran muy escasos. Tras caer en manos del enemigo, la mayoría fueron llevados a Argel, donde los frailes negociaron el rescate de cristianos con los captores, salvo cuando la prohibición dictada por el gobierno argelino derivó varias negociaciones al puerto de Tetuán. Los cautivos isleños liberados fueron fundamentalmente hombres, aumentando el número de mujeres a finales del siglo XVI. En cuanto a su edad, frente a la homogeneidad femenina en los diferentes rangos, se aprecia un aumento de los rescates conforme abandonaban su estadio más productivo y su valor de uso se equiparaba cada vez más al de intercambio. La mayoría de los isleños rescatados por las órdenes, siguiendo la tónica general, no permaneció más de dos años en «tierra de moros» y muy pocos superaron la década. Su precio de rescate osciló generalmente entre los mil y los dos mil reales, una suma elevada cuyo pago obligó a las economías no privilegiadas al endeudamiento y, en muchos casos, llevó a la ruina. Su pago, junto con la brevedad del cautiverio, ponen en valor así la labor redentora de trinitarios y mercedarios.