Resumen: El embajador (Sevilla, Francisco de Lyra, 1620) de Juan Antonio Vera y Figueroa circuló posiblemente manuscrito por las cortes española y flamenca desde 1618, y se tradujo total o parcialmente varias veces al francés y al italiano. Se desentraña aquí la difusión impresa del original español, intentando corregir errores acumulados en las referencias catalográficas; el objetivo es llegar a confirmar, uno a uno, los testimonios que realmente sobreviven, aclarando a qué edición corresponden. Razones literarias e ideológicas apoyan el estudio bibliográfico y se concluye sobre una posible edición planificada para una doble difusión, en dos emisiones. Descartada una edición de 1621, la difusión del texto español se circunscribe a la edición de Sevilla, 1620, y a otra edición sevillana contrahecha identificada por mí gracias a un ejemplar mútilo conservado en la Biblioteca del Hospital Real de la Universidad de Granada, cuyo año real de impresión y taller desconocemos.
Palabras clave:Juan Antonio Vera y FigueroaJuan Antonio Vera y Figueroa,El embajadorEl embajador,difusión editorialdifusión editorial,análisis bibliográficoanálisis bibliográfico,edición contrahechaedición contrahecha.
Abstract: El embajador by Juan Antonio Vera y Figueroa (Sevilla, Francisco de Lyra, 1620), circulated possibly handwritten in the Spanish and Flemish courts since 1618. The work was totally or partially translated several times into French and Italian. The printed diffusion of the Spanish original is unraveled here, trying to amend accumulated errors in some references of catalogues; the goal is to confirm, one by one, the witnesses that really survive, clarifying to which edition they correspond. Literary and ideological reasons support the bibliographical analysis, that concluded on a possible planned edition for a double diffusion in two issues. Discarded a 1621 edition, the printed diffusion of the Spanish text is limited to the edition of Seville 1620 and to the counterfeit Sevillian edition identified by me thanks to an imperfect copy preserved in the Library of the Royal Hospital of the University of Granada, whose real year of printing and printer are still unknown.
Keywords: Juan Antonio Vera y Figueroa, El embajador, Editorial diffusion, Bibliographical analysis, Counterfeit edition.
Artículos
El embajador de Juan Antonio Vera y Figueroa (1620) y su difusión editorial española*
El embajador of Juan Antonio Vera y Figueroa (1620) and its Spanish Editorial Diffusion
Recepción: 26 Enero 2020
Aprobación: 17 Febrero 2020
El embajador (Sevilla, Francisco de Lyra, 1620)1, obra del amigo de Lope de Vega, Juan Antonio Vera y Figueroa (1583-1658) es uno de los los diálogos formativos más interesantes del final del reinado de Felipe III, extenso texto político organizado en cuatro libros, que en ese momento conecta, como otros diálogos de las mismas fechas, con el proyecto educativo de Olivares para la aristocracia —sector al que a la sazón debía pertenecer el diplomático de carrera—. Es un ejemplo de prosa clasicista de altura2, escrito cuando Vera era aún secretario del diplomático de Felipe III don Gómez Suárez de Figueroa, III duque de Feria —quien lo familiarizó con el oficio—, y probablemente pensando en adquirir él mismo la condición de diplomático3.
En su dedicatoria «A don Felipe III» el autor se refiere a «estos discursos que procuran constituir el Embaxador», que «no parecen humildes, pues a subir tanto se atreven». Las Aprobaciones (del jesuita Diego Granado y del cronista regio Antonio de Herrera) insisten en la utilidad para los del oficio y en la reputación que puede obtener la nación. La obra se concibe en buena pero no total medida como manual de uso y de cita para el diplomático, ya que «la oratoria es parte esencial en el legado» y el autor «procura probar con razones y exemplos» (I, fol. 1v) su construcción. Pineda ha destacado la importancia de la elocuencia en el texto4. No se encuentra, en todo caso, en la obra solo erudición de modelos tradicionales, porque eso no le hubiera asegurado el éxito5. El análisis de las propuestas formales y las líneas básicas de la argumentación, junto a su actualidad candente —aspectos que son objeto de trabajo independiente6—, apoyan y confirman una posible difusión peculiar del texto. De cualquier modo, la elección del género, precisamente para alejarse del tratado, es con bastante probabilidad una de las razones de su éxito7 y de su amplio dominio en el seiscientos europeo, junto con las deudas de distinto tipo a diálogos de referencia en el periodo, como Il messaggiero de Tasso o, en especial, el De constantia de Justo Lipsio. Aunque la mayoría de los ejemplos que Vera acopia son puros fundamentos de experiencia, sabiduría experimental que la historia de la diplomacia había sistematizado, a alguno pareció directamente plagio8. Un modelo muy citado, la Politica de Lipsio, nos avisa de la difusión de un Lipsio enmendado y expurgado9. El diálogo de Vera, de clara factura humanística y tono señorial y ligero, delata a un espíritu fino, culto, que, aun mostrando conocer las relaciones internacionales y los precedentes quinientistas de literatura diplomática, se aparta de ellos deseando hacer una obra más práctica, no de vocación platónica sino de consulta técnica, fruto de una cuidadosa preparación. La forma francesa de traducirlo, añadiendo al título el adjetivo ‘perfecto’, lo asoció demasiado al género de los diálogos y tratados formativos de cuño ciceroniano (el perfecto príncipe, caballero, cortesano, el magistrado ideal, etc.) y por tanto trivializó su alcance, como vio en su finísimo estudio B. Cinti10. El texto de Vera no servía solo para que el diplomático amenizara una conversación o brillara en ella por sus alardes eruditos; para eso había mucha literatura disponible. Para el conde de la Roca tan importante como el propósito formativo (propio de Tasso cuarenta años antes) o la contribución lipsiana, del aprecio del conde-duque, es la faceta de prontuario que el diálogo cultiva:
[…] demás que nuestro argumento no es formar al príncipe en el mando, sino al embaxador en la obediencia. La instrucción es una carta de marear por donde ha de ir guiando el embaxador su derrota [i. e., su ‘derrotero, camino, rumbo’, en acepción marinera]… (El Embaxador, III, fol. 12v).
Se trataba, pues, de orientar de doble manera, teórica por un lado, por otro práctica y sistemática, su día a día profesional, y así cubrir una necesidad ineludible en la Europa del periodo11.
Los cuatro libros, precedidos de sus respectivos epítomes («Sumario. De lo que contiene este discurso»), se dividen en dos partes, dos a dos, también como piezas editoriales, quizás porque aspiraran a poderse vender independientemente12. Van unidos por parejas en paginación (el II acaba en fol. 151r, el III empieza en fol. 1r y el IV termina en fol. 131r), y al final la «Tabla alfabética de las cosas notables de este libro» de cada una de ambas partes, sin foliar, se redacta también por separado (I y II; III y IV)13. La razón más clara es que la materia es más práctica en los dos últimos, III y IV, más centrada en reglar de forma metódica consejos para la labor diplomática antes y durante el desempeño de una embajada. Los dos primeros discursos, más teóricos —pese a su interés también práctico en cuestiones procedimentales de los oficios de gobierno—, cumplen una función distinta a los dos últimos14. Además en estos asoma el amor de la patria española de forma más diferenciada, lo que explica también que las traducciones de la obra fueran reducidas, aunque es tema que merece una atención que aún no ha recibido: nada bueno diría a los franceses la argumentación de la precedencia española sobre la francesa —salvo para saber defenderse mejor—, o las justificaciones de la retención española del reino de Navarra. Expone las herejías de varias naciones y la específica de Bohemia. Al dar noticias sobre diversos reinos y repúblicas (Inglaterra, «República de los suizos», Francia15, Venecia, Saboya y el Piamonte, Génova y sus gobiernos) explica también sus conflictos y motivos de litigio, aunque su perspectiva es la habsbúrgica. Cada una de las partes puede, en suma, tener destinatarios diferentes: los lectores de los discursos III y IV han de ser o proespañoles o querer estudiar al enemigo de cerca, aunque ahí se contenga información valiosa sobre las formas de gobierno y religión de varios reinos y repúblicas occidentales, del Papado y del Imperio; se comprende, pues, que esa necesidad no escapara a impresores avispados. El asunto, que requeriría un interesantísimo y necesario trabajo comparado, está por estudiar seriamente, como a continuación veremos.
Pese a esas posibilidades distintas de difusión, no proliferaron las ediciones españolas. Aparte de esta princeps sevillana de 1620, se menciona una contrahecha del mismo año y Palau habla de otra edición de 1620, impresa en Madrid; Nicolás Antonio citaba solo una sevillana de 1621 cuya existencia no se ha confirmado (probable errata simple por 1620)16, noticia que llega a Graesse y pasa luego a otros mencionados más adelante. El embrollo de referencias catalográficas erróneas es acumulativo, de modo que conviene detenerse un momento para intentar poner en claro esta transmisión y apuntar unas líneas que permitan llegar a confirmar los testimonios que realmente sobreviven.
Nicolás Antonio había errado no solo en la fecha supuesta de 1621 (por 1620) sino incluso en los nombres de los traductores italiano y francés17. J. G. Th. Graesse reproducía después la información vaga de Nicolás Antonio18, haciéndose eco además de la existencia de una segunda edición sevillana del mismo año 1620, tomada de Salvá19. En su primera edición, Palau registraba tanto la edición de Sevilla 1620 —y la contrahecha de la misma ciudad y año, aunque sin mencionar que tomaba el dato de Salvá—, como una de Madrid, también de 162020, pero nada decía del error de Nicolás Antonio. La segunda edición de Palau es de consulta imprescindible en este caso, porque amplía y aclara la información21. Lo más revelador es su sospecha sobre el error de Nicolás Antonio, pues no se conoce ejemplar ni noticia fiable de una edición de Sevilla 1621 y además los traductores están identificados. De hecho, tanto Simón Díaz como Domínguez Guzmán registran únicamente la edición sevillana de 1620, con su distribución de folios correcta22.
Se conserva un número apreciable de ejemplares de la primera edición sevillana23, varios de ellos accesibles en red24. La otra edición sevillana de 1620 que registra el CCPBE según parece no es completa25, sino que recogería solo las partes o discursos III y IV, aunque nada aclara al respecto dicho catálogo. Si, a la vista de algún ejemplar, se corroborara esta suposición mía, sería una confirmación evidente de que El embajador se leyó y distribuyó por partes26.
Por su parte el USTC (The Universal Short Title Catalogue) registra bajo su referencia núm. 5036910 la edición de Madrid, [s. n.] 1620. Dice:
PRIMARY AUTHOR: Roca, Juan Antonio Vera Zúñiga y Figueroa, conde de la
SHORT TITLE: El embaxador.
IMPRINT: Madrid, s. n., 1620.
PLACE: Madrid
DATE: 1620 FORMAT: 8.º
PP/FF: ff. [2] 151 131 [20].
CITATION: IB B90219
LIBRARY COPIES:
Dresden (De), Sächsische Landesbibliothek
Santiago (Cl), Biblioteca Nacional de Chile BNCLF 8;(1028-29) Reservado
Santiago (Cl), Biblioteca Nacional de Chile BNCLF 8;(1028-31) Reservado
Toronto (Ca), Thomas Fisher Rare Book Library of the University of Toronto
Tübingen (De), Universitätsbibliothek
Venezia (It), Biblioteca nazionale Marciana.
Consultada la ficha catalográfica de cada uno de los ejemplares mencionados, y aunque no ha estado a mi alcance su consulta directa, es necesario advertir que los testimonios de la BN de Chile y de la Universidad de Toronto en principio sí podrían corresponder al registro de la edición madrileña, si bien no puede aún cerrarse la cuestión27. No ocurre lo mismo con el ejemplar de la Biblioteca Marciana, ni con el de la Universitätsbibliothek de Tübingen, que corresponden a la primera edición sevillana según sus respectivos catálogos28. Por su parte, las entradas del catálogo de la Sächsische Landesbibliothek de Dresden no pertenecen a edición española alguna, sino a las traducciones francesa e italiana. El rigor brilla por su ausencia y queda pendiente contrastar una a una las informaciones mezcladas, equívocas o erróneas del USTC.
En resumen, en lo que concierne al original español, hay que descartar la existencia de una edición de 1621; la primera edición (completa y conservada) es la de Sevilla, Francisco de Lyra, 1620, que posiblemente fue planificada para una doble difusión, conjunta de los cuatro discursos y desglosada de los dos últimos, más orientados a la práctica; esta edición, a su vez, ha sido objeto de los dos facsímiles contemporáneos que se citaban al principio de este trabajo.
De la segunda edición sevillana de 1620, considerada contrahecha y cuyo año real de impresión y taller desconocemos, solo se ha podido tener confirmación, por ahora, de un ejemplar, incompleto aunque suficiente para corroborar la precisa noticia transmitida por Salvá citada arriba. En efecto, uno de los dos ejemplares conservados en la Biblioteca del Hospital Real de la Universidad de Granada, aunque mútilo de la portada y de la estampa calcográfica, así como carente de preliminar alguno, coincide en cuanto a su composición con las peculiaridades señaladas por Salvá29.
Por último, de la edición madrileña de 1620 con texto completo, aunque en apariencia sobreviven dos ejemplares, analizadas sus referencias catalográficas con la precaución recomendable, me inclino a pensar que se trata de una noticia imaginaria30: el ejemplar de Toronto parece corresponder a un testimonio de la princeps, mútilo de portada al que le han asignado los datos de lugar y fecha más tardíos que figuran en los documentos de preliminares (bien tomados de la aprobación civil o de la fe de erratas, firmados en Madrid y en 1620). Esto mismo puede sugerirse para el o los ejemplares de Chile, aunque en este caso podrían corresponder a la edición contrahecha, por constar de 20 hojas finales de tabla.
Aunque su difusión editorial pudiera parecer exigua no es en absoluto despreciable —en particular por haber reclamado el interés comercial que toda edición contrahecha refrenda—; sin embargo, no deja de contrastar con la suerte que corrió El embajador en otros países hasta décadas muy posteriores31. No hay noticia de que fuera obra prohibida ni expurgada, pero lo cierto es que no se reeditó en España. Quizás la princeps sevillana —que por el número de ejemplares conservados debió de alcanzar una generosa tirada—, junto con la edición contrahecha —cuya fecha real y taller de imprenta no sabemos y que reclama un análisis tipobibliográfico—, cubrieran la demanda de mercado después de los diez años que regulaba el privilegio.