Resumen: En 1930, más de la mitad de la población barcelonesa (56%) había nacido fuera de la ciudad. Diversos estudios han investigado sobre la migración interna, pero no existen estudios específicos sobre el grupo migratorio más importante del momento: el valen ciano. El objetivo del presente trabajo es contribuir a mejorar nuestro conocimiento sobre las condiciones de vida y el nivel de integración de este colectivo en la Barce lona de 1930. Para ello, se analiza: (i) la distribución en el espacio urbano de la inmi gración valenciana y (ii) las principales características sociodemográficas y el nivel de integración sociolaboral de este grupo en la Barceloneta, determinando el periodo y las razones de su llegada a Barcelona. Los resultados apuntan a una relativa buena integración en la ciudad –comparada con otros grupos migratorios– que no dependía del momento de llegada y que estaría vinculada al mantenimiento de unos fuertes lazos de paisanaje.
Palabras clave:Migración valencianaMigración valenciana,PadrónPadrón,BarcelonaBarcelona,País ValencianoPaís Valenciano,HogaresHogares,Ocu pacionesOcu paciones,DemografíaDemografía,IndustrializaciónIndustrialización.
Abstract:
In 1930, more than half of the Barcelona population (56%) had been born outside the city. Although internal migration of that period has been studied, there is no specific research on its most important origin: the Valencian born migrants. The aim of this work is to improve our knowledge about the living conditions and the level of integra tion of this group in Barcelona in 1930. For this purpose, we analyze: (i) The distribu tion of Valencia born migrants in Barcelona. (ii) The main sociodemographic charac teristics and the the level of sociolabour integration of this group living in La Bar celoneta neighbourhood. This is done by focusing on the timing and the reasons behind their movement to Barcelona. Results point out a relatively good social integration –compared with other migratory groups– that did not depend on the period of arrival. We suggest, however, it is linked to the maintenance of strong ties of peasantry.
Keywords: Valencian migration, Municipal Register of Inhabitants, Barcelona, Valencian Country, Households, Occupations, Demography, Industrialization.
Estudios
Ser migrante en la Barcelona de 1930. La inmigración valenciana en el barrio de la Barceloneta
Being a Migrant in Barcelona in 1930. Valencian Immigration in the Neighbourhood of la Barceloneta
Recepción: 10 Mayo 2018
Aprobación: 11 Junio 2018
Desde finales del siglo XIX, el crecimiento demográfico de Cataluña se ha sus tentado en la inmigración (Cabré, 1999) de tal manera que, actualmente, un 70% de su población es el resultado directo o indirecto de la migración del siglo XX (Domingo, 2012). Sin embargo, mientras la inmigración ha recibido una enorme atención desde de la sociología y la demografía catalanas, contamos todavía con pocos estudios históricos que aborden los determinantes de la inmigración y sus condiciones de vida en Cataluña en el período anterior a la Guerra Civil (19361939).
En el ámbito europeo, diversos estudios han abordado la cuestión de la integración socioeconómica y las condiciones de vida de la población inmigran te en contextos urbanos durante el proceso de industrialización. Concretamente, en el caso del Reino Unido, se ha señalado que la inmigración campociu dad durante parte de la época Victoriana, a excepción de la irlandesa2, estuvo positivamente seleccionada (Long, 2005). Incluso estos migrantes encontraron en la ciudad mejores condiciones salariales que los propios nativos y fueron menos proclives a sufrir el desempleo (Willianson, 1990; Hatton y Bailey, 2002). Tampoco en el caso de Amberes, en Bélgica, entre mediados del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, se han observado diferencias significativas entre las condiciones laborales de los nacidos en la ciudad y los migrantes, ni siquiera en el caso de los valones (Puschmann et al., 2014).3 En cambio, en Alemania, con cretamente en Bremen, la abolición de barreras migratorias provocó –sobre todo a partir de 1860–4 que los inmigrantes se concentrasen en trabajos infor males, mal remunerados y poco cualificados. Pero a partir de finales del siglo XIX, una serie de cambios (sanitarios, industriales, pero también migratorios) provocaron la mejora, incluso por encima de los propios nativos, de las condi ciones de vida de la población migrante (Lee y Marschalck, 2000).
En España también contamos con trabajos que han analizado estas cues tiones en diferentes contextos. En el caso de Madrid, similar al de Bremen en su primera etapa, la incorporación masiva de inmigrantes a la actividad econó mica condujo a una pauperización del mercado laboral y sus condiciones (Pallol el at., 2010). No obstante, a partir del siglo XX se inició un cambio en la inserción laboral de los inmigrantes, fruto de las transformaciones que expe rimentó el mercado laboral madrileño (Otero y Pallol, 2009; Carballo, 2011). El desarrollo de nuevos oficios en el transporte, las comunicaciones y los nego cios, junto con el aumento del funcionariado, trajo consigo un paulatino des censo del hasta entonces mayoritario sector de los jornaleros y una multipli cación de los trabajadores de cuello blanco, los conocidos como empleados (Pallol, 2011).5
En Vizcaya, una zona caracterizada por un desarrollo económico ligado a la actividad industrial, la integración de la población migrante en el mercado laboral varió según territorios. Así, en las áreas industriales de la Ría de Bilbao, los inmigrantes se integraron mayoritariamente como jornaleros en las minas o en las nuevas industrias (González et al., 2011). El sector servicios, el arte sanal y el agrícola, especialmente este último, quedaron en gran medida reser vados a la población nativa (García, 2005: 203), salvo en algunas ciudades, como la capital o los municipios del Abra y Guecho (González et al., 2011). En el caso de Barcelona, y a diferencia de lo ocurrido en Madrid y Bre men, algunos estudios señalan que a lo largo del primer tercio del siglo XX las posibilidades de integración de la inmigración, al menos la masculina,6 se deterioraron (Oyón, 2015; Silvestre et al., 2015)7. La elevada demanda de mano de obra poco cualificada, fruto del avance de la mecanización y las obras de construcción de grandes infraestructuras (Tatjer, 1995; Oyón et al. 2001; Arango, 2007) contribuyeron a cambiar el perfil de la inmigración. De esta manera, a partir de la I Guerra Mundial, los colectivos inmigrantes proceden tes de Murcia y la Andalucía oriental, aunque también del País Valenciano y Aragón, habrían padecido unas condiciones sociolaborales y de vida peores que sus antecesores. Su integración en el entorno urbano se habría visto difi cultada por su extracción rural y el viciado papel que tuvieron las cadenas migratorias. Así, si bien las redes de solidaridad facilitaban en un primer mo mento el acceso a trabajos poco cualificados, a largo plazo dificultaban el acce so a ocupaciones más cualificadas (Silvestre et al.; 2015: 1011). Además, el proceso de segregación y concentración de la inmigración que se produjo en la ciudad desde principios del siglo XX (Oyón, 2008) habría contribuido a menguar las perspectivas de mejora, al menos en el cortomedio plazo, de la inmigración más reciente.
El objetivo de este artículo es analizar este proceso; contrastar si, efectiva mente, la inmigración perdió capacidad de integración en la ciudad, y en qué condiciones se produjo dicho proceso. Nos centramos para ello en la inmigra ción valenciana, uno de los colectivos de procedencia no catalana que, preci samente porque protagonizó la primera gran oleada de inmigración que recibió Barcelona desde finales del siglo XIX y porque era considerado un colecti vo fácil de integrar, al compartir –parte de ellos–8 una misma lengua (Balcells, 2015), se sitúa como grupo de especial interés para contrastar esta hipótesis. El presente artículo se estructura en cinco apartados. Tras la introducción,
en el primer apartado damos cuenta, muy brevemente, de las fuentes y la meto dología utilizadas. El segundo sitúa los orígenes, destinos y causas de la emi gración valenciana entre mediados del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX. En el tercer apartado, núcleo central de la investigación, analizamos la distribu ción de la población valenciana en la Barcelona de 1930, así como las causas del enorme crecimiento demográfico que se produjo a principios del siglo XX. A continuación, en la cuarta parte, analizamos las condiciones de vida y el nivel de integración de la inmigración valenciana en el barrio de la Barceloneta, una de las zonas de mayor concentración del colectivo valenciano en la ciudad. Finalmente, se apuntan una serie de ideas finales a modo de conclusión.
Para este estudio hemos utilizado dos fuentes principales. La primera es la Tabla Clasificatoria de la Población según Provincia de Nacimiento –o Para los Nacidos en el Extranjero, Países– y Sexo, publicada en la Gaseta Municipal de Barcelona del 6 de junio de 1932 (p. 496 y siguientes). Dicha tabla nos ha permitido situar en el mapa las áreas de mayor concentración y distribución de la población valenciana residente en Barcelona.
La segunda fuente principal de este estudio son las hojas originales del Padrón Municipal de Habitantes de 1930, el primer padrón que se conserva de forma integral para la ciudad de Barcelona.9 Los padrones de habitantes son una fuente bien conocida que no requiere de una extensa presentación. En general, recogen datos sociodemográficos sobre los residentes en cada domi cilio (sexo, edad, origen, estado civil, nivel de instrucción, ocupación, tiempo de residencia en la ciudad, parentesco con el cabeza de familia, año de llega da, etcétera) que permiten reconstruir la estructura socioeconómica de un mu nicipio en un momento dado, tanto desde la perspectiva del individuo como desde la perspectiva de los hogares.10 En este caso, analizamos los datos indi viduales de una muestra conformada por el 33% de los domicilios de los barrios centrales de la Barceloneta –Concòrdia y Orientals– en los que residían, al menos, una persona nacida en el País Valenciano independientemente de su sexo y de su posición dentro del hogar. El área seleccionada es, como vere mos a continuación, de las que mayor concentración de inmigración valencia na presenta en la ciudad.
En el País Valenciano, desde finales del siglo XVIII se registraron frecuentes movimientos inter e intraprovinciales a lo largo de todo el territorio, explica dos por el desarrollo agrícola de muchas comarcas (Furió, 2001; Piqueras, 2005) y, sobre todo a partir del XIX, por la expansión industrial (Torró, 1996). Es precisamente en el último cuarto de este siglo cuando los movimientos, esta vez dirigidos al exterior, se intensificaron. Una serie de catástrofes meteorológicas,11 un gravísimo brote de cólera en 188512 y la denominada Gran Depresión –que se dejó sentir de manera especialmente intensa en las zonas arroceras– sumie ron al campo valenciano en una grave crisis económica (Carnero, 1978) que se saldó con un importante movimiento emigratorio. Apenas había empeza do a remontarse la situación, la crisis se agravó en los primeros años del siglo XX: la llegada de la filoxera arruinó buena parte de los viñedos (Piqueras, 2005)13 y forzó a emigrar a gran parte de los agricultores que habían resistido las crisis producidas en los años finales del siglo anterior. Fuera de la Península, estos flujos se dirigieron, fundamentalmente, a Argelia (Bonmatí, 1989; Menages y Monjo, 2007)14 y Francia (Piqueras y Lungu, 2007),15 aunque en Uruguay (Fol guerà, 1997; Agulló, 2011), Argentina (Alonso, 2010) y Norteamérica (Morell, 2012; Alapont, 2013; Ortuño, 2013), también llegaron miles de valencianos en estas fechas. Jornaleros y braceros pusieron rumbo a estos países para escapar de la falta de tierras, el paro estacional y las catástrofes climáticas y atraídos por un mercado laboral que, debido a la escasez de mano de obra, ofrecía mejores condiciones laborales.
Dentro de la Península, el principal destino de la emigración valenciana desde que se tienen registros estadísticos ha sido Cataluña (Domingo y Pitarch, 2015).16 Desde finales del siglo XIX, contingentes importantes se establecie ron en municipios de la costa catalana, atraídos bien por ser centros especia lizados en determinadas actividades agrícolas, bien por la posibilidad de dedi carse a la actividad maritimopesquera. Así, el Delta del Ebro constituyó un área de atracción de colles (cuadrillas) que emigraban temporalmente para participar en las tareas del arroz (Queralt, 2006).17 En Gavà se asentaron agri cultores, jornaleros y familias enteras procedentes de Olocau de Carraixet especializados en la recolección del palmito (Campmany, 2015)18 y en Sant Jordi d’Alfama –dentro del municipio de la Ametlla de Mar– (Figueres, 2017), Roses (Llorca, 2000)19 y Palamós (Alegret y Garrido, 2008) se instalaron pes cadores y sus familias en busca de mejores oportunidades.
No obstante, más allá de estos flujos, fue Barcelona y su área más próxi ma la que atrajo mayor número de población valenciana. Tanto fue así que buena parte de dicha población, al no encontrar vivienda en la capital –al igual que la inmigración catalana, murciana y aragonesa– optó por desplazar se a localidades de la periferia de Barcelona y se integró en el mercado de tra bajo local. Sucedió en ciudades como Sabadell o Santa Coloma de Gramanet, que tuvieron que acoger un gran número de migrantes valencianos ya a fina les del siglo XIX. En Sabadell, especialmente alcoyanos, que habrían emigra do debido a la dura crisis del textil que tuvo lugar en su zona de origen en los años 50, pero sobre todo en los años 80 del siglo XIX (Egea, 1984).20 En Santa Coloma, en cambio, el 82% de los valencianos procedía de las provincias de Castellón y Valencia (Gallardo y Oyón, 2004).
Los estudios que han analizado la presencia de la inmigración valenciana en Barcelona la dibujan como un colectivo que llegó a la ciudad, mayoritaria mente, entre mediados del siglo XIX y principios del XX (Arango, 1976; Puja das, 1982; Oyón et al., 2001). Sin embargo, a partir de la década de 1920, el número de llegadas procedentes del País Valenciano se fue progresivamente estancando y desde 1930 –cuando alcanzaron el máximo poblacional de todo el siglo con más de 126 mil personas residiendo en el Principado (Domingo y Pitarch, 2015)– no se ha vuelto a recuperar. Como el resto de la inmigración que llegó a la ciudad en ese periodo, la población valenciana habría llegado atraída por la elevada demanda de mano de obra que generó la expansión industrial, la realización de grandes eventos y la construcción de vivienda y obra pública (Tatjer, 1973; Recaño, 1996; Arango, 2007; Silvestre, 2010).
Por lo que concierne a las zonas de asentamiento dentro de la ciudad, sabemos que desde finales del siglo XIX la presencia de población valenciana era muy destacada en el antiguo municipio independiente de Sant Martí de Provençals (Mirri, 1994). A principios del siglo XX, también era notable su presencia en el centro, en el antiguo barrio de Sant Cugat del Rec, cuyo terri torio forma parte del actual barrio de Santa Caterina, en Ciutat Vella. Junto a la inmigración catalana y baleárica, la población valenciana formaba parte de los estratos sociales migrantes más elevados, los cuales habrían abandonado progresivamente el barrio a partir de 1915 huyendo de la degradación que fue experimentando y de la llegada de otros grupos de migrantes (Olives, 1969). En los años 20, si no antes, la inmigración valenciana había traspasado los límites del centro de la ciudad y de los suburbios populares. Así, junto a la población aragonesa, era mayoría también en Trinitat Vella, un barrio al norte de la urbe, perteneciente al antiguo municipio de Sant Andreu del Palomar (Checa, 1999), una zona aún poco poblada en la que predominaba una zona de viñas y algunos masos.
Para el año 1930, los cabezas de familia inmigrantes valencianos presenta ban una distribución en el espacio barcelonés “moderadamente nuclear” (Oyón et al., 2001: 70). Su presencia era muy destacada en algunas zonas de la ciu dad –en el frente marítimo que va desde la Barceloneta al Poblenou, en el Poblesec, en los barrios de Sants y Can Baró y en algunas áreas más disper sas–,21 mientras que estaban ausentes en otras –el Eixample central y algunos suburbios del norte de la ciudad–. Con todo, la inmigración valenciana no lle gaba a alcanzar unos índices de concentración tan elevados como la andaluza y la murciana, que se habían instalado en Barcelona con posterioridad. Además, aunque pertenecieran a la clase jornalera, el análisis de indicadores como el analfabetismo y la corresidencia no familiar situaba a la población valenciana en una posición socioeconómica más elevada (Oyón et al., 2001).
Entre 1832, año en el que entró en funcionamiento la primera fábrica movi da a vapor en Barcelona, y 1930, cuando se había consumado la revolución industrial en la ciudad, la capital catalana experimentó profundas transforma ciones (Tatjer, 2006). En el ámbito territorial, pasó de ocupar 14 km. a 70 kms. tras el proceso de anexión de los municipios colindantes llevado a cabo entre 1897 y 1921 (Masjuan, 2000). De esta manera, la ciudad extendió sus límites a los que –salvo ligeras modificaciones– conserva actualmente.22 Admi nistrativamente, estaba dividida en 10 distritos, a su vez subdivididos en 131 barrios (Mapa 1).

En el ámbito poblacional, de los 544 mil habitantes con los que contaba en 1900, en 1930 había traspasado la barrera del millón de habitantes, lo que supo nía el crecimiento demográfico más espectacular de su historia en tan solo 30 años (Tatjer, 1995).23 Dicho crecimiento demográfico se produjo en parte por la incorporación de la población residente en los municipios agregados. Sin embargo, el gran factor del aumento poblacional de Barcelona en ese periodo fue la inmigración (García Castro, 1974, Cabré, 19911992, 1999; LópezGay, 2008). Como resultado, en 1930, el 56% de la población barcelonesa había nacido fuera de la ciudad.
La inmigración peninsular no catalana, que constituía el 34% del total, había sobrepasado ampliamente a la inmigración catalana (19% entonces) desde

mediados del siglo XIX, cuando su presencia numérica era insignificante (Ló pez, 2004: 77). Además, en ningún distrito de la ciudad la inmigración no catalana constituía menos del 30% de su población y llegaba a superar el 40% en los distritos I, II y V, que se corresponden con las áreas del casco histórico, Sant Antoni y Poblesec.
La población valenciana constituía el grupo inmigratorio no catalán más numeroso en la ciudad de Barcelona. Con 88.298 personas, representaba el 8,74% del total de la población residente en el municipio, seguida por la población aragonesa con 81.368 personas, la murciana, con 45.047, y la anda luza, con 42.756 (Pujadas, 1982). A grandes rasgos, el cálculo del cociente de localización (CL)24 muestra áreas de sobrerrepresentación coincidentes con las que hasta ahora se habían señalado como las de mayor representación de cabezas de familia valencianos (Oyón et al., 2001). De esta manera, se dibu jan claramente tres zonas en las que la inmigración valenciana estaba sobre rrepresentada (Mapa 2). La primera, en el frente marítimo de la ciudad, de la

Barceloneta, en el distrito I –donde se concentraban hasta 4.885 inmigrantes valencianos en poco más de 1 km.– al Poblenou, en el distrito X. Esta zona se prolongaba hacia el interior de la ciudad en torno al Parc de la Ciutadella (barrio del Parc) y por algunos de los barrios interiores de Sant Martí más cercanos a Sant Adrià del Besós (La Llacuna, Malta, Can Pol y Taulat). La segunda se exten día desde los barrios de Sants, en el distrito VII –con Hostafrancs (entonces los barrios de Ángel y Creu Coberta) como área más destacada–25 y atravesa ba Poblesec, en el distrito II, para expandirse hacia el interior del Raval, ocu pando los barrios más cercanos al mar (Santa Mónica y Teatre) y, más al norte, el barrio de les Escoles Pies, todos en el distrito V. Y la tercera, aunque no con tanta intensidad, se situaba en Can Baró, una zona aislada en el distrito IX cuya urbanización se había iniciado en 1919.
Se corrobora, por tanto, que la inmigración valenciana se concentraba especialmente en barrios de marcado carácter obrero (Oyón et al., 2001: 70), la mayoría con núcleos de barracas y otros tipos de infravivienda dentro de sus fronteras, construidas en torno a las fábricas. Ahora bien, no puede decir se que su presencia se redujese a la Barcelona más obrera. Si abrimos el aná lisis a los números absolutos, se observa que no en todos los barrios donde la inmigración valenciana estaba infrarrepresentada estaba también ausente (Mapa 3). La inmigración valenciana era especialmente cuantiosa –más de 1.000 residentes– en diversas zonas relativamente bien delimitadas, situadas a ambos lados de un corredor central con menor presencia de valencianos, que, de mar a montaña, transcurría desde el Gòtic hasta los sectores colindantes con el Paseo de Gracia. Las zonas de mayor presencia se situaban en la parte meri dional del Raval, toda la Esquerra de l’Eixample (Antiga y Nova), la Dreta de l’Eixample, Sagrada Familia, Guinardó, Camp de l’Arpa y, en menor medida, la Vila de Gràcia. Este último sector destacaba por concentrar talleres y fábri cas textiles, pequeñas imprentas e industrias de calzado (Oliveras, 2013), ofi cio que contaba con una importante tradición en algunas comarcas valencia nas, sobre todo alicantinas (Miranda, 1993).
Coincidentes con las áreas de sobrerrepresentación observadas a través del CL, encontramos dos zonas de marcado carácter obrero: la zona de Sants y Hostafrancs,26 que se extiende, en dirección sureste, a los barrios de La França y Pedreres en Montjuic, y la segunda, que transcurre por el frente costero desde la Barceloneta hasta prácticamente la frontera con Sant Adrià del Besòs, pasan do por el Gasómetro, el antiguo municipio de Sant Martí de Provençals y los barrios de Poblenou y Taulat. En la primera de estas áreas, además de pobla dos de barracas, como se ha señalado, se ubicaban gran cantidad de fábricas, sobre todo de cerámica en el entorno de Hostafrancs. Y es que en este barrio se reunía hasta el 50% de los trabajadores de Barcelona que trabajaban en las empresas de cerámica (Tatjer, 1995). Muchos de ellos procedían de la provin cia de Castellón y habrían llegado al barrio a partir de los años 60 del siglo XIX con la instalación de las primeras azulejeras y fábricas de ladrillos (Fabre

i Huertas, 1976; Ortells, 2005). 27 De hecho, solo en el distrito VII se agrupaba una cuarta parte de los inmigrantes de la provincia de Castellón que vivían en toda la ciudad en 1930. En la segunda área, la más cercana al mar, además de ubicarse algunas industrias vinculadas a la reparación naval, otras pioneras en la construcción de maquinaria de vapor, la primera empresa de producción de gas (Tatjer, 2006) o el complejo textil de Can Ricart, también se concentraban los poblados barraquísticos del Somorrostro, del cementerio de Poblenou y de la Mar Bella, en los cuales está documentada la presencia valenciana.28
Sin embargo, como apuntábamos, la presencia de la inmigración valencia na era también muy destacada en otras zonas que no muestran un elevado índi ce de concentración y que se corresponden, algunas, con una inmigración fundamentalmente femenina (Mapa 4). La primera área se corresponde con una Barcelona apenas obrera, todo lo contrario, se trata de un área que destaca por la concentración de clases bienestantes (Oyón et al., 2001) y que empie za en la parte más alta de la ciudad, Sarrià y Sant Gervasi, para atravesar la Esquerra de l’Eixample –especialmente la zona en torno al Hospital Clínic y la Escola Industrial–29 y descender hacia los barrios del Raval fronterizos con el Poblesec y delimitados por la avenida del Paral·lel, les Rondes de Sant Pau i Sant Antoni (Marqués del Duero en 1930).30 La elevada tasa de feminización de la inmigración valenciana en algunos de estos barrios, como los del Eixam ple, tanto la Esquerra (Hospital Clínic) como la Dreta (Saleses) (Mapa 4), nos remiten a una inmigración ligada a un mercado de trabajo específicamente feme nino. Por un lado, al trabajo que generaban las órdenes religiosas (el caso del convento femenino de Las Arrepentidas en el barrio del mismo nombre en el distrito VII) y los hospitales (como el barrio del Hospital Clínic en el distrito VI), en los que las monjas se ocupaban de las tareas de enfermería. Por otro lado, al servicio doméstico, actividad que se concentraba en esa zona central (Oyón et al., 2001: 24), zona que presentaba una tasa de feminización altísi ma, muy por encima de la tasa de feminización de la ciudad, situada en torno al 111% (Villar, 2018). Las inmigrantes valencianas, con el 12% del total de las sirvientas de la ciudad, constituían el segundo grupo migratorio más nume roso en esta ocupación, solo por detrás de las aragonesas, que representaban el 24% (Borrell, 2015: 49, 74). El servicio doméstico constituía, por detrás de la industria textil, el segundo nicho laboral femenino más importante de la ciudad y había aumentado sus efectivos considerablemente desde, al menos, el último cuarto del siglo XIX. Así, el número de mujeres ocupadas como sirvien tas en Barcelona había pasado entre 1860 y 1930 de algo más de 12.000 a casi
30.000. También las órdenes religiosas habían aumentado sus efectivos feme ninos considerablemente en ese periodo: de apenas 800 monjas en 1860, la ciudad contaba con casi 3.600 en 1930 (Borrell, 2015: 49 y 74).
La segunda área, que discurría en paralelo a la primera, dibuja una línea casi recta que se inicia en la parte más alta del actual barrio de Sant Pere y atraviesa toda la Dreta de l’Eixample, para alargarse por, prácticamente, todos los barrios de Gràcia y Vallcarca, del distrito IV al distrito VIII. Se trata de una

zona mixta, donde vivían sectores de las clases más altas y medias, sobre todo en la Dreta de l’Eixample, y las clases más populares y obreras, si nos referimos al barrio de Gràcia. En estas últimas zonas destacaban fábricas textiles de tama ño medio y grande, como Can Ramis y la de Pelegrí Vilaregut (Oliveras, 2013). Por último, cabe decir que, aunque no es una área que destaque por una elevada presencia de inmigración valenciana, existe una tercera zona aislada del resto y situada en torno al antiguo núcleo de la Sagrera31 que sí sobresale por la elevada tasa de feminización de dicha inmigración, lo que podría estar relacionado con la presencia de la fábrica textil Fabra y Coats, que llegó a registraba una de las mayores intensidades de infravivienda de toda la ciudad en 1930 (Oyón et al., 2001), lo que indicaría que estamos delante de una zona con predominio de proletariado femenino inmigrante.
En definitiva, podemos concluir que la inmigración valenciana mostraba en la Barcelona de 1930 una concentración moderadamente nuclear en determi nadas zonas de marcado carácter obrero. Sin embargo, se ha observado tam bién una presencia numérica muy importante en zonas con mayor diversidad social, como el Eixample o el Raval. Y, lo que es más relevante, que en estas zonas existía una presencia extraordinaria de la inmigración femenina valen ciana desconocida hasta ahora.
La Barceloneta, barrio marítimo de Barcelona fundado a mediados del siglo XVIII, ejemplifica a la perfección las transformaciones que sufrió Barcelona en su morfología urbana. Situada en un pequeño apéndice triangular al sureste de la ciudad, la Barceloneta (Mapas 5 y 6) se construyó como arrabal marítimo sobre núcleos de barracas de gente de mar (pescadores, calafates y matricula dos). Desde mediados del siglo XIX experimentó una profunda conversión en un área industrial (especialmente relevante era la presencia de grandes talle res metalúrgicos), portuaria, obrera e incluso de esparcimiento –con la crea ción de instalaciones recreativas como baños de mar o la plaza de toros– y per dió paulatinamente su función marítima (Tatjer, 1973). Dicho cambió se acentuó a lo largo del primer tercio del siglo XX, cuando experimentó un pro

ceso de proletarización y de empeoramiento de las condiciones de vivienda. Perdió variedad social y se empobreció, lo que la convirtió en un gueto pro letario con cotas muy altas de inmigración no catalana y de analfabetismo (Tat jer 1973: 7374; Oyón, 2008). A consecuencia de ese triple proceso –inmigra ción, densificación, empobrecimiento–, en 1930 se había transformado en un barrio de inmigración obrera densificado, una de las áreas más proletarias de la ciudad, terriblemente hacinada y con fuerte incidencia del realquiler (Oyón, 2008: 120125).
En este contexto, como habíamos avanzado, la Barceloneta constituía en 1930 una de las zonas de la ciudad con mayor presencia de la inmigración valen ciana. De hecho, este colectivo representaba el 18% de la población total en Concòrdia y el 17% en Orientals, sus barrios centrales, un porcentaje supera do únicamente por los nacidos en la ciudad con un 46% y 47% respectivamen te (Tabla 2). Además, los migrantes valencianos estaban sobrerrepresentados en cuatro de los cinco barrios que componían la Barceloneta. De hecho, en los dos barrios centrales, el cálculo del CL arrojaba, con un 2, los mayores valo res de toda la ciudad. Es decir, la concentración de valencianos en estas dos áreas era el doble de lo que tendría que ser si los valencianos se repartiesen de una ma nera uniforme por la ciudad. El análisis que llevamos a cabo, centrado en estas dos áreas contiguas (Mapa 6), deviene de especial interés para saber cómo se organizaba la vida de este grupo de población inmigrante en la parte más resi dencial de la Barceloneta, un sector destinado intensivamente a viviendas con comercio en los bajos y algunos edificios públicos (Tatjer, 1972).

Nuestro análisis se centra en una muestra de 254 hogares en los que residía, al menos, una persona valenciana y en los cuales se empadronaron en 1930 1.121 personas, de las cuales 552 (267 hombres y 285 mujeres) habían nacido en el País Valenciano (Figura 1). Estos valencianos y valencianas constituían un colectivo joven, especialmente los hombres, y la mayoría –en torno al 80% tanto en hombres como mujeres– estaba en edad de trabajar.32 Los hombres, con una edad media de 35,6, años predominaban en prácticamente todas las franjas de edad hasta los 44 años y estaban casados, en su mayoría, a partir de los 30 años (entre los 20 y los 29 solo un 36,5% lo estaba). Las mujeres, en cambio, con una edad media de 39 años, eran mayoría en las franjas de edad a partir de los 40 años, una estructura que refleja la mayor esperanza de vida femenina, lo que se corresponde también con una mayor presencia de viudas a partir de los 44 años. Además, las casadas, mayoría en la franja de los 20 29 años, eran más jóvenes que los hombres, lo que se corresponde con la ten dencia general del acceso al matrimonio de los hombres a edades más tardías que en el caso de las mujeres (Cabré, 1999).
Estamos, por tanto, ante un colectivo de adultos jóvenes, la mayor parte de los cuales, un 62%, procedía de la provincia de Alicante, mientras que un 29% procedía de la provincia de Castellón y solo un 9% de la provincia de Valencia. Esta distribución está en total consonancia con la composición general de la inmigración valenciana en la Barceloneta, donde predominaba la población pro cedente de la costa de Alicante y de algún puerto costero castellonense como Vinaròs, mientras que en el conjunto de la ciudad era mayoría la población pro cedente de la provincia de Valencia y de Castellón (Tatjer, 1973; Oyón et al., 2001).
Respecto al momento de llegada a la ciudad, y sin que se aprecien, en gene ral, diferencias entre hombres y mujeres, ésta se produjo en aumento progre sivo desde finales del siglo XIX. Alrededor de un 17% de estos inmigrantes llegaron a la ciudad antes de 1900, un 21% en la primera década del siglo XX, casi un 28% lo hizo en la segunda década y algo más del 32% en los años 20 (Tabla 3). Por su parte, alicantinos y castellonenses, especialmente estos últi mos, habían seguido esa pauta de llegada en aumento progresivo, y llegaron

a la ciudad sobre todo a partir de 1911 (un 64% desde Alicante y un 53% desde Castellón). Sin embargo, quienes procedían de la provincia de Valencia llega ron, en su mayoría, antes de 1920, especialmente antes de 1900 (33%) y des pués de 1911 (29%). Y es que el flujo migratorio desde la provincia de Valencia a la ciudad de Barcelona experimentó numerosos altibajos a lo largo de todo el periodo, oscilaciones relacionadas con el crecimiento económico y demográ fico de la capital valenciana a principios del siglo XX (Baila, 1994). Dicho cre cimiento la convirtió en un centro receptor de mano de obra inmigrante al tiem po que mitigó las salidas hacia el exterior, fenómeno que, sin embargo, no se extendió al conjunto del País Valenciano, cuyo saldo migratorio se mantuvo no tablemente negativo durante estos años.33
La mayoría de estos inmigrantes llegó a la ciudad a una edad muy tempra na. Un 34% lo hizo antes de cumplir los 14 años o siendo mayor de 25 años (28%) (Tabla 4), edad a partir de la cual, como hemos visto, tanto hombres como mujeres, aunque sobre todo éstas, estaban casadas. Se trata, por tanto, de un

colectivo que emigró mayoritariamente en familia, concretamente en los pri meros estadios del ciclo familiar. La llegada en familia se ha observado también en el caso de la inmigración andaluza residente en la Barceloneta en esta misma fecha (Tatjer, 1980; Villar, 2013) y constituye un rasgo característico de las corrientes migratorias hacia los núcleos en proceso de industrialización en toda Europa (González y García, 2006).34 Además, el aumento del porcenta je de la llegada de los jóvenes de mayor edad (entre 14 y 16 años) en la déca da de 1910 –coincidiendo con el momento de máximo aumento de la inmi gración valenciana en Cataluña (Oyón et al., 2001)– y el sostenimiento de unas llegadas protagonizadas por adultos entre los 35 y 44 años durante todo el periodo nos indican el continuo flujo de familias que habrían traspasado ya los primeros estadios de su formación y que habrían emigrado con la perspec tiva de integrar, si no a todos, sí a la mayor parte de sus miembros en el merca do laboral barcelonés.

Estos resultados, por tanto, nos remiten a una gran importancia de la inmigra ción familiar en el flujo migratorio a la ciudad condal desde el País Valenciano, sin olvidar, sin embargo, que hay numerosas pistas que apuntan a la impor tancia de una corriente inmigratoria de mujeres valencianas en solitario. Dicho flujo estaría relacionado con la gran demanda de mano de obra femenina –espe cialmente joven adulta– que generaba el mercado de trabajo barcelonés, especialmente en torno al servicio doméstico, en el que, como hemos apuntado, las valencianas tenían una presencia destacada en 1930. Muchas de estas valen cianas, que en 1930 estaban casadas y con hijos, ni compartían procedencia con sus maridos ni habían llegado en la misma fecha que ellos, lo que apun ta, junto a la elevada edad en la que se instalaron en la ciudad, a una más que probable llegada en solitario.35 No es extraño, puesto que, ya desde finales del siglo XIX la mayor parte de la inmigración que llegaba a Barcelona era joven y soltera (Mora, 2010: 99; LópezGay, 2014) y, especialmente, femenina, como se aseguraba desde la propia Oficina Estadística Municipal.36 Por ese moti vo, la tasa de feminidad de la ciudad, baja a mediados del siglo XIX, en 1900 se había situado en 109,25, para subir, en 1930, hasta el 111,84.37
Si nos atenemos a los datos laborales masculinos, la inmigración valenciana de la Barceloneta formaba parte de la clase obrera ocupada en posiciones labo rales que, de acuerdo con el esquema HISCLASS, se sitúan en la parte baja de la escala socioeconómica.38 Poco podemos decir de las actividades que desa rrollaban las mujeres valencianas de la Barceloneta: en un abrumador 80%, quedaron registradas en el padrón con la ocupación “sus labores”. Y, aunque hemos podido comprobar en algunos casos que esto no era así,39 carecemos de datos que nos permitan cuantificar el subregistro de la actividad remunerada entre estas mujeres, un fenómeno que es habitual en los padrones municipales de habitantes.40 Cabe destacar, sin embargo, que en los casos en los que se decla ró una ocupación remunerada, éstas coinciden con ocupaciones situadas en los grupos de mediabaja cualificación en los que se ocupaban los hombres. Así, quienes declararon ejercer una ocupación remunerada, ésta estaba vincu lada mayoritariamente al peonaje en la industria (jornalera, obrera), a la indus tria textil, a la confección y a los servicios personales. Estos oficios, aunque muchos de ellos podían desempeñarse en fábricas, eran también habitualmen te desarrollados en los propios domicilios particulares, en instituciones públi cas (como el planchado en hospitales) o incluso en el espacio urbano público (las lavanderas).
Entrando ya a analizar las profesiones masculinas, como avanzábamos, la mayoría se sitúa en los grupos de mediabaja cualificación. Solo un 7,7% ejer cía profesiones vinculadas a la administración y el comercio y otro 7,3% ejercía profesiones industriales que requerían un cierto grado de cualificación –mecá nicos, zapateros, carpinteros, etcétera–. El resto, un 34%, se dedicaba a las “no bles y azarosas ocupaciones de mar”,41 eran los pescadores (21%) y marine ros (21%), mientras que la mayor parte, un 44%, se declaraba como jornalero o similar –trabajador, obrero, mozo (Tabla 5)–. Entre estos últimos, buena parte debía ocuparse en tareas portuarias, ya que en la Barcelona de 1930 los jorna leros eran una de las tres principales categorías de este sector –junto con los capataces y controladores–, encargados de labores como la carga y descarga (Ibarz, 2003). Además, por un lado, la mayoría de los trabajadores portuarios en los años 30 residía en el entorno del puerto (Suarez e Ibarz, 1998; Ibarz, 2008), mientras que, por el otro, el País Valenciano, especialmente la provin cia de Castellón y las zonas costeras de Alicante, proporcionó un importantí simo contingente de mano de obra dedicada a esta actividad a lo largo de la primera mitad del siglo XX. De hecho, a principios de 1940, una cuarta parte de la fuerza laboral portuaria de Barcelona provenía de este territorio (Ibarz, 2010).

No es de extrañar el elevado porcentaje de hombres dedicados a actividades ma rítimas –ya fueran la pesca, la marinería o los trabajos portuarios– si tenemos en cuenta que la gran mayoría de ellos, el 82%, procedía de alguna ciudad coste ra (Mapa 7). Sus procesos de inmigración deben, pues, vincularse directamentte a la aguda crisis pesquera que se produjo en la segunda mitad del siglo XIX en todo el litoral valenciano (Viruela, 1995a). Además, algunas ciudades como Torrevieja o Benicarló –con una gran importancia en nuestros datos– padecie ron desde finales de 1870 continuas epidemias de cólera, la caída de los pre cios de sus principales productos de exportación y, más tarde, sobre todo tras la I Guerra Mundial, una importante regresión del comercio marítimo (Viruela, 1995b: 155). Dentro de la capital catalana, la Barceloneta y el puerto consti tuían el mercado laboral idóneo que les proporcionaba mejores oportunida des laborales, para las que contaban con preparación y experiencia. Segura mente disponían también de una red de paisanaje que les facilitaba el acceso a ese nicho laboral, así como la integración a las redes de sociabilidad en el barrio tanto para ellos como para sus familias.42 Esta integración, asimismo, podía haber estado facilitada por el uso de la lengua catalana. Si bien no pode mos determinar qué idioma materno era el de estos inmigrantes al no costar en el padrón, sí que podemos inferir que el hecho de proceder mayoritariamen te de zonas costeras, históricamente valencianohablantes –incluso en el caso de Morella, un núcleo del interior bien presente en nuestros datos, pero tam bién tradicionalmente valencianohablante–, significaría que estos inmigrantes hablarían el valenciano. Este hecho podría haber facilitado su integración, sociabilidad y el acceso a mejores oportunidades laborales (dentro de los gru pos de mediabaja cualificación) que las de otros inmigrantes castellanohablan tes del entorno.
Aunque, como hemos visto, el colectivo valenciano en la Barceloneta se ocupaba en trabajos situados en los sectores bajos de la escala laboral, hay que destacar que, entre los que llegaron tras el inicio de la I Guerra Mundial el porcentaje de trabajadores de oficinas y del comercio (grupos 4 y 5, especial mente el segundo) era ligeramente mayor que entre quienes se habían instala do con anterioridad. El porcentaje, en cambio, de trabajadores industriales semi cualificados era menor entre los que llegaron más tarde. Además, mientras que de los que llegaron antes de 1914 un 27% se declaró pescador o marinero y un 48% jornalero, de los que llegaron posteriormente se declaró marinero o pes cador un 43% y jornalero un 27%. Este cambio, la mayor dedicación a las acti vidades marítimas y la menor al peonaje, se produce sin que se constate un

aumento de las llegadas de municipios costeros tras 1914 (que se mantuvieron en torno al 80%) y, en un momento en el que el sector pesquero valenciano estaba en recuperación tras la grave crisis del siglo XIX (Viruela, 1995a). Esto apunta a que, con el tiempo, el flujo migratorio desde el País Valenciano se debió menos a factores de expulsión –la crisis de la pesca– y más a factores de atrac ción –el crecimiento de Barcelona, el efecto llamada de parientes y paisanos, etcétera–. Puede decirse que el análisis de las ocupaciones no señala la existentcia de un perfil más proletario de la inmigración valenciana masculina tras 1914, sino más bien todo lo contrario, un ligero aumento de la cualificación, aunque, eso sí, sin moverse dentro de los sectores bajos de la escala sociolaboral.
En el mismo sentido apuntan los datos sobre alfabetización. Es cierto que la población valenciana en la Barceloneta presenta tasas de alfabetización me nores a las existentes en la ciudad de Barcelona en 1930. Mientras que el 81% de los barceloneses y el 72% de las barcelonesas estaban alfabetizados en 1930,43 estas cifras se reducían a un 64% de los hombres y a un 49% de las mujeres en el caso del colectivo valenciano en la Barceloneta. Sin embargo, también es cierto que constituía un grupo mucho más instruido que el conjunto de la población residente en el País Valenciano (Tabla 6). Entre los que llegaron a la Barceloneta hasta 1914, el 60% de los valencianos y el 41% de las valencianas sabían leer y escribir mientras que, en origen, para 1910, lo hacía apenas el 35% de los hombres y el 22% de las mujeres. Las mismas diferencias se observan entre los que llegaron a Barcelona tras el inicio de la I Guerra Mundial. Así, aunque la tasa de alfabetización en origen aumentó a lo largo del primer tercio del siglo XX, también lo hizo entre los inmigrantes en la Barceloneta que lle garon tras 1914 a la ciudad y alcanzó el 72% entre los hombres y el 58% entre las mujeres. Además, si tenemos en cuenta el origen provincial, se observa como los inmigrantes de la provincia de Alicante, que son los que llegaron masivamen te a partir de 1911, estaban más alfabetizados que el resto de sus paisanos. Un 62% de la inmigración alicantina estaba alfabetizada, mientras que la valencia na y la castellonense lo estaba en un 54% y 45% respectivamente. Por tanto, en consonancia con la tendencia al alza de las tasas de alfabetización en origen, en general la inmigración valenciana que llegó a la Barceloneta –y de las cual apro ximadamente un tercio pudo escolarizarse en Barcelona, ya que llegó antes de los 14 años– estaba cada vez más instruida, lo que apunta claramente a una emi gración positivamente seleccionada.
En definitiva, el análisis de la ocupación indica que la inmigración valen ciana residente en la Barceloneta se ocupaba en 1930 en los peldaños inferiores de la escala laboral y eso no variaba de forma sustancial en función del tiem po de residencia en la ciudad. Sí parece, sin embargo, que el flujo inmigrato rio valenciano –al menos el procedente de zonas costeras– cada vez respon dió más a la atracción que ejercía Barcelona que a la expulsión provocada por la crisis de la pesca en los lugares de origen, por cuanto esta se fue mitigan do. Esta atracción alcanzó cada vez estratos de población mejor posicionados, más familias dedicadas al ámbito de la pesca y la marinería y, como hemos visto, en estadios más avanzados de su ciclo vital, con más miembros en edad

de trabajar, que llegaron a la ciudad tras el inicio de la guerra mundial, un poderoso acicate para el desarrollo industrial y comercial de Barcelona. El aumento de los niveles de alfabetización de quienes llegaron a partir de ese momento, tanto entre los hombres como entre las mujeres, refuerza la idea de que la inmigración valenciana, lejos de experimentar un cambio a peor en su status sociolaboral, constituyó cada vez más un colectivo positivamente selec cionado en origen que buscaba ampliar en la capital catalana sus perspectivas de mejora social. Con todo, es conveniente que analicemos otros indicadores que nos permitan medir, más allá del ámbito laboral, el nivel de integración social de estos/as inmigrantes y sus familias.
Por último, ¿de qué manera vivían estos valencianos? ¿Con quién convivían? Son preguntas que contribuyen a valorar el nivel de integración que habían al canzado en la ciudad. En primer lugar, al analizar el tamaño de sus hogares, llama la atención la enorme coincidencia con el del conjunto de Barcelona; 4,42 personas por hogar. Esta cifra, ligeramente inferior a la que arrojaban los hogares encabezados mayoritariamente por hombres valencianos en la ciudad (Oyón et al., 2001) de 4,84, está muy por debajo de los 5,16 miembros que tenían de promedio los hogares de otros colectivos inmigrantes, con mayoría de andaluces, que también residían en la Barceloneta en 1930 (Villar, 2013: 239). Está también por debajo del número de miembros por hogar del resto de grupos inmigrantes analizados para toda Barcelona (Oyón et al., 2001).44 Es decir, estas familias valencianas distaban mucho de vivir en las condiciones de hacinamiento en las que lo hacía el sector más pobre de la clase jornalera inmigrante, incluso de la que residía en el mismo barrio.
Con el 26,8% de los hogares analizados con la forma de familia extensa compleja (hogares tipo 4 y 5, véase la Tabla 7), ya se puede hablar de un lige ro predominio de este tipo de hogar (Laslett, 1983) y, dentro de esta, de la fami lia troncal, lo que no es extraño, ya que este tipo de hogar se da también en el caso de muchos inmigrantes en los que la emigración se produce en familia. Es decir, los mayores llegaron con sus padres y madres y los jóvenes llegaron con sus hijos y se mantuvieron en familia. Por tanto, al igual que en otros casos de inmigración familiar analizada en la Barceloneta, concretamente la andaluza (Villar, 2013), no puede decirse que la emigración comportara desarraigo fami liar. Sin embargo, en el caso de estas familias valencianas, seguramente no sería tanto por las dificultades para emanciparse –aunque en este sentido hay que recordar la carga que suponía en la Barcelona de 1930 el alquiler para el pre supuesto de la clase obrera–.45 Serían en este caso más bien las dificultades para las personas mayores de mantenerse solas las que contribuirían a mante ner la familia troncal. Y lo sería especialmente en el caso de las mujeres, que son la mayoría de las que recurrían al hospedaje cuando no convivían con familia res. Tanto si era por cuestiones económicas como por motivos culturales, se mantenía la costumbre de que fuera una de las hijas quien se quedase en el ho gar familiar para hacerse cargo de los padres, tal como indica la mayor presen cia de suegros y suegras en los hogares, mientras el resto de los hermanos lo abandonan a medida que contraen matrimonio. Es por eso que la forma exten

sacompleja es más frecuente en la fase inicial –de recién casados cuando todavía viven los padres– y en la fase final –cuando se casan los hijos– lo que indica que, si bien la mayor parte de las parejas se emancipaban al contraer matrimonio, había un buen número de parejas que no lo hacía.
Estos matrimonios estaban formados mayoritariamente por parejas en la que ambos cónyuges eran valencianos. De esta manera, hasta un 71% y un 70% de los cabezas de familias varones y mujeres que estaban casados lo estaban con una valenciana y un valenciano respectivamente, mientras que los que se casaron con una barcelonesa o barcelonés lo estaban en porcentajes de tan solo un 16% y 13% respectivamente. Dentro de estos hogares, además, el menor porcentaje de nacidos en la Comunidad Valenciana en los hermanos (50%) pero el mayor en los cuñados (72%) indica, por un lado, que la llegada de esta generación se produjo en parte como consecuencia del proceso migratorio de la generación anterior –también en los primeros estadios del ciclo familiar–. Por otro lado, indica también el elevado grado de homogamia territorial de las primeras familias que llegaron a Barcelona, cuyos miembros, aun habiendo na cido ya en Barcelona, se casaron mayoritariamente con valencianos. Dicha ho mogamia, aunque disminuyó en la generación posterior, se mantuvo elevada: el 56% de los yernos y nueras son valencianos, aun cuando casi el 65% de los hijos de estas familias había nacido en Barcelona (Tabla 9). Todo esto apun ta, por tanto, a la importancia de las redes de sociabilidad sostenidas por el paisanaje en el ámbito más cercano del barrio, que, en el caso de la Barceloneta, con un importantísimo tejido industrial y de servicio maritimoportuario, es también donde se ejerce la actividad laboral y, en muchos casos, donde se tejen las relaciones amorosas. Igual de importante parece el paisanaje cuando se trata de compartir el espacio personal, ya que, del conjunto de parientes sin deter minar el grado, huéspedes u otro tipo de personas alojadas en los hogares, el 52% habría nacido en el País Valenciano, por un 30% en Barcelona capital (Tabla 8).
El objetivo de este artículo ha sido analizar la integración de la inmigración valenciana en la ciudad de Barcelona y, así, contrastar si, como se ha conside rado para el conjunto de la inmigración en la capital catalana, este colectivo perdió capacidad de integración y en qué condiciones se produjo dicho pro ceso. Para ello, hemos analizado la distribución de la inmigración valenciana en el espacio de la ciudad, identificando importantes zonas de concentración como ya hicieron otros autores (Oyón et al., 2001), pero también descubriendo otras donde se consideró que su presencia era prácticamente nula. De esta

manera, en determinados barrios de la Esquerra y Dreta de l’Eixample, así como en Sagrada Familia, Guinardó y Camp de l’Arpa se ha puesto de relie ve el importante papel numérico que tenía la inmigración valenciana, con más de 1.000 valencianos por barrio, o incluso en determinadas zonas de Gràcia, con más de 500. Asimismo, se ha evidenciado la importantísima presencia de la inmigración femenina valenciana en zonas que hasta ahora habían pasado desapercibidas. Esta inmigración, cuyas características específicas habrá que analizar en profundidad en un futuro, estaba situada mayoritariamente en la Barcelona más bienestante y debe relacionarse con un mercado de trabajo alta mente demandante de mano de obra femenina –el servicio doméstico y el clero–, pero también con zonas de predominio de un proletariado industrial femenino, como Sant Andreu y la Sagrera, donde se ubicaban algunas grandes fábricas textiles.
El análisis de la inmigración valenciana en el barrio de la Barceloneta nos habla de un colectivo que constituyó una comunidad que, aunque bien inte grada socialmente en comparación con otros colectivos inmigrantes del barrio, mantuvo fuertes lazos de paisanaje. La inmigración valenciana de la Barceloneta constituía un grupo de gente joven, que había emigrado mayoritariamente en familia, concretamente en los primeros estadios del ciclo familiar, y que se instaló en el barrio que les ofrecía mayores oportunidades laborales de acuer do con sus cualificaciones, relacionadas con las actividades maritimopesqueras obtenidas en el lugar de origen. Predominaba ligeramente la familia extensa, aunque el tamaño medio del hogar era inferior al de otros grupos migrantes de la época, como los andaluces, y, de hecho, era exactamente igual que el de la me dia de hogares barceloneses. Esto indica una adaptación a las pautas demográ ficas y residenciales de Barcelona, incluso también en los estratos socioeconó micos inferiores ya que, solo en casos excepcionales, los hogares con valencia nos tenían que recurrir al subarrendamiento u hospedaje. Igualmente, podemos considerar que no hubo desarraigo familiar ni social dada la importancia de la familia extensamúltiple y el elevado nivel de homogamia geográfica. Y es que los valencianos y las valencianas de la Barceloneta se casaron con miembros de sus zonas de procedencia e incluso sus hijos e hijas ya nacidos en Barcelona hicieron lo propio en la mayoría de los casos.
Una de las principales conclusiones que podemos apuntar es que no hay ningún indicio de empeoramiento en las condiciones de integración de estos in migrantes. Primero, porque conforme pasó el tiempo los inmigrantes que llega ron estaban más cualificados. Segundo, porque no se produjo un aumento de la ocupación como jornalero, sino todo lo contrario: los llegados a partir de 1914 se integraron, sobre todo, como pescadores o marineros. Tercero, porque el tamaño medio de los hogares, un indicador del nivel de bienestar y adaptación, sigue la pauta del conjunto de la ciudad y se situaba muy por debajo de otros colectivos inmigrantes que, con menores niveles de cualificación, vivían en la Barceloneta en condiciones de hacinamiento y pobreza que estas familias valen cianas no presentan. Y en cuarto y último lugar, y como algo que queda para una futura investigación, cabe plantear la posibilidad de que el uso del cata lán facilitara su integración respecto a otros grupos de inmigrantes castella noparlantes de la época, ya que, de hecho, la mayoría de estos migrantes vinie ron de zonas valencianoparlantes.
–por otro lado, muy numerosos en ciertas zonas de Barcelona en 1930 como el Poblesec o Poblenou (Oyón et al., 2001)– los inmigrantes valencianos, junto con los baleáricos, eran vistos con más proximidad por los catalanes, de manera que incluso algunos partidos polí ticos catalanistas de la época, como la Lliga Regionalista o ERC, no dudaron en buscar el voto de estos colectivos en sus candidaturas (Balcells, 2015).














