Las palabras de Anne Chapman respecto de la aparente afición de los estudiosos mesoamericanistas de “cortar la cola centroamericana de Mesoamérica” (refiriéndose a las regiones pacíficas de Nicaragua y Costa Rica) tienen actualmente una gran validez luego de casi 40 años de que esta investigadora las pronunciara. En los estudios más recientes sobre Mesoamérica, los acercamientos a las zonas nicaragüenses y costarricenses que se podrían incluir en esta área cultural son verdaderamente escasos. Por esa razón, el libro Entre el dominio y la resistencia. Los pueblos indígenas del Pacífico de Nicaragua y Nicoya en el siglo XVI ocupan un espacio vacante en los estudios mesoamericanos.
Este libro divide su exposición en ocho capítulos (sin incluir la introducción y las conclusiones), en los cuales la autora repasa múltiples aspectos de las sociedades del Pacífico situadas al norte de Costa Rica y Nicaragua, centrándose en el sitio conocido como Nicoya en las fuentes históricas. En el texto se aborda la relación con el ambiente, las constantes migraciones desde la parte nuclear de Mesoamérica hacia esta región, la organización política de los pueblos allí asentados en el periodo inmediatamente anterior a la llegada de los españoles, la conquista europea y las relaciones interculturales que se dieron en esa zona. El capitulado carece de un orden expositivo claro y la preeminencia que la autora da a las fuentes coloniales escritas deforma un poco su percepción de los hechos ocurridos en la época precolonial. El libro pasa revista a los temas más trabajados sobre los pueblos del lugar y logra integrarlos, pues proporciona una magnífica visión general de lo ocurrido en la región desde el año 800 d. C. hasta el siglo XVI.
Uno de los aciertos de esta investigación es cambiar las herramientas de análisis epistemológicas respecto de los estudios más clásicos sobre la región. Allí donde desde la época en la que Paul Kirchhoff definió los límites de Mesoamérica se ha pretendido ver líneas divisorias de distinción cultural, la autora encuentra vías de intercomunicación que, lejos de diferenciar a pueblos vecinos, los aglomera en redes de interacción que los mantienen en intercambio cultural permanente. En el libro se abandona la idea de encontrar unidades culturales homogéneas y se propone que la región es un espacio de confluencia pluricultural, donde el común denominador no es la unidad de prácticas culturales, sino su diversidad.
Aunque la crítica de unidades epistemológicas es muy buena y permite comprender muchos aspectos que desde otras camisas teóricas son difíciles de abordar, la autora utiliza otros conceptos de manera ingenua. A lo largo del texto se mantiene una correspondencia unívoca entre lengua, afiliación étnica y cultura material. Aunque en partes del libro se matiza explicitando que algunas producciones materiales quizá fueron hechas por manos culturalmente diversas, o que una lengua la hablaron pueblos étnicamente diferenciados, si se aplica en el estudio afirmaciones como cerámica chibcha, motivos chorotegas u objetos chontales, lo cual hace evidente que se usó como equivalentes lengua, etnia y cultura material.
Especialmente en el capítulo “Aproximación a lo propio y lo ajeno en Nicoya”, y a lo largo del libro, la autora restringe las interacciones entre pueblos dentro del binomio dominio/resistencia. Al acotar las interacciones a estas dos posibilidades, Eugenia Ibarra se ve obligada a puntualizar las identidades culturales en bloques monolíticos, y lejos de los matices teóricos que expone en un principio, aborda el devenir histórico de la región en términos poco prácticos como “dominación chorotega” y “resistencia chibcha”.
La investigación parte de una sólida tradición de estudios sobre la región, adelantados principalmente en Costa Rica y Nicaragua. No obstante, el carácter básicamente descriptivo de algunas secciones, sobre todo en la organización política (sin ninguna crítica al concepto de cacicazgo), y el desconocimiento de las fuentes mesoamericanas hacen muy poco provechoso el trabajo comparativo. Las salteadas referencias que la autora hace al Códice Florentino están descontextualizadas, la bibliografía de investigaciones en Mesoamérica está desactualizada (con contadas excepciones) y resalta la ausencia de comentarios respecto del trabajo avanzado por otros investigadores de los supuestos “lugares fronterizos” en esta área cultural, sobre todo los realizados en Honduras acerca de la compleja relación de vecindad entre lencas y mayas.
Un trabajo comparativo más responsable haría que esta investigación fuera más provechosa, pues podría insertarse pertinentemente en las discusiones sobre interacciones entre pueblos diferentes en Mesoamérica y las fronteras de esta área cultural, tema en los cuales la información proveniente de Nicaragua y Costa Rica es de incalculable valor.
Me gustaría apuntar aspectos en los cuales el trabajo de Eugenia Ibarra Rojas es prometedor y se vislumbran vetas de investigación promisorias. Por ejemplo, expone unidades políticas complejas en las que la cohesión política no coincide con afiliaciones étnicas claras, algo parecido a lo que Alfonso Reyes y Paul Kirchhoff señalaban como señoríos compuestos en la región del centro de México, aspecto que valdría la pena explorar en futuras investigaciones. También son muy interesantes sus apuntes sobre algunos mecanismos que permiten la interacción, como las fiestas, los rituales y los juegos, un cariz poco explorado debido a que casi siempre la atención la toman las relaciones políticas y económicas. Los datos aportados por la autora respecto de la movilidad de los objetos, las cadenas de producción y de consumo que involucraron varios pueblos demuestran que éstos fueron algo más que mercancías en esta región. Un estudio detallado de ellos puede acercarnos más a la vida cotidiana de sus pobladores.
Definitivamente, las precauciones teóricas tomadas al comienzo del texto son muy sugerentes pero no se mantienen en el libro. Un ánimo comparativo y un conocimiento de otras investigaciones adelantadas en regiones similares podrían enriquecer las propuestas planteadas y lograría un impacto mayor en los estudios mesoamericanos. Por último, el texto aborda un panorama amplio de una región poco comprendida y es una muy buena base para futuros estudios que se adelanten sobre este lugar de intercambio cultural.