Servicios
Descargas
Buscar
Idiomas
P. Completa
Crítica visual del saber solitario
Karina Itzel Arce Arellano
Karina Itzel Arce Arellano
Crítica visual del saber solitario
El Ornitorrinco Tachado. Revista de Artes Visuales, núm. 15, 2022
Universidad Autónoma del Estado de México
resúmenes
secciones
referencias
imágenes
Carátula del artículo

Reseña

Crítica visual del saber solitario

Karina Itzel Arce Arellano
Universitat Politècnica de València, España
El Ornitorrinco Tachado. Revista de Artes Visuales, núm. 15, 2022
Universidad Autónoma del Estado de México
Fernández Polanco Aurora. Crítica visual del saber solitario. 2019. España. Consonni Ediciones. 288pp.

Hace unos años cuando realizaba mis estudios de maestría comencé a preguntarme desde dónde escribía, pensaba e imaginaba. Intuía que escribir una sola página donde no asumiera las identificaciones que me atravesaban —dar cuenta de mi interseccionalidad, como lo expresaría Kimberlé Crenshaw (1991)—, era una argucia contra mi misma y contra las que me leyeran. ¿Debemos —y podemos—, realmente, continuar generando conocimiento desde la postura del sujeto hegemónico occidental: hombre blanco, ilustrado, introspectivo y autosuficiente? Tal vez fue la primera pregunta que debí hacerme. ­Afortunadamente, el feminismo nos ha enseñado que los conocimientos situados no son futilidades, mucho menos una desvirtuación de esa fantasiosa y exigida objetividad. Reconocer la parcialidad es reconocer otros saberes, donde asumir la posición desde la que miramos —y dar cuenta de nuestra interdependencia e interseccionalidad— implica reconocer la dimensión política de nuestros cuerpos y de nuestros pensamientos, lo cual es una condición para que el conocimiento emerja; bien dice Donna Haraway que “la objetividad feminista significa, sencillamente conocimientos situados” (1995, p. 324). Hoy he dejado atrás, —lo suficientemente atrás, espero— el implantado afán academicista de continuar con epistemologías obsoletas, obviando —y rehuyendo— la encarnación de nuestros malestares y experiencias sin esclarecer la íntima relación política que ello conlleva. Confieso que me hubiera encantado encontrarme con este libro desde entonces, porque contiene la placentera insubordinación de una revuelta —como la que yo tenía en mis pensamientos, discusiones y escrituras—.

A través de narraciones otras de la estética, pasando por tres estadios: tesis, crisis y caosmosis, Aurora toma una voz colectiva y cuestiona la jerarquización de saberes que se ha instaurado desde la modernidad, y de manera espacial, específicamente dentro de la academia —una academia que en el sur de Europa es cada vez menos endogámica y ortodoxa, para nuestra fortuna— reivindicando con urgencia la necesidad de conocimientos otros y comunes, porque no existe saber único y no compartido, como tampoco hay investigaciones solitarias, sino que se construyen en comunalidad. Con ello evoco a Cristina Rivera Garza (2019), cuando nos dice que la escritura —así como la investigación— comienza como una práctica estética y política que logra tejer un “entre” el yo y el otro, donde se pone en juego la labor del trabajo compartido que se aleja de las corrientes del capitalismo puro y se reescribe “siempre” interdependiente; una práctica estética que nace de cuerpos sintientes, vulnerables y receptivos ante los demás. No en vano Bifo Berardi encuentra en el individuo una capacidad de agencia que reside en su sensibilidad y no en su razón. La estética y la política se entretejen y se apuesta por pensar la investigación y producción artística como un espacio relacional y de pensamiento común.

Así, Aurora nos invita a un viaje iconográfico en diálogo con diversas autoras y autores, donde se trastoca la noción de estética removiéndola de sus orígenes para ser reterritorializada como un conocimiento sensible resistente, más cercano a los movimientos obreros, estudiantiles y feministas que a la esfera burgués del pensamiento ilustrado del que nació; y por lo tanto la retoma como una estrategia potente capaz de tensionar las lógicas del capital neoliberal. Durante el camino, se subraya la íntima relación urdida entre el pensamiento hegemónico moderno del hombre blanco europeo y el ideal de autorrealización burgués como genealogía del capitalismo. Es a partir de la distinción de clases bastante naturalizada en el norte de Europa y de las condiciones económicas presentadas que se concibe el conocimiento como un activo del capital y a los cuerpos como maquinaria al servicio de éste —un pensamiento que hace eco de las aportaciones de Silvia Federici (2010)—.

“¿Qué salvaremos de ese pensamiento occidental y qué condenaremos?”. Es una pregunta transversal en el libro, en este sentido la autora propone asirnos a la noción disruptiva de la estética porque, aunque es un concepto gestado en el pensamiento ilustrado del siglo XVIII, que nace “como discurso del cuerpo” —y que como ella nos recuerda, no todos los cuerpos ni para todo lo que el cuerpo pudiera experimentar—, es gracias a éste que se alude al cuerpo insurrecto, lo cual plantea una contradicción que da pauta a una vertiente de otras prácticas y conocimientos que lo ponen en crisis.

La lectura nos hace transitar por páginas heterodoxas, evocando el montaje warburgiano, las cuales deshilvanan y reconectan la historia del conocimiento y de la estética; imágenes, narraciones, diálogos, a través de una escritura que emana de un cuerpo en constante movimiento, entre saberes académicos y cotidianos, entre metodologías de investigación y experiencias de vida compartidas. Con razón ella misma lo piensa como un ensayo planisferio, “Este libro es una carta estelar con la que poderme guiar en mi vida académica” y por qué no incidir un poco en la nuestra, pues más allá de la apuesta sensible que atraviesa cada página, no sólo se alude a la crítica de la epistemología, sino que existe el compromiso tácito de cuestionarnos cómo podemos contribuir a tal reorganización de los saberes desde la investigación y cómo ello incide en las metodologías para constituir otras formas de agenciamiento, de espacios comunes y de sensibilidades que desafían el orden neoliberal. Cuestionamientos que están tomando fuerza en diferentes entornos académicos —pero no solamente en éstos— donde la investigación y producción en artes se comprende como una sinergia entre diversos actores sociales: activistas, estudiantes, académicos y donde la labor investigativa se teje desde un cúmulo de enfoques así como de campos disciplinares, contextos sociales y espacios de lucha.

He leído como una migrante de las disciplinas y de los territorios, como alguien que proviene del Sur y se acerca a un contexto europeo de investigación y producción artística dentro del contexto académico y activista. Es cierto que el libro me ha hecho confirmaciones, pero también preguntas: ¿Cómo puede leerse este libro desde el Sur Global?, ¿cómo contribuir a operaciones críticas en los sures desde los conocimientos del norte?, ¿como éstos dialogan con la epistemodiversidad?, ¿cómo investigar desde la perspectiva de los cuidados y la interdependencia?, y más aún ¿cómo estas prácticas pueden afectar la academia? Una academia que aún promueve la ortodoxia de las disciplinas, los protocolos y la actitud corporativista. Una pregunta que no surge en el libro y que sin duda resulta imprescindible es cómo repercutir más allá de la estructura universitaria, porque el conocimiento es algo que entra y sale de esos espacios, y que por supuesto se enlaza con lo que sucede en lo común no sólo dentro de la universidad como institución y como territorio concreto. Por lo tanto hablar de conocimientos e investigaciones comunes implica aproximarnos sensiblemente a los otros fuera de la academia, y por supuesto, también lleva implícita la invitación a pensar en la posibilidades de alterar la universidad como institución, convirtiéndola en una más comunal, más interdependiente y más feminista. Crítica visual del saber solitario, más allá de proponer la reivindicación de otras epistemologías, expresa la urgencia por remover la institucionalidad universitaria y académica, con alientos constantes que emanan del pensamiento decolonial, las epistemologías del Sur y los conocimientos situados —los cuales nos incitan a pensarla desde otras posibilidades y formas que atiendan a otro reparto de lo sensible, y por lo tanto, que cambien nuestra aproximación al mundo y nuestras metodologías en la labor investigativa—.

Material suplementario
Referencias
Crenshaw, K. (1991). Mapping the Margins: Intersectionality, Identity Politics, and Violence against Women of Color. Stanford Law Review, 43 (6), 1.241-1.299. Traducido por Raquel Platero y Javier Sáez. http://www.uncuyo.edu.ar/transparencia/upload/crenshaw-kimberle-cartografiando-los-margenes-1.pdf
Federici, S. (2010). Calibán y la bruja. Traficante de sueños.
Haraway, D. (1995). Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Ediciones Cátedra.
Rivera, C. (2019). Los muertos indóciles. Necroescrituras y desapropiación. Penguin Random House.
Notas
Buscar:
Contexto
Descargar
Todas
Imágenes
Visor de artículos científicos generados a partir de XML-JATS4R por Redalyc