CONVERSATORIO SOBRE LA MUJER EN EL CAPITAL DE MARX
A lo largo de los años muchas mujeres han sido capaces de llevar a diferentes niveles de análisis la condición de la mujer, vinculando el tema del género, la explotación y la óptica de clase. Inessa Armand, la primera dirigente del Departamento de la Mujer en la Revolución Rusa de 1917, hizo la siguiente observación: “Si la liberación de la mujer es impensable sin el comunismo, el comunismo es también impensable sin la liberación de la mujer”. No mucho tiempo después, Simone de Beauvoir, una de las más influyentes filósofas francesas, declaró que la “igualdad entre hombres y mujeres es imposible en el sistema capitalista” y que las mujeres debemos tomar consciencia de la dominación y confiar en su propia capacidad de cambiar la situación, mirando más allá de los roles sujetos por nuestra condición de género. Sin embargo, para lograr un estudio holístico sobre el asunto, hay que abordar las raíces del origen del pensamiento de clase, sintetizado por Carlos Marx.
El análisis de Marx está condicionado a un espacio/tiempo determinado, donde los derechos de las mujeres apenas daban sus primeros pasos de manera orgánica y el patriarcado se manifestaba con mayor crudeza en todas las esferas sociales. No podemos pedir a un hombre, blanco, de esa época, que elevara plenamente la bandera de la lucha feminista. Sin embargo, su análisis de la mercancía, del valor y del poder en sí, nos da las herramientas necesarias para formular un pensamiento sobre la condición de la mujer en nuestra sociedad contemporánea. Nuestra capacidad de adecuar estas herramientas y contextualizarlas en el presente es la clave para entender, no solo los orígenes del problema, sino también posibles soluciones. Para abordar el tema es crucial verlo en cuatro diferentes aristas. Un breve resumen de la explotación capitalista y su expresión dentro del núcleo familiar tradicional, esta estructura frente a la dualidad de explotación de la mujer, la teoría de reproducción social y, finalmente, la vigencia del pensamiento marxista para analizar la condición de género de la mujer en Panamá.
En el volumen 1 de El capital, Marx identifica la “fuerza de trabajo” como una mercancía especial que el capitalista requiere para poner en marcha el sistema y mantenerlo en vigor. Nuestra fuerza de trabajo, nos dice Marx, tiene una característica peculiar, siendo una fuente creadora de valor, ya que con esta fuerza de trabajo creamos la valiosa mercancía para el sustento del capitalismo. La apropiación de la plusvalía de nuestro trabajo por el capitalista es su principal fuente de dominio sobre el trabajador. En palabras sencillas, sin la fuerza laboral de los obreros y obreras el sistema colapsaría.
Algo adicional a recalcar es la naturaleza del valor – dentro de sus orígenes contiene un carácter meramente social. Una mercancía, a la hora del intercambio, se mide por su valor, es decir, por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción; más allá del valor de uso de la mercancía, se materializa en la utilidad de la misma.
En esta vía, la intelectual marxista, Lise Vogel, ahondando en la obra de Marx, señala que la clave del sistema, nuestra fuerza de trabajo, es de hecho producida y reproducida fuera de la producción capitalista: se engendra en la estructura tradicional de la familia. Entre las clases dominantes, la opresión de la mujer fluye a partir de su rol en el mantenimiento y la herencia de la propiedad, mientras que, en la clase asalariada, la opresión femenina deriva de la participación de la mujer en los procesos de reproducción directa de obreros, e incluso en su participación en la producción como tal.
Para entender esa dualidad de explotación inmersa en la familia – tradicional – debemos citar a la mayor exponente en el asunto, cuyos escritos dicen haber inspirado al propio Karl Marx: nos referimos a Flora Tristán. El aporte de Tristán a la idea de unidad universal de los trabajadores fue clave en su época (de hecho, la frase “Proletarios del mundo, uníos” fue creada por ella en su obra La unión obrera de 1843), pero aún más fue su impronta en el análisis de la condición de la mujer
– “Hasta el hombre más oprimido encuentra otro ser para oprimir, su mujer: la proletaria de los proletarios” sintetizó Tristán magistralmente.
Tristán incita a la rebeldía de la mujer contra el sistema de supremacía patriarcal institucionalizada dentro del matrimonio. Además, siendo el foco de violencia por parte de su marido, sumado al análisis de clase, logró entender y explorar la correlación que existe dentro de esta organización social donde las mujeres eran siervas y los hombres eran amos.
En el Manifiesto Comunista, escrito por Karl Marx en conjunto con Friedrich Engels, advierte la necesidad de acabar “con la situación de la mujer como mero instrumento de producción”, aludiendo a la indignación burguesa que difamaba el movimiento en esa época diciendo que los comunistas pretendían “colectivizar a las mujeres”, cuando en realidad el sistema que nos oprime por nuestra condición de género ha sido continuamente implantada por la sagrada institucionalidad de la familia burguesa capitalista.
¿Por qué las mujeres son relegadas al papel de objetos sexuales, sujetas a la aprobación o desaprobación de los hombres? ¿por qué las mujeres, incluso hoy, seguimos luchando por el derecho a controlar y decidir sobre nuestro propio cuerpo y nuestra vida sexual? Todo esto inicia en el seno de esa versión de “familia”, pero sus repercusiones se extienden mucho más allá de la vida dentro de la familia.
La sociedad capitalista asigna roles de género para garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo. Una de las fuentes más notorias de opresión hacia la mujer radica en el papel de la familia como reproductora de la fuerza de trabajo para el capitalismo y en el papel desigual de la mujer en ese proceso.
Uno de los principales argumentos de Lise Vogel y demás marxistas contemporáneos para comprender la desigualdad entre hombres y mujeres es la llamada teoría de reproducción social. Esta teoría muestra cómo la “producción de bienes y servicios y la producción de vida forman parte de un proceso integrado”.
La fuerza de trabajo, bajo esta teoría, se reproduce mediante tres procesos diferentes, que someten a la mujer a un doble estándar de opresión del sistema, por el simple hecho de ser convertida en un símbolo de fertilidad y reproducción a lo largo de la historia. Primero, bajo el concepto de que, aunque cumplas con las horas de trabajo requeridas dentro del proceso de producción, debes regresar para atender su hogar y los miembros del mismo, además de reproducir la nueva mano de obra, dando a luz y criando a las obreras y obreros del mañana.
A medida que hilamos los temas discutidos, aterrizamos en lo siguiente: ¿De qué nos sirve para transformar la realidad actual?
Por años, las organizaciones revolucionarias han sido un refugio para mujeres que se incorporan con el fin de hacer valer sus derechos y luchar por la igualdad. Esto se debe a que el marxismo como ciencia nos brinda las herramientas para entender el sistema capitalista, identificar el origen de nuestra explotación y liberar a la sociedad de su opresión, convirtiéndose en la mejor arma para luchar por la emancipación de la mujer y alcanzar justicia de género. Tal como dice el Manifiesto: “La revolución comunista viene a romper de la manera más radical con el régimen tradicional de la propiedad; nada tiene, pues, de extraño que se vea obligada a romper, en su desarrollo, de la manera también más radical, con las ideas tradicionales.”
Muchos insisten en difamar a Marx y su pensamiento bajo el pretexto de que es un instrumento de análisis arcaico que no se adecua al análisis del presente. Es fácil llegar a esta conclusión cuando no ves lo que ocurre en tu entorno.
Llevemos la teoría a la realidad concreta: Un informe de la Contraloría General de la República de Panamá de 2016, reveló que 23 mil 947 mujeres no buscan activamente un trabajo debido a que no tienen con quien dejar a sus hijos o familiares a su cargo, cumpliendo su rol asignado dentro del sistema capitalista. Este hecho por sí solo demuestra que nuestra sociedad aún no ha avanzado en lo que Marx, junto a otros grandes pensadores de su época, auguraron sobre el rol de la mujer. Habiendo tenido 150 años para superarnos y evolucionar, ¿qué explica que el trabajo doméstico persista como método de dominación? Este y muchos otros datos nos indican que a medida en que el capitalismo predomine, la equidad continuará siendo un horizonte por el que luchar.