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EL CENTENARIO DE LA REFORMA EDUCATIVA DE CÓRDOBA Y LOS RETOS DEL SIGLO XXI*
Natasha Pacheco
Natasha Pacheco
EL CENTENARIO DE LA REFORMA EDUCATIVA DE CÓRDOBA Y LOS RETOS DEL SIGLO XXI*
Tareas, núm. 160, pp. 93-97, 2018
Centro de Estudios Latinoamericanos "Justo Arosemena"
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Resumen: El artículo plantea cómo después de 100 años del Movimiento de la Reforma Universitaria de Córdoba, hay que enfrentar los retos de nuestra educación y la universidad que necesitamos en el siglo XXI. Nos encontramos inmersos en un sistema donde la educación como la conocemos no es prioridad y, mucho menos, necesaria. En donde el educador como el educando pasan a ser solo valores numéricos, quitándole a la educación su característica humana. El sistema recrea y refuerza un muro de apatía entre los actores que se encuentran inmiscuidos en esta realidad.

Palabras clave:Educación superiorEducación superior, Reforma Universitaria de Córdoba Reforma Universitaria de Córdoba, Panamá Panamá, América Latina América Latina.

Carátula del artículo

CENTENARIO DE LA REFORMA DE CÓRDOBA

EL CENTENARIO DE LA REFORMA EDUCATIVA DE CÓRDOBA Y LOS RETOS DEL SIGLO XXI*

Natasha Pacheco
Universidad de Panamá, Panamá
Tareas, núm. 160, pp. 93-97, 2018
Centro de Estudios Latinoamericanos "Justo Arosemena"

Cincuenta años después de la reforma de Córdoba, un movimiento que inicio con la rebelión de estudiantes universitarios en 1918 y tuvo como resultado todo un proceso de democratización y autonomía de la universidad, ocurría "el mayo de 68" francés" un levantamiento estudiantil y juvenil de universidades, seguido los liceos, que reivindicó la imaginación al poder. No sólo en Francia comenzaron a ocurrir estos procesos, también en Latinoamérica con la huelga universitaria mexicana que termino en la masacre de Tlatelolco; en el movimiento estudiantil brasileño que dio lugar a la “passeata dos cem mil” en Rió de Janeiro y en la rebelión popular, obrero/estudiantil que derivo en el Cordobazo en Argentina en el año siguiente. Esta influencia en Panamá se vio delimitada por el golpe de estado del 11 de octubre, que llevo al cierre de la universidad por un año.

Los estudiantes empezaron a exigir que su voz fuera escuchada, no solo dentro del aula en el proceso de enseñanza/ aprendizaje, sino en la administración de la propia universidad.

Cincuenta años después de mayo del 68 y a cien años de la reforma de Córdoba, hoy nos tenemos que preguntar cuáles son los retos de nuestra educación y la universidad que necesitamos en el siglo XXI.

Hoy día nos encontramos frente a un sistema, donde la educación como la conocemos no es prioridad y mucho menos necesaria. Donde, tanto el educador como el educando pasan a ser solo valores numéricos, quitándole a la educación esa característica humana. Creando y reforzando un muro de apatía entre los actores que se encuentran inmiscuidos en esta realidad.

Considero importante entender que para que esto se dé, no es solamente con procesos administrativos burocráticos o lineamientos gubernamentales, como lo que vemos hoy día con los recortes de presupuesto tanto a la Universidad de Panamá como al Ministerio de Educación, o ese constante ataque antihumanistico claramente reflejado con la demanda de inconstitucionalidad contra seis leyes que hacen obligatorio que se dicten cursos en todos los niveles del sistema educativo de: Español, Inglés, Historia de Panamá, Geografía de Panamá, Historia de las Relaciones de Panamá con Estados Unidos y Educación Ambiental. Una provocación y constante amenazada contra la autonomía de la universidad.

Nos encontramos frente a una educación que no enseña para la vida, enseña para el trabajo y me enseña en que voy a trabajar.

Cada vez que en un colegio secundario ubica a los estudiantes en un bachiller con el criterio de “si alcanzo el 3.5 o no”; comienza a construir en el imaginario del estudiante que él puede o no puede estudiar lo que en un principio quería y la visión de que algunas carreras necesitan más capacidad que otras. Yo me pongo a pensar mucho sobre esta parte y a cuestionarme si los directores, los administrativos, los profesores más reaccionarios y conservadores y bueno, si nosotros mismos nos damos cuenta el daño a la autoestima y a la identidad que ha construido ese joven. El daño que se le hace al momento de frenar sus aspiraciones y encasillarlo a lo que será funcional laboralmente. ¿Cuántos jóvenes no habrían querido ser escritores y están en ingeniería, arquitectura o medicina?

Estamos frente a todo un número de generaciones que consideran que aprenden más por internet que en un salón de clases (universitario o secundario).

La educación en su forma más convencional, se volvió un deber para intentar ser alguien en la vida. Se perdió el amor al conocimiento, la curiosidad, el debate y al pensamiento crítico.

Es, uno de los muchos retos para nosotros en educación, democratizar la escuela de hoy para que sobreviva a la embestida neoliberal; y cuando hablo de democratización es entendiendo la escuela no solo como sistema reproductor de ideas, si no como frente de lucha; como lo fue con Diógenes de la Rosa en la decada de 1920 con la primera Federación de Estudiantes, refundada en 1944, reorganizada con Floyd Britton en 1957 junto con los profesores que lucharon de mano a los estudiantes y hoy día no existente.

Y esta inexistencia de un movimiento estudiantil de secundaria le ha pasado factura al movimiento estudiantil universitario. Nos encontramos con una base de estudiantes pasivos, desmovilizados y sin una cultura de asambleas y debates.

Dentro de los planteles educativos se ha interiorizado y se ha naturalizado el adultocentrismo a un punto que se considera normal o “de la edad” el que los estudiantes no quieran ir a clases y debemos entender que para gran parte de nosotros, la juventud, la escuela no es funcional, la secundaria es el escape, la excusa para no estar en la casa y el lugar donde podemos socializar y convivir con las amistades.

El sistema actualmente necesita gente que sepa hacer de todo, que sepa responder. La escuela sigue con ese modelo de fábrica, ese modelo repetitivo y cuando el estudiante sale al campo laboral se frustra y no sabe qué hacer.

Hoy día se plantea a nivel internacional una educación autodidacta; el estudiante con la computadora y desde este tipo de escuela y universidad, fácilmente se eliminan los problemas de infraestructura, la lucha de los docentes y la lucha de los estudiantes.

Democratizar la escuela significa volver a tener movimiento estudiantil; significa tachar de ilegales los reglamentos internos de los colegios, que ninguno cumple con la Ley Orgánica de Educación que dicta que todos los reglamentos de los colegios secundarios deben ser consultados con las asociaciones de estudiantes (desaparecidas hace más de 30 años).

Cuando el estudiante llega a la universidad ya aprendió la apatía, la indiferencia y la sumisión. Es un deber recuperar la educación ciudadana de antes, entendiendo que la agenda de un nuevo movimiento estudiantil, no va a ser la misma de hace 50 años. Entendiendo que es sumamente necesario recuperar la memoria histórica de muchos años y aún más importante, hay que saber cómo hacerla llegar, como ser acompañantes y como guiar procesos.

Tenemos que lograr que los estudiantes se vuelvan a enamorar de la educación, de la escuela, de su identidad, de lo que ellos son como persona.

Nos encontramos frente a una realidad que cada tres días, un joven se suicida. Y frente a una juventud depresiva y con una gran cantidad de problemas emocionales, la escuela se cierra. Un claro ejemplo son las inspecciones día tras día en la puerta de entrada (véase lo simbólico) para determinar que estudiante es apto o no para ingresar a la institución desde un criterio completamente estético. Un largo de medias, un ancho de pantalón y, aún peor, el largo del cabello en los varones, que frágil es la masculinidad, además de ser un atentado a la identidad de la persona con la excusa de “crear disciplina”.

Se les niega a miles de jóvenes a nivel nacional su derecho a la educación y se les culpa de ello.

Los pocos levantamientos por parte de los estudiantes que se han generado, se han reprimido y se les califican de rebeldes, se les inculca el miedo y no cualquier miedo, el miedo a fracasar en la vida. De no cumplir con las expectativas de la sociedad y eso, así como suena, es el discurso interiorizado en los colegios.

De esa forma tenemos a nuevas generaciones pensando cada día “¿cómo conseguir dinero?”. Aceptando trabajos precarizados y sin disfrutar de una de las etapas más importantes de sus vidas.

Necesitamos adoptar un discurso liberador, necesitamos profesores que hablen y sientan empatía con los estudiantes, necesitamos personas que quieran generar espacios de interacción, de cuestionamiento y debate sobre nuestra sociedad actual; necesitamos una generación de adultos que quieran transformar lo que se dice es “normal”.

La juventud ha interiorizado todo el discurso desde el concepto de inmadurez y. mientras tenemos estudiantes que repiten todo el discurso de las competencias y de la privatización de la educación; existen estudiantes en resistencia, desde la emocionalidad, desde las acciones más simples. Es sumamente necesario aprender a identificar estas acciones para empezar procesos.

En el Manifiesto Liminar del 21 de junio de 1918, decían: “La juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho de exteriorizar ese pensamiento propio de los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa”.

Termino este escrito pensando en el centenario de la reforma de Córdoba y cómo la pasividad, que hoy vivimos, destruye la universidad crítica que necesitamos.

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* Estudiante de Sociología de la Universidad de Panamá
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