Servicios
Servicios
Buscar
Idiomas
P. Completa
BONAPARTISMO, CLIVAJE Y NUESTRO TIEMPO
Abdiel Rodríguez Reyes
Abdiel Rodríguez Reyes
BONAPARTISMO, CLIVAJE Y NUESTRO TIEMPO
Tareas, núm. 162, pp. 77-84, 2019
Centro de Estudios Latinoamericanos "Justo Arosemena"
resúmenes
secciones
referencias
imágenes

Resumen: Queremos pensar el golpe de Estado de 1968, 50 años después. Partimos de la necesidad de releer a Ricaurte Soler, en particular sobre su concepto de bonapartismo, en diálogo con Harry Brown Araúz, quien recientemente publicó un libro sobre el clivaje en Panamá. Ambos autores son fundamentales para comprender nuestro tiempo.

Palabras clave:BonapartismoBonapartismo, torrijismo torrijismo, clivaje clivaje, democracia democracia, política política.

Carátula del artículo

EL GOLPE DE ESTADO DE 1968

BONAPARTISMO, CLIVAJE Y NUESTRO TIEMPO

Abdiel Rodríguez Reyes
Universidad de Panamá, Panamá
Tareas, núm. 162, pp. 77-84, 2019
Centro de Estudios Latinoamericanos "Justo Arosemena"
Bonapartismo y clivaje

Queremos pensar el golpe de Estado, del 11 de octubre de 1968 por parte de la Guardia Nacional, a la luz del concepto “bonapartismo” en clave soleriana para comprender nuestro tiempo. Fue Ricaurte Soler, en Panamá, Nación y Oligarquía 19251975, quien definió el proceso iniciado en 1968 como “bonapartismo y nacionalismo revolucionario”, explicando el cambio en la correlación de fuerzas políticas.

La necesidad de esta indagación es evidente. En un post reciente en redes sociales, la historiadora Marixa Lasso señaló que el golpe de Estado 1968 fue un evento que dividió y divide a Panamá, sobre el cual hay mucho silencio y que es importante estudiarlo a partir de hechos concretos. Un acontecimiento de tal importancia demanda valoración objetiva, que vaya más allá de los juicios de valor. El sociólogo Roberto Ayala señaló en el XVI Congreso Nacional de Sociología (octubre, 2018) la necesidad de superar la leyenda dorada y la negra del torrijismo. Las nuevas generaciones no tienen que heredar este dualismo, sino valorar y criticar objetivamente, sin los prejuicios ideológicos de la Guerra Fría. Recientemente, el presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, al referirse al Tratado Torrijos-Carter en la 73° Asamblea General de las Naciones Unidas, sólo mencionó al otrora presidente de Estados Unidos Jimmy Carter, lo cual despertó una avalancha de críticas en los medios de comunicación y redes sociales.

Sin duda, la irrupción de un estamento militar como actor de mediación en la gestión del Gobierno fue un acontecimiento que marcó un antes y después. Al respecto, el poeta y ensayista Pedro Rivera propone identificar momentos clave. En 1971 Torrijos se constituyó como líder del naciente proceso, luego de la “expulsión del poder” de Boris Martínez y de “afrontar un intento de golpe perpetrado dentro de la propia Guardia Nacional” (Pizzurno Gelós y Araúz, 1996:538). A partir de 1981, tras la muerte de Torrijos, se pasó a otro momento, cuyo liderazgo correspondió a Manuel A. Noriega.

El momento iniciado en 1971 bajo el liderazgo de Torrijos es central para comprender el impacto del acontecimiento de 1968, que representó un cambio en la correlación de fuerzas políticas. En 1971, señaló Pedro Rivera (2014), se inició un “proceso revolucionario”, obviamente con las reservas prudentes que implica esta afirmación. Rivera destacó los aspectos positivos del “proceso revolucionario”, como el Código de Trabajo, la Reforma Agraria y, sobre todo, la recuperación de la vía interoceánica y la liquidación de la llamada “quinta frontera”. La relación entre la primera y la segunda fase de ese proceso no deja de recordar lo dicho por Karl Marx cuando, invocando a Hegel, señaló que “todos los grandes hechos y personajes de la historia universal acontecen, por así decirlo, dos veces. Olvidó añadir que, una vez como tragedia, y la otra como farsa” (Marx, 2015[1851-1852]: 37-38).

Al afirmar la existencia de un régimen militar entre 1968 y 1989, también se asume la existencia de un régimen anterior distinto. El régimen militar concluiría con lo que Guillermo Castro llamó “invasión y golpe de Estado ejecutados por Estados Unidos” (Castro, 1994:87), lo cual dejó un número aún indeterminado de víctimas.

En lo que respecta al concepto de bonapartismo, el texto de Soler ya mencionado considera un arco de tiempo de cincuenta años.1 El autor nos propone trascender el coyunturalismo mediante un abordaje sistemático de la praxis política. El bonapartismo, dice, se expresa de forma negativa en “un equilibrismo demagógico” y positivamente en un “proceso revolucionario anti-feudal y nacional”. La vida republicana panameña con todos sus vaivenes combinó ambas expresiones bonapartistas. Un imperativo de un régimen bonapartista es “conciliar las clases explotadas y explotadores”; Torrijos logró transitar por esa difusa línea. Como bien se expresó en la realidad material, Panamá era débil geopolíticamente, pero al calor de los fusiles se consolidó en un “fuerte frente a las clases internas”, lo que permitió mediar en la gestión del Gobierno. Con estas características ya podemos hacernos una idea del modus operandi del bonapartismo.

Por lo que a Panamá respecta un régimen bonapartista, el primero de nuestra historia, es exactamente el que surgió en octubre de 1968 cuando la Guardia Nacional, único instituto armado del país, asumió las responsabilidades del poder público. Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de enero de 1964 (Soler, 1989:47).

Para Soler el bonapartismo tenía autonomía con respecto al reformismo liberal oligarca. La autonomía política frente al poder oligárquico, decía, “crea peligrosas coyunturas. Incluso la simple modernización del Estado al afirmar su presencia en el sector servicios creó resistencia”. La tensión entre un sector potencialmente nacional – productivo y otro netamente rentista se manifestó en el apoyo al proceso iniciado a partir de la década de 1970 y en la resistencia a este.

El sector nacional – productivo apoyado desde arriba por el Gobierno, tendría incidencia potencialmente en el poder popular desde abajo. A pesar del apoyo de amplios sectores de la sociedad, estudiantiles y del Partido del Pueblo (Partido Comunista), hubo una resistencia exponiendo las contradicciones de la sociedad panameña. Las cuales no pueden ser obviadas, más cuando hay mártires de por medio, pese al carácter conciliador del bonapartismo.

El ensayo Panamá: Nación y Oligarquía, escrito entre octubre de 1975 y enero de 1976, constituye hoy un clásico que debe ser releído para entender el pasado e impulsarse al futuro sobre hombros de gigantes. Tenemos la plena convicción de que una de las principales fuentes de prospectiva es la historia. Solo conociendo el pasado podremos tener los pies firmes en el presente.

Medio siglo después, en su libro El vencedor no aparece en la papeleta, el politólogo Harry Brown Araúz utilizó el concepto ‘clivaje’ para explicar los procesos políticos en Panamá, desde inicios del siglo XX hasta la actualidad y, en prospectiva, las elecciones del 2019. El concepto de clivaje, propuesto por Seymour Martin Lipset y Stein Rokkan en 1967, busca demostrar que “los sistema de partidos son producto de los procesos y conflictos históricos de cada sociedad” (Brown Araúz, 2018:19).

Se trata de un análisis desde la sociología política, en la que Brown incorpora el denominado ‘consenso transitista’, señalando que la conformación nacional se basó en un aparato productivo enfocado en el sector terciario, en particular “las comunicaciones ultramarinas”. Así, desde la colonia, Panamá tiene un “carácter transitista”2 que, para comienzos del XX, queda supeditado a EEUU, con apoyo de la élite criolla. Brown Araúz señaló que los rejuegos políticos buscan mantener el “consenso transitista”, combinando la forma de organización del país con el interés material de las elites. Para Brown Araúz:

El filósofo e historiador Ricaurte Soler calificó al régimen autoritario panameño como ‘bonapartista’, entendiéndolo como “el poder estatal relativamente autónomo frente a las clases y sus luchas, que en determinadas coyunturas económicas orienta el proceso económico arbitrando los conflictos sociales”. La caracterización de Soler implica que los militares representarían autónomamente a las partes, sustituyendo al voto como herramienta para el procesamiento de esos conflictos. El consenso autoritario neutralizó el clivaje al crear una plataforma adecuada que favorecía a la vez las actividades industriales y las financieras, al tiempo que eliminó la competencia electoral (Brown Araúz, 2018:49).

Tras el régimen militar emergió un nuevo escenario político, en el que las fuerzas políticas tradicionales tomaron el poder ejecutivo. Aun así, este nuevo momento cosecharía los éxitos del bonapartismo, al culminar en 1999 la vigencia del Tratado Torrijos -Carter y revertir el “Canal de Panamá y sus áreas subyacentes” al Estado panameño. El sector rentista garantizó el continuismo del transitismo. Las tareas pendientes sería hacer de uso colectivo los recursos que emanan de la administración panameña del Canal y transparentar las transferencias de este al Estado panameño.

Nuestro tiempo

¿Políticamente, en qué estado nos encontramos hoy? En una reciente entrevista Brown Araúz cuestionó la aparente desideologización de los partidos y despolitización de la sociedad en Panamá. Al respecto, señaló que tal desideologización no existe, pues los partidos políticos y las elites panameñas son en realidad muy ideológicas. Esto, dijo, se pudo constatar con los argumentos de la elite económica contra la reciente huelga del Sindicato Único Nacional de Trabajadores de la Industria de la Construcción y Similares (SUNTRACS). Para Brown Araúz, la aparente desideologización se debe a la carencia de un adversario político antagónico ideológicamente. En términos generales la izquierda está demonizada en Panamá, ni siquiera el Frente Amplio por la Democracia (FAD) puede decir explícitamente que es un partido de izquierda; sin embargo, por los vínculos de este partido con otras organizaciones como el SUNTRACS y el Frente Nacional por la Defensa de los Derechos Económicos y Sociales (FRENADESO) podemos inferir que sí lo es.3 Esta izquierda, como la de otros sectores y actores, no tiene una presencia contundente en los medios como sí la tiene la derecha. Por eso, señala Brown Araúz, no hay polarización, porque no hay una izquierda vigorosa. Así, el discurso dominante de la derecha se reproduce sin contrapeso.

¿Cuáles son las bases ideológicas tradicionales del arnulfismo y el torrijismo? Los candidatos de estos partidos, hacen referencia a sus respectivas figuras emblemáticas, sin que sus discursos se reflejen en la práctica. En campaña electoral es natural expresar las diferencias para establecer el clivaje. En la práctica legislativa, las variopintas alianzas del quinquenio 2014- 2019 demostraron que estos sectores supuestamente opuestos pudieron establecer una hoja de ruta común mediante un “acuerdo de gobernabilidad”. Si no fuera por los conflictos históricos, pareciera que los partidos políticos tradicionales no tienen distinciones ideológicas hoy, por eso cambian en la gestión del Gobierno, pero todo sigue igual. Los bandos se establecen en función de intereses particulares, sin contenido ni proyecto de país. Un proyecto de país se construye a partir de la pluralidad y participación de todos los sectores de la sociedad.4 Pero, si los sectores alternativos no se ganan su espacio, nadie se los va a regalar.

Ante un sistema de partidos derechizado, uno de los pocos caminos, sino el único que tiene la izquierda, es unirse. ¿Por qué la izquierda? La unidimensionalidad del sistema de partidos panameño necesita abrirse. La compleja formula que se dice escuetamente es la unidad en la diversidad o, como diría Marx, la unidad de múltiples determinaciones. Para lograrlo es necesario un desprendimiento de muchos intereses a lo interior de las contradicciones en el seno de la propia izquierda y, por ende, cierta maduración. Muchos viven de un discurso derrotista sin horizonte factible de transformación social. Habría que remembrar la diferencia establecida por Weber en cuanto a vivir ‘de’ la política y vivir ‘para’ la política. Hay que dar el paso de la crítica a lo propositivo creativamente. También aquí el infantilismo izquierdista del que nos advirtió Lenin cobra vigencia. La experiencia demostró a la izquierda lo difícil de marchar a contracorriente en un sistema electoral clientelista, donde electoralmente no han demostrado la fortaleza desplegada como en el campo de la movilización y la protesta.

La condición de desgaste de las alianzas, el deterioro de los vínculos entre el pueblo y el sistema de partidos, obligan un nuevo y amplio consenso. Ese nuevo consenso tiene que ser inclusivo, Brown Araúz lo dice con mayor claridad: “la escasa presencia de las mujeres en el órgano y el sesgo ideológico de derecha” (Brown Araúz, 2018:153) son las viejas limitaciones que buscan nuevas salidas. La apertura ideológica es fundamental. Es necesario por lo menos un partido o un bloque ciudadano que al menos tengan otro proyecto, otro discurso. Un clivaje que muestre la diversidad de la composición social real de las fuerzas sociales y políticas del país. De la tensión entre las partes saldrán las propuestas que heterogéneamente buscan la unidad a partir de las necesidades materiales y objetivas de la sociedad. La enajenación y el secuestro de la democracia por el clientelismo, es lo que hace posible el gatopardismo: cambiar para quedar en lo mismo.

Material suplementario
Referencias
- Brown Araúz, h., 2018, El vencedor no aparece en la papeleta. Panamá: Editorial Descarreada.
- Castillero Calvo, A., 1974, Transitismo y dependencia: el caso del Istmo de Panamá”, Anuario de Estudios Centroamericanos, vol. 1, pp. 165-186
- Castro, G., 1994, “Panamá: para escribir la historia”, Tareas, pp. 87-109
- Marx, K., 2015 [1851-1852], El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. 2 ed. Madrid: Alianza
- Pizzurno Gelós, P. y Araúz, C. A., 1996, Estudios sobre el Panamá republicano (19031989). Panamá: Manfer, S.A
- Rivera, P., 2014, “El 11 de octubre: 46 años después”, La Estrella de Panamá.
- Rodríguez Reyes, A., 2018, Los espíritus contrapuestos. Oviedo: Pentalfa.
- Soler, R., 1988, El pensamiento político en los siglos XIX y XX. Panamá: Universidad de Panamá/Biblioteca de la Cultura Panameña
Soler, R., 1989, Panamá, nación y oligarquía 19251975, 4 ed. Panamá: Ediciones de la Revista Tareas.
- SUNTRACS, 1999, El proyecto clasista del movimiento sindical panameño. Panamá: s.n.
- Weber, M., 1994 [1919], El político y el científico, 14 ed. Madrid: Alianza.
SUNTRACS y FRENADESO, 2014, Democracia putrefacta, Panamá: s.n
Notas
Notas
1. Otro texto por valorar sería el enjundioso compendio El pensamiento político en los siglos XIX y XX, con su respectivo estudio introductorio y notas a cada sección, en el que Soler intentó dar a conocer “las principales orientaciones e ideologías políticas”.
2. Sobre el concepto ‘transitismo’ es muy sugerente la conferencia Transitismo y dependencia: el caso del Istmo de Panamá de Castillero Calvo (1974).
3. Al respecto: El proyecto clasista del movimiento sindical panameño y, más reciente, Democracia putrefacta (ver bibliografía).
4 En mi libro Los espíritus contrapuestos (Rodríguez Reyes, 2018) advierto sobre la necesidad de los de abajo y los de arriba como catalizador de participación de las partes en función de múltiples intereses comunes.
Buscar:
Contexto
Descargar
Todas
Imágenes
Visor de artículos científicos generados a partir de XML-JATS4R por Redalyc