Resumen: El objetivo de este artículo es desarrollar una propuesta práctica para el entrenamiento del juego interior en baloncesto. Para ello, se revisaron estudios previos en los que, a través del análisis de la competición, se detectaron y describieron factores que influyen en el rendimiento del juego interior en baloncesto. El conjunto de estos estudios permitió elaborar una propuesta práctica estructurada en tres niveles en función del objetivo (aumentar las opciones de juego interior, mejorar las condiciones de lanzamiento y dificultar al máximo la acción defensiva), y los principios del juego (generar espacio libre y aprovechar la ventaja, realizar acciones previas con y sin el balón, desarrollar acciones de apoyo en el lado alejado de balón, simultanear acciones colectivas, etc.). El desarrollo de esta propuesta responde a la necesidad de aportar aplicaciones prácticas basadas en el conocimiento científico para resolver cuestiones acerca del comportamiento táctico de los jugadores en baloncesto. Se ofrecen herramientas y recursos para contribuir a la mejora del proceso de entrenamiento y competición en baloncesto.
Palabras clave: metodología, diseño de tareas, toma de decisión.
Entrenamiento deportivo
Propuesta para el entrenamiento del juego interior en baloncesto
Recepción: 08 Abril 2017
Aprobación: 06 Octubre 2017
En el baloncesto moderno, la eficacia ofensiva depende en gran medida del equilibrio entre el juego exterior y el juego interior (Guppillotte, 2008). Por un lado, el dominio del ataque en posiciones interiores cercanas al aro ofrece un alto porcentaje de acierto y aumenta las opciones de obtener rebote ofensivo (Courel-Ibáñez, Suárez, Ortega, Piñar, & Cárdenas, 2013; Suárez-Cadenas & Courel-Ibáñez, 2017). Por otro lado, la ocupación de espacios exteriores facilita la circulación del balón hacia zonas alejadas del aro y favorece la aparición de lanzamientos ante una baja oposición defensiva (Lamas, Junior, Santana, Rostaiser, Negretti, & Ugrinowitsch, 2011; Remmert, 2003).
Para una adecuada ocupación y desocupación de los espacios, los jugadores deben interactuar a través de acciones específicas tanto individuales como colectivas, con y sin el balón (Cárdenas, Piñar, Sánchez, & Pintor, 1999). Por ejemplo, un jugador exterior que progresa hacia la canasta botando el balón puede superar a la defensa valiéndose de su capacidad individual de dribbling, o bien con la ayuda de un bloqueo directo. Seguidamente, podrá finalizar la acción con un lanzamiento a canasta o bien realizar un pase a un compañero que esté mejor situado en el interior, como por ejemplo, a la continuación del bloqueo o un cruce por la espalda de un compañero (fig. 1A). En caso de que la defensa dificulte las opciones de pase o lanzamiento en el interior, se buscará un pase hacia espacios libres en el exterior (fig. 1B). Una reciente revisión señala una mayor eficacia de ataque cuando los jugadores realizan acciones orientadas al aprovechamiento de la ventaja espacial interior y exterior (Courel-Ibáñez, McRobert, Ortega, & Cárdenas, 2017). Sin embargo, existen carencias en el desarrollo de aplicaciones prácticas orientadas al entrenamiento de la capacidad táctica, organización y toma de decisiones de los jugadores en baloncesto.
Una de las características que se relacionan con los deportes de equipo, como el baloncesto, es la necesidad constante de los jugadores de interactuar en un entorno cambiante para responder a los problemas que surgen en la competición (Davids et al., 2003; Garganta, 2009). Este comportamiento viene determinado por una serie de objetivos que conllevan unos principios de juego o normas de actuación que serán las que determinen las pautas de comportamiento eficaz (Cárdenas & Alarcón, 2010; Gréhaigne et al., 2005). Así, para cumplir con el objetivo principal del juego, es decir, encestar más puntos que el rival, el equipo atacante deberá, ante todo, conservar la posesión del balón para progresar hacia zonas que le permitan ser eficaz y generar opciones de lanzamiento ante una menor oposición defensiva, aumentando con ello las probabilidades de éxito. Para favorecer el cumplimiento de estos objetivos, los jugadores deberán desarrollar un juego dinámico que provoque desequilibrios defensivos, crear espacios libres para generar situaciones óptimas de lanzamiento, o generar incertidumbre y variar los recursos ofensivos utilizados para sorprender a la defensa (fig. 2).
La capacidad táctica del jugador será la que determine la calidad de sus decisiones (Gréhaigne & Godbout, 2013; Santos et al., 2016). Es por ello que uno de los mayores retos de investigadores y entrenadores es el desarrollo de jugadores inteligentes, capaces de interpretar el juego y decidir de manera adaptativa la mejor forma de actuar en función de las características de cada situación. Para lograr esta tarea, es necesario que los jugadores aprendan y apliquen normas de comportamiento, tanto individuales como colectivas, que resulten efectivas y favorezcan la consecución de los objetivos del juego (Cárdenas, Perales, & Alarcón, 2014). Actualmente existe una constante evolución y crecimiento del número de investigaciones que analizan las relaciones e interacciones de los jugadores durante la competición, describiendo indicadores técnico-tácticos que potencian su rendimiento (Courel-Ibáñez, et al. 2017; Gómez-Ruano, 2017). Esta información resulta clave para el desarrollo de intervenciones y planes de enseñanza-aprendizaje y entrenamiento para la mejora de la toma de decisiones del jugador (Gréhaigne et al., 2005; Memmert, 2015).
Investigaciones previas en baloncesto han evidenciado cómo intervenciones basadas en un mayor conocimiento de los objetivos y principios del juego favorecen la capacidad táctica durante situaciones reales de juego y mejoran el rendimiento de los jugadores en competición (Alarcón, Cárdenas, Miranda, Ureña, & Piñar, 2010; Alarcón, Cárdenas, Miranda, Ureña, & Torre, 2009). Estos resultados defienden la integración en el entrenamiento de tareas representativas que, a través de normas de comportamiento táctico (ya sea para provocar o evitar la aparición de la conducta deseada), orienten al jugador a experimentar y valorar las consecuencias de sus acciones en función de la situación en la que se encuentre (marcador, tiempo, localización espacial en el campo, características propias, de compañeros y rivales, etc.). El diseño de este tipo de tareas requiere, por tanto, un profundo conocimiento de las repercusiones de las acciones de los jugadores, de manera que el entrenador pueda modular la progresión de contenidos y aportar retroacción precisa sobre la calidad de las decisiones de su equipo (Lemmink & Frencken, 2013; Lames & McGarry, 2007). En este caso, se centrará la atención en aquellas claves a tener en cuenta para el desarrollo de la capacidad táctica en situaciones de pase interior.
Para enseñar las claves tácticas a las que los jugadores deberán atender durante el juego, los entrenadores utilizan distintas estrategias. En función de las instrucciones, estas estrategias han sido tradicionalmente clasificadas en dos tipos: incidental e intencional (Suárez-Cadenas, Cárdenas, Sánchez-Delgado, & Perales, 2015). La estrategia incidental pretende generar un aprendizaje autodirigido, basado en la práctica sin guiar, donde la propia tarea genera una serie de problemas que los jugadores deberán resolver a través de sus propios recursos. La estrategia intencional pretende conseguir un aprendizaje dirigido por el entrenador donde este hace consciente al jugador de los requisitos y objetivos específicos de la práctica.
En la estrategia intencional, el entrenador hace uso de las reglas si-entonces (Griffin, Mitchell, & Oslin, 1997), las cuales implican que ante una situación si, habrá que realizar una conducta entonces. Por ejemplo, si el defensor del jugador interior se sitúa delante de este, evitando una posible recepción, entonces los apoyos exteriores tendrán que hacer circular el balón rápido entre ellos para buscar un mejor ángulo de pase.
Uno de los objetivos específicos del ataque en baloncesto será progresar hacia zonas desde donde los jugadores sean eficaces para encestar (Cárdenas & Alarcón, 2010; Gréhaigne et al., 2005). En esta misión, el aprovechamiento de la ventaja en el interior juega un papel fundamental ya que los lanzamientos desde posiciones cercanas al aro son los que garantizan un mayor porcentaje de éxito (Erčulj & Štrumbelj, 2015). Además, ocupar espacios interiores obligará a la defensa a desajustarse para proteger las zonas más próximas al aro, favoreciendo la aparición de situaciones óptimas de lanzamiento en el exterior (Guppillotte, 2008; Mavridis, Laios, Taxildaris, & Tsiskaris, 2004). Por otro lado, dominar las áreas cercanas al aro aumentará la posibilidad de obtener rebote ofensivo y con ello la aparición de segundas opciones de ataque (Ribas, Navarro, Tavares, & Gómez; 2011; Suárez-Cadenas & Courel-Ibáñez, 2017). Por tanto, no es de extrañar que acciones en favor de la recepción del balón en espacios interiores (fig. 3) sean utilizadas comúnmente puesto que son altamente efectivas en competiciones de máximo nivel como la ACB, la Euroliga o la NBA (Cárdenas et al., 1999; Courel et al., 2013; Mavridis, Tsamourtzis, Karipidis, & Laios, 2009). De forma más específica, investigaciones recientes han centrado su interés en el análisis en profundidad de las interacciones y relaciones entre jugadores que aumentan las opciones y eficacia de situaciones de pase interior (Courel-Ibáñez, McRobert, Ortega, & Cárdenas, 2016; Courel-Ibáñez, Suárez-Cadenas, & Cárdenas, 2017). En consonancia con otras autorías, estos trabajos enfatizan la necesidad de desarrollar estilos de juego dinámicos, en los que el balón se reciba y juegue en movimiento, ocupando y desocupando los espacios interiores para generar desequilibrios defensivos (Álvarez, Ortega, Salado, & Gómez, 2009; Ortega, Cárdenas, Sainz de Baranda, & Palao, 2006). En este sentido, el jugador con el balón deberá utilizar acciones previas al pase (como por ejemplo, progresar con el balón hacia canasta para atraer la atención de los rivales), ocultando las verdaderas intenciones para aumentar el grado de incertidumbre, y seleccionando apropiadamente tanto el tipo y dirección del pase como el momento en el que darlo. Del mismo modo, el resto de compañeros deberán contribuir a la mejora de la recepción interior a través de acciones colectivas sin balón como cruces y bloqueos, especialmente en el lado alejado del balón (lado de ayuda), aumentando el espacio disponible y evitando la anticipación defensiva y la aparición de ayudas. Para garantizar un mayor éxito, el equipo debería ser capaz de coordinarse de manera autónoma, sincronizando y enlazando acciones tanto en el lado de balón como en el lado de ayuda, dificultando al máximo la acción defensiva y aprovechando posibles errores que posibiliten situaciones óptimas de lanzamiento (Lamas et al., 2011; Remmert, 2003).
Se debe señalar que una de las características del baloncesto moderno es la evolución de los jugadores hacia una mayor versatilidad, encontrando jugadores exteriores con gran capacidad ofensiva en el interior, y jugadores interiores más hábiles con el balón y efectivos desde posiciones cada vez más alejadas del aro (Mateus et al., 2015). Contar con este tipo de jugadores potencia la capacidad ofensiva del equipo, ya que fuerzan a jugadores rivales altos a alejarse de las proximidades del aro, liberando espacios en el interior. Esta ventaja será aún mayor si el jugador alto es capaz de pasar y asistir directamente a los compañeros que ocupen el espacio libre.
A tenor de este conjunto de estudios, se presenta una propuesta de entrenamiento para la mejora táctica del juego interior con el objetivo de contribuir al desarrollo de la toma de decisiones de los jugadores a través del establecimiento de normas y claves decisionales para el diseño de tareas representativas, que potencien de manera progresiva la asimilación de pautas comportamentales efectivas en competición. De esta manera, el equipo será capaz de interpretar el juego y adaptar su comportamiento en función de las necesidades y características del entorno (Davids et al., 2003; Gréhaigne et al., 2005; Memmert, 2015).
En la tabla 1 se muestra la estructura de los objetivos y principios del juego para la mejora táctica del juego interior en tres niveles en orden creciente de dificultad. Los principios de juego o pautas de actuación en cada nivel surgen a partir de unos objetivos cada vez más complejos y exigentes. Así, el entrenamiento de contenidos propios del nivel 3 implicará previamente un dominio, o al menos un conocimiento profundo, de los niveles anteriores. Siguiendo las recomendaciones de trabajos previos sobre enseñanza y aprendizaje deportivo (Famose, 1992; López Ros, 2003; López Ros & Castejón, 2005), para la correcta organización de las diferentes etapas se han tenido en cuenta la complejidad de la toma de decisiones, las características perceptivas y las características motoras.
Nivel 1
El objetivo principal será favorecer las opciones de juego interior mediante el aprendizaje y desarrollo de un juego dinámico a través de la creación y aprovechamiento de la ventaja espacial, así como la evitación de ayudas exteriores. Para ello, se diseñarán tareas reducidas de 2×2 y 3×3 en las que, a través de distintos constraints o limitaciones, se fomentará: la creación de espacio para poder pasar y recibir en el interior, el juego de 1×1 tras la recepción y el apoyo dinámico del jugador/es exteriores con la finalidad de buscar buenas opciones de lanzamiento exterior o interior y, a la vez, evitar posibles ayudas interiores por parte de sus defensores directos.
Claves de juego para el jugador interior
Preparar la recepción interior. El jugador tendrá que aprender a tomar contacto físico y controlar a su defensor, solicitando el balón en aquellos lugares más alejados del defensor.
Juego de 1×1 con distintos recursos. Una vez reciba, el jugador interior deberá utilizar distintos recursos tacticotécnicos en función de la actuación del defensor. Entre ellos se incluirán, entre otras, algunas de las siguientes combinaciones: pivote + lanzamiento en suspensión/ gancho/semigancho; pivote + finta de lanzamiento + pivote + lanzamiento en suspensión/gancho/semigancho bote + lanzamiento en gancho/semi-gancho con ambas manos; bote + reverso + gancho/semi-gancho, etc.
Juego dentro-fuera (apoyo cercano) y pase exterior al lado de ayuda (apoyo lejano). Mientras juega el 1×1 y en caso de no poder superar a su defensor, el jugador interior deberá percibir los apoyos de sus compañeros y tener capacidad y precisión de pase, bien para jugar dentro-fuera, con opción de volver a jugar interior, o bien para buscar una opción de lanzamiento exterior.
Claves de juego para el pasador y apoyo cercano (en el lado del balón o lado fuerte)
Capacidad para pasar al interior. El jugador exterior tendrá que adoptar una actitud ofensiva activa para atraer a su defensor directo. Tiene que ser capaz de pasar el balón con ambas manos aumentando el ángulo de pase (tanto desde la acción de bote como sin él). Además, tendrá que percibir la situación del oponente del jugador interior para decidir cómo y dónde realizar el pase.
Apoyo activo una vez se haya producido el pase. En esta fase, estos apoyos consistirán en movimientos individuales con sentido de profundidad (hacia canasta) o periféricos (fig. 4), que permitan conseguir dos objetivos: por un lado, aumentar posibles ángulos de pase para jugar dentro-fuera, en caso de que el jugador interior no pueda superar a su oponente y, por otro, evitar posibles ayudas al interior por parte del defensor exterior. Las claves atencionales que guiarán al atacante para elegir la conducta más eficaz se centran en el comportamiento de su oponente directo: cuando el defensor gira su cabeza o cuerpo tras el pase interior para observar al receptor o realizar un ayuda defensiva, el pasador progresa hacia canasta por el lado correspondiente a la zona de pérdida de visión (espalda del defensor); cuando el defensor se desplaza para realizar la ayuda sin perder de vista al pasador, este se desplaza por el exterior de la línea de 3 puntos, de forma periférica, hacia el lado donde aumentará la distancia respecto a su oponente o se dificultará su recuperación defensiva (en caso de que el receptor volviera a sacar el balón al exterior).
Claves para el posible receptor ubicado en el lado alejado del balón (lado de ayuda)
Apoyo activo al jugador exterior con balón. En casos en que el apoyo cercano (jugador contiguo al balón) desocupe su posición, el jugador alejado realizará un movimiento de reemplazo de la zona central para convertirse en un posible receptor exterior. En este caso se desplazaría con un desplazamiento quebrado desde el lado de ayuda hacia el lado del balón (de lado de ayuda a lado fuerte).
Apoyo activo al jugador interior. Una vez se produzca el pase interior, este jugador mantendrá una actitud activa para evitar que su oponente realice una ayuda al interior. Si no se produce ayuda, el atacante tratará de sorprender a su defensor con un cruce rápido hacia el aro. Si se produce ayuda o el defensor adopta una actitud relajada hacia su par, el jugador atacante podrá realizar un apoyo alejado, buscando la espalda de su oponente para lanzar desde el exterior tras pase interior de su compañero.
Para trabajar todos estos fundamentos y generar situaciones de juego específicas, como forzar la ayuda defensiva para mejorar la lectura del espacio libre, se plantearán normas como la siguiente: “si uno de los defensores exteriores toca al jugador interior con balón, recupera la posesión del balón”. Igualmente, se puede estimular la creación de espacios con o sin el balón premiando con una mayor puntuación aquellas canastas precedidas de fijación con bote o de fintas de recepción (fig. 5).
Nivel 2
El objetivo será generar la máxima incertidumbre defensiva a partir del juego interior. Para esto, el juego interior se situará como el eje principal del juego global, y a partir de este, se generarán distintas ventajas tanto interiores como exteriores. Se trabajarán situaciones reducidas de 3×3 y 4×4 con los siguientes objetivos:
Fomentar el juego coordinado entre 2 o 3 jugadores exteriores y 1 jugador interior para favorecer la recepción interior óptima.
En caso de haber recepción interior, realizar acciones tácticas concretas (bloqueo indirecto, cortes sucesivos) entre jugadores exteriores.
En caso de no haber recepción interior, realizar acciones tácticas concretas entre el jugador interior y los jugadores exteriores, con balón (bloqueo directo).
Recibir y utilizar espacios interiores intermedios y poste alto y relacionarse mediante acciones tácticas con los jugadores exteriores (mano a mano, cambio de balón de lado y bloqueos sucesivos).
Claves para el jugador interior
Dominio del juego en triángulo posicional y dinámico. El jugador interior controlará físicamente a su defensor para intentar recibir, si el defensor se sitúa por delante y no permite la recepción, modificará su posición mediante un reverso, dejando al defensor a su espalda y manteniendo el control corporal sobre este, para de esta forma, ofrecer un ángulo de pase óptimo a un segundo apoyo exterior. Esta acción deberá estar coordinada entre el jugador interior y los dos apoyos exteriores (fig. 6).
Capacidad para jugar 1.1 y, a la vez, percibir los apoyos de los posibles receptores. Una vez se produzca el pase interior, el jugador con balón jugará 1×1 atendiendo a las acciones de apoyo de sus compañeros para favorecer un pase exterior o bien a través de cruces hacia el interior. Dominio del bloqueo directo y del bloqueo indirecto “ciego”. En caso de no haber recepción interior, el jugador interior ocupará zonas exteriores para relacionarse con sus compañeros. A nivel táctico y en relación con el juego interior, baste señalar que tras la realización de ambas acciones, el bloqueador interpretará el juego y realizará una continuación interior, exterior o posicional en función de la actuación de su compañero y de los defensores. Conocimiento del juego de poste alto con balón. El jugador interior tendrá que ser capaz de jugar en el poste alto. En caso de recibir, podrá girarse y jugar 1×1 de cara, o bloquear y pasar el balón a los distintos cruces que puedan realizar sus compañeros desde el exterior.
Claves de los jugadores exteriores
Dominio del juego en triángulo posicional y dinámico. Los jugadores exteriores que apoyan al jugador interior realizarán apoyos óptimos, aumentando el ángulo de pase para facilitar el juego dentro-fuera y coordinarse para circular rápido el balón por el exterior para así aprovechar la posible ventaja que esta circulación genere (fig. 6).
Dominio del bloqueo directo, bloqueo indirecto entre exteriores y bloqueo indirecto “ciego”. En caso de no haber recepción interior, el balón circulará por el exterior y el jugador interior ocupará zonas exteriores para bien realizar un bloqueo directo o un bloqueo indirecto “ciego”. En caso de producirse la recepción interior, los jugadores exteriores realizarán bloqueos indirectos entre ellos buscando generar opciones óptimas de lanzamiento exterior o incluso interior a través de cruces hacia canasta (fig. 7).
Conocimiento y uso de las acciones tácticas entre exteriores y poste alto. En caso de que el jugador interior ocupe zonas intermedias o de poste alto, los jugadores exteriores buscarán apoyos en el exterior, creando espacio libre para un posible 1×1 del poste alto frente a su defensor, o bien aprovechar la posición de su compañero y realizar cruces con bloqueos semi-directos o “mano a mano”, situación conocida como “tijeras” (fig. 6).
Para potenciar las acciones tácticas anteriores, se pueden plantear distintas tareas con normas. Por ejemplo, para potenciar el juego en triángulo, se puede establecer que “el defensor del jugador interior tiene que defender por delante a su par obligatoriamente y antes de lanzar a canasta tiene que producirse, al menos, un pase interior”. Si se quieren potenciar distintas continuaciones tras bloqueo directo, se podría obligar al oponente del bloqueador a realizar ayudas al jugador con balón, como por ejemplo “saltar a robar balón lo antes posible”. En estos casos, el jugador interior que actúa como bloqueador tendría que continuar rápido hacia el interior.
Nivel 3
El objetivo será dificultar al máximo la acción defensiva. Para ello, se comenzará a desarrollar el juego colectivo complejo incluyendo la simultaneidad de acciones y la variabilidad de recursos. Una diferencia importante con la fase anterior es que se incluirá un segundo jugador interior, dando lugar a: 1) simultaneidad de acciones en lado fuerte y lado de ayuda, 2) coordinación entre jugadores interiores, y 3) interacciones entre jugadores interiores y exteriores y combinaciones entre ambos.
Dada que la complejidad del juego en esta fase es elevada, para desarrollar estos objetivos se trabajarán situaciones globales, mayoritariamente situaciones de 4×4 y 5×5. Un ejemplo concreto de sistema para trabajar en esta fase es el propuesto por Pintor (2008), a través de una serie de reglas de actuación para jugadores interiores y exteriores. Es por tanto un sistema flexible que fomenta la toma de decisiones libre, ya que cada jugador tendrá que interpretar y decidir entre distintas opciones en cada situación concreta. Para el cumplimiento de estas reglas generales de actuación, primará el uso de fundamentos y el conocimiento del juego tanto en el interior como en el exterior (fig. 8).
Claves y reglas para los jugadores interiores
Los dos jugadores interiores siempre deben estar en distintas zonas.
Si un jugador interior recibe el balón, el otro deberá apoyar en cualquier zona interior libre.
En caso de que la recepción interior se produzca en poste bajo y el otro compañero interior se encuentre en poste alto, podrá cruzar hacia la canasta. Si la recepción se realiza en poste alto, una de las opciones será jugar en triángulo con el jugador que esté en poste bajo (fig. 9).
Si los jugadores exteriores encadenan tres pases consecutivos sin haber realizado un pase interior, los jugadores interiores intercambiarán sus posiciones. Para anticiparse a la defensa se recomienda establecer pautas y utilizar el mismo tipo de bloqueo en situaciones concretas. Por ejemplo, “si hay un jugador interior en poste bajo y otro en poste alto, el jugador en poste bajo siempre subirá a bloquear a su compañero” o “si ambos jugadores se encuentran en posiciones de poste bajo (uno en lado fuerte y otro en lado de ayuda), el bloqueo siempre se realizará en favor del jugador que vaya a salir al lado del balón” (fig. 8). Con esto se garantiza que el receptor se desplaza para aproximarse al jugador con balón, reduciendo la distancia del pase y aumentando su seguridad y, por otro lado, que se desplaza de cara hacia el balón.
Claves y reglas para los jugadores exteriores
Los jugadores exteriores podrán ocupar cualquier posición exterior.
El jugador que realiza un pase tendrá que desplazarse y realizar una acción de juego.
Podrán interactuar entre exteriores mediante bloqueos indirectos y bloqueos semidirectos.
Si se realizan tres pases entre exteriores de forma consecutiva, tendrán que buscar de forma activa a los jugadores interiores.
Interacciones entre jugadores interiores y exteriores
Cualquier jugador que se encuentre con balón en posición de base o escolta, puede solicitar un bloqueo directo por parte de un jugador interior. Siempre que se produzca, los otros dos exteriores tendrán que apoyar de forma activa o interactuar entre ellos.
Tras realizar un pase entre exteriores, el jugador que ha pasado el balón podrá realizar un cruce hacia canasta aprovechando el bloqueo indirecto de los jugadores interiores. En caso de que el pase lo haya realizado un jugador en posición de base o escolta, podrá realizar un cruce vertical aprovechando el bloqueo indirecto del jugador interior en poste alto; si el pase lo ha realizado un jugador en posición de alero alto o bajo, podrá realizar un cruce horizontal aprovechando los bloqueos de los jugadores en poste bajo (fig. 10).
La complejidad de este sistema reside en la amplia libertad que tienen los jugadores para tomar decisiones, lo que podría entorpecer la coordinación y la fluidez del juego. El entrenador podrá aumentar o disminuir su complejidad, seleccionando reglas para interiores o exteriores de forma progresiva o reduciendo el número de zonas de actuación, por ejemplo, para los interiores podría reducir las zonas a poste alto y poste bajo. Si bien el propio sistema intenta generar un juego equilibrado entre el juego interior y exterior, el entrenador deberá prestar atención al uso adecuado y equilibrado de las acciones colectivas, evitando repetir en exceso aquellas que den lugar a un juego previsible para la defensa y potenciando aquellas combinaciones más inesperadas (fig. 11).
Llegados a este punto, cabe destacar la necesidad de trabajar interacciones más complejas en los niveles más avanzados que surgen a raíz del pase interior y que favorecen las relaciones entre jugadores exteriores e interiores. Estas combinaciones se realizarán de manera simultánea o sucesiva para contribuir en el éxito del 1vs1 del jugador interior y proporcionar segundas opciones de ataque mediante apoyos dinámicos, tanto exteriores como interiores (fig. 12).
Finalmente, en aquellas etapas en las que se haya alcanzado una formación completa del jugador y surja una mayor especialización, se deberán atender las características individuales de cada jugador. Por ejemplo, si el jugador pasador es un buen lanzador desde posiciones exteriores, su defensor deberá moderar la distancia de ayuda, cuidando la distancia y orientación respecto a su par, para ser capaz de recuperar la posición y dificultar al máximo tanto la recepción del balón como el posible lanzamiento.
En este trabajo se ha presentado una propuesta práctica de entrenamiento táctico para potenciar el juego interior en baloncesto, basada en los resultados de investigaciones previas. Se ha establecido una progresión en tres niveles de menor a mayor complejidad: a) nivel 1, favorecer las opciones de juego interior mediante el desarrollo de un juego dinámico, potenciar la creación y aprovechamiento de la ventaja espacial así como la evitación de ayudas exteriores; b) nivel 2, utilizar el juego interior como eje principal del juego global, y a partir de este, generar ventajas interiores y exteriores, y c) nivel 3, dificultar al máximo la acción defensiva a través del juego colectivo complejo donde se potenciará la simultaneidad de acciones y la variabilidad de recursos. Este planteamiento proporciona una herramienta útil para el diseño de intervenciones futuras en baloncesto, tanto en el campo del entrenamiento como en el de la investigación.
Conflicto de intereses
Las autorías no han comunicado ningún conflicto de intereses.