Apuntes para el siglo XXI
Recepción: 07 Mayo 2017
Aprobación: 22 Octubre 2017
DOI: https://doi.org/10.5672/apunts.2014-0983.es.(2018/2).132.01
Resumen: El estudio aborda la clasificación de 306 eventos (42 disciplinas deportivas) de la Olimpiada en Río 2016. Fueron clasificados los eventos deportivos del programa olímpico mediante la elaboración de un sistema mixto ad hoc compuesto por tres niveles, con tres criterios nucleares: a) género, b) número de medallas conseguidas por los participantes, y c) localización de la procedencia de incertidumbre en pruebas olímpicas. Se contó con la participación de dos evaluadores para la elaboración y aplicación de un sistema taxonómico, con el fin de controlar la calidad del dato mediante procedimientos cuantitativos y cualitativos. Los resultados animan a plantear sugerencias al asimétrico programa olímpico según género, incertidumbre motriz y número de medallas otorgadas por la organización a los atletas en Río 2016.
Palabras clave: género, juegos olímpicos, incertidumbre, eventos.
Abstract: The study addresses the classification of 306 events (42 sports) in the Rio 2016 Olympics. Sports events on the Olympic programme were classified by drawing up an ad hoc mixed system composed of three levels, with three core criteria: a) gender, b) number of medals won by the participants, c) location of the source of uncertainty in the Olympic events. Two evaluators developed and implemented a taxonomic system in order to control the quality of data using both quantitative and qualitative methods. The results encourage making suggestions about the asymmetric Olympic programme by gender, motor uncertainty and number of medals awarded by the organization to athletes in Rio 2016.
Keywords: gender, Olympic Games, uncertainty, events.
Introducción
Desde la celebración de las primeras olimpiadas modernas en 1896, hemos sido testigos del inusitado interés auditado en torno al fenómeno ‘deporte’. Celebrados cada cuatro años, los juegos olímpicos (JJOO) son un evento de gran repercusión deportiva y mediática (Andrews, 2003; Moragas, Rivenburgh, & Larson, 1995). Organizar una olimpiada trasciende lo meramente deportivo (Simón, 2013) ante las encrucijadas de la sociedad del momento. Una proyección excesivamente masculina (Light & Wedgwood, 2012) y sexista (Travers, 2008) o asimetrías motrices, constituyen algunos de los argumentos que han situado a los JJOO en diana de perspectivas sociocríticas. Se articula el cometido del escrito, no tanto en enjuiciar el discurso diacrónico sostenido por el movimiento olímpico sino para esclarecer el compromiso olímpico con la igualdad de género, gratificación social (medallas) y el tipo de incertidumbre que reside en el programa de eventos de Río 2016.
La fundación del Comité Olímpico Internacional (COI) en 1894 tuvo en el barón Pierre de Coubertin, discípulo del británico Thomas Arnold, a su figura más destacable. Dos años más tarde, fueron celebradas las primeras olimpiadas modernas, en la Atenas de 1896. Desde entonces, el programa olímpico ha experimentado cambios. Algunas disciplinas se han mantenido ininterrumpidamente hasta el presente (atletismo y esgrima), otras fueron incluidas y desaparecieron posteriormente. En algunos casos, las disciplinas volvieron a aparecer (tenis) o nunca formaron parte del programa olímpico (savate o boxeo francés) en París 1924.
El COI distingue entre deporte, disciplina deportiva y prueba o competición. Desde el primer nivel, la organización Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol (FIFA) organizaría la disciplina deportiva de fútbol. Al ser organizado un torneo masculino y otro femenino, existen dos pruebas o competiciones. En cambio, la Federación Internacional de Voleibol dispone de dos disciplinas distintas, voleibol playa y voleibol (convencional). A su vez, cada disciplina dispone de pruebas o competiciones. Para algunas disciplinas deportivas se establecen distintos pesos, como sería la lucha libre o el boxeo, siendo consideradas pruebas o competiciones distintas por razón de género o peso.
Tradicionalmente, se encuentran ejemplos de disciplinas deportivas con mayor participación o reconocimiento olímpico que otras. Algunas disciplinas deportivas han sido desarrolladas mayoritariamente por chicas, mientras que en otras los protagonistas eran chicos (Soler, 2009). Estas asimetrías participativas (Chalabaev, Sarrazin, Fontayne, Boiché, & Clément-Guillotin, 2013) podrían responder a diversas tesis argumentales. Sin embargo, se parte del reconocimiento de la complejidad de conformar un programa olímpico suficientemente representativo y equilibrado del patrimonio motriz. Desde la prohibición de la participación femenina en las primeras olimpiadas modernas, la mujer se ha incorporado gradualmente a los JJOO. Sin embargo, no fue hasta la segunda Olimpiada en París, 1900, cuando las mujeres participaron por primera vez. Tampoco se alcanzó una participación igualitaria entre chicas y chicos en los JJOO de Sidney, con 4069 mujeres por 6582 hombres (Lallana, 2005) o Londres 2012 (Olivera, 2012).
Identificar modelos de participación implícitos en las olimpiadas es caracterizar modelos motrices de relación social. El imaginario relacional en el juego (Marin, Magno, Parlebas, Stein, & Crestani, 2012) informa sobre diferencias de género o el tipo de motricidad solicitada por cada modalidad. Determinar el escenario social reproducido por los JJOO puede resultar indispensable para conocer mejor el programa olímpico.
La identidad motriz de cada práctica reside en su lógica interna (Parlebas, 2001). La presencia o ausencia de incertidumbre remite al universo relacional con compañeros, adversarios y medio físico. En cambio la lógica externa, se vincula con variables condicionantes pero no determinantes de la acción de juego. La edad o género de los jugadores son ejemplos de lógica externa.
Siguiendo a Parlebas (2001) se encuentran 8 categorías para clasificar las acciones motrices (praxis). Para operativizar las fuentes de incertidumbre (tabla 1) el autor se apoya en tres elementos: compañero (C), adversario (A) y medio físico (I). Mediante la combinación de cada una de estas tres dimensiones con dicotómicos grados de libertad (cumple o no cumple) pueden ser clasificadas las distintas pruebas olímpicas. Tomando el medio físico, por ejemplo, este puede ser salvaje (nadar en aguas abiertas) o domesticado (nadar 50 crol, en una piscina); mientras que la presencia o ausencia de compañero y/o adversario, determinarían los restantes dominios de acción motriz. La existencia de compañeros (parejas en tenis) asume la necesidad de cooperar. Rivalizar contra un oponente (esgrima) o cooperar y rivalizar (rugby) son parte de las combinaciones posibles del árbol taxonómico, en el que se encuentran desde prácticas sin incertidumbre (atletismo, prueba de 100 metros lisos) hasta pruebas que cumplen las tres incertidumbres posibles (competiciones de vela con varios tripulantes).
Los precedentes más cercanos a la clasificación de pruebas olímpicas con enfoque praxiológico se encuentra en en los JJOO de Mont-real 1976 (Parlebas, 2001) donde se mostraba que el 94% de las pruebas olímpicas se desarrollaban en un medio estandarizado (sin incertidumbre del medio físico). Se analizaron alrededor de 240 pruebas al incluir en el análisis anterior los JJOO de invierno 1964, en Innsbruck, con un 88% de competiciones desarrolladas en un medio estandarizado. De estas, el 42% eran pruebas de participación solitaria. El número de pruebas con rivalidad era de tres veces el número de pruebas de colaboración o cooperativas. En un estudio más amplio (Parlebas, 1988), se comparan las tres primeras olimpiadas modernas (Atenas, 1896; París, 1900; San Luis, 1904) frente a otras (Munich, 1972; Montreal, 1976; Moscú, 1980) concluyendo que no existían diferencias significativas entre la participación psicomotriz y sociomotriz entre ambos períodos.
Otras investigaciones estudiaron la variable género (Valdivia-Moral, López-López, Lara-Sánchez, & Zagalaz-Sánchez, 2012) o segregación participativa al jugar (Gil-Madrona, Cachón-Zagalaz, Diaz-Suarez, Valdivia- Moral, & Zagalaz-Sánchez, 2014). Sin embargo, la escasez de estudios con perspectiva de género y lógica interna (Pic & Navarro, 2017), unido a las voces que aluden a la masculinización de los JJOO, o desequilibrio motriz (Parlebas, 2001), animan a identificar el estado actual de estos desde una perspectiva externa (género y medallas) e interna (dominios de acción motriz). Con todo, se plantearon dos objetivos prioritarios:
a) Clasificar las competiciones (eventos) pertenecientes al programa olímpico de Río 2016 siguiendo los criterios de género, medallas conseguidas por los participantes y dominios de acción motriz (incertidumbre procedente del compañero, adversario y/o medio físico).
b) Sugerir alternativas al programa olímpico vigente.
Método
Muestra
Se siguió un muestreo intencional (Lapresa, Alsasua, Arana, Anguera, & Garzón, 2014) para estudiar el programa olímpico de Río 2016. La extracción de datos se efectuó desde los dominios oficiales del COI (http://www.olympic.org/) y (http://www.rio2016.com/en)
Cada una de las 42 disciplinas deportivas fueron desgranadas en 346 pruebas o eventos olímpicos, de las que 306 pruebas fueron objeto de análisis debido a la existencia de competiciones olímpicas que subdividían el nivel prueba o evento olímpico. Así, de las 346 competiciones, fueron analizadas las 306 pruebas con derecho a medalla. Las competiciones con más de una prueba fueron reducidas siguiendo la selección de clúster de mayor tamaño o combinación más repetida.
Las disciplinas deportivas susceptibles de análisis fueron:
1. Tiro con arco; 2. Atletismo; 3. Bádminton; 4. Baloncesto; 5. Voleibol playa; 6. Boxeo; 7. Kayak slalom; 8. Kayak de velocidad; 9. Ciclismo bmx; 10. Ciclismo de montaña; 11. Ciclismo de pista; 12. Ciclismo en ruta; 13. Saltos (natación); 14. Adiestramiento ecuestre; 15. Concurso completo ecuestre; 16. Salto ecuestre; 17. Esgrima; 18. Fútbol; 19. Golf; 20. Gimnasia Artística; 21. Gimnasia Rítmica; 22. Balonmano; 23. Hockey; 24. Judo; 25. Pentatlón moderno; 26. Aguas abiertas; 27. Remo; 28. Rugby; 29. Vela; 30. Tiro; 31. Natación; 32. Natación sincronizada; 33.Tenis de mesa; 34. Taekwondo; 35. Tenis; 36. Trampolín; 37. Triatlón; 38. Voleibol; 39. Waterpolo; 40. Levantamiento de peso; 41. Lucha libre; 42. Lucha Grecorromana.
Instrumento de clasificación
Se construyó una herramienta exhaustiva y mutuamente excluyente (Anguera, Blanco-Villaseñor, & Losada, 2001; Anguera, Magnusson, & Jonsson, 2007). Se diseñó un sistema ad hoc (tabla 1) a partir de entrelazar un formato de campo y categorías para la clasificación de pruebas olímpicas; dos macrocriterios para atender a las lógicas externa e interna (Parlebas, 2001), y tres criterios relacionados con la incertidumbre, género y medallas.
El último nivel de concreción se compuso de 8 categorías anidadas y aludidas en el primer criterio y 4 categorías en el segundo criterio. Debe distinguirse entre participación mixta (MX) cuando chicas y chicos participan conjuntamente e indistinta (IN) al no existir normativa que regule el género de los participantes. El tercer criterio fue tomado como variable continua tomando como punto de partida 3 medallas mínimas, conseguidas en cada prueba olímpica.
Procedimiento y control de la calidad del dato
Se siguieron distintas fases para el control de la calidad del dato (tabla 2). Una primera fase descriptiva en la que los observadores consensuaron y definieron las categorías del estudio para posteriormente ofrecer un ejemplo y un contraejemplo de cada categoría. Una vez fueron consensuadas todas las categorías agrupadas en facetas o criterios, se puso en práctica el sistema mixto de registro para clasificar el programa olímpico de ediciones anteriores. Cuando los observadores a doble ciego, obtuvieron valores de concordancia en torno a 0.85, se pasó al registro final del estudio.
Finalmente, fueron clasificadas las pruebas o eventos a doble ciego en dos momentos distintos, hallando correlaciones inter e intraobservadores. La calidad de los registros fue abordada mediante procedimientos cualitativos y cuantitativos. Cualitativamente, mediante correlaciones de Pearson y Spearman, mientras que del lado cuantitativo, la teoría de la generalizabilidad (Blanco- Villaseñor, Castellano, Sánchez-López, Usabiaga, & Hernández-Mendo, 2014) avisará sobre la variancia residente en cada una de las facetas del modelo.
La concordancia intraobservador, en dos momentos distintos, mostró valores de Spearman (r = .946), ( r = .991) y Pearson (r = .996), (r = 1), para el primer y segundo observador, respectivamente. Se alcanzaron valores de concordancia interobservadores de Spearman en el primer (r = .958), y segundo momento (r = .914); mientras que Pearson (r = .898) (r = .984) en primer y segundo momento. A través de los modelos (observador/categoría) para ambos observadores y (momento/categoría) en dos momentos distintos, se pudo revelar la variancia atribuida a los observadores y momentos.
La faceta momento se compuso de dos niveles, al igual que la faceta observador. Se estimó la variancia de forma infinita, mostrando un 100% de variancia correspondiente a la faceta categoría. En ambos casos, la variancia atribuida exclusivamente a las facetas de interés (observadores y momentos) explicó 0% de los registros, con lo que se aseguró la calidad de los datos.
Análisis de los registros
Se empleó el software estadístico SPSS. 20 para los análisis contingentes, análisis de varianza y coeficientes de correlación. Para aplicar la teoría de la generalizabilidad (Casamichana, Castellano, & Blanco-Villaseñor, 2012) se recurrió al empleo de los programas estadísticos SAS v.9.1 (Ysewijn, 1996).
Resultados
Estadísticos descriptivos
La muestra se compuso de 306 pruebas olímpicas, con una distribución media por género de 1.53 (DE = .623), asimetría 1.25 y curtosis 2.70. Los chicos participaron en 160 (50.2%) competiciones, y las féminas en 137 (42.9%). Al género mixto le fueron asignadas 3 (1%) pruebas, y por último, al género indistinto le correspondieron 6 (2%) competiciones olímpicas. La distribución de medallas en las distintas pruebas ofrecieron una media de 6.70 (DE = 9.46), este dato aportó escaso equilibrio a la distribución de medallas por competición olímpica como indicaron los valores de asimetría 3.39 y curtosis 11.56. Los valores medios de la incertidumbre fueron de 2.49 (DE = 1.62) con una asimetría de 1.12 y curtosis 1.02. (Tabla 3)
Las pruebas fueron clasificadas y codificadas siguiendo el concepto de incertidumbre (Parlebas, 2001). Las pruebas o competiciones sin incertidumbre (CAI1) superaron al resto de competiciones del programa olímpico con 124 pruebas (40.5%). En segunda posición fue identificada (CAI3) con incertidumbre procedente del adversario (97 competiciones; 31.6%). Otros dominios menos empleados fueron CAI2 (32 pruebas; 10.4%), CAI5 (26 competiciones; 8.4%), CAI6 (11 pruebas; 3.5%), CAI4 10 pruebas; 3.2%), CAI8 (5 competiciones; 1.6%). Por último, CAI7 logró 1 prueba (0.3%). También el número de medallas otorgadas por la organización a cada dominio de acción motriz mostró un escenario desequilibrado.
Los dominios de acción motriz con más medallas fueron CAI5 (690 medallas; 32.7%), CAI3 (428 medallas; 20.3%), CAI1 (408 medallas; 19.3%) y CAI2 (397 medallas; 18.8%). Uniendo los cuatro dominios de acción motriz anteriores, se obtuvieron 1923 medallas (91.2%). Los cuatro dominios restantes sumaron 186 (8.8%) medallas del total, repartidas entre CAI4 (117; 5.5%), CAI6 (33 medallas; 1.5%) CAI8 (30 medallas; 1.4%), por CAI7 (6 medallas; 0.2%). En relación con el número de medallas por género, los chicos obtuvieron 1084 medallas (51.3%) correspondiente con 160 competiciones (52.2%). Las chicas lograron 962 medallas (45.6%) en 137 competiciones (44.7%). La participación mixta resultó inferior (18 medallas; 0.8%) en las 3 competiciones (0.9%) en que fue registrada. El género indistinto logró 45 medallas (2.1%) en 6 pruebas (6%).
Atendiendo al número de medallas según género, desde cada dominio motriz, se observó que los chicos originaron más medallas que las chicas, concretamente en CAI4 (60 medallas; 2.84%), CAI2 (37 medallas; 1.75%), CAI1 (18 medallas; 0.85%), CAI7 (6 medallas; 0.28%), CAI3 (4 medallas; 0.19%), CAI6 (3 medallas 1.56%). En cambio las chicas se alzaron con más medallas que los chicos en CAI8 (6 medallas; 0.28%) con más medallas que chicos. Mientras que en CAI5 pudo constatarse equilibrio.
Al referirse al número de pruebas por género, se contrastó que los chicos participaron en más competiciones que chicas. Estas diferencias se concretaron en CAI3 (11 pruebas; 3.5%), CAI1 (6 pruebas; 1.9%), CAI2 (4 pruebas; 1.3%), por último CAI6 y CAI7 (1 prueba; 0.3%). Sin embargo, idéntica participación por pruebas se encontró en CAI4, CAI5 y CAI8. La participación mixta fue identificada en CAI5 y CAI8, mientras que el género indiferenciado tan solo apareció en CAI4.
El programa olímpico dispensa un reconocimiento social desigualmente repartido, al ser puesto el foco sobre el medallero. Mientras la mitad de los dominios conocidos (CAI5, CAI4, CAI1 y CAI2) superaron el 90% del total con 1923 medallas, los cuatro dominios restantes, tan solo sumaron una proporción residual. Cabe destacar la alta proporción de medallas en competiciones con compañeros y adversarios (CAI5) con 32.7%.
En la tabla 4pudo observarse la correlación intervariable (medallas-chica) e intravariable (chica-chico). Esta organización permitió desvelar la interacción de variables, siempre tomadas de dos en dos. Desde la columna ‘1’ (medallas), se comprobó la correlación con el resto de filas o variables con las filas, también dispuestas desde la fila ‘1’ (medallas) hasta la fila ‘13’ (prueba con incertidumbre procedente del compañero, medio y adversario). Significativamente pudo comprobarse correlación positiva entre el número de medallas en las pruebas con incertidumbre del adversario CAI5 (.670**) y del compañero CAI2 (.216**). Sin embargo, resultó negativa en CAI1 (–.311**) y CAI3 (–.172**).
En relación con el género (segunda columna) los chicos obtuvieron alta correlación negativa con las chicas (–.943**), y género indistinto (–.148**) lo que revela que más competiciones con participantes chicos, disminuye el número de pruebas con participantes chicas. Chicos (–.119*) y chicas (–.127*) correlacionaron negativamente con el género indiferenciado. Siguiendo con el género, la participación mixta se asoció positivamente (.249**) con pruebas cuya incertidumbre procedía del compañero, adversario y medio (CAI8). En cambio, la participación indistinta obtuvo una leve relación negativa (–.117*) con pruebas sin incertidumbre (CAI1) pero alta correlación en eventos con incertidumbre radicada en el medio y compañero (.769**).
Partiendo de competiciones (eventos) sin incertidumbre (CAI1), se encontró correlación negativa con cinco ámbitos de interacción motriz. La mayor significación inversa fue encontrada con (CAI3), (CAI2) y (CAI5) alcanzando valores de (–.562**) (–.282**) (–.252**) respectivamente. También se obtuvo (–.152**) en competiciones con incertidumbre del compañero y medio (CAI4), también (CAI6) fue hallada interacción negativa (–.159**). Otra relación negativa (–.233**) pudo advertirse entre CAI2 y CAI3.
Por último, cuando la incertidumbre se detectaba exclusivamente en el compañero (CAI3) la relación negativa se probó en competiciones de compañero y medio inestable (CAI4) (–.125*), competiciones con inestabilidad exclusivamente del adversario (CAI5) (–.208**) y, el adversario conjuntamente con medio inestable (CAI6) (–.132*).
Los hallazgos estadísticos mediante la aplicación del modelo anova revelan que el género (p < .042) y las medallas conseguidas por los participantes (p < .000) predicen la agrupación de eventos deportivos según la procedencia de incertidumbre o dominios de acción motriz. Sin embargo, estos efectos se desvanecieron al tratar de evaluar la interacción entre género y medallas con el fin de explicar las distintas procedencias de incertidumbre.
Discusión
Este trabajo se centró en la clasificación de eventos incluidos en el programa olímpico de Río 2016 atendiendo a tres núcleos criteriales para clasificar las pruebas olímpicas: 1) género, 2) número de medallas, 3) incertidumbre. El análisis descriptivo, correlaciones intra e inter variables, así como capacidades predictivas sobre el predominio de estructuras motrices (deportivas) predominantes y recesivas, ocultas a una mirada aparente; fueron entre otros, algunos de los retos encarados.
Género y dominios de acción motriz
Persiste (Lucumí, 2012; Olivera, 2012) la brecha participativa entre chicos (160 pruebas) y chicas (137 pruebas) en Río 2016. Seguramente, los JJOO han sido fiel reflejo de la sociedad del momento, mostrando una participación femenina superada frente al género homólogo. Estas diferencias anteriores suponen un acercamiento incompleto, pues al ser incluida la variable género (Gil- Madrona et al., 2014; Slucking, 1981), no solo hombre-mujer, se intensificaron los efectos (.<.042) sobre la agrupación de competiciones según el dominio de acción motriz (Parlebas, 2001). Con la excepción de los dominios (CAI4), (CAI8), en los que tanto chicas como chicos desarrollaron la misma participación. El protagonismo en el resto de dominios perteneció a los chicos, especialmente en las pruebas olímpicas con incertidumbre localizada en el adversario (CAI3) y sin incertidumbre (CAI1).
Atender algunas de las críticas vertidas sobre los JJOO (Armour & Dagkas, 2012; Brown, 2012; Chatziefstathiou, 2011; Lenskyj, 2012) alejaría al movimiento olímpico de sospechas en relación con la promoción hegemónica del género masculino (Light & Wedgwood, 2012). Los JJOO proyectan una visión socialmente creada y particular del deporte (Puig & Heinemann, 1991) y la fortaleza física es determinante. En estas pruebas, la mujer se ve superada por el hombre de forma objetiva (numérica). Sin embargo, cuando la mujer desarrolla una prueba en la que lo físico no es prioritario para ganar, es entonces cuando el hombre no dispone de participación (natación sincronizada o gimnasia rítmica).
Considerar el equilibrio del programa olímpico según la incertidumbre de procedencia (Parlebas, 2001) y el planteamiento de objetivos motores alcanzables representa abrir una visión relacional que facilite la participación por razón de género. La participación de mujeres y hombres puede convertirse en más compartida mediante el incremento de la participación mixta e indistinta. El movimiento olímpico no parece haber sido impermeable a la sociedad de la que forma parte para rectificar estas asimetrías olímpicas. La imagen que el programa olímpico proyecta en el espectador sí que parece revisable.
El predominio de competiciones sin incertidumbre (CAI1) quedó constatado (124 pruebas; 40,5%) en la Olimpiada de Río 2016, pero ya en la Olimpiada de Montreal 1976 (Parlebas, 2001) fueron encontrados resultados similares (42%) para el mismo dominio motriz. El porcentaje de competiciones desarrolladas en medio estandarizado (CAI1, CAI2, CAI3, CAI5) disminuyó (279, 91.1%) respecto al porcentaje (88%) en la olimpiada de Montreal 1976. La participación sin incertidumbre en Río 2016 decreció levemente respecto a Montreal 1976. Estos resultados no son novedosos, sino más bien anacrónicos.
En varias investigaciones se ha sostenido que las féminas se han mostrado proclives a la cooperación o los chicos a la rivalidad (Kivikangas, Kätsyri, Järvelä, & Ravaja, 2014; Shwalb & Shwalb, 1985; Sluckin, 1981). Las pruebas con adversario constituyeron (CAI3, CAI5, CAI6, CAI8) (139 pruebas; 38.6%), siendo el número de medallas (1181; 55.9%). Por otro lado, las pruebas con compañero (CAI2, CAI5, CAI7, CAI8) sumaron (64; 17.7%) por un reconocimiento en medallas (1123; 53.2%), pero al detenernos a desvelar la participación exclusivamente con compañero (CAI2) (32; 9.1%) se encontraron 397 medallas, frente a (CAI3) (97; 30%) con 428 medallas. Se incrementan así los resultados que triplicaban los porcentajes de pruebas con adversario frente a la presencia de compañero, ya encontrados por Parlebas en Montreal 1976.
La participación solitaria (CAI1 y CAI4) representó en Río 2016 (134; 43.7%), frente a la participación sociomotriz restante (CAI2, CAI3, CAI5, CAI6, CAI7, CAI8) (226; 56.2%). Fueron analizadas las tres primeras citas olímpicas (1896, 1900, 1904) frente a (1972, 1976 y 1980), en relación con el espacio psicomotor o sociomotor de las competiciones. Parlebas (1988) concluyó que existía estabilidad temporal en el reparto de pruebas con participación individual (psicomotriz) o relacional (sociomotor).
En cuanto a las medallas conseguidas por los participantes, se mostraron diferencias significativas (p <.000) en relación con la agrupación de eventos por dominios motrices (Parlebas, 2001). La vinculación negativa entre el número de medallas con CAI1 (100 m lisos) y CAI3 (boxeo), remite directamente a la estructura del deporte. Si bien, los deportes sin incertidumbre, se identifican con el primer caso, deportes con incertidumbre radicada en el adversario lo hacen con el segundo ejemplo. La asociación positiva entre las medallas con CAI2 y CAI5, revela qué gratificación social es otorgada a la estructura de rivalidad y rivalidad con cooperación. No debe ser pasado por alto que, mientras algunos eventos (100 m. lisos) obtenían tres medallas, en competiciones de enfrentamiento, era otorgada una medalla para cada semifinalista (cualquier evento de la disciplina deportiva judo).
Algunas consideraciones finales en torno al lema olímpico Citius, Altius, Fortius
Ante el escenario descrito en Río 2016, se considera oportuno avivar el debate en torno a la participación olímpica. En pleno postmodernismo sociocultural, parece ser alimentada una participación olímpica más bien asimétrica. Alcanzar mayor equilibrio participativo entre chicas y chicos sería deseable al ser defendida la igualdad de género (Mcdonagh & Pappano, 2007). Un mayor equilibrio en relación al dominio de acción motriz basaría su aplicación en un desarrollo homogéneo de las demandas de la práctica (incertidumbre).
Se señala la complejidad (Chatziefstathiou, 2012) que envuelve a la problemática abordada. Forzar a la simetría en el número de pruebas desarrolladas por cada disciplina en los JJOO entre mujeres y hombres podría ser una medida oportuna, sin embargo, solo plantearía la solución parcial a la diferencia de género. Así, quizá un argumento más ambicioso podría señalarse si se enfoca el problema en disciplinas concretas (Escalante, Saavedra, Mansilla, & Tella, 2011). Quizá la inclusión de modalidades deportivas asexuadas puede ser una alternativa de peso, es decir, pruebas de participación viable para la competición de chicas, chicos, mixta e indistinta. En este caso, el aspecto físico debe ser condicionante pero no determinante para alcanzar unas olimpiadas compartidas por ambos géneros. Así, el foco de análisis pasaría a ser, el tipo de participación (Chalabaev et al., 2013) desarrollada en las olimpiadas en pruebas concretas como muestra la reserva de pruebas en chicos (lucha grecorromana) o chicas (natación sincronizada).
Considerar la admisión de disciplinas deportivas alternativas a la participación sin incertidumbre (CA1) constituiría un giro en los requerimientos necesarios para seleccionar competiciones deportivas, más allá de la sucesión de gestos motores sin atender a perturbaciones provenientes del medio, compañeros o adversarios. Ampliar la variedad de fórmulas de relación social en las olimpiadas es mostrar una concepción ampliada de relación en la práctica jugada. Las demandas de la sociedad no pasan exclusivamente por aprender a participar de forma individual y sin interferencias, aprender a participar con compañeros y rivales en gran variedad de situaciones puede ser el reto, también en el campo de los juegos olímpicos.
Entre las limitaciones que acompañaron a la realización del presente estudio se señalarían la selección exclusiva de los Juegos Olímpicos de Río 2016. Puede que incluir más olimpiadas hubiera ofrecido mayor consistencia estadística e interpretativa. Otra consideración, sería la relativa a justificar el nivel prueba o evento olímpico para el análisis. Aunque por una parte analizar las pruebas olímpicas supuso ganar en precisión y actualidad, sin embargo, optar por la perspectiva de la disciplina deportiva como unidad estadística podría corregir la escasez de competiciones de algunas disciplinas deportivas.
Conclusiones
Desvincular el resultado de los eventos olímpicos en función del género de los participantes sigue siendo un reto. Se ha realizado una instantánea sobre el estado de los juegos olímpicos mediante el análisis del programa de eventos en Río 2016. Se evidenció una distribución heterogénea de las variables, estableciéndose concomitancias con hallazgos precedentes. Las distintas pruebas del programa olímpico se han analizado, evidenciándose una visión relacional específica de interpretar lo olímpico. La identificación de estructuras ocultas de relación con el medio físico y con otros individuos no es neutral. Esta modelización resultante es sin duda fiel reflejo de una interpretación, entre otras posibles. El reparto asimétrico de las variables del estudio quizá constituya motivo suficiente para plantear la inclusión de nuevas fórmulas deportivas, entre otras razones, para equilibrar y (re)situar el programa olímpico.
Referencias
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Notas de autor
Información adicional
Conflicto de intereses : El autor no ha comunicado ningún conflicto de intereses