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El extractivismo, la urbanización de la cuestión agraria y el subproletariado Dilemas de la no realización de una reforma agraria en Brasil (1964-2016)
Lucas Henrique Pinto
Lucas Henrique Pinto
El extractivismo, la urbanización de la cuestión agraria y el subproletariado Dilemas de la no realización de una reforma agraria en Brasil (1964-2016)
Extractivism, the urbanization of the agrarian matter and the sub-proletariat Dilemmas of the unrealized agrarian reform in Brazil
RevIISE - Revista de Ciencias Sociales y Humanas, vol. 10, núm. 10, pp. 157-172, 2017
Universidad Nacional de San Juan
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Resumen: En el presente trabajo intentaremos problematizar cómo el lulismo (2003-2016) y sus políticas públicas focalizadas buscaron atenuar el conflicto entre clases (así como sus intereses antagónicos) y, por consecuencia, exploraremos las históricas desigualdades socio-raciales y de clase dentro de la sociedad brasileña, así como el despojo de los recursos naturales del país (neoextractivismo) en un momento de precios extraordinarios de los productos primarios. También, compararemos el periodo lulista con el momento del milagro económico de la dictadura militar (1964-1985), describiendo la manutención estructural de un contingente extraordinario de población sobre-empobrecida, la cual ha sido, desde fines del periodo colonial esclavista, una marca reiterada del proceso de desarrollo del capitalismo brasileño y consecuencia de la no realización de la reforma agraria en ningún momento de su historia. Finalmente, por medio de la argumentación del texto, desarrollaremos la lectura de cómo el gran crecimiento económico del país no hizo más que profundizar estas características durante la dictadura militar así como el reformismo débil lulista.

Palabras clave:NeodesarrollismoNeodesarrollismo, Brasil Brasil, Lulismo Lulismo, MST MST, Reforma agraria Reforma agraria, Dictadura militar Dictadura militar.

Abstract: The present text will expose and problematize how the Lulismo (2003-2006) and its public policies focused on the attenuation of the classes conflicts (and its antagonistics interests) impacted on the Brazilian society. The text explores specifically the impacts related to social-racial and classes aspects and the country’s natural resources spoliation by a neo extractivist model at the period of extraordinary commodities prices. Also, we will compare the Lulista period with the “economical miracle” of the Brazilian military dictatorship (1964-1985), describing the structural maintenance of an extraordinary contingency of over impoverished population, in which has been, since the ending of slavery period, a repetitive trait of the Brazilian capitalist development and the consequence of the agrarian reform absence in the Brazilian history. In the end, through the text’s arguments, we will develop a reading of the reasons by wich the great economical growth of the country deepened these traits during the Brazilian Military dictatorship period.

Keywords: Neodevelopment, Brazil, Lulismo, MST, Agrarian reform, Military dictatorship.

Carátula del artículo

Dossier Abierto

El extractivismo, la urbanización de la cuestión agraria y el subproletariado Dilemas de la no realización de una reforma agraria en Brasil (1964-2016)

Extractivism, the urbanization of the agrarian matter and the sub-proletariat Dilemmas of the unrealized agrarian reform in Brazil

Lucas Henrique Pinto
CONICET- CEAR - UNQ, Argentina
RevIISE - Revista de Ciencias Sociales y Humanas, vol. 10, núm. 10, pp. 157-172, 2017
Universidad Nacional de San Juan

Recepción: 18 Julio 2017

Aprobación: 09 Septiembre 2017

Introducción

En los últimos 10 años Brasil ha vivido momentos de éxtasis colectivo por vislumbrar potenciales mudanzas socioeconómicas y estructurales viabilizadas en la elección de un exlíder sindical, miembro y símbolo fundacional del Partido de los Trabajadores (PT), a la presidencia de la república en 2002: Luíz Inácio Lula da Silva (2003-2010), así como por el crecimiento económico vivido en el país a partir de 2005 bajo su gobierno. El buen momento económico pudo darse gracias a las ganancias extraordinarias en la balanza comercial de productos primarios,1 ganancias articuladas con el fortalecimiento del mercado interno, el aumento en la oferta de puestos de trabajo formal, la ampliación del crédito popular consignado, el crecimiento real del salario mínimo, la política sostenida de transferencia de renta y el aumento en las políticas sociales en general (salud, educación, vivienda), asociado todo esto a una estabilidad macroeconómica monetaria, fiscal y cambiaria de fuerte cuño neoliberal; además de una autonomía relativa en política exterior (expresión máxima del progresismo lulista a nivel internacional) y en detrimento de los lazos históricos y sumisión que han marcado la política externa brasileña en relación a Estados Unidos. Tales hechos hicieron pensar a analistas y sociedad en general que finalmente el sueño del país del futuro se hacía realidad, “milagrosamente”, sin conflictos de clases latentes2, ya que la economía brasileña llegó a ser para aquel entonces la sexta economía mundial.

Este proceso colapsó abruptamente frente al desespero generado por la crisis económica, advenida en crisis político-social a partir de 2013 con la caída de los precios de los commodities, la baja en las tasas de crecimiento de China y bajo el contexto de la realización de mega eventos internacionales, como la Copa Mundial de Fútbol en 2014 y los Juegos Olímpicos en 2016, herencias del ufanismo lulista; también contribuyeron el paulatino desvelamiento de los límites y las contradicciones socioambientales y distributivas encubiertas en la niebla triunfalista del boom de los commodities y del pacto de clases lulista. El ocaso de los gobiernos de coalición encabezados por el PT en 2016, a partir del golpe parlamentario institucional liderado por ex aliados coyunturales de Lula, trae a flote los limites estructurales y estructurantes del proceso del reformismo débil (Singer, 2012) que gobernó al país por trece años.3 Gran parte de los avances sociales realizados durante este periodo corren el riesgo de retroceder frente a las políticas asumidas por el gobierno de Michel Temer (2016-2018),4 miembro del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), vicepresidente en la lista de Dilma Rousseff (PT)5. La llegada de Temer a la presidencia fue en parte fruto directo de los límites y contradicciones del presidencialismo de coalición, del cual el PT en general y Lula en particular fueron fieles impulsores y beneficiarios hasta 2014.

Los logros sociales ya mencionados, posibles legados positivos de los gobiernos petistas, están condicionados a una compleja arquitectura que involucra desde el despojo de los bienes naturales, visualizado en el aumento de exportaciones de productos primarios6 en tal periodo, hasta la necesidad de una figura que cumpla con los requisitos del personalismo carismático y logre articular una compleja red de intereses; a saber, un sistema partidario sobrecargado con más de 28 partidos registrados, siglas sin programas claros o contenidos ideológicos que justifican una prolífica burocracia lingüística. Todo ello desemboca en un legado difícil de transferir como proyecto de país, tomando en cuenta también sus fuertes rasgos personalistas,7 claros límites económicos y su lento progresismo social; además, al no tocar las viejas y tradicionales estructuras de poder económico, está completamente expuesto a los cambios coyunturales, como la caída en los precios de las commodities o la pérdida de apoyo político del clientelista Congreso Nacional, circunstancias que en un corto tiempo -a partir de la llegada de Temer a la presidencia- ponen en jaque los principales logros duramente alcanzados en los más de diez años de gobierno del PT. Estos son los procesos que problematizaremos a continuación por medio de un particular paralelismo con el modelo económico desarrollista; así mismo, indagaremos en la suerte económico-política del subproletariado durante la dictadura militar (1964-1985) y el destino análogo que se vislumbra en el periodo postlulista, actualmente en boga.

Lulismo como neodesarrollismo conservador

El lulismo, como expresión central y a la vez heterodoxa (conservadora) del neodesarrollismo8 latinoamericano emergido en la primera década del siglo XXI, fundamentó su proceso en la dependencia de cierto tipo de ventaja comparativa en el intercambio comercial de las exportaciones internacionales, teniendo así en el despojo de los recursos naturales o bienes comunes de campesinos, comunidades indígenas y tradicionales, etc. su principal sostén económico, el cual a su vez, contradictoriamente, financia la estabilidad política interna. La reprimarización de la economía9, las transferencias condicionadas de renta y el aumento del 12% en el gasto social, contribuyó a elevar la calidad de vida de los más pobres del país, es decir, de casi la mitad de la población o el llamado subproletariado. Estas políticas fueron posibles por el boom en los precios de los commodities a nivel mundial y el crecimiento sostenido de China10, la cual se convirtió en locomotora de la economía mundial en un momento crítico del neoliberalismo para las naciones del capitalismo central y durante el periodo de gobierno del PT. Al fundamentar su gobierno en tales postulados conservadores, Lula se alejó paulatinamente de los movimientos sociales y sectores de izquierda para beneficiar a sectores extractivos y financieros de la economía brasileña en detrimento de los campesinos pobres sin tierra y subproletarios urbanos. Los movimientos sociales y sindicales fueron cooptados por el gobierno, o bien se alejaron del mismo al considerar que sus políticas iban en contra de los intereses populares, ya que las políticas sociales puntuales y focalizadas en la transferencia de renta y mejoras parciales en los servicios públicos, como salud y educación, fueron consideradas sólo una anestesia, por lo cual se incrementó la apatía dentro de los sectores de izquierda que orbitaban el lulismo y se abrió el margen de maniobra necesario para el surgimiento del movimiento reaccionario que terminaría por contribuir a la caída abrupta del gobierno petista.

Esa desmovilización en los sectores de la izquierda tradicional de cuño lulista favoreció a que los sectores reaccionarios tomaran las calles y la opinión pública a través de la cooptación y apropiación del rumbo de las protestas del año 2013 y de la obtención del apoyo de los medios de comunicación tradicionales11. Tal giro de corte conservador en las reivindicaciones populares de 2013, que inicialmente tuvieron como objetivos el acceso al pase libre estudiantil y el cese a los aumentos en el transporte público, estuvo vinculado a los cambios sufridos en la misma base electoral del PT y en la forma de gobernar, todo ello desembocó en un alejamiento cada vez más evidente de los movimientos sociales y de los aliados históricos del partido en beneficio de la política altamente burocratizada en gabinetes y corruptas coligaciones partidarias12. El consenso social y electoral que propició tal práctica política tuvo suceso en gran parte por el desplazamiento de clases hacia el interior del electorado lulista más fiel, el cual dejó de ser la clase media urbana escolarizada del funcionalismo público de izquierda y pasó a tener su fuente segura de votos en los sectores políticamente desmovilizados del subproletariado, principalmente del Norte y Nordeste del país. El proceso de nacimiento del lulismo que propiciara en gran medida la continuidad de los gobiernos del PT desde la elección al segundo mandato de Lula en 2006 hasta las elecciones de Dilma en 2010 y 2014, es decir, cuatro ciclos presidenciales electorales ininterrumpidos, fue posible por el cambio en la base electoral de apoyo del gobierno, según el análisis André Singer (2012)

[fue] en 2006 que ocurrió el doble desplazamiento o realineamiento brasileño y estable-ció la separación política entre ricos y pobres, la cual tiene fuerza suficiente para durar por mucho tiempo. El lulismo, que emerge junto con el realineamiento, es [...] el encuentro de un liderazgo, de Lula, con una fracción de clase, el subproletariado, por medio del programa cuyos puntos principales fueron delineados entre 2003 y 2005: combatir la pobreza, sobre todo donde ella es más cruel tanto social cuanto regionalmente, por me-dio de activación del mercado interno, mejorando el patrón de consumo de la mitad más pobre de la sociedad, que se concentra en el Norte y Nordeste del país, sin confrontar los intereses del capital. (Singer, 2012: 15-16)

La lógica imperante desde ese momento fue profundizar las coaliciones para fortalecer la base política en el parlamento y dar forma al proyecto lulista en marcha, el cual estaba sustentado en un reformismo lento y débil (Singer, 2012) que mejoraba la calidad de vida de la fracción más pobre de la sociedad sin promover transformaciones estructurales o haciéndolas de forma demasiado lenta (Singer, 2012). Esta acción desencadenó algo no visto en las elecciones previas a los comicios de 2006: el apoyo a un proyecto político no vinculado directamente a las fuerzas reaccionarias que, a través del clientelismo y caudillismo regional, habían dominado electoralmente al sector más pobre de la población; el cual, reacio a ciertas metodologías de lucha de izquierda como huelgas, marchas y protestas, se había renegado históricamente a votar por los candidatos de la izquierda y por el Partido de los Trabajadores (en los momentos en los que el PT pueda ser caracterizado como izquierda política). La mudanza traída por el advenimiento del lulismo, como plantea Singer (2012), fue justamente el cambio en la preferencia electoral de la sección más pauperizada de la sociedad brasileña, la cual pasa a votar de forma masiva por Lula y posteriormente por Dilma (no con la misma fuerza en los candidatos del PT a diputado y senadores).

La contracara del lulismo fue la no realización de reformas de base, como la reforma agraria, para mantener los privilegios de la alta burguesía latifundista e industrial y la dependencia de los sectores subproletariados a ciertas transferencias directas de renta del gobierno, el cual a su vez era rehén de los sectores exportadores primarios y de condiciones macroeconómicas coyunturales óptimas, lo cual condicionó a tal modelo a un crecimiento económico sostenido de al menos 5% anual.13 Estos logros sólo fueron alcanzados satisfactoriamente con el éxito del proyecto extractivista de desarrollo económico primarizado, herencia histórica del Brasil colonial.

Tales alianzas y contradicciones programáticas que buscan el apoyo y aprobación tanto de los agentes del mercando financiero como de los sectores populares generaran el contexto propicio para el golpe parlamentario realizado en 2016; aunado esto a la creciente impopularidad de Dilma Rouseff desde las protestas de 2013 y a una crisis económica que hace insostenible el modo de gobernar del lulismo, el cual ya no agra-daba ni a los sectores dominantes del capital internacional, ni a las fracciones subproletarias o clase C (clase media baja y reciente) que salieron a las calles pidiendo mejores servicios básicos en 2013. Otros de los factores centrales para el golpe parlamentario fueron las políticas practicadas por el PT desde el primer mandato presidencial de Lula (2003-2010) y fortalecidas con Dilma (2011-2016), ya que inmovilizaron a grandes sectores de la izquierda que habían estado articulados activamente en Comunidades Eclesiales de Base (CEB), sindicatos, juntas vecinales, movimientos sociales y estudiantiles, etc. desde antes del proceso de redemocratización en 1985 y que habían figurado como los sujetos sociales protagónicos en las disputas políticas dentro de los espacios públicos por varias décadas.14 La desarticulación de estos sujetos, o su burocratización y vinculación-cooptación al aparato estatal lulista, vació la característica plebeya de ocupación del espacio público, la realización de marchas y la capacidad de articular las fuerzas políticas de izquierda en la arena pública de forma masiva. Estos hechos dejaron el camino abierto para el giro a la derecha en las protestas de 2013 y la visible manifestación reaccionaria de la sociedad brasileña, vista de forma clara en el contenido de las críticas contra Dilma y a los gobiernos del PT (aunque el tipo de golpe parlamentario aplicado sólo fue posible porque el vicepresidente en el gobierno de Dilma era un claro representante de la derecha, siendo por lo mismo un resultado colateral, equivocado y previsible de las alianzas del lulismo).

Dichos procesos fueron apalancados también por la lectura limitada y superficial (soberbia) que el PT hizo de las marchas de 2013, calificándolas exclusivamente como reclamos de la clase media blanca en contra de las políticas redistributivas del gobierno. Estas protestas (duramente reprimidas por la Policía Militar del estado de São Paulo) empezaron como reivindicaciones económicas relacionadas primeramente al precio del transporte público y posteriormente evolucionaron hacia demandas relacionadas a la calidad de otros servicios públicos esenciales, como salud, educación, entre otros, teniendo como ejemplo paradigmático del mal manejo de los recursos advenidos del mejor momento económico de la historia del país los gastos excesivos de la construcción de estadios e infraestructura para el mundial de fútbol de 2014. Hechos que han propiciado la nacionalización y radicalización a la derecha de las protestas iniciadas localmente por transporte público en São Paulo por el Movimiento Pase Libre (MPL).

El giro conservador de las protestas que desembocó en consignas antidemocráticas, las cuales se creían superadas en gran medida desde la Constitución Ciudadana de 1988 y los horrores cometidos en los 21 años de dictadura cívico-militar (1964-1985), fue evidente en las exigencias de una intervención militar15 y las expresiones clasistas, racistas y regionalistas; así como en los argumentos misóginos contra la presidenta expuestos en pancartas, entrevistas, redes sociales y manifiestos públicos durante el proceso de impedimento político entre 2015 y 2016 (los dos primeros años de su segundo man-dato presidencial).

Planteamos que tales sucesos, la hegemonía electoral del lulismo a partir de 2006 y el golpe de estado de 2016, fueron posibles en parte por la forma en que el PT buscó construir su propalada gobernabilidad y presidencialismo de coalición, donde las reformas estructurales de base junto a los vínculos ideológicos presentes como discurso en la formación del partido (el PT tenía un programa político con varios puntos anticapitalistas y de reformismo fuerte hasta meses antes de la elección de 2002) fueron colocados en un segundo plano frente una política pragmática de resultados a corto plazo que, aliada a una conjuntara internacional favorable, pudo garantizar y aumentar las ganancias del sector financiero, la burguesía nacional tradicional y las porciones aristocrático-latifundistas, modernizadas en la figura triunfalista del agronegocio y sus agroestrategias.16

En los próximos apartados discutiremos, mediante la descripción del proceso de urbanización de la cuestión agraria durante el golpe militar, la condición de exclusión cíclica del subproletariado brasileño, aún en momentos de alto crecimiento económico; teniendo como ejemplo descriptivo el proceso de industrialización de la década de 1970. Argumentaremos, por lo tanto, que las fases de crecimiento económico extractivo en Brasil como mucho garantizaron una relativa disminución de la pobreza monetaria estacional, pero estuvieron lejos de disminuir las desigualdades sociales del país, evidentes en la concentración de tierra y riqueza todavía hegemónicas durante distintos ciclos presidenciales autoritarios o democráticos.

La manutención de los subproletariados como fracción de clase y su máxima organización sociopolítica reivindicativa por la tierra

Así como la economía agroexportadora dependiente de productos primarios, otra herencia del periodo colonial portugués es la persistencia de una masa de sobrepoblación trabajadora sobreempobrecida permanente (Singer, 2012:18). Esta parcela de la sociedad ha sido considerada un gran entrabe estructural endógeno de la modernización del capitalismo en Brasil porque conforma un extraordinario ejército industrial de reserva, el cual representa no sólo un freno al desarrollo pleno de un mercado nacional dinámico y diversificado en vista al desarrollo de un capitalismo nacional industrial, sino una presión constante en contra de la obtención de mejoras efectivas en derechos sociales y condiciones laborales por parte de la clase trabajadora proletarizada, ya que el subproletariado personifica una constante tensión precarizante y tendiente a contener aumentos en los salarios, mejores condiciones de seguridad y dignidad en el trabajo, es decir, el fantasma siempre presente y a la vista de los peligros de la desocupación. Tal contingente poblacional tuvo su condición subalterna estructural prácticamente inalterada desde el fin de la esclavitud hacia fines del siglo XIX17, pasando todo el siglo XX bajo condiciones de vida y dignidad humillantes, incluso manteniéndose extremadamente miserable con el gran crecimiento económico industrial realizado en los marcos del llamado milagro brasileño en la década de 197018.

El mantenimiento de la marginación social, económica y política de significativos extractos de la sociedad brasileña transforma a estos sectores sobreempobrecidos en una verdadera fracción de clase en los senos de la clase trabajadora, como plantea Paul Singer citado en André Singer (2012); pues a finales de la década del llamado milagro económico en 1976, el subproletariado representaba el 48% de la población económicamente activa (PEA) contra apenas 28% de proletarios” (Singer, 2012:19). Esta población, además de las condiciones degradantes de vida, sufría el flagelo de la migración tanto del campo a la ciudad (éxodo rural forzoso) como del Norte y Nordeste del país hacia los centros más industrializados en busca de la promesa del trabajo formal, sobrepoblando ciudades como Rio de Janeiro y São Paulo y trasladando la cuestión agraria -nunca resuelta desde el fin de la esclavitud- de los campos hacia las ciudades. Este equilibrio entre las desigualdades rurales y urbanas es la cuna de reproducción estructural del subproletariado brasileño, la cual no pudo ser superada durante el proceso de industrialización de la segunda mitad del siglo XX y mucho menos por el reformismo débil del periodo lulista.

El subproletariado está trasladándose siempre de un lado a otro cargando las contradicciones sociales de su condición subalterna y sin conseguir estabilidad económica o social de mediano y largo plazo. Es justamente hacia finales de la década de 1970, cuando el subproletariado se concentraba en el 48% de la clase trabajadora económicamente activa, que surge uno de los movimientos sociales más importantes de la historia de Brasil: el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), movimiento que tiene el novedoso éxito en auto organizar políticamente, a través de la reivindicación por la reforma agraria popular, a los subproletariados del campo y a algunos sectores de las personas en las ciudades que deseaban volver al campo.

El MST y la urbanización de la cuestión agraria

El campo ya no es una entidad que entregue a partir de su propia necesidad determinados frutos para la ciudad. Sino que ha pasado a ser una rama industrial más, la agroindustria, una simple prolongación de la periferia industrial. La gran ciudad se prolonga hacia el campo e intenta deponerlo de su antigua dignidad, doblegarlo finalmente y reducirlo a la condición de prolongación de la periferia industrial (Echeveria, 2013: 77)

El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) nace formalmente en 1984 como síntesis de los conflictos rurales y urbanos intensificados en el proceso de industrialización y urbanización vivido a partir de 1950,19 estos hechos fueron protagonizados por los excluidos del acceso a la tierra o a trabajos dignos en el medio urbano, así como por los desposeídos y pauperizados estructuralmente. Este movimiento también está vinculado al proceso de esclavitud-genocidio perpetrado en la construcción del espacio geográfico social hoy denominado Brasil contra africanos traficados, pueblos originales y determinados grupos de campesinos y obreros de origen europeo, traídos en muchos casos bajo relaciones laborales análogas a la esclavitud en el siglo XIX.20

Es a fines de la década de los setenta cuando los movimientos sociales en Brasil vuelven a la escena pública con el debilitamiento económico y político de la dictadura militar (1964-1985)21, generando así el contexto sociopolítico para la conformación formal del MST en 1984.

El MST nace en un proceso de enfrenta-miento y resistencia contra la política de desarrollo agropecuario, implementada durante por el régimen militar. Ese proceso es entendido en su carácter más general en la lucha contra la expropiación y contra la explotación del desarrollo del capitalismo. El MST es parte de un movimiento histórico de la lucha por la tierra campesina de Brasil. Desde Canudos, Contestado, Porecatu, Trombas y Formoso [luchas históricas que marcaron el movimiento campesino brasilero]. (Fernandes, 1998:26)

Ello se refleja también en las palabras de uno de sus fundadores, miembro de la coordinación nacional del Movimiento, João Pedro Stédile:

la génesis del MST estuvo determinada por varios factores. El fundamental fue el aspecto socioeconómico, las transformaciones que sufrió la agricultura brasileña durante la década del 70. En esa época se produjo un proceso de desarrollo que José Graziano da Silva llamó la “modernización dolorosa”. Fue el periodo más rápido e intenso de mecanización del trabajo en el Brasil. (Stédile, 2005:15)

La política económica implementada por la dictadura significó un aumento creciente del proceso de acumulación por desposesión (Harvey, 2004) de los medios de producción (tierra) del pequeño productor rural, antes dueño o poseedor sin titulación, y la consecuente pauperización del proletario en general, provocada por el éxodo rural y la conformación del ejército industrial de reserva en los grandes centros urbanos. Todo ese proceso tiene como aspectos centrales la mecanización de la agricultura vinculada a la capitalización del campo y la industrialización urbana.22

A diferencia de otros casos23, como en Estados Unidos, donde pese a la manutención de la segregación socio-racial a la población negra e indígena hubo una reforma agraria distributiva, en Brasil la modernización del campo (industrialización-capitalización) se dio en un contexto de recrudecimiento de las viejas estructuras agrarias erigidas en la época colonial. Así, además de no haber realizado una reforma agraria clásica en términos de la redistribución de latifundios en lotes a campesinos o peones rurales en detrimento de los grandes terratenientes y su arcaico modo de producción y especulación de la tierra; en el periodo de la dictadura militar brasilera, la transformación agraria significó un aumento en la concentración de la tierra y consecuentemente un exponencial éxodo rural.

El Brasil conoció una intensa transformación en su agricultura en el periodo de 1965 a 1985. En estas décadas de dictadura, los gobiernos militares implantaron una política de desarrollo agropecuario para la modernización del campo. Ese modelo produjo transformaciones profundas, privilegiando la agricultura capitalista en detrimento de la agricultura campesina. Estas transformaciones generaron, de un lado, la modernzación tecnológica financiada por el Sistema Nacional de Crédito Rural, de modo que la agricultura pasó a depender menos de los recursos naturales y cada vez más de la industria productora de insumos, consolidando el proceso de industrialización de la agricultura y promoviendo el crecimiento de las relaciones de trabajo asalariado. Por otro lado, el campo brasilero fue transformado en espacio de conflictos intensivos, por el crecimiento de las desigualdades socioeconómicas. Ese modelo de modernización conservó la secular concentración de la estructura agraria, intensificando la histórica lucha por la tierra y creó una crisis política que persiste hasta los días de hoy. [Marcas nuestras] (Fernandes, 1998:07)

A partir de 1964, los principales cambios en la estructuración del mundo rural brasilero estuvieron vinculados a la capitalización de la agricultura que, a partir de la mecanización e incremento de insumos externos al ecosistema rural, como agrotóxicos y semillas híbridas, buscó “modernizar” los latifundios y su estructura productiva que fueron heredados directamente del modo de producción colonial, caracterizados por ser intensivo en trabajo (precarizado/esclavizado) y con baja inversión en capital. Estos aspectos fueron vistos entonces como un retraso tecnológico y en la organización social del traba-jo frente a los nuevos modos de producción hegemónicos, diseminados mundialmente en el contexto de la Revolución Verde y que, conjuntamente a la necesidad de acumulación de capital para la industrialización tardía que se planteaba en el horizonte político y económico del gobierno de facto, representaban un problema concreto para los planes de la dictadura militar.

Con el objetivo de intentar solucionar esta contradicción, pero sin efectuar cambios en la estructuración de la tenencia de la tierra (en parte por el poder político y simbólico que la élite agraria aún conservaba, siendo uno de los principales brazos civiles del régimen), se buscó modernizar el campo. Este modelo de modernización procuró transformar los antiguos latifundios en empresas rurales y patrocinar conjuntamente la creación de un mercado interno para la naciente producción industrial, que en gran parte estaba centrada en la producción petroquímica, donde también se asentaban los insumos y parte de las maquinarias usadas en la modernización conservadora del campo brasilero. La dictadura procuró así, según Fernandes,

acelerar el desarrollo del capitalismo en el campo, incentivando la concentración de la propiedad de la tierra, los gobiernos militares [crearon] las condiciones necesarias para el desarrollo de una política agrícola, privilegiando las grandes empresas, vía incentivos financieros, que pasaban a ocuparse de la agropecuaria. Para entender el origen de esta política es preciso considerar que el golpe militar de 1964 tuvo, entre otros objetivos, la finalidad de modernizar los coroneles latifundistas e impedir totalmente el crecimiento de las luchas de los campesinos, que venían construyendo sus formas de organización, principalmente a partir de mediados de la década de 1950. (Fernandes, 1998:08)

Estos cambios, vinculados a la capitalización del agro e industrialización urbana, generaron un patrón heterodoxo de acumulación capitalista, donde los trabajadores rurales que permanecieron en el campo sufrieron una suerte de subproletarización, que ayudó a sostener económicamente la urbanización y proletarización (y también subproletarización urbana) de los ex campesinos expulsados hacia la ciudad, como comenta Oliveira:

[...] el proletario rural que se formó no con-siguió estatuto de proletario, ya que la legislación laboral prácticamente no existe en el campo y la jubilación no pasa de ser una uto-pía. Es decir que, desde el punto de vista de las relaciones internas a la agricultura, el modelo permite la diferenciación productiva y de productividad posibilitada por el mantenimiento de bajísimos patrones en el costo de reproducción de la fuerza de trabajo y, por lo tanto, en el nivel de vida de la masa trabajadora rural. Esta es la naturaleza de la conciliación que se produjo ente el crecimiento industrial y el crecimiento agrícola. (Oliveira, 1972)

Por consiguiente, la industrialización del campo, lejos de significar un avance en el modo de organización social del trabajo, en el sentido que proponía la reforma agraria clásica (democratización de la propiedad rural y consumación de una legislación laboral rural como ejemplos paradigmáticos), crea un nuevo escenario que reconfigura las relaciones de servidumbre todavía existentes24, modernizándolas concomitantemente al avance del proceso de industrialización urbano, que desde 1930 venía ganando fuerza frente a la política de industrialización por sustitución. Según Almeida y Sánchez:

País donde ocurrió una de las más elevadas tasas de crecimiento económico a lo largo del siglo XX, ya en 1940 la producción inustrial superaba la agrícola, aunque la fuente de acumulación fuera principalmente la producción cafetera y el núcleo de acumulación capitalista fuera el capital mercantil financiero. En ese proceso, la urbanización se intensificó y, a lo largo de los años 60, la población rural tornase minoritaria. El desarrollo del capitalismo en el campo, que se acentuó después del golpe de 1964, acentuó en relevo el nuevo proletario agrícola- el “boia-fria”’ [trabajador migrante]. (Almeida y Sánchez, 1998:77)

Visto desde entonces, todo el crecimiento económico tuvo como gran baluarte el llamado “milagro brasileño” en el periodo de la dictadura militar.25 Sin embargo, tal proceso no significó ne-cesariamente la mejoría en la calidad de vida y de condiciones laborales de las camadas más bajas de la sociedad, las cuales tuvieron que “costear” partes de la acumulación de capital primario para financiar tal crecimiento económico bajo una creciente sobreexplotación del trabajador, rasgo recurrente del capitalismo brasileño tanto en su vertiente rural como en la urbana. Con efecto, la dinámica de industrialización y las relaciones de trabajo precarizadas han caminado juntas, manteniendo gigantescas parcelas de la sociedad totalmente excluidas de los beneficios principales del crecimiento económico del periodo militar (algo que en menor intensidad se repetirá en el neodesarrollismo lulista), el cual a menudo incrementaba la concentración de ingresos y de la propiedad rural.

Es probable que el mantenimiento, la ampliación y la combinación del patrón “originario” con nuevas relaciones de producción en el sector agropecuario tengan, a la luz de sus repercusiones en los sectores urbanos, una importancia mayor. Principalmente, porque permitieron un extraordinario crecimiento industrial y de los servicios, al que contribuyeron de dos formas: en primer lugar, suministrando los contingentes de poblaciones que firmarían parte del “ejército industrial de reserva” de las ciudades, lo que impulsaría una redefinición de las relaciones entre capital y trabajo que habría de ampliar las posibilidades de acumulación industrial [...]. En segundo lugar, suministrando los excedentes alimenticios cuyo precio era de-terminado por el costo de reproducción de la fuerza de trabajo rural, combinaron ese elemento con el volumen propio de la oferta de fuerza de trabajo urbana, para disminuir el precio de ésta. (Oliveira, 1972:49-50)

En tal coyuntura, la clase trabajadora rural brasileña estaba en una situación límite en la cual le fueron negadas sistemáticamente, a través reforma agraria, las posibilidades de manutención de la vida en el campo, sea por la falta de la tierra o de infraestructura básica, productiva, títulos de posesión, créditos, etc.; siendo metódicamente obligada a dejar el campo rumbo a la ciudad, en la cual se sumaba al ya precarizado proletariado urbano en la pelea por las mejores ocupaciones26, condiciones centrales que delimitaron la formación de la base social del MST, como comenta Stédile:

[...] el gran sueño del campesino es tener su pedazo propio de tierra -la perspectiva de emigrar al norte [amazonia] se deshizo con la llegada de las [malas] noticias. Una parte importante de la población expulsada del campo fue a la ciudad, motivada por el acelerado proceso de industrialización. [...] Desde el punto de vista socioeconómico, los campesinos expulsados por la modernización de la agricultura vieron cerrarse esas dos puertas de salida: el éxodo hacia las ciudades y hacia las fronteras agrícolas. Eso los obligó a tomar dos decisiones: tratar de resistir en el campo y buscar otras formas de lucha más acordes con las regiones donde vivían. Ésa es la base social que generó el MST. (Stédile, 2005:16)27

Tal afirmación es demostrada por los datos referentes a la evolución de la población brasileña y su constante urbanización a partir de la década de 1960, visibles en el Gráfico 1.

El crecimiento de la población total en ese periodo es análogo al crecimiento de la población urbana y proporcional al decrecimiento de la población rural, que hasta 1960 gozaba de un contingente similar-superior a la población urbana, la cual incrementó también por el desarrollo poblacional total de 226,4% en 50 años en el periodo de industrialización del país (véanse los gráficos 1 y 2). Sin embargo, la población rural va a decrecer en la región centro-sur, indicando que la urbanización fue fruto de un proceso de éxodo rural, aliado al exponencial crecimiento población total de la industrialización-urbanización (véanse el gráfico 3).


1
MAPA 1. Brasil: estados y regiones


2
Gráfico 1. Brasil -Evolución de la población total 1950-200028
Fuente: Atlas da Questão Agrária Brasileira, en http://www2.fct.unesp.br/nera/atlas/caracteristicas_socioeconomicas_b.htm#populacao_rural

Es notable como la brecha poblacional campo-ciudad se acentúa a partir de la mitad de la década de 1960, periodo que confluye con la ascensión al poder del gobierno militar en 1964. También queda patente el proceso de migración y concentración de la población hacia los grandes centros urbanos del Sudeste del país, con especial énfasis a la región metropolitana de São Paulo; no por acaso centro que capitaneó el proceso de industrialización, datos visibles en los gráficos 2 y 3 a seguir:


3
Gráfico 2. Evolución de la población urbana regional 1950-2000
Fuente: ibidem


4
Gráfico 3. Evolución de la población rural regional – 1950-2000
Fuente: ibidem.

La llegada del campesino a la ciudad y su inserción en el mercado laboral urbano se dan de forma precarizada; para las personas con estudios básicos, secundarios o alguna alfabetización fue ligeramente mejor, ya que esto les permitió entrar más fácilmente a cursos de formación profesional (ofrecidos por las empresas) que eran requisito central para el acceso al mercado de trabajo formal, donde la metalurgia vinculada a la industria automovilística era la que mejor pagaba.30 Para la mayoría en cambio, esta migración a los grandes centros urbanos significó una suerte de favelización e inserción laboral al mercado informal, principalmente en el sector de servicios que, más que la proletarización, representaba la subproletarización, conformando así el ejército industrial de reserva siempre a la espera de una oportunidad dentro de las grandes industrias multinacionales, como comenta Oliveira:

[...] los servicios pueden ser comprendidos en niveles de capitalización bastante inferiores a los de la industria, para la cual la oferta abundante de mano de obra constituía no solamente una garantía sino también una motivación. Los servicios no sólo podían, sino que debían ser implantados, apoyándose en la oferta de fuerza de trabajo barata. (Oliveira, 1972:75)

En una suerte de eterno retorno nietzscheano, que condena moral y económicamente a una fracción de la población trabajadora (rural y urbana) a la miseria extrema y cíclica, las condiciones de organización social del trabajo y de posesión de la tierra en Brasil vuelven (sin nunca haber sido orgánicamente de otra forma) a reflejar su estructuración fundacional del periodo colonial portugués31; aunque ahora bajo la hegemonía ideológica del capital industrial, pero con las mismas características centrales mantenidas: unidades productivas (o especulativas) con gran extensión de tierras concentradas, producción de monocultivos para la exportación y el trabajo esclavizante (en condiciones análogas a la esclavitud):

La implantación de tal política agraria resultó en la manutención de los latifundios existentes y en la creación de inúmeros otros latifundios, especialmente en la Amazonia. Otros resultados fueron: la diseminación de la agroindustria en las regiones Sur, Sudeste, Centro-este y Nordeste, por el monocultivo para exportación (soja, naranja, etc.) y de la caña de azúcar para la producción del alcohol [etanol]. Ese proceso intensificó la concentración de tierras y la expropiación de los labradores que, imposibilitados de reproducir la agricultura familiar, migraron en dirección a la Amazonia y en mayor número para las ciudades. (Fernandes, 1998:03)

No obstante, a todo proceso descrito, los militares tenían también su proyecto de política agraria para los trabajadores sin tierra. En tal coyuntura, no se podía ignorar la cuestión de la tenencia de la tierra, ya que esta había sido un factor central desencadenador del golpe de 1964 y que implicó la colonización del Norte del país en zonas de selva o fronterizas (véase en Pinto, 2015) hasta la llegada de los gobiernos civiles en 1985.

La llegada del neodesarrollismo y la desilusión extractiva

Contradictoriamente a lo que se esperaba con la elección de Lula (2003-20010) a la presidencia de Brasil en 2002, por haber sido un histórico defensor de la reforma agraria durante el periodo de luchas por la democracia y la reforma agraria, antes descripto, en la dictadura militar, en sus 8 años de gobierno no hubo grandes cambios en relación a las políticas agrarias precedentes; inclusive hubo importantes retrocesos en políticas de distribución de tierras, vinculado a los procesos de despojo antes relatados en los marcos del neodesarrollismo. En lo concerniente a la desapropiación de tierras para la reforma agraria, los números no alcanzan -aún en los mejores escenarios- la amplitud mínima esperada por los miembros del MST.

Parte de las frustraciones con la política agraria del gobierno del PT (2003-2016) están influenciadas primeramente por la envergadura tomada por el agronegocio en los últimos años, representando una parte central de la balanza comercial brasileña (y de la base política partidaria que sostuvo al lulismo de 2005 a 2016) en una coyuntura de alza internacional de los precios mundiales de los commodities. Por otro lado, las políticas económicas adoptadas por el gobierno de Lula (una suerte de neodesarrollismo-neoextractivista) que, aun aumentando el gasto social y frenando en parte el proceso de privatización llevado a cabo en el periodo neoliberal de los 90, no operó cambios significativos en materia de política macroeconómica; lo que, en relación a la estructura agraria, significó una constante expulsión de campesinos y concentración de tierras, retrocesos que en parte fueron compensados por una mayor política crediticia a la agricultura familiar y auxilio en la venta de la producción de los asentamientos de la reforma agraria para la gente que sí tenía tierra. Sin embargo, los datos referentes a las desapropiaciones de tierras en todo el periodo posterior a la redemocratización son taxativos en marcar la debilidad de la política agraria del gobierno Lula y de su sucesora Dilma Roussef32 en relación a la reforma agraria (ver gráfico 5 a seguir):


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GRÁFICO 5. Predios rurales desapropiados por decretos presidenciales (1985-2012)
Fuente: MST. http://www.mst.org.br/content/por-que-desapropriacao-de-terras-esta-parada-no-governo-dilma. (Error 1: El enlace externo http://www.mst.org.br/content/por-que-desapropriacao-de-terras-esta-parada-no-governo-dilma. debe ser una url) (Error 2: La url http://www.mst.org.br/content/por-que-desapropriacao-de-terras-esta-parada-no-governo-dilma. no esta bien escrita)

Consideraciones finales

En el presente trabajo intentamos demostrar cómo la experiencia del lulismo generó el inicio y la caída del reformismo débil desarrollado por el PT, a través de la fundamentación de políticas públicas redistributivas en el despojo de los recursos naturales durante un momento de precios extraordinarios (neoextractivismo) y la búsqueda de atenuantes para el conflicto entre clases (y sus consecuentes intereses antagónicos), así como de las históricas desigualdades socio-raciales y de clase de la sociedad brasileña.

Al comparar el periodo lulista con el momento del milagro económico de la dictadura militar, buscamos demostrar que la manutención estructural de un contingente de población sobre-empobrecida ha sido una marca constante en el desarrollo del capitalismo brasileño desde fines del periodo colonial esclavista. El gran crecimiento económico del país durante la dictadura militar, así como el reformismo débil lulista, no hicieron más que profundizar estas características, lectura que procuramos desarrollar en la argumentación arriba desarrollada.

Las políticas implementadas durante el lulismo pueden ser consideradas, en partes, post neoliberales, vinculadas a los procesos más amplios de gobiernos populares que, a partir de los años dos mil, rompieron con la hegemonía política neoliberal en Latinoamérica, revitalizando un proceso de acumulación capitalista neodesarrollista que, partiendo de las estructuras y secuelas político-económicas dejadas por el neoliberalismo, intenta reproducir ciertos postulados del desarrollismo de las décadas de los 50, 60 y 70 del siglo pasado (el neodesarrollismo sería un intento de desarrollismo posible en una sociedad todavía organizada en estructuras neoliberales).

Los sectores sociales que estuvieron por más de veinte años organizados contra el neoliberalismo han depositado ciertas expectativas de cambios con el ascenso de dichos gobiernos progresistas, fundamentados en una especie de apoyo crítico. En el caso de Brasil, este apoyo crítico está cargado también de un vínculo histórico, en el cual tanto el PT como el MST tienen nacimientos políticos y luchas históricas desde 1980, además de algunos vínculos concretos materializados en políticas que beneficiaron parcialmente a los movimientos populares desde 2003 en una coyuntura totalmente desfavorable para los mismos durante el gobierno del PT. Sin embargo, en el periodo de gobiernos petistas, las llamadas políticas de reforma agraria han bajado significativamente el número de nuevos asentamientos de tierra (dado el avance triunfalista del agronegocio); a la vez presionado por los productores de soja transgénica en su primer mandato, el presidente Lula ha aprobado la reglamentación de la producción y comercialización de productos transgénicos, además de la centralidad del agronegocio exportador en las políticas económicas de dicho gobierno. Procesos que fueron cuestionados por el MST y justificados por parte del PT como fruto de la “correlación de fuerzas” del frente electoral que comandaba al país.

Queda claro así, que hay un proceso que por un lado avanzó en cuestiones sociales humanitarias, pero en los temas estructurales y ambientales se profundizó cada vez más en el despojo de comunidades originarias y procesos de concentración agraria, derivados del avance del agronegocio, minerías, represas hidroeléctricas, retrocesos normativos en el código forestal, etc. Hechos que implican directamente sobre el accionar de los movimientos sociales de Brasil y en el MST, debilitando sus propuestas políticas y base social.

Entendemos que los principales límites y retos de las políticas agroecológicas y de reforma agraria, presentes en las propuestas del MST y no realizadas por el lulismo, enfocadas a concretar los cambios necesarios en el mundo rural y en vistas a que en Brasil avancen los niveles estructurales (y no conjuntarles) de igualdad social y ambiental, tuvieron en las políticas de gobierno los principales frenos y contradicciones. Las políticas macroeconómicas adoptadas (patrocinadas por el agronegocio) en el ámbito económico y financiero por el neodesarrollismo, tendieron a incrementar los procesos de desalojo de campesinos-indígenas, conflictos y muertes en el campo, además del incremento en las contaminaciones ambientales, destocas de biomas nativos, avance de la frontera agrícola, mega minerías a cielo abierto, proyectos de especulación inmobiliarios, etc.

Por lo tanto, los vemos como temas que deben ser más debatidos a partir del alza y ocaso de los gobiernos progresistas en Brasil (y América Latina en general) a partir de la primera mitad de los años dos mil. Dichos gobiernos se alzaron como reflejo directo del descredito popular y crisis económico-política del modelo neoliberal hegemónico en la década de 1990; luego, la no rotura total con la lógica neoliberal por parte del progresismo, representó un nuevo desafío político institucional para los movimientos sociales campesinos nacidos o fortalecidos en las contradicciones del neoliberalismo de los 90. Partes de los desafíos-problemáticas se manifiestan en los vínculos políticos-históricos y en la identificación política, compartiendo algunas banderas en común y posicionamientos discursivamente análogos contra el neoliberalismo entre los movimientos campesinos y los gobiernos neodesarrollistas. No obstante, la base de acumulación y el giro extractivista (Svampa, 2012) realizado en el periodo neoliberal, no sólo fueron continuados en los gobiernos progresistas, sino que fueron impulsados como política de Estado.33 Por consiguiente, el avance del extractivismo y la reprimarización productiva en Brasil tienden a concretizar, más allá de las políticas sociales insuficientes y puntuales, la reproducción cíclica de la condición de marginación social y económica representada en la figura del subproletariado; la cual en seis meses de gobierno neoliberal golpista de Temer, ya ha sufrido importantes reveses en las políticas sociales generadas en el periodo neodesalllorista. Por consiguiente, nos parece bastante claro que las contradicciones generadas al intentar subsanar -aunque sea de forma clientelar y electoral- las históricas desigualdades sociales de Brasil en procesos vio-lentos de despojo de recursos naturales, no sólo generó contradicciones e injusticia hacia las comunidades y poblaciones directamente afectadas -y a los ciclos generativos de los biomas-, sino que representó una grave amenaza a la propia vida democrática en sociedades altamente elitistas y desiguales, como vemos, con efecto, en la toma de poder indirecta de Michel Temer en 2016.

Luego, concluimos que políticas sociales reales que representen cambios duraderos y estructurales en las condiciones de vida de la clase trabajadora sólo podrán realizarse a partir de una ruptura real con el conservadurismo esclavista de la elite terrateniente brasileña y, por ende, con el modelo de capitalismo primarizado-dependiente-exportador; generando confronto directo con su lógica, algo no realizado, de ninguna manera, por el lulismo conciliador y su negativa en realizar la reforma agraria.

Material suplementario
Referencias
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Notas
Notas
1 Entre 2002 y 2011 el índice de precio de intercambio de bienes y servicios de América Latina se incrementó un 37%, impulsado por un aumento en los precios de exportación de los productos que vende la región, como la energía (303%), los alimentos (143%) y los minerales (515%). En una década, la participación de la región en el PIB global creció del 6% al 8%, a partir del dinamismo de un sector exportador asentado en las materias primas (40% del total de las exportaciones latinoamericanas), pero también en las manufacturas de recursos naturales (20%) y las manufacturas de tecnología media (20%) (Araníbar y Rodríguez, 2013: 26).
2 El programa de gobierno lulista se caracterizó por intentar ser un proyecto nacional-popular, que no es [sea] incompatible con los intereses del capital [...] un programa capitalista con fuerte presencia estatal, de distribución de renta sin confronto (Singer, 2012:123).
3 La idea de reformismo débil, adoptada para relatar el neodesarrollismo petista en Brasil, viene en oposición a la idea de reformismo fuerte de Chile en los años de 1970: el reformismo fuerte de Salvador Allende en Chile [1970-1973] hizo en el primer año de gobierno lo que el reformismo débil tardó diez años para hacer en Brasil: aumentar el Salario Mínimo en casi 70%. La discrepancia entre el reformismo fuerte y el reformismo débil es, a saber, el grado de concentración en el tiempo de los cambios esenciales, [que] queda visible en el ejemplo [...] Para llegar el salario mínimo [a un valor que realmente supra las necesidades económicas y alimentarias de la gente] [...], el reformismo débil adoptado en Brasil llevará por lo menos dos décadas” (Singer, 2012:191).
4 Temer viene aplicando, desde su asunción al poder de forma interina en mayo de 2016, una agenda neoliberal clásica (su gobierno ha aprobado un corte de gastos públicos a partir de un cambio constitucional que congela para los próximos 20 años los gastos sociales del Estado brasileño entre otras) que su partido tenía elaborada como programa desde 2010.
5 Sucesora del proyecto lulista de gobierno, escogida personalmente por Lula para ser la candidata del PT en los comicios de 2010. Electa presidenta por primera vez en 2010 y para segundo periodo presidencial en 2014.
6 La coyuntura económica mundial favorable entre 2003 y 2008, no sólo por presentar un ciclo de expansión capitalista como por involucrar un boom de commodities, ayudó a producir el lulismo. No obstante, fueron las decisiones del primer mandato, intensificadas en el segundo, que canalizaron el viento en favor de la economía internacional para la reducción de la pobreza y la activación del mercado interno. Lula aprovechó la ola de expansión mundial y optó por un camino intermediario al neoliberalismo de la década anterior [gobierno de Cardoso, 1994-2002] [...] y al reformismo fuerte que fuera el programa del PT hasta las vísperas de la campaña de 2002 [...], [realizando como proyecto de gobierno el ideal de] un estado capaz de ayudar los más pobres sin confrontar el orden [...] (Singer, 2012:21).
7 Una de las herencias malditas del lulismo hacia Dilma fue que: El gobierno de Dilma tuvo [desde su primer mandato] más trabajo en calmar a su [heterodoxa] base parlamentaria y contornar crisis provocadas por sus aliados que en enfrentar a la oposición” (Nogueira, 2013: 100) En efecto, fue su misma base aliada -en este caso su vicepresidente- la que ha liderado la caída de Dilma y ocupado su cargo oportunistamente.
9 En 2009, los commodities representaban 70% del valor total de las exportaciones del país, mientras estudios del Banco Na-cional de Desarrollo Social (BNDES) apuntaban síntomas de una desestructuración visible en las cadenas productivas industriales asociados a la valorización [cambiaria] del Real [moneda brasileña]” (Almeida, Zohuri, Ioris et al., 2010:7-8).
11 Protestas que desembocan en la formación de un movi-miento social más amplio que destituyó a Dilma Rousseff en 2016.
12 El estilo conciliador de Lula, agregó aliados sin ningún compromiso programático: llevó, por ejemplo, a que el partido ocupara el centro de la crisis política de 2005, determinada por el llamado “mensalón”, cuando se reveló la existencia de un esquema de compra de votos parlamentarios para componer las mayorías que el gobierno necesitaba. El episodio empujó al PT a una grave crisis de identidad, que también se debió a la tendencia a asignar cargos públicos por favoritismo. Este procedimiento, conocido como “aparelhamento”, incrementó la relación clientelar entre el partido y el Estado, lo que le resto vigor y autonomía a este último y, además dificultó la racionalización gerencial de la gestión pública y dejó las puertas abiertas a ciertas prácticas de privatización de la vida pública, y a la corrupción (Nogueira, 2013:99).
13 La continuidad de la reducción de la pobreza dependía de conseguirse un crecimiento económico próximo al nivel de 5% [lo que] preveía el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), de modo a mantener el ritmo de generación de empleo y renta (Singer, 2012: 160).
14 La propia vida partidaria -el debate interno, la preparación de cuadros, la comunicación pública, la cultura de la militancia- fue relegada a un plan secundario, lo que hizo que el PT creciera en número, pero perdiera en calidad. Recibiendo adhesiones de carácter “pragmático”, impulsadas por la perspectiva de lucros políticos (cargos, presupuesto, mandatos), el partido ganó volumen, pero retrocedió en el debate público, en la elaboración teórica y en la actuación parlamentaria (Nogueira, 2013: 99).
15 Demostrando que la transición democrática realizada desde el proceso de Amnistía a fines de la década de 1970 y finalizado en 1985, sin juicio a los crimines cometidos durante los años de gobierno de facto militar, han dejado heridas abiertas en la sociedad brasileña. Otra de las herencias fueron los masivos contingentes de subproletariados amontonados en los gran-des centros urbanos durante la industrialización militar y mantenidos ahí por el lulismo y su política extractiva amigable con el agronegocio y con el mercado, debates que profundizaremos a continuación.
16 En el caso brasileño, hace parte de las agroestrategias la diseminación de una visión triunfalista de los agronegocios, articulada con una imagen hiperbolizada de Brasil y de su potencial agrícola [...] Tal imagen es sintetizada en las asertivas ufanistas, que enfatizan que “el país no puede perder esta oportunidad” [...] “Las tierras arables de Brasil pueden alimentar el planeta”; “Las tierras fértiles de Brasil deben ser ocupadas en toda su extensión” (Almeida, 2010:101).
17 La singularidad de las clases en el Brasil consiste en el peso del subproletariado, cuyo origen se debe buscar en la esclavitud, que a lo largo del siglo XX no logró incorporarse a la condición proletaria, reproduciendo masa miserable permanente y regionalmente concentrada. El Norte y el Nordeste tiene índices de pobreza bien más grandes que el Sur o Sudeste. El poblado Nordeste, en particular, es el principal irradiador de inmigrantes para las regiones más prosperas” (Singer, 2012:20-21).
19 Hacia comienzos de la década de 1960, según Prado Junior (1960), 30 millones de brasileros (mitad de la población en 1960) necesitaban para su mantenimiento económico de la utilización de la tierra. Sin embargo, la concentración de ese medio de producción era patente, según los establecimientos productivos (lo que representaba la exclusión de muchos latifundios “no productivos” de tal encuesta) censados por el IBGE [Instituto Brasileiro de Geografía y Estadística]: [...] los pequeños establecimientos, [...] 85% del total, ocupan solamente 17% de área censada, los medios (6% del número total) ocupan 8% del área, y los grandes, que son apenas 9%, ocupan 75% del área. El alto grado de concentración de la propiedad es ahí claro (Prado Junior, 1979:17).
20 El latifundio esclavista era el eje de la actividad económica de la colonia, definiendo las dos clases sociales básicas: los señores y los esclavos (Silva, 1996: 26).
21 No obstante, a la importancia de las luchas rurales, apoyadas principalmente por el ala progresista de la Iglesia Católica, los movimientos de masa más politizados y que se chocaron más eficazmente contra el régimen [de facto] fueron sobretodo urbano: movimiento estudiantil, movimientos contra la carestía y, principalmente, a partir de 1978, en el corazón del nuevo parque industrial que era el mayor orgullo de la dictadura militar el llamado “nuevo movimiento obrero”. En suma, la otra cara del “milagro” brasilero emerge: grandes masas urbanas carentes de atención a sus necesidades básicas [...]” (Almeida y Sánchez, 1998: 78).
22 La implantación de la industria pesada en Brasil: siderurgia, petroquímica, material eléctrico, etc. se dio en el periodo de 1955 a 1961. A partir de ello comienza la industrialización de la agri-cultura. En ese mismo periodo se instalan las fábricas de má-quinas e insumos agrícolas (Silva, 1996: 27).
23 Último país a abolir la esclavitud [en América, en 1888], Brasil no solamente no resolvió la cuestión agraria “tradicional” como agrega a ella los desocupados producidos por el actual proceso de transnacionalización del capitalismo (la llamada globalización), incluso ex propietarios de tierra recién expropiados debido a la imposibilidad de saldar en sus deudas para con los bancos (Almeida y Sánchez, 1998: 79).
24 El despotismo señorial, legado activo del esclavismo y de las formas compulsorias de sujeción del trabajo, sobrevivió bajo el ropaje modernizado. Asesinatos de trabajadores rurales y de sus líderes por el armado entre órganos de represión del Estado con los intereses de la gran propiedad agraria fueron una constante en los años 70 y 80 y siguieron pasando en los 90 (Almeida y Sanchez, 1998: 83).
25 La política de la dictadura militar, especialmente durante el ‘milagro económico’, reorganizó las relaciones sociales en el campo en la perspectiva de una mayor integración de la agricultura al ciclo industrial. Desde los años de 1960, ocurrió un paulatino proceso de industrialización de la agricultura, de progresiva ‘purificación’ de las relaciones sociales [...] de subordinación real del trabajo al capital, de destrucción de la agricultura familiar. Esas tendencias están en la base del acelerado proceso de urbanización de la sociedad brasilera, de transformación de la población en un contingente excedentario, expropiado del acceso a la tierra y transformados en trabajadores migrantes, asalariados urbanos, pobres y marginalizados (Almeida y Sanchez, 1998: 82).
26 Aunque se hablase en reforma agraria desde antes de 1930, los intentos de hacerla fueron todos bloqueados. En la falta de una reforma agraria, la industrialización sólo hizo aumentar la pobreza en el campo, sin resolver el problema de la pobreza en la ciudad (Sampaio, 2000: 27).
27 Para una discusión más amplia de proceso de emergencia del MST, véase (Pinto, 2015 a y b).
28 Traducción de los gráficos: Pop. Total es población total; Pop. Urbana, población urbana y Pop. Rural población rural.
29 Una característica importante mostrada en el gráfico 3, es que solamente la región Norte (color celeste) presentó un crecimiento en la población rural regional sostenible en el tiempo, fruto en parte de la política de colonización del gobierno militar, vinculada al proceso de militarización de la cuestión agraria (véase Pinto, 2015a).
30 El miembro del MST Gilmar Mauro describe el proceso de proletarización y sus recurrentes problemáticas frente a la realidad del campesino-migrante que va hacia la ciudad y sus posibilidades de inserción laboral. El proceso migratorio brasilero no es reciente, es un proceso antiguo. La modernización y la introducción de la Revolución Verde en Brasil provocaron un éxodo muy grande, porque también la industria carecía de mano de obra, pero las personas que salieron del campo, en los años 1960 y 1970, mejoraban la condición de vida porque se transformaban en operarios. El propio presidente Lula es fruto de este proceso. La diferencia es que a partir de los años 80 y, fundamentalmente en los años 90 y ahora [2004], todo el pueblo que sale del campo, ¿cuál es la perspectiva que tienen? Las personas que tienen más de 40 años y son analfabetas, que sólo trabajaron en la agricultura, no conocen nada más, cuando vienen para los grandes centros ¿qué van hacer? (Mauro, 2004: 356).
31 Lo esencial de la estructura agraria brasilera legada por la colonia se encontraba, así como que predeterminada, en el propio carácter y en los objetivos de la colonización. La grande propiedad rural constituiría la regla, elemento central y básico del sistema económico de la colonización, que precisaba de este elemento para realizar los fines a los cuales se destinaba. Por ende, el fornecimiento en larga escala de productos primarios a los mercados europeos (Prado Junior, 1960: 48).
32 Según el dirigente del MST, Joao Pedro Stédile: Los gobiernos de Lula da Silva y de Dilma, como ellos mismos dicen, no son gobiernos de izquierda; ni siquiera es un gobierno del Partido de los Trabajadores. Del Gobierno de Lula y de Dilma formaban parte 15 partidos. De esos 15, sólo 3 son de izquierda y los otros 12 son de derecha. Resulta que son gobiernos de conciliación de clases. Allí tienes un sector de la burguesía brasileña, de la clase media, los obreros, los campesinos, los más pobres. Todos están en el Gobierno. De ello resulta un Gobierno de un frente muy amplio que le da estabilidad, pero que por su composición de clase le impide hacer cambios estructurales. Entrevista al periódico venezolano Correo del Oniroco, Nº1.286. Consultado el 10/11/2016 en http://issuu.com/correo_del_orinoco/docs/co1286.
10 Los datos de los intercambios comerciales entre América Latina y China demuestran lo central que ha sido esa relación para el suceso económico del neodesarrollismo: entre 2005 y 2009, América Latina fue el socio más dinámico de China con un crecimiento del 25% en exportaciones y del 24% en importaciones, y un comercio bilateral de más de 120 000 millones de dólares en 2009. En el lapso de una década, entre 2000 y 2010, el peso relativo de las exportaciones latinoamericanas en Asia pasó de 5% a 17%, mientras que las importaciones de origen asiático se incrementaron del 11% al 27% (Araníbar y Rodríguez, 2013: 26).
18 [...] lo que se veía en aquella época era la paradoja de la expansión del sector dinámico con aumento de la desigualdad, atestado por una peor distribución de renta. Cómo era posible que, mismo activando al mercado interno [...] la economía brasileña advirtiera al continuo alejamiento entre cúspide (o sector capi-talista) y la base de la pirámide (o sector subdesarrollado), en las palabras de Maria da Conceição Tavares (Singer, 2012:18-19).
33 [...] el consenso de los commodities pone en el centro la imple-mentación masiva de proyectos extractivos orientados a la ex-portación, estableciendo un espacio de mayor flexibilidad en cuanto al rol del Estado, lo cual permite el despliegue y coexis-tencia entre gobiernos progresistas, que han cuestionado el con-senso neoliberal, con aquellos otros gobiernos que continúan pro-fundizando una matriz política conservadora en el marco del neoliberalismo. El consenso de los commodities va configurando, pues, en términos políticos, un espacio de geometría variable en el cual es posible operar una suerte de movimiento dialéctico, que sintetiza dichas continuidades y rupturas en un nuevo escenario que puede caracterizarse como “post neoliberal”, sin que esto sig-nifique, empero, la salida del neoliberalismo (Svampa, 2012: 19).
8 En términos de Bresser-Pereira: “El nuevo desarrollismo no es una simple teoría económica, sino una estrategia nacional de desarrollo [que] apuesta a que los países en desarrollo exporten bienes manufacturados o productos primarios de alto valor agregado”. Se trata de un “tercer discurso, en un conjunto de propuestas útiles para que los países de desarrollo medio, como Brasil y Argentina, recuperen el tiempo perdido y logren ponerse a la par de las naciones más prósperas” [marcas nuestras] (Araníbar y Rodríguez, 2013: 53).

1
MAPA 1. Brasil: estados y regiones

2
Gráfico 1. Brasil -Evolución de la población total 1950-200028
Fuente: Atlas da Questão Agrária Brasileira, en http://www2.fct.unesp.br/nera/atlas/caracteristicas_socioeconomicas_b.htm#populacao_rural

3
Gráfico 2. Evolución de la población urbana regional 1950-2000
Fuente: ibidem

4
Gráfico 3. Evolución de la población rural regional – 1950-2000
Fuente: ibidem.

5
GRÁFICO 5. Predios rurales desapropiados por decretos presidenciales (1985-2012)
Fuente: MST. http://www.mst.org.br/content/por-que-desapropriacao-de-terras-esta-parada-no-governo-dilma. (Error 1: El enlace externo http://www.mst.org.br/content/por-que-desapropriacao-de-terras-esta-parada-no-governo-dilma. debe ser una url) (Error 2: La url http://www.mst.org.br/content/por-que-desapropriacao-de-terras-esta-parada-no-governo-dilma. no esta bien escrita)
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