Reseña
La paja en el ojo ajeno. Reseña del libro: Volver a las trincheras. Una arqueología de la Guerra Civil española, de Alfredo González Ruibal (2016)
González Ruibal Alfredo. Volver a las trincheras. Una arqueología de la Guerra Civil española. 2016. Madrid. Alianza |
---|
[…] Cualquier elemento conflictivo, sean huesos humanos o centrales nucleares, dará lugar a posturas encontradas (y manipulaciones), pero eso no justifica su ocultación. (González Ruibal, 2016: 163).
Da vértigo. Da vértigo el azar y la cantidad de casualidades que se tienen que dar para conocer un libro, sobre un tema que no se había considerado consultar, que no se había visto ni siquiera de forma accidental y del que no se oye hablar; sucede gracias al amigo de un amigo y a la existencia de una edición digital -que no es seguro que no sea “pirata” -, en plenas fiestas decembrinas cerradas por la pandemia. Da vértigo la precisión de la cronología y la geografía de los hallazgos que se registran en el libro: desde el verano de 1936 hasta 1952, con el cierre de un destacamento penal creado en Madrid para ¿paliar? los efectos de la posguerra. En ese contexto, da vértigo hablar como profesora de arqueología, de una universidad pública en Colombia y surge la primera pregunta: ¿por qué aquí, un libro como este, no aparece mencionado? Más aún, ¿por qué no está en la agenda de las posibilidades, las abstracciones, la crítica o la diletancia que permiten y obligan las clases introductorias? En este caso, la barrera del idioma, todavía tan fuerte, no existe, ni la extrañeza de las distancias que marcan la cultura, el tiempo o el exotismo de los acontecimientos. El hecho de que la Guerra Civil española haya motivado la publicación de 181 novelas, entre 1989 y 2011, ha permitido proponer que se trata de una “moda” y que, por ello, poco aporta a su análisis y comprensión (Becerra, 2015); sin embargo, visto desde aquí, es posible considerar que esto alude al hecho de que esa guerra está presente, en una especie de conciencia social que advierte sobre la atrocidad de los acontecimientos y que ello de muchas formas es importante.
Aunque se usan las palabras del autor, la presentación que aparece en la contra carátula del libro no prepara para su lectura:
[…] propone una visión radicalmente distinta de la Guerra Civil española y la inmediata posguerra. No porque llegue a conclusiones necesariamente diferentes a las de los historiadores, sino porque utiliza una materia prima inédita: latas, casquillos, trincheras y fosas. Estos son los documentos con los que se construyen las historias que aquí se narran. Unos documentos que no hablan solo de batallas y asesinatos, sino también de experiencias cotidianas: de terror, esperanza, amor y memoria. Se trata de las vidas (y muertes) de personas anónimas enfrentadas a circunstancias excepcionales. Este libro cuenta una historia de la guerra que nos llevará desde las trincheras de la Ciudad Universitaria en Madrid, en noviembre de 1936, hasta el destacamento penal de Bustarviejo, cerrado en 1952, muchos años después de que se escuchara el último tiro en los frentes (González Ruibal, 2016).
Una vez superada la sorpresa que produce la ignorancia del relato histórico, la investigación inmediata que permite Wikipedia, con varias docenas de entradas distintas y el registro del proceso de exhumación de al menos 22 fosas comunes, hace posible avizorar la magnitud de los acontecimientos, la diversidad de los protagonistas y entender que, a nuestros ojos, se despliega un libro que no sirve para mostrar o adquirir “cultura general”, o que pretenda recortar la información con fines propagandísticos o de divulgación. El orden expositivo y el detalle de los acontecimientos, los protagonistas y la geografía acogen a lectores que se verán plenamente reconocidos; las fuentes, la metodología, los hallazgos, la contundencia del análisis y los comentarios remiten a un autor y a un equipo de trabajo que conoce y vive los acontecimientos, y tiene una posición ética, política y profesional a la cual responde.
En recónditos lugares se buscaron, localizaron, excavaron y registraron trincheras, fortificaciones, campamentos, campos de concentración, destacamentos penales, fosas comunes, prisiones, aldeas y “parideras” (lugares cercados donde se resguardan las ovejas y que fueron utilizados como trincheras y refugios), en la ciudad universitaria de Madrid. El análisis de los destrozos, las marcas y restos que quedaron de las armas utilizadas, permite entender que efectivamente, lo que se desató fue una guerra, por poco mundial, que no admite denominaciones intermedias. Resulta inevitable preguntarse: ¿qué agrega que sea “civil”? Y, entre nosotros: ¿qué es lo que dicen las denominaciones?, ¿quiénes las proponen y cuáles son las formas en que se imponen y circulan? La idea de “irregular” viene a la mente, pero no aporta nada.
El autor evidencia que es posible establecer las diferentes formas de matar, dependiendo del perpetrador (milicias o ejércitos propiamente dichos); las cantidades de muertes en los momentos iniciales del conflicto; las formas de prolongar el castigo después de la muerte con la idea de reafirmar la humillación (“rematar”) y deshumanizar por siempre al enemigo. Los hallazgos de objetos relacionados con la vida cotidiana: el aseo, la comida, la ropa, la salud, el amor, las creencias y la posición en que perecieron, permiten hacer exactamente lo contrario; se amplía, se humaniza de forma aguda y dramática el conflicto y ello es especialmente visible en el apartado titulado: “Las dos muertes de Charlie”.
“Charlie” es el nombre que a alguien se le ocurrió darle a un esqueleto para poder referirse a él de una forma audible para todos: “lo llama Charlie, por aquello de que era un combatiente de la xv Brigada, la Lincoln. Pero habría sido mejor llamarle Carles o Carlos, porque el 15 de noviembre de 1938 ya no quedan americanos en la xv Brigada” (González Ruibal, 2016: 161). El autor describe con todo detalle el proceso técnico de la excavación, el cuidado y sistematicidad que exige exponer a la luz, un instante; el espacio, el esqueleto, los objetos - botones, hebillas, cartuchos-, las cosas que quedaron y se fueron cubriendo por acción de la naturaleza a lo largo de poco más de setenta años. Muy rápidamente resultó evidente que se encuentra en el mismo lugar donde murió y todo lo que se observa, resulta significativo y conmovedor. El autor no escatima detalle, evidencia y reconstruye el momento y la forma de su muerte. Es un soldado republicano y el autor, el arqueólogo, se despliega a fondo para mostrar ese momento y su inconformidad con las políticas vigentes mediante una reflexión que posiblemente tenga plena resonancia entre nosotros y explique, porque aquí, en Colombia, la arqueología no ha definido objetos de estudio propios:
Charlie, por desgracia, murió dos veces. La primera cuando lo mataron y quedó sepultado su cuerpo y su recuerdo. La segunda después de nuestra excavación. La ley catalana sobre restos humanos de la Guerra Civil es complicada. Tan complicada que, al contrario que en la mayor parte de las comunidades autónomas, en Cataluña prácticamente no se han realizado exhumaciones. Esto, paradójicamente, pone en el mismo lugar a Cataluña y a la muy españolista y conservadora Comunidad de Madrid […]
A los políticos, al contrario que a los historiadores, no les suele interesar mucho ir a las causas de los fenómenos históricos: nunca se sabe lo que se puede descubrir. Prefieren monumentos abstractos a valores con los que todos podemos identificarnos fácilmente (como la paz o la reconciliación), pero que no significan nada fuera de contexto. Sin explicar cómo desaparecen, es difícil luchar por mantenerlos. Yo no sé si Charlie era demócrata o totalitario, anarquista o republicano liberal, si luchó voluntario en las trincheras de Raïmats o lo obligaron, si era buena persona o un tipo vil. Pero sí sé que era un soldado que defendía un régimen legal, derribado a costa de mucha sangre por unos militares golpistas que provocaron una guerra fratricida e impusieron una dictadura de cuarenta años. Sobre esto, en Camposines no aprendemos nada. Y la memoria de Charlie, en su cementerio ecuménico, está obligada a morir de nuevo (González Ruibal, 2016: 161-164).
La sustantiva bibliografía que presenta el autor y las reseñas del libro que están disponibles en red (véanse Leoni, 2017; Rovira Masplà, 2018), dan clara cuenta de que la relación entre arqueología, guerras y dictaduras del siglo xx no se puede considerar como nueva o reciente; en América Latina ha permitido el desarrollo de disciplinas reconocidas, como la antropología forense y la antropología física. Sin embargo, en términos disciplinares la experiencia española tal y como aparece en este libro, parece poco conocida por quienes hoy se empeñan en presentar como alternativas etiquetas que emparentan la arqueología con el presente y que, tampoco se sienten convocados por la idea de investigar la historia de la cultura (Hamilakis, 2015; Hamilakis y Anagnostopoulos, 2009), ejercicios que sin duda se realizan en el libro de González Ruibal.
Posiblemente, eso se deba a la especificidad de la Guerra Civil española, la cual no es difícil percibir en las notas, los desarrollos disciplinares y las razones profundas de los arqueólogos en el trabajo sistemático y continuo al que se han dedicado desde el 2000, año del hallazgo de una fosa común con 13 cuerpos de combatientes republicanos en la localidad de Priaranza del Bierzo (Castilla y León). Desde aquí, resalta la creación en ese mismo año de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, como una acción civil de alcance nacional en contraposición a la memoria monumental franquista; además, que sea en 2007 que se promulga la Ley de Memoria Histórica que incluye el reconocimiento de todas las víctimas de la Guerra Civil, no es un asunto menor, como no lo es tampoco la pregunta que surge de inmediato: ¿existen resonancias de las experiencias y políticas españolas en la Ley de Víctimas de nuestro país?
En Colombia, en el marco que ofrece la normativa internacional de la Justicia Transicional, la Ley de Justicia y Paz promulgada en 2005 para facilitar el proceso de desmovilización de los grupos paramilitares, fue duramente cuestionada y analizada en la publicación del Centro Nacional de Memoria Histórica titulada: Justicia y paz. ¿Verdad judicial o verdad histórica? (CNMH, 2012). Ya en 2007, resultó evidente que el despliegue hecho por los medios de comunicación de las “versiones libres” que se ofrecieron ante los tribunales, como pieza fundamental para establecer la verdad y ejercer justicia, y la dificultad para identificar a las víctimas, daba como resultado que “el país tendría hacia el futuro muy poca memoria histórica de lo que realmente ocurrió” (p. 568). Con la urgencia de la reparación y reconciliación, bajo la condición del esclarecimiento de los hechos que se evidencia en el lema: Qué pasa con nuestra memoria, el CNMH presentó el 24 julio de 2013 un informe sin duda trascendental, titulado: ¡BASTA YA! Colombia: memorias de guerra y dignidad (CNMH, 2013). Producto de 7 años de investigación firmada por un equipo de trabajo de 20 estudiosos con amplia y reconocida trayectoria, en este informe no solo se analiza el conflicto vivido en todo el país durante los últimos 50 años en sus muy intrincados determinantes, sino que presenta a las víctimas con voz propia (véase el Capítulo v. Memorias: la voz de los sobrevivientes, pp. 328-395), en una línea de trabajo sistemáticamente desarrollada desde 2008, evidenciada de muy distintas formas, pero sobre todo con la publicación de 158 testimonios que se encuentran disponibles para consulta en línea (https://centrodememoriahistorica.gov.co/libros/) y que muestran en toda su dimensión las facetas de nuestra ¿Guerra(s)?
Es esta posibilidad de consulta documental la que remite a una de las virtudes más preponderantes del libro escrito por el arqueólogo Alfonso González Ruibal (2016). Se sabe sobreviviente, uno que conoce el potencial del método, de la multiplicidad de cosas sobre las que informan los vestigios, objetos, formas y lugares en donde se encuentran, que no escatima detalle que lo muestre con un rigor tan genuinamente disciplinar que permite presentar el libro como un manual, uno que supera con creces los acentos que han logrado imponer las series de televisión relacionadas con la investigación forense.
De nuevo aquí, hoy pareciera que quedamos estancados en la lectura y conclusiones presentadas en el 2007. ¿Qué hemos aprendido? Ante lo abigarrado e incierto ¿qué prima?: ¿la imposibilidad?, ¿el miedo?, ¿la comodidad? La clave está en las preguntas ¿Cuáles son?
“¿Qué vas a hacer con mi palabra? Esta fue una de las preguntas que reiteradamente hicieron las víctimas cuando nos ofrecieron sus testimonios” (CNMH, 2013: 397).