Artículos
Recepción: 16 Octubre 2015
Aprobación: 18 Febrero 2016
Resumen: ¿Cuál es el lugar del arte en la psicología? ¿Hay en la locura un vértice entre ambos campos? ¿Hay en el delirio una función psíquica y cultural, más allá de las versiones románticas y psicopatológicas? Sin duda alguna, la propuesta daliniana sobre la paranoia-crítica puede ser considerada como una fuente de particular riqueza para intentar responder a tales interrogantes y abrir otras nuevas, lo cual, se convierte precisamente en el objetivo del presente artículo. La principal discusión gira en torno al hecho de que el delirio ha sido exiliado por cierta psicología y psicoanálisis actual hacia la psiquiatría, principalmente en su práctica clínica. Se establece, entonces, un análisis sobre cómo el método paranoico-crítico creado por Salvador Dalí puede ser utilizado para cuestionar este distanciamiento, ya que el delirio podría ser un fenómeno psíquico más común de lo que muchos hallan hoy creíble.
Palabras clave: arte, psicología, psicoanálisis, delirio, Dalí.
Abstract: What place does art hold in psychology? Is there a vertex within the madness of both these fields? Does delirium have a psychic and cultural function, beyond the romantic and psychopathological versions? Certainly, the Dalinian approach on critical paranoia represents a rich, singular source to –or try to– answer these questions and produce new ones; and that is precisely the objective of this article. The main discussion revolves around the idea that delusion has been exiled from certain modern psychology approaches leaning towards psychiatry, mainly in clinical practices; as well as how the paranoiac-critical method created by Salvador Dalí can help question this (r)eject, since delirium could be a psychic phenomenon much more common than many believe to be true today.
Keywords: art, psychology, psychoanalysis, delusion, Dalí.
Soy un delirio viviente y controlado. Yo soy porque deliro, y deliro porque soy. La paranoia es mi misma persona, pero dominada y exaltada a la vez por mi consciencia de ser. Mi genio reside en esta doble realidad de mi personalidad; este maridaje al más alto nivel de la inteligencia crítica y de su contrario irracional y dinámico. Derribo todas las fronteras y determino continuamente nuevas estructuras de pensar.
Dalí, Confesiones inconfesables.
Introducción
“Dalírio”, es necesario un neologismo para nombrar esa peculiar mixtura entre arte y locura. Contiene el apellido del célebre español Salvador Dalí encuadrado en un homófono a delirio; no es solo delirio, no es solo Dalí. Es posible que con este concepto se logre aproximar o quizá, topar, con el creador de la paranoia-crítica.
La psicología, entre otros campos –como la psiquiatría o el psicoanálisis–, ha pretendido poner bajo su lente diversas figuras y obras artísticas con el objetivo de analizar un sinfín de elementos: personalidad, estructuración psíquica, psicopatología, biografía, vías y recursos de exclamación psíquica, significados y sentidos “ocultos”, entre otros. En lo concerniente a Dalí, se hallan dos tendencias investigativas predominantes. La primera de ellas es de corte historiográfico o sociocultural (Rodríguez, 2004; Fernández, 2009; Constantinidou, 2010) en la que se exponen acontecimientos propios de la vida de Dalí y la relación con su contexto; la segunda –siempre con una considerable mención biográfica– se encuentra vinculada con la contrastación y/o análisis de la obra daliniana, sea pictórica (de Klerk, 2005; Menéndez, 2011), escrita (de Klerk, 2002) o ambas (Iribas, 2004), mediante la utilización de conceptos especialmente psicoanalíticos; no obstante, la tesis Diario de un genio (Marín, 2013) buscó algo distinto a estas tendencias mencionadas. Dicha búsqueda fue compleja, pues se hizo necesario trascender –en buena medida– lo académicamente entendido como psicología, sin dejar de ser aun así un estudio sobre la psique. Vale destacar que si se intentó trascender en algunos puntos lo académicamente entendido como psicología; no obstante, lo anterior no se hizo en un sentido de superación, sino de extensión horizontal con otros campos de discusión para un enriquecimiento compartido. La relación entre logos y sinrazón devino tensión, sin embargo, la segunda reclamó un poco más de espacio, el cual cada vez se ve más reducido al interior de la psicología académica, producto de la “PsicoLogía” imperante que deniega el lugar de la sinrazón, en su relación con lo psíquico.
Dialogar con Dalí desde la psicología con una pretendida abstención en el uso de terminología nosográfica1 o personalista fue una apuesta por efectuar una alianza que deparara en algo distinto al monólogo conceptual urobórico –símbolo de una serpiente que engulle su propia cola– en el que incurren numerosos y valiosos esfuerzos investigativos. Lo urobórico es una metáfora que apunta precisamente a un asunto epistemológico: llegar con un marco teórico establecido a “analizar” cierto objeto de estudio, a sabiendas de lo que se va a encontrar. Esto también ocurre en la clínica, teniendo un aparato nosológico (Manuales diagnósticos, DSM’s por ejemplo) ya definido; es decir, tenemos categorías antes que sujetos.
Es por esto que la postura epistémica para la investigación fue distinta. Se realizó del escucha al arte; a Dalí, a la locura que él mismo decía le recorría, en buena medida, por un acercamiento psicoanalítico en el que, particularmente, la escucha –el dejar hablar–, no es menos que central. Asumir dicha postura no fue fácil, a pesar de existir cierta tradición. Por ejemplo, desde el psicoanálisis, el interés de Freud por la cultura no fue únicamente para corroborar sus ideas, sino también para encontrarlas (Palencia, 2008; Starobinski, 1989). Lo anterior implica colocar a Dalí como teórico, como alguien con una propuesta digna de ser escuchada, como autor, precisamente autorizado para hablar sobre las diversas y variadas facetas de su locura.
Delirarte: trastoques de la paranoia-crítica como teoría
Como muestra de lo espinoso que puede resultar lo delirante y lo dificultoso de escucharlo, se presenta el des-encuentro personal y teórico de Dalí y Freud. Para Dalí, Freud fue una figura a la que admiró enormemente: “Encasillo a Freud sin la menor vacilación en la categoría de los héroes” (Dalí, 2005, p. 228); además, fue un ferviente lector de sus textos. Tal des-encuentro será reconstruido a continuación, a partir de lo relatado en Diario de un genio (2005) y Confesiones inconfesables (1975) –ambos de Dalí–, y una carta enviada por Freud a Stefan Zweig –personaje responsable de que estas dos entidades se conocieran– que relata especialmente este acontecimiento:
Antes de conocerle, muchas veces me había esforzado en imaginar cómo era Freud. Le creía el único hombre capaz de dialogar de igual a igual con mi paranoia. Admiraba mucho mi pintura y yo hubiera querido deslumbrarle. Cuando le conocí en Londres, presentado por Stefan Zweig, me esforcé cuanto pude para aparecer ante sus ojos tal como yo creía que él me veía: un dandy de clase universal. Pero fracasé. Me escuchó con gran atención y exclamó finalmente, hablando a Zweig: “¡Qué fanático! ¡Qué tipo de español más completo!”. Pero, para él, yo era un caso, no un tipo. [destacado propio] (Dalí, 1975, p. 175-176)
Por su parte, Freud escribe:
Tengo auténticas razones para darle las gracias por la carta de presentación que me trajo de los visitantes de ayer, pues hasta ahora me sentía inclinado a considerar a los surrealistas, que, al parecer, me han elegido por su santo patrón, como chiflados incurables (digamos que en un 95 por ciento, como el alcohol). El joven español [Dalí], sin embargo, con sus ojos cándidos y fanáticos y su indudable maestría técnica, me ha hecho reconsiderar mi opinión. En realidad, sería muy interesante investigar analíticamente cómo ha llegado a ser compuesto un cuadro así. Desde el punto de vista crítico, podría seguirse manteniendo que aún el concepto de arte desafía toda expansión mientras la proporción cuantitativa de material subconsciente y de funciones preconscientes, no permanezca dentro de los límites definidos. Mas sea como fuere, se plantean graves problemas psicológicos. (Freud, 1972, pp. 192-193)
Al llegar a conocimiento de Dalí las impresiones de Freud, profiere severas palabras, entre ellas: “yo podía haberle enseñado más a él que él a mí” (Dalí y Parinaud, 1975, p.176). El reproche de Dalí continúa y se concreta, de hecho, en términos conceptuales:
Por él [Freud] sabemos que lo psíquico no coincide con lo consciente, pero yo hubiera podido ser para él la prueba viva y fundamental de que la paranoia, precisamente una de las formas más extraordinarias del inconsciente irracional, puede animar perfectamente los mecanismos racionales y fertilizar lo real con una eficacia tan considerable como la lógica experimental. El delirio paranoico-crítico es una de las fórmulas más fascinantes del genio humano. Freud, sin duda, era demasiado viejo para replantearse estos temas y abrir el campo a nuevas experiencias.(Dalí y Parinaud, 1975, pp. 177-178)
Si hubo un impase con Freud, no necesariamente se sostiene o extiende al psicoanálisis u otros saberes sobre lo psíquico; es decir, sus limitantes no han de restringir a otros para “abrir el campo a nuevas experiencias”. No obstante, puede que la crítica de Dalí a Freud aplique a ciertas psiquiatrías, psicologías y psicoanálisis, en tanto saberes envejecidos, atrofiados y rígidos de “tanta” solidez conceptual. No es infrecuente que ciertas teorías, hipótesis o –en un sentido amplio– discursos, sean tomados como válidos y otros no, cayendo muchas veces en la categoría de charlatanería, disparate o delirio (Foucault, 1973; 1990).
En la semiología clínica predomina una especie de continuum: ideación/percepción extravagante o irreal –delirio–; psicopatía grave; psicosis. Hacer de un delirante un signo inequívoco de psicosis –y con ello, hacer urgir gestos de exclusión y disciplina– es precisamente el exilio mencionado al inicio. Un exilio hacia el encierro, hacia el internamiento, hacia la “camisa de fuerza química”, orquestado, esencialmente, desde la práctica clínica médica2 hegemónica. No deja de ser curioso que el encuentro entre Freud y Dalí se diera en condiciones en las que ambos se hallaban en un exilio inducido debido a circunstancias políticas vinculadas con la Segunda Guerra Mundial (Gibson, 2004). Sin embargo, Dalí sufre un exilio más: “[…] sea como fuere, se plantean graves problemas psicológicos” (1972, p. 193) afirma Freud, ¿es suficiente para desacreditar lo demás, para no hacerle caso sino hacerlo caso (en el sentido de hacer cierta tipificación de él)?
Al respecto, las tensiones entre arte y locura en cuanto al delirio, en diálogo con Dalí en Diario de un genio, son bastamente complejas. En el centro de estas se ubica el método paranoico-crítico, el cual fue (in)definido en la investigación El método paranoico-crítico: Creación y locura en Diario de un genio de Salvador Dalí, tal y como se describirá, de forma resumida, a continuación. Por una parte, se haya una indefinición, pues surge de la postura epistémica mencionada al inicio, la cual implica guardar respeto a las palabras de su creador: “Hace ya treinta años que lo inventé y que lo practico con éxito, aunque hasta ahora no sepa muy bien en qué consiste exactamente” (Dalí, 2005, p. 240). Seguido a estas palabras, se encuentra la ocasión en que Dalí brinda la aproximación más traslúcida de su método paranoico-crítico: “En términos generales, se trata de la sistematización más rigurosa de los fenómenos y materiales más delirantes, con la intención de hacer tangiblemente creadoras mis ideas más obsesivamente peligrosas” (Dalí, 2005, p. 240). Pese a lo atractivo de estas palabras, cabe recordar que Dalí las anuncia como algo sobre lo que no sabe con mucha precisión, además de presentarlo “en términos generales”.
Por otra parte, se encuentra algo de definición, precisamente a partir de una lectura literal (a la letra, buscando la mayor abstención interpretativa del lector, no diciendo lo que como lectores creemos que el texto quiere decir, sino lo que el texto dice) de Diario de un genio, en el que el método paranoico-crítico es presentado como:
Una especie de concentración ultradensa en la que se entrecruzan dinámicamente una inmensa cantidad y variedad de dimensiones que van desde la historia hasta la cotidianidad, de la física cuántica a la mística religiosa, entre otras, la cual deviene la materia prima delirante que es aprovechada para ser destilada a través de una metódica en la que vigor-rigor y paranoia-criticidad confluyen. Esto gracias y a pesar de la locura, rasgo significativamente auténtico y genial cuyos alcances no se limitan a lo artístico, sino que lo trascienden hasta elevarse a un plano psíquico… espiritual. (Marín, 2013, p. 132)
Lo anterior, es una síntesis de la silueta brindada en Diario de un genio. Más adelante, será expuesta la (in)definición del método, a partir de lo que, desde una concepción positivista, se considera como sesgo; la perspectiva del lector/investigador de dicho texto: no lo que el texto dice, sino lo que el texto le dice a determinado lector.
Por el momento, cabe preguntarse en qué aporta la creación y existencia de un método delirante como este a la psicología, psiquiatría, psicoanálisis o, incluso, al mismo arte, entre otros. La importancia se resume en lo siguiente: revoluciona la concepción de realidad3.
Este método, a través de su componente paranoico-delirante, influye en la interpretación de la realidad. Con esto, influye también en la manera en que esta se concibe, en la percepción, en la toma de decisiones, en el amor, en la vida. Este método se alza como una inquietud para que lo real sea más que lo tangible. En esta línea, no es casualidad que el contexto del inicio y auge del movimiento surrealista sea cercano a la Primera y Segunda Guerra Mundial, ya que fue una pesadilla para la civilización a partir del sueño del gran progreso de la modernidad; otra realidad era necesaria… la vanguardia artística fundada por André Bretón respondió. Dalí llevó esto al paroxismo hasta hacerlo paradigmático en sí mismo: surrealidad / su realidad (Marín, 2013).
Respecto a esta urgencia por el cambio de la realidad –en dimensiones que, sin dejar de estar relacionadas, van de lo político/global a lo subjetivo/biográfico– se extraen tres conclusiones de la investigación.
En primer lugar, el grado delirante de la paranoia es una radicalización de la necesidad de cambio y de la urgencia por la no repetición. De esta manera, llega a diluir la frontera de lo supuesto como intrapsíquico de la realidad externa de quien delira. En lo dilucidado en Diario de un genio, el delirio, más bien, parece ser una forma casi basal de articulación entre la percepción y la interpretación de realidades, pero que, sin embargo, sí encuentra en lo delirante una vía para la transformación de estas.
En segundo lugar, Dalí parece establecer un límite a su locura, en el que la “auténtica locura” o figura del “auténtico loco” se relaciona con el ámbito psicopatológico, pero bajo otros estándares. De este modo, surge la pregunta ¿cuáles serían dichos estándares? Este punto radica mucho de la genialidad psíquica daliniana. Mientras que los saberes sobre lo psíquico en general alertan sobre el delirio –por ejemplo– como una línea en la que se entra a un dominio patológico, Dalí parece no tener mayores problemas con ello (2005, p. 215), a la vez que otras experiencias sí le representan una crisis, como la ocurrida en el momento en que su amigo Roussel se suicidó. Gracias a la lectura literal, ya comentada, se dilucidó que Dalí menciona la locura como debilidad y que posee bordes. Ahora, se puede vislumbrar que dichos bordes existen, pero no son comunes para todos y mucho menos para Dalí, siguiendo lo escrito en Diario de un genio, Para Dalí: “[…] los asnos quisieran que yo siguiera los consejos que doy a los demás. Es imposible, puesto que soy radicalmente distinto […]” (2005, p. 147). Lo anterior, resulta todo un alegato de respeto a la singularidad de lo subjetivo frente a la normalización nosográfica-estadística.
En tercer lugar, Dalí, en su particularidad, da prueba de que no todos los que deliran sufren necesariamente por ello, al menos él. En otras palabras, hay un alguien cuyos delirios no necesariamente le aquejan, cuestión distinta a la concepción psiquiátrica del delirio como inherentemente nocivo, patológico e incapacitante. Dalí logra a-maestrar (dominio-enseñanza) críticamente el torrente paranoico, sin domesticarle ni amansarle. Incluso, comparte su experiencia a nivel teórico. Uno de los diálogos más fructíferos en este sentido es con otro psicoanalista: Jacques Lacan (Ibáñez, 2006). No parece azaroso que Lacan sostenga la posibilidad de escucha en psicoanálisis para aquellos considerados psicóticos.
Sobre Lacan –cuando aún no era tan famoso– Dalí comenta:
Mucho antes de haber leído, en 1933, la admirable tesis de Jacques Lacan (De la psychose paranoiaque dans ses rapports avec la personnalité), tenía perfecta consciencia de cuál era mi fuerza. Gala me había exorcizado, pero la intuición profunda de mi calidad genial estaba ya presente desde siempre en mi espíritu y en primer lugar en mi obra.
Lacan ilustró científicamente un fenómeno oscuro para la mayor parte de nuestros contemporáneos –la expresión paranoia– y lo definió de manera exacta. La psiquiatría, antes de Lacan, cometía un burdo error a este respecto: pretendía que la sistematización del delirio paranoico se elaboraba «después» y que este fenómeno debía ser considerado como un caso de «locura razonante». Lacan demostró lo contrario: el delirio es una sistematización en sí mismo. Nace sistemático, elemento activo decidido a orientar la realidad alrededor de su línea dominante. Es lo contrario de un sueño o de un pasivo automatismo frente al movimiento de la vida. El delirio paranoico se afirma y conquista. Es la acción surrealista lo que trasvasa el sueño y el automatismo a lo concreto; el delirio paranoico es la misma esencia surrealista y se basta con su fuerza. (Dalí y Parinaud, 1975, pp. 203-204)
No es de extrañar la aprobación por parte de Dalí de la tesis doctoral de Lacan, ya que este último tomó inspiración en algunas de las ideas del primero, tal y como lo describe el biógrafo de Salvador Dalí:
«El burro podrido» fue leído con fascinación por un joven psicoanalista francés que escribía en esos momentos una tesis doctoral sobre la paranoia: Jacques Lacan. A éste le parecía que Dalí tenía razón al querer aprovechar la energía paranoica para fines creativos, y se puso en contacto con el pintor. No parece que describiera posteriormente su encuentro con Dalí, y no hay manera de comprobar la veracidad de la divertida versión del mismo ofrecida en vida secreta. Lo que sí es cierto es que el interés de Lacan por las teorías del pintor estimuló a éste para seguir investigando el fenómeno paranoico y aprovechándolo para sus propios fines. (Gibson, 2004, p. 338)
El destacado biógrafo comenta más adelante: “No hay pruebas de que Dalí y Lacan se hayan vuelto a ver después de su primer encuentro, pero no puede haber sido casualidad el que, en Minotaure, el artículo de Dalí fuera seguido inmediatamente por uno del psiquiatra” (Gibson, 2004, p. 402). No obstante, Sebreli (2002) afirma que:
[…]se volvieron a encontrar otras dos veces, cuando Lacan fue a la conferencia que dio Dalí en La Sorbonne en 1954 y en Nueva York en 1975 [del cual existen fotografías]. De este último encuentro, se cuenta que Dalí le dijo a Lacan: «El conocimiento crítico lo inventé yo», a lo que Lacan respondió: «La interpretación paranoica crítica la inventé yo». (s.p.)
Este diálogo, al que podría denominarse “proyectivo”, es la concreción del diálogo que Dalí y Lacan efectuaron con sus propuestas sobre la paranoia4. Este intercambio de palabras es, además, un guiño paranoico, un gesto con cierta sensibilidad estética, en el sentido de que Dalí lanza un trazo al que Lacan suscribe el estilo de su respuesta. El psicoanálisis no es un arte, pero hay arte en él, quizá porque –especialmente la literatura– lo nutre desde sus albores, tal y como lo señala Starobinski (1989). Freud mismo indaga en el campo estético; incluso, se aboca específicamente al estudio de lo siniestro (1919).
En cuanto a la psicología, cabe retomar algunas inquietudes en el quehacer académico:
¿Qué formas (del saber) imperan?, ¿cuáles han quedado por fuera? Creo que por fuera han quedado, justamente, las que hacen de la estética un problema en ese sentido, y que desde ciertas premisas sobre el problema de la representación, asumen que el asunto a tratar es el fondo de las cosas, que no sería tributario de sus formas. (Fernández, 2011, p. 54)
El presente análisis coincide con Fernández (2011) en la lúgubre posibilidad de la psicología como una tecnología, al considerar que “[…] el quehacer psicológico parece abocarse precisamente a una visión tendiente a lo médico-salubrista (basada en la psicopatología) lo que ha implicado un distanciamiento de una orientación literaria (basada en la palabra)” (Marín, 2013, p. 3). A lo que agregaría también, una orientación estética, basada en lo apreciativo.
Consideraciones finales
Ya sea en forma de mito, religión, ideología, política, teoría, entre otras, hay ciertos delirios que gozan de una mayor aceptación que otros, quizá porque coinciden más con las propias “creencias” o con intereses particulares. Si antes fue señalado el rechazo de Freud hacia Dalí, vale decir que no ocurrió así con Daniel Paul Schreber –a quien inscribió como padeciente de paranoia delirante– y de quien, curiosamente, utiliza memorias autobiográficas. El grado de congruencia entre las ideas schreberianas y freudianas es palpable:
Puedo aducir el testimonio de un amigo y colega en el sentido de que yo he desarrollado la teoría de la paranoia antes de enterarme del contenido del libro de Schreber. Queda para el futuro decidir si la teoría contiene más delirio del que yo quisiera, o el delirio, más verdad de lo que otros hallan hoy creíble. [destacado propio] (1910, p. 72)
Aquí, se lee a un Freud “paranoizado”, pero también a un Freud al tanto del lugar del delirio en el pensamiento humano. Incluso, en un diálogo epistolar con Jung, Freud posiciona la paranoia en el dispositivo analítico: “Existe entonces, por decirlo así, una paranoia inconsciente (Es gibt also sozusagen unbewusste Paranoïa), que se hace consciente en el curso del psicoanálisis” (Freud/Jung citado en Allouch, 1997, p. 106).
Como investigador-lector de Diario de un genio, hubo un efecto de «paranoización» pero, de manera distinta, ya que la teoría sobre la paranoia daliniana es una teoría implícita y, a su vez, paranoica. Por lo tanto, su propio autor dice poseer un espíritu de tipo eminentemente paranoico, lo cual, según él, más bien lo hace apto para la psicología y el análisis (Dalí, 2005). Es entonces probable que Dalí, al considerar a Freud como el único capaz de dialogar de igual a igual con su paranoia, lo tomara como un paranoico; quizá, incluso como un paranoico-crítico.
Retomo algunas interrogantes: ¿Es locura tomar en serio un delirio? ¿No es psicología si se toma en serio al arte? ¿Están diversos saberes psi encerrados en el delirio de la Razón?
Se deja a criterio de quien lea la (in)definición del método paranoico-crítico brindada seguidamente el considerarla –o no– delirante, o quizá “dalírante”. Como ya mencioné antes, la presente propuesta es más bien una imagen, un objeto surreal:
Un arma-toste compuesto de partes venidas de saberes, creencias y oscurantismos variopintos que, insospechadamente y a pesar de su completa incoherencia e inutilidad, funciona con sublime elegancia; esto debido en parte al equilibrio alcanzado por su médula-péndulo externo tanto necesario como amenazante: la locura, y en parte por el lubricante que da movilidad, pero a la vez sostiene a cada elemento: Gala, su motor blando. Gracias al efecto de un doble espejo paranoico absoluto que subvierte la mirada (en un juego de afueras-adentros, que además da la ilusión de parecer dos voraces ojos que se nutren de cualquier cosa), el tambaleante arma-toste excreta valiosísimos objetos mezclados delirante y sistemáticamente: un teléfono-langosta, un pan-sombrero, un sofá-labios… un Diario de un genio. (Marín, 2013, pp. 132-133)
Para concluir, se cierra al estilo de lo Magritte: Diario de un genio no es un texto ¡Es un objeto paranoico-crítico?
Referencias
Allouch, J. (1997). ¿Paranoización? Simple indicación sobre la dirección de la cura. En: La locura compartida. Folie à deux. México: Textos de la clínica, Libros Artefacto.
Constantinidou, D. (2010). The paranoid simulacrum in surrealism: from embracing madness to the mechanism of a mental illness as the purveyor of individual meaning. Gramma. 18: 119-133.
Dalí, S. y Parinaud, A. (1975). Confesiones inconfesables. Barcelona: Editorial Bruguera.
Dalí, S. (2005). Diario de un genio. Barcelona: Tusquets Editores.
De Klerk, E. (2002). Paranoid Metaphors: An examination of the discursive, theoretical, and sometimes personal, interaction between the psychoanalyst, Jacques Lacan, the surrealist, Salvador Dalí, and the English poet, David Gascoyne. [Tesis de maestría]. Universidad de Rhodes.
De Klerk, E. (2005). A Striptease in Pink Limelight: Removing the Veil between the Subjective and Objective. Borders and Boundaries. 5: 1-11
Fernández, M. (2009). Salvador Dalí y el psicoanálisis, (de Galo a Gala). Jornadas Freud, Dalí y surrealismo. Realizadas el 28 de octubre de 2006 en la Sala de Actos del Ateneu Barcelonès, España.
Fernández, M. (2011). Algunas consecuencias epistemológicas de pensar la estética en los principios de la formación en psicología. Wímb Lu, 6(1): 51-59
Foucault, M. (1973/2008). El orden del discurso (4ta ed.). Barcelona: Fábula Tusquets.
Foucault, M. (1990). Historia de la locura en la Época Clásica (5ta ed.). Distrito Federal: Fondo de Cultura Económica.
Freud, S. (1986). Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente. Obras Completas. Tomo XII. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1986). Lo ominoso. Obras completas. Tomo XVII. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (20-7-1938/1972). “A Stefan Zweig”. En Epistolario II (1891-1939). Barcelona: Plaza & Janés, S. A. Editores
Gibson, I. (2004). La vida desaforada de Salvador Dalí. España: Anagrama
Ibáñez, N. (2006). Paranoia y creación: Sobre las relaciones entre la paranoia de autocastigo según Lacan y la paranoia-crítica daliniana. Tesis doctoral, Universidad Autónoma de Madrid.
Iribas, A. (2004). Salvador Dalí desde el psicoanálisis. Arte, Individuo y Sociedad. 16: 19-47
Marín, R. (2013). El método paranoico-crítico: Creación y locura en Diario de un genio de Salvador Dalí. [Tesis de licenciatura]. Universidad de Costa Rica.
Menéndez, N. (2011). Dalí en el diván: psicoanálisis de un genio. Liceus. Publicación cultural del siglo XXI. 11: 39-44.
Rodríguez, A. (2004). Intento de contribución psicobiográfica de Salvador Dalí. Arte, Individuo y Sociedad. 16: 5-18.
Sebreli, J. (2002). Las aventuras de la vanguardia: El arte moderno contra la modernidad. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
Starobinski, J. (1989). The living eye. United States of America: Harvard University Press.
Notas
Declaración de intereses