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La alternancia comunicativa
Moisés Córdova Márquez
Moisés Córdova Márquez
La alternancia comunicativa
Communicative Alternation
Horizonte de la Ciencia, vol. 5, núm. 9, pp. 63-74, 2015
Universidad Nacional del Centro del Perú
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Resumen: Aborda el estudio de la comunicación desde una perspectiva funcional y operativa. Partiendo de la premisa que el principio fundamental de la comunicación radica en la alternancia de roles actanciales, se analizan los circuitos de información que determinan los flujos comunicacionales con el fin de describir, integrando y mostrando sus mecanismos internos en un solo corpus teórico, las distintas modalidades de comunicación. Se concluye que la comunicación intrapersonal constituye una singamia simbólica en tanto que la comunicación interpersonal puede entenderse como una topología de la comunicación. Asimismo, la diferencia entre información de masas y comunicación social radica en el rol desempeñado por la audiencia. Ésta varía en función a la modalidad determinada por los medios.

Palabras clave:alternanciaalternancia,comunicacióncomunicación,informacióninformación,sistemasistema,mediosmedios.

Abstract: It deals with the study of communication from a functional and operational perspective. It starts from the premise that the fundamental principle of communication lies in the alternation of actantial roles, information circuits that determine the communication flows order to describe, integrating and showing its internal mechanisms in a single theoretical corpus, the different modes of communication are analyzed. We conclude that the intrapersonal communication is a symbolic syngamy while interpersonal communication can be understood as a communication topology. Also, the difference between information and mass media lies in the role played by the audience. This varies according to the mode determined by the media.

Keywords: Alternation, communication, information, system, media.

Carátula del artículo

Investigación en Humanidades

La alternancia comunicativa

Communicative Alternation

Moisés Córdova MárquezDatos del autor
Universitat Politècnica de València, Perú
Horizonte de la Ciencia, vol. 5, núm. 9, pp. 63-74, 2015
Universidad Nacional del Centro del Perú

Recepción: 11 Septiembre 2015

Aprobación: 02 Noviembre 2015

Introducción

La comunicación es un fenómeno cuya finalidad, única, viene a ser la mediación. Su esencia radica en el intercambio de roles entre los extremos de cualquier circuito informativo. Estos extremos mantienen un mismo nivel actancial y conllevan una relación compleja de recepción y configuración simbólica. En esto se diferencia de la información que es una acción de penetración lineal, jerárquica y continua, sin intercambio de roles. La comunicación, en cambio, es no lineal y compleja. Su principio elemental es la alternancia. Pero no se trata de una mera alternancia sino una alternancia que llamaríamos esencial, cíclica, en donde hay un dar y recibir durante el tiempo que fluye la comunicación, tiempo en que se es destinatario y remitente a la vez; es decir, un tiempo comunicacional en que se es un ente emisor y receptor, un emitente-receptente. Cómo fenómeno, la comunicación constituye la experiencia inmediata con el mundo sensible; es, por tanto, elemental cuando se trata de garantizar la supervivencia de especies e individuos. La comunicación es inherente a la vida, esto determina su naturaleza superlativa frente a cualquier otro fenómeno.

Por lo general se suele afirmar que la comunicación es un fenómeno exclusivamente humano puesto que solo los hombres son poseedores de lenguaje e inteligencia. Esta afirmación se ha mantenido durante buen tiempo como verdad sine qua non para la comunicación y materias afines a través de una enseñanza repetitiva y canónica. Sin embargo esto no es así. Para las neurociencias, la genética y otras disciplinas científicas, la comunicación está presente en la actividad molecular de los genes. No existe tal exclusividad para los seres humanos: todo ser vivo se comunica, el lenguaje es más bien instintivo y se desarrolla poco a poco –de manera sistemática– en todos los seres vivos[1]. La comunicación humana es solo eso: comunicación humana y, en consecuencia, el lenguaje humano es también solo eso: lenguaje humano. Esto es una doble tautología y encierra la existencia de un doble sistema de barreras. Por un lado, el sistema de las barreras comunicativas entre una especie y otra; por el otro, el de las barreras al interior de la comunicación humana. Debido a que la comunicación humana es de naturaleza principalmente lingüística[2], este segundo sistema está conformado por las barreras lingüísticas y culturales.

La comunicación humana es natural e instintiva pero también se constituye culturalmente. El carácter preponderantemente lingüístico de la comunicación humana está determinado por la relación natural entre los aparatos fonador y auditivo, lo cual hace posible que se establezca la conexión cerebral entre sonido y habla. Pero esta relación debe ser cultivada, la plasticidad del cerebro está íntimamente ligada con el aprendizaje. De allí que la lengua sea la marca cultural primera de toda sociedad. Este doble aspecto de la comunicación lingüística lo convierte en una barrera cultural pero también en un puente natural que posibilita la interacción. Por este motivo las relaciones entre culturas empiezan por abordar, antes que todo, su naturaleza lingüística.

Todo sistema comunicativo se construye en base a circuitos de información los cuales determinan su característica. Gracias a esto es posible establecer un macro sistema conformado por tres tipos diferentes de comunicación que se relacionan entre sí, estos son: la comunicación intrapersonal, la comunicación interpersonal y la comunicación social. En su conjunto, constituyen un sistema complejo de mediación individual y social en donde la comunicación interpersonal funciona como un puente entre los sistemas intrapersonal y social; consecuentemente, todo estudio de la comunicación interpersonal deviene de alguna manera en una topología de la comunicación.




La academia ha sido reacia en aceptar la existencia de una comunicación intrapersonal, sobre todo en el campo de la enseñanza de las teorías de la comunicación[3]. Sin embargo ésta ha sido abordada hace buen tiempo desde otras perspectivas, tanto por el discurso filosófico como por la experimentación científica, para los cuales resulta difícil prescindir del estudio de la información y sus circuitos al interior de la mente. Desde la perspectiva hermenéutica, los estudios sobre la recepción plantean la existencia de horizontes cuyos niveles se fusionan en el momento de la lectura. Vistas desde el ángulo de la comunicación, aquellos niveles de experiencia –estética y vital– constituyen circuitos de información internos al encuentro de la información recibida, que viene desde afuera. Esto ocurre en el mundo interior del lector, en el momento mismo de su relación con el texto. No se trata, por supuesto, de un mero proceso mecánico de decodificación. Se trata más bien de un sentido que va al encuentro de otro sentido, percibido, para conformar un nuevo sentido que tiene de ambos pero no es de ninguno en especial. El acto de la comunicación deviene así en una singamia simbólica en donde todo signo, aparentemente arbitrario, se constituye objetivamente al interior de la mente –consciente e inconsciente– articulándose racionalmente en el sistema de creencias.

Desde otra perspectiva –experimental y aplicada principalmente a los problemas de salud y aprendizaje– las neurociencias cognitivas, al concebir la mente como un complejo sistema de memorias[4] y adoptar la propuesta teórica del procesamiento de información, vienen demostrando la existencia de redes comunicativas en el sistema neurológico a la vez que buscan comprender las funciones operativas relacionadas con el pensamiento y la voluntad. En la base fisiológica de este proceso está la sinapsis, en la cual “cada neurona integra eléctricamente todos los mensajes que recibe antes de mandar un mensaje único al resto de las neuronas con las que se comunica” (Yuste: 1). En esto consiste la potenciación a largo plazo (LPT) que, como sostiene Juan Tapia, “constituye una de las bases moleculares de la memoria” (64). Sin embargo, ¿qué pasa en nuestro interior cuando pensamos o meditamos? La respuesta tiene que ver con lo que llamamos comunicación intrapersonal y constituye uno de los mayores desafíos para la indagación científica y el pensamiento filosófico.

La comunicación intrapersonal recibe y procesa la información que proviene del entorno a la vez que elabora nueva información. Sucede mientras pensamos[5]. Es decir, mientras meditamos, tomamos decisiones, generamos nuestros conocimientos y concebimos nuestras creencias. Esto lo ubica en la base misma de toda forma de comunicación, sin ella no es posible ni la comunicación interpersonal ni la comunicación colectiva. Su carácter es, por tanto, superlativo. La comunicación intrapersonal se relaciona con el mundo exterior, y con los otros modos de comunicarse, mediante procesos de recepción y expresión los cuales son procedimientos operacionales internos de configuración simbólica.

La recepción es el proceso que da inicio a la comunicación intrapersonal. En su configuración intervienen el sentido de lo estatuido por la información y el contexto (en tanto formas percibidas sensorialmente por la conciencia) y los horizontes de significación (que son múltiples y proceden del mundo interior de la persona). Estos horizontes son:

a) El horizonte de los intereses y/o deseos. De carácter instintivo y condicionante, tiene que ver con la supervivencia individual y colectiva [6].

b) El horizonte de las experiencias vividas. Permite posicionarse frente al mundo sensible, está en la base de la cosmovisión y de las creencias.

c) El horizonte simbólico de las experiencias discursivas. Conformado por los relatos y disertaciones orales, las lecturas, la experiencia estética, las demostraciones e inferencias lógicas, etc. Está en la base de la ideología y también de las creencias.

El encuentro de ambos sentidos genera una ruptura del curso de la información. No se trata de ninguna distorsión del mensaje, producto de alguna interferencia externa a la manera como lo concibieron Shannon y Weaver; se trata más bien de una singularidad, un dis-curso sobre el que se constituye la recepción. El dis-curso no es solo una ruptura del curso de la información; es además una fusión, a la manera singámica, de los horizontes de significación con el mensaje que la información introduce. Esto implica la conformación de un nuevo sentido, interno y diferenciado, que precede a su interiorización. Aquí es importante precisar que no se trata de la interiorización del mensaje estatuido por la información. Se trata más bien de la interiorización del discurso generado en el momento mismo de la recepción. Una vez conformado, este discurso pasará a formar parte de los horizontes afincados en la memoria[7]. Llamémosle discurso de la recepción para diferenciarlo del otro discurso que se produce en el interior: el discurso de la expresión.



Recepción y configuración simbólica

El mensaje, no solo es percibido (captado como experiencia sensible) y decodificado. Es, además, comprendido –o entendido– e interpretado. La decodificación (diferente de recodificación) tiene que ver con la señal; es un proceso operativo y elemental que asume una función mediadora, ad litteram, entre la percepción y la comprensión durante la recepción. La comprensión es la aprehensión espontánea e in-mediata del sentido que trae consigo la información; es el apropiarse de este sentido (Aneignung), actualizándose, para ser en el mundo; es, por tanto, un acto de significación –en tanto recodificación[8]– cuya naturaleza es junto con la interpretación eminentemente ontológica[9]. La configuración simbólica, que produce un nuevo discurso en el interior de la mente, viene a ser la interpretación. Toda interpretación es un fenómeno mental de configuración de sentido. En esto consiste la diferencia esencial entre comprensión e interpretación, procesos que al fusionarse –solo a partir de este momento– dan forma a la interpretación comprensiva[10]; es decir, al discurso interior, al nuevo, al metatexto con el que se profundiza el sentido inicial del mensaje[11]. A partir de esto se puede hablar de hermenéutica, en tanto saber de la interpretación, como actividad humana transformadora mediante la cual el ser humano y todo lo que le rodea alcanza un nuevo sentido.

Aquí es importante precisar algunas cuestiones antitéticas:

1. Percibir, decodificar, comprender e interpretar no son lo mismo. Son procesos constituyentes de un mismo proceso[12] –la recepción– cuya complejidad tiene que ver con la comunicación intrapersonal. No se trata de una suma mecánica de actos sino de las bases procedimentales sobre las que se fundamenta la experiencia dialógica, en tanto experiencia de viaje interior, en donde el ser se reconoce a sí mismo en el otro mediante un doble proceso de alteridad y otredad con la información recibida. A esta experiencia Gadamer lo llama también “experiencia de verdad”, lo entiende como “un acontecer que transforma la conciencia del sujeto, la ensancha o la empobrece, la modifica o la invierte” (cit. por Sánchez, 146).

2. Lo esencial de lo introducido por la información es su naturaleza simbólica. Es la forma, representación o imagen, de algo que recibe el nombre de mensaje. El mensaje es lo estatuido por la información y no tiene que ser necesariamente de carácter lingüístico. Este carácter puede ser predominante pero no exclusivo en la comunicación humana. El universo simbólico de las matemáticas, por ejemplo, es tan operativo como el lenguaje articulado para resolver problemas complejos y describir al mundo. También hay un universo simbólico de los colores, de los sonidos no lingüísticos (la música, por ejemplo), de los olores y de los campos electromagnéticos, entre otros. Precisamente, la comunicación sináptica de las neuronas y las células gliales, que es la comunicación elemental, se basa en señales electroquímicas.

3. Lo innato es la competencia simbólica. Esto tiene que ver con lo anterior y con la facultad del cerebro para relacionar y formar categorías. Es la capacidad que tiene la mente para crear sentido (cualquiera sea su naturaleza semiótica) al generar operaciones de asociación y proyección que interactúan, mediante recodificación, con los umbrales de carga y tolerancia informativa[13]. La recurrencia sintáctica vendría a ser una forma operacional de recodificación fractal adecuada a la naturaleza biológica sonoro-auditiva que produce el mecanismo lógico del lenguaje humano en todas sus variantes.

Toda recepción se produce sobre la base de un objeto simbólico (el significado dado, tal cual es), transinterpretativo, con un sentido original, y que funciona como un axioma en relación con su entorno (contexto). Sin este objeto, constituido por el mensaje que la información introduce en la mente del destinatario, no hay recepción ni proceso hermenéutico alguno. La pertenencia del mensaje como objeto simbólico, sea éste de naturaleza lingüística o no, está ligada en su origen al ente emisor (emitente). Su configuración de partida es, por tanto, un proceso externo que se produce fuera del ente receptor (receptente). Constituye, en consecuencia, la expresión del otro, que se da, compartiéndose, al de allí. A esto se deben las modalidades de otredad y/o alteridad que asume la relación con lo estatuido por la información (el otro) durante la recepción.

El mensaje, objetivado como símbolo al interior de la mente receptora, se constituye en eje de un círculo hermenéutico basado en la alternancia comunicativa intrapersonal[14], cuyas posibilidades de interpretación pretenden para sí validez universal, excluyendo o asimilando a todas las demás posibilidades y buscando convertirse en una verdad aplicativa o ley. Esa es la tendencia: toda interpretación es totalitaria, anhela siempre a la ecumenicidad (las posibilidades de interpretación tienden al infinito en cambio la interpretación en sí tiende a la unicidad). También es exegética, busca siempre descubrir el espíritu del mensaje extrayendo para sí su sentido original (el qué, del que derivan todas las demás explicaciones). Cuando lo estatuido por la información es una interpretación metatextual, la actividad comprensiva e interpretativa utiliza el metatexto como vehículo para llegar a la sustancia de la información que se presume permanece inalterable. De allí el nombre hermenéutica, que deriva de Hermes, el mensajero de los dioses, aquel que trae consigo el mensaje.

No es funcional ni operativo concebir un círculo hermenéutico al margen de su núcleo (el símbolo transinterpretativo instituido por la información) como un fenómeno interpersonal dialógico que tiende a la infinitud y se recrea a sí mismo[15]. Pues, el concepto, al negar la posibilidad de un núcleo, se deconstruye y deviene en un no-círculo, negándose a sí mismo y transformándose en un sistema discursivo abierto. Todo círculo lleva implícito un núcleo alrededor del cual se construye. El núcleo en sí mismo es ya un círculo que tiende al infinito, pero hacia dentro (de allí el término exégesis que significa sacar, para mostrarlo, el sentido de aquello que permanece oculto). Por el lado operativo, esta postura resulta incompatible con la teoría de Shannon y Weaver, que considera el mensaje vinculado al problema principal de la comunicación, y deviene –si se lleva al extremo– en una especie de fetichismo de la escritura o del texto.

Interpretación y comprensión son eventos que ocurren en el cerebro humano, no fuera de ella, pertenecen por tanto a la esfera de la comunicación intrapersonal. La hermenéutica es en principio un fenómeno intrapersonal, que luego se reproduce a nivel interpersonal y colectivo, bajo la condición única de la alternancia comunicativa (diálogo). En tanto es aprehensión de sentido y configuración simbólica, la hermenéutica está en el inicio de la actividad pensante y por ende en el origen de toda competencia crítica.

Los horizontes múltiples emergen de la memoria que no es un mero receptáculo de información recibida sino una función compleja del sistema nervioso que se concibe como una red interior de subsistemas modulares relacionados con la significación y el aprendizaje (ver Apéndice 1). El discurso interior, en tanto fenómeno de sentido, se constituye como discurso de la recepción y pasa a formar parte de estos horizontes cuya emergencia se produce también en el momento en que se configura el discurso de la expresión, procesos en los cuales interviene la conciencia. Ésta, al igual que la memoria, puede interpretarse como una función compleja del sistema nervioso; su naturaleza y la forma cómo se produce en la mente es una de las cuestiones centrales de la ciencia y de la filosofía. Tradicionalmente su estudio hace alusión al conocimiento de uno mismo mediante el cual sentimos que pensamos.

Entre ambos discursos, el de la recepción y el de la expresión, y formando también parte de ellos, la comunicación intrapersonal se constituye como una red cuyos circuitos y nodos se integran entre sí de forma única y totalizadora[16], es aquí cuando emerge conscientemente como actividad pensante. El pensamiento no funciona necesariamente como un espejo que refleja los estímulos generando ciertas conductas. Al parecer, el cerebro como red biológica[17] crea a través del pensamiento una realidad virtual mostrándonos un mundo en proyección hacia futuro mediante su actividad intrínseca[18]. Esta comunicación que se produce a nivel interior es responsable del carácter absoluto de las creencias, de la operatividad de las ideas y de la relatividad del conocimiento.

El discurso de la expresión es funcional y operativo. Es funcional en tanto su pertenencia a un sistema y su carácter relacional. Es operativo en tanto tiene capacidad transformadora, pudiendo actuar sobre su entorno y modificarlo; es decir, en cuanto está dotado de poder. Esta funcionalidad, estudiada desde diversas perspectivas (entre las cuales podemos nombrar el formalismo ruso, la lingüística sistémica funcional, las teorías pragmáticas, etc.), está unida a la operatividad del discurso el cual, al intervenir sobre la mente modificando los conocimientos y las ideas, da forma a las ideologías y las creencias colectivas.

El espacio ocupado por la comunicación entre la configuración de la expresión y la configuración de la recepción es un espacio topológico. Se conserva de esta manera el mismo nivel actancial, esto hace de la comunicación interpersonal una relación de equivalencia cuyos extremos pueden transformase el uno en el otro en tanto son actantes inmersos en el acto comunicativo. Aquí la información tiene su punto de partida en la configuración de la expresión, se da en su plano y es isotópica; constituye en sí misma una función inyectiva (x→y) y, por tanto, su estructura –de encaje– resulta siendo un morfismo cuya recurrencia está en la base misma de toda comunicación interpersonal cuyos extremos son emitentes y receptentes a la vez, lo que hace de ésta una estructura homeomórfica. Es importante subrayar que no se trata de una realimentación continua sino de un flujo comunicacional en donde cada mensaje es, sino un principio o punto de partida, un salto cualitativo fundamentado en la comunicación interna –intrapersonal– y diferente a la anterior.

En el sistema binario, el punto de partida del acto informativo es cero en tanto que el punto de llegada es uno. Esto sirve para determinar los valores actanciales[19] en función al sentido de la expresión (0) y de la recepción (1). Aquellos valores que asuman los actantes en cada extremo de la información –mientras dure el acto comunicativo– serán siempre autosimilares, de la forma (1-0), lo que hace del fluido comunicativo una estructura de naturaleza fractal cuya interacción se reproduce, además, en las formas de comunicación intrapersonal y colectiva con los que llega a conformar el universo de las formas comunicacionales. Esto hace de cada acto informativo –al interior de la comunicación– una divergencia, un dis-curso, en tanto cambio de sentido del acto que le precede. Como espacio topológico, la comunicación interpersonal constituye el núcleo –y la base– en torno al cual se desarrolla toda comunicación colectiva.



El flujo comunicativo

La información interpersonal es posible gracias a la mediación física, natural o tecnológica, a través de la cual se establece el carácter de la relación que puede ser comunicacional o meramente informativa. Desde la perspectiva tecnológica, los medios informativos cumplen una función facilitadora que, dependiendo de su naturaleza, es determinante para constituir relaciones horizontales y recíprocas o, por lo contrario, para instrumentalizar a los destinatarios. Cuando el medio es insuficiente para constituir relaciones de comunicación, se trata –funcionalmente– de un medio solamente informativo. Actualmente, el medio instrumentalizador por excelencia es la televisión en tanto que la comunicación experimenta su mayor desarrollo en los terminales móviles conectados por Internet.

En términos funcionales, desde la perspectiva de la relación actancial emitente-receptente, no todos los medios son iguales. Cuando la información es n-ádica siempre tiende a la instrumentalización colectiva. Los medios tecnológicos diseñados solo con este fin son eminentemente operativos, su objetivo principal es la información de masas. Cuando la información es diádica, facilita el desarrollo de la facultad deliberativa mediante la comunicación entre pares que mantienen el mismo nivel actancial, aquí la operatividad es mutua y se basa en el reconocimiento de las diferencias y afinidades entre ambos. Si aplicamos las tesis de Park (423) y llevamos esta relación al espacio colectivo, predominará la norma teórica y se estará frente al debate público. Esto implica una audiencia participante. Hablamos entonces, desde la perspectiva tecnológica, de medios de comunicación social. La convergencia de estas dos modalidades, n-ádica y diádica, en un solo espacio o plataforma de Internet, ha revolucionado los medios tradicionales de información y comunicación.

La comunicación social puede asumir varias formas pero siempre lleva en su seno la relación interpersonal en donde el emitente principal asume una función modalizadora[20] del discurso colectivo, tarea que es compartida a veces con un moderador que asume por lo general una forma impersonal que le permite distanciarse del discurso. Precisamente, la diferencia entre la información de masas y la comunicación colectiva –o social– radica en el rol desempeñado por la audiencia que, en esta última, participa de los roles actanciales que otorga el debate y no se limita a la respuesta emotiva o a la mera identificación [21] con los contenidos administrados por la información. Aquí la audiencia es deliberativa, más público que masa, y menos propensa a la instrumentalización.

El comportamiento de una audiencia varía en función a la modalidad en que se recibe la información, esto lo determina el medio. Para que se produzca una actividad deliberativa y prevalezca la razón teórica, debe producirse un dialogo entre el emitente principal que dirige a la audiencia (entidad colectiva receptora de la información o también receptente colectivo) y algún miembro de ésta que responda a título propio o asumiendo la representatividad de los demás, o, al menos, de una parte. Se está entonces frente a una comunicación interpersonal al interior de la comunicación colectiva, una especie de anidamiento. Si respondieran más de uno, o todos, a la vez, se estará frente a un fenómeno diferente en donde predomina el ruido y la redundancia, obstaculizando la actitud deliberativa y la fluidez normal de la comunicación. Este comportamiento es típico de las masas: anulada la comunicación interpersonal y la deliberación, el flujo se verá interrumpido facilitando de esa manera la instrumentalización y el adoctrinamiento colectivo.

También puede darse el caso que no responda nadie, que la audiencia se limite solo a la recepción de los contenidos de la información, quedando anulada, o limitada al máximo, la comunicación interpersonal. Esto sucede con la televisión, cuyo efecto inmediato es la formación de una audiencia virtual y subitánea cuya plasticidad, enorme, queda expuesta a la merced operativa de la entidad difusora. La televisión, como medio informativo de masas por excelencia, es un eficaz instrumento de poder debido a la descompensación que lleva consigo y que consiste en la ausencia de comunicación interpersonal:

La televisión está descompensada: si yo tengo una cadena de televisión y tú tienes un televisor, yo puedo hablar contigo pero tú no puedes hablar conmigo. Los teléfonos por el contrario, sí están equilibrados (…) La participación es inherente al teléfono, y lo mismo ocurre con los ordenadores. (Shirky, p. 34)

El medio de comunicación por excelencia está determinado por la presencia de Internet en ordenadores personales y en los terminales móviles convertidos en la mayor expresión de la convergencia tecnológica. Aquí todas las modalidades se fusionan en un solo sistema que uniformiza los roles actanciales poniéndolos a un solo nivel. Funcionalmente, al anidar la comunicación interpersonal en el seno de la comunicación social puede adoptar dos formas: o bien se cobija en su interior, encapsulándose en una comunicación interna y privada, o se asume como emitente colectivo –buscando representatividad– para conformar con el emitente-receptente principal el discurso colectivo. En el primer caso se estará frente a las funciones de conversación privada y de atención personalizada al interior de las páginas sociales y, en el segundo, se estará frente a la función deliberativa de la comunicación al interior del grupo.

Conclusiones

La comunicación consiste en el intercambio de roles actanciales entre los dos extremos de cualquier circuito comunicativo. Estos extremos mantienen un mismo nivel actancial en función a una relación compleja de recepción y configuración simbólica a partir de la cual se genera el flujo comunicativo. Como fenómeno, es universal y no se limita solo a la especie humana, adquiriendo características que la diferencian una especie a otra en función a la evolución de su estructura biológica. La comunicación humana, de naturaleza principalmente lingüística, es instintiva pero también se construye culturalmente en base a circuitos de información las cuales determinan su modalidad y constituyen un sistema complejo de mediación individual y social. La comunicación puede ser intrapersonal, interpersonal o colectiva. El proceso de recepción en la comunicación intrapersonal constituye una singamia simbólica en tanto que la comunicación interpersonal puede ser abordada como una topología de la comunicación que nos descubre su naturaleza fractal. Por último, la diferencia entre información de masas y comunicación social, o colectiva, radica en el rol desempeñado por la audiencia que varía en función a la modalidad en que se recibe la información, esto lo determina el medio.

Material suplementario
Referencias bibliográficas
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Notas
Notas
[1] Para Hauser, Chomsky y Ficht, el único aspecto exclusivamente humano es la recursividad sintáctica. Sin embargo, esta afirmación ignora muchos aspectos de la gramática que no son recursivas (tales como la morfología y la fonología, entre otros), de allí que el lenguaje sea más bien una adaptación que ha ido evolucionando poco a poco (Pinker & Jackendoff, 201).
[2] Denominada también comunicación verbal humana (CVH) por Zamorano que lo entiende como un sistema dinámico global (691-2).
[3] Al respecto, escribe Rodrigo Alsina:

La cuestión que se plantea con la comunicación intrapersonal es si forma parte del campo de estudio de las teorías de la comunicación. Yo soy totalmente partidario de ello, aunque quizá no será un campo de investigación prioritario. Puede incluso que se deba estudiar supeditado a otras formas de comunicación que se consideren de mayor interés. Pero, en mi opinión, no se debe dejarlas de lado como si no existieran apenas. (52-53)

[4] Sistema de subsistemas modulares en torno al cual existen diversos criterios, y hasta diversas denominaciones para el mismo subsistema, por lo que se está en permanente actualización teórica. Al respecto, Carrillo-Mora ha elaborado una taxonomía cuyos conceptos, sostiene, “forman parte de los más aceptados y difundidos en su utilización hasta el momento actual; sin embargo, los psicólogos utilizan una gran diversidad de términos para referirse a distintas variedades, características o niveles de procesos mnésicos” (91).
[5] En una revisión esquemática del subsistema de procesamiento del lenguaje (SPL), se define el acto del pensamiento como una operación combinatoria de la realidad externa o interna “a fin de obtener una información nueva” (Omar Martínez et al: )
[6] Escribe Sánchez que Habermas concibe el interés como una “fuerza condicionante externa que procede de la esfera del trabajo o de la interacción social” (155). A partir de esta reelaboración del concepto, Habermas opone la crítica de la ideología a la hermenéutica basada en la tradición, de Heidegger y Gadamer. Sin embargo, en el origen de todo interés subyace el deseo como expresión primaria de la necesidad vital de supervivencia, tanto del individuo como de la especie.
[7] Para Husserl, sostiene Guillermo Hoyos, “el horizonte de horizontes es algo es algo que comienza en la subjetividad y se va abriendo, y dentro de ese horizonte el sujeto se encuentra con los otros. Sin embargo, este planteamiento no es del todo aceptable, pues el horizonte es, en principio, absolutamente plural y se constituye por diferencias, no por la intencionalidad de una conciencia monológica”. Sin embargo la conciencia más que monológica es dialógica. La comunicación interior es, más que un monólogo, un diálogo interno fundamentado en la alteridad en donde el Yo del sujeto se reconoce en el otro introducido por la información.
[8] La recodificación es el cambio de valores-código que posibilita el acceso al umbral informativo. Hay muchas maneras de hacer esto, explica Miller, pero la más simple es agrupar los eventos de entrada, aplicando un nombre para cada grupo, y luego recordar el nuevo nombre en lugar de los eventos de entrada originales (11 of 17). En este proceso resalta la incubación creativa de la mente inconsciente que “habla el denominado lenguaje literal de las imágenes, y utiliza su carácter analógico-gradual para procesarlas y modificarlas en constantes operaciones de asociación, fusión, alineamiento, proyección y simplificación” (Aladro, p. 189) en tanto se interacciona con la mente consciente.
[9] Sostiene Heidegger que la comprensión es además un abrir en tanto ser en ahí en el mundo (In-der-Welt-Sein) de las significaciones: “El comprender, en cuanto aperturidad del Ahí, atañe siempre a la totalidad del estar-en-el-mundo. En todo comprender del mundo está comprendida también la existencia, y viceversa” (175). Al respecto, sostiene Jorge Eduardo Rivera que para Heidegger comprender (Verstehen) “es un experimentar el propio ser como posibilidad existencial” (435).
[10] Esto es diferente al comprender interpretante de Heidegger (auslegenden Verstehen), pues se trata de la conformación del discurso interior y no de una interpretación totalizadora que anula, de principio, el sentido instituido por el mensaje y su contexto. Esta anulación es gradual, Heidegger parte por reconocer que “La interpretación de algo en cuanto algo está esencialmente fundada en el haber previo, en la manera previa de ver y en la manera de entender previa. La interpretación no es jamás una aprehensión, sin supuestos, de algo dado” (153), escribe. Hace de esta manera de la interpretación una aprehensión, concibiéndola como el desarrollo del comprender fundada existencialmente en ella (151).
[11] “El que intenta comprender un texto hace siempre un proyecto. Anticipa un sentido del conjunto una vez que aparece el sentido del texto. Este primer sentido se manifiesta a la vez porque leemos ya el texto con ciertas expectativas sobre un determinado sentido. La comprensión del texto consiste en la elaboración de tal proyecto, siempre sujeto a revisión como resultado de una profundización del sentido” (Gadamer, 1998 p. 65). En realidad se trata de la interpretación que Gadamer ve como comprensión, allí encontramos un sentido (el sentido de las expectativas) que va al encuentro de otro sentido (el sentido estatuido por el mensaje) para conformar el discurso interior (lo que Gadamer llama primer sentido, pero primer sentido al interior de la mente). Esto es diferente a la comprensión inmediata que precede a la interpretación para luego fusionarse con ella.
[12] Gadamer, siguiendo a Heidegger, Fusiona en un solo proceso comprensión e interpretación. La interpretación, escribe, “no es un acto complementario y posterior al de la comprensión, sino que comprender es siempre interpretar, y en consecuencia la interpretación es la forma explícita de la comprensión (mis cursivas) (…) La interpretación se hace necesaria allí donde el sentido de un texto no se comprende inmediatamente” (1993: 193 p. 208). Esto es una paradoja: Si comprender es siempre interpretar; pero, al ser la interpretación la forma explícita de la comprensión y estar donde no se comprende inmediatamente, la sola presencia de ésta (el estar allí) supone la existencia de una forma implícita e inmediata de comprensión que no es interpretación; por tanto, comprender no es siempre interpretar. Para Gadamer, la interpretación es un momento del proceso hermenéutico –esencial e integral– aunque no un acto complementario y posterior a la comprensión (1993 p. 193), al oponer momento a acto quedaría zanjada la paradoja pero no resuelta.
[13] Partiendo de la teoría desarrollada por Miller, los umbrales vienen a ser variables independientes para la comprensión del mensaje. «La información (…) sólo se define como tal en relación a unas cantidades mínima y máxima entre las cuales ejerce su actividad (…) cada vez que una estructura cognitiva alcanza el nivel idóneo de simplicidad y complejidad, “entra por el umbral” informativo que poseemos y se convierte en información consciente propiamente dicha», explica Eva Aladro (p. 184).
[14] No se trata en este caso del círculo hermenéutico a la manera como postulan Heidegger, Gadamer, Rorty y otros. En ellos el círculo hermenéutico se construye en base al diálogo infinito de preguntas y respuestas con el texto, diálogo en donde el texto se personifica como parte de una comunicación interpersonal. Sin embargo, el texto es repetitivo, siempre dirá lo mismo a pesar de sus infinitas posibilidades de interpretación. Para entablar un diálogo se necesitará de una construcción metatextual; pero ésta, aunque referida al texto, pertenece al otro (el interpretante) repartido entre el texto, del cual es receptente, y el lector. En nuestro análisis es diferente, el círculo hermenéutico se construye en torno a la alternancia comunicativa intrapersonal.
[15] Es importante precisar esta diferencia porque, como sostiene Balabam, “Pese a todas las quejas de Heidegger y Gadamer, el círculo hermenéutico es un círculo vicioso (puesto que) no hay un entender previo a la interpretación”. Para dichos autores la interpretación es fuente de la comprensión, le antecede, y lo que aquí se identifica como comprensión es en ellos una precomprensión (Vorgriff) o una comprensión previa (Vorverstehen).
[16] En una de las últimas investigaciones realizadas por Godwin, et al., en que aplicó la teoría de grafos al estudio del cerebro, se encontró probable que la conciencia surja como producto de una comunicación interna generalizada. Al parecer, el surgimiento de la conciencia rompería la modularidad de las redes especializadas que conforman la memoria. Estos resultados, conforme sostiene el resumen del documento, refuerzan las teorías globales de la conciencia por sobre las focales (“Whereas focal theories posit mostly local regional changes, global theories propose that awareness emerges from the propagation of neural signals across a broad extent of sensory and association cortex. (…)These results provide compelling evidence that awareness is associated with truly global changes in the brain’s functional connectivity”). Por otro lado, la Teoría de los Marcos pasiva, recientemente desarrollada por Ezequiel Morsella y su equipo de investigadores, considera que el papel de la memoria sería más bien sería más bien el de un intérprete pasivo con una función primaria bien circunscrita a las actividades del sistema nervioso somático ( Morsella et al).
[17] Las redes biológicas, como el cerebro, son ejemplos paradigmáticos del enrutamiento de la información “ranging from information processing and transmission in the brain, to signalling in gene regulatory networks, metabolic networks or protein interactions” (Gulyás, A. et al. 2).
[18] “El cerebro no sirve para generar comportamiento, como dicen los cánones de la Psicología, sino para generar una actividad intrínseca. Esta actividad intrínseca funciona como un modelo virtual del mundo. En otras –y modernas– palabras, el cerebro es un generador de realidad virtual. En la tradicional visión del problema, la función del cerebro es la de percibir elementos sensoriales y transformarlos en un patrón de movimiento motor. Según Llinás, el propósito del cerebro es distinto: crear un modelo del exterior con objeto de manipularlo mentalmente y de poder predecir el futuro” (Yuste, p. 1).
[19] Se trata de valores actanciales y no de cantidad de información.
[20] Referida a la estructuración del discurso por parte del emitente. Germán Pérez define la modalización discursiva como un conjunto de elementos que operan en éste “a través de las cuales el enunciador construye una red de relaciones con las entidades del imaginario que aparecen como unidades léxicas recurrentes (…). La combinación siempre específica y, por tanto, característica de cada tipo de discurso (…) de estas modalizaciones, produce el contrato de veredicción (Greimas, 1973) que le permite al discurso (…) imponerse como una narración verosímil del orden social” (188), agrega refiriéndose al discurso político.
[21] Aquella en que la comprensión y la interpretación están limitadas por la identificación inmediata con el mensaje y su emitente. Aplicando el psicoanálisis de Freud, esto se debe a la identificación de la imagen del Yo con el jefe o líder (de opinión, en este caso).
Notas de autor
Datos del autor Doctorando en Industrias de la Comunicación y Culturales en la Universitat Politècnica de València. Profesor de Literatura en la Universidad Nacional de Educación “Enrique Guzmán y Valle”. Magíster en Lengua y Literaturas Hispánicas (PUCP). Algunas de sus publicaciones son: Yachaq willacuy o la novela encantada. Una aproximación al universo mágico de José María Arguedas (Lima: Horizonte). Vástago del sueño (Lima: San Marcos). “Teoría de masas y operatividad simbólica” En La pantalla insomne (Tenerife: Universidad de la Laguna).

moisescordovaymarquez@yahoo.com






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