Secciones
Referencias
Resumen
Servicios
Descargas
HTML
ePub
PDF
Buscar
Fuente


La idea de América en el Club Palósfilo [1]
The idea of América at the Club Palósfilo
Revista jangwa Pana, vol. 17, núm. 3, pp. 342-359, 2018
Universidad del Magdalena



Recepción: 18 Febrero 2018

Aprobación: 12 Abril 2018

DOI: https://doi.org/10.21676/16574923.2488

Resumen: El Club Palósfilo, que surgió a comienzos del siglo XX en la localidad onubense de Palos de la Frontera, ejemplifica el rumbo que durante las primeras décadas del siglo XX irían tomando algunas asociaciones españolas nacidas al calor del regeneracionismo hispanoamericanista. Mediante la exaltación de valores locales y a través de la forja de diferentes tipos de redes, pretendió realizar su particular contribución a la idea simbólica de América. Para ello, concibió proyectos que, a pesar de su escaso grado de éxito, fueron interpretados por sus integrantes como el precedente de otros que, reformulados, llegarían a ver la luz en el tránsito a las tesis de la hispanidad más conservadora de la década de los veinte.

Palabras clave: Club Palósfilo, hispanoamericanismo; redes; memoria; discurso.

Abstract: Founded in the early 20th century in Palos de la Frontera (Huelva), the Club Palósfilo exemplifies the path taken by many Spanish associations during the first decades of the 20th century, created in the heat of Hispano-American regenerationism. By exalting local values and forging diverse networks, it attempted to make its own contribution to the symbolic idea of America. With this aim, it began projects that, despite their relative lack of success, were interpreted by its members as a precedent for others which, after being reformulated, would come to fruition in the 1920s in the context of a transition towards more conservative theories of Hispanism.

Keywords: Club Palósfilo, Hispano-Americanism, networks, memory, discourse.

Introducción

El Club Palósfilo, como su nombre indica, surgió de una iniciativa local en la población onubense de Palos de la Frontera. Prácticamente ignorado por la comunidad académica que desde diferentes perspectivas ha investigado el asociacionismo americanista surgido en España entre fines del siglo

XIX y principios del XX[2], pese a su modestia respecto de otras entidades, traduce un tipo de iniciativa procedente de la sociedad civil que resulta útil para ejemplificar el rumbo que desde entonces irían tomando algunas de las variantes del americanismo peninsular. Tomando en cuenta sus componentes humanos e ideológicos bifurcados inicialmente entre Andalucía y América, y posteriormente extendidos en otras direcciones, el Club Palósfilo pretendió realizar su propia contribución al acrecentamiento de las relaciones con la otra orilla del Atlántico. Para ello concibió proyectos que, más allá de su grado de éxito, constituyeron oportunidades para generar dinámicas de actuación que excedieron el marco geográfico de su lugar de origen a través de la forja de redes de diferente cariz que, sin embargo, tendían hacia unos mismos objetivos. Por un lado, las de matriz local que, a mayores de aspirar al desarrollo y modernización de sus propios ámbitos, pretendían también, mediante la exaltación de la “patria chica”, aportar sus valores a la patria con mayúscula. Por otro, las tejidas por descendientes de españoles que en su día habían emigrado a América y quienes con el regreso a las raíces buscaban el refuerzo de su propia identidad escindida entre España y los países de aquel continente.

Nuestra investigación, en el marco de otra más amplia, parte de fuentes primarias en su mayoría inéditas procedentes de diferentes repositorios españoles. Además, la prensa, sobre todo de la de origen local, que aquí adquiere un especial valor por traducir los ambientes y el sentir de las élites en las que el Club Palósfilo fue gestado, constituye otro de los pilares documentales sobre los que se sustenta este trabajo.

Los precedentes

En otra contribución anterior (Márquez y Cagiao, 2015) ya tuvimos oportunidad de señalar que precisamente por su localización geográfica, los orígenes del Club Palósfilo hunden sus raíces en los fastos del IV Centenario celebrados en Huelva en los que la villa de Palos alcanzó un inusitado protagonismo. La idea impulsada por el historiador Cesáreo Fernández Duro de que Martín Alonso Pinzón, oriundo de Palos, fuese homenajeado en los mismos términos que Colón, y de que algunos de los eventos tuvieran lugar en su territorio municipal, permitió que en 1892 la Villa viviese un breve pero intenso momento estelar. Sin embargo, a pesar de la convicción de que aquellos actos conmemorativos habrían de sentar un precedente prometedor para el futuro desenvolvimiento económico, de ellos sólo quedaron nostálgicos recuerdos y una placa conmemorativa sobre el muro de la iglesia parroquial. De hecho, sólo dos años después de los fastos, su situación había llegado a tal punto que, irónicamente, la prensa comentaba que pronto se habría de ver “a los descendientes de los Pinzones, Yáñez y Bermúdez Quintero con la misma ropa y el mismo ajuar que sus antepasados encontraron en las habitaciones de Guanahaní” (Gelí, 18/20 agosto 1894). Poco más adelante, al comenzar el siglo, la guía Baedecker calificaba la Villa como “aujord´hui insignifiant”, lo que revelaba sin duda un panorama absolutamente desolador. Muy lejos quedaban ya los días del IV Centenario en los que se había creído que los valores históricos con los que Palos contaba por su relación con el descubrimiento de América perdurarían en el tiempo y servirían de acicate para su progreso. Y aún habrían de pasar varios años para que, a través de la creación del Club Palósfilo, los descendientes del modesto alcalde de 1892 se reclamasen como herederos de las aspiraciones de entonces para definitivamente “hacer historia”.

Sin embargo, el impulso para su actuación provino de fuera y llegó de la mano del argentino, hijo de españoles, Enrique Martínez Ituño, a quien hay que considerar el verdadero mentor de esta peculiar asociación americanista. Como cónsul del país austral acreditado en Málaga, Martínez Ituño había recibido del titular de Relaciones Exteriores de la Argentina, el jurista e intelectual Estanislao Zeballos, la orden de trasladarse a Palos en el verano de 1907 con el fin de encargar una serie de pinturas que evocasen los lugares colombinos para ser enviadas a Buenos Aires (El Heraldo Militar, 25 marzo 1913). La petición de Zeballos, en sintonía con su siempre ambigua evolución ideológica que a esa altura se manifestaba proclive al retorno a las raíces españolas, fue ejecutada por el cónsul argentino quien, acompañado del paisajista José Gartner, pudo observar el estado de decadencia en que se encontraba la Villa. Allí también conoció las actividades que en relación con América venía llevando a cabo desde su fundación en 1880 la Sociedad Colombina Onubense (Márquez, 1988, 2011 y 2014; Núñez, 2014; Segovia, 1992), limitadas a una peregrinación a La Rábida el 3 de agosto y que, tras el impasse sufrido por esta entidad tras los acontecimientos derivados de la guerra de Cuba, habían sido recientemente recuperadas.

Martínez Ituño diseñó un proyecto que, de tener éxito, además de contribuir a la promoción de Palos, perseguía también el objetivo de intensificar las relaciones con América, cuestión en la que, por razón de su cargo, algo podía hacer. Se movió primero en su terreno utilizando su propia red de contactos integrada por sus colegas del cuerpo consular acreditado en Málaga con los que coincidía además en sus aficiones náuticas. Y, así surgió la idea de celebrar una regata organizada por el Real Club Mediterráneo de esta ciudad que, emulando el primer viaje de Colón, el 3 de agosto de 1908 partiría desde el puerto de Palos hacia Canarias. La iniciativa fue trasladada por el regidor Palermo a los gobiernos y clubes náuticos americanos y, desde diversas instancias, comenzaron a recibirse adhesiones procedentes de varios países.

El ayuntamiento de La Habana recogió inmediatamente la propuesta y acordó designar tres concejales para que se ocupasen del asunto, y aunque hubo algunas disensiones con el gobierno de la nación, Cuba parecía estar dispuesta a participar (El Progreso, 12 marzo 1908). Por su parte, los clubes náuticos de Río de Janeiro, también trasladaron su intención de concurrir. Lo mismo comunicaba desde Caracas el periodista Emilio Franklin en nombre del club náutico que él mismo acababa de fundar en el puerto de La Guaira (La Provincia, 22 mayo 1908) Un par de meses atrás, y como corresponsal de varios periódicos venezolanos, Franklin había visitado Palos y reunido con su alcalde con motivo de la reunión del 3 de agosto. Muy posiblemente la entrevista fue propiciada por la amistad de su suegro, Francisco Antonio Rísquez Alfonso —eminente médico venezolano que llegó a España en 1901 para ocupar el consulado general de su país en Madrid— con el cónsul argentino en Málaga, Enrique Martínez Ituño, al que habría conocido durante el tiempo en el que el primero estuvo dedicado a la fundación de Liga Antituberculosa de esta ciudad.

Por diferentes razones y pese al entusiasmo suscitado, la regata no llegó a celebrarse. No obstante, ese 3 de agosto de 1908, en una reunión convocada por el alcalde de Palos se redactó un acta conmemorativa del 416 aniversario de la partida hacia América de la flota descubridora, en la que se hacía especial mención a los Pinzones, que fue suscrita por las autoridades de Palos, emparentadas en su mayoría con quien había sido el alcalde de la Villa en 1892, Juan Manuel Prieto. Estampó también su firma el cura Manuel García Viejo, cuya actuación en el IV Centenario como integrante de la ejecutiva local onubense había dado mucho que hablar. De hecho, fue el mentor de una de las muchas ideas que finalmente no llegaron a realizarse. Se trataba de la coronación de la Virgen de la Rábida que, sacada en procesión en la popa de la réplica de la Santa María, iría seguida de los obispos de España y América más toda una parafernalia de marchas reales, himnos religiosos, salvas y salves. “Esta especie de peregrinación acuática”, como él mismo denominó (Recuerdo del IV Centenario. El 12 de Octubre, 1892, p.22) , fue una de las muchas ocurrencias de Manuel García Viejo que serían sólo el prolegómeno de otras aún más descabelladas que plantearía más adelante cuando se retirase en Palos e integrase el futuro Club Palósfilo, cuyo origen estuvo precisamente en esta reunión del 3 de agosto de 1908. A la misma también concurrieron algunos de los cónsules americanos que tenían mayor relación con Enrique Martínez Ituño. Entre otros, Ricardo Gómez Carrillo que, aunque era cónsul general de Guatemala en Barcelona desde 1907, pasaba largas temporadas en esa ciudad andaluza, e Isaac Arias Argáez, que ejercía allí como cónsul de Colombia desde 1894. El “chato Arias”, como le apodaba Rubén Darío, quien lo conoció cuando ambos embarcaron juntos en el puerto panameño de Colón para viajar a España como delegados de sus respectivos países a los actos del IV Centenario, ya era desde su colaboración en la Guía Colombina (Jorreto-Paniagua y Martínez-Sanz, 1892) un entusiasta ferviente del fomento de las relaciones entre España y América. Este “bogotano delicioso, ocurrente, buen narrador de anécdotas y cantador de pasillos”, como lo definió el poeta nicaragüense en su obra autobiográfica (Darío, 2007, p. 102), médico de profesión, trabó en Málaga una gran amistad con su homólogo argentino con el que colaboraría durante muchos años. La firma de Martínez Ituño, por supuesto, también aparecía en el Acta del 3 de agosto, cuya redacción sin duda inspiró basándose, para su conclusión, en una adaptación del último verso del estribillo del himno argentino: “¡al pueblo de Palos, Salud!” [3].

Esta reunión y el acta suscrita, que evocaba lugares y personajes de trascendencia histórica en clave local al tiempo que apelaba directamente al concurso de los países, constituirían el germen del ideario del Club Palósfilo. Por otro lado, en ese agosto de 1908 se produjo otro hecho que contribuyó a aumentar el ambiente americanista existente. Abordada en otro trabajo anterior (Cagiao y Márquez, 2012, p. 379-382), la visita realizada a Palos por el periodista argentino Ernesto Mario Barreda, entre otras consecuencias, se tradujo en un amplio artículo sobre su viaje que aparecería en el semanario porteño Caras y Caretas donde aludía a Palos como “la Jerusalén de los americanos”. Tal calificación comenzaba además con este llamamiento: “¡Os ruego que calléis un momento porque voy a hablar del puerto de Palos…!”, inspirado, sin duda, en el poema de Campoamor dedicado a Colón y publicado varias veces con motivo del IV Centenario. El compuesto por Barreda sería años después recitado por los niños en las escuelas de Palos cada 3 de agosto. Mencionaba también el argentino a su paisano el cónsul Martínez Ituño, al que no llegó a conocer (Barreda, 1908) con quien años después mantendría una asidua relación epistolar que convertiría a Barreda en un militante palósfilo sumamente activo en Buenos Aires.

Los lugares de la memoria

Las iniciativas señaladas anteriormente sirvieron de precedente del que sería el principal proyecto del Club Palósfilo surgido incluso antes de su constitución formal que realmente no tendría lugar hasta el 15 de marzo de 1909 coincidiendo, por expreso deseo de Enrique Martínez Itúño, con la inauguración de la casa —Villa Argentina— que construyó en Palos. Se trataba ahora de trazar una avenida desde la Villa hasta La Rábida que se denominaría Calle de las Naciones y Colonias Americanas y estaría flanqueada por pabellones edificados por los distintos países en los que se expondrían sus productos e industrias. Fue oficialmente presentado por su alcalde el 12 de octubre de 1908 pero la idea partía, una vez más, del cónsul argentino en Málaga Enrique Martínez Ituño[4].

Pronto surgieron algunas reacciones en contra del proyecto de la Calle de las Naciones tanto desde el americanismo formal existente en Huelva —la Sociedad Colombina Onubense— que sentía mermado su tradicional protagonismo en estas lides, como desde el madrileño —la Unión Iberoamericana— que desde tiempo atrás acariciaba una idea similar (Aguilera, 1904) . Sin embargo, Manuel de Burgos y Mazo, diputado conservador por Huelva bajo cuya influencia se encontraba el ayuntamiento palermo y que también había suscrito el Acta de 3 de agosto, lo trasladó a las Cortes donde pronunció un entusiasta alegato en pro de la iniciativa. Utilizando una oratoria grandilocuente encarada a despertar sentimientos patrióticos y afirmando que “no se han cerrado las puertas de la gloria para la raza hispana, ni terminado su influencia en el curso de los destinos de la humanidad”, solicitó que el ministro de Estado la transmitiese a los gobiernos americanos para que fuese atendida “con aquel cariño que todos debemos a nuestra madre patria y a los que un día fueron hijos nuestros y que hoy deben ser hermanos queridos [...] para marchar juntos en el curso de los destinos que en la Historia, la Providencia ha de reservar todavía a la raza hispana” (Diario de Huelva, 1908) .

Entre las primeras adhesiones que durante los meses subsiguientes se recibieron en Palos desde los países americanos se contaron las de México, Guatemala y Colombia, Chile, República Dominicana, Ecuador y Uruguay. El papel de los cónsules acreditados en España, particularmente de los que operaban en Málaga o tenían contacto directo con Martínez Ituño, fue determinante como para que en algunos casos fuesen los propios presidentes de las repúblicas los que directamente tomasen el tema de su mano. Porfirio Díaz, Manuel Estrada Cabrera o Rafael Reyes, por ejemplo, establecieron una correspondencia directa con el alcalde de la Villa. En la Argentina, el ex ministro de Relaciones Exteriores, Estanislao Zeballos, quien había instado a Enrique Martínez Ituño a visitar los lugares colombinos y provocado su entusiasmo por Palos, publicitó el proyecto de la Calle de las Naciones atreviéndose incluso a compararla con la ostentosa Siegesallee berlinesa que había terminado de construirse en 1901 (Zeballos, 1909). Se asociaba así a la iniciativa y para realzarla añadía a su texto propagandístico el plano de la obra prevista por el ayuntamiento de Palos. Más adelante, este croquis, junto con un boceto de uno de los cuadros que Gartner realizaría por encargo de Zeballos —no por casualidad el titulado Las Carabelas Santa María, Pinta y Niña— se convertirían en las imágenes que de manera permanente ilustrarían, como señas de identidad y símbolos de la pretendida unión del “Viejo y el Nuevo” mundo, los documentos del Club Palósfilo.

No pasaría mucho tiempo para que al proyecto de la Calle de las Naciones le surgieran algunos competidores. Este asunto, objeto de análisis detallado por nuestra parte en otro trabajo mencionado con anterioridad (Cagiao y Márquez, 2012), tuvo que ver con el envío a Buenos Aires de un representante de la Sociedad Colombina Onubense con la misión de difundir la importancia de los lugares históricos de Huelva en los festejos del centenario argentino de 1910. Allí aludió al proyecto de los pabellones americanos presentándolo como original de esta asociación. La variación más sustancial respecto de la primigenia idea palósfila de la Calle de las Naciones que pretendía levantar los pabellones “a lo largo” de la carretera que unía la villa de Palos con el monasterio, residía en que la entidad onubense situaba las edificaciones americanas “alrededor de La Rábida”. El asunto de la ubicación, que no era en absoluto una cuestión menor, volvería a cobrar cierto protagonismo en la Asamblea de Sociedades y Corporaciones Americanistas que se celebró en Huelva en 1912. Y de nuevo estallaría la polémica. El Club Palósfilo defendió el proyecto original de los pabellones “a lo largo” de la carretera de Palos a la Rábida, tal y como había sido pergeñado en 1908, mientras la Colombina insistiría, como se había expuesto en Buenos Aires, en que fuesen levantados “en torno” al convento. Por si fuera poco, todavía habría de intervenir un empresario natural de la Villa, también miembro de la Sociedad Colombina Onubense, quien llegaría mucho más allá proponiendo que los pabellones se situasen “haciendo cuadro, dejando el Monasterio como presidiendo al conjunto de las Naciones americanas” (La Rábida, 1912, p.27). Esta propuesta con la que se subrayaba el papel de España en un marco americano contribuyó a aumentar la confusión ante tal cantidad de variaciones sobre un mismo tema. Pero a pesar del encendido debate surgido en torno a la cuestión, a nada concreto se llegó.

En realidad, la cuestión de fondo que subyacía en las discrepancias entre unos y otros acerca de la potencial ubicación de los pabellones americanos debe ser interpretada en un doble sentido. Por un lado, en clave de pugna local, y por otro, aún más importante, de reivindicación de la importancia histórica de los lugares señalados. Y si para unos el emblemático convento, simbolizando a España, constituía el elemento fundamental del origen de América, para otros lo importante era destacar, no solo el papel de Palos, sino también el de las naciones americanas. A mayores, la cuestión de la ubicación se combinaba con la del culto a los personajes históricos conformando una especie de religión cívica. Y si una asociación hacía del 3 de agosto, fecha de la partida de Colón, el día grande de las festividades colombinas con peregrinación a La Rábida incluida, la otra optaba por el 15 de marzo, fecha del regreso de la Pinta y la Niña, como principal evento conmemorativo de tinte “pinzoniano” digno de ser celebrado en la Villa. En definitiva, elecciones diferentes de lugares de la memoria, pero en ambos casos decididamente volcadas en una misma dirección: el establecimiento de mitos en torno al lugar, el acontecimiento y los héroes a través de una relectura interesada de la historia que en todos los casos ponía el énfasis en una interpretación de América de matriz netamente española.

El ritual del Club Palósfilo

El discurso de colombinos y palósfilos, coincidente en varios aspectos con el del americanismo del conjunto estatal de ese momento, fue en ocasiones bastante parecido. En 1910, por ejemplo, durante las fiestas del 3 de agosto las referencias al centenario argentino fueron constantes y la oratoria muy similar. En el caso de los actos de la Sociedad Colombina, la intervención de su presidente en La Rábida estuvo dedicada al “alma inmortal de la Raza” con alusiones a Rodó, Altamira y Blasco Ibáñez, considerados por entonces como verdaderos paradigmas del hermanamiento hispanoamericano[5]. Señaló, además, al histórico convento como “la Jerusalén de los pueblos americanos” glosando la expresión utilizada en su día por Ernesto Mario Barreda, aunque, en aquel caso, en referencia a la villa de Palos. Por su parte, el vicesecretario de la Unión Iberoamericana de Madrid, que asistió al acto como invitado especial, afirmó en su disertación que había sido en La Rábida donde “surgió el descubrimiento y la unidad de la patria realizada por los Reyes Católicos y determinó la expansión de nuestra Raza”. Dicha aseveración equivalía, como bien señala D. Marcilhacy (2010, p. 476) a vincular los mitos fundadores a la epopeya americana como una continuidad histórica imprescindible y reveladora del más exaltado nacionalismo.

Por su parte, en la celebración palósfila mucho más modesta que tuvo lugar en la Villa se procedió a descubrir una lápida que reivindicando claramente el protagonismo local rezaba: “A los Pinzones, codescubridores con Colón del Nuevo Mundo” (Vida Marítima, 10 octubre 1910). Hubo además discursos del párroco García Viejo y del cónsul argentino Martínez Ituño que, en su alocución, erigiéndose según sus palabras en “representante de los nietos de España”, aludió a su paisano Belisario Roldán quien escaso tiempo atrás había pronunciado una exitosa conferencia en Madrid a favor del afianzamiento de las relaciones entre España y Argentina (Cagiao, 2011, p. 27-29). El recuerdo del verbo encendido de Roldán sirvió a Martínez Ituño para cerrar su discurso al que puso término proclamando: “Digamos como Pinzón: Avante, avante, avante…” (La Justicia, 15 agosto 1910)

Bajo este lema, convertido en un verdadero símbolo para los palósfilos, el Club se abocó a la tarea de afianzar antiguos proyectos y alumbrar otros nuevos con auténtico fanatismo. En todos sus documentos, precedidos del epígrafe EXPOSICIÓN DE PALOS (sic.) como muestra de que toda acción palósfila gravitaba en la misma dirección, figuraban los versos de J. Fernández Bremón tan populares durante el IV Centenario (“Génova si te envaneces/con la gloria de Colón/ considera sin pasión, lo poco que lo mereces/ Su patria no puede ser/la que en la vida le abandona/Colón, no nació en Saona/ nació en Palos de Moguer”) que después de haber acompañado la propaganda de las frustradas regatas habían pasado a formar parte de la batería retórica que caracterizaría al Club en clave de “nacionalismo local”. La misma que se aplicaba cada vez que en un acto palósfilo se cantaba el Himno a los Pinzones compuesto por el cura Manuel García Viejo como ocurrió en el celebrado el 12 de octubre de 1911, fecha en la que, por cierto, los niños de las escuelas de la Villa recitaron por primera vez el poema “En el puerto de Palos, frente al mar”, obra del argentino Ernesto Mario Barreda. En esa misma oportunidad fue leído un discurso ensalzando la figura de Rodrigo de Triana a la que, sin solución de continuidad, se sumaba un ensalzamiento a los indios de Guanahaní... La alocución finalizó en un sentido bastante más práctico, reclamando para la Villa “medios de comunicación de la vida moderna y el dragado del cegado puerto de Palos” (Vida Marítima, 10 noviembre 1911) , otra reivindicación sobre la que insistiría recurrentemente el Club Palósfilo.

Todo ello constituiría su noveno Memorandum en el que figuraban también las últimas adhesiones recibidas por parte de Eleodoro Lobos, ministro de agricultura argentino en el gabinete de Roque Sanz Peña, quien también trasladó sus parabienes; de Benito Villanueva, presidente del Jockey Club de Buenos Aires; la de Enrique Deschamps, cónsul general de la República Dominicana en Barcelona; del periodista y académico bogotano Daniel Arias Argáez, hermano del cónsul de Colombia en Málaga, motivo por el cual el documento, como otros posteriores, sería reproducido en el Boletín de Historia y Antigüedades de Bogotá (1911, p.716-717) . Todas estas se sumaban a las anteriormente enviadas por otros personajes como el literato argentino descendiente de españoles, Rafael Padilla Arias, cuya complacencia con las iniciativas promovidas por su compatriota Martínez Ituño no podía ser mayor después de haber criticado poco tiempo atrás a los americanos que viviendo en la península nada hacían “para estrechar los vínculos de la tierra que les vio nacer con la España bendita y generosa” (Padilla,1908, p.8). También habían manifestado su apoyo a las iniciativas del Club los directores de diversos medios de prensa americanos y españoles a los que se encontraba vinculado el cónsul guatemalteco en Barcelona Ricardo Gómez Carrillo quien había contagiado las ideas del Club al presidente de su país, Manuel Estrada Cabrera.

Este ritual ecléctico utilizado por el Club Palósfilo en el que se mezclaban composiciones literarias, personajes históricos y comunicaciones de adhesión procedentes de España y de América se repetiría sistemáticamente a lo largo de los años sucesivos, sin duda con la intención de subrayar la variedad de lazos que sus integrantes eran capaces de multiplicar. En ese mismo sentido actuó Enrique Martínez Ituño cuando, desinteresadamente, cedió su residencia en Palos, Villa Argentina, para la instalación definitiva del Club. De hecho, apenas un año después de su inauguración, la mansión del cónsul argentino comenzó a convertirse en una visita obligada de todos quienes compartían sus ideales.

Uno de sus visitantes más asiduos sería el bodeguero moguereño Eustaquio Jiménez, cuya presencia subrayamos no sólo por tratarse del hermano del posterior premio nobel, sino también por ser sobrino de Francisco Jiménez, socio fundador de la Sociedad Colombina Onubense. No podemos asegurar si Eustaquio Jiménez recibió o no la influencia de su tío en su pasión por los asuntos colombinos o si, simplemente, como tantos oriundos de la zona, tal y como señalaría el propio poeta de Moguer, se fue contagiando de ese espíritu a lo largo de su vida (Jiménez, 2009, p. 355-356). Acaso, su entusiasmo en estas lides, manifestado ya al firmar el Acta del 3 de agosto, tenía sobre todo que ver con cuestiones de su negocio. De hecho, estas últimas, le habían llevado a convencer a su hermano Juan Ramón para que utilizase todas sus influencias con el fin de conseguir en América representaciones de su firma comercial o, mejor aún, un cargo consular de algún país de aquel continente. Con la primera idea, y por recomendación del poeta, Eustaquio Jiménez se había dirigido en junio de 1908 al escritor gaditano Eduardo de Ory, recién nombrado cónsul de Colombia en Zaragoza (Archivo Histórico Nacional de España, Sección Ministerio de Asuntos Exteriores, . PP. 1245/19886) , para “solicitar de su atención me indique personas o casas de toda respetabilidad en Colombia y Cuba que puedan dedicarse a la venta de mis vinos y licores” (Jiménez, 2006, p.194). Por lo que respecta al eventual cargo consular, Eustaquio también había escrito al escritor uruguayo José Enrique Rodó pidiéndole su apoyo para ser designado representante del Uruguay en Huelva, cuyo consulado se encontraba entonces vacante. Como argumentación agregaba que estando en marcha algunos proyectos de cuño palósfilo como el de “unas regatas y una Exposición de esas Repúblicas para estrechar nuestras relaciones con las mismas, sería muy conveniente que esa importante República tuviera su consulado” (Fogelquist, 1950, p.333). De nuevo Juan Ramón volvió a insistir sobre esta petición (Jiménez, 2006, p. 203). Y lo mismo haría con Rubén Darío, con quien el poeta de Moguer mantenía una estrechísima amistad, al solicitarle también su influencia para un eventual nombramiento como cónsul de Nicaragua en Huelva[6]. Sería en 1913, quizás por otra de las recomendaciones de Juan Ramón que en ese año también se había dirigido por causa de su hermano al diplomático mexicano Francisco A. de Icaza (Jiménez, 2006, p. 377), cuando Eustaquio lograse ser nombrado cónsul de Colombia en Huelva. Nos parece, sin embargo, que las intercesiones de Juan Ramón en su favor estuvieron más ligadas al afecto filial que al hecho de coincidir en “las absurdas ampliaciones de la colombofilia, un peligro que no conoce el que no haya vivido en esta región”, tal y como llegaría a decir el propio poeta de Moguer en alguna ocasión en clara referencia al Club Palósfilo (Jiménez, 2008, p. 1193).

El lenguaje palósfilo

Paulatinamente, la asociación fue tomando decisiones que resultarían determinantes en su posterior evolución ideológica, tal y como se detecta en uno de sus documentos previos a la celebración del 12 de octubre de 1911. Algo que, obviamente, sobrepasaría las puras cuestiones semánticas cuando optó por bautizar a América como Continente Colombino sin abandonar las denominaciones de Indias Occidentales y Nuevo Mundo que ya venía utilizando. C. Serrano (1999, p. 296) ha definido perfectamente los debates surgidos en torno al nombre de América como una cuestión de nacionalismo lingüístico “que, como el Guadiana, renace cuando menos se espera”. De hecho, a mayores de otras ocasiones, ya había constituido uno de los puntos a tratar por el venezolano Julio Febres Cordero durante el IX Congreso de Americanistas que tuvo lugar en La Rábida durante el IV Centenario, espejo en el que tanto se miraban los palósfilos. Al reivindicar el cambio del nombre que “en justicia le corresponde a la mal llamada hoy América” por otras designaciones de las que reconocía “parecerán extrañas y arcaicas, y hasta platónicas”, se pretendía “remediar un olvido y una usurpación histórica” que a juicio del Club atentaba flagrantemente contra un elemento clave de la propia identidad española. Esa convicción llegaría a ser tan obsesiva que, en 1912, se dirigieron a los delegados rioplatenses en el XVIII Congreso Internacional de Americanistas de Londres con la intención de hacer efectiva ante la comunidad científica la denominación de Continente Colombino “pasando una circular a los gobiernos, centros docentes, prensa, compañías de navegación etc…, rogándoles acepten tal designación [...] en sus comunicaciones y anuncios” (Memorandum 14. Club Palósfilo).

Lo cierto es que los palósfilos fueron adoptando cada vez con más fuerza un lenguaje proclive a la épica que no hacía sino anticipar sus ulteriores posiciones discursivas cada vez más contumaces. Ya en 1911, cuando el Club realizó su puesta de largo en el panorama estatal en la asamblea americanista de Barcelona convocada por la flamante Casa de América, su representante había terminado su alocución diciendo: “sentimos correr por nuestras venas una misma sangre y somos hijos de esta España caballeresca, que aún a trueque de rezagarse en los progresos de su siglo, dio, generosa la sangre que aún palpita en el solar americano” (El Heraldo Militar, 14 febrero 1912). Tan grandilocuentes palabras permeadas de un victimismo paradójicamente impregnado de gloria, por otro lado, típico del nacionalismo español más clásico, inspiraron sin duda el siguiente Memorándum publicado el 1 de febrero de 1912 que, aunque llevaba el pomposo título de La Caballería Andante en el Descubrimiento de Indias, evocando un género literario clásico de la literatura castellana, relataba con más comedimiento del esperable la llegada de Colón a América. Pero sería en el siguiente, que también fue reproducido en el Boletín de Historia y Antigüedades (1913) bogotano, donde, bajo el título Honrando a España. La obra meritoria del Club Palósfilo, que incluía además unos ripios sin desperdicio del párroco García Viejo, el lenguaje adquiriría tintes casi mesiánicos al afirmarse en relación a sus militantes que: “La historia nos presenta redivivos hombres extraordinarios, seres de inconmensurable altura intelectiva, que han coadyuvado decisivamente al movimiento impulsivo y aceleratriz del progreso universal” (Memorándum 13. Club Palósfilo, 1 marzo 1912). Con tales palabras se subrayaba también la importancia de los proyectos propuestos hasta entonces a los que pronto se añadiría el que con renovado entusiasmo acometería el Club a primeros de julio de 1912, inmediatamente después de la Asamblea de Huelva y de la áspera discusión que allí tuvo lugar sobre la Calle de las Naciones. Ahora se pretendía fundar una Escuela Central de Náutica que destinada a alumnos españoles o “de las repúblicas que hoy componen el Continente Colombino”, estaría dirigida por un vicealmirante español y capitanes de fragata de las “naciones de Indias”, según explicaba el Memorándum 17 de la entidad. Además de la insistencia en cuanto a la nomenclatura, se añadía que las clases teóricas darían comienzo el 12 de octubre y concluirían el 3 de agosto cuando se iniciasen las prácticas en las regatas Palos-Canarias, antiguo proyecto que el Palósfilo se empeñaba obstinadamente en recuperar.

Pero tampoco en 1912 hubo regatas. Y para conmemorar los 420 años de la partida colombina, el Club hubo de limitarse de nuevo a una misa seguida de una procesión cívica amenizada por el Himno a los Pinzones, compuesto por García Viejo, cantado por los niños de Palos. Ese 3 de agosto fue recordado por un texto del Club precedido por unos versos del inefable párroco dedicados a la Villa (“Si ingrata la patria/ la llega a olvidar/ de América tu sitio /potente tendrás/ y tu nombre augusto /siempre aclamará /de los altos Andes /en la inmensidad”) que aludía al abandono en que se tenía “a la patria chica de los Pinzones”, cuya salvación, como la del alma española, solo podría venir del otro lado del Atlántico. Y tras señalar la propuesta de dragado del puerto, en la que ahora el Club andaba empeñado, se enumeraban todas las anteriores iniciativas palósfilas a las que poco más tarde se agregaría la de sustituir el nombre Palos de la Frontera por el de Palos de Moguer — “como se le llamaba en los tiempos de Colón” (La Correspondecia de España, 18 marzo 1913) — en una nueva alusión a las épocas gloriosas de la nación. El escrito terminaba con el enfático lema pinzoniano ya aludido (¡Avante, avante, avante…!) que el Club había acuñado como elemento de identificación.

Esta era sin duda la expresión preferida de Martínez Ituño —quien se reconocía como “asiduo lector de todas cuantas obras hayan caído en mis manos sobre los intrépidos navegantes”[7] — y que mejor traducía el tesón del que los palósfilos hacían gala. Pero no eran estas las únicas lecturas que alimentaban el discurso del Club. En otro acto celebrado en Málaga el 15 de marzo de 1913, que daría lugar a un nuevo Memorándum titulado Pro Palos, el cónsul argentino volvería a hacer uso del eclecticismo erudito al que era tan aficionado. Así, demostrando además que como persona culta estaba al día de la más reciente literatura, reproducía primero la composición lírica “El tiempo habla” del nobel poeta Juan J. Llovet, intercalando con ella sus digresiones sobre la Villa entremezcladas con las referencias históricas de los textos de Amador de los Ríos (Semanario Pintoresco Español, 18 agosto 1849) que ya venía utilizando desde 1908. Y, sin solución de continuidad, ponía la guinda con la letra del Himno a los Pinzones al que sistemáticamente recurrían los palósfilos hiciera o no al caso (Memorándum 20, 1913[8]). En otro de sus textos que se iniciaba con un fragmento del poema Marina de Rubén Darío —reconocido como palósfilo en 1914 (La Provincia, 5 junio 1920 , glosaba luego la oración cantada cuando las naves se hacían a la mar que Eugenio de Salazar había incluido en el siglo XVI en una de sus obras[9], para más adelante, citar los versos de Campoamor y Ernesto Mario Barreda dedicados a Palos (El Heraldo Militar, 12 agosto 1913). Con ocasión del 12 de octubre de ese año, otra contribución de su autoría introducida por una alusión al grito de Rodrigo de Triana le tocó el turno a su admirado Cesáreo Fernández Duro y al dístico que este había atribuido a la memoria popular (“España halló por Colón/Nuevo Mundo con Pinzón”). Terminaba con los versos de F. Escudero y Peroso (“Dichoso siglo/Siglo de gigantes/que abrió COLÓN/y cerró CERVANTES”[10]) que sintetizan una asociación más que frecuente en las bases del nacionalismo español más tópico de entonces. Con semejante batería literaria, en la que se aunaban tradición castellana, andalucismo y lírica americana, y las connotaciones en ella contenidas, el argentino volvía a aludir a la ingratitud existente hacia el puerto de Palos como cuna de América. Quejas que, de hecho, fueron expuestas a través de un comunicado que el Club Pálosfilo remitió a la Real Academia de la Historia rogándole que ordenase “hacer una información que haga justicia a aquel histórico pueblo” (Real Academia de la Historia, Legajo 6, “Antigüedades: Huelva. (CAHU/9/7957, 17 (1 y 3)) De otro tenor, menos intelectual pero no por ello menos retórico, serían las manifestaciones públicas de otros palósfilos connotados. Así, cuando el médico venezolano residente en Málaga, Jesús R. Rísquez, comunicó su adhesión al Club, evocando la expresión que su padre, Francisco A. Rísquez —cónsul general de Venezuela en Madrid España— había empleado con motivo de su apoyo al proyecto de la Calle de las Naciones (“Villa de Palos, Madre y Nodriza de un mundo”), añadiría vehementemente “¡Tu hora no ha sonado aún.Ten fe! (La Provincia, 2 mayo 1914).

La expansión palósfila

El crecimiento de simpatizantes hacia el Club, del cual no hemos hecho detalle exhaustivo, conduciría a la inmediata creación de filiales en distintos lugares de la geografía española e incluso fuera de sus fronteras. Ya en 1913, uno de sus más fervientes militantes, dirigiéndose al cónsul argentino como “patriota amigo”, aseguraba que “han de salir muchos palósfilos, nuevos apóstoles [...] que recuerden las fechas gloriosas del 3 de agosto, el 12 de octubre y el 15 de marzo” (La Provincia, 2 abril 1913) Ciertamente, no andaba muy desencaminado porque el 15 de marzo de ese mismo año, bajo el liderazgo del jurista catalán Baltasar Puig de Bacardí, quien había representado al Club en la Asamblea de Barcelona, se reunían los palósfilos de la Ciudad Condal con el fin de crear una filial (Vida Marítima, 20 agosto 1913). De ello se congratulaba Martínez Ituño en una carta dirigida a Puig de Bacardí en la que le anunciaba que, siguiendo la iniciativa catalana, los palósfilos malagueños también habían decidido convocarse todos los 3 de agosto, 12 de octubre y 15 de marzo. Y no sin sorna, y en clara alusión a la Sociedad Colombina Onubense, le añadía que con ello imitarían “a los Rabidáfilos que muy noble y generosamente, trabajan también por aquel Convento de perdurable recordación”[11].

Que los palósfilos malagueños venían tomando iniciativas propias encaradas a reforzar los proyectos del Club, era un hecho. En sus filas se contaba por ejemplo el acaudalado italo-chileno residente en Málaga Ricardo Daneri, quien había hecho fortuna en Valparaíso donde, a través de sus amistades chilenas en el mundo de la política, intentaba promover el concurso del país andino en el proyecto de la Calle de las Naciones (La Provincia, 16 abril 1913) . En 1914, con motivo de la conmemoración del 12 de octubre, los palósfilos de Málaga, cuya alma mater era el médico vallisoletano retornado de la Argentina, Anselmo Ruíz Gutiérrez, celebraron un banquete para proceder también a su constitución formal. Terminada la sesión, precedidos de una banda de música entonando la marcha Buenos Aires, se trasladaron a la residencia del mencionado galeno, Villa Colón que en adelante operaría para los palósfilos de Málaga como Villa Argentina para los onubenses. El primer Memorándum del nuevo Club Palósfilo Malagueño —nacido para “fomentar y enaltecer la historia de España con respecto al descubrimiento de América” (Reglamento del Club Palósfilo Malagueño, 1914) elaborado a imitación de los de la entidad pionera, reproducía básicamente los discursos pronunciados el día 12. El de Anselmo Ruiz, aunque también incluyó referencias a los Pinzones pues no en vano se declaraba palósfilo, versó principalmente sobre Colón a quien llegó a equiparar con San Juan Bautista “en tanto que precursor de Cristo en el Nuevo Mundo e insigne Apóstol del cristianismo” (La Unión Mercantil, 13 octubre 1914) . Por su parte, el de Martínez Ituño introdujo referencias religiosas de otro tenor afirmando que “así como los hebreos tienen la pascua de la “Cabaña” en la que viven ocho días al año rememorando hazañas de sus antepasados, los palósfilos también pretendemos tener nuestras cabañas entre Palos y La Rábida, donde queremos pasar temporadas en fechas gloriosas del descubrimiento [...] para dar el debido culto a la Historia de España”, según se reproducía en las páginas de El Diario Malagueño. Idea a la que poco tiempo más tarde, en una carta dirigida al presidente de la comisión especial de la junta general del Instituto Iberoamericano de Derecho Comparado de Madrid, añadiría sus votos para que la anhelada Calle de las Naciones de las Indias Occidentales fuese la sede social “donde se constituya la “inteligencia cordial” entre la Madre Patria y las naciones que forman hoy el continente que descubrieron los españoles en 1492” (La Provincia, 7 noviembre 1914) .

Otra novedad importante en 1914 fue la representada por otra adhesión que, si bien no resulta extraña por su apellido, sí lo era por proceder de una mujer que sería la primera pero no la última. Bien aleccionada por su padre, Gloria Martínez Ituño, que en realidad tomaba los dos apellidos del cónsul de Málaga, con sólo trece años, hacía pública su simpatía hacia los ideales del Club (La Provincia, 25 junio 1914). Pero aún más sorprendente, por su procedencia y por lo que posteriormente significaría en la trayectoria de la asociación, resultaría la de la maestra asturiana en la Escuela Normal de La Habana, Paulina Ciaño, quien desde Cuba se había trasladado a los Estados Unidos en noviembre de 1914. Devota ferviente de Colón, lo que un año más tarde le llevaría a escribir un opúsculo sobre su figura (Columbus and his time), pocos días después de su llegada, contactaría con la sociedad norteamericana denominada Caballeros de Colón que en determinado momento habían hecho gestiones para comprar el convento de La Rábida. La propia Ciaño, sabiendo que tal acción sería imposible y conocedora del proyecto de la Calle de las Naciones —de cuya existencia sabía probablemente a través de su paisano y pariente Nicolás Rivero, director del conservador Diario de la Marina de La Habana— les habría aconsejado construir una edificación simbólica en los lugares colombinos. De todo ello informaría desde Nueva York al Club Palósfilo. Y sería en torno a esta comunicación de Paulina Ciaño que en julio de 1915 tendría lugar una de las grandes novedades para la asociación. La conmemoración anticipada del 423 aniversario de la salida de la flotilla descubridora en Villa Argentina dio lugar al Memorándum 36, cuya primicia se aprecia en el encabezamiento que lo acompañaba (El Popular. Diario Republicano, 15 julio 1915). Bajo el epígrafe Hijas de Isabel, su contenido relataba el acto en el que, sin duda, el protagonismo correspondió a las mujeres. No sólo porque fue una argentina la que recitó los sempiternos poemas de su paisano Ernesto Mario Barreda, sino también porque contó con la asistencia, en representación de su tío recién fallecido, Ricardo T. Acres, tesorero del Palósfilo malagueño y miembro de los Caballeros de Colón, de Victoria Bado Acres, quien pertenecía a la genuina Daughters of Isabella que había sido fundada en los Estados Unidos en 1897 como filial de los Caballeros. El mencionado Memorándum recogía la propuesta de una formación similar en España, presidida honorariamente por la reina, y que por coincidir con los postulados palósfilos, se dedicaría a secundar sus aspiraciones. El tinte ideológico de esta entidad femenina quedaba de manifiesto en un comentario periodístico aparecido poco más tarde que no dejaba lugar a dudas acerca de su talante conservador y ultracatólico:

Las hijas espirituales de Isabel la Católica escogen el nombre de aquella reina porque ven en ella la heroína que en Granada hizo triunfar el Cristianismo, abatiendo las hordas mahometanas [...] y, por esa razón tratan ahora de iniciar un movimiento de opinión, coadyuvando a la magna alianza hispano-americana (Vida Marítima, 10 septiembre 1915).

Firmaban, entre otras, Victoria Bado por las Hijas de Isabel de los Estados Unidos, las argentinas Benita Campos, directora de la revista Güemes de Salta; Gloria Martínez Ituño, y, por supuesto, también Paulina Ciaño quien continuaba abogando por promover la presencia norteamericana en la proyectada Calle de las Naciones a través de un pabellón que eventualmente, según su propias afirmaciones, hasta podría ser decorado por el mismísimo Sorolla, tal y como estaba haciendo en la Hispanic Society of América de Nueva York. En la amplia entrevista que al mes siguiente concedió al New York Tribune se erigía en representante del Palósfilo en los Estados Unidos y, de hecho, poco más adelante, otro miembro del Club, afirmaría que Ciaño junto con su paisana Eva Canel se encontraban en ese tiempo dando “conferencias con proyecciones cinematográficas en las principales capitales del Continente Colombino, a favor de los ideales palósfilos”. Si esto era o no exacto, desde luego lo que sí era verdad es que ambas eran seguidoras de la tesis que por entonces defendía el origen español —y más particularmente gallego— de Cristóbal Colón, teoría que, expuesta por el historiador Celso García de la Riega, había calado particularmente entre las colectividades españolas de América, especialmente en las del Río de la Plata y Cuba[11].

Desde ese verano de 1915, Villa Argentina, tal que “un oasis en medio del desierto”, al decir palósfilo, serviría también de solar a las nuevas Hijas de Isabel. Y en ese marco tendría lugar el acto más importante de ese año que se efectuó el 12 de octubre. Bajo la presidencia del alcalde y la plana mayor del Club se dio lectura al Memorándum 41, de la autoría de Martínez Ituño, cuya singularidad era la de, “reunidos los palósfilos y las Hijas de Isabel” comunicar “al mundo que ha sido creado el Día de la Raza”. Independientemente de la fecha inaugural de su conmemoración en otros países e incluso en la propia España bajo esa denominación, discutida por diferentes autores, el poeta argentino Ernesto Mario Barreda llegaría a afirmar en un artículo publicado en La Nación de Buenos Aires en 1935, glosado nada menos que por el adalid más ultramontano de la hispanidad, Zacarías de Vizcarra, que fue precisamente el antecedente palósfilo de 1915 el que caló en la Argentina para que el 12 de octubre de 1917 fuese declarado fiesta nacional tras la sanción oficial del decreto del 4 de octubre anterior, atendiendo a una petición de la Asociación Patriótica Española. Y a todo ello añadiría que, si bien dicha denominación fue impugnada en distintos momentos y en diferentes lugares, “los vecinos de Palos prefirieron llamarle Día de la Raza…Sabrían por qué” (Barreda, 1947).

E indudablemente lo sabían porque aquel acto, considerado por los palósfilos como un verdadero hito en su historial, terminaría con la intervención de un nuevo actor, Gastón Mittenhoff, quien llevaría al paroxismo algunos de los postulados palósfilos. Este profesor mercantil, natural de la localidad onubense de Alosno, pero residente en Sevilla, ya había hecho su aparición en escena un año atrás con un encendido artículo titulado “Palos Inmortal” redactado con un estilo exaltado repleto de connotaciones religiosas que serían solo el aperitivo de sus posteriores declaraciones. A partir de finales de 1915 animaría notablemente la actividad del Club introduciendo componentes ideológicos en plena consonancia con los expresados por las ultracatólicas Hijas de Isabel. Dicha sintonía quedaría demostrada durante una velada hispano-americana en el Ateneo de Sevilla, cuando Mittenhoff, ante representantes de los clubs palósfilos de Palos, Málaga y Granada, anticipó algunos capítulos de su libro Palos ante el mundo civilizado, que entonces se encontraba en prensa, en el que no disimulaba unos ideales cada vez más conservadores basados en los sacrosantos conceptos de “raza y tradición” como elementos consustanciales de la unión de España y América (Mittenhoff, 1916). El acto del Ateneo Sevillano se convertiría en la antesala de la constitución formal de otra ramificación, el Club Palósfilo Sevillano, liderada por el vehemente alosnero. Por su parte, en 1916, las filiales de las Hijas de Isabel, cuyas integrantes estaban estrechamente unidas por lazos de parentesco con los palósfilos más distinguidos, se habían extendido por toda la geografía andaluza e incluso fuera de ella y de España. Lo cierto es que el nuevo brazo femenino del Club resultaría aún más activo, y si cabe más retórico, que sus compañeros varones. Sin olvidar nunca, unas y otros, que las raíces del movimiento se encontraban en la Casa Argentina fundada por Martínez Ituño a la que las Hijas de Isabel —cuya andadura posterior, como la del Club Palósfilo, habrá de ocupar otras páginas— definían como “vigía de las tradiciones hispanas y meca donde se produce la fraternidad entre las naciones americanas y España”, anticipando el más rancio estilo del nuevo hispanismo que se alumbraría en los años veinte y en el que la utilización de América como ingrediente simbólico constituiría aún con más fuerza un elemento fundamental y, hasta necesario, del nacionalismo español.

Conclusiones

Al preguntarnos en qué medida y de qué manera el Club Palósfilo contribuyó a recrear la idea de América, lo primero que hay que señalar es que prácticamente ninguno de sus proyectos llegó a plasmarse en la realidad. Por supuesto, el nombre de América no se cambió, la Escuela de Náutica que propuso no fue creada y, todavía a día de hoy, el puerto de Palos no ha sido dragado. Tampoco las regatas marítimas que emularían una etapa del primer viaje colombino, ni la espectacular escenografía, en cualquiera de sus variantes, que planificó en torno a la discutida Calle de las Naciones lograron ver la luz durante la vida del Club. Sin embargo, para sus integrantes algo quedó de todo ello. Porque como dijera en 1913 su mentor, Enrique Martínez Ituño, entre decepcionado y optimista, “en los años que llevamos laborando no hemos obtenido gran éxito en nuestros proyectos [...] pero la gloria no está en los éxitos sino en las iniciativas” (La Provincia, 17 febrero 1913) .

Y quizá no le faltaba razón porque a tenor de los hechos posteriores cabría preguntarse si para el Club Palósfilo en la salida del vuelo Plus Ultra de 1926, justo desde Palos, no había algo que le recordaba su idea de las frustradas regatas. La declaración del propio comandante Ramón Franco al decir que “hemos querido rendir a Palos este homenaje porque queremos que las energías de Colón nos acompañen [...]. Cuando aterricemos en la Argentina, puesto el pensamiento en Palos, diremos: ¡Ya hemos vencido!” (El Defensor de Córdoba, 22 enero 1926), estuvo acompañada además por la escenografía en la que participaron los miembros del Club velando el hidroavión presidido por las banderas entrelazadas de España y Argentina con un viejo cromo al pie que reproducía la llegada de Colón a la corte castellana después de su primer viaje. Así pues, de nuevo la idea de América, con toda su fuerza simbólica, se presentaba acorde a la liturgia palósfila. Por otro lado, y en este caso con ciertos visos de realidad, tal y como afirmaba el documento de las Hijas de Isabel titulado “Palos-Nuevo Mundo-Sevilla” y había reiterado el propio alcalde palermo en 1923, cabría también preguntarse hasta qué punto, en la Exposición Iberoamericana de Sevilla que, tras muchos avatares, se llevó a cabo en 1929, no subyacía, para los integrantes del Club, la autoría intelectual palósfila que se había anticipado a la idea ya en 1908 con su propuesta de la Calle de las Naciones[13]. Ambos acontecimientos tuvieron lugar, además, durante la dictadura primorriverista, momento en el que el hispanoamericanismo reformista que había caracterizado las primeras décadas del siglo dio paso a las tesis de la hispanidad dominadas por la derecha más conservadora, cuyas filas pasarían definitivamente a integrar el Club Palósfilo.

Referencias bibliográficas

Barreda, E. M. (1947). Día de la Raza. Buenos Aires, Argentina: E/d

Cagiao, P. (2011). Noticias del Centenario: Argentina en la prensa española de 1910. En E. González-Martínez y N. Sala i Vila (Eds.), Lejos y cerca. Gentes, ideas y procesos históricos entre España y América, (pp. 11-52). Girona, España: Documenta Universitaria.

Cagiao, P. (2015). Viajeros españoles en Argentina en el tiempo del Centenario. En E. González-Martínez y R. González-Leandri (Eds.), Migraciones trasatlánticas. Desplazamientos, etnicidad y políticas, (pp. 374-395). Madrid, España: Catarata.

Cagiao, P. y Márquez, R. (2012). Iniciativas locales en torno al Centenario: Huelva y la Argentina, SÉMATA, Ciencias Sociais e Humanidades, 24, 375-394.

Darío, R. (2007). La vida de Rubén Darío escrita por él mismo; e Historia de mis libros, La Laguna, España: Artemisa Ediciones.

Fogelquist, D. (1950). La Correspondencia entre José Enrique Rodó y Juan Ramón Jiménez, Revista Iberoamericana, 25 (50), 327-336.

Gómez, C. y Gozálvez, J. L (1983). La tradición historiográfica onubense ante el descubrimiento. En (1982) Actas de las II Jornadas de Andalucía y América, 209-226. Sevilla, España: Escuela de Estudios Hispanoamericanos.

Alegre-Heitzmann, A. (ed.) (2006). Juan Ramón Jiménez. Epistolario I (1898-1916) Madrid, España: Publicaciones de la Residencia de Estudiantes.

Jiménez, J. R. (2008). Obras de Juan Ramón Jiménez. Vida y muerte de mamá Pura, Madrid. España: Visor.

Crespo A. (Ed.) (2009). Juan Ramón Jiménez. Guerra en España. Prosa y verso (1936-1954). Sevilla, España: Editorial Point de Lunettes.

Jorreto-Paniagua, M. y Martínez-Sanz, I. (1892). Guía Colombina aceptada oficialmente por la Junta del Centenario. Madrid, España: Imp. de Enrique Rubiños.

Marcilhacy, D. (2010). Raza hispana. Hispanoamericanismo e imaginario nacional en la España de la Restauración, Madrid, España: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.

Márquez, R. (1988). La creación de la Sociedad Colombina Onubense. En J Pérez Embid y E. Rivero (Eds.), Huelva en su historia, 2, (pp 633-654). Huelva, España: Publicaciones Colegio Universitario de La Rábida.

Márquez, R. (ed.) (2011). Huelva y América. Cien años de americanismo. Revista La Rábida (1911-1933), Sevilla, España: Universidad Internacional de Andalucía.

Márquez, R. (ed.) (2014). Huelva y América. Cien años de americanismo. Revista La Rábida (1911-1933). De corresponsales y colaboradores, Sevilla, España: Universidad Internacional de Andalucía.

Márquez, R. y Cagiao, P. (2015). Los orígenes del Club Palósfilo. En E. García Cruzado (Coord.), Actas de las Jornadas de Historia sobre el Descubrimiento de América, Tomo III. (pp. 249-280). Palos de la Frontera, España: Universidad Internacional de Andalucía.

Mittenhoff, G. (1916). Palos ante el mundo civilizado, Sevilla, España: Tip. Artística.

Núñez, C. (2014). La celebración del IV Centenario del Descubrimiento de América en Huelva a través de La Provincia. Proyectos y realidades (1880-1892). Ab Initio, 10, 117-15. Recuperado de http://www.ab-initio.es/wp-content/uploads/2014/10/05-CENTENARIO.pdf

Padilla, R. (1908), España actual, Madrid, España: Imprenta Artística José de Blass y Cía.

Rodríguez, M. (2004) De la moda de los centenarios a un aniversario. El 12 de octubre en España. En E. Pani y A. Salmerón (Coords.), Conceptualizar lo que se ve: François-Xavier Guerra historiador. Homenaje. (pp. 250-290). Ciudad de México, México: Instituto Mora.

Segovia, J. M. (1992). Huelva y su monumento a Colón. Recuerdos onubenses del IV Centenario. Huelva, España: Cámara de Comercio.

Serrano, C. (1999). El nacimiento de Carmen. Símbolos, mitos, nación, Madrid, España: Taurus.

Zeballos, E. (febrero, 1909) La futura Calle de la Las Naciones Americanas. Revista de Derecho, Historia y Letras, Buenos Aires, Año XI, T. XXXII, pp. 200-214.

Aguilera, A. (31 de diciembre de 1904). La Exposición Ibero-Americana. Unión Ibero-Americana, Madrid, España. pp. 49-51.

La Provincia. (22 de mayo de 1908). Las regatas de yates, Huelva, España. p.1.

Diario de Huelva. (22 de noviembre de 1908). El Sr. Burgos en el Congreso. Huelva, España. p. 1.

La Justicia. (15 de agosto de 1910). La conmemoración colombina en Palos. Huelva, España p. 1.

Vida Marítima. (10 de octubre de 1910). Aniversario glorioso. Madrid, España. p. 12.

Vida Marítima. (10 de noviembre de 1911). El 12 de octubre. Madrid, España. p.14.

Boletín de Historia y Antigüedades. (1911). Club Polósfilo. Bogotá, Colombia. Año VII, Tomo 73, pp, 716-717.

Revista Colombina Iberoamericana. (30 de junio de 1912). Sexta sesión. Acta. La Rábida. Huelva, España. p.27.

Boletín de Historia y Antigüedades. (1913). La obra meritoria del Club Palósfilo. Bogotá, Colombia Tomo 7, pp. 53-55.

El Heraldo Militar. (14 de febrero de 1912). El puerto de Palos. Madrid, España p. 3.

La Correspondencia de España. (18 de marzo de 1913). Un aniversario. Madrid, España. p. 3.

La Provincia. (16 de abril de 1913). Los palósfilos., Huela, p. 1.

Vida Marítima. (20 de agosto de 1913). A bordo del Sagunto., Madrid, p.15.

La Provincia. (25 de junio de 1925). Los palósfilos. Huelva, p. 2.

La Unión Mercantil. (13 de octubre de 1914). Los palósfilos en Málaga. Málaga, España p. 1.

Diario Republicano. (15 de julio de 1915). Hijas de Isabel. 3 de agosto de 1915, Málaga, España pp. 1-2.

Vida Marítima. (10 de septiembre de 1915). Hijas de Isabel. Madrid, España. p. 9.

Revista La Rábida. (31 de noviembre de 1923). Pabellones americanos de Palos a La Rábida. Huelva, España. pp. 7-8.

Diario Católico. (22 de enero de 1926). EL vuelo a Buenos Aires. El Defensor de Córdoba. Córdoba, Argentina. p.2.

Armiñan, L. (31 de diciembre de 1905). La Exposición Ibero-Americana. Unión Ibero-Americana, Madrid, España. pp. 5.

Barreda, E. M. (10 de octubre de 1908). Desde el Puerto de Palos. Caras y Caretas, Buenos Aires, Argentina. pp. 74-78.

Darío, R. (5 de junio de 1920). Colón y los Pinzones. La Provincia, Huelva, España. p. 1.

Gelí, A. (18 de agosto de 1894). El Puerto de Palos en venta. La Provincia, Huelva, España. p. 1.

Gelí, A. (20 de agosto de 1894). Conclusión. El Puerto de Palos en venta. La Provincia, Huelva, España. p. 1.

Linares, M. (12 de marzo de 1908). Españoles y cubanos. Regatas entre Puerto de Palos y Canarias. El Progreso, Santa Cruz de Tenerife, España. p. 1.

Martínez-Ituño, E. (17 de febrero de 1913). Las regatas Palos-Canarias. La Provincia, Huelva, España. p.1.

Martínez-Ituño, E. (25 de marzo de 1913). La Pinta y la Niña. El Heraldo Militar, Madrid, España. p. 2.

Martínez-Ituño, E. (12 de agosto de 1913). Recordando a Colón. El Heraldo Militar, Madrid, España. p. 2.

Martínez-Ituño, E. (7 de noviembre de 1914). Los palósfilos. La Provincia, Huelva, España. p. 1

Moreno, V. (2 de abril de 1913). Los palósfilos. La Provincia, Huelva, España p. 1.

Recuerdo del IV Centenario. (1892). El 12 de Octubre, Huelva, España. p. 22.

Reglamento del Club Palósfilo Malagueño. (1914), Málaga, Escuela Tip. Salesiana San Bartolomé,.

Rízquez, J. (2 de mayo de 1914). Los palósfilos. Una carta. La Provincia, Huelva, España. p. 3.

La Correspondecia de España. 18 marzo 1913

[15] En 1909 una comisión palósfila encabezada por el cónsul Martínez Ituño había solicitado que el ayuntamiento de Sevilla secundase la instalación de los pabellones que Palos proyectaba. Tres meses más tarde “se recibió la noticia de que el rico ayuntamiento de la citada capital hispalense se había apropiado del proyecto de nuestra Exposición disponiendo que se estableciera en Tablada”. (Revista La Rábida, 31 noviembre 1923)

Notas

[1] Este trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto HAR2014-59250 Donde la política no alcanza: el reto de diplomáticos, cónsules y agentes culturales en la renovación de las relaciones entre España e Iberoamérica, 1880-1939, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (España).
[2] Si bien D. Marcilhacy (2010) lo menciona en alguna oportunidad a lo largo de su excelente investigación sobre la Raza, no le concede demasiada atención al abordar las diferentes formulaciones que en la época se elaboraron en torno a dicho concepto. Por su parte, creemos que cuando M. Rodríguez (2004) acomete una de las ramificaciones del Club, desconoce el contexto en el que se produjo su aparición, así como las circunstancias de su evolución. Algo similar ocurre en ciertas aportaciones procedentes de la historiografía andaluza que del Palósfilo no ha proporcionado más que alusiones puntuales y un tanto inexactas (Gómez y Gozálvez, 1983, p. 210).
[3] El original impreso de dicha acta se encuentra en el Archivo Narciso Díaz de Escovar de Málaga.
[4] En un artículo sobre el asunto publicado por esas fechas llamaba además la atención sobre la sugerencia de El Diario Español de Buenos Aires, llevada ante el Congreso de su país por el controvertido diputado argentino Manuel Carlés, para que el 12 de octubre fuese declarado festivo con el fin de “conmemorar el recuerdo glorioso más inmaculado del triunfo de la raza española en los siglos de la existencia humana”. En El Popular. Diario Republicano, Málaga, 25 de octubre de 1908.
[5] El Ariel de Rodó representó uno de los puntales discursivos de las corrientes que invocaban la reconciliación espiritual de España con América en plena coincidencia con el regeneracionismo español en su vertiente hispanoamericanista, uno de cuyos principales exponentes sería Rafael Altamira quien recientemente acababa de realizar un amplio periplo por el continente americano para extender dicha prédica. Por su parte, Blasco Ibáñez había sido invitado a la Argentina para concurrir a un ciclo de conferencias organizadas en Buenos Aires en vísperas del Centenario siendo objeto de múltiples homenajes, aunque también de bastantes críticas por parte de otros intelectuales españoles (Cagiao, 2015).
[6] Carta de Rubén Darío a Eustaquio Jiménez fechada en Madrid el 3 de diciembre de 1908. Biblioteca Cervantes Virtual. http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmc3x9p5
[7] Nos consta que no era una aseveración gratuita. Un ejemplar del libro de Cesáreo Fernández Duro, Colón y Pinzón. Informe relativo a los pormenores del descubrimiento del Nuevo Mundo presentado a la Real Academia de la Historia (Madrid 1883), formó parte de la biblioteca que Martínez Ituño poseía en su casa de Palos. Así lo atestiguan su firma sobre la cubierta y los diferentes sellos esparcidos por su interior, tanto el de “Villa Argentina. Palos de Moguer” como el de “Consulado Argentino. Málaga”. La mención en el texto de “Diego Prieto, alcalde mayor de esta villa de Palos” aparece subrayada y a su lado, escrito, “antepasado de los actuales Prieto de Palos” que, como sabemos, formaban parte de la plana mayor del Club Palósfilo. Asimismo, aparece subrayada la célebre frase “Adelante, adelante”, atribuida al marino Palermo.
[8] Memorándum 20. Club Palósfilo. Biblioteca América de la Universidad de Santiago de Compostela. Creemos que la fecha impresa en este documento es errónea ya que en él figura el año de 1918 en lugar de 1913.
[9] Cartas De Eugenio de Salazar, vecino y natural de Madrid, escritas a muy particulares amigos suyos, Madrid, Imp. de Rivadeneyra, 1866, pp.36-37. Editada por la Sociedad de Bibliófilos Españoles.
[10] Escenas Contemporáneas. Revista política, literaria y de ciencias, artes, comercio, agricultura y teatro, T.I, Madrid, 1863, p. 154.
[11] Precisamente sobre este lugar objeto de veneración de los colombinos, poco más tarde el diario La Provincia publicaría en portada un largo artículo del diplomático bogotano Ignacio Gutiérrez Ponce reproduciendo otro de la revista Hispania, publicación que venía editándose en Londres de la mano de su paisano, el escritor y también diplomático, Santiago Pérez de Triana. El texto de Gutiérrez Ponce titulado “Una hora en La Rábida”, fruto de un viaje a España en 1887, sería incluido en 1926 en su obra Reminiscencias de la vida diplomática 1879-1923, Londres: The Whitefriars Press, Ltd., London and Tonbridge, pp. 97-102.
[12] Paulina Ciaño pudo conocer dicha tesis a través de los escritos de la propia Canel —residente intermitentemente en La Habana, Buenos Aires y los Estados Unidos— o del publicista gallego radicado en Cuba, Constantino Horta y Pardo, que en 1912 había publicado un folleto titulado La verdadera cuna de Cristóbal Colón, editado en Nueva York
[13] En 1909 una comisión palósfila encabezada por el cónsul Martínez Ituño había solicitado que el ayuntamiento de Sevilla secundase la instalación de los pabellones que Palos proyectaba. Tres meses más tarde “se recibió la noticia de que el rico ayuntamiento de la citada capital hispalense se había apropiado del proyecto de nuestra Exposición disponiendo que se estableciera en Tablada”. (Revista La Rábida, 31 noviembre 1923)


Buscar:
Ir a la Página
IR
Visor de artículos científicos generados a partir de XML-JATS4R por