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Globalización y pobreza: propulsores de las migraciones internacionales contemporáneas
Globalization and Poverty: Drivers of Contemporary International Migrations
Revista jangwa Pana, vol. 17, núm. 3, pp. 402-412, 2018
Universidad del Magdalena



Recepción: 27 Febrero 2018

Aprobación: 03 Mayo 2018

DOI: https://doi.org/10.21676/16574923.2491

Resumen: En las postrimerías del siglo XX la pobreza y el desencanto en la promesa de un mundo mejor, inmerso en el paradigma de la globalización como resultado de los adelantos en las telecomunicaciones y en el transporte, estimularon los flujos migratorios nacionales, regionales e internacionales. En consecuencia, se aceleró el crecimiento de las ciudades sin ninguna planificación, desarrollándose una nueva forma de vida periurbana marcada por el encuentro de diferentes etnias y formas de vida diversas que definen las principales áreas metropolitanas del mundo. La presente investigación analiza los factores económicos y sociales que encarna la migración como resultados de la pobreza y de la globalización. Desde el punto de vista epistemológico, se utiliza el método analítico que permite examinar las diferentes variables y sus relaciones de asociación en un contexto global; la frustración en la modernidad y el funcionalismo tecnológico, como esperanza de progreso económico y social, se manifiestan en la brecha entre el mundo rico y el mundo pobre; el éxodo constituye una salida ante la fallida globalización que no dio/da los resultados esperados en materia de reducir la desigualdad.

Palabras clave: Pobreza, migración, globalización, urbanización.

Abstract: In the late twentieth century, poverty and disenchantment in the promise of a better world, immersed in the paradigm of globalization, as a result of advances in telecommunications and transport, stimulated national, regional and international migration flows. As a result, the growth of the cities accelerated without any planning, which led to a new form of peri-urban life, marked by the meeting of different ethnicities and diverse life forms that define the main metropolitan areas of the world. The present investigation analyzes the economic and social factors that embody migration, as a result of poverty and globalization. From the epistemological point of view, the analytical method is used to examine the different variables and their relations of association in a global context, where frustration in modernity and technological functionalism (as a hope for economic and social progress) is manifested in the gap between the rich world and the poor world; where the exodus constitutes an exit before the failed globalization that did not give the expected results in terms of reducing inequality.

Keywords: Poverty, Migration, Globalization, Urbanization.

Introducción

El Norte global y el Sur global constituyen los nuevos arquetipos léxicos de los teóricos del desarrollo que con argumentos etimológicos intentan describir una realidad de desigualdad y marginación, configurada en una profunda brecha entre el mundo rico y el mundo pobre. Es en este contexto donde fallece cualquier tecnicismo teórico cuyos fundamentos, inexorablemente, parecen concurrir en la creencia de que la pobreza es algo connatural a ciertas regiones condenadas a ser excluidas del progreso económico y social.

Así, han surgidos teorías pesimistas que consideran a estas comunidades inmersas en un círculo vicioso de la pobreza imposible de romper. Infortunadamente, pareciera que las estadísticas dieran la razón a estos tratadistas. Por ejemplo: mientras países del Norte global como Noruega y Suecia exhiben ingresos per cápita superiores a 82.000 dólares anuales, países del sur Global como Sierra Leona y Níger no llegan a los 400 dólares al año.

El informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la agricultura (FAO), en el año 2017, intitulado: El futuro de la alimentación y la agricultura: Tendencias y desafíos, se evidencia como principales tendencias contemporáneas el crecimiento demográfico, la urbanización y el envejecimiento de la

El informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la agricultura (FAO), en el año 2017, intitulado: El futuro de la alimentación y la agricultura: Tendencias y desafíos, se evidencia como principales tendencias contemporáneas el crecimiento demográfico, la urbanización y el envejecimiento de la población. En consecuencia, la humanidad se enfrenta a grandes desafíos entre los que sobresalen: el mejoramiento de la productividad agrícola, la eliminación de la pobreza extrema, reducir la desigualdad y abordar el fenómeno de las migraciones (FAO, 2017).

La organización Internacional para las Migraciones (OIM) resalta la existencia de 232 millones de migrantes internacionales y 740 millones de migrantes internos con el aditivo de que más del 50 % de estos migrantes residen en diez países altamente urbanizados y de altos ingresos (OIM, 2015).

La Organización para la cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) concibe el desarrollo económico de los países emergentes como un motor de las migraciones voluntarias, mientras que los países en desarrollo constituyen el principal destino de los refugiados (OCDE, 2017). Es en este contexto donde el debate sobre la realidad, causas y consecuencias de las migraciones cobra una utilidad científica y social. El presente artículo analiza cómo la pobreza impulsa los flujos migratorios y cómo esta patología social ha encontrado un escenario propicio, enmarcado en un proceso de globalización y una economía de mercado excluyente (Cordera, 2017).

Desde el punto de vista metodológico se aborda la problemática utilizando el método analítico. Por consiguiente, el fenómeno de las migraciones contemporáneas se somete al examen de las principales variables que lo generan, y cuya deconstrucción metodológica busca dar respuesta al interrogante ¿de qué manera la pobreza y una globalización que acelera la desigualdad impulsan los flujos migratorios contemporáneos?

El paradigma de la globalización frente a la pobreza y a la migración

En las postrimerías del siglo XX e inicio del presente milenio se acentuaron las crisis cíclicas del capitalismo donde la racionalidad capitalista es frustrada por las inequidades del sistema. Los valores animados por el logro de la trascendencia del hombre fueron minados por la pobreza y el desencanto en las promesas de un mundo mejor, inmerso en el paradigma de la globalización que con las proezas de la ciencia y de la tecnología prometía una aldea global sin fronteras. En este nuevo contexto económico, social y cultural, la razón no parece explicar a cabalidad la verdad y el comportamiento del individuo. Así la célebre máxima del padre de la modernidad Renato Descarte “pienso luego existo” sucumbe en un universo donde la cotidianidad es animada por valores asociadas al mercado; en consecuencias, en esta sociedad mediática se existe si se consume, con razón o sin razón.

Las telecomunicaciones y el transporte facilitaron los flujos de migraciones nacionales, regionales e internacionales. Así, se aceleraron los procesos de urbanización y se incrementó la multiplicidad cultural de las ciudades, y los procesos de asimilación que se van generando entre poblaciones y estilos de vida heterogéneos en las principales áreas metropolitanas del mundo (Cerón, 2017; Herrera, 2014).

No obstante, la modernidad y el funcionalismo tecnológico exasperado, prometían la difusión del progreso económico y social a escala global. Lo cierto es que se ha seguido abriendo la brecha entre el mundo rico y el mundo pobre y la prometedora globalización no dio los resultados esperados en materia de reducir las desigualdades (Figura 1).


Figura 1
Índice de Gini de concentración de la riqueza por regiones del mundo 2014
OXFAM

Así, el informe de la ONG OXFAM (2016) revela que el 1 % más rico de la población mundial ostenta más riqueza que el 99 %. Según esta misma organización, 200 empresas, entre ellas las más grandes del mundo y las socias estratégicas del Foro Económico Mundial de Davos, el 90 % funcionan en paraísos fiscales. Estas cifras dan razón de ser de como la inversión en estos paraísos fiscales se ha cuadruplicado en menos de 15 años presentándose una concentración de la riqueza y en la práctica, una evasión fiscal disfrazada (OXFAM, 2016).

De tal manera se propicia la configuración de un círculo vicioso en medio de la paradoja del modelo económico en el que conviven simultáneamente: el crecimiento económico, la pobreza estructural y las crisis fiscales recurrentes que perpetúan la miseria y limitan las oportunidades de la redistribución de la riqueza. Esta situación constituye una especie de combustible social y económico que aviva los riesgos económicos, ambientales, geopolíticos, sociales y tecnológicos que el Foro Económico Mundial describe en el Informe Riesgos Globales 2016 en los cuales destaca el calentamiento global, el desplazamiento, la desigualdad, los delitos cibernéticos y las crisis fiscales como grandes fenómenos que ponen en peligro a las sociedades contemporáneas y a las generaciones futuras (World Economic Forum, 2016).

En esta investigación se hace énfasis en la desigualdad económica y social, porque en el estado actual del fenómeno de la pobreza se convierte en causa y a la vez es resultado de la miseria en que vive un considerado número de la población mundial excluida del progreso económico y social. Son los pobres del campo y los habitantes indeseados de los cordones de miseria de las urbes modernas los que miran/ven en las fronteras fácticas e imaginarias un límite a romper; como una de las pocas oportunidades de ser partícipe de esta sociedad global y de los adelantos científicos y tecnológicos (Kliksberg, 2014).

El proceso de globalización amplió la brecha entre ricos y pobres. La creencia de ser un ciudadano global, partícipe de la sociedad de la información y de la sociedad del conocimiento, fue el señuelo con que se vendió el paradigma. Las promesas de un mundo mejor han ido posponiéndose en el tiempo. Primero en la cumbre del milenio de la ONU se vendió la receta de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y se daba por seguro el fin de la pobreza extrema y el hambre para el año 2015; al vencerse este plazo, de nuevo se siembran esperanzas en los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible que postergan para el año 2030 el fin de los males endémicos de esta sociedad capitalista. Lo cierto es que la riqueza siguió concentrándose con el transcurrir del tiempo llegando a una situación actual donde regiones como África sud sahariana tiene un Ingreso Nacional Bruto per cápita por debajo de los 2000 dólares,contrastando esto con América del norte, cuna del sueño americano para los migrantes, que obstenta un Ingreso Nacional Bruto per cápita de 55.117 dólares (Rodas, 2015) (Tabla 1).

Tabla 1
Regiones del mundo. Ingreso Nacional Bruto per cápita 2015 (USD)

Datos del Banco Mundial. Informe anual 2016. (Método Atlas)

La brecha se hace más evidente si se observa que países como Noruega y los Estados Unidos de América ostentan unos ingresos per cápita de USD 93.550 y 55.980 dólares respectivamente. En consecuencia, el Sur se cansó de esperar que, por ósmosis, llegara el progreso del Norte.

Así el éxodo contemporáneo constituye una de las facetas más reprochable de los estragos que ha dejado un modelo donde se endiosa al mercado, generando mayores desigualdades e injustica social.

La economía de mercado, con su lógica axiomática de la competencia, convirtió a la sociedad en un campo de batalla por los recursos; el día a día es una lucha sin cuartel por la supervivencia del más competitivo, del más fuerte. En realidad, es un escenario donde se recrea y reproduce una especie de darwinismo social en el ámbito local, nacional, regional e internacional. Nigeria, Libia, Sudáfrica y Costa de Marfil en el África son receptores de sus vecinos más pobres de África; Alemania, Francia Gran Bretaña, Países Bajos y España receptores de las crisis humanitaria del Medio Oriente, la falta de oportunidades de África y del Sur de Asia; Chile, Brasil y Costa Rica constituyen la promesa de mejorar el nivel de vida de un considerable número de migrantes latinoamericanos; Estados Unidos, por su parte, sin importar los giros de su política internacional es el receptor del sueño americano anidado en México, Centroamérica, América Latina y el Caribe.

El problema de la movilidad humana contemporánea se vuelve más complejo cuando se le suman los grandes conflictos políticos como el conflicto en Siria y la crisis humanitaria en Venezuela, que ponen en tela de juicio la sostenibilidad del actual orden económico internacional y la convivencia pacífica de la humanidad. Sin duda alguna, la guerra en Siria constituye el fogón de desequilibrio del Medio oriente para el mundo. Así, la violación de los derechos humanos, la pobreza extrema, los homicidios indiscriminados, el aislamiento y exterminio de familias enteras, al igual que el bloqueo al abastecimiento de alimentos, agua potable y medicamentos esenciales muestran al mundo una vil violación del derecho internacional humanitario.

En consecuencia, en la presente década, más de 5 millones de sirios han tenido que salir de sus lugares habituales de residencia en medio de una cruel lucha por el poder en la que confluyen diversos protagonistas locales, regionales e internacionales enmarcados en clanes, familias y grupos religiosos: sunitas, chiitas, kurdos y yihadistas e intereses de potencias como Siria, Rusia e Irán frente a potencias occidentales como Estados Unidos, Reino Unido y Francia.

Al margen de todo este proceso de expulsión y recepción humana se ha engendrado una especie de eugenesia social y económica; que muestra al mundo el ideario del inmigrante como un ser extraño, peligroso e intruso, sometido a toda clase de discriminación y xenofobia. estos aspectos de discriminación y exclusión contrastan con el carácter incluyente y global con que se pregonó el nuevo orden económico y social internacional (Villela y Linares, 2011).

Las grandes metrópolis representan el escenario amorfo donde los prodigios de los adelantos tecnológicos y la multiculturalidad de las ciudades globales conviven con las penurias y la marginalidad de los barrios subnormales, habitados en su mayoría por inmigrantes nacionales expulsados por la pobreza del sector rural e inmigrantes internacionales que detrás del sueño de mejorar su nivel de vida engrosan los cinturones de miseria de la modernidad. Autores como Jordi Borja y Manuel Castells (1997) (en el libro: Local y Global resalta las tensiones a que está sometida la convivencia de las ciudades modernas en conflicto entre lo local y lo global al plantear:

Lo global se localiza, de forma socialmente segmentada y espacialmente segregada, mediante los desplazamientos humanos provocados por la destrucción de viejas formas productivas y la creación de nuevos centros de actividad. La diferenciación territorial de los dos procesos, el de creación y el de destrucción, incrementa el desarrollo desigual entre regiones y entre países, e introduce una diversidad creciente en la estructura social urbana (p.36).

En la migración internacional contemporánea en América Latina y el Caribe convergen factores económicos, políticos y sociales que dan vigencia a los grandes flujos migratorios inicialmente intrarregional, pero con la expectativa de tomarlo como tránsito hacia países de Norteamérica y Europa, que en sus imaginarios representan un futuro mejor para sus familias. Las tensiones políticas por los desaciertos del modelo económico conocido como el socialismo del siglo XXI mantienen a la región en constantes tensiones diplomáticas, dificultando las relaciones internacionales. Países como Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Cuba siguen poniendo a prueba la capacidad real de los organismos multilaterales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de los Estados Americanos (OEA) en la resolución de los conflictos.

En el estudio Dinámicas migratorias en América Latina y el Caribe (ALC), y entre ALC y la Unión Europea publicado por La Organización Internacional para las Migraciones (2015) se refleja que entre los componentes macro, meso y micro que originan los flujos migratorios sobresalen los factores políticos y de extrema pobreza y desigualdad reinante en la región (Garay, Pérez, Changala, y Córdova, 2017) (Tabla 2).

Tabla 2
Niveles de motivaciones explicativas de los flujos migratorios América latina y el Caribe – Unión Europea

Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Oficina Regional para el Espacio Económico Europeo, la Unión Europea y la OTAN. Dinámicas migratorias en América latina y el Caribe

No existe ninguna duda sobre la relación entre el nivel de desarrollo desigual de los países de origen y los países de destino con los flujos migratorios. La desigualdad, en oportunidades económicas y sociales, alienta la movilidad no solo en el ámbito campo-ciudad al interior de las naciones, sino que es consecuencia de diversos factores y barreras económicas, políticas y sociales que históricamente ha generado la patología social de la miseria (Pardo, 2015). La movilidad humana, en busca de mejores condiciones de vida, no podrá detenerse mientras más de la mitad de la población del mundo carezca de los servicios esenciales de la salud en plena era de la cibernética, la nanotecnología y la robótica (Banco Mundial, 2017).

Un mundo urbano es insostenible

La movilidad global, materializada en una migración animada por la búsqueda de nuevas oportunidades en los países de destino, constituye la configuración urbana contemporánea. En efecto, según datos de la Organización Mundial para las Migraciones (OIM) cada semana hay tres millones de personas en el mundo que se trasladan a las ciudades, esta dinámica ha llevado a que el 20 % de los migrantes internacionales actualmente vive en una de las 20 ciudades más pobladas del mundo (OIM, 2015).

Si a las anteriores cifras, sobre el comportamiento urbano de la movilidad humana contemporánea, donde ciudades como Sídney, Londres y Nueva York, los migrantes representan la tercera parte de la población y que los países subdesarrollados están llamados a ser urbano como resultado de la pobreza y la violencia en el campo el debate sobre la consecuencias de este fenómeno no debe circunscribirse únicamente a la planeación y el desarrollo urbano como objetivos de la política pública, pues de nada servirán sus recetarios citadinos si no avizoran el grave problema de la seguridad alimentaria en que desembocará el desarraigo campesino (Galindo-Vignoli y Acuña-Barquero, 2016).

Es preocupante el informe de la Organización de las naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO (2017) donde se registra el incremento en un 35 % el número de personas en el mundo con inseguridad alimentaria severa (FAO, 2017).

En síntesis, la migración como fenómeno urbano contemporáneo enmarcado en nuevas generaciones étnicas, demográficas, económicas y sociales producto del encuentro de disimiles culturas, representa un reto de corto plazo para la administración de las ciudades; pero a su vez en el mediano y largo plazo, constituye un problema para la estabilidad económica y social global.

En este sentido, no bastará con correctivos de políticas económicas coyunturales que mejoren, de alguna manera, los servicios de salud, trabajo y vivienda de los migrantes en los países de destino. Estas medidas paliativas marginalitas, al igual que las políticas laborales de corte neoclásicas, deben ser revaluadas ante lo complejo de las migraciones contemporáneas. Igualmente, tampoco basta estudiar el dinamismo de mercado que generan las remesas como producto de esta situación. El problema requiere de una visión estructural, despojado de cualquier eufemismo y que entienda que es en la desigualdad creciente y en la pobreza de un considerable porcentaje de la población mundial donde radica el germen que origina la movilidad humana.

Según datos del Banco mundial en el año 2015, el porcentaje de la población urbana en el mundo era de 54 %; lo que representa aproximadamente 3.947 millones de personas disputando los servicios y los espacios urbanos, pero a su vez una marcada dependencia alimentaria de la producción campesina. Indiscutiblemente, al discurso academicista sobre el cambio climático, deterioro del medio ambiente, detrimento en la biodiversidad y todo el recetario sobre el manejo paliativo del fenómeno de la migración, hay que agregarle, sin atenuantes, políticas estructurales que ataquen las verdaderas raíces del problema de la pobreza y la desigualdad.

La sostenibilidad, enmarcada en un contexto integral, significa un equilibrio entre las necesidades y los recursos disponibles en el tiempo y en un espacio global; por consiguiente, no basta que ciudades modelos en el mundo declaren satisfactorios logros de sustentabilidad urbana, en ese plano individual apenas constituye una convivencia condicionada que inexorablemente será minada por el desequilibrio global. En contraste a estas medidas de choque, esencialmente se trata de llevar a la práctica las promesas del pasado que en tantas declaraciones de organismos multilaterales quedaron como compendios históricos de fracasos. Así, se observa que el cambio de milenio trajo nuevos anuncios que comprometía a la Organización de las Naciones Unidas con brindar soluciones sostenibles al problema de la pobreza en el mundo; esta visión integral de política económica y social constituía el atractivo de los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio en la cual la asamblea general de la ONU en la declaración del milenio entre sus valores y principios planteó:

No debemos escatimar esfuerzos por liberar a toda la humanidad, y ante todo a nuestros hijos y nietos, de la amenaza de vivir en un planeta irremediablemente dañado por las actividades del hombre, y cuyos recursos ya no alcancen para satisfacer sus necesidades (p. 6).

En consonancia con la nueva visión del desarrollo expresada en la Cumbre del Milenio de la Naciones Unidas, el Banco mundial en año 2001 diseñó estrategias de sostenibilidad basadas en la distribución equitativa del desarrollo haciendo énfasis en la disminución de la pobreza (Banco Mundial, 2001).

Transcurridos tres quinquenios los objetivos no se cumplieron satisfactoriamente, pese al manejo cuestionado de metodología, artificio y modulación de guarismos para cuantificar los logros en materia de reducción de la pobreza. En estas circunstancias, se posterga la promesa de un mundo mejor al año 2030, se somete al mundo a nuevos experimentos bajo la tutela de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Discursos academicistas, tachonados de los tecnicismos del lenguaje de moda en el momento y que al unísono con los pobres del mundo han migrado consuetudinariamente al olvido. En consecuencia, los llamados países del sur, víctimas propicias de una globalización fallida y de experimentos disímiles de modelos económicos de prueba y error, en plena era de adelantos sin precedentes en la ciencia y en la tecnología exponen cifras vergonzosas como se observa en la tabla 3. donde países del norte como Noruega, Austria, Suiza y Suecia presentan una Tasa de mortalidad materna entre cuatro y cinco por cada 100.000 nacidos vivos; en contraste, países como Sierra Leona, Liberia y Gambia exhiben mortalidad materna de 1360 725 Y 706 respectivamente (UNFPA, 2016).

Tabla 3.
Contraste entre países ricos y países pobres. Indicadores sociales 2016

Fondo de población de las Naciones Unidas. Estado de la Población Mundial 2016. Informe sobre Desarrollo Humano 2016. Banco Mundial 2016.

En síntesis, prescindiendo de la simple connotación espacial en la lógica escalonada del proceso migratorio, los países del sur realmente no se han urbanizado; en la práctica, las ciudades receptoras de la movilidad humana sufren un proceso de ruralización puesto que, ante la incapacidad fáctica de poder responder a las múltiples y complejas necesidades de los inmigrantes, éstos no adoptan la vida citadina, configurándose ciudades amorfas.

Conclusiones

Las razones geográficas, históricas, sociológicas, demográficas y hasta psicológicas que sirven de sustento a todo un mosaico de teorías, que desde lo disciplinar, pretenden definir causas o efectos de la migración, se quedan cortas frente a la magnitud del problema. Lo cierto es que en las postrimerías del siglo XX y en lo transcurrido del presente milenio, las principales causas del desarraigo están infaliblemente ligadas a fenómenos económicos y sociales que configuran un contexto de miseria y de desigualdad creciente.

Es en la desigualdad global, la concentración del capital financiero e industrial, la brecha digital y la marginalidad social de un considerado porcentaje de la población mundial, donde se encuentran las causas de la patología social de la pobreza, que es realmente el problema. La luchan sin cuartel por los mercados, por los recursos por la vida, ha convertido al mundo en un escenario de darwinismo social en el cual las otrora fronteras geográficas fácticas se derrumban, no como resultado de las promesas de la globalización sino como evidencia inexorable del desencanto de los pobladores de los países, denominados, en vía de desarrollo.

El debate sobre el fenómeno de las migraciones domésticas e internacionales se debe despojar de la acción mediática de los discursos de tintes academicistas y que con vocabularios acomodaticios confunden las definiciones con las verdaderas soluciones de los problemas de miseria que viven las comunidades marginadas de las proezas de la globalización. En consecuencia, los habitantes de los eufemísticamente denominados países del Sur global marchan hacia el Norte Global, puesto que se cansaron de esperar el progreso en sus territorios y de ser víctimas propicias de una globalización fallida. En consecuencia, la pobreza y un orden económico internacional fracasado, unido a la inestabilidad política enmarcado en grandes conflictos como la guerra civil en Siria en el medio Oriente y la crisis humanitaria de Venezuela en América Latina, son factores que alimentan los flujos migratorios internacionales.

En la práctica, los pobres del mundo globalizado son extranjeros en todas partes, peregrinos apátridas dado la ausencia de acciones estatales que realmente los proteja y hagan valer su dignidad humana. Constituyen diásporas de la desigualdad, huérfanas de oportunidades reales de cambiar sus condiciones de pobreza. Esta patología social trasciende los factores de raza, idioma y cultura; encontraste, forman una etnia cuyo elemento común es haber sido marginados, excluido de las bondades que en otrora prometió la economía de mercado global.

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