Dossier
Izquierdas latinoamericanas en los años sesenta y setenta del siglo XX. Presentación
El papel de las izquierdas en los movimientos de protesta y las experiencias revolucionarias de los años sesenta y setenta es un tema importante en la historia reciente de América Latina. Un estado de la cuestión en profundidad sería inabarcable, aunque puede resaltarse que el campo de estudio involucra a un conjunto heterogéneo de investigadores latinoamericanos y de Estados Unidos. Desde las historiografías de sus respectivos países, han realizado valiosos aportes empíricos, teóricos y metodológicos que permiten conocer en la actualidad múltiples dimensiones políticas, sociales y culturales sobre la temática. Estas pesquisas, si bien no prescinden de las memorias y testimonios de los protagonistas de la época, han consolidado un corpus de enfoques, lineamientos y conceptos en el examen de casos nacionales y en la discusión de encuadres analíticos más amplios, donde la región es situada de manera activa en las tensiones geopolíticas de la Guerra Fría.
La bibliografía, sin embargo, no está exenta de lugares comunes e imágenes estereotipadas. Muchas veces los años sesenta y setenta son retratados de forma esquemática, con la idea de que la revolución cubana es una especie de parte aguas donde queda atrás una izquierda moderada, legalista y tradicional, frente a otra que adopta líneas heterodoxas y tiende más a la acción directa y la lucha armada. Los análisis que llevaron a este enfoque al extremo tendieron a reducir las querellas sobre las izquierdas al protagonismo de las organizaciones guerrilleras y al predominio de la violencia en la cultura política. De esta manera, la historia reciente es reducida a una especie de violentología sobre la experiencia de la Sierra Maestra y la difusión de una cantidad innumerable de siglas de grupos político-militares por todo el continente.1
Las lecturas de este tipo fueron contrarrestadas por visiones más complejas en las que las izquierdas son concebidas dentro de un heterogéneo conglomerado de fuerzas políticas, sociales y culturales asociado a un sinfín de prácticas, no solamente armadas. Así, fueron revalorizados diversos actores, como agrupaciones gremiales, intelectuales, movimientos estudiantiles, vertientes religiosas y vanguardias artísticas, entre otros.2 Además, junto a la necesidad de rescatar las redes de grupos y acciones que implicaron a las izquierdas, cada vez más estudios resaltan la importancia de atender la amplia circulación trasnacional de personas y debates político-intelectuales en la América Latina de esos años.3
Las tensiones existentes en la bibliografía quizá se expresan con mayor claridad en los usos historiográficos del concepto nueva izquierda que han hecho investigadores latinoamericanos y estadounidenses para ahondar en las apuestas contestatarias de la época.4 Dicha categoría es aludida con frecuencia con distintos significados y escasas precisiones analíticas y teórico-metodológicas. No obstante, puede trazarse un recorrido en su utilización desde un concepto restringido a las organizaciones armadas o al ethos de la acción directa -the will to act-, hasta un enfoque más amplio centrado en la idea de “movimiento de movimientos”.5 En esta última óptica, la categoría alude a una “izquierda policéntrica” compuesta por una diversidad de experiencias contingentes y superpuestas, cada una con sus propios centros de poder, pero que se relacionaron entre sí a través de una serie de debates, problemáticas y marcos de referencia comunes, tanto en el plano formal como informal.6
La controversia entre los usos restringidos y amplios sobre la nueva izquierda no agota la cuestión e incluso posicionamientos más actuales están poniendo en duda la pertinencia de la categoría. Un señalamiento está relacionado a la pregunta de si el concepto es apropiado para representar a los grupos latinoamericanos que se identificaron como revolucionarios en los años sesenta y setenta, ya que a diferencia de Estados Unidos y Europa supuestamente no existió en los actores de la época una autorreferencia explícita en esos términos. Aunque existen críticas más audaces en donde se argumenta que la idea de “nueva izquierda” termina siendo tributaria de un relato lineal al establecer divisiones tajantes entre las fuerzas que se agrupan bajo ese rótulo y las que no. En esta ruta, se sugiere concebir a toda la izquierda como un campo de interacciones múltiples, donde los debates interpelaron y reposicionaron a sus distintos grupos, incluso a los propios partidos socialistas y comunistas que también se vieron atravesados por la retórica de las nuevas modas culturales juveniles, la acción directa y la violencia.7
En el marco de estas querellas y tensiones, el presente dossier espera generar aportes a la historia de las izquierdas latinoamericanas durante la segunda mitad del siglo XX. Por esta razón, propone cuatro investigaciones que ponen en diálogo dimensiones políticas e intelectuales de estas experiencias militantes en los años sesenta y setenta, haciendo hincapié en México, Argentina, Chile y Uruguay en vinculación a otros países de la región. Vistos en perspectiva, los cuatro estudios abordan problemáticas que surcaron al campo de izquierdas en su conjunto, ya sea en sus vertientes marxistas, nacional-populares y cristianas. Además, desde enfoques nacionales o trasnacionales, indagan redes e intercambios político-intelectuales que involucraron a partidos políticos, movimientos sociales, organizaciones armadas, revistas político-culturales, universidades y activismos estudiantiles.
Dentro de este encuadre, los trabajos pueden dividirse en dos grupos si tomamos en consideración las líneas temáticas reseñadas anteriormente en relación con el campo de estudio. El primero está integrado por los artículos de Elisa Servín y María Cristina Tortti. Su característica común es la centralidad dada a los casos nacionales y al concepto de nueva izquierda en sus respectivas indagaciones. El texto de Servín se titula “Entre Lázaro Cárdenas y el Che Guevara: las izquierdas mexicanas en los años sesenta”. La pesquisa aborda las discusiones de las fuerzas de ese signo político tras la derrota del movimiento ferrocarrilero y la irrupción de la revolución cubana en 1959. La hipótesis central de la autora es que el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) encabezado por el expresidente Lázaro Cárdenas fungió como un espacio de transición entre una vieja izquierda tributaria del nacionalismo revolucionario y una nueva que impulsó un proyecto político que buscaba trascender esos marcos ideológicos. Aunque el MLN tuvo una efímera existencia en los años sesenta, muchos de sus partidarios protagonizaron a lo largo de la década movilizaciones campesinas, protestas estudiantiles, la irrupción de publicaciones en el ámbito cultural y la fundación de guerrillas basadas en el foquismo guevarista. Según Servín, las izquierdas mexicanas transitaron una renovación generacional donde pasaron a primer plano los jóvenes, estudiantes e intelectuales como sujetos posibles de la revolución.
El artículo de Tortti, por su parte, se titula “Auge y cierre del ciclo de movilización en la lectura de las revistas político-culturales de la nueva izquierda argentina (1972-1973)”. La investigación indaga cómo dos publicaciones paradigmáticas de esa corriente política, como Pasado y Presente y Envido, leyeron ambivalencias y signos equívocos de deterioro en el proceso de movilización social que siguió al poscordobazo, el cual estuvo signado por la retirada dictatorial y el retorno del peronismo al gobierno tras 18 años de proscripción. La atención dada a las dos revistas permite mostrar las tensiones en las apuestas intelectuales que buscaron una mixtura entre la salida revolucionaria y el liderazgo histórico del general Juan Domingo Perón. Los posicionamientos de Pasado y Presente y Envido son ubicados en un diálogo con otras publicaciones de la nueva izquierda diferenciadas del peronismo, como Nuevo Hombre y Los Libros. Para la autora, el estudio permite mostrar un tema poco enfatizado en la bibliografía, al identificar acontecimientos que, bastante antes del golpe de Estado de 1976, evidenciaron la derrota de las experiencias revolucionarias que bregaban por la continuidad del ciclo de movilización social.
El segundo grupo de trabajos que integra el dossier está compuesto por los textos de Aldo Marchesi y Nicolás Dip. A diferencia de los precedentes, ambos optan por un enfoque trasnacional y por no dar centralidad al concepto de nueva izquierda, aunque esté presente en sus indagaciones. El artículo de Marchesi se titula “Debates político-intelectuales sobre pobreza y marginalidad en la crisis de los sesenta en el Cono Sur”. A su entender, dichas controversias han recibido escasa atención en los abordajes sobre la época, preocupados generalmente por temáticas asociadas al cambio social, el compromiso de los intelectuales y la legitimidad de la violencia. El autor propone reponer esa ausencia al examinar tres espacios donde los tópicos sobre pobreza fueron centrales, como el campo de la sociología, el ecumenismo cristiano y el nuevo cine latinoamericano. Si bien la reflexión está localizada en países como Uruguay, Argentina y Chile, la pesquisa reconstruye una circulación regional de ideas entre científicos sociales, intelectuales y realizadores cinematográficos. Una idea central del análisis es que los nuevos enfoques sobre pobreza manifiestan que la radicalización política no fue una experiencia que irrumpió “desde afuera” al campo intelectual, sino que estuvo asociada al cambio de paradigmas internos. Por esa razón, Marchesi concluye que las transformaciones conceptuales en estas comunidades intelectuales habilitaron un acercamiento más fluido con las “ideas radicales” que generalmente son asociadas a la nueva izquierda.
El último artículo del dossier escrito por Nicolás Dip, lleva el título: “Izquierdas latinoamericanas frente a la crisis universitaria en los sesenta y setenta”. La investigación propone un enfoque poco frecuente al concebir dicho periodo como un epicentro de politizaciones que estuvieron acompañadas de múltiples discursos donde estudiantes, profesores, intelectuales hasta funcionarios y políticos de diversos orígenes y posturas, coincidían en que las universidades estaban en crisis y era imperioso modificarlas. Bajo este encuadre, el estudio toma como referencia la trayectoria trasnacional del intelectual brasileño Darcy Ribeiro, con la finalidad de reconstruir en forma conectada algunas intervenciones de las izquierdas en torno a la cuestión universitaria, haciendo hincapié en centros de estudio de Argentina, México, Chile y otros países de la región. Para el autor, el cruce de la cuestión universitaria en heterogéneas fuerzas de ese signo político permite evitar las perspectivas unidireccionales que retratan a los años sesenta y setenta como un momento de ruptura, marcado por la irrupción y el predominio de una nueva izquierda. Lejos de esas visiones lineales, el debate sobre la crisis de las universidades manifiesta encrucijadas comunes entre diversos actores, como las juventudes comunistas, el peronismo de izquierda y grupos fuertemente críticos de las izquierdas tradicionales. De esta manera, el texto concluye que si se profundiza en este tipo de controversias quizá puedan encontrarse más puentes tendidos entre experiencias de politización, radicalización y partidización diversas, pero con temáticas y abordajes comunes.
Desde sus ópticas e investigaciones particulares, los cuatro trabajos que integran el dossier otorgan una serie de elementos historiográficos y sociológicos para rediscutir los abordajes sobre las izquierdas en América Latina. Sin embargo, es importante señalar que las perspectivas brindadas, además de sugerir orientaciones empíricas, analíticas y metodológicas, dejan algunas preguntas no resueltas que en el futuro pueden generar insumos en la discusión de casos que no son tratados en esta compilación, como el de los países andinos, Brasil y las naciones de América Central.