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Todo ocurrió un solo día*
Juan Manuel Herrera
Juan Manuel Herrera
Todo ocurrió un solo día*
Historia mexicana, vol. LXXV, no. 1, pp. 349-372, 2025
El Colegio de México A.C., Centro de Estudios Históricos
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Testimonio

Todo ocurrió un solo día*

Juan Manuel Herrera
Autor Independiente, Mexico
Historia mexicana, vol. LXXV, no. 1, pp. 349-372, 2025
El Colegio de México A.C., Centro de Estudios Históricos

Dedico estas palabras a la memoria de Norma Mereles de Ogarrio

Todo ocurrió un solo día, el 27 de agosto de 1982, un día como hoy hace exactamente 42 años. Esa mañana de viernes tuvo lugar una de las ceremonias de mayor importancia cultural, histórica y simbólica de la República Mexicana: la declaratoria que hizo el presidente de México, el Lic. José López Portillo, del Palacio de Lecumberri como sede del Archivo General de la Nación (AGN), declaratoria que está grabada en piedra al pie de la gran escalera del edificio de gobierno del propio Palacio. Acompañaba al presidente el gabinete legal y ampliado, representantes de los poderes Legislativo y Judicial, gobernadores y presidentes municipales, el cuerpo diplomático acreditado en México, archivistas de numerosas instituciones, historiadores y académicos de diversas disciplinas, quienes dieron fe de una hazaña cultural de gran calado, la inauguración oficial del AGN en Lecumberri.

Una gran cantidad de personas hizo posible en muy poco tiempo, entre 1977 y 1982, ese cambio radical en la vocación de un edificio histórico y, sobre todo, en la protección no sólo del más importante archivo de la Nación, sino del conjunto de archivos de todo el país, pero quien encabezó y llevó a buen término ese ambicioso proyecto fue la Dra. Alejandra Moreno Toscano, a quien tenemos el honor y el privilegio de tener hoy con nosotros para rendirle merecidísimo homenaje.

En mi memoria esa ceremonia sigue, está presente y recuerdo muchos detalles. Es un tema que no me contaron, lo vi con mis propios ojos y, por añadidura, le tengo al AGN un cariño entrañable, es mi casa. Era una mañana luminosa y los numerosos invitados llegaban con la mayor curiosidad a un edificio que por su historia como penitenciaría, por numerosos episodios y leyendas de muchos presos, la inevitable tensión de la reclusión política y no menos, la cultura cinematográfica, basta pensar en El Apando de José Revueltas y Felipe Cazals, lo dotaban de una carga legendaria. Pura sustancia, memoria en puridad.

El escenario era verdaderamente magnífico. El edificio en su conjunto lucía en todo su esplendor. En el área de la cúpula, donde antes estuvo la torre de vigilancia, tuvo lugar ese encuentro con la memoria de México. Un grupo que estaba en verdad orgulloso de la remodelación, no podía ser de otra forma, era el de los arquitectos que participaron en el proyecto, pero junto a Jorge L. Medellín y Pedro Ramírez Vázquez, yo imaginaba en la primera fila la presencia sonriente de Jeremy Bentham, Lorenzo de la Hidalga, Antonio Torres Torija y Antonio M. Anza.

La ceremonia había sido planeada con tiempo, esmero y cuidado, buscando la armoniosa vinculación entre el contenido y el continente, entre el valor de la memoria nacional con el majestuoso edificio que ese día inauguraba oficialmente su nuevo y feliz destino. Antes de la ceremonia propiamente dicha, el presidente colocó una ofrenda floral en honor de Madero y Pino Suárez, e inauguró una Escuela Técnica de Archivonomía en el edificio que fue de los Tribunales.

No faltaba elegancia a la invitación en un papel blanco de buen gramaje con un grabado en relieve. Quienes la recibieron leyeron en una muy cuidada tipografía y en un color sepia que realzaba la solemnidad del mensaje el Programa de la Ceremonia que anunciaba siete momentos y el turno de los oradores, todos y cada uno con un mensaje cuyo significado también anunciaba un relevante gramaje discursivo: en primer lugar,

  1. 1. • Entrega del Manuscrito Cárdenas al C. Licenciado José López Portillo, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, para su incorporación al Patrimonio Nacional. Palabras del Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
  2. 2. • Seguían las Palabras de la Dra. Alejandra Moreno Toscano, Directora General del Archivo General de la Nación.
  3. 3. • A continuación las Palabras del Arq. Pedro Ramírez Vázquez, Secretario de Asentamientos Humanos y Obras Públicas.
  4. 4. • En cuarto lugar, las palabras del Dr. Alejandro Carrillo Castro, Coordinador General de Estudios Administrativos de la Presidencia de la República.
  5. 5. • Enseguida, las Palabras del Dr. Silvio A. Zavala, en representación de la comunidad académica.
  6. 6. • Y finalmente las Palabras del Prof. Enrique Olivares Santana, Secretario de Gobernación.

Todo ello culminaba precisamente con la declaratoria inaugural por el Señor Presidente.

* * *

La entrega del manuscrito Cárdenas al Patrimonio Documental de México como bien señaló el secretario de Gobernación en una bella publicación facsimilar, revestía la mayor importancia.

La familia Cárdenas transmitió el siguiente mensaje en voz del Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, a la sazón, gobernador de Michoacán:

Siempre estuvo cierto Lázaro Cárdenas y así lo comentó en familia en diversas ocasiones, que los documentos del gran Morelos y de otros próceres de nuestra Independencia, que le diera el Prof. Luis Chávez Orozco, debían quedar, de manera permanente, en alguna institución pública que los conservara como parte primordial de nuestro patrimonio histórico y como elemento fundamental de la herencia ideológica de las luchas por la independencia nacional.

Todos los documentos de este legajo son importantes para la historia de México. El más importante de todos, sin duda alguna, es el titulado Sentimientos de la Nación, donde Morelos sintetiza la ideología libertaria y humanista de la lucha insurgente y plantea un esquema de organización política para la nación que iba conquistando su independencia y empezaba a ejercer su soberanía.

Por la importancia nacional de los documentos, hemos considerado que deben quedar a cargo de una institución de servicio a todo el país y estimamos que la más idónea es el Archivo General de la Nación, hoy renovado y con amplias perspectivas para abrir nuevos cauces a la investigación sobre cómo se han conformado y desarrollado México y los mexicanos, para que con ese mejor conocimiento de cómo hemos llegado a ser lo que hoy somos, tengamos bases más firmes, materiales e ideológicas, para edificar el futuro de libertades por el que luchó Morelos, y cómo él, antes, junto y después de él, muchos otros mexicanos creyentes en, y formadores de nuestra soberanía como nación y como Pueblo.

Hasta aquí el mensaje de la Familia Cárdenas.

Dar inicio a la Ceremonia con la entrega de un legajo de documentos de ese calibre, subrayaba que lo que se estaba poniendo en valor con un edificio de la importancia arquitectónica de Lecumberri, era precisamente la memoria documental de México, los riquísimos acervos que conserva el Archivo General de la Nación y que enlazaban una gran hazaña colectiva desde los tiempos en los que Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla y Horcasitas, Segundo Conde de Revilla Gigedo, propuso, otro día 27, en este caso en marzo de 1790, la creación de un Archivo General. Y aunque sus palabras no estaban en el orden del día, sonaban nítidas en la Gran Sala:

En los pocos ratos que me ha permitido de desahogo el vasto despacho de ocurrencias de este gobierno, expedientes e incidencias que hallé en giro y procuro ir concluyendo […] he dedicado mis apli cacio nes y conatos a la visita de algunos tribunales, casas de Real hacien da y Acordada, para instruirme por mi persona de sus oficinas, método y orden con que se gobiernan. He hallado en unas y otras unos archivos sumamente confusos por impericia o por desorden en su colocación y en todos crecidos volúmenes de papeles antiguos, que separados de los más modernos y depositados por orden y con índices de lo que en ellos se conserva, sería más fácil el hallazgo de antecedentes que se necesitasen, no servirían de estorbo a los que cada año se producen y quedarían más libres de extracciones […].

Hace días, concluía el Virrey, me ocupa el pensamiento de la construcción de uno independiente de vecindades y extramuros de esta ciudad a donde pudieran trasladarse con toda la separación y orden […].

No es mi ánimo que el edificio, la conservación y exacto cuidado de esos monumentos antiguos graven la real hacienda en lo más mínimo…yo discurriré arbitrios que le produzcan y sostengan formando un Archivo General bien ordenado y asistido a donde pueda acudirse y hallar fácilmente el que se quiera y se haya a él trasladado, en que resultarían ventajas públicas y se evitarán confusiones de los particulares y el inminente peligro a que están expuestos.

Con equidistante propósito y miras, las palabras de la Dra. Alejandra Moreno Toscano, con la economía, y también con la claridad y la inteligencia que le caracterizan, expuso brevemente la notable importancia y la gran significación de la nueva sede del AGN en Lecumberri, que 192 años después de su fundación, dotaban al principal archivo del país de un edificio acorde con la alta misión de conservar la memoria nacional. La Dra. Moreno Toscano aprovechó para agradecer el apoyo del presidente de la República y de todos quienes participaron en esta imponente obra que a la par de identificar, ordenar y describir vastas porciones de sus acervos, permitía reunir materiales documentales antes dispersos creando condiciones inmejorables para su conservación, para su consulta, para la investigación con perspectiva histórica y para la atención de solicitudes de los ciudadanos.

En su turno el Arq. Pedro Ramírez Vázquez destacó la monumentalidad de la obra emprendida para recuperar Lecum berri. En cierta forma, eran palabras que podría haber pronunciado el Arq. Jorge L. Medellín, que se dedicó junto a la Dra. Moreno Toscano día tras día al cuidado de cada detalle y cada avance de la obra, compleja donde las haya.

En su oportunidad, el Dr. Alejandro Carrillo Castro hizo hincapié en la importancia no sólo histórica del patrimonio, sino central para la propia administración pública, como un recurso insustituible de la actividad de gobierno. Y no le faltaba razón, pues desde la presidencia de la República, desde sus oficinas dedicadas a los estudios administrativos, los archivos estaban presentes y propiciaron reuniones de muy alto nivel con expertos internacionales, baste mencionar a Michel Duchein y a Jean Favier, quien poco antes del nombramiento de la Dra. Moreno Toscano había sido nombrado director general de los Archivos de Francia y más tarde fue presidente del Consejo Internacional de Archivos y director de la Biblioteca Nacional de Francia, en el nuevo conjunto Miterrand. Escuchemos a la Dra. Moreno Toscano hablar de Carrillo Castro, a quien conocía desde los años de la preparatoria en San Ildefonso:

El […] apoyó realizar encuentros de intercambio técnico y científico con expertos franceses en archivonomía, con quienes discutimos problemas específicos de “Aplicación del Principio de procedencia” en la ordenación archivística. Esa colaboración contribuyó a diseñar un “esquema metodológico congruente” de la evolución del Poder Ejecutivo en México desde el establecimiento de la Secretaría del Virreinato en 1790 […]. La lección aprendida: daba mejor resultado analizar la relación jurídico-administrativa de las instituciones públicas formativas del Estado como “mapa de navegación” siguiendo el recorrido histórico de la manera como se ejerció el principio de autoridad a describirla por bloques como genealogía de regímenes políticos interrumpidos por revoluciones”.

Hasta aquí la Dra. Moreno Toscano.

El discurso de Carrillo Castro está en sintonía con un texto que tiempo después escribió brillantemente mi querido amigo Enrique Ampudia Mello, Institucionalidad y gobierno, un ensayo sobre la dimensión archivística de la administración pública, libro de lectura imprescindible para todos a quienes interesa el tema de los archivos y que es una referencia obligada en toda América Latina.

Un discurso que buena parte de los asistentes, historiadores e intelectuales, esperaban con verdadera atención, era el de don Silvio Zavala, quien redactó con mucho cuidado su texto, a juzgar por los varios borradores y las muchas correcciones que se encuentran en su propio archivo, conservado en la Biblioteca Eusebio Dávalos, en el Museo Nacional de Antropología, a cargo del Dr. Baltazar Brito.

Dijo don Silvio Zavala:

Es un honor participar en esta ocasión memorable para hacer presente la voz de los lectores antiguos del Archivo y de los que en el futuro utilizarán sus instalaciones nuevas y servicios mejorados. La directora del archivo, al extenderme su amable invitación, tuvo presente que, por el involuntario paso de los años, conocí a personas de generaciones anteriores que con su saber y su dedicación fueron contribuyendo a conservar, enriquecer y difundir los valiosos datos aquí conservados. Los libros y boletines publicados por el archivo recogen algunas de esas contribuciones. Ciertamente, este depósito de documentos, además de guardar las huellas del pasado mexicano, recoge la suma de capacidades y de esfuerzos generosos y continuos de muchos servidores del Archivo, que es apropiado recordar cuando ocurre la transformación considerable o apertura de un capítulo nuevo en los anales del establecimiento, uno de los mayores en su género del mundo de habla hispana.

Cuando escuché esas palabras de don Silvio, pensé en algunos de quienes antecedieron a la Dra. Moreno Toscano en la Dirección del AGN: José Antonio Bonilla, Juan de Dios Uribe, Ignacio Cubas, Ignacio López Rayón, Manuel Orozco y Berra, José María Vigil, José B. Beltrán, Justino Rubio, Luis González Obregón, José María Coellar, Rafael López (quien contrató a Octavio Paz), Julio Jiménez Rueda, Manuel B. Trens y en su inmediato antecesor, Ignacio Rubio Mañé.

Todos, -concluía don Silvio- investigadores y personeros de las comunidades indígenas en busca de títulos de tierras, gracias a la mejor conservación y comunicación de los vestigios de otros tiempos, cumplen con la función de acercarse a la vida histórica para robus tecer el presente y el futuro de la sociedad mexicana, conscientes de la ampliación de horizontes y del enriquecimiento de conocimientos humanos que resultan de ese ejercicio.

Con un gran aplauso se recibieron las sabias palabras de don Silvio que antecedieron al mensaje político del secretario de Gobernación y que dio las ocho columnas de los periódicos: Fracasará todo intento de desunir al País”.

En su alocución señaló que en un ambiente de confrontación internacional propiciado por el forcejeo de los poderosos se quiere causar la desunión de los mexicanos, pero este intento fracasará porque la fuerza de las instituciones nacionales no se discute cuando el pueblo las sostiene y les da continuidad.

Las crisis, agregó, son momentos de prueba y no podemos ni debemos permitir que lo transitorio se convierta en permanente. Frente al egoísmo social de unos cuantos se impone la solidaridad de las grandes mayorías pues la verdadera fuerza de México en todos los tiempos reside en esta actitud solidaria.

El mensaje de naturaleza política en el que nadie advirtió lo que vendría días después, el 1o de septiembre, ocultó algo que se le agradecía al señor secretario de Gobernación: él fue un apoyo constante en los esfuerzos para la organización de archivos en los estados y en los municipios. Como seguramente comentará la Dra. Stella González Cicero, el Prof. Olivares Santana llamaba personalmente a los gobernadores para que recibieran a la joven Dra. y le brindaran el apoyo que solicitara como parte de los trabajos del AGN por todo el país. Algunas semanas después, al inaugurar la Reunión Nacional de Archivos en el Centro Vacacional del IMSS, La Trinidad, en el municipio de Santa Cruz, Tlaxcala, leyó un extenso discurso acerca de la importancia de los archivos en México.

La ceremonia concluyó con la declaratoria del presidente: “Por decisión del Gobierno de la República, en este edificio donde estuvo la penitenciaría de Lecumberri hoy se guarda, conserva y divulga la memoria histórica de la Nación Mexicana”.

Con un ánimo festivo, el presidente, el secretario de Gobernación y la Dra. Moreno Toscano recorrieron una por una las siete galerías, en las que habíamos realizado una selección de documentos importantes y llamativos para tan importantes invitados: en la 1, los documentos del Departamento del Trabajo, en la 2, de la administración pública del siglo XX, en la 3, papeles de la Presidencia de la República, en la 4, documentación del periodo novohispano, en la 5, en la que yo trabajaba entonces, expedientes del siglo XIX, en la 6, documentación de la Real Hacienda y de la Hacienda Pública del siglo XIX y en la 7, los archivos incorporados.

No hay que olvidar que la Dra. Moreno Toscano impulsó la incorporación de valiosísimos archivos al patrimonio nacional, el de Carlos Chávez, papeles de Genovevo de la O, los del Cuartel de Emiliano Zapata, el archivo de don Gonzalo Robles, la valiosa colección reunida por don Felipe Teixidor, entre muchos otros.

La prensa difundió una fotografía en la que una muy nerviosa Celia Medina ofrece una explicación al presidente, al Prof. Olivares Santana, al secretario de Educación Pública, Fernando Solana y al senador Joaquín Gamboa Pascoe. En el caso de la galería 5, Enrique me dio la receta contra el nerviosismo que imponía la presencia del presidente “antes de hablar hay que respirar profundamente tres veces”.

No terminaría ahí la atención del presidente al gran cambio y a la gran promesa que la ceremonia inspiraba, pues todavía entregó simbólicamente al AGN el monumental Archivo Fotográfico de los Hermanos Mayo (millones de negativos) y canceló una estampilla postal conmemorativa de la Inauguración del AGN en Lecumberri, cuyo diseño con un fondo verde, deja ver la Estrella de Siete Brazos.

Así llamó Hugo Hiriart a un espléndido escrito que también se repartió en una edición muy cuidada que diseñó Guita Schief fer con fotografías de Agustín Estrada y que la propia Guita aprovechó para hacer un hermoso documental que con el uso de diapositivas, una cinta sonora y la voz de un locutor con una dicción impecable le permitiría por años a miles de personas asomarse en el auditorio al Archivo y a Lecumberri.

Las palabras de Hugo Hiriart, como de costumbre, con erudición y elegancia, despiertan asociaciones muy finas de registros históricos y de raíces profundas en las mentalidades y, no menos, en el lenguaje.

Hiriart hablaba de la arquitectura de las postrimerías del porfiriato, del Panóptico de Bentham, de los oradores el día de la inauguración frente al presidente Porfirio Díaz, el 29 de septiembre de 1900, de los primeros cinco presos de Lecumberri, Rafael Buendía, Cenobio Godoy, el Barba Azul del Pueblo de Mixquic, Manuel Zúñiga, Pedro Sánchez y Antonio Andino.

El día de la inauguración de Lecumberri, recuerda Hiriart, uno de los oradores declaró proféticamente: “Señor Presidente, aquí todo va a ser silencio, quietud, casi muerte. Al poblarse estos recintos se advertirá apenas que albergan seres vivientes; al perderse al eco de vuestros pasos, comenzará el reinado del silencio y la soledad”. Descripción casi perfecta de lo que fue aquella penitenciaría; en los 76 años de su existencia no alcanzó nunca ni de lejos los ideales que presidieron su construcción y se fue hundiendo cada vez más en todo lo que pretendía evitar. En sus últimos años inspiraba horror (a don Sergio García Ramírez, que asistió a la Ceremonia en su calidad de secretario del Trabajo y Previsión Social, le tocó cerrar la puerta y apagar la luz de la penitenciaría en 1976 y a Edmundo O’Gorman, a Eduardo Blanquel, a Jorge Alberto Manrique, a Flavio Salamanca y a Jorge L. Medellín, la defensa del edificio, evitando la bárbara e inopinada idea de demolerlo).

Ahora bien, continuaba Hugo Hiriart, “la tarea de transformar 26 420 metros cuadrados de superficie construida destinada a la soledad y al silencio de los reclusos en un luminoso espacio cultural, abierto a todos, se llevó tiempo e ingenio. Había que actuar con previsión, ir delante de lo que va a suscitarse. Dotar, por fin, al Archivo de un espacio adecuado y perdurable.

La Metamorfosis de Lecumberri, terminaba, tardará en consumarse completamente, pero ya va mostrando sus rasgos esenciales. Se ha dicho que antes, en el presidio panóptico, el Estado miraba y vigilaba a los ciudadanos, y ahora, en una inversión completa, serán los ciudadanos quienes, a través de los documentos del archivo, vean y juzguen al Estado. Pocas metáforas arquitectónicas más significativas y felices”.

En la remodelación de Lecumberri, las antiguas celdas, con alma de acero, quedaron listas como acervos con la estantería donde se colocaron los volúmenes encuadernados del antiguo Acervo Central y las miles y miles de cajas de traslado, no sin antes hacer un pormenorizado registro fotográfico del arte mural de la desesperación. El registro en las paredes de cada celda del tiempo, de los sueños, las pesadillas, el deseo y, sobre todas las cosas la libertad negada. Pero esos inquietantes registros eran también el capítulo oscuro, aunque reiterado de cierto espíritu artístico. Por ello, como parte de la ceremonia inaugural de aquel 27 de agosto, fue abierta una extraordinaria exposición de los artistas más conspicuos que estuvieron presos y la Dra. Moreno Toscano acompañó al presidente a un recorrido para ver, especialmente, el biombo para la escenografía de la obra de teatro que pintó Siqueiros en Lecum berri, Licenciado no te apures, y el mural de Manuel Rodríguez Lozano, La piedad en el desierto.

57 obras de Siqueiros, 42 documentos, seis obras de Rodríguez Lozano y con un guiño muy elocuente la muestra incluyó tres grabados magistrales de Alberto Durero, La huida a Egipto, El nacimiento de la Virgen y San Jerónimo en su celda, así como una obra de Güido Reni, El Señor puesto en la tumba. Recuérdese que esas xilografías de Durero y el aguafuerte de Reni, llevaron a Rodríguez Lozano preso, acusado de habérselos volado de la Colección de la Escuela Nacional de Artes Plásticas. “Un delito metafísico” en palabras del artista. El catálogo de la exposición tiene una erudita y extensa presentación de la recordada Raquel Tibol.

* * *

La Ceremonia de hace 42 años tuvo muchísimos invitados presentes y también la asistencia de mucha gente relevante para el archivo y para la propia Dra. Moreno Toscano. Porque qué duda cabe que su sensibilidad, su manera de aproximarse a la comprensión de las cosas, su vasta cultura y su amplio conocimiento histórico tienen en Salvador Toscano y en Manuel Moreno Sánchez dos inspiraciones profundas y un amplio caudal de enseñanzas. Y la curiosa conjunción del tiempo, un eco literario presente en la ceremonia de 1982, pues no hay que olvidar que Rosario la de Acuña, mito romántico fue escrito y publicado por doña Carmen Toscano, alrededor de la novela en la que el político y escritor José López Portillo relataba la vida del poeta romántico Manuel M. Flores.

Otra presencia significativa: don Jesús Reyes Heroles. Fue él quien nombró a la Dra. Alejandra Moreno Toscano al frente del AGN, de tal suerte que a nadie escapaba la importancia del primer secretario de Gobernación de ese sexenio en el proyecto del Archivo y su articulación con una visión muy amplia y enriquecedora de la vida política mexicana.

Recuerdo las indicaciones que recibí de don Jesús Reyes Heroles, ha escrito la Dra. Moreno Toscano: “por ningún motivo suspenderá la consulta al público. Los especialistas que consultan documentos no pueden interrumpir sus investigaciones, el ramo de Tierras es un archivo vivo y los representantes de comu ni da des indígenas o los ejidatarios que lo consultan vienen de muy lejos como para encontrar que está cerrado. La remodelación de Lecumberri se hará conforme a lo programado, el traslado se hará cuando se instale la LI Legislatura del Congreso de la Unión en San Lázaro” (El Palacio Legislativo fue inaugurado justo un año antes, en septiembre de 1981).

El AGN por primera vez reunió en Lecumberri documentación que estaba dispersa en Palacio Nacional, en Tacuba 8, en la Casa Amarilla en Tacubaya y en la Ciudadela. Más aún, en el contexto de la reforma política, Reyes Heroles aclaró “el Archivo será de la Nación si guarda papeles de todas las corrientes políticas pues una sociedad es lo que recuerda”.

Esa mañana de hace 42 años permitía también, no sin asombro y admiración, aquilatar la inmensa contribución de la Dra. Moreno Toscano en la protección del patrimonio documental de México. El resumen de esos seis años tan fructíferos. Desde el Puente, primero en Tacuba 8 y luego en Lecumberri, la Dra. Moreno Toscano no dejó ningún capítulo relevante sin atender, ninguno, con iniciativas inteligentes, innovadoras y, sobre todo, fundamentales para el posterior desarrollo de la archivística mexicana.

Resulta muy significativo que Revillagigedo Segundo, desde el mirador del magnífico retrato que cuelga en una de las paredes de las salas de la Dirección General del AGN, vea día y noche, vea siempre, como una metáfora perdurable, el alto y hermoso librero que guarda las colecciones de publicaciones de la época de la Dra. Moreno Toscano, en las que Margarita (Magui) Sepúlveda, Cristina Urrutia y Alfredo de la Rosa Olguín tuvieron tanto que ver. Fue una efervescencia editorial, cientos de publicaciones, con un sentido práctico en algunos casos, y con gran elegancia y un diseño muy logrado en otros. Las series de Publicaciones fueron:

  1. 1. Guías y Catálogos
  2. 2. Información de Archivos
  3. 3. Información Gráfica
  4. 4. Catálogo de Ilustraciones
  5. 5. Memoria y Olvido
  6. 6. Ediciones especiales
  7. 7. Folletos técnicos
  8. 8. Tercera Serie del Boletín
  9. 9. Fuentes para la Historia de México en el Extranjero y algo fuera de este Mundo
  10. 10. El Códice Florentino

Al acercarse para revisar con detalle cada una de esas series uno encuentra las claves, las señales de una perspectiva de largo plazo, los cimientos de una política nacional de archivos con implicaciones duraderas.

Empecemos por las Guías y los Catálogos. Todavía fui testigo de que algunos de los compañeros que venían de antaño, pienso en Gilberto Martínez Bribiesca, hombre muy simpático, guardaban en un cajón los instrumentos de consulta de los ramos que custodiaban. Eran prácticamente suyos, y los investigadores tenían que hacer antesala y persuadir a Gilberto para que los ayudara a consultar, por ejemplo, el Archivo de Guerra. La serie Guías y Catálogos modificó por completo esa antigua práctica al publicar y difundir 138 volúmenes de instrumentos de consulta, se dice rápido. Fueron un éxito, se agotaban rápidamente.

La serie Información de Archivos es de la mayor relevancia porque documenta una vasta e ininterrumpida tarea en los archivos de todo el país.

En primer lugar, como inmejorable ejemplo, las Memorias del Seminario Nacional sobre Correspondencia y Archivos Administrativos e Históricos en la Administración Estatal y Mu nicipal, seminario que se transformaría en las Reuniones Nacionales de Archivos y que tuvieron lugar en Puebla, Ixtapan de la Sal (reunión en la que participó Héctor Moreno Toscano) Real del Monte, Guanajuato, La Paz, Baja California y, finalmente, la Trinidad, en Tlaxcala.

La ponencia de la Dra. Moreno Toscano, en una reunión decisiva para el futuro de la conservación del patrimonio histórico de la Nación, es en rigor un plan completo y muy ambicioso para el cambio en los archivos mexicanos que todavía hoy en día, tras cuatro décadas, tiene enseñanzas y tareas por cumplir.

Las primeras líneas de la directora del AGN, en apariencia sencillas, dan cuenta del sentido profundo de sus palabras:

Si pudiéramos resumir en una frase los objetivos de esta reunión, esta sería: empezar a organizarnos para trabajar. Estamos conscientes de la enormidad de la tarea que tenemos delante y de la limitación de recursos humanos y materiales de que disponemos para llevarla a cabo. Nos encontramos entonces, frente a la necesidad de aprovechar al máximo los recursos que tenemos, organizarlos de manera eficiente y asegurar que esa organización de un fruto a mediano y largo plazo. Es decir, lo que necesitamos es establecer sistemas de coordinación y apoyo mutuo para desarrollar los archivos, tanto los administrativos como los históricos. Debemos sentar ciertas bases para que el desarrollo de los archivos no se interrumpa, para que se acumule el esfuerzo de generaciones.

Las consecuencias que esto tiene para el avance científico del país en general y para el avance de la información histórica en su conjunto y para el conocimiento de nuestro pasado como una realidad más cercana a las localidades, son enormes.

En ese plan la Dra. delineó muchas acciones, habló del Registro Nacional de Archivos -que más adelante encabezaría la Dra. Stella González Cicero- habló de no fomentar la centralización, sino por el contrario, propiciar el trabajo desde los estados y los municipios, destacó la importancia de la capacitación de personal. También anticipó una nueva era para el Consejo Técnico Consultivo de Unidades de Correspondencia y Archivo del Gobierno Federal, el célebre COTECUCA.

Es decir, en esa ponencia, magistralmente, la Dra. Moreno Toscano dibujó con precisión lo que sería propiamente el Sistema Nacional de Archivos.

La capacitación, por ejemplo, se dio en muchos niveles desde lo básico, en municipios, parroquias y oficinas de gobierno, hasta la participación de personal del AGN en el Stage Technique des Archives, creado por Charles Braibant en 1951, al que asistieron en una primera etapa Stella González Cicero, Enrique Arriola Woog, la muy recordada Leonor Ortiz Monasterio, Ángeles Suárez del Solar y Amanda Rosales. Quien los recibía era el propio Jean Favier.

La serie Información de Archivos también contempla temas técnicos, difusión de clásicos de la literatura archivística y, algo muy importante, el vínculo con los historiadores.

Cito algunos títulos: Proyecto para el registro y organización de los archivos eclesiásticos, Principios Archivísticos de Ordenación, el famoso Schellenberg, Planificación de las Infraestructuras nacionales de documentos, bibliotecas y archivos, esbozo de una política general, el famoso Bruno Delmas, Introducción a la Paleografía, Memoria del I seminario sobre conservación de documentos, libros y materiales gráficos, Lineamientos generales para el archivo de la contabilidad gubernamental. Aquí surgen ciertos nombres, Jaime Orozco Barbosa, José Antonio Ramírez Deleón, Leopoldo Sarmiento, Israel Cavazos Garza, José Orozco Tenorio, Baudelio Sosa, Leonardo González, Carmen Castañeda, Cristina Sánchez de Bonfil, quien presentó las coordenadas y los procedimientos de registro para documentos gráficos, es decir, describió con detalle las características y el alcance del proyecto que daría lugar al portentoso Catálogo de Ilustraciones. Claudia y Valeria Florescano deben recordar su participación en el proyecto. El catálogo consta de 14 volúmenes, los diez primeros contienen la ficha y la fotografía de todos los documentos gráficos manuscritos y se presentan en el orden que se fueron localizando y catalogando. El volumen 11 contiene los índices. Los volúmenes 12 y 13 las tesis universitarias impresas de la Real y Pontificia Universidad. El volumen 14 está dedicado a grabados coloniales, documentos que amplían el conocimiento sobre grabadores e imprentas novohispanos. En la presentación del cuarto volumen hay un escrito memorable del Dr. Arturo Warman:

Los grandes archivos nacionales son casi siempre edificios imponentes en los que se respira historia en todos los rincones […]. El Archivo General de la Nación tiene también algo de esa atmósfera. Los historiadores son sus habitantes permanentes, pero su dominio no es absoluto; frecuentemente se ven en el archivo a campesinos de todo el país. Siempre llegan en grupos, con la misma actitud con que entran a la iglesia. Vienen a buscar los viejos papeles de su pueblo, a buscar la prueba de su posesión histórica para reclamar o defender su tierra.

El Catálogo de Ilustraciones, para ponerlo en perspectiva, es el resultado de la revisión, foja por foja, de 30 000 volúmenes del antiguo Acervo Central del AGN.

El número 19 de esa serie, Historia Regional y Archivos, incluye La Sopa de Archivos. Maná de Historiadores de don Luis González y González:

Escuchemos a don Luis:

Quizá el nombre de presidente archivista no sea el más sonoro de los epítetos atribuibles a don José López Portillo, pero sí uno de los más acertados y sin duda el que mejor manifiesta la gratitud de los historiadores […] Hasta ayer, o para ponerle fecha, hasta el decreto presidencial sobre archivos del 14 de julio de 1980, o quizá hasta 1977 cuando Alejandra Moreno Toscano asume la dirección del Archivo General, los autores de historias de la vida mexicana prefirieron documentarse en bibliotecas y no en archivos, por la simple y sencilla razón del acceso relativamente fácil a los depósitos de obras impresas y la dificultad de poder cosechar algo en los breñales donde se guardaban los manuscritos. Pese a que las bibliotecas no se distinguían ni por su número, ni por su abundancia, ni por su orden, eran preferibles a los hacinamientos caóticos de papeles, polvo, cucarachas, ratones y basura. Los profesionales de la historia se resistían a entrar en competencia con coheteros, ratas, saqueadores, polilla, fabricantes de cartón y demás usuarios de archivos en vil abandono. Ni siquiera el máximo o nacional era totalmente accesible, menos aun lo era la documentación de provincia y, menos todavía la municipal.

En el régimen de López Portillo y de Moreno Toscano, concluye don Luis, la eficiencia de la red de archivos de apoyo para la investigación histórica comienza a ser realidad.

Por lo que respecta a la colección de Información Gráfica, despertó un gran interés por difundir la riqueza contenida en la documentación: por citar algunos ejemplos, Antiguas Representaciones del maíz (Guillermo Bonfil, es decir, una coedición con el Museo de Culturas Populares), Elementos tipográficos del siglo XVIII, Orlas, cenefas y motivos prehispánicos (Sonia Lombardo), y Grabados ornamentales del siglo XVIII.

Esta serie no sólo era un recurso de divulgación, sino que nutrió, gracias a Alfredo de la Rosa, las propias publicaciones del AGN, así como la difusión de las actividades en los archivos mexicanos. Pero esa serie de información gráfica tenía un sustento, una aportación central del AGN de la Dra. Moreno Toscano, El Centro de Información Gráfica (CIG). El Dr. Aurelio de los Reyes, autoridad en materia de acervos fotográficos, me contó que fue autorizado a consultar los acervos en la Casa Amarilla, era un desorden y las numerosas fotografías históricas debían conservarse de otra manera. El CIG fue pionero en el manejo de las colecciones fotográficas en México y el equipo que trabajó ahí era muy competente: Manuel Díaz, Mirta Rosowski, Victoria San Vicente y, de ahí salió uno de nuestros grandes expertos en fotografía: Alfonso (Poncho) Morales. La incorporación del Archivo de los Hermanos Mayo fue un detonador de lo que ocurriría a partir de entonces en todo el país: el rescate de numerosos acervos fotográficos, el desarrollo de políticas de conservación, la creación del Centro de la Imagen, el establecimiento de un Sistema Nacional de Fototecas. Una colección en la que participó el CIG fue Memoria y Olvido, en colaboración con la Dirección de Publicaciones y Bibliotecas de la Secretaría de Educación Pública, y editados por Martín Casillas, en el que colaboraron Poncho Morales, Miguel Poot y Leticia Medina: Los Recursos de la Nostalgia (Alfonso Morales), El Cine Mudo Mexicano (Gustavo García), El Último Guajolote (Elena Poniatowska) y Celia Montalván (te brindas, voluptuosa e impudente) (Carlos Monsiváis) son algunos de los títulos de esa maravillosa serie.

Respecto al Códice Florentino, la propia Dra. Moreno Toscano ha escrito lo siguiente: “Don Jesús me comentó: ‘para que el trabajo que han hecho adquiera su verdadero significado publicaremos un libro fundacional. Irá usted a Florencia a concretar la edición facsimilar del Códice Florentino que hará la Biblioteca Medicea Laurenziana’”. Con emoción recuerda la Dra. tener frente a sí el Sahagún: “mirar las láminas del Florentino, la textura creada por el paso del tiempo sobre un papel desigualmente afectado por la tinta mineral y los colores vegetales me conmovió profundamente”.

Al regreso de Florencia, recuerda la Dra. Moreno Toscano, surgió la idea de pedir a un grupo de historiadores y escritores responder a la pregunta: Historia ¿para qué? como una forma de agradecer el trabajo realizado por los jóvenes que colaboraban en el Archivo General de la Nación. En la cafetería de El Colegio de México entre Luis González, Rafael Segovia y Rodolfo Stavenhagen la Dra. completó la lista de quienes se reunirían poco después, a manera de seminario, en Baja California, en la escuela-hotel del IMSS frente a la playa de Pichilingue -entonces poco concurrida: Carlos Pereyra, Luis Villoro, Luis González, José Joaquín Blanco, Enrique Florescano, Arnaldo Córdova, Héctor Aguilar Camín, Carlos Monsiváis, Adolfo Gilly y Guillermo Bonfil Batalla.

El encuentro, recuerda la Dra., fue serio pero divertido y todos entregaron sus cuartillas a tiempo. Y en esos días renuncia Reyes Heroles a la Secretaría de Gobernación: “Usted siga haciendo su trabajo hasta que lo acabe, fue su última instrucción, y no use la palabra inauguración porque sería mucho presumir. Revillagigedo encontró papeles más antiguos que poner en orden cuando estableció el Archivo General en 1790”.

Es indispensable escuchar algunas líneas de la advertencia de la Dra. en ese libro tan importante que fue publicado por el Archivo como una edición especial, y por la editorial Siglo XXI que lo puso a circular en librerías con enorme éxito.

Enfrentados a la tarea de ordenar toneladas de documentos, organizarlos, clasificarlos y limpiarlos -literalmente- del polvo de los tiempos, quienes colaboraron entre 1977 y 1980 con el Archivo General de la Nación conocieron el entusiasmo, la rutina y algunas veces la franca desesperanza. En muchas ocasiones se planteó la duda ¿y para qué va a servir todo esto? Esa y otras preguntas semejantes no solo cuestionaban la función y el papel de los archivos, planteaban también problemas acerca del sentido y la función de la historia.

La serie de folletos técnicos tuvo un valor enorme en la divulgación de una nueva manera de entender el trabajo en los archivos. Se publicaron temas prioritarios como Ordenamiento de archivos: principio de procedencia, La Secretaría de Cámara del Virreinato en México, de Linda Arnold, Catalogación de mapas y planos históricos, entre otros. Estos folletos pueden encontrarse en la Biblioteca del Archivo, en esas épocas a cargo de don Cecilio Xolalpa.

La tercera serie del Boletín también realizó una notable contribución, no sólo por la continuidad con las dos primeras y prestigiadas series y por los temas y problemas que abordó. Contó con un consejo consultivo de lujo: Edmundo O’Gorman (Academia de la Historia) Ernesto de la Torre Villar (Biblioteca Nacional) Luis Reyes García y Teresa Rojas Rabiela (Centro de Investigaciones Superiores del INAH) Roberto Moreno de los Arcos (Colegio de Historia, FFyL, UNAM) Daniel Ulloa y Virginia González Claverán (El Colegio de México) Juan Luis Mutiozabal (Centro de Estudios de Historia de México, Condumex) Nicole Giron y Enrique Florescano (Dirección de Estudios Históricos del INAH), Beatriz Ruiz Gaytán y Teresa Franco (Escuela de Historia, Universidad Iberoamericana) Carlos Bosch García (Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM)

Por su parte, Georges Faulkes se encargó de un proyecto muy importante, las Fuentes para la Historia de México en el Extranjero, recuerdo el volumen dedicado a Estados Unidos y el correspondiente a las Islas Británicas.

* * *

Yo no conocí el AGN en Palacio Nacional, pero he visitado los espacios que ocupó antaño. Emociona el arco en piedra con el nombre del AGN desde el Jardín de la Emperatriz, y se conservan los libreros que mandó construir Benito Coquet cuando fue secretario de la Presidencia, en el sexenio del presidente Ruiz Cortines. Por añadidura he conversado por décadas, muchas horas, con don Roberto Beristáin, quien con su memoria prodigiosa recuerda infinidad de anécdotas. En cambio, conocí muy bien el AGN en Tacuba 8, lugar que en mi glosario personal es sinónimo de felicidad. He contado mil veces que llegué al Archivo a una visita de 50 minutos de la mano de mi maestro el Dr. Hira de Gortari, aquí presente, y me quedé 15 años. Ana Laura Delgado ayudó a que me contratara el Archivo. Soy testigo de la energía que despertó el proyecto de la Dra. Moreno Toscano. En el primer piso, cada mañana al llegar a trabajar pasaba por el salón donde Masae Sugawara y su equipo desentrañaban los legajos novohispanos; por el pasillo donde altas columnas de legajos de Hacienda Pública esperaban su turno, hasta llegar al amplísimo salón con ventanas que permitían ver el Palacio de Minería donde mis compañeros, Enrique Ampudia, Eutiquio Franco, José Luis Godínez, Roberto Ramírez Rodas, Juan Florián Vázquez, Guillermo Rosales, Alejandro Gómez Pérez y yo desatábamos los nudos reales e imaginarios de los legajos del siglo XIX. Algunos con un cartón muy preciso: Gobernación o Revoltosos Magonistas, otros con el cartón más misterioso de todos: Indiferente General.

He dicho en otra ocasión, en palabras dedicadas al gran maestro Juan Pascoe, que la primera tarea que me asignaron cambió mi vida, fue abrir e identificar una caja con imágenes y papeles de la antigua oficina de Propiedad Artística y Literaria.

Esa tarea se repetía día tras día por numerosos jóvenes en las distintas áreas donde se identificaron, creo recordar la cifra, 900 metros cúbicos de papeles que no se habían revisado por siglos. Aunque Tacuba 8 fue una estación intermedia entre 1973 y 1982, entre Palacio Nacional y Lecumberri, el majestuoso edificio del arquitecto italiano Silvio Contri, fue verdaderamente importante para las tareas que en esos años se desarrollaron en la institución, un lugar propicio para el descubrimiento cotidiano de las maravillas documentales custodiadas por el AGN, un marco insuperable por la belleza arquitectónica del Palacio de Comunicaciones.

Tomen en cuenta que a la par de identificar acervos, el Archivo tenía que preparar meticulosamente el traslado a Lecumberri, donde llegamos por muchas noches en grandes camiones de Mudanzas Gou. Esa emoción permanente en el trabajo cotidiano fue una inspiración de la Dra. Moreno Toscano, quien tuvo también la gran sensibilidad para realizar una de sus mayores contribuciones: crear una verdadera cultura de la conversación cuyo tema central era el patrimonio documental de México. Durante los años que fue directora, era constante el intercambio personal de información con investigadores, con otros archivistas. Era un ancho camino con dos carriles: proteger el patrimonio documental y fomentar la investigación histórica. Cualquier mañana podía yo encontrar a Susan Fredston H., Linda Arnold, Aurelio de los Reyes, Elías Trabulse, Serge Gruzinski, Paul Vanderwood, entre muchísimos más, y la conversación nutría a ambas partes. Se trataba de una de las variantes de ese apoyo mutuo del que habló la Dra. en 1977. Podía uno conversar con Cándido o con Julio Mayo, con quien hice gran amistad y comíamos de tarde en tarde en el Casino Español.

Para terminar, entre las publicaciones especiales dos son magníficas, memorables, y las guardo como un tesoro: El Panóptico de Bentham -esa utopía arquitectónica- y la Guía General de los Fondos que contiene el Archivo General de la Nación.

Al abrir este volumen puede uno leer: Esta Guía ha sido preparada como introducción indispensable a la consulta de do cu men tos en el Archivo General de la Nación. Proporciona a los investigadores indicaciones generales acerca de cada uno de los fondos documentales y de los instrumentos de consulta específicos que se encuentran a su disposición en las salas de consulta”.

Al final del volumen un anuncio: Esta Guía General de los Fondos que constituyen el AGN se publica con motivo del traslado del AGN al antiguo penal de Lecumberri y aparece el listado de quienes colaboraron en ese esfuerzo -desde luego, me enorgullece estar en esa lista. Al añadir otros nombres, uno tiene a buena parte del equipo que acompañó a la Dra. Alejandra Moreno Toscano como directora del AGN en esos años luminosos y en aquella mañana inolvidable.

La última instrucción que recibí de la Dra., justo antes de cerrar su ciclo al frente de la Dirección General, fue recuperar la importantísima Biblioteca de Comunicaciones, depositada en una nave en la azotea de Tacuba 8, que estaba en tránsito para convertirse en el Museo Nacional de Arte. Fuimos Roberto Beristáin y yo por ese riquísimo acervo.

Como se ve, todo ocurrió un solo día, el 27 de agosto de 1982, un día como hoy, hace exactamente 42 años.

Gracias Dra. Moreno Toscano, infinitas gracias Querida Alejandra.

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Notes
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1 * Palabras de Juan Manuel Herrera en el Homenaje a la Dra. Alejandra Moreno Toscano, Ciudad de México, El Colegio de México, martes 27 de agosto de 2024. En primer lugar quiero agradecer esta afortunada iniciativa de El Colegio de México, de su presidenta, la Dra. Silvia Giorguli, al Centro de Estudios Históricos, al Dr. Carlos Marichal, a quien extrañamos el día de hoy y a quien envío un cariñoso saludo, a la Dra. Aurora Gómez Galvarriato, al Dr. Pablo Yankelevich y al Dr. Javier Garciadiego. Saludo y agradezco la presencia del antropólogo Diego Prieto, director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
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