Servicios
Servicios
Buscar
Idiomas
P. Completa
Frente Nacional: un anti-liberalismo clásico en nombre de la libertad.
Guillermo Fernández Vázquez
Guillermo Fernández Vázquez
Frente Nacional: un anti-liberalismo clásico en nombre de la libertad.
National Front: Classic Anti-Liberalism in The Name of Freedom
deSignis, vol. 31, pp. 111-126, 2019
Federación Latinoamericana de Semiótica
resúmenes
secciones
referencias
imágenes

Resumen: Este artículo analiza las transformaciones discursivas en el seno del principal partido de la extrema derecha francesa: el Frente Nacional. En concreto, se pretende mostrar cómo desde un anti-liberalismo de tipo clásico el FN estructura su discurso en torno a la reivindicación de la libertad. Nuestro objetivo es evidenciar cómo a partir de una posición cuyo fin es resustancializar la política en términos de pertenencia comunitaria, el FN enmarca su lucha en un combate por la libertad y en contra del totalitarismo con acentos liberales e ilustrados. Nuestra hipótesis de fondo sostiene que uno de los vectores de la estrategia de desdiabolización emprendida por el FN de Marine Le Pen pasa por recuperar y resignificar conceptos asociados a la revoluciones liberal y democrática, así como a la tradición humanista. Este trabajo analítico toma como base el conjunto de textos (símbolos, imágenes, discursos) que la formación ultraderechista produjo durante la campaña para las elecciones presidenciales de 2017.

Palabras clave:libertadlibertad,comunidadcomunidad,discursodiscurso,Marine Le PenMarine Le Pen,marco comunicativomarco comunicativo.

Abstract: n this article I analyze the rhetorical changes implemented by the most important far-right party in France: the National Front (Le Front National). Specifically, I show how the FN combines classically anti-liberal views with a discourse that vindicates the value of freedom. My aim is to demonstrate how the National Front structures politics around community belonging, while framing its goals as a fight for freedom and against of totalitarianism. Our main hypothesis contends that one of the main axes of Marine Le Pen’s strategy to make the FN more acceptable involves recovering and giving a new meaning to the liberal and democratic revolutions, as well as to the humanist tradition. This analytical paper relies on material (symbols, images, speeches) that the National Front produced during the 2017 Presidential Election campaign.

Keywords: freedom, community, discourse, Marine Le Pen, communicational frame.

Carátula del artículo

I. ESCENARIOS

Frente Nacional: un anti-liberalismo clásico en nombre de la libertad.

National Front: Classic Anti-Liberalism in The Name of Freedom

Guillermo Fernández Vázquez
Universidad Complutense de Madrid, España
deSignis, vol. 31, pp. 111-126, 2019
Federación Latinoamericana de Semiótica

Recepción: 30 Octubre 2019

Aprobación: 11 Noviembre 2019

1. EL ABISMO COMO SITUACION DE PARTIDA

El discurso político del Frente Nacional está fuertemente marcado por el mito. Desde el comienzo de su existencia partidista en 1972 (Igounet, 2014), la formación ultraderechista organiza la Historia de Francia de acuerdo a un mito que consta de tres etapas fundamentales: la época dorada (l’âge d’or), la caída (le déclin) y la recuperación (le redressement). Con ello, el Frente Nacional recoge un motivo clásico que la extrema derecha francesa desarrolla a partir de la derrota en la guerra franco-prusiana de 1871 (Sternhell, 2013; Giocanti, 2010). Según este relato clásico, la “Francia eterna” (dotada de una identidad espiritual) habría conocido en algún momento histórico (que nunca se especifica, pero que en todo caso se deja entrever como lejano) una edad dorada, un período de plenitud, de desarrollo de sus capacidades y de plena potencialidad. Sin embargo, este período de armonía identitaria se quiebra. Entonces comienza la decadencia, definida por Marine Le Pen como un momento de “declive inexorable, de pérdida de influencia, de degradación, de descenso a los infiernos” (Marine Le Pen, Discurso de Burdeos, 22 de enero de 2012); es decir, como un período de desnaturalización en el que Francia deja de ser ella misma, comprometiendo con ello su propia continuidad. O, dicho de un modo aún más expresivo:

“La decadencia es esa forma miserable de inercia y decrepitud que cada uno siente cuando piensa en nuestro país (…) Ese terrible sentimiento de que nada puede extraerse de este largo y doloroso camino hacia la destrucción. La idea de que, en adelante, el fin de Francia es más probable que su recuperación” (Marine Le Pen, Discurso de Burdeos, 22 de enero de 2012)

Esta situación de degradación requiere de la intervención de un “sujeto providencial” que reconcilie la “esencia” de Francia con su “existencia” actual. La recuperación (le redressement) consiste precisamente en un retorno a las esencias que recompone la relación entre el pueblo y la nación uniéndolos en comunión. Lo llamativo es que, como veremos a lo largo de este artículo, con la llegada de la nueva dirección al partido la recuperación se expresa como un acto de libertad a través del cual la nación recupera su soberanía, su seguridad, su independencia y la proximidad con sus raíces. Marine Le Pen, en cuanto líder de la formación nacionalista y heredera de un legado familiar de lucha, es la persona elegida para conducir este proceso histórico. Ella encarna el rol del personaje trascendental que el relato frontista exige:

“En realidad nada me predestinaba a estar aquí hoy delante de vosotros, elegida para tomar las riendas de la gran batalla por la recuperación de nuestro país” (Marine Le Pen, Discurso de París, 19 de noviembre de 2011)

De acuerdo con esta organización mitificada de la Historia, el Frente Nacional describe el presente como un período de acentuada decadencia. De hecho, durante la campaña para las elecciones presidenciales de 2017, Marine Le Pen comenzó todos sus mítines describiendo la coyuntura actual como “excepcionalmente grave”. La pendiente de la decadencia habría avanzado tanto que los franceses estarían próximos a un puno de no-retorno, para cuya descripción la líder del FN siempre se vale de la imagen de una “encrucijada” (croisée des chemins). Los ciudadanos franceses se encuentran ante una bifurcación y tienen que tomar una decisión que es trascendente, pues de ella depende la supervivencia de la nación. Uno de los caminos conduce a la desaparición; el otro a la recuperación. Por eso la derecha radical no duda en cargar las tintas sobre la importancia (la excepcionalidad) del momento histórico, presentando los comicios como una “elección de civilización”:

“En estos comicios se pone en juego una elección de civilización: de un lado la supervivencia de Francia y, del otro lado, su desaparición en un magma post-nacional. de un lado nosotros, del otro el deslizamiento sin fin sobre la pendiente de la decadencia y el declive” (Marine Le Pen, Discurso de Burdeos, 2 de abril de 2017)

Francia se encuentra al borde un abismo, a punto de resbalar y desmoronarse. No debe extrañar entonces que el primer vídeo de campaña del Frente Nacional para las elecciones presidenciales de 2017 se inicie con una imagen de Marine Le Pen al borde de un acantilado. Esa es la situación en la que se encuentra Francia y ese es el lugar de donde tiene que ser rescatada.




Imagen tomada del primer spot de campaña. Ver enlace: https://www.youtube.com/watch?v=FYWnuQc5mYA

2. LA NACION COMO ENTIDAD SUSTANCIAL

Este enmarcado de la situación nos permite entender que la nación que evoca el Frente Nacional está muy lejos del carácter contingente y ontológicamente débil que les da Benedict Anderson (1991). La nación de la que habla Marine Le Pen no es una “comunidad imaginada”, ni el resultado de una creencia compartida. No es, en suma, una proyección performativa ni un “modo de imaginarse juntos” (Anderson 1991). La ultraderecha francesa entiende la nación metafísicamente: como algo sustancial y entitativo (Winock, 1982). La nación no es accidente, sino esencia. Tiene que ver con la tierra1, la sangre y el mito (Eltchaninoff, 2017). En consecuencia, presenta rasgos perdurables, predefinidos y diferenciados2 (Hobsbawn, 1990). Al modo de la sustancia aristotélica, la nación imprime un modo de ser y una identidad en los individuos. De este modo troquela a los ciudadanos pertenecientes a una nación, reuniéndolos y poniendo coto a la inmensa diversidad de las diferencias. Los hace solidarios de una misma especie, ejemplares de una misma esencia.

No debe extrañarnos entonces que desde esta aproximación metafísica se compare a las naciones con organismos vivientes. Las naciones tienen una naturaleza propia y un modo de funcionamiento singular. Como si de especies animales se tratara, las naciones presentan un comportamiento propio (un modo de vivir concreto) y un tipo de resultados particulares (una civilización, una lengua, unas costumbres). Por eso cuando uno de los intelectuales más importantes de la Nouvelle Droite francesa se aproxima al debate de la definición de las naciones rechaza la visión liberal como “puramente administrativa”:

“o bien se considera a la nación como una nación puramente administrativa, es decir, como una sociedad que reagrupa de forma azarosa, transitoria, a ciudadanos que son otros tantos átomos individuales (...) O bien al contrario se considera la nación como una entidad viviente, como un conjunto que supera ampliamente la adición de sus componentes del momento, incluyendo también los muertos y a quienes están por nacer, es decir, como una historia a lo largo de la cual se ha forjado una identidad común, una personalidad, y en la que se elabora un destino”3.

Según Alain de Benoist4, la visión liberal de las naciones es insuficiente puesto que se limita a constatar un hecho puramente contingente (pisar el mismo suelo u obedecer las mismas leyes), sin profundizar en aquello que constituye horizontalmente el cemento social: tener una historia, una personalidad y un destino comunes. Formar parte de una misma nación no puede ser simplemente obedecer a una misma autoridad, no puede provenir de un principio vertical (Sanromán, 2008). Pagar los recibos de la luz, el agua y el gas, o respetar las leyes básicas de una comunidad son condiciones necesarias pero no suficientes para formar parte de una nación (Benoist, 2017). Lo que falta es un plus sentimental repartido horizontalmente, un querer ser, una proyección y una asunción de ciertos rasgos esenciales. Este tipo de razonamiento conduce a la extrema derecha francesa a una posición crítica respecto de la globalización y las sociedades multiculturales. Y es que, en efecto, desde esta óptica política, la mundialización (como la sociedad de masas a comienzos del S.XX) es un factor de desintegración comunitaria que multiplica el riesgo de anomia, y, por tanto, de conflicto. El peligro constante al que induce el liberalismo económico globalizado es la atomización; y con ella la generación de una sociedad de mónadas desarraigadas en permanente disputa de intereses. Marine Le Pen lo resume a través de una frase que se ha convertido en lema para sus militantes: “une société multiculturelle est une société multiconflictuelle”5 [una sociedad multicultural es una sociedad multiconflictiva]

De este modo la ultraderecha francesa vehicula una idea de nación para la cual ésta es “un modo de ser, un paisaje, una geografía, una Historia, un sentimiento y una forma de estar en el mundo” (Marine Le Pen, Discurso de París, 1º de mayo de 2017). No es en absoluto casual que en sus mítines, Marine Le Pen se detenga en la descripción6 minuciosa del entorno, los paisajes y las figuras relevantes de la ciudad que visita pues, para ella, la nación es la experiencia de una cierta familiaridad carnal con la tierra y quienes la pueblan:

“oh, ya lo sé, Francia es una idea, principios políticos, un Estado, una nación, una civilización; sí, Francia es todo eso, pero aunque lo olvidemos muy a menudo, Francia es sobre todo una tierra, lugares, paisajes, un pueblo de pequeñas aldeas y campos” (Marine Le Pen, Discurso de Châteauroux, 26 de febrero de 2012)

Asimismo, preguntándose acerca de las condiciones para ser ciudadano y el proceso para obtener la nacionalidad francesa, Marine Le Pen afirma:

“Para naturalizarse francés, hace falta una naturaleza francesa: una tierra, paisajes, luces, un aire francés; nunca naturalizaremos en enormes montañas de cemento y asfalto; no naturalizaremos a ningún joven francés (incluso si sus padres son franceses desde hace generaciones) sin que se reconozca en una tierra, en una ascendencia, en unas raíces” (Marine Le Pen, Discurso de Châteauroux, 26 de febrero de 2012)

Para esta fuerza política la identidad nacional consiste entonces en una herencia cultural de carácter sustantivo que permite que “los franceses nos reconozcamos entre sí y establezcamos vínculos de simpatía y solidaridad inmediatos” (Marine Le Pen, Discurso de París, 1º de mayo de 2017). Una herencia cuyo legado efectivo está en el aire por culpa de “unas élites que no la quieren y por eso no han parado de ensuciarla, debilitarla y desmembrarla” (Marine Le Pen, Discurso del 1º de mayo de 2015). En definitiva, la nación de la que habla Marine Le Pen no está definida en términos raciales o étnicos, sino como una morfología cultural; esto es, un cúmulo de rasgos entitativos de carácter etnográfico que dan pie a un reconocimiento horizontal e inmediato.

3. UNA CONCEPCION SCHMITIANA DE LA POLITICA

El antiliberalismo del Frente Nacional se expresa no sólo en el esencialismo de su modo de entender la nación, sino también en su manera de concebir la política. Para Marine Le Pen la política no es un espacio de deliberación donde sujetos racionales discuten para encontrar las mejores soluciones (Wievorka, 2013). No es tampoco un lugar de transacción civilizada de intereses. Ni razón práctica en general, ni razón instrumental en particular. La política es conflicto.

El principal partido de la extrema derecha francesa, en cuanto heredero intelectual de la Konservative Revolution (Sternhell, 2013), de las reflexiones de los “no-conformistas” de los años 30 (Loubet del Bayle, 1969) y de los escritos de la Nouvelle Droite de la que Benoist es fundador (San Roman, 2008), concibe la política en términos de enfrentamiento amigo/enemigo. Esta definición agonística conduce al FN a criticar a sus adversarios por haber “despolitizado la política” (Marine Le Pen, Discurso de Burdeos, 2 de abril de 2017).Y, por otro lado, le lleva a considerar como tarea prioritaria de la política la constitución de un “nosotros” diferenciado y enfrentado a un “ellos”. En efecto, si la política es choque, es importante tener claras las líneas divisorias. Marine Le Pen y su equipo lo saben bien y por eso en el discurso que pone las bases programáticas y retóricas de la campaña (el conocido como Assises Présidentielles celebrado el 4 de febrero de 2017 en Lyon) la líder del FN hizo una alusión explícita a este modo de entender el juego político: “ya hemos cumplido, mis queridos amigos, nuestro primer gran acto político que consiste en designar a nuestros propios adversarios” (Marine Le Pen, Discurso de Lyon, 4 de febrero de 2017). Se trata, a su juicio, de un paso fundamental, pues “es decisivo conocer a nuestros enemigos para saber quiénes somos nosotros y cuál es nuestro proyecto” (Marine Le Pen, Discurso de Lyon, 4 de febrero de 2017).

Para el FN la política es un campo de batalla en el que se juega la supervivencia de entidades esenciales vinculadas a un pueblo a través de su cultura. La amenaza proviene de dos enemigos existenciales: 1) el neoliberalismo y 2) el comunitarismo islamista. Cada uno de ellos (junto con sus grupos sociales de referencia: la élite cosmopolita y la población de origen musulmán) conforma el adversario a batir en la medida en que “ambos quieren someter a nuestro país desposeyéndolo de sus elementos constitutivos” (Marine Le Pen, Discurso de Lyon, 4 de febrero de 2017). La alternativa es dicotómica: matar o morir; esto es, la muerte de la nación o la victoria frente a los enemigos. En el fondo, la ultraderecha piensa que sólo la bisoñez del liberalismo ha podido pensar en un mundo sin enemigos.

Dentro de esos parámetros, Marine Le Pen se presenta como encarnación de la nación en riesgo, como la mujer firme y protectora que salva la identidad cultural y los valores de la sociedad francesa (mitad Marianne, mitad Juana de Arco) en el momento decisivo (Eltchaninoff, 2017). Su cuerpo es carne de Francia que recibe los golpes al país como propios:

“Desde que tengo uso de razón, siempre he sentido un apego visceral, pasional, por nuestro país, por su Historia. Amo a Francia. Amo con todo mi corazón, con toda mi alma, a esta nación milenaria que no se somete, este pueblo impetuoso que no renuncia (…) En el fondo, si tuviera que definirme, creo que contestaría simplemente que soy intensamente, orgullosamente, fielmente y obviamente francesa. Recibo los insultos a Francia como si estuvieran directamente dirigidos a mí. Ya se trate de la inseguridad, la violencia o la miseria que afecta a demasiados compatriotas, siento en carne propia, como si fuera mío, sus sufrimientos personales” (Marine Le Pen, Primer spot de campaña para las elecciones presidenciales de 2017).

4. LA LIBERTAD EN EL CENTRO: CAMBIO DE MARCO DISCURSIVO

Sin embargo, dentro de esta continuidad con las narraciones, mitos e imágenes de la tradición del partido (y, más generalmente, de la extrema derecha francesa de la segunda mitad del S. XX), el Frente Nacional opera un cambio de marco que es preciso consignar y analizar. Se trata de la asunción de un lenguaje ilustrado en el que los conceptos clave son libertad, democracia y humanismo. En efecto, la extrema derecha hace suyo el frame libertad y de ahí enlaza con los grandes conceptos de la política moderna como soberanía, independencia, democracia o igualdad, situándose así a un paso de apropiarse de ciertas narrativas de liberación y emancipación.

La narrativa de la libertad sirve a dos propósitos fundamentales: por un lado alejar el fantasma de la extrema derecha y, por otro lado, postularse como campeón de las libertades. O, lo que es lo mismo: ya no como el actor fascistizante y totalitario enemigo de las libertades, sino como el impulsor de las mismas frente al retroceso auspiciado por la tecnocracia europea y el terrorismo islamista (Dézé, 2012). Ahora bien, al hacerlo, el Frente Nacional reinterpreta la defensa de las libertades como parte de una lucha cultural e identitaria en defensa de lo propio. Marine Le Pen se proyecta entonces como “la libertadora” acoplando el lenguaje de las Luces al vocabulario identitario; es decir, adaptando la divisa nacional (libertad, igualdad, fraternidad) a la retórica nacionalista (Crépon, Dézé, Mayer, 2015).

5. USOS DE LA PALABRA LIBERTAD

En su defensa de la libertad el Frente Nacional adopta cinco modulaciones diferentes: la liberación de los complejos nacionales, la soberanía popular, la capacidad de decidir sobre los asuntos que conciernen a la propia vida, la seguridad y la recuperación de la independencia nacional. Son cinco declinaciones de un mismo grito, cinco asuntos distintos que el partido de Marine Le Pen encaja en un mismo relato. Este fragmento de un discurso de las pasadas elecciones presidenciales es un buen ejemplo de ello:

“O tomamos partido por Francia (tal y como la queremos y tal y como la soñamos), de la Francia que se asume a sí misma sin temblar, de la Francia que se impone sin someterse, de la Francia que no baja la mirada, que no se inclina ante nadie, de la Francia que se levanta, de la Francia que se reconstruye libre para sus hijos; o renunciamos a creer en Francia, a pensar en su futuro, en su libertad y en su grandeza, a querer para los nuestros un futuro que vaya más allá de las promesas de hoy, de las renuncias y retiradas, del lento deslizamiento hacia los abismos; renunciando a ser nosotros mismos, pueblo francés, modelado por su Historia, su arte, su cultura, sus leyes; guardián y actor de ese arte de vivir que nos envidia todo el mundo” (Marine Le Pen, Discurso de Chateauroux, 11 de marzo de 2017).

En primer lugar, Marine Le Pen apela a una suerte de libertad como reconciliación con uno mismo y liberación de la culpa y los complejos nacionales. Una Francia que “se asume a sí misma” es una Francia que rompe con los tabúes nacionales y la tiranía de lo políticamente correcto. Esta reivindicación de una Francia desacomplejada conecta con la retórica de Jean-Marie Le Pen y, de este modo, con el corpus tradicional del discurso del Frente Nacional para quien el objetivo fundamental del partido era “liberar la palabra pública” (Lecoeur, 2003). Marine Le Pen lo explica diciendo que el partido se limita a “poner palabras a lo que vivimos, o mejor aún a lo que no queremos vivir” (Marine Le Pen, Discurso de Lyon, 4 de febrero de 2017). Ese trabajo expresivo implica hacerse eco de lo que es molesto, lo incómodo, lo que está prohibido decir o señalar. Y se enmarca dentro de un programa liberador en la medida en que da rienda suelta a la “verdad” escondida por el sistema (Alduy, Wahnich, 2015). Verdad y liberación son, a este respecto, una y la misma cosa. De hecho, Le Pen define a sus seguidores como “librepensadores” y se describe como inconformista, rebelde y “hecha de la pasta de la libertad” (Marine Le Pen, Discurso de París, 1º de mayo de 2017). En esto el paralelismo entre el FN y otros movimientos extremistas de derecha es más que evidente.

En segundo lugar, libertad se entiende como soberanía, como posición de mando y poder popular. El Frente Nacional hace pivotar una parte de su discurso sobre el concepto de soberanía popular, elogiando la capacidad de decidir de la ciudadanía y subrayando la necesidad de devolverle la palabra. Esta reivindicación adopta eventualmente acentos ilustrados y revolucionarios: “es el pueblo quien tendrá la última palabra porque es el pueblo quien es el sujeto político en nuestra democracia. Y porque nada puede decidirse sin el pueblo y menos aún contra él” (Marine Le Pen, Discurso de Lille, 26 de marzo de 2017). La narrativa frontista juega con el símil entre el “ordoliberalismo” y el “despotismo ilustrado” a los que uniría un común rechazo a la soberanía popular, y, en consecuencia, a la democracia y a la libre decisión del pueblo. Si los “tecnócratas de Bruselas” son Luis XVI, el Frente Nacional es el pueblo reunido en Asamblea en 1789.

Libertad se hace aquí sinónimo de democracia. La comparación entre la élite gobernante y el régimen feudal es profusa y particularmente empleada: “mi mensaje es una llamada a la emancipación, a la liberación: una llamada a la rebelión contra las feudalidades que quieren situarnos bajo el yugo del “todo-es-economía” (Marine Le Pen, Discurso de Lille, 26 de marzo de 2017). Sirve a un doble propósito: por un lado explica y da sentido a la percepción de que los Estados tienen cada vez menos poder de decisión (cabe a este respecto observar las declaraciones públicas del FN sobre la crisis griega durante todo el año 2014 y, en especial, durante los meses de junio y julio de 2015); y, por otro lado, desvincula a Le Pen de la tradición reaccionaria francesa.

Frente al relato del abismo y de la decadencia, esta reivindicación de la libertad como soberanía expresa además una confianza notable en el pueblo, en sus resortes y sabiduría natural: “es del pueblo y sólo del pueblo de donde vendrá la salud del país. Nuestro peor enemigo somos nosotros mismos, es la duda que se instala dentro de nosotros los franceses, sobre nuestra capacidad para decidir por nosotros mismos, sobre nuestra capacidad para afrontar por nosotros mismos la globalización y los ataques de aquellos que, como el islamismo, quieren dominarnos” (Marine Le Pen, Discurso de Lille, 26 de marzo de 2017). El pueblo es dibujado a través de una metáfora antropomórfica (Alduy, Wahnich, 2015). Posee los atributos de un ser humano: es inteligente, sensible, y tiene instinto. Hay en el pueblo un sentido común latente, un deseo de liberación, de adultez (tomar las propias decisiones), de ser él mismo. Se trata, por tanto, de despertarlo políticamente y darle forma y dirección. Decirle al pueblo: “atrévete a ser quien eres” y guiarle para que recupere su esencia cultural. Este camino, según la retórica de la derecha radical, tiene el nombre de la libertad, puesto que es el pueblo libre (y no atenazado u olvidadizo) quien ejerciendo su soberanía encontrará la vía de la recuperación (le redressement) y la renovación nacional (le renouveau).

Libertad se declina, en tercer lugar, como capacidad de control sobre la propia vida. Aquí el discurso del FN adopta una doble vertiente. Por un lado pretende conectar con el sentimiento de pérdida, extravío y desorientación que muchos ciudadanos sienten a propósito de la globalización; y, por otro lado, con la idea de vivir en un mundo excesivamente estandarizado y vigilado donde es imposible toda espontaneidad (Eltchaninoff, 2017). Ambos discursos sugieren la presencia de un poder mayúsculo, supranacional e incontrolado que tiraniza la vida del ciudadano de a pie: ya sea sometiéndole a los ritmos de la producción mundializada, o bien robándole datos y privacidad.

La primera vertiente pone el acento en un hecho: nos hemos convertido en esclavos de un mundo que ya no controlamos. La libertad es enemiga de la complejidad. Por eso hay que volver a lo local y a las medidas humanas: la vida de barrio, las relaciones cara a cara y el tejido comunitario. El FN bautiza este proyecto como revolución de la proximidad. Por ella entiende, según sus propias palabras, el proyecto de lograr una Francia sostenible desde el punto de vista humano y ecológico. Rescata así un cierto humanismo que se alza contra la degradación del hombre en mero “consumidor materialista, achatado y espiritualmente pobre en su hedonismo” (Marine Le Pen, Discurso de Lyon, 4 de febrero de 2017), así como frente a la irracionalidad de la producción mundializada:

“Pero seamos serios: ¿quién se puede creer, como dicen los partidarios de la globalización, que sería lógico, ecológico e incluso ahorrativo producir en un continente, transformar en otro y consumir en uno distinto? En materia de producción, deseamos privilegiar los circuitos cortos, que suponen la reorganización y el control sobre las filiales de producción, la relocalización de nuestros circuitos de transformación y la organización de filiales éticas de distribución. Para los productores es el modo de asegurar un precio justo; para los consumidores es la garantía de la procedencia y por tanto de la calidad. Y para todos los franceses es la garantía de la seguridad alimentaria y por tanto de la salud de uno mismo y de los suyos” (Marine Le Pen, Discurso de Lyon, 4 de febrero de 2017)

Y también:

“Nosotros representamos otra visión de Francia, otra visión del mundo, otra visión del ser humano. Al revés que nuestros adversarios, nosotros no creemos que el hombre tenga que estar doblegado a la economía, a la ley del dinero todopoderoso, a los poderes de la finanza, incluso cuando se presentan como “amables filántropos”. Nosotros no creemos que la dictadura del consumo y el productivismo sea compatible con el equilibrio del planeta” (Marine Le Pen, Discurso de Burdeos, 2 de abril de 2017)

La segunda vertiente apela a una intuición capaz de seducir a muchos franceses: vivimos en un mundo totalitario en el que te dictan cómo hay que vestir, qué hay que comer, cómo debes pensar y donde el espionaje y el robo de datos tornan imposible cualquier noción de privacidad (Eltchaninoff, 2017). O, dicho de otro modo: un mundo en el que no puedes ser tú mismo porque se ahoga a la persona en lo que ésta tiene de naturalmente propio. Toda originalidad es inmediatamente aspirada, absorbida y estandarizada. En esas condiciones, la promesa de la publicidad es engañosa: nadie puede ser él mismo. No hay libre desarrollo del yo. El universo totalitario y desintegrado que dibuja el Frente Nacional mezcla a George Orwell y Michel Houellebecq. Es un combinado entre la sociedad de control y la tiranía de lo trendy. En otras palabras: un espacio de exigencias agotadoras y poco edificantes.

Estas dos vertientes son herederas de una antropología del desarraigo que hace del malestar ante la globalización una autopista política: “en nuestra sociedad en la que el desarraigo se ha convertido en principio, todo concurre para dejar a los individuos aislados frente a nuevas barbaries” (Marine Le Pen, Discurso de Saint-Laurent-du-Var, 7 de septiembre de 2010). El problema de fondo que la ultraderecha trata de articular políticamente es la soledad de los individuos en sociedades altamente competitivas y sin vínculos comunitarios. El FN apunta al sufrimiento, la fragilidad crónica y la duda permanente que caracterizan a los sujetos contemporáneos. Y aspira a expresarlos a través de sus siglas. De ahí el énfasis del discurso marinista en la necesidad de apelar transversalmente a la sociedad (Alduy, Wahnich, 2015).

Una cuarta acepción de libertad la relaciona con la seguridad: “la primera de las libertades es la seguridad” (Marine Le Pen, Discurso de Lyon, 4 de febrero de 2017). Libertad para caminar por determinados lugares, a determinadas horas; libertad para desplazarte sin compañía de otros; libertad para entrar en determinados establecimientos y tiendas. La ultraderecha francesa declina seguridad como libertad de las mujeres y convierte esta reivindicación en un eje de su campaña. Si bien la seguridad es un tema que siempre estuvo en el corazón de la propuesta política del FN, la novedad consiste en reivindicarla primariamente como derecho de las mujeres (Crépon, Dezé, Mayer, 2015). A este respecto, la ultraderecha francesa publicitó toda una serie de vídeos7 con cámara oculta en los que se veía a mujeres jóvenes siendo insultadas por su forma de vestir, acosadas en la calle o amedrentadas a la hora de entrar en ciertos establecimientos “sólo de hombres”.

La seguridad que ensalza el FN de Marine Le Pen es aquella que salvaguarda la libertad de las mujeres ante las presiones de lo que la ultraderecha denomina el “comunitarismo musulmán”. Por eso el discurso frontista pone tanto énfasis en: 1) el valor firmeza asociado a su compromiso de protección de las mujeres, 2) la persona de Marine Le Pen como una “mujer que defiende a las mujeres” (Marine Le Pen, Discurso de París, 1º de mayo de 2017). De este modo, el Frente Nacional se proyecta como muro de contención capaz de proveer de certezas a una sociedad vulnerable en riesgo de involución. Somos, vienen a decir, la fuerza de choque, el escudo y la fortaleza que repele los ataques que vienen de fuera para permitir que haya libertad hacia dentro:

“El espacio público no puede ser para nuestras jóvenes sinónimo de ansiedad o miedo. Las chicas deben poder vestirse como quieran. Y no deben sufrir la obligación de esconderse, o de tener que someterse a normas de la Edad Media. Hay que hacer que las chicas dejen de sufrir el maltrato de los acosadores de la calle que ven en la libertad de ir y venir de las jóvenes francesas, en su felicidad, en su risa, signos de una supuesta inconveniencia. Defenderé la libertad y la dignidad de las chicas y de las mujeres de Francia y lucharé sin concesiones contra el fundamentalismo islamista que busca imponer sus reglas liberticidas en nuestro país” (Marine Le Pen, Discurso de Burdeos, 2 de abril de 2017)

Por último, libertad se interpreta, en la misma clave del Brexit, como independencia nacional. Es, por tanto, una libertad que se afirma frente a la “tiranía de Bruselas”. En este punto, la retórica del FN adopta el acento lírico y esperanzado de las grandes empresas colectivas, recuperando voces ligadas a la tradición ilustrada y emancipatoria. El nacionalismo del FN deviene aquí independentismo y combina la apuesta por la libertad con el retorno de los Estados-nación: “vivimos el fin de un mundo y el nacimiento de otro: un mundo lleno de esperanzas y nuevas oportunidades. Vivimos el retorno de los Estados-nación que la globalización ha tratado de hacer desaparecer (…) Pero nuestras élites no ven este cambio del mundo. Lo rechazan. Y todo se hace en Europa, en cada uno de nuestros países, para bloquear esta evolución que, sin embargo, es irreversible” (Marine Le Pen, Discurso de Coblenza, 20 de enero de 2017). El empleo de esta retórica independentista se percibe muy claramente en el mítin que Marine Le Pen da en Coblenza en enero de 2017 junto a otros líderes de la extrema derecha europea dentro del marco de la internacional nacionalista. En él, la líder del FN hace constantemente alusiones a un movimiento histórico de progreso hacia la libertad de los Estados. Los pueblos europeos habrían tomado conciencia de su situación de dependencia frente al poder oscuro de Bruselas y se atreverían al fin a pronunciar la herejía soberanista. Con ello estarían realizando un doble acto de libertad: por un lado deshaciéndose de la ideología oficial de la UE (a la que el FN siempre se refiere usando un vocabulario de tipo religioso calificándola como “vulgata” o “dogma” europeísta), y, por otro lado, liberando la suficiente energía como para posibilitar la reemergencia de la conciencia nacional. Este gesto emancipatorio se traduce en un despertar de la razón, de la creatividad, de las artes, en suma, de lo que Marine Le Pen denomina el “genio espiritual” de cada país. Libertad rima entonces con creatividad:

“quiero que renazca la cultura, el arte, la literatura de cada nación del continente. Quiero que renazca su economía, su capacidad inventiva, su genio nacional. Hoy en día la Unión Europea nos deshace de nuestra cultura. Es una fuerza de esterilización de la vida. Estoy segura de que la liberación de los pueblos irá a la par de un verdadero renacer de Europa, donde veamos florecer sus lenguas, hoy especialmente aplastadas” (Marine Le Pen, Discurso de Coblenza, 20 de enero de 2017)

Por último, acentuando aún más el enmarcado independentista, Le Pen se atreve a emplear expresiones densamente connotadas en la historia política francesa y con un innegable sabor gaullista. Es el caso, por ejemplo, de la expresión “La France Libre”, repetida en innumerables ocasiones durante la campaña electoral de 2017 y que contraviene frontalmente la tradición de la extrema derecha francesa, desde Vichy hasta la guerra de Argelia, pasando por la organización terrorista OAS.

CONCLUSIÓN

En el plano de las ideologías, la novedad que introduce el Frente Nacional de Marine Le Pen es colocar la libertad en el corazón de su discurso político. Como hemos visto, las diferentes declinaciones del concepto de libertad lo sitúan no sólo en el centro de su campaña electoral, sino también en la base de su apelación política: “os llamo, franceses, a elegir la libertad; os llamo a continuar siendo libres” (Marine Le Pen, Discurso de Lille, 26 de marzo de 2017). Y ello hasta el punto de que en el actual proceso de refundación que vive el partido no puede descartarse un cambio de nombre que, en la línea de otros movimientos de extrema derecha europeos, coloque a la libertad en las siglas de la formación, siguiendo el ejemplo del “Partido de la Libertad” del holandés Geert Wilders o también del “Partido de la Libertad” (FPÖ) austríaco.

El concepto de libertad impregna tanto estos partidos que la propia Marine Le Pen se hace la encarnación de la misma, presentándose ya no sólo como una mujer libre, sino como la única candidata políticamente libre. Esto supone situarse por encima del reino de lo particular: los intereses individuales, privados o egoístas. Y es que, en efecto, ella aspira a ser la representante de la nación, del interés general y del todo, frente a la dinámica singularista de las partes:

“En cambio, yo, mis queridos compatriotas, yo soy libre. Libre para defenderos a vosotros. Yo soy una mujer libre, que no debe nada a nadie, que no tiene que agradecerle nada a ningún medio, a ningún gran patrón, a ningún banco, ningún seguro, ningún laboratorio farmaceútico al que algún día el Estado deba hacer un cheque o darle alguna autorización industrial, ningún compañero poderoso al que rendir pleitesía, ninguna monarquía petrolera” (Marine Le Pen, Discurso de Lille, 26 de marzo de 2017)

Ahora bien, dentro de una visión del mundo que se pretende anti-totalitaria, el Frente Nacional continúa movilizando un concepto de nación esencializante que, a pesar de no estar ya basado en criterios raciales o étnicos (ni tampoco hacer del antisemitismo un leit-motiv permanente), se define por una visión estática y cerrada de la cultura. La identidad francesa no se construye: ser francés es asimilar una identidad cultural fija. O, como señala un conocido slogan del partido: “la nacionalidad francesa se hereda o se merece” (la nationalité française se hérite ou se mérite); es decir, o bien se recibe, o bien se aprende.

Por tanto, todo el mundo puede llegar a ser francés a condición de aceptar un pack cultural cerrado. Ser heredero cultural de “nuestros ancestros los galos” es una cuestión de voluntarismo; es una decisión libre que, sin embargo, se convierte en condición sine qua non para formar parte de la comunidad nacional. Más que una simple reacción a la presencia de extranjeros inmigrantes en Francia, el nacionalismo de Marine Le Pen es una respuesta ideológica a los efectos de la globalización.

La inmensa mayoría de las fuerzas políticas de extrema derecha europea han operado este cambio desde un concepto étnico de la nación a una visión culturalista de la misma. Sin embargo, tanto una como la otra mantienen un enfoque esencialista que hace depender la nación de nociones pre-existentes e impide concebirla como fruto del libre acuerdo y la construcción ciudadana.

Además de una visión esencialista de la nación, el FN mantiene un concepto agonístico de la política. Marine Le Pen entiende la política como combate y sitúa siempre a éste en una esfera ideológica y casi de civilización. Sus enemigos son la globalización (y la ideología que le da sustento: el neoliberalismo o “ultraliberalismo”) y el fundamentalismo islamista (o “fascismo verde”). En su combate contra estos dos enemigos existenciales, el Frente Nacional introduce discursos que tienen procedencias muy diversas: el laicismo progresista de principios del siglo XX, el sindicalismo, el movimiento antiglobalización, el anticapitalismo de extrema derecha, la crítica “poujadista” a la gran distribución o la crítica humanista a la sociedad post-industrial. De este modo, la retórica del Frente Nacional encuentra enemigos que producen consenso en vastos sectores de la sociedad francesa más allá de la oposición izquierda/derecha.

A este respecto, la nueva derecha radical pretende enlazar con la cultura del socialismo nacionalista (aquello se dio en llamar como néo-socialisme) de los años 30, promovido por figuras como Gaston Bergery, Marcel Déat o incluso el propio Jacques Doriot (Burrin, 1986). Se dirige no sólo a los obreros y a los campesinos, sino a todo eso que en Francia denominan los petits: autónomos, jóvenes, desempleados, comerciantes, funcionarios en vías de precarización, agricultores o propietarios de pequeñas y medianas empresas. Todos ellos reunidos bajo una etiqueta común: “los olvidados” (les oubliés).

Lo central dentro del argumento frontista es que la etiqueta opuesta (“las élites cosmopolitas”, cuyo subgrupo lo conforman “los inmigrantes clandestinos que trae la gran patronal”) constituye un peligro para la República en la medida en que atenta contra uno de sus valores fundantes: la libertad. Las élites, como hemos visto en el apartado anterior, son “liberticidas”: en el plano de lo políticamente correcto, de la soberanía popular, del control sobre la propia vida, de la seguridad o de la nación. Por eso el Frente Nacional puede postularse no sólo como campeón de las libertades sino como defensor de la República. Su líder ya no es entonces sólo “Marine, la libertadora”, sino “Marine, la republicana”; o, mejor aún: “Marine, la Marianne”.




Imágenes creadas por el grupo Jóvenes con Marine y usadas como propaganda durante los últimos cuatro años

Material suplementario
Referencias bibliográficas
ALBERTINI, D. DOUCET, D. (2013) Histoire du Front National París: Éditions Tallandier
ALDUY, C. WAHNICH, S. (2015) Marine Le Pen prise aux mots. Décryptage du nouveau discours frontiste, París: Éditions Le Seuil
ANDERSON, B. (1991) Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.
BENOIST, Alain De. (2017) Le moment populiste. Droite et gauche c’est fini París: Pierre-Guillaume de Roux.
BURRIN, Ph. (1986) La dérive fasciste: Doriot, Déat, Bergery (1933-1945) París: Éditions Le Seuil.
CRÉPON, S. DÉZÉ, A. MAYER, N. (2015): Les faux semblants du Front National. Sociologie d’un parti politique, París: Presses de Sciences Po.
DEZÉ, A. (2012): Le Front National: à la conquête du pouvoir?, París: Armand Collin.
ELTCHANINNOFF, M. (2017) Dans la tête de Marine Le Pen, París: Actes Sud.
GIOCANTI, S. (2010) Charles Maurras: el caos y el orden, Barcelona: Acantilado.
IGOUNET, V. (2014) Le Front National de 1972 à nos jours: le parti, les hommes, les idées, París: Éditions Le Seuil
––– (2017): Les Français d’abord: slogans et viralité du discours du Front National (1972-2017), París: Inculte.
HOBSBAWN, E. (1990): Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona: Editorial Planeta
LECOEUR, E. (2003): Un néo-populisme à la française: trente ans de Front national, Paris: La Découverte
LOUBET DEL BAYLE, J.L. (1969): Les non-conformistes des années 30. Une tentative de renouvellement de la pensée politique française, París: Éditions Le Seuil.
OLLIVIER, B. (1997): “Lo evidente, lo natural en la constitución de categorías políticas en el discurso de la extrema derecha francesa”, Sexto Congreso de la Asociación Internacional de Semiótica, Guadalajara (México), julio de 1997.
SANROMÁN, D. L. (2008): La nueva derecha. Cuarenta años de agitación metapolítica, Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.
STERNHELL, Z. (2013): Ni gauche ni droite. L’idéologie fasciste en France, París: Gallimard.
WIEVORKA, M. (2013): Le Front National: entre extrémisme, populisme et démocratie, Paris: Maison des Sciences de L’Homme.
WINOCK, M. (1982): Nationalisme, antisémitisme et fascisme en France, París: Éditions Le Seuil
Notas
Notas
1. En su obra Tierra y mar, Carl Schmitt expresa bien este vínculo entre identidad y tierra: “el hombre es un ser terrestre. La tierra conforma el lugar donde vive, se mueve y se desplaza. La tierra es su suelo y su medio. Es ella la que funda sus perspectivas, determina sus impresiones y modela la mirada que se tiene acerca del mundo”; citado por: Eltchaninoff (2017) Dans la tête de Marine Le Pen, París: Actes Sud, p. 24. 2. “Detrás de cada nación hay un tejido social particular, tradiciones familiares particulares, una lengua, una Historia; en suma, una nación tiene un cierto espesor, un espesor que no es ni comprimible ni intercambiable” (Marine Le Pen, Discurso de Coblenza, 20 de enero de 2017).
2. “Detrás de cada nación hay un tejido social particular, tradiciones familiares particulares, una lengua, una Historia; en suma, una nación tiene un cierto espesor, un espesor que no es ni comprimible ni intercambiable” (Marine Le Pen, Discurso de Coblenza, 20 de enero de 2017).
3. BENOIST, Alain de (1985): “Réflexions sur l’identité nationale”, citado por SANROMÁN, Diego Luis (2008): La Nueva Derecha. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, p. 218. [los subrayados son míos]
4. Alain de Benoist es una figura intelectual imprescindible para entender tanto la renovación ideológica promovida por la Nouvelle Droite en los años 70 y 80 del pasado siglo (particularmente en lo que concierne al GRECE: Groupement de Recherche et d’Études pour la Civilisation Européenne) como el actual acercamiento al concepto de populismo y los intentos por establecer una colaboración intelectual con la izquierda. Es, a este respecto, una fuente importante para entender el giro discursivo y la estrategia de desdiabolización emprendida por el FN.
5. Ver el siguiente enlace de twitter de la cuenta oficial de Marine Le Pen: https://twitter.com/mlp_officiel/status/675033968790642688?lang=es
6. Para un análisis del recurso a la evidencia y a lo natural en la retórica de Jean-Marie Le Pen véase: Olliver, Bruno (1997): “Lo evidente, lo natural en la constitución de categorías políticas en el discurso de la extrema derecha francesa”, Sexto Congreso de la Asociación Internacional de Semiótica, Guadalajara (México), julio de 1997.
7. Se trata de reportajes grabados por la cadena francesa France 2 en el que muestra cómo se prohíbe entrar a mujeres en ciertos cafés de la periferia. Ver: http://leplus.nouvelobs.com/contribution/1631032-un-cafe-interdit-aux-femmes-en-france-en-2016-oui-c-est-la-faute-des-pouvoirs-publics.html



Imagen tomada del primer spot de campaña. Ver enlace: https://www.youtube.com/watch?v=FYWnuQc5mYA



Imágenes creadas por el grupo Jóvenes con Marine y usadas como propaganda durante los últimos cuatro años
Buscar:
Contexto
Descargar
Todas
Imágenes
Visor de artículos científicos generados a partir de XML-JATS4R por Redalyc