Resumen: El articulo pone de manifiesto un uso sui generis por Laclau, de los conceptos psicoanalíticos de Lacan y estructuralistas de la lingüística . Estos usos evidencian por un lado la creatividad conceptual de Laclau y por otro un límite. Este límite está dado por la dificultad del ejercicio de la utilización de conceptos exteriores a una disciplina y que tienen origen en otra. Lo real en juego en ambas disciplinas está en la base de la dificultad.
Palabras clave:LaclauLaclau,LacanLacan,FreudFreud,objeto aobjeto a,metáforametáfora,metonimiametonimia,políticapolítica.
Abstract: The article reveals sui generis use by Ernesto Laclau, of Lacan’s psychoanalytic and structuralist concepts of linguistics. This shows on the one hand Laclau ‘ s conceptual creativity and on the other hand a limit. This limit is given by the difficulty of exercising the use of concepts that are external to one discipline and that have their origin in another one. The real at stake in both disciplines is at the base of the difficulty.
Keywords: Laclau, Lacan, Freud, object little a, metaphor, metonymy, politics.
III.DISCUSIÓN
Ernesto Laclau y la otra cara del psicoanalisis.
Ernesto Laclau and the other psycoanalisis’ face
Recepción: 16 Octubre 2019
Aprobación: 07 Noviembre 2019
Ernesto Laclau filósofo y politólogo argentino, migró desde su país al Reino Unido donde produjo y enseñó en la Universidad de Essex desde 1967. Renovó el pensamiento político de la izquierda forjándose un lugar en el post-marxismo europeo. Acá no hago sino repetir lo que he leído en diferentes lugares. Por qué un psicoanalista se interesaría en su obra? Porque sus fuentes conceptuales son diversas y una de ellas es el psicoanálisis, principalmente Freud y Lacan, pero de una manera singular.Muchos artículos dan cuenta de la influencia del psicoanálisis en su obra. Nuestra hipotésis es que Laclau utiliza los conceptos psicoanalíticos de tal manera que no se puede hablar de influencia del psicoanálisis en su filosofía política .
Laclau nos lo dice en la introducción de su volumen « Rethorical fondations of society” [Laclau, E. 2014]1, su utilización de las fuentes, sus citas, sus apropiaciones de conceptos y teorías se hacen en su obra de manera vertiginosa. La base teórica de este vértigo es en sí misma una «apropiación» porque cita a Husserl para justificar su forma de proceder a la hora de hacer migrar un concepto de otro autor o bien de otra disciplina hacia su propia teoría.
La «sedimentación» y la «repetición», mecanismos epistemológicos introducidos por Husserl, están en la raíz de la particular utilización de las fuentes que Laclau opera. El ejemplo de su concepto de «hegemonía» es paradigmático de ésta manera de proceder. Este significante “hegemonía”, tomado en Gramsci, es en Laclau algo completamente diferente de su contenido de origen. En efecto, Laclau relaciona el concepto de hegemonía con el «objeto a» de Lacan. Décadas de trabajo sobre el «objeto a» nunca han llevado a sospechar que el objeto “pequeña a”, concepto inventado por Lacan y cuya definición varia con el tiempo en su propia obra, pudiera tener una conexión con el concepto de “hegemonía cultural burguesa” de Gramsci antes de le elaboración de Laclau !
Nuestra intervención se centra en su libro «La razón populista» publicado en 2005 en inglés y en 2008 en francés.
Los conceptos psicoanalíticos que Laclau elige para hacer intervenir en su propia teoría, distorsionan el carácter psicoanalítico de dichos conceptos, nos preguntamos ¿qué aporta entonces el universo conceptual psicoanalítico a la filosofía política de Laclau en el punto preciso de su conceptualización del populismo?
Como muchas de las fórmulas de Lacan, hay una: «El inconsciente es la política” Lacan, J. (1967)2 que merece nuestra atención. Si bien Freud, y luego los post freudianos estudiaron el lazo entre inconsciente y política y también intervinieron directamente en relación a aspectos políticos de su tiempo, fue Lacan quien abrió la puerta al vínculo entre el inconsciente y la política trayendo la formula en 1969. Asociar la teoría política a la teoría del inconsciente parecería caer de su propio peso. Solo que Lacan también agregó que el psicoanálisis es “el otro lado de la política” [Laclau, E. 2014 ]. Sin duda es Lacan quien permite a Laclau la utilización de conceptos psicoanalíticos para describir y explicar la política, más que Freud u otros.
El inconsciente es la política significa que un poder ejercido por el significante, que el inconsciente transmite, es susceptible de ser encontrado en la acción de la política. Lacan postula que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Argumentando, con ayuda de lingüistas de la escuela estructuralista, cómo, el síntoma, articulado por las formas de la metáfora y la metonimia, se deja descubrir como una formación de lenguaje. Laclau entonces desarrolla su análisis de la política, de la hegemonía, de la construcción del liderazgo en grupos políticos, como consecuencia de la acción de la metáfora y la metonimia. Así, el círculo que comienza en el inconsciente y pasa por la acción política está constituido por formaciones gramaticales y de lengua de las que Laclau subraya el término de equivalencias.
Excepto que el sujeto del inconsciente es móvil, inestable y solo representa un significante para otro significante. No admite la estabilidad así sea mínima, de las organizaciones institucionales por las que la política se manifiesta. Que el sujeto sea variable implica que el sujeto del inconsciente no es ontológico. Por el contrario, Laclau busca abiertamente crear una ontología política ontologizando al sujeto.
El objeto que Laclau quiere construir explicándolo a través del mecanismo retorico de las metáfora, metonimias, y de “catacrésis”, lo lleva a definir el deseo revolucionario a partir de la estructura significante del deseo inconsciente. Dando a la estructura del deseo político, la misma que la del síntoma, constituido por la metáfora y la metonimia, Laclau confunde la formación de ideales con la formación de síntomas. Una parálisis histérica es interpretable por la metáfora “ estoy parado” como metáfora de “se detuvo el tiempo cuando murió mi padre”, siendo esta metáfora posible porque la metonimia y la cadena significante permiten la relación entre el tiempo parado y la muerte, entre detención del tiempo y marcha del tiempo con estar parado y caminar.
El concepto de hegemonía en la teoría de Laclau que él liga al “objeto a” de Lacan, está lejos de ligarse a la pulsión, o al deseo tal como Lacan lo articula. Única invención teórica según su propio inventor, el “objeto a” ocupa, según el periodo considerado, el lugar de objeto imaginario, de “otro” en el sentido del semejante, y más tarde objeto del fantasma o pendiente de la pulsión como objeto real e imposible. Esto último, el carácter imposible en el sentido lógico, interesa a Laclau. El objeto pequeña a, agente en el discurso analítico, uno de los cuatro discursos, formalizados por Lacan, solo podría considerarse como cercano a una cierta hegemonía, cuando se lo asocia en el discurso del amo [Lacan, J. 1969)]
Pero notemos que la utilización de conceptos psicoanalíticos, destinados allí à dar razón del síntoma al que el psicoanálisis se dirige, son en la obra política de Laclau útiles para explicar la acción de los sujetos reunidos por ideales. Esto parece también oponerse en todo a la acción del psicoanálisis. El psicoanálisis, como tratamiento, apunta a deshacer las metáforas con las que se crea un síntoma para liberar al sujeto de los significantes que operan en él como significantes amo, llamados S1, alrededor de los cuales, la autoridad, la transmisión de la ley, pero también la obediencia ciega se organiza. Freud estableció como mecanismo del síntoma y de la psicopatología de la vida psíquica, los procesos de “condensación y desplazamiento”.
Lacan, sirviéndose de la teoría estructuralista, en especial de Ferdinand de Saussure, establece una lectura aguda y eficaz, del síntoma o del sueño, como formaciones metafóricas. Lacan da a la condensación la formalización de la metáfora y al desplazamiento la esctructura de la metonimia. Aquí es donde Laclau es más lacaniano desplegando tácitamente la idea lacaniana del acercamiento entre lo inconsciente y lo político.
Tomemos otro ejemplo, el afecto. El psicoanálisis separa el afecto de la razón siendo que sin embargo el afecto es solidario con la razón, afecto y vorstellung representanz son siempre vecinos en la teoría psicoanalítica. Para Freud, además, el afecto se desplaza, a través de las representaciones, la cadena significante dirá Lacan. Apelar al afecto de los miembros del pueblo como si fuera un elemento disociado de la razón, es un contrasentido para el psicoanálisis. Ciertamente, Laclau considera que la «totalidad social» es el resultado de una articulación inseparable entre las dimensiones significativa y afectiva, pero en el análisis que hace no parecen estar articulados.
¿Qué hace el psicoanálisis sino ganar terreno en los afectos para traer un poco más de razón y lógica a la relación del sujeto con su inconsciente`. El concepto de afecto involucrado en la teoría de Laclau parece ir en contra del psicoanálisis mismo. El psicoanálisis no duda de los afectos, pero estos, situados como primado de la acción política, suscitan en la psicoanalista que soy, una ligera desconfianza. La empatía de clase o fuera de ella, es un elemento importante de las relaciones sociales. Sin diabolizar al afecto, el psicoanálisis no parece en ninguna de las escuelas históricas haber dado al afecto un lugar preeminente y cuando el afecto interviene en la relación paciente analista, siempre se ha dicho que se trata de una repetición o de un efecto de transferencia.
Freud experimentó la realidad de la política en su vida, en su carrera, fue testigo de un gran trastorno en la organización política de Europa, y además terminó su vida en el exilio. Él y sus alumnos produjeron conceptos para hacer que el psicoanálisis dijera lo que podía hacer frente a estos trastornos. Terminó de escribir «Moisés y el monoteísmo» [Freud, S. 1939)], escrito de alto contenido político, en el 1939 poco antes de morir en Londres.
La política está presente en Freud de manera sutil en por lo menos cinco de estos importantes artículos. En estos artículos, Freud propone estudiar el vínculo entre el individuo y las organizaciones sociales. Allí encontramos algunos los conceptos que más han migrado a otras disciplinas.
El primero que debemos mencionar es “Tótem y Tabú” [ Freud, S.1912 ] artículo de 1912, que describe un mito creado por Freud para explicar la obediencia y el surgimiento de la ley, el poder del padre y la organización social que este poder genera. Este mito consiste en la idea de que un padre primitivo, ur vatter, poseedor de todas las mujeres y de todos los placeres, es asesinado por la unión de hijos que así firman un pacto de no agresión entre ellos, manteniendo en el inconsciente la culpa de haberle matado y la ley que este acto criminal genera. René Girard describe esto en otras comunidades como el crimen del chivo expiatorio, la solidaridad en el crimen, incluso si es una víctima inocente en el caso del chivo expiatorio.
A pesar de su presencia solo sobre- entendida en Laclau, hay que mencionar «La introducción del narcisismo» [ Freud, S. 1914 ]. Un artículo central en el que no sólo se estudia el narcisismo sino que también nace el concepto de yo como producto del efecto de una imagen. Artículo en el que Lacan pivota su propia teoría del yo que, sin ser igual punto por punto a la de Freud, desarrolla el yo como producto de una identificación a imagen del pequeño otro («a» en la primera terminología lacaniana y que se mantendrá para designar el objeto «pequeña a»). En este artículo, Freud explica cómo las pulsiones vinculadas al yo son conservadores, por oposición a las pulsiones sexuales.
Laclau retoma la cuestión del narcisismo, pero a partir del texto de 1920 «Psicología de las masas»[ Freud, S. 1918 ] y como nos lo recuerda, Freud vincula el narcisismo a la posición del líder. Laclau lee la diferencia entre pulsiones conservadoras y sexuales como sigue « es sobre la diferencia entre los impulsos sociales y narcisistas que Freud establece la diferencia entre la psicología social y la individual. «...Mientras que los miembros ordinarios del grupo están preocupados, en cuanto al vínculo social que los une, la psicología social, el narcisismo (como campo de la psicología individual) se aplicaría totalmente sólo al líder del grupo. « [Laclau, E. 2008]
Sin embargo, Laclau se pregunta: suponiendo que la satisfacción impulsiva se aleje, en el narcisismo, de la influencia de los demás, ¿no guarda esta «sustracción» en el propio rechazo del otro, las huellas de una referencia a la influencia de los demás, y en este sentido, no sigue formando parte de un proceso social? « [Laclau, E. (2008) ]. Se trata de una regresión en relación con lo que se desarrolló cuando escribió “La razón populista” al que nos referimos, porque es aquí donde encontramos una concentración considerable de referencias al psicoanálisis. En efecto, el yo es social porque se construye en referencia al otro, por la mirada que constituye el objeto del espejo como yo, mirado por la propia madre en el marco de un discurso [Lacan, J.1936 ] . Esta distinción entre discurso, lenguaje y el pequeño otro es esencial.
Laclau entendió que el narcisismo es la relación con el otro, con lo semejante. Importante es entonces la diferencia entre la el otro y el Otro, referencias al yo imaginario, especular por un lado y el Otro del código, del lenguaje, de la ley por el otro. Para Freud el vínculo entre los individuos en la masa es la identificación, una forma de amor cuyo propósito se desvía, este amor puede ser dirigido al prójimo, pero en Freud el prójimo es él mismo, es ésta la creación del objeto narcisista y de la relación al semejante. En la masa se logra producir un amor por el ideal del yo que derrama las consecuencias sobre la masa de identificaciones narcisistas. Esta identificación definida como la prehistoria del complejo de Edipo, se articula a la identificatión al ideal, producida a la salida y resolución del complejo de Edipo .En el tercer tipo de identificación freudiana en la masa, el vínculo entre los miembros coexiste con un vínculo de cada miembro con el líder.
Laclau lleva agua a su molino e insiste en la idealización del objeto amoroso. En el amor, el objeto idealizado se pone en el lugar del Ideal del yo. En tal masa, se identifican entre sí los “yo” de los miembros porque comparten el Ideal del yo. Hasta aquí es la posición freudiana pero Laclau hace que Freud diga algo contradictorio. Laclau asume que es necesario que el líder sea parte de la multitud, que comparta rasgos comunes con aquellos que se supone el líder que debe dirigir.La posición de Freud en su artículo sobre Moisés, ciertamente, publicado mucho después, es que el líder puede ser un extranjero. Tanto es así que hace de Moisés un egipcio. Lacan subraya esto insistiendo en la novedad del dios único, que lleva a Freud a situar el origen de la religión mosaica en Akenaton [Lacan, J. 1969].
Permanezcamos en el nivel de las identificaciones. Laclau introduce el factor de distancia entre la identificación narcisista entre pares y la identificación con el líder. Esto sería una variable que en última instancia haría que el líder fuera un miembro más, igual a los otros miembros de la masa [Laclau,E . 2008 :81].
Si introducimos la lectura lacaniana que Laclau utiliza más tarde, la supuesta distancia entre las dos identificaciones es una diferencia importante. El líder es uno de ellos porque el Ideal del yo es una instancia simbólica y las identificaciones entre semejantes son imaginarias, narcisistas. Laclau confunde ideales sociales e individuales con las identificaciones, término que Lacan utiliza para referirse al sistema simbólico, mientras que el narcisismo sigue vinculado al objeto imaginario, yoico y no simbólico Ideal del yo.
En 1920 Freud produjo su concepto más incomprendido, el de la “pulsión de muerte”. Una de las interpretaciones más corrientes de la pulsión de muerte, es la que la coloca como explicación la repetición de eventos traumáticos en los sueños de sujetos traumatizados, así como el placer paradojal e inconsciente que trae luz sobre los eventos negativos que repetimos. Al Integrar una masa, el yo, sus impulsos, su narcisismo, juegan un papel central en la satisfacción de la pulsión de muerte, y especialmente, en el destino sacrificial que el yo puede tener en su comportamiento. Para Freud, de hecho, como se afirma en la introducción al narcisismo, el yo no es más que un objeto. Y es tratado como tal por el inconsciente.
Laclau leyó en detalle las referencias de Freud, los psicólogos franceses Tarde y Le Bon. Interesados en los fenómenos de la psicología social en Francia, Freud se apoderó de sus teorías y desarrolló su propia teoría de la masa y de lo que con los sujetos en la masa sucede. Pero la falta de distinción entre las dos identificaciones en Laclau, Ideal iIch et Ich Ideal, el yo ideal y el Ideal del yo, lleva extrañamente a una confusión clínica entre el yo identificado con el otro, como semejante y el yo con el ideal en la multitud. Como en el amor, el yo se cree a sí mismo, se ve a sí mismo en el espejo del líder. Estas dos identificaciones, al yo y al Ideal del yo, aunque vinculadas, son diferentes. Así, por poner un ejemplo caricaturesco, un espía puede tener múltiples identidades pero un solo ideal, ser un buen ruso, derrotar a los americanos. Comparamos múltiples identidades de manera reduccionista con el yo.
Todavía es necesario distinguir entre masas y personas, porque Freud habla de masas y Laclau de personas esencialmente. Freud cuestiona el funcionamiento del individuo en la multitud, Laclau necesita definir cómo el pueblo concepto que él define, puede producir una revolución. Para estudiar los vínculos de estos grupos con el yo, Freud examina lo que está paradójicamente, muy lejos de constituir masas salvajes no organizadas, porque Freud estudiará en este texto, el ejército y la iglesia. ¿Qué podría ser más organizado? En este artículo Freud antepone el yo y sus renuncias a la autoridad. Llega así al estudio del vínculo entre una multitud y su líder. Establece el vínculo de identificación entre pares y de cada individuo con el líder como dos tipos de identificación. Laclau trabaja con cierto detalle la posición de sospecha o desconfianza de Freud, y de sus referencias, Tarde y Le Bon, respecto del individuo que integra la multitud. Laclau critica esta posición diríamos ideológica de Freud olvidando el contexto histórico y el rol que las masas irían a jugar en los años que siguieron la publicación de dichos artículos.
Del artículo « El yo y el ello» [Freud, S.1923] . Recordemos que allí Freud subraya el carácter de “restos verbales” del super-yo. En el “Malestar en la civilización” [Freud, S. 1976] el complejo de Edipo que Freud quiere universal, la ley transmitida por el padre, no son suficientes para calmar las pulsiones y darles un vínculo estable con la ley. Por eso reina la neurosis según él. Neurosis, es decir, para Freud, individuos a los que sus síntomas les impiden tener un habla real, disfrutar de sus cuerpos, trabajar y acceder al sexo de forma pacificada.
Freud considera que el malestar contemporáneo se debe a los conflictos que surgen de la lucha entre la naturaleza y la cultura. El complejo de Edipo, desde el punto de vista cultural, no puede resolver el problema de cómo se goza. Lo que la política se supone debe hacer, por su parte, es ordenar a nivel de la esfera pública y social, la distribución de este goce. Tenemos aquí dos perspectivas a nivel social y a nivel individual. Desde ambas perspectivas, hay un residuo insoluble. Esto lleva a Freud a lanzar su famosa comparación: educar, psicoanalizar y gobernar son tres empresas «imposibles». Las intervenciones que realizó como analista muestran que se orientó en estas curas por la idea general de llegar a través de la resolución de los síntomas, ganando libertad para el individuo. Sin embargo, nunca abogó por el psicoanálisis como una posible grilla para entender la acción política.
Señalemos que Laclau no se detendrá demasiado en el Moisés de Freud. En el caso de Freud, “Moisés y el monoteísmo” es el artículo central y último, que permite articular la política del padre, la verdad, la realidad histórica y la realidad psicológica, la relación del sujeto con la religión y el poder, y la relación religiosa con el poder. Laclau hace migrar conceptos a su teoría del populismo a partir de una teoría que trata de advertir de los peligros del yo en la multitud.
Podríamos decir que la cuestión de la perversión se plantea a veces en el campo de la política. O bien para decir que los políticos son perversos o bien para utilizar el concepto de verneinung, denegación, mecanismo psicopatológico de negación que explica la constitución del fetiche perverso y que niega la verdad de la castración materna. Por extensión el sujeto niega cualquier situación o discurso en donde falta un elemento, ubicando en el lugar de la falta una invención, llamada fetiche. Así, por este particular «mecanismo» de represión, que es la «denegación», podríamos explicar fácilmente la creencia atribuida a las noticias falsas. Pero no basta.
Laclau no aborda el problema de la verdad en su elaboración del concepto de populismo, su abordaje del concepto de pueblo es político y no social. Además no parece haberle dado un verdadero lugar a las redes sociales en internet
El uso por parte de Laclau de los conceptos lacanianos no está regido por la interpretación de la política de Lacan. En los años 68 en su seminario se ocupa abiertamente de ello pero no participa verdaderamente en la cité. Tampoco Laclau parece interesarse en otros propósitos ligados a la política en Lacan. Estos van desde notas sobre el nazismo, sobre el discurso capitalista, el discurso del amo sobre la identificación, el funcionamiento de la alienación hasta la separación en el Seminario XI. La conceptualización de Lacan del nazismo como un movimiento de sacrificio a los «dioses oscuros» no parece interesar a Laclau.
Lacan abordó abiertamente la cuestión del marxismo, utilizando también una transferencia conceptual de este al psicoanálisis, ya que, como se sabe, hizo de la «plusvalía» el concepto más cercano al goce del objeto a. Un objeto que, lejos de ser nombrado por el nombre, sigue siendo bastante heterogéneo para el significante. No es imposible entonces que Laclau se hay asentido invocado por la presencia de Marx en relación a la teoría del goce en Lacan.
El seminario del Reverso del psicoanálisis, del año 69, toma este título, porque para Lacan la política es la otra cara del psicoanálisis. Hay miles de razones para esta oposición. La política, la constitución de un pueblo, el populismo se basa en gran medida en procesos de identificación. Pero hay que notar que el psicoanálisis lleva al sujeto a abandonar las identificaciones sintomáticas y a ganar la poca libertad que se puede ganar en este proceso terapéutico que utiliza la transferencia como medio. Un concepto que Laclau evita mencionar demasiado y que es un elemento esencial a la hora de hablar de identificación, porque será necesario distinguir para el psicoanalista, la identificación con el analista desde la transferencia para evitar constituir una multitud en lugar de una institución analítica.
Entendemos la lógica: si el paciente se identifica con el analista, mantiene la ilusión de que una identidad fija y para siempre es posible que fuese equivalente a un “ soy peronista” o “soy antiperonista”.
El «Yo soy» es al final del análisis una negatividad, se transforma en una falta, aquella con la que el paciente llegó camuflada por el síntoma o con las faltas que la vida, la familia, el Otro, según el paciente, le infligió.
Laclau aborda la cuestión del vacío a través del «vacío significante», en particular del Ideal. El Ideal del yo es una respuesta, ya del sujeto y su inconsciente, el sujeto debe analizarlo y confrontarse con su existencia. El ideal del yo, inconsciente, se demostrará en una cura. Contrariamente, los ideales políticos o sociales, por otro lado, son conscientes. Al final de un análisis, la falta es soportable, es la falta real, real que el sujeto debe enfrentar y que las diversas ilusiones imaginarias, entre ellas, el yo, las identificaciones a sus semejantes han ocultado. Lacan habla de «falta de ser». La política en cambio trata del “ser” (de izquierda o de derecha, populista o anti populista).
La teoría de la hegemonía es atractiva ya que Laclau da al significante un lugar hegemónico sin obtener las mismas consecuencias de ello que el psicoanálisis. En efecto, el significante es hegemónico para el inconsciente, para comprender la lógica de lo que se llama formaciones del inconsciente, es decir, sueños, lapsus, síntoma.
La consideración del significante “hegemónico” o del significante vacío en Laclau, están claramente inspirados por el estructuralismo. Según la teoría estructural del lenguaje, un significante existe por oposición a los otros. Es esto lo que da al populismo construido por Laclau un carácter no ideológico. Ésto es central y muy importante. El populismo de Laclau está constituido por una identidad social «discursiva», constituida «en el punto de encuentro entre lo que él llama «diferencia» y «equivalencia», así como las identidades lingüísticas son el asiento de las relaciones sintagmáticas de combinación y las “relaciones paradigmáticas alternativas». La teoría de Laclau sobre los significantes se basa en lo que él llama «significantes flotantes», o vacíos, manteniendo una gran imprecisión sobre ellos. Este concepto se deduce también de la influencia en Laclau de conceptos lacanianos, pero que en Laclau toman otro sentido.
Ernesto Laclau promueve el efecto «totalizador» del líder como un objetivo a alcanzar, pero, no detecta allí ningún riesgo de transformación potencial del populismo en totalitarismo. La diferencia entre la totalización populista y la totalización institucionalista se encuentra en estos significantes hegemónicos privilegiados, que estructuran “como puntos nodales, toda la formación discursiva” [Laclau,E . 2008 :100] .
Laclau sugiere que no es el líder quien se propone ocupar su lugar sino que se «lo hacemos encarnar». Sobre este punto Lacan considera que el sujeto, carente de identidad, se apoya en los rasgos del Otro constituyendo los diferentes tipos de la identificación. Una vez que el significante del ideal hace los lazos de los grupos federados por él, comienza una cierta formación del pueblo. Aquí encontramos la teoría del significante nodal que Lacan llamará genéricamente S1, siendo el líder, o lo que el pueblo hace encarnar como líder, lo que está representando el significante originario.
Para Laclau, una sociedad sin líder es imposible. Es una gran cuestión del psicoanálisis, teoría en la que el Edipo y la preeminencia paterna como principal transmisor de la ley ha sido desde Freud, central. Así, siguiendo la clínica contemporánea pero también los últimos desarrollos de Lacan respecto del padre y del seminario “Le sinthome” la cuestión del padre como nudo deja de ser exclusiva. El padre pasa a ser un síntoma y no un ideal, y ese lugar nodal puede estar ocupado por lo que Lacan llama “sinthome”. Esto puede ser representado por una actividad, una relación, una actividad artística, una obra. Por consecuencia una sociedad formada por individuos separados de sus pasiones, de sus significantes hegemónicos desvitalizados parecería posible desde el punto de vista psicoanalítico y por lo tanto sin un líder forzosamente. Esto no es tenido en cuenta por Laclau a pesar que es un tema de gran actualidad.
Para Laclau, el surgimiento del pueblo sigue la cadena que él llama «equivalencias y leyes estratégicas de movimiento que le son propias» insistiendo en que «las relaciones de equivalencia no irían más allá de un vago sentimiento de solidaridad si no cristalizaran en una cierta «identidad discursiva». Esta identidad discursiva ya no representa las demandas democráticas como equivalentes, sino como el “vínculo de la equivalencia como tal” [Laclau,E . 2008:115]. Esto se logra a través de la operación «hegemónica», y no hay hegemonía para Laclau, sin la construcción de una identidad popular basada en una pluralidad de “demandas democráticas» [Laclau,E .2008:117]. Laclau también considera que una operación “performativa” [Laclau,E .2008 :119] constituye la cadena como tal, a través de una operación equivalente a la del sueño y de la “condensación” freudiana. Si nos fijamos en la historia del peronismo y en el número de episodios y avatares que la relación del pueblo con su líder contiene, no podemos entender esta simplificación de Laclau que sin embargo usa al movimiento peronista como ejemplo. Cómo limitar el surgimiento de un líder político a una condensación?
El concepto de líder cuestiona a Laclau, al tiempo que reconoce que el nombre, nombre propio suponemos, “ocupa el lugar del concepto en los momentos de retiro democrático” [Laclau,E . 2008 :122]. Agrega «De esta manera, casi imperceptiblemente, la lógica equivalencial conduce a la singularidad, y la singularidad a la identificación de la unidad del grupo con el nombre del líder» [Laclau,E . 2008 :131]. Esto se puede ver en la clínica de los movimientos políticos. Allí el yo se reduce a la identificación con el nombre hegemónico. Laclau justifica la existencia del nombre, basado en Kripke y su «designador rígido».
Laclau deja la acción del líder sobre el individuo sin respuesta, llamando «productividad social del nombre»[ Laclau,E . (2008) :89] como «una condición para la producción de las equivalencias necesarias para la constitución del pueblo» sin preguntarse qué función inconsciente tiene ese mismo nombre en la subjetividad de los individuos que componen la masa.
Volvamos al uso del «significante flotante»: en el psicoanálisis es la atención del analista que flota, no los significantes. Los significantes están en relación y producen significado o significados. Ciertamente, Lacan habló de la letra y del significante a semántico, pero esto no parece corresponder al uso de Laclau para quién « el conjunto de herramientas retóricas (significantes flotantes) que pueden ponerse al servicio de las ideologías más dispares”. Laclau entra, sin especificarlo, en terreno del uso del lenguaje en los movimientos populistas.
El hecho de que el significado político de estos significantes flotantes dependa enteramente de articulaciones cíclicas no significa para Laclau “necesariamente que su uso implique una manipulación puramente cínica o instrumental de los actores políticos” [Laclau,E . 2008:223]. Sin embargo, es este aspecto rígido del sentido y de la conjugación «cínica e instrumental» lo que se opone al psicoanálisis y que la teoría de Laclau no elimina.
El psicoanálisis como disciplina debería estar satisfecha con las muchas citas que Laclau hace de su corpus. Sin embargo, estas citas o “apropiaciones” conducen a supuestas categorías psicoanalíticas o lingüísticas que omiten evocar las diferencias que la teoría de Laclau tiene con el psicoanálisis. “La hegemonía-dice Laclau- es esta operación por la que una particularidad toma una significación universal inconmensurable consigo misma” [Laclau, E. 2014 ]. Así, ya no es la hegemonía del significante, es una definición lógica, de lo particular, lo universal, lo oscuro.
«Dado que esta totalidad encarnada o universalidad es, como hemos visto, un objeto imposible, la identidad hegemónica se convierte en algo del orden de un significante vacío, transformando su particularidad en un cuerpo que encarna una totalidad imposible», nos dice Laclau en un pasage conclusivo.
El punto de llegada del recorrido que trata de la hegemonía es el siguiente: «....una totalización hegemónica requiere una inversión radical -es decir, no determinable a primera vista- y la participación en juego de significado significativos que son muy diferentes de la aprehensión puramente conceptual. Como veremos, la dimensión emocional juega un papel esencial aquí» (nosotros subrayamos). Hegemonía no de la cultura como lo hace Gramsci, ni del significante como en un primer momento lo deja entender Laclau, sino de una particularidad que se vuelve universal.
Esto hace que el afecto no sea un elemento de la estructura subjetiva a analizar, sino un elemento de oscurantismo casi político que invita al individuo a participar en «juegos significativos de sentido muy diferentes de la aprehensión conceptual». Así, Laclau confirma a su manera, que la política es la otra cara del psicoanálisis.
Lo que el psicoanálisis pretende individualmente es separar la identificación ideal del yo y “objeto a” que ha sostenido el deseo, la neurosis, y la transferencia.
Por el contrario, Laclau, piensa que un “significante flotante” y ligado conceptualmente al objeto a lacaniano, es la base de una universalización de la particularidad y confirmaría las identificaciones de los unos a los otros. Este mecanismo es esencial para la constitución de un pueblo, un movimiento, el boulangismo, el peronismo según los ejemplos que Laclau toma.
Así, ahí donde Gramsci pidió a los intelectuales revolucionarios que desafiaran a los intelectuales burgueses, Laclau pide participar a la constitución del “pueblo” con afectos un tanto inefables. Pero debemos reconocer la originalidad y prodigalidad de la creación teórica de Laclau, que como pocos teóricos fuera del psicoanálisis, ha tratado de integrar los conceptos de ésta disciplina en sus elaboraciones. Sin embargo, insistimos en el verdadero aspecto paradojal y contradictorio de utilizar los conceptos psicoanalíticos para mostrar su uso y aplicarlos a una realidad que está en las antípodas de la práctica psicoanalítica.