Resumen: El objeto del siguiente trabajo es analizar el vínculo entre el fenómeno político y las ponderaciones provenientes de la estética, a la luz de lo que fue el período kirchnerista (2003-2015). El juicio estético tuvo un lugar destacado que potenció el carácter dual y conflictivo que supone la dimensión política para el populismo. El artículo analiza cómo la élite artística e intelectual argentina ofició de apologista y detractora de este período histórico. El trabajo intenta explorar como el juicio estético potenció al juicio moral en lo que hace a la caracterización del kirchnerismo y arriesga, a modo de hipótesis, la desactivación que de este binomio pretende la nueva coalición de gobierno como fórmula retórico política para construir su nuevo esquema de legitimación.
Palabras clave:estéticaestética,políticapolítica,intelligentsiasintelligentsias,kirchnerismokirchnerismo,macrismomacrismo.
Abstract: The object of the following work is to analyze the link between the political phenomenon and the weightings coming from aesthetics, in light of what was the Kirchner period (2003-2015). The aesthetic judgment had an outstanding place that enhanced the dual and conflicting character that the political dimension supposes for populism. The article analyzes how the Argentine artistic and intellectual elite officiated as an apologist and detractor of this historical period. This work tries to explore how the aesthetic judgment potentiates the moral judgment in what characterizes the Kirchnerism and considers the hypothesis that the new coalition of government intends to deactivate of this binomial as a political rhetorical formula to build its new legitimation scheme.
Keywords: aesthetics, politics, intelligentsias, kirchnerismo, macrismo.
IV.PERSPECTIVAS
Lo bello bueno. Apuntes sobre la estetización de lo político en la Argentina kirchnerista.
The beautiful good. Notes on the aestheticization of the political in Kirchnerist Argentina
Recepción: 27 Julio 2019
Aprobación: 05 Septiembre 2019
El objeto del siguiente trabajo es analizar el vínculo entre el fenómeno político y las ponderaciones provenientes de la estética, a la luz de lo que fue el período comprendido entre el 2003 y el 2015. En los doce años que duro en el gobierno, la hegemonía kirchnerista se vertebró a partir de hacer propias una serie de demandas tales como: el reconocimiento de los derechos de las minorías sexuales, la desocupación laboral, la Asignación Universal por Hijo, la recuperación e incorporación en la agenda gubernamental de la tópica referida a los derechos humanos, la politización de las juventudes, la ampliación del Estado y su intervención en la economía, entre otras. Todos estos procesos supusieron un parte aguas en la sociedad Argentina como no acontecía desde hacía tiempo, en tanto constituyeron ponderaciones positivas y negativas de lo que fue ese momento histórico. En gran medida, y de manera confesa, el kirchnerismo apeló al carácter agónico de la sociedad argentina a partir de identificar un adversario y establecer una confrontación con este.
En este proceso, el juicio estético potenció el carácter dual y conflictivo que supone la dimensión política para el populismo. La estética constituyó el prius de los diversos discursos apologistas y detractores al kirchnerismo. La posibilidad de identificar esta trama discursiva supone una indagación de figuras e instituciones pertenecientes al arte y la intelectualidad. El término Intelligentsia nos resulta ilustrativo para dar cuenta de estas y lo que entendemos como su accionar estetizador.
La utilización del término estética reporta una serie de ambigüedades, ya que puede referir a diversas cuestiones, dependiendo del sustento teórico al que se adhiera. En algunos casos, el acto creativo que supone pintar, escribir, o actuar puede considerarse un acto estético. Sin embargo, concepciones más usuales definen a la estética como un tipo específico de juicio regido principalmente por el dualismo de la belleza y la fealdad distinguiéndola del acto artístico. Sea o no que se considere a la estética como un acto creativo artístico, además de una ponderación, lo cierto es que la acepción que la considera como juicio recibe el nombre de crítica. Dependiendo de la actividad a la que refiera habría diversos tipos: la literaria, la teatral, la plástica, etc. Un estado del arte abocado a esta tópica será, necesariamente, ambiguo, parcial e incompleto. El más usual es propenso a considerar a la estética en este último sentido, aunque habría ambigüedades que permiten incluir al acto creativo, cualquiera sea su forma.
En el siglo XX, la estetización del fenómeno político reviste diversos cruces cuya tematización encontró eco a partir de la estetización de la guerra y la violencia propugnada por la Inteligentsia apologista de los aparatos ideológicos nazi-fascistas. Su efectividad radicó en que la dominación impulsada por este tipo de regímenes tuvo en este tipo de construcción estética mayor efectividad que en cualquier otro tipo de apelación a la hora de legitimar sus designios. De allí la preocupación y por momentos resignación de Walter Benjamin (2011) por el efecto que esta acción estaba teniendo sobre las masas. En dicho contexto se da su famosa consigna de que “a la estetización de la política que propone el fascismo los comunistas deberán responder con la politización del arte”.
Sin embargo, es una verdad que nadie ignora que el siglo XX no legó para el XXI la pervivencia de formas político sociales comprendidas dentro de las fórmulas auguradas por el fascismo y el comunismo en sus diversas variables. Lo que terminó por perdurar, en la mayoría del globo, con una legitimidad que pocos ponen en duda, fueron los órdenes políticos liberal-democráticos (Mouffe, 2003). En estos, si bien es posible detectar algunas de las tendencias que signaron la estetización de la política en el siglo previo, no obstante, ninguno de estos tipos ideales agota la experiencia de la estetización del fenómeno político. No solo por la ausencia de legitimidad que estas tendencias pueden tener en tanto prácticas de experiencias políticas perimidas, sino porque estos regímenes liberal-democráticos representan la manifestación política de un cambio epocal de gran magnitud, en el cual el vínculo que la estética tiene para con la política y otras dimensiones presenta características novedosas.
Las consolidación de la globalización manifestada en nuevas dinámicas de mercado, diversas pautas de consumo y comportamiento, es análoga a la ausencia de una centralidad con la que otrora se daba ubicuidad al fenómeno político. En dicho marco la estetización cobra relevancia en una pluralidad de ámbitos que a prima facie se presentan como ajeno a los ámbitos políticos. En este sentido, la creciente tendencia registrada en las últimas décadas de la conversión cada vez mayor de bienes culturales en mercancías –proceso comprendido dentro de la emergencia del fenómeno Kistch (Plot, 2003)–, al mismo tiempo que la puesta en crisis de las vanguardias de todo tipo (Greemberg, 2002) implicó un tipo de dinámica estética que ciertamente habilita un vínculo novedoso y complejo con la dimensión política.
La emergencia de mercados e industrias culturales implica la imbricación de la estética con la economía y, dentro de esta, con ámbitos otrora ajenos a ella. Como sugiere Lipovestky (2015) a la reflexión augurada por la Escuela de Frankfurt que puso énfasis en la acción colonizadora de una racionalidad instrumental por sobre las fuerzas que gobiernan otros campos, debemos considerar también un rol análogo para el caso de la estética, dando lugar a la emergencia de complejos económicos-estéticos. Estos, además de la existencia de élites intelectuales que oficien de detractoras o justificadoras del poder político en su esfera gubernamental, también constituyen, en consonancia con esta o no, ámbitos de estetización de la política. En este sentido, se puede considerar como un gesto de estetización al lobby que determinado complejo estético-económico puede realizar sobre un gobierno para obtener apoyos para la puesta en marcha de ferias, bienales y festivales de todo tipo. Este tipo de acciones impone agendas estéticas diferenciales en determinadas sociedades a partir del apoyo prestado por sus respectivos gobiernos.
Otro ámbito contemporáneo donde se puede observar la imbricación cada vez mayor de la estética con la política es aquella que proviene del mundo del espectáculo. La emergencia de programas televisivos orientados al humor y al espectáculo funcionan como un ágora improvisada y reglada por los tiempos y formas de una estética grotesca signada por lógicas retoricas cínicas, burlescas e irónicas. De esta manera, la estética es una de las fuerzas que colabora a la corrosión que desde hace tiempo viene sufriendo el espacio público. El poder de seducción de las imágenes socava cualquier intento de deliberación racional. Jay (2003) sugiere que la estetización de la política significa la victoria del espectáculo sobre la esfera pública, dando lugar a la consideración de la estética como ideología.
Referir a los agentes que aseguran el vínculo entre la estética y la política implicaría los lugares canónicos de esta reflexión. En este sentido, los trabajos de Gramsci y Bourdieu son emblemáticos. El término intelectual sería el más idóneo. Sin embargo, estimamos que este se presta a confusiones por dos motivos. El primero de ellos es que además de una actividad intelectual, la estetización de la política también surge de otras figuras y sus acciones, como es el caso de los artistas de diversos tipo. A riesgo de ser demasiado esquemáticos, estimamos que el término intelectual está más próximo a un juicio moral o científico que a uno estético. El segundo es que la trama de relaciones sociales, entre la que se hallan los artistas e intelectuales, forman parte de un campo, al decir de Bourdieu, mucho más basto, que las incluye pero las trasciende. De allí que el término Inteligentsia nos resulte más apropiado por la eficacia lacónica que posee para identificar la situación a la que queremos referir.
Como sugiere Aron (1962), esta conformaba un sector social que ha existido en todas las culturas y no es privativo de Occidente. Entre sus funciones se destaca la trasmisión cultural y la justificación o detracción del poder. En lo que hace a sus características, es posible analizarla a partir de diversos cruces. Uno de ellos es el que alude a la componenda de sus integrantes. Están aquellos que provienen del mundo artístico y los que provienen del campo intelectual. Conforme se fueron complejizando las sociedades, estos grupos fueron adquirieron mayor profesionalización. La emergencia de toda una gamma de profesiones orientadas a una reflexión científica sobre la realidad (sociólogos, politólogos, historiadores, etc.) son prueba de ello. Otro aspecto importante a destacar es su estructuración jerárquica y sus diferentes niveles de gradación. No son lo mismo aquellos intelectuales o artistas que llevan su actividad a las cimas del virtuosismo y se alojan en determinadas instituciones, que aquellos que hacen uso de los resultados de esta sin participar de su creación. De esta manera, las diferencias entre un profesor universitario que desarrolla su actividad en el marco de una cátedra –sea esta de teoría política, económica o cultural–, y la de un periodista o divulgador abocado a los mismos temas puede que sea una diferencia funcional. A pesar de ello, ambos forman parte de la Intelligentsia en tanto que participan de la creación y difusión de determinados discursos para la detracción y/o justificación de quienes detentan el poder. En esta senda, la actividad intelectual y artística comparte el mismo destino que aquellas actividades científicas vinculadas a la manipulación de la naturaleza y la generación de la técnica. Entre el teórico social universitario y el periodista, de la misma manera que entre el artista y el publicista, puede servir de analogía la diferencia que existe entre un físico teórico y un ingeniero.
Las figuras e instituciones que estructuran la Intelligentsia en nuestro país no son ajenas a esta caracterización. La porción de esta apologética del kirchenrismo tiene una génesis muy particular cuyo tratamiento excede ampliamente estas líneas. No obstante, en el lapso que va de 2008 a 2010, es decir, desde la confrontación con el sector agropecuario hasta la muerte de Kirchner, adquirió gran parte de la consistencia que aún posee. La famosa resolución 1251no solo significó el conflicto con el sector económico “campo”, sino también con el multimedios Clarín. Fue la ponderación de que la acción discursiva de este último logró plegar a las clases medias urbanas de las ciudades más importantes del país a la demanda de los sectores agropecuarios, lo que terminó por convertirlo en el principal antagonista del gobierno. En este sentido, la emergencia del conflicto agropecuario laceró gravemente la legitimidad que el kirchnerismo venía construyendo sobre los sectores medios. Legitimidad erigida a partir de gestos que pretendían construir una hegemonía cultural basada en un ideario progresista o de centro-izquierda, entre los que se destaca: los enjuiciamientos a los responsables militares de la última dictadura, el intento de vincular al peronismo con la internacional socialista y la transversalidad, la tópica de los derechos humanos, la política exterior orientada a la integración latinoamericana; acontecimientos que estructuraron discursos que fueron recepcionados, retransmitidos y reelaborados en un claro gesto de apoyatura a la gestión de gobierno kirchnerista por los dispositivos comunicacionales más emblemáticos de ese ideario, tales como Página 12 y el alineamiento al mismo de los canales públicos Canal 7 y el reciente creado Canal Encuentro.
En este sentido, al momento de estallar la crisis con el sector agropecuario, el kirchenrismo maniobró políticamente con las organizaciones que lo sostenían (movimientos sociales, sindicatos y estructuras partidarias), sin poseer una hegemonía cultural robusta que justifique sus medidas. El resultado de tal conflagración fueron los magros resultados electorales de la elección de medio termino en 2009. En dicho marco, surgieron dos de los dispositivos emblemáticos que le dieron forma a la Intelligentsia K. Por un lado el colectivo “Carta Abierta” y por el otro el programa 678. Ambos se conjugaron mutuamente y fueron el centro de gravedad donde orbitaron otros y dieron mayor consistencia y organicidad a la Intelligentsia K en sus diversos niveles y alcances. El agrupamiento colectivo “Carta Abierta” nucleó a artistas y autoproclamados intelectuales en un espacio donde manifestaban orgánicamente su apoyo al kirchenrismo. En dicho marco no hubo dudas para la jactancia. El discurso emanado desde este colectivo fue la ponderación de que el gobierno se veía jaqueado por fuerzas conservadoras y retardatarias, por lo que todas aquellas fuerzas que se reivindicaban como progresistas o de centro izquierda no tenían margen para quedar fuera. En esta senda su planteo fue exitoso, en tanto obligó a posicionar en favor del gobierno a muchos intelectuales refractarios al peronismo en general y al kirchnerismo como expresión de esa generalidad, ampliando de esta manera la base de sustentación abocada a legitimar a la gestión de gobierno kirchnerista.
Al mismo tiempo, a los ya existentes dispositivos comunicacionales, desde donde basculaba gran parte del discurso de la Intelligentsia K, surge el inédito programa 678, cuya principal virtud fue sincerar parte del arcano del poder. En este sentido, al presentarse como un programa periodístico que apoyaba al gobierno, exigía y demandaba que otros dispositivos mediáticos hicieran lo mismo. Con dicho gesto plegó al discurso progresista a la problemática del poder, sin dejar margen para ningún tipo de neutralidad. En gran medida, construyó su estructura argumental a partir de denunciar la manipulación mediática del grupo Clarín. Es claro que la reconquista de la hegemonía cultural del kirchnerismo en el futuro fue producto de diversas medidas de políticas públicas, tales como: Fútbol para todos, las estatizaciones de las AFJP y la nacionalización de Aerolíneas Argentinas, la ley de medios, como también medidas económicas como la ampliación de las coberturas sociales de corte asistencial, la asignación universal por hijo y las paritarias. De allí que la gran movilización popular luego de la muerte de Kirchner auguró el gran triunfo electoral de Cristina Fernández de Kirchner (CFK) en 2011.
Es posible hacer referencia a la heterogeneidad de la Intelligentsia K a partir de una tríada. Primero, una retaguardia compuesta por figuras y discursos intelectuales del peronismo de paladar negro, mayormente anclados en el revisionismo histórico de diverso fuste. El “Instituto Dorrego” y su fugaz existencia fue la institución emblemática de este sector. En segundo lugar, un centro afincado en la figura del sociólogo y ensayista Horacio González y una serie de acólitos que reportan a la tradición del peronismo de izquierda y los renovadores de la década de 1980, nucleados en la Biblioteca Nacional, que dieron su apoyo al kirchenrismo desde un inicio. Por último, una vanguardia cuyo más evidente símbolo fue Ricardo Forster, con la iniciativa de llevar adelante la “Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional”, también con fuertes vínculos con lo que fue “Carta Abierta”, pero no reportando a la tradición del pensamiento nacional. Este último espacio hizo uso de un discurso que trasciendía ampliamente los usos discursivos típicos del peronismo, ya sea ortodoxo o heterodoxo, con el objetivo de atraer a sectores progresistas no encuadrados en la identidad peronista, con características distintas a los casos previos.
En todos los casos, los discursos de estos tres sectores de la Intelligentsia K han utilizado diversos dispositivos y formas para trasmitir su mensaje y construir su hegemonía. Al dispositivo 678 se le fueron sumando otros, en una articulación sinérgica. A nivel de medios, el diario Tiempo Argentino, diversas señales de televisión, el alineamiento táctico de medios que no compartían la visión estratégica del kirchenrismo (el multimedios C5N, Infobae y Ámbito Financiero). Asimismo, otras instituciones culturales como el Museo del Bicentenario y el Centro Cultural Néstor Carlos Kirchner “La ballena Azul” fueron los canales institucionales desde donde ha basculado gran parte del discurso de la Intelligentsia K. A todo esto le podríamos agregar todo el mecenazgo público que surgió de los subsidios que brindan instituciones como el INCAA para la producción audiovisual, como también el sostenimiento de un sistema robusto de becas del CONICET para las ciencias sociales y humanas.
De la misma manera que los sectores intelectuales que justificaron y apoyaron al kirchnerismo, los sectores de la Intelligentsia que se le opusieron también adquirieron sus contornos más acabados en el lapso que va de 2008 a 2010. Análogo al rol que asumió el binomio “Carta Abierta” y 678, el grupo Clarín fue el centro de gravedad que estructuró mayormente sus dinámicas. La extensión y magnitud de sus aparatos en lo que hace al campo de la industria cultural argentina le permitió extender diversas variables discursivas de oposición –prensa gráfica, canales televisivos como TN y Canal 13 y dispositivos de alta cultura como la revista Ñ–. Cada uno de los programas que componen la grilla del canal TN han dado lugar a figuras intelectuales con diversa funcionalidad que, desde 2008, orientaron su acción discursiva a un cuestionamiento total a la gestión de gobierno kirchnerista. Lo mismo aconteció con Canal 13, no solo con la obvia mención al programa de Jorge Lanata, sino que también algunas de las producciones de contenido de ficción tangencialmente cuestionaron parte de los valores que encarnaba el kirchenrismo. Además de este grupo, otros multimedios de menor envergadura como América TV han dado lugar a dispositivos que se constituyeron como emblemas del antikirchnerismo. El programa de Luis Majúl y el de Mirtha Legrand son emblemáticos al respecto. El primero con ínfulas de periodismo serio, el último claramente orientado a operar sobre el sentido común.
No se puede obviar en la conformación intelectual de la detracción anti K a los periódicos La Nación, Perfil, Revista Noticias y otros de menor circulación. De igual manera que las propuestas audiovisuales, estos medios han dado lugar a diversos tipos de figuras y discursos intelectuales orientados a un público poseedor de un capital simbólico alto. En la misma senda que la línea editorial de estos periódicos, es digno de remarcar el carácter opositor de algunas figuras históricas como es el caso de Mariano Grondona y su programa Hora Clave, como también los gestos en la dirección de generar espacios de oposición a lo que fue “Carta Abierta”, el fugaz intento del colectivo “Aurora” de sesgo conservador y el grupo “Platafroma”, de oposición progresista al gobierno.
Por último, es importante destacar, a nivel político institucional, instancias robustas de oposición al kirchnerismo que sostuvieron espacios de detracción. En este sentido, el PRO, al ser el partido que gobernó a la ciudad autónoma de Buenos Aires, tuvo –y aún lo hace– una política cultural institucional robusta, más allá de la partidaria (aunque es claro que ambas se mezclan), precisamente por la importancia de la CABA como metrópolis mundial. De allí que iniciativas tales como el “Canal de la Ciudad”, de la misma manera que toda la estructura cultural pública dependiente del gobierno fueron un polo importante para impulsar discursos de oposición o diferenciación del de la Intelligentsia K.
En toda esta heterogeneidad, la taxonomía utilizada para dar cuenta de la Intelligentsia K no es plausible de ser aplicada. En este sentido, no hubo una retaguardia, un centro y una vanguardia, ya que los discursos que la Intelligentsia no K no tuvieron un criterio único de oposición. Sumado a esto, los aparatos ideológicos y culturales que le dieron sustento fueron mutando. En los albores, la detracción discursiva más robusta provino de medios de comunicación con criterios editoriales de sesgos conservadores y liberales, tales como La Nación y Ámbito Financiero. En dicho marco, los discursos de oposición al kirchenrismo pasaban por una oposición conservadora al ideario progresista o de centro izquierda que este buscaba enarbolar, sea en su dimensión económica, política o cultural. Es importante destacar que en estos inicios el multimedios Clarín y todos sus aparatos no formaban parte de la estructura discursiva de detracción al gobierno.
La difícil armonización de los diversos discursos que estructuran al antikirchenrismo dependieron de varias aspectos. En primer lugar, observamos la vigencia del binomio antiperonismo vs. peronismo como limitante para establecer un criterio unívoco de articulación discursiva. En lo que hace a la componenda de aquellos que conforman el ámbito de la detracción al kirchenrismo, hay peronistas y antiperonistas que no siempre acordaron. Para los peronistas clásicos el kirchnerismo fue una traición al ideario justicialista, mientras que para los antiperonistas el kirchenrismo se presentó como una variable más del peronismo. El otro cruce de iguales características es el que refiere al ideario progresista. Están aquellos que sostienen que el kirchenrismo no encarnó ninguno de los valores progresistas diciendo ser ellos los portadores de dicho estandarte y están aquellos que cuestionan el carácter excesivamente progresista y populista del kirchenrismo.
En definitiva, el antikirchenrismo no tuvo (y aún así sucede) las mismas motivaciones discursivas en todos los casos. De esta manera, habría una oposición económica al keynesianismo que propugnó este, un intento de disputa del mote de progresista en lo social y cultural, y a nivel político una crítica al populismo en nombre de un republicanismo. Estos tres aspectos no siempre se han podido articular coherentemente.
En segundo lugar, debemos destacar que determinadas medidas impulsadas desde el gobierno como la ley de medios2 implicaron un intento de fractura del mercado de medios de la Argentina. Para aquellos medios de menor envergadura que la del grupo Clarín el intento de desmonopolización de este implicó una ventana de oportunidad, alterando de esta manera la unidad de bloque que muchos medios opositores al gobierno poseían. Esta situación conlleva a que en efecto la Intelligentsia no kirchnerista no haya podido conjurarse de manera orgánica en una propuesta política concreta. En efecto, algunas de sus principales figuras y discursos no se encuadraron en ninguna de las fuerzas políticas representadas por candidatos con ciertas chances de ganar en 2015. El apoyo de Beatriz Sarlo a Margarita Stolbizer fue emblemático al respecto.
El ejemplo de Sarlo permite ilustrar un rasgo muy característico de la Intelligentsia argentina en cualquiera de sus expresiones: el hecho de que nadie quiera aparecer como no progresista. Es difícil encontrar –como sí lo hubo en otras épocas– un gesto deliberadamente conservador por parte de una minoría intelectual y artística activa. Incluso desde el PRO, a pesar de ser ponderado como un partido liberal conservador, también existen gestos y figuras intelectuales que intentan apropiarse de dicho ideario.
El uso que la Intelligentsia argentina hizo de la estética se evidenció con mucha más fuerza en los apologistas al kirchnerismo que en sus detractores. Ciertamente que, cuando afirmamos que hay un uso deliberado de la estética propiciado por un actor como la Intelligentsia para oficiar de apologista al poder político, referimos a una de las posibilidades en las que se presenta una justificación y consumación del vínculo entre estética y política.
Entre las muchas acciones que realizaron los diversos apologistas al kirchnerismo, la estetización se manifestó como la incorporación de elementos formales que reportaban a las categorías que hacen posible los juicios de este campo, dentro de los diversos dispositivos comunicacionales abocados a la tarea de justificación. A los relatos que ya presentaban al kirchnerismo como algo bueno, se se sumaron otros que lo presentaban bello. Quedaba así establecido un reforzamiento (bueno-bello) en los enunciados de justificación al kirchnerismo.
Es importante destacar que la ponderación bondadosa del kirchnerismo no dependió de ninguna juglaresca, sino de los datos duros de la economía, tales como la baja real de la desocupación, un crecimiento económico sostenido y una mejoría en todos los índices sociales, en comparación con períodos previos. El cambio de las dinámicas económicas en la Argentina de la posconvertibilidad daba algunos resultados. El camino productivista emprendido por Duhalde y continuado por Kirchner implicaba una transferencia de divisas (vía retenciones) del sector primario exportador al sector secundario industrial. Desde 2003 hasta 2008 estos dos sectores pudieron convivir de manera más o menos equilibrada. El tipo de cambio del peso argentino en relación con el dólar era competitivo, tanto para el sector agropecuario como para el industrial. Incluso este último logró por momentos expandirse más allá del mercado interno, llegando a exportar sus bienes a otras economías vecinas, de la cual Brasil fue la más emblemática. La recuperación del sector secundario fue uno de los baluartes de la recuperación económica y social en tanto generaba mayor empleo y crecimiento económico. Si bien en todo este período, como hemos destacado, el kirchenrismo tuvo referentes intelectuales y artísticos que brindaron su apoyo, no hubo un relato de justificación de tal consistencia y magnitud como comenzó a tener luego de 2008 (Pavón, 2013).
La crisis con el sector agropecuario, producto de la reacción de este ante la medida propuesta por el gobierno de incrementar las retenciones, fue la primer estocada al modelo productivista en ciernes, en tanto que amenazaba el flujo de divisas que hacía competitiva a la industria argentina. En dicho contexto, la hegemonía y legitimidad del kirchnerismo se vió seriamente amenazada, sobre todo en los sectores medios urbanos, que en no pocas ocasiones manifestaron su apoyo y adhesión a los reclamos del sector agropecuario. Esta situación fragmentó la base política de sustentación del kirchenrismo, en tanto que muchos sectores otrora aliados se plegaron a la demanda de los sectores agropecuarios.
Además de las dificultades hacia el interior del frente político, la legitimidad social del kirchnerismo se veía amenazada en términos simbólicos producto del accionar comunicacional detractor a su gestión proveniente de los medios de comunicación más emblemáticos. No se debe olvidar el vilo y la profunda crisis social que generaron las constantes marchas y cortes de rutas provenientes de los sectores agropecuarios. Dicho contexto tortuoso para el gobierno, signado por la crisis con el sector agropecuario, se manifestó en el adverso resultado en las elecciones de medio término de 2009. Esta situación dejó en evidencia que la bondad del modelo no bastaba para construir un relato de apoyatura, sobre todo en lo que hacía a los sectores medios, que parecía ser el sector al que el kirchenrismo necesitaba atraer.
Como Sugiere Umberto Eco (2013), la función estética de un mensaje emerge cuando este se estructura de manera ambigua y auto-reflexiva, es decir, cuando pretende atraer la atención del destinatario sobre la propia forma, en primer lugar. Es importante destacar que un mensaje puede revestir esta función en simultáneo con otras. De allí que un mensaje persuasivo, como el retórico, puede tener una función estética. Esta definición resulta pertinente para indicar el accionar estetizador de la Intelligentsia en sus diversos niveles, visibilizada en la adición de criterios propios de ese campo a las diversas retóricas ya existentes y otras de reciente emergencia abocadas a justificar a la gestión de gobierno kirchnerista desde sus orígenes, pero especialmente a partir de las medidas y la dirección auguradas a partir de 2008.
La estetización de una consigna retórica generada por un nivel de la Intelligentsia, como lo fue el caso del “clima destituyente3”, por dispositivos comunicacionales también pertenecientes a esta, tales como 678 y Duro de Domar, no solo constituyen una corroboración de esta definición, sino que además muestra la articulación explícita entre dos niveles funcionales de la Intellignetsia. Ciertamente que esta diferencia entre la elaboración de una consigna y su reproducción estetizada no obnubila propósitos múltiples y diferenciados de uno y otro nivel de la Intelligentsia. Ni el colectivo Carta Abierta agotó la formulación de máximas intelectuales con la cual dotar de sentido al kirchnerismo, como tampoco 678, Duro de Domar y Televisión Registrada fueron meros reproductores de una agenda cuyo único propósito haya sido el de estilizarla. En este sentido, las reuniones de Carta Abierta, así como sus producciones intelectuales, pueden haber sido objeto de una ponderación estética (ciertamente para pocos), de igual manera que 678, Duro de Domar y Televisión Registrada fueron ámbitos donde en no pocas ocasiones se dieron debates intelectuales intensos. En dicho contexto, la estetización del kirchnerismo propuesta por la Intelligentsia en sus diversos niveles estuvo signada mayormente por la emergencia y sinergia de estos diversos dispositivos, a la cual debemos agregar Peter Capusotto y sus videos, así como los diarios Pagina/12 y Tiempo Argentino.
De allí que a las retóricas que buscaban persuadir en torno a las bondades de un modelo y un gobierno amenazado por intereses mezquinos se le adosaron formas estéticas. Lisa y llanamente fue la aplicación de criterios que reportaban a un ideal de belleza y armonía de basta aceptación, tales como: la condición femenina, la juventud, la apelación a recursos discursivos como el sarcasmo y la ironía, la inteligencia, la transgresión, el altruismo, el compromiso, la solidaridad, el ataque frontal a cierta solemnidad y el sinceramiento del arcano del poder de las corporaciones más importantes de nuestro país, sobre todo aquellas vinculadas a los medios de comunicación. Ciertamente que la elaboración de un mensaje estético no combinó en todo momento todos y cada uno de estos criterios. Sin embargo, estimamos posible encontrar dos grandes procesos en los cuales se manifestó la emergencia y construcción de esta dinámica.
El primero de ellos se dio con la construcción del relato histórico que el kirchnerismo habilitó, al recuperar una porción del universo simbólico del peronismo y la omisión, en la medida en que tuvo licencia, de otra porción. La figura de Eva Duarte en su versión de la Evita montonera y de Héctor J. Cámpora como hito del acceso al poder de la juventud en los 70’ y la omisión de ciertos símbolos vinculados a la versión más ortodoxa de dicha identidad permiten señalar la preeminencia de alguno de estos criterios. A estos se le debe adosar la estética proveniente de la absorción de la demanda de la tópica de los derechos humanos que el kirchnerismo hizo propia. La adhesión de los organismos de derechos humanos tales como Madres, Abuelas e Hijos hizo que la estética que portaban se vinculara a la que el kirchnerismo propuso en esta reconstrucción histórica. En ella no solo quedaron establecidos vasos comunicantes más robustos entre la reivindicación de los organismos de derechos humanos con la historia de las juventudes políticas (entre ellas la del peronismo) durante los 70’, sino que también vinculaban y legaban a esta reconstrucción la resistencia cultural de la que estos mismos organismos fueron parte durante la década de los 90’. De esta manera, a los hitos augurarles que el kirchnerismo propició a los efectos de construir su propia identidad, se los reforzaba y vinculaba con una épica previa, al mismo tiempo que esta se proyectaba hacia el futuro.
Como se desprende de lo expuesto en el apartado previo, la estetización como obra de la Intelligentsia apologista al kirchenrismo se dio a partir de construir o sostener, en base a juicios estéticos, a sí misma, a una élite y un proyecto de poder en base a los atributos positivos que propicia este campo. No obstante, también generó y caracterizó con atributos negativos a aquellos que oficiaban como detractores a ella, a la élite política del kirchnerismo y el proyecto que esta buscaba sostener. De allí que la estetización también se presentó como una de las formas para la construcción de un antagonista que abonará a la fórmula populista laclausiana que el kirchnerismo tomó como propia. Esta operación, mientras la hegemonía kirchnerista estaba respaldada institucionalmente, tuvo varios ejemplos. Mientras que acciones apologistas al kirchenrismo se realizaban en dispositivos comunicacionales que combinaban ironía, belleza, juventud e inteligencia, la detracción, por su parte, provenía de los valores y estéticas de personajes que representaban todo lo opuesto. A ello hay que sumarle el hecho de que en no pocos casos los dispositivos comunicacionales apologistas al kirchnerismo estructuraron su accionar ridiculizando a sus homólogos detractores. En definitiva, una porción nada despreciable de la construcción retórica de los productos de la factoría Gvirtz4 se erigió a partir de ridiculizar a personajes detractores al oficialismo. A partir de esta operatoria estética que actuaba como forma de un contenido retórico más sustancial, el discurso de justificación del kirchnerismo obtenía una fortaleza inusitada. En definitiva el kirchenrismo no solo era bueno porque defendía causas moralmente irreprochables, sino que además esa bondad se veía potenciada por el sostenimiento de un modelo económico estructurado a partir de iniciativas propias y favorecido por un contexto internacional. Esto mismo potenciaba y estructuraba una estética que lo representaba, como así también esta última caracterizaba de manera negativa a quienes se le oponían. Contribuyendo a esta dinámica no fue menos importante el desocultamiento del arcano del poder, fundamentalmente del juego de intereses de los medios de comunicación, instancia que movilizó un activismo inusitado de parte de bastos sectores de la población.
Esta situación dejó un margen estrecho para la emergencia de una construcción estética robusta y con cierto grado de homogeneidad que oficiará como detractora al poder por obra de un antagonista político bien definido. Excepción hecha de las iniciativas coordinadas de diversos medios de comunicación que, en tanto grupos económicos, se veían amenazados por el proyecto kirchnerista, no hubo una expresión político-partidaria robusta que de antemano estuviera construyendo una agenda estética diferenciada. No hubo, como aconteció con el menemismo durante los 90’, una expresión política como la de Alianza que, previo a la disputa electoral, estuviera construyendo una agenda proselitista con un universo simbólico diferenciado de gran relevancia y magnitud. Ello ciertamente no implicó la ausencia de expresiones político-partidarias con cierto grado de robustez como lo fue el caso del PRO y el Frente Renovador. Sin embargo, ninguna de estas expresiones políticas opositoras, más allá de la disputa electoral, tuvo una agenda diferente de la que proponían los medios de comunicación. En definitiva, en términos estéticos, ningún actor político de peso pudo disputarle al kirchenrismo el mote de bello y bueno.
¿Feos que se van haciendo bellos y bellos que se hacen feos?
Estas lineas comenzaron a gestarse meses antes de la elección presidencial que consagró a Mauricio Macri como presidente de la Argentina. Las características de este triunfo resultaron una novedad para la historia política argentina, en tanto que en cien años, exceptuando gobiernos militares, solo dos fuerzas políticas (radicales y peronistas) tuvieron posibilidades certeras de hacerse con el poder en sus diversos estamentos. En este sentido, el hecho de que una fuerza política de centro derecha con no más de diez años de existencia, surgida en la Capital Federal, conserve esa plaza, obtenga la gobernación de la provincia de Buenos Aires y el gobierno nacional, es a todas luces un hecho extraordinario.
A dos años de iniciada la gestión del PRO se comienza a perfilar con cierta nitidez la impronta y orientación económica que se busca imponer. Con un matiz ciertamente liberal, el modelo económico que se está gestando puede encontrar algún eje explicativo a partir de lo que se da en llamar “la teoría de las fronteras de las posibilidades de producción” (De Pablo, 1970). Esta doctrina implica el sostenimiento y apoyo a las actividades económicas con ventajas comparativas y la eliminación de incentivos considerados artificiales a aquellas que no lo son. La quita de las retenciones a determinadas franjas del sector agropecuario y la minería, la flexibilidad monetaria que implicó el fin del cepo cambiario, la apertura de la economía, el endeudamiento internacional, la eliminación de subsidios a determinados servicios, el intento de reducir el déficit fiscal, etc. son medidas que, de una manera u otra, impactan sobre determinados sectores productivos del sector secundario industrial que no son competitivos cuando los medimos a partir de la generación de divisas. En definitiva, en términos económicos, todo parece indicar que estamos ante una nueva etapa del juego de suma cero de la historia económica argentina entre proyectos primarios exportadores y proyectos industrialistas. Ciertamente que en ambos casos, en los últimos treinta años, el sector financiero ha subsistido y se ha potenciado a pesar la primacía de uno u otro modelo.
Si bien hubo gestos que implicaron la emergencia de una Intelligentsia que oficie de apologista al proyecto macrista, no es homologable a la kirchnerista. No existieron iniciativas de apoyo por un colectivo con inserción cultural de la talla de “Carta Abierta”. Ello no implica que en un futuro no lo pueda haber. No hay que olvidar que fue recién a partir de 2008 que la Intelligentsia apologista al kirchenrismo cobró forma y consistencia. Hubo, no obstante, gestos explícitos de apoyo en términos personales de muchas figuras artísticas e intelectuales a la candidatura de Mauricio Macri. Más evidente es el accionar de un sector de la Intelligentsia en otro plano: aquella compuesta por comunicadores sociales pertenecientes a diversos medios, sobre todo los audiovisuales, en su mayoría no provenientes del campo intelectual. Surgida en estos círculos o proveniente de otros, consignas como la de cerrar la “grieta”, aludiendo a la fractura social y política que estructuró a la hegemonía kirchnerista, sumado a la crítica a la corrupción y la ineficacia en el manejo de los asuntos públicos que imperó durante su gobierno, son mayormente los ejes que estructuran las retóricas funcionales al nuevo gobierno. En este marco, los gestos apologistas por parte de una Intelligentsia funcional a los propósitos del actual gobierno parecen ir más en la dirección de desacoplar el carácter ético del kirchnersimo de su dimensión estética. El hecho de lograr caracterizar a aquellos que se presentaban con atributos positivos del campo ético de manera negativa a partir de la demostración de hechos de corrupción es un paso necesario para quitar efectividad al recurso estético. En definitiva, una vez que los buenos dejan de serlo, su belleza corre el riesgo de desvanecerse.
El kirchnerismo nunca fue un sujeto homogéneo y en el marco de lo que fue la candidatura de Daniel Scioli como sucesor de Cristina Fernández de Kirchner existieron tensiones, muchas de las cuales tuvieron que ver con la impronta cultural que este buscaba llevar adelante. El “desgarro” con el que Horacio González iría a votar a Scioli y las críticas que este y gran parte de la Intelligentsia kirchnerista hacían al sciolismo por su giro Kistch cuando su equipo sugirió como figuras culturales de su construcción estético cultural a la famosa cantante Soledad Pastorutti, a los hermanos Pimpinella y a Ricardo Montaner, son ejemplos ilustrativos respecto de muchas de las tensiones que el kirchnerismo tuvo y aún hoy sigue teniendo. Más allá del autoplocamado carácter popular de sus discursos y consignas, lo cierto es que gran parte de las retóricas de la Intelligentsia K en su nivel más intelectualizado fue y es de una sofisticación que ciertamente no apela al lego común. Más allá de estas tensiones, fuera del poder, el kirchnerismo sigue erigiéndose como un polo importante de oposición política y simbólica al macrismo.
Del lado del macrismo restará ver cómo se irá construyendo una estética afín, no solo funcional en términos de una caracterización negativa de sus adversarios, sino además de una que justifique con atributos positivos el despliegue de esta nueva élite en el poder. La emergencia de una Intelligentsia con contornos, dinámicas y visibilidad similar, aunque con un discurso diferente a la del kirchnerismo, es una posibilidad que puede o no darse. En este sentido, es más probable que la estética funcional al macrismo surja de la emergencia de complejos económicos estéticos que de un colectivo intelectual con ejes programáticos. Es posible que la cultura empresarial y las agencias publicitarias, más que cualquier otra instancia, se erijan como uno de los puntales más importantes para la construcción de una estética funcional al proyecto que este busca imponer.
En gran medida, esta reflexión se centró en el rol de las Intelligentsias y determinados aparatos ideológicos como ser los medios de comunicación. El hecho de no haber puesto énfasis en la manifestación de la estetización de la política en Internet obedece a razones de extensión, además del necesario tiempo de indagación que esta temática implica. También pretendió trascender el uso y abuso que ha tenido el texto de Walter Benjamin (2011) “La obra de arte en la era de su reproducción técnica”, cuando refiere a la tópica sobre la estetización del fenómeno político. No porque no se haya apelado al núcleo base de la conceptualidad marxiana, sino porque la aplicación que proponía Benjamin tenía un alcance sincrónico y diacrónico bien concreto (Sarlo, 2011). Como se ha dejado constancia previamente, fascismos y comunismos no son conceptos que aludan a realidades contemporáneas, de allí que el diagnóstico y apuesta de este pensador no baste para dar cuenta de la situación actual del fenómeno de la estetización de la política. Las reflexiones de Rancière, Lyotard, entre otros, son aportes contemporáneos de gran valía que ofrecen un relevo teórico mas acorde a la trillada reflexión condensada en la frase de Benjamin de que, “a la estetización de la política que propone el fascismo, los comunistas deberán responder con la politización del arte”.
Como se ha reiterado en varias ocasiones, la estetización del fenómeno político tiene múltiples formas de manifestarse. La estética y la ética –y la combinación de ambas–, así como otros campos, son las instancias que vehiculizan y hacen tangible la posibilidad de reconocer al fenómeno político. Además de la estética, el discurso científico y la moral son ámbitos donde lo político se visibiliza. A pesar de ello, ninguna de estas dimensiones agota y refleja la totalidad y dinámica del fenómeno político. Entre este y aquellas media un carácter epifenómenico, lo cual implica que todo fenómeno político genera una estética, una ética y una racionalidad científica, situadas históricamente, no aconteciendo a lo inversa. El campo estético es, en la actualidad, una de las formas más importantes de representación del fenómeno político, más aún luego del derrumbe de las utopías políticas de todo signo. Como sugiere Rancière (2014) refiriéndose a Lyotard (1998), la estética se ha convertido en un pensamiento del duelo. Este trabajo no pretendió ahondar en tales sutilezas; más bien aludió a uno de los posibles usos que habilita este campo. Sin embargo, creemos que, en lo que fue la Argentina kirchenrista, el juicio estético hizo mella en lo real de la política más allá de toda representación, más que cualquier otro discurso. La estética fue un elemento importante de la dimensión agónica y conflictiva de la sociedad argentina. En esta senda, la batalla simbólica y cultural de la Argentina asiste a un nuevo capítulo. Como siempre, el escenario sigue abierto.