I. ESCENARIOS
Recepción: 01 Diciembre 2018
Aprobación: 01 Junio 2019
DOI: https://doi.org/10.35659/designis.i30p45-52
Resumen: Los desarrollos en el campo de las redes digitales, los avances tecnológicos, la proliferación de dispositivos ubicuos y cuestiones vinculadas a los cambios sociales han delineado nuevas formas de intercambios entre los individuos. Las redes sociales y las plataformas digitales se han transformado en el “lugar” en el que se realizan encuentros, operaciones bancarias, se resuelven o inician disputas, se intercambian recuerdos, y hasta se da cuenta en forma cotidiana de la existencia. En el presente trabajo nos proponemos, ubicados en los estudios propuestos por la Semiótica y el Análisis del discurso, reflexionar acerca de ciertas modalidades en las que se inscribe la subjetividad en algunos de esos dispositivos.
Palabras clave: Subjetividad, Dispositivos, Semiótica, Análisis del discurso, Redes sociales digitales.
Abstract: Developments in the field of digital networks, technological advances, the proliferation of ubiquitous devices and issues linked to social changes have delineated new forms of exchanges between individuals. Social networks and digital platforms have become the “place” in which encounters, banking operations are carried out, disputes are resolved or initiated, memories are exchanged, and everyday existence is reported. n the present work we propose, located in the studies proposed by Semiotics and Discourse Analysis, to reflect on certain modalities in which subjectivity is inscribed in some of these devices.
Keywords: Subjectivity, Devices, Semiotics, Discourse Analysis, Digital Social Networks.
“Sin embargo, reconforta y tranquiliza
el pensar que el hombre es sólo una invención reciente,
una figura que no tiene ni dos siglos,
un simple pliegue en nuestro saber
y que desaparecerá
en cuanto éste encuentre una forma nueva”.
Fuente: (Michel Foucault, Las palabras y las cosas)
BIENVENIDOS A LA CIUDAD LUZ
Las innovaciones técnicas plantearon, a lo largo de la historia, distintos tipos de mediación materializada a su vez en la aparición de nuevos productos. El libro, los medios de comunicación, entre otras tantas tecnologías se presentaron en principio como exteriorizaciones, pero poco a poco fueron tejiendo redes de sentido para terminar por cumplir la función de extensiones. Y si bien puede polemizarse acerca de si es la tecnología la productora de cambios sociales o si un cambio en la forma de entender el mundo lleva a la aparición de una nueva tecnología, el concepto “dispositivo” que se plantea en el campo de las ciencias sociales, sirve para dar cuenta tanto de la modalidad de esa interacción como de los sentidos producidos.
Por ejemplo, a partir de los smartphones, las conductas se han modificado considerablemente; la portabilidad, el acceso a la red, las múltiples funciones que lo alejan de un teléfono celular y lo acercan a una computadora, como la multiplicidad de plataformas que dejan atrás la función básica de la comunicación telefónica, los modernos sistemas de seguimiento y control, etc.
El resultado es una nueva forma de vincularse con los dispositivos y a partir de los dispositivos. Basta con observar lo que ocurre dentro de un vagón de subterráneo. Cada uno conectado a su dispositivo con distintos objetivos: comunicarse, leer, mirar una serie o film, jugar, escuchar música, etc. La imagen parece remitirnos a una escena de la saga fílmica Matrix (1999), de los hermanos Wachowski. Allí, un cable conectado por la nuca hace ingresar a los sujetos virtualmente a otro mundo. Aquí, los sentidos, el oído, la vista, el tacto son canales de conexión con el dispositivo que permite el acceso a esa otra ciudad: la ciberciudad.
El aire y la energía eléctrica parecen conformar los sustentos básicos sobre los que se edifica esta ciberciudad. La información viaja por el interior de cables, se propaga en otros espacios por el aire, atravesando la materia que se le interpone para llegar finalmente a cada terminal, a cada dispositivo. Pero, más allá de la escena del subterráneo, parte del tiempo que antes se dedicaba a los encuentros con otros en distintos espacios físicos o por medio de soportes como el teléfono o la carta, hoy se utiliza para intercambios virtuales a través de las pantallas. Así, parte de la vida de la civilización actual parece transcurrir dentro de los límites de las redes sociales digitales. Y los sujetos vierten allí, de modo fragmentario, retazos de su universo cotidiano.
Tal vez resulte gráfico imaginar cada puerto, cada usuario conectado a la red, como una pequeña luz, y a los distintos intercambios como haces de luz que se convierten en una gran telaraña que, vista en perspectiva, delinean los límites de esa otra ciudad: la ciudad virtual. (Suárez 2014a).
Ahora bien, si el aire y la energía eléctrica constituyen las bases o fundamentos sobre los que se edifica la ciberciudad, hay dos elementos responsables de la configuración que terminan por favorecer la aparición de la subjetividad. Nos referimos a las interfaces y a los dispositivos. Debajo de la superficie significante, de las figuras lumínicas que se refractan sobre la interfaz y que dejan traslucir los jirones de la subjetividad y del aspecto perceptible de la cibercultura, se encuentra operando el dispositivo. Se trata de una configuración técnico-semiótica en tanto máquina que da cuenta de lo decible y lo visible. Podemos preguntarnos entonces qué condiciones favorece el dispositivo para que se inscriban hoy en la superficie de la interfaz, los fragmentos de la subjetividad; y qué modalidades y características adquiere esa emergencia. En otras palabras, ¿qué sujeto es el que se inscribe en la superficie de la interfaz a partir de la configuración que plantea el dispositivo digital?
LA ARQUITECTURA VIRTUAL
A la hora de precisar el concepto “dispositivo”, Foucault lo define como un conjunto heterogéneo de elementos que pertenecen tanto a lo dicho (lo enunciable) como a lo no dicho (lo visible). (Deleuze 1999, 195). Ahora bien, ubicándolo en el campo de lo social, sostiene que se trata de una especie de formación que en un momento histórico tiene como función mayor responder a una emergencia, es decir que cumple una función estratégica dominante. Cuáles serían entonces, las condiciones sociales e históricas que favorecen la aparición de un determinado dispositivo; en otras palabras, qué red de configuraciones debe establecerse para plantear la emergencia de un nuevo dispositivo en un momento preciso. Deleuze, retoma lo expuesto por Foucault quien describe la cartografía que constituyen los conceptos de diagrama /dispositivo: “el diagrama, o máquina abstracta, es el mapa de las relaciones de fuerzas […]que procede por uniones primarias no localizables” (Deleuze 2008, 63). Así, puede entenderse que exista una correlación entre la causa y el efecto, es decir entre la máquina abstracta y la máquina concreta; o, en palabras de Foucault, entre diagramas y dispositivos. Es decir que el diagrama sería el mapa de las relaciones que se actualizan y materializan a partir del dispositivo, una máquina concreta biforme (visibilidad y enunciabilidad). Máquinas que antes de ser técnicas son sociales (Deleuze 2008, 67). Finalmente, aclara que “una época no preexiste a los enunciados que la expresan, ni a las visibilidades que la ocupan. [Ya que] cada formación histórica implica una distribución de lo visible y de lo enunciable que se producen en ella” (Deleuze 2008, 76). Así, cada dispositivo habilita modos de mirar y de decir a la vez que oculta otros. Este modo de entender al dispositivo en tanto habilitando o restringiendo distintas posibilidades simbólicas y discursivas, nos permite comenzar a dar cuenta de los modos en que estos juegos de fuerzas permiten que emerja sobre la superficie de la interfaz la subjetividad. Llegados a este punto podemos considerar al dispositivo en su aspecto material simbólico en tanto “máquinas” productoras de posiciones intersubjetivas, pero que se valen para ello de la configuración de sus aspectos técnicos.
Por su parte, la interfaz vincula a través de un dispositivo los aspectos técnicos con los individuos. Según Scolari, puede considerarse en principio a la interfaz, como un tipo particular de dispositivo del campo informático (2004). Se trata, según Bettetini del “lugar simbólico de las transacciones” (Citado en Scolari 2004, 77). Sin embargo, más allá de las cuestiones técnicas, lo que nos interesa es tanto el modo en que allí se gestiona la subjetividad como la producción de sentido que ello conlleva. Por su parte, Catalá, (2010) sostiene que la mayoría de los estudios acerca del fenómeno de la interfaz dan cuenta de dos facetas: la interna y la externa. La interna hace referencia a los procedimientos técnicos de conexión, digitalización, navegación, etc. Mientras que la externa refiere a las configuraciones resultantes a partir del diseño y que se materializan en los diferentes programas que sirven de facilitador, guía de operaciones al usuario. En nuestro caso, nos detenemos a observar cómo esa relación dialéctica entre ambas facetas se materializa en discurso y permite la inscripción de la subjetividad.
LA SUBJETIVIDAD ENREDADA
Volviendo sobre los juegos de fuerzas que, en el dispositivo, permiten, facilitan, restringen la configuración de lo decible y lo visible en una determinada época, nos preguntamos entonces acerca de cuáles serían las particularidades de la subjetividad que aparece figurada en la superficie de la red. En primera instancia, podemos decir que la inscripción resulta de operaciones discursivas en las que se materializa el código lingüístico a partir de la enunciación. Como sostiene Benveniste (1997), el lenguaje representa quizá la forma primigenia que encuentra la subjetividad para materializarse. Es en este sentido afirma que:
Es en y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto; porque el solo lenguaje funda en realidad, en su realidad que es la del ser, el concepto de “ego” […] La subjetividad de que aquí tratamos es la capacidad del locutor de plantearse como sujeto […] (El lenguaje) Está marcado tan profundamente por la expresión de la subjetividad que se pregunta uno si, construido de otra suerte, podría seguir funcionando y llamarse lenguaje. (1997, 180-81).
Esta particularidad del lenguaje de disponer las herramientas formales –elementos lingüístico– para la irrupción de la subjetividad en y por medio del lenguaje, traen aparejado también la postulación del otro, del “alter ego”. “No existe ni deseo ni discurso antes del Otro y fuera del Otro.” (Barthes, 1997, 157). Es decir que la subjetividad nos conduce, según estos autores, a la intersubjetividad. Pero es en el acto de enunciación que la subjetividad queda plasmada en una instancia de discurso (cf. Benveniste 1997); por lo que habría que indagar, entonces, en la mediación entre la enunciación y los dispositivos ya que sería a partir de esa relación que se termina por asignarse el sentido a la modalidad en que se inscribe la subjetividad. Y es el dispositivo, según Traversa, quien representa el “soporte de los desplazamientos enunciativos.” (2001). La concepción semiótica de enunciación que plantean autores como Verón (2004), Traversa (2001; 2014), Steimberg (2013), nos permite abordar las cuestiones de la inscripción de la subjetividad más allá de los modelos lingüísticos e incluir en esa descripción, configuraciones sígnicas de distinta especie. En este sentido, Steimberg (2013, 53) llama enunciación: “al efecto de sentido de los procesos de semiotización por los que en un texto se construye una situación comunicacional, a través de dispositivos que podrán ser o no de carácter lingüístico”.
En trabajos anteriores (Suarez 2014a; 2014b; 2015) distinguimos, respecto a las particularidades del dispositivo enunciativo en las redes sociales digitales, dos niveles bien definidos. El primero se desarrolla a partir de la vinculación producida entre la figura del enunciador, el dispositivo técnico, y el usuario, que se prefigura en el soporte en este caso como enunciatario. En este nivel se representa el espacio de los procedimientos y funciona como marco enunciativo en el que el enunciador ordenador (automatización de los procedimientos enunciativos) guía, orienta, facilita y restringe determinados procesos requeridos por el usuario en tanto enunciatario. Luego, en el segundo nivel se produce otro juego de posiciones enunciativas que termina por ubicar al usuario, figurado en tanto enunciador quien establece una suerte de interacciones con sus contactos; esto últimos ocupan la posición de enunciatarios usuarios. En este nivel, el enunciador ordenador parece ocultarse en la superficie de la interfaz para emerger, con frecuencia, y orientar, guiar y facilitar la operatoria del enunciador usuario. Esa posibilidad de evanescencia del enunciador ordenador se produce a partir de la graficación y estandarización de las marcas de la subjetividad. “La interfaz gráfica crea en el usuario la ilusión de manipular directamente objetos en la pantalla; sin embargo, la interfaz no hace otra cosa que traducir sus gestos y acciones en lenguaje inteligible para el ordenador.” (Scolari 2004, 80). Por ejemplo, en los símbolos icónicos que figuran estados de ánimo (emoticones), o enunciados icónicos estandarizados para figurar la interacción (símbolos icónicos de la mano con el pulgar, o distintas caras para expresar: “me gusta, me divierte, me enfada, me entristece”, etc.), entre otros.
A partir de particularidades configurativas del dispositivo y las posibilidades de inscripción en la interfaz gráfica, la subjetividad parece debatirse entre distintas tensiones que la hacen oscilar dialécticamente entre el mostrar y el ocultar, ente el ver y el dejarse ver. Veamos algunas de las modalidades que surgen de esas tensiones.
3.1 Mostrar/ ocultar
La primera de esas tensiones queda plasmada ya en la configuración del perfil del usuario. En la mayoría de las redes sociales, el usuario configura a modo de una máscara o simulacro, su presentación discursiva; esta representación se acerca a lo que los griegos denominan el ethos, es decir la imagen del sí mismo en el discurso. (Maingueneau 2010). En el caso particular de las redes sociales, se trata de una configuración icónico lingüística que transita, a partir de mecanismos connotativos, del signo al discurso. Como refiere Barthes (1986, 17): “La connotación, es decir, la imposición de un segundo sentido al mensaje fotográfico propiamente dicho, se elabora a lo largo de los diferentes niveles de producción de la fotografía -elección, tratamiento técnico, encuadre, compaginación-”.
Así, cada yuxtaposición configura un nuevo nivel connotativo que despliega discursos posibles. Completa la imagen, el nombre o seudónimo que termina por configurar el efecto de sentido buscado por la máscara. Luego, los diferentes posteos del enunciador usuario en la red van conformando la dinámica del ethos en cuanto a la transformación constante de la imagen de sí. Respecto de la configuración icónica del perfil, se plantean distintas posibilidades retóricas de construcción. Puede tratarse de la fotografía del usuario y esta aparecer de modo incompleto para funcionar como una sinécdoque; o bien una imagen o composición que remiten metonímicamente a la producción de algún efecto de sentido (por ejemplo, juventud, agresividad, audacia, calma, etc.). Como se ve, la operación da cuenta de un abanico de posibilidades que transitan desde el mostrar (la imagen del usuario) hasta ocultar-desplazar (sinécdoque. elipsis, metonímia) pasando por sus gradientes intermedios.
En tiempos de sobreexposición del yo, las redes sociales parecen ser un ámbito adecuado para dejar constancia del acontecer: hay que incorporar a la ciberciudad lo que ocurre “allá” afuera. Y los usuarios se lanzan a dejar sus inscripciones tanto lingüísticas como icónicas, por ejemplo, en la biografía de Facebook, o la time line de Twitter, o en los mensajes enviados a través de Whatsapp. Las posibilidades de edición y puesta en circulación de los dispositivos móviles han favorecido este tipo de prácticas.
Es el caso de la imagen selfie que toma una persona y en la que se busca registrar un determinado momento. Pero, además, hay que tener en cuenta la construcción de sentido que ahí se busca tanto desde la pose en tanto procedimiento de connotación, como de las distintas trucas que brinda la edición digital. (cf. Barthes, 1986). Antiguamente, la práctica de enviar postales de los lugares que se visitaban en los momentos de vacaciones o en algún viaje particular, significaba un intento por establecer el contacto con un familiar o amistad y acercarle el lugar en que el enunciador se encontraba.
Verón (1987) detalla que esa operación representa un gesto del enunciador de apropiación del espacio público. El proceso no es el mismo respecto de la foto; en efecto, esta última testimonia que uno está efectivamente ahí. Barthes especifica la particularidad de esta operación: “La existencia de la fotografía corresponde […] a la creación de un nuevo valor social, que es la publicidad de lo privado: lo privado es consumido como tal, públicamente” (2003:153). Este movimiento enunciativo permite, a partir de la puesta en evidencia de lo privado, una apropiación por parte del enunciatario de esa imagen, y de esa escena. Ahora bien, una fotografía del lugar –donde el sujeto puede formar parte de la imagen o no–, busca producir el sentido no de “haber estado allí”, sino de efectivamente “estar ahí”. El procedimiento semiótico, en este caso y a diferencia de la tarjeta postal, significa la disolución del enunciado en la enunciación (Traversa 2001).
En efecto, esta operación destaca el carácter indicial de la fotografía (la vinculación del enunciador con un lugar en particular en tanto que atestigua estar efectivamente ahí) sobre la icónica, la representación de un lugar conocido o no por el enunciatario. El carácter indicial confirma también que se trata de él y de ningún otro, en un momento determinado. En líneas generales, la gestión que realiza el dispositivo determina la vinculación entre la instancia de producción según la cual opera en la imagen su aspecto indicial (“Estuve ahí”), con el reconocimiento en donde se observa la función icónica de la imagen (“Es él/ella y no otro/a”) (Traversa 2001).
3.2 Ver/ dejarse ver
La necesidad del yo de dar cuenta de su existencia, de su acontecer, de dejar el registro establece un juego de tensiones con la necesidad de desaparecer y observar. Y esa dinámica del aparecer/desaparecer queda plasmada, por ejemplo, en la preocupación de los contactos en redes que privilegian la producción de sentido de comunidad, como Facebook, cuando uno de los miembros se ausenta por un tiempo prolongado –no aparece–. Lo mismo ocurre en los grupos de Whatsapp; mientras que la disposición enunciativa en otras redes como Twitter, privilegian el observar y la participación resulta más esporádica. Respecto de la aparición de los enunciadores, una de las formas privilegiadas es la conversación. Heredera del primitivo chat, el dispositivo prevé formas de representar los intercambios entre los usuarios. Es por ello que preferimos hablar de un efecto de sentido de conversación. En particular se trata de la figuración de un tiempo suspendido. En efecto, un determinado intercambio se va configurando a partir de las inscripciones que no necesariamente se dan en forma simultánea o en lapsos cercanos de tiempo; es más, una respuesta a un comentario puede aparecer mucho tiempo después. El efecto de sentido de la temporalidad en la ciberciudad parece hacer efectivo el concepto de “tiempo 0” o presente de la enunciación que propusiera Benveniste (1997). En este caso, equiparando el momento de la enunciación al de la conexión. Sin embargo, el presente de la conexión que en redes como Facebook o Twitter figuran la dinámica de la conversación en un tiempo suspendido, puede traer distintos problemas en otras redes como Whatsapp, en donde la interacción se produce en forma más fluida y los intercambios simultáneos pueden acarrear, en algunos casos, malos entendidos y hasta conflictos. De todos modos, el enunciador ordenador provee, a través de su aparición –primer nivel– (Suárez 2014b, 88), aclaraciones como “X está escribiendo”; enunciados que buscan gestionar así la dinámica de los intercambios.
4. A MODO DE CONCLUSIÓN Y REENVÍO
Así como resulta una empresa ambiciosa poder dar cuenta de las múltiples posibilidades de expresión de la subjetividad por las variadas formas de expresión lingüísticas y extralinguísticas, otro tanto sucede con sus inscripciones y figuraciones en la superficie significante de la interfaz digital. Aquí hemos intentado rastrear algunas, quizá las más visibles, con el objeto de poder reconstruir a partir de esos indicios, las formas en que la subjetividad aparece en la red, con sus particularidades y modalidades. Particularidades y modalidades que dan cuenta, a su vez, de las complejas operaciones semio discursivas del dispositivo enunciativo por producir determinados efectos de sentido. Una nueva configuración del tiempo y del espacio en la ciberciudad, la ilusión de la conexión total, los intercambios discursivos que se sostienen en un espacio tiempo indefinido, la figuración icónico-lingüística del sí mismo, la posibilidad y necesidad de registrar el acontecer de la vida casi como una instantánea para ponerlo en circulación, son algunos de los rasgos que parece adquirir la subjetividad en la época digital. Rasgos que varían constantemente como las modalidades de inscripción y que enmarcan la necesidad, y la dirección de estudios que dediquen una mirada atenta al fenómeno de la producción social de sentido en la red.
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